El despertar de una Diosa

Cuando un hombre despierta a una mujer como a una Diosa la convierte en una Diosa.

Hoy no tenía que trabajar pero se había levantado a las siete de la mañana y estaba desde hacía casi una hora arrodillado frente a la cama donde Afrodita, que tenía que ir a trabajar a las nueve, dormía plácidamente. Durante todo ese tiempo había contemplado sus pausados movimientos y escuchado su respiración dulce y melodiosa.

Cuando vio que faltaban tres minutos para las ocho el chico se levantó, se acercó sigilosamente en la cama y se colocó justo entre las piernas de su Princesa, que estaba durmiendo en ese momento boca arriba. A continuación buscó con sus manos su cintura y al hallarla y sentir el calor de su piel no pudo evitar sentir un intenso estremecimiento. Más abajo se topó con el pantalón del pijama el cual fue bajando lentamente hasta la mitad de sus muslos. Después sus dedos sintieron el tacto de la goma de sus bragas y con mucho cuidado las fue bajando también justo encima del pantalón teniendo la sensación de estar profanando el más preciado de los tesoros. Por acto reflejo alzó su mirada hacia el rostro de Afrodita y se tranquilizó al ver que continuaba sumergida en un profundo sueño.

Seguidamente aproximó su rostro a la zona desnuda y sacó la lengua topándose con una selva semifrondosa cuyas hojas fueron acariciadas una por una hasta finalmente acabar en la cueva de sus sueños. Su lengua fue explorando lentamente cada rincón de placer durante unos instantes hasta notar que la respiración de su Reina empezó ha hacerse más acentuada y pronunciada. De repente sintió como una mano autoritaria le cogió el pelo de detrás de su cabeza y sin piedad lo fue agarrando con más fuerza y apretando contra sí a medida que su lengua se iba moviendo con más celeridad hasta convertirse en el más potente de los terremotos. Poco a poco fue abriendo la boca porque sabía que pronto un volcán iba a entrar con furia en erupción y no se equivocó. Justo en el momento en el que sintió un daño de verdad arriba de su nuca el orgasmo de Afrodita se produjo. Fue como un tsunami que arrastró todo lo que se pudo por delante, incluyendo la razón del hombre, que empezó sin más remedio a tragar y tragar sin descanso. Sabía que a ella no le haría mucha gracia encontrarse con una mancha en las sábanas y lo impediría a toda costa. Además veneraba a ese líquido, el néctar resultante del placer de la única mujer que había sido capaz de arrodillarle.

Pronto la respiración de la Diosa empezó a pausarse y la mano dejó de apretar con vehemencia sobre él. Le miró y vio que tenía los ojos cerrados y su respiración era más pausada y a la vez mucho más profunda. Fue el momento en el que aprovechó para limpiar con su lengua y de forma muy suave cada rincón del tesoro hasta dejarlo más brillante que los rayos del Sol. Después lo volvió a esconder subiendo con delicadeza las bragas y finalmente el pantalón.

Instantes después Afrodita tenía los ojos cerrados y mientras notaba cómo su pelo era acariciado con dulzura sentía un bienestar enorme provocado por su placentero despertar de esa mañana. Poco a poco fue abriendo los ojos y pudo ver como su chico le entregaba en su mano una rosa.

  • Buenos días. ¿Cómo ha dormido la Reina indiscutible de la casa?- le dijo en voz baja.

  • Bien...- respondió lacónica y sonriendo al ver como él la contemplaba como si se tratase de una Diosa terrenal.

  • Dentro de 10 minutos tendrás listo el desayuno, cariño.

Al cabo de un rato Afrodita se levantó y se dirigió soñolienta y oliendo los perfumados pétalos de la flor hacia el baño y al entrar allí pudo comprobar como tenía preparada agua templada para lavarse la cara y en una silla la ropa bien doblaba y planchada que iba a utilizar a lo largo de día en el trabajo. Pronto le apareció en la mente la perversa y excitante idea de prohibir a su chico desayunar para que mantuviese el sabor de su sexo en la boca hasta la hora de comer...