El despertar de un joven amante.
El encuentro entre un joven adolescente necesitado de experiencia y una mujer madura necesitada de sexo
Faltaban dos semanas para acabar el instituto, como cada mañana lo primero que hice fue espiar los vecinos, los Ruiz. Lo llevaba haciendo desde hacia casi 2 años, fue una mañana al mirar por la ventana vi a la señora Ruiz abrir la ventana, la iba a saludar pero me di cuenta que debido al contraluz su cuerpo se traslucía bajo el camisón, entonces la señora Ruiz tenia 32 años. Casi todas las mañanas sucedía lo mismo, así que idee un sistema de espejos que me permitía ver la ventana de la señora Ruiz, con el tiempo también espié a su hija, Ioana que era justo un año menor que yo, ella los cumplía el 11 de marzo y yo el 12 de marzo, pero del año siguiente.
En alguna ocasión la cosa fue a mas, la señora Ruiz se quito el camisón quedando en ropa interior. Pero a finales del año pasado, sucedió que al quitarse el camisón, al no llevar sujetador, enseño las tetas. Fue en una de aquellas veces cuando creí que me había descubierto. Pensé que se lo contaría a mi madre y se armaría el gran follon. Pero pasaron los días y no sucedió nada, aunque dejo de abrir la ventana por la mañana, fue entonces cuando me dedique mas a espiar a Ioana. Pero en los últimos meses la señora Ruiz, había vuelto a abrir la ventana por las mañanas, casi todas las mañanas se desnudaba por completo, aquello hacia que me masturbara.
Aquella mañana no debía de ser diferente, la señora Ruiz, abrió la ventana se estiro, entonces comenzó a desnudarse, primero el camisón después el sujetador para terminar quitándose las bragas, permaneció unos minutos frente la ventana totalmente desnuda, deleitándose en su desnudez sin saber que yo la observaba. Pero algo cambio aquel día, estando frente a la ventana desnuda le sorprendió su marido, el señor Ruiz. Desde donde estaba podía escuchar lo que decían.
- Que haces mujer, exhibicionismo – dijo el señor Ruiz – que quieres que te vean los vecinos.
- No me puede ver nadie, solo los Ramos - se refería a nosotros- y no están en casa.
- Así que nadie puede vernos – dijo el señor Ruiz, dándole un empujón y tumbándola en la cama.
El se tiro encima, y aunque no podía verlo me imaginaba lo que sucedía. No tardo mucho, se separo de ella.
- A ver si aprendes, la próxima vez te la meto por el culo, zorra – dijo abrochándose el pantalón, saliendo de la habitación.
Unos segundos después apareció Ana, frente a la ventana, cerro la persiana.
Que diferentes eran los Ruiz, el señor Ruiz, Ángel, que no hacia honor a su nombre, siempre enfadado, desde pequeño le tenia miedo, su mujer la señora Ruiz, Ana, siempre afable, de Ioana que decir, había jugado con ella desde pequeño, fue ella la que me puso el alias “Lon”, todos me llamaban Miguelón por lo grande que era, y ella solo era capaz de decir lon. Todos decían que erramos la pareja perfecta, pero con el tiempo nos fuimos distanciando.
Me fui al instituto pensando en la señora Ruiz, y el trato de su marido, pase toda la mañana intranquilo, pensaba presentarme en su casa, o decírselo a mi madre lo que había visto, pero eso supondría delatarme.
Al terminar el instituto me fui a comer como cada día a casa de mis abuelos. Desde que tenia 2 años, tras la muerte de mi padre, se podía decir que vivía en casa de mis abuelos pues solo iba a casa a dormir, pues mi madre tenia dos trabajos, por la mañana de enfermera en un gran hospital y por la tarde como enfermera en una consulta privada de un médico, que fue profesor de mi padre. Aunque desde que fui al instituto, comía en casa de mis abuelos y volvía a casa para hacer los deberes. Así aquel día tras comer me fui a casa, en las escaleras vi bajar al señor Ruiz las escaleras, parecía enfadado como siempre, pero también algo bebido, pues dio un par de traspiés. Al llegar a al rellano vi la puerta de los Ruiz abierta, no lo pensé, entre en el piso, sabia que Ioana estaba fuera pues como yo solía comer fuera, en casa de su tía que vivía cerca de su instituto. Si el señor Ruiz acababa de salir, solo podía estar la señora Ruiz, o nadie.
