El despertar de Sandra

Cansada de ser una esposa fiel y abnegada, decido dar rienda suelta a mis instintos de puta. Mi vida no volverá a ser la misma.

El despertar de Sandra:

Hola, como reza en el título, me llamo Sandra y tengo 28 años. Me casé muy joven, apenas terminados mis estudios. Eso fue todo lo que mi marido me dejó hacer por mi cuenta, terminar mis estudios. Luego nos casamos y nos fuimos a vivir a Madrid, donde a él lo trasladaron al ascenderle en su empresa. Como ganaba mucho dinero, se opuso rotundamente a que yo trabajase. Mi educación había sido muy tradicional así que, aunque al principio no compartía su opinión, terminé por aceptar que debía ser una buena esposa y acatar lo que dijera Julián. Al fin y al cabo eso me permitiría llevar una vida muy placentera.

No queríamos tener hijos por el momento, así que mi médico me recetó la píldora y pasaba los días tomando café con mis amigas, haciendo compras, ocupándome de la casa y cultivando mi cuerpo en el gimnasio, por lo que mi vientre estaba cada día más plano y mis pechos y mi culo bien duros y firmes. Soy muy atractiva: ojos negros y almendrados, boca grande de labios carnosos, piel morena y pelo negro y largo.

Mi marido es el típico prepotente y sabelotodo. Al principio, eso me daba seguridad y llegué a admirarlo, pero con el tiempo, su fanfarronería llegó a hartarme. Siempre me hacía de menos y me tenía por una tonta que no sabía más que de trapitos y cosas de casa. Yo que había sacrificado mi carrera por él... Aunque es atractivo, en la cama va a lo suyo y cada vez se preocupa menos por hacerme gozar. Ya no recuerdo el tiempo que hace que no me corro cuando me folla de ciento en viento. Los primeros años de noviazgo y matrimonio eran distintos y, cuando se corría demasiado pronto, solía tocarme para que yo alcanzase el orgasmo. Pero pronto dejó de hacerlo y si yo le recriminaba me decía que no debía preocuparme por eso, que para los hombres es una necesidad fisiológica, pero que a mí no me pasaba nada por no correrme de vez en cuando. Lo malo es que cada vez era con más frecuencia.

Yo aceptaba a regañadientes todas esas cosas, fruto, como digo, de mi educación tradicionalista y el papel que había asumido de esposa fiel y abnegada. Hasta una tarde en que Julián se dejó el móvil en casa cuando salió a su oficina. Oí que le entraba un mensaje. No pude resistirme y lo leí. Era una tal Nati y quedaba claro que había algo entre ellos, aunque sólo fuera un tonteo. Le proponía quedar a las ocho acompañada de una amiga y le rogaba que llevase a Juan con él. Juan era un compañero de mi marido y, llena de rabia, le llamé inmediatamente. Hice que me contase todo amenazándole con decírselo a su esposa. Juan trató de encubrir a su amigo todo lo que pudo, pero estaba claro que, al menos, les gustaba tontear con las becarias de la empresa.

Estuve llorando toda la tarde, hasta que decidí que no me iba a hundir por eso y que las cosas iban a cambiar radicalmente. Siempre he vestido muy elegante y femenina, pero desde ese momento comencé a comprarme ropa cada vez más sexy. Mi marido se sorprendió, pero yo le engatusaba explicando que lo hacía por él, para que se sintiera orgulloso de su esposa fiel. Sin embargo, los conjuntos de lencería más atrevidos no me los ponía para él.

En éstas llegó la inauguración de la nueva sede la empresa de mi marido. Se trataba de una recepción que incluía un picnic organizado en el gran hall del edificio al que acudirían todos los empleados con sus parejas. Probablemente, la fiesta se prolongaría hasta altas horas pues habría un gran baile amenizado por una orquesta. Cuando Julián pasó a recogerme a eso de las ocho de la tarde, yo ya estaba vestida. Mi traje era espectacular, se trataba de un vestido negro de satén, sin hombros y con un escote exagerado que se ceñía a mi pecho dejando que mis tetas rebosasen exuberantes con mis pezones casi asomando al exterior. Se ajustaba tremendamente en mi cintura y mis caderas, para prolongarse en una faldita con vuelo que apenas llegaba a la mitad de mis muslos. Por supuesto, no llevaba sujetador y me puse una tanguita ridícula que por delante, a duras penas, cubría mis labios vaginales totalmente depilados y por detrás, era sólo un hilito que se perdía entre mis nalgas. Me sentía muy puta con aquella prenda, sobre todo pensando que si me agachaba se vería mi culito totalmente desnudo. Lo acompañé de unas medias de seda negra sin liguero, de esas que se ajustan a los muslos con una tira de silicona cerca de las ingles. Para rematar mi impresionante atuendo, me había puesto unos zapatos de tacón de aguja que realzaban mis piernas largas y deliciosas.