- Señora Ruiz – dije un par de veces antes de entrar en el piso.
Como no hubo contestación seguí entrando.
- ¡Señora Ruiz! – exclame al ver a la señora Ruiz en el sofá, medio tumbada, en ropa interior, sollozando.
Aquella escena aunque dramática, la visión de la señora Ruiz en ropa interior, bragas y sujetador, me excito.
- Muchacho no te acerques – dijo.
Aunque la semidesnudez me excitaba, lo que me impresiono fue los moratones que tenía por el cuerpo.
Me acerque, me senté en el sofá junto a la ella, en su desesperación ella se dejo caer sobre mí rompiendo a llorar. Poco a poco comprobé que la señora Ruiz se fue tranquilizando. Sentí que la mano de la señora Ruiz estaba sobre su paquete, aquello me hizo excitarme mas, no fui el único en sentir como mi polla aumentaba de tamaño, también la señora Ruiz. Se separo de mí, me miro, me desbrocho el botón del pantalón vaquero y bajo la cremallera, metió su mano por debajo de mi slip, me agarro la polla y comenzó a acariciarla. Sentí como mi polla aumentaba mas si era posible, la paja que me estaba haciendo la señora Ruiz era muy diferente a cuando yo me la hacia. Entonces la señora Ruiz acerco su boca a la mía, al principio fue un roce, pero se convirtió en un morreo. Instintivamente metí mi mano debajo de una de las copas del sujetador, le saque una teta, comencé a acariciarla, a pellizcar su pezón. La señora Ruiz soltó un gemido, solté la teta pensando que le hacia daño.
- No sigue – dijo la señora Ruiz – utiliza la boca.
La señora Ruiz con la mano que tenía suelta cogio mi cabeza y la acerco a su teta.
- Chupa, chupa – dijo la señora Ruiz.
Chupe, la señora Ruiz gemía. Mi inexperiencia hizo que pronto me corriera, expulsando mi semen, manchando la mano de la señora Ruiz, así como sus muslos.
- Lo siento – dije, no teniendo muy claro si era por haberme corrido antes de tiempo o por manchar.
- No lo sientas, ha estado muy bien, ¿Es tu primera vez?
Afirme con la cabeza.
- Me has dejado... excitada.
- Que puedo hacer – dije ingenuamente.
La señora Ruiz se separo un poco, se quito el sujetador y las bragas.
- No es le primera vez que me ves desnuda ¿Verdad?– dijo.
Estaba claro que me había visto espiarla. Afirme con la cabeza.
Se abrió de piernas. Me cogio mi mano, la condujo hasta su entrepierna, mis dedos sintieron la humedad de su coño.
- Acaricia esa zona con tus dedos.
El año anterior había tenido en biología unas clases de sexología, no solo había dado la anatomía reproductora masculina, sino también la femenina. Sabía que el clítoris era una de las partes de mayor excitación de las mujeres, así como los pliegues de alrededor, los labios vaginales. Y la entrada a la vagina. Así que acaricie aquellas partes húmedas, que había visto en los libros y ahora estaba tocando. La señora Ruiz aumento sus gemidos, me hizo que frotase con mayor fuerza y velocidad, hasta el punto de alcanzar el orgasmo. La señora Ruiz me beso en la boca.
- De esto nada, será nuestro secreto – dijo la señora Ruiz.
Como pude me recompuse la ropa, mis vaqueros se habían manchado de semen, me fui a casa. Recordando los momentos pasados con la señora Ruiz me volví a excitar poniéndoseme la polla nuevamente tiesa, entre en el baño y me hice una paja, en esta ocasión no solo fue diferente por hacérmela yo, sino que salió poco semen. Pensé de pronto en mi madre, vería manchados los vaqueros. Así que con agua, jabón y un cepillo para la ropa restregué las manchas, y metí el pantalón entre la ropa sucia.
Por la noche a la hora de ir a dormir, espié la ventana de la señora Ruiz, a la espera que hiciera algo, pero tenia la persiana bajada. Entonces decidí mirar hacia la ventana de Ioana, que tenia las persianas subidas, mi sorpresa fue ver a Ioana solo con bragas, tenia unas tetas bien desarrolladas, aunque fue un espectáculo corto pues Ioana cerro la persiana. Me tuve que conformar con el recuerdo de la señora Ruiz y la corta visión de Ioana semi-desnuda.
Por la mañana, volví a espiar las ventanas de los Ruiz, ambas estaban bajadas, Ioana se iba pronto al instituto. Me iba a ir cuando se abrió la persiana de la señora Ruiz, vi frente a mí a la señora Ruiz. Me sonrió, se quito el camisón quedando en ropa interior, y después se quito el sujetador enseñándome las tetas, acariciándoselas. Pero en eso entro el marido, me agache esperando que no le hubiese visto.
No escuche nada, y tras unos minutos la persiana se bajo. Me fui al instituto, no dejaba de pensar en la señora Ruiz. A la vuelta, cuando entre en el edificio me cruce nuevamente con el señor Ruiz, como siempre iba mal humorado. Llegue al rellano, y en la puerta estaba la señora Ruiz.
- Entra rápido.
- Te ha vuelto a pegar – dijo sin darse cuenta que por primera ver en su vida le había tuteado – te ha...
- No, no me ha pegado ni me ha... – dijo la señora Ruiz.
- ¡Violado!
- No exageremos, es mi marido, vamos a olvidarnos de él. Ven.
La señora Ruiz me condujo a su habitación.
- Desnúdate – me dijo la señora Ruiz, se acerco a la persiana y la bajo.
Me desnude quedándome con el slip puesto.
- Del todo – dijo la señora Ruiz – y túmbate en la cama.
- Pero...
- Tu me has visto desnuda por completo, yo a ti no.
Me desnude y me tumbe. La señora Ruiz desnudo totalmente y se tumbo a mi lado.
- Acaríciame el cuerpo, incluso la entrepierna, como ayer. Chupame los pezones.
Yo había visto videos en el que el hombre se ponía encima de la mujer, metiéndose entre las piernas, haciendo que su polla entrara en la vagina de la mujer, me moví para situarme entre sus piernas.
- No, aun es muy pronto, tienes que aprender, déjame que sea yo quien te guié, primero me tienes que calentar, hacer que llegue casi el orgasmo entonces.
Algo cortado seguí las instrucciones de la señora Ruiz, a la vez que ella con sumo cuidado acariciaba mi polla para que creciera. No tardo mucho en ponerse ella encima de mí y hacer que mi polla entrara en su vagina, al principio con cierta dificultad, pero una vez dentro sin problemas.
- Acaríciame las tetas – me dijo la señora Ruiz, mientras cabalgaba sobre mí.
Solo unos minutos después la señora Ruiz se echo hacia tras.
- Acaríciame el clítoris, si te tocas la polla esta justo encima.
Seguí las instrucciones, lo que hizo que los gemidos de placer de la señora Ruiz aumentasen, sentía que estaba a punto de correrme.
- Estoy a punto de... – no pude seguir me había corrido.
- Yo también sigue un poco más.
Unos segundos bastaron para que el cuerpo de la señora Ruiz se tensase llegando al orgasmo, se dejo caer sobre mí.
El silencio solo era cortado por el jadeo de ambos por el esfuerzo realizado. Termino tumbada a mi lado.
- Para ser tu primera vez y lo joven que eres no ha estado nada mal además... tiene un buen tamaño – dijo mirando mi polla.
Solo miraba el cuerpo desnudo y sudoroso de la señora Ruiz.
- Señora Ruiz, lo que hemos hecho...
- Follar.
- Pero su marido...
- Lo de mi marido es diferente... – dijo – otra cosa, cuando estemos solos soy Ana, deja de llamarme señora Ruiz, me hace sentirme vieja.
Puede que llamarla señora Ruiz la hiciera sentirse vieja, pero en la cama no lo parecia.
Durante los siguientes días y semanas antes de la llegada de las vacaciones de verano nuestra relación se fue afianzando, Ana como profesora, yo como alumno.
Durante el verano, nuestros encuentros aumentaron, unas veces en su piso otras en el mío, si Ioana estaba en su piso. Uno de esos días fue el que por primera vez le metí la polla por el culo, aunque me había enseñado como hacer que el ano se dilatara y la utilización de vaselina, al principio me costo hasta que su ano se amoldo al tamaño de mi polla
Además aquel verano se produjo en mi un gran desarrollo físico, incluido del miembro viril. Con la ayuda de Ana, también creció mi destreza sexual, haciendo que ella disfrutara cada día mas del sexo, dejando atrás la relación profesora-alumno para convertirnos en amantes.