Cuando mi esposo me vió así, no pudo evitar un gesto de desagrado a la vez que los ojitos le hacían chiribitas observando mis formas sugerentes. Me dijo que esa no era forma de vestirse para una mujer casada, pero yo lo apacigüé rápidamente haciéndole ver que él sería la envidia de la recepción, que todos sabrían, en todo momento, que aquél manjar de mujer era sólo para él. Su pecho se hinchó orgulloso y se pavoneó satisfecho mientras no dejaba de examinarme dando vueltas a mi alrededor. Quiso follarme allí mismo, pero me negué aduciendo que estropearía mi maquillaje y que ya era hora de salir hacia la fiesta.

Me puse un chaquetón de piel y retoqué el carmín de mis labios mientras íbamos en el coche. Julián me miraba de reojo sin poder disimular su excitación. Quiso meterme mano en cada semáforo, pero yo se lo impedía y me dedicaba a delinear mis labios exageradamente provocativos. Le prometía que a la vuelta podría disfrutar de mi cuerpo cuanto quisiese. En un momento dado me ajusté las medias, apartando para ello mi faldita y dejándole ver la braguita que se escondía entre mis piernas. No pudo controlarse y llevó su mano a mi entrepierna. Lo dejé que disfrutase un poco de paso que yo me ponía a tono con sus caricias.

Cuando entramos en el vestíbulo abarrotado de gente, todos nos abrieron paso observándome de arriba abajo y halagando mi buen gusto. Los ojos de los hombres se salían de sus órbitas y babeaban a mi paso. Las mujeres me miraban con envidia y, algunas, me maldecían interiormente por robarles el protagonismo. Enseguida vino a nuestro encuentro el presidente de la compañía, un hombre de casi 70 años que me besó la mano y no perdió detalle de mi escote. Le acompañaba uno de los ejecutivos, superior directo de mi esposo. Él mismo me lo presentó como Arturo y recordé que me había hablado de él en alguna ocasión. Me había dicho que era un auténtico cabrón sin escrúpulos y que se había tirado a la mitad de las secretarias de la empresa. Me sonrojé un poco porque estaba buenísimo y no apartaba su mirada de mi cuerpo, así que me acerqué a él cuando tomó mi mano y, rompiendo el protocolo acerqué mi rostro al suyo para que me besase. Lo hizo muy cerca de la comisura de mis labios y se acercó más de la cuenta rozando su cuerpo con el mío. Posó su mano en mi costado casi rozando mi pecho, mientras Julián hervía de rabia a mi lado.

Por suerte, el presi se llevó a mi marido a un aparte para hablarle de algunos proyectos y me quedé con Arturo. Me ofreció una copa y charlamos animadamente. Después de dos copas me invitó a bailar. Miré alrededor en busca de mi marido, pero ni rastro. Así que acepté la invitación y dejé que me guiase. Me cogió por la cintura arrimándome a su cuerpo y frotando su entrepierna con la mía. Yo me abandoné a mi suerte mientras le decía al oído lo bien que bailaba. Eso hizo que su mano en mi espalda fuese bajando hasta el nacimiento de mi culo sintiéndome muy excitada. Notaba como su verga iba creciendo dentro de su pantalón y le sonreí picaronamente. Me preguntó si eso no me incomodaba, asegurando que no podía evitarlo ante una mujer tan atractiva como yo. Le dije que en absoluto me incomodaba, que para cualquier mujer era un honor despertar pasiones y que me sentía muy halagada con aquello entre mis piernas. Su mano, casi en mi culo, me apretó más hacia él y la noté enorme sobre mi pubis. Entonces le dije que me llevase a otro sitio, pues era una mujer casada y la gente podría pensar mal.

De camino hacia la biblioteca, nos encontramos con mi marido que hablaba ensimismado con el presidente y otros dos ejecutivos. Estaba encantado relacionándose al más alto nivel.

.- Perdóneme, Doña Sandra, por robarle a su marido, pero tengo que tratar con él asuntos importantes.- Me dijo el presidente cuando estuvimos a su altura.

.- No se preocupe Presidente, mi marido se debe enteramente a su trabajo y Arturo se ha prestado a enseñarme las instalaciones.

.- Enseguida me reuniré contigo.- Añadió Julián.

.- No te apures mi amor, Arturo va enseñarme la estupenda biblioteca que tenéis aquí y ya conoces mi afición a la lectura. Tú sigue hablando tranquilamente con tus colegas, estaré bien atendida.- Dije melosamente mientras le daba un beso en los labios que lo hizo enrojecer delante de sus superiores, antes de tomar el camino de la segunda planta seguida de Arturo.

Cuando estuvimos en lo alto de la escalinata, me giré para observar a mi marido y pude ver que me miraba intrigado. No hice caso y desaparecimos por el largo corredor. En cuanto cerro la puerta de la biblioteca tras de sí, me sujetó por la cintura volteándome. Me atrajo hacia él y me besó impetuosamente. Al principio forcejeé un poco, pero separé mis labios para que su lengua entrase a su antojo en mi boca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando puso sus manos en mis pechos amasándolos con lujuria. Me separé de él simulando indignación.

.- ¿Pero qué haces Arturo, no ves que soy una mujer casada?

.- Lo que veo es que eres una mujer estupenda y que estás pidiendo guerra.

.- Te equivocas, yo soy fiel a mi marido, nunca le he engañado.- Lo cual era cierto.

.- Eso me da más morbo todavía.- Dijo volviendo a abrazarme y a besarme mientras metía sus manos por debajo de mi falda.

.- ¡Quieto!,- dije separándome de sus labios pero sin preocuparme que siguiese acariciando mi culo - puede entrar mi marido y sorprendernos.

.- Tranquila, está muy ocupado. El presi me ha asegurado que no lo dejaría escapar en toda la noche.- Me sentí muy puta sabiendo que se habían puesto de acuerdo para entretener a mi marido y dejé que siguiese ocupándose de mi culo mientras metía mi lengua en su boca y ofreciéndosela llena de saliva.

Al rato, enredó sus dedos en mi pelo y me obligó a descender hasta su entrepierna. Comprendiendo claramente sus intenciones, desabroché su cinturón y hundiendo mi mano en su ropa interior, saqué aquél manjar que hacía rato que sentía tan duro. Mis ojos se abrieron como platos al ver aquella verga poderosa. Era mucho más gorda y larga que la de mi marido y no tarde en comenzar a chuparla.

.- Uuuummmm, así putita, chúpala bien, es toda para ti.- Me decía sin apartar la vista de mis tetas que rápidamente saqué de su prisión para que quedasen a su alcance.

.- Siii, que rica polla te gastas, es el doble que la de mi marido…- Y se inclinó para coger mis pechos con sus manos mientras yo me tragaba su pene hasta el fondo.

Lo metía y lo sacaba de mi boca sin dejar de acariciar sus huevos pesados y repletos de leche. Mi lengua jugaba con su glande rosado y enorme que comenzaba a rezumar ese liquidillo transparente y brillante que me ponía cachonda a más no poder. Después de un rato en esta posición, mientras apretaba mis tetas y pellizcaba mis pezones volviéndome loca, me llevó hasta una mesa y me sentó sobre ella. Hizo que me recostase sobre el tablero y abrí mis piernas ante sus ojos.

.- Así, zorrita, abre bien tus piernas para que pueda comerme ese coñito delicioso.

.- Síiii, cabrón, cómetelo todo, mete tu lengua en mi rajita, mira cómo está de mojada.- Cuando aparté mi vestido y vio mis braguitas, suspiró excitado.

.- Dioooosss, que braguitas más lindas, está claro que eres toda una puta…, si casi no tapan tu coño

.- A qué esperas, cómetelo y hazme gozar. Mi marido me tiene muy abandonada.

.- Menudo gilipollas, yo te daré la verga que necesitas.- Y diciendo esto se inclinó sobre mi entrepierna y comenzó a dar lengüetazos mientras apartaba mi tanga dejando expuesto mi coño sediento.

Me hacía gemir como una zorra, su lengua me comía delicioso y me acabé en pocos minutos bañando su cara con mis jugos. Se limpió con el interior de mi falda y comenzó a jugar con su pene erecto en mi rajita húmeda.

.- Veo que sabes disfrutar, te has corrido enseguida sintiendo mi lengua. Pero eso no es nada, verás cuando te meta mi polla.- E hizo ademán de buscar un condón en sus bolsillos.

.- No te pongas nada, quiero sentirla a pelo en mi interior.- Dije aumentando su excitación.

.- Pues la vas a sentir, vaya si la vas a sentir.- Dijo fuera de sí.

.- Siiiii, así, cabrón, métemela hasta el fondo.- Grité sintiendo su glande avanzar entre mis tiernos labios.

La fue metiendo poco a poco hasta que sus caderas chocaron con mi culo. La sentía enorme y durísima. Se inclinó hacia delante y me comió la boca con pasión.

.- Tócame las tetas, tócamelas mientras me clavas tu verga.

.- Qué puta eres, nunca pensé que fueses tan fácil.

.- Siiii, me gusta ser una puta y hoy voy a ser tu puta, vamos, muévete dentro de mi coño.- Mientras acariciaba mis pezones comenzó a moverse bruscamente metiendo y sacando su polla de mi coño cada vez más caliente.

.- Toma polla zorrita, te la voy a dar hasta que te hartes.

Al rato, le aparté y, bajándome de la mesa, volví a acuclillarme delante de él para chupar de nuevo aquella verga que se veía totalmente hinchada y recorrida de venas que parecía a punto de reventar. Me la metía hasta el fondo de mi garganta y la sacaba dejándola llena de saliva. Le decía lo caliente que estaba y que quería que me destrozase con su polla.

Me giré apoyando mis manos en la mesa y levanté mi culito ofreciéndole mi coño brillante y húmedo como nunca. Movía el culo incitándolo a poseerlo, me recogía la falda para que lo viese bien, mientras el se masturbaba a escasos centímetros de mi raja.

.- Vamos, campeón, méteme tu verga en el coñito, mira como lo tienes, totalmente empapado. Vamos métela pronto que quiero correrme mientras me culéas.

.- Diooosssss, claro que te la voy a meter, puta, te voy a romper el coño.- Me sujetó las caderas y, apoyando su verga en mi raja, me la abrió de un solo golpe hundiendo su polla hasta el fondo de mi cueva.

Me bombeó como un salvaje, levantándome del suelo con cada embestida. Yo gemía desbocada y le pedía que me diera más fuerte. Metí mi mano entre mis piernas y me acariciaba el clítoris ayudándome a sentir varios orgasmos mientras me follaba sin compasión. Comenzó a tensarse y noté que se iba a correr. Sus envites eran cada vez más fuertes y su cuerpo se arqueó.

.- Me voy a correr, la sacaré para no llenarte con mi leche.

.- Ni se te ocurra, cabrón, córrete en mi coño, quiero que me dejes preñada.- Le dije haciéndole creer que no usaba anticonceptivos. Aquello terminó de ponerle loco y me culeó como si le fuera la vida en ello. Cuando empecé a sentir su semen caliente dentro de mi coño volví a correrme perdiendo la cuenta de mis orgasmos.

.- Toma, puta, toma mi leche en tu coño.

.- Siiiiiiiiii, así la quiero, toda en mi coño caliente. Dame, dame más, dame toda tu leche para que me preñes, el maricón de mi marido no es capaz de hacerlo.- Me calentaba hablar como la mayor de las putas y hacerle creer a Arturo que podría embarazarme.

.- Aaaaaaaahhhrrgg, siii, tómala toda, te voy a dejar embarazada y el capullo de tu marido creerá que es suyo. Aaaahhh, así, que puta eres, me encanta follarme putas como tú.- Repetía entre gemidos roncos.

Cuando sentí que había terminado de correrse, me la saqué y me agaché para limpiarle la polla con mi lengua. Me tragué los restos de semen que quedaban en sus pliegues y me supo rico, sobre todo por la sensación de verle mirándome a los ojos y diciéndome lo puta que era. Su polla se fue quedando flácida y terminé de limpiarla dejándola reluciente por efecto de mis lamidas.

De repente, se abrió la puerta y yo me levanté como un resorte mientras Arturo se apresuraba en abrocharse el cinturón. El primero en entrar fue el presidente, que tuvo tiempo de ver como terminábamos de acomodar nuestras ropas. Detrás venían mi marido y los ejecutivos con los que había estado hablando en el vestíbulo.

.- ¿Pero aún seguís aquí?- Dijo el presidente en un tono de sorpresa fingida.

.- Si, a Doña Sandra le encanta la literatura y está muy interesada en nuestra biblioteca.

.- Es cierto, Presidente, tengo que felicitarle por tan extensa colección de los mejores volúmenes de la historia de la literatura.- Añadí haciéndome la interesante.

.- Por favor, espérenme en mi despacho, enseguida estaré con ustedes.- Les dijo a sus acompañantes que apenas habían cruzado el umbral de la puerta. Estos obedecieron al instante, incluido mi marido que salió mirando hacia atrás, dedicándome una extraña mirada mitad de celos y mitad rogando que supiese comportarme a la altura de mis anfitriones. Cuando estuvimos solos, el apuesto presidente se acercó hacia mí con la lujuria dibujada en sus ojos.

.- La señora tiene muchos encantos ocultos además de su afición a la lectura.- Explicó Arturo con voz insinuante.

.- Ya lo creo, Arturo, estoy seguro de que tiene muchos encantos ocultos.- Y posó su mano directamente en mi entrepierna acariciando mi coño por encima de la falda. Yo me abracé a su cuello juguetona y acerqué mis labios para que pudiera besarlos.

.- ¿Quiere que le descubra mis otras habilidades?

.- Claro que quiero preciosa, tendrás que empezar por poner a tono mi viejo aparato.- Y me llevó de la mano hasta una enorme butaca. Se desabrochó el pantalón y, mostrando su nada despreciable polla dormida, se dejó caer en su asiento.

Me arrodillé entre sus piernas y comencé a lamer su tranca con dulzura. En pocos segundos, estaba apuntando al techo y su tamaño no desmerecía del de Arturo, que se había quitado los pantalones y se masturbaba a nuestro lado haciendo que su polla recobrase poco a poco la firmeza.

Mis manos recorrían aquel pene rugoso y cada vez más duro. Mis labios lo besaban y mi lengua lo recorría desde la punta hasta los huevos. Me sentía como una puta satisfaciendo a los jefes de mi marido, como si fuese mi obligación. El viejo me cogía del pelo y hacía que me tragase su polla con la rudeza de un campesino. Me decía lo puta que era y lo importante que era para el futuro de marido que me aplicase adecuadamente en mis tareas, sin saber que yo lo hacía con mucho gusto.

.- Ven, siéntate aquí sobre mi pene, quiero ver como entra y sale de tu coño de zorra.- Me incorporé y, dándole la espalda, me fui sentando sobre su polla. No hizo falta que la sujetase, estaba tan tiesa que, en cuanto acerqué mi coño a su cabezota, se introdujo sola en mi raja más que abierta y lubricada. Me la clavé hasta dentro y me quedé allí moviendo mis caderas y sintiéndola bien mientras me restregaba sus huevos por el clítoris.

.- ¿Le parece que me aplico adecuadamente, señor? Ha de saber usted que esto lo hago por mi marido, yo soy una mujer decente.

.- Claro putita, claro que lo sé, pero échate hacia delante para que vea cómo mi polla entra y sale de tu coño de mujer decente.- Lo hice apoyando mis manos en sus rodillas mientras él jugaba con sus dedos en la entrada de mi culo y me movía adelante y atrás empujándome con sus manos.

Arturo tenía la polla de nuevo como un mástil y seguía meneándosela a mi lado. Lo miré con ojos de adúltera y recorrí mis labios con la lengua en un gesto inequívoco de que deseaba tenerla en la boca. Él se acercó y sujetándome por el pelo me la clavó sin miramientos.

.- Uuuummmm, ummmm, ummmm…- Era todo lo que podía decir con semejante pedazo de carne hundiéndose en mi garganta.

.- No se esfuerce, Señora, sabemos que es una mujer decente y que sólo accede a estas prácticas por el bien del futuro de su esposo. Es usted una esposa ejemplar y tiene un coño delicioso. ¿Qué tal la chupa, Arturo? ¿Lo hace como las putas de lujo?

.- Mejor incluso, señor Presidente, lo hace tan bien como las putas profesionales pero con más ganas que una puta barata.- Aquellas palabras me terminaban de poner a mil mientras me ensartaban a la vez esos dos tipos.

.- Siiii, ustedes me despiertan las ganas, porque mi marido es un impotente que no me folla casi nunca.- Dije mientras me sacaba por un instante la verga de la boca para volver a engullirla con ansia.

.- Hay que ver este Julián, que poco considerado. Pero no se preocupe, estaré encantado de recibirla siempre que su marido no se ocupe de usted como es debido.- Apuntó el presi que cada vez estaba más excitado mientras su respiración se agitaba por momentos.

Le pidió a Arturo que se echase sobre la alfombra. Luego me la sacó y, poniéndome sobre él, hizo que me arrodillase hasta conseguir cabalgarlo como una amazona. Me empujó poniendo su mano en mi espalda y haciendo que me inclinase sobre Arturo, que sin perder tiempo comenzó a besarme y a amasar mis tetas. Bombeaba su polla gigantesca en mi coño y me abría el culo con sus manos.

.- Así, Arturo, muy bien. Abre ese culo, para que pueda follármelo a placer.

.- Ay, no, Sr. Presidente. El culito no, por favor. Soy una mujer decente y nunca me la han puesto ahí

.- Mejor todavía, un culito virgen para mí.- Sus palabras me ponían más cachonda y estaba deseando sentirla en mi culo, pero me encantaba el papel de mojigata y seguía resistiéndome y haciéndome desear.

.- Por favor, Presidente, no me la meta en el culito, es muy estrechito y su verga es tan gorda…, no sé si podré resistirlo.

.- Claro que lo harás y verás como termina gustándote, putita.- Y diciendo esto, se montó sobre mis caderas y llevando su polla a mi agujero lo apoyó allí haciendo fuerza. Por más que apretaba no conseguía entrar y yo me quejaba amargamente.

.- Ay, presidente, por qué no deja que se la chupe un ratito para que entre mejor…- A regañadientes, el viejo se vino hasta mi cara y me metió su verga en la boca para que la llenase de saliva mientras Arturo se encargaba de dilatar mi culo metiendo sus dedos y llevando hasta allí los jugos que salían sin parar de mi coño. Al mismo tiempo no dejaba de bombearme teniéndome a punto del orgasmo.

.- Ya es suficiente,- dijo el presi volviendo a la parte de atrás - te la voy a clavar en ese culito de puta que tienes.- Y volviendo a su tarea me metió su glande de una embestida mientras Arturo separaba mis nalgas.

.- Aaaaaaahhhhh, por Dios Presidente, que gorda la tiene usted. Me va a romper el culito, lleve cuidado.

.- Calla zorra, cuando la tenga dentro vas a pedir que me mueva y que te lo rompa sin miramientos.- Escupió con puntería en mi ano y siguió empujando hasta que toda su verga estuvo dentro de mi culo. Yo no paraba de quejarme, pero cuando mi esfínter se acostumbró a su grosor, comencé a mover mi culo facilitando que me la clavase hasta el fondo.

.- Ooooooohhhhh, siiiii, Presidente, así, muévase dentro de mi culo, me encanta que me lo abra con su polla.

.- Claro, putita,- dijo empezando un metesaca furioso - trágate toda mi polla por el culo como a ti te gusta.

Era un verdadero placer sentirme llena con esas dos pollas en mis agujeros. Se acompasaron perfectamente y cuando el uno entraba hasta el fondo el otro salía casi totalmente para volver a embestirme con fuerza. Encadené una serie de orgasmos seguidos que jamás había sentido. Gritaba como una loca mientras me daban un placer inmenso. Pensar que mi marido estaba en otro despacho muy cerca de allí me ponía como una fiera, moviéndome como podía entre aquellos cuerpos.

.- Te voy a poner mi leche en tu culo de puta….- El viejo estaba a punto de correrse y me golpeaba el culo con sus manos mientras me la clavaba sin piedad. Se arqueó y sentí su leche inundando mi culo, rebosando y escurriendo por mis muslos.

Me la sacó y se desplomó en su butaca mientras seguía observando como me retorcía sobre la verga de Arturo. Yo seguía corriéndome, descubriendo mi faceta multiorgásmica mientras saltaba arriba y abajo haciendo que aquel mástil me perforase y que mi clítoris chocase con su pubis en cada embestida.

.- Quiero que te tragues la leche de Arturo, quiero que lo mames hasta dejarlo seco y que me enseñes su semen en tu lengua antes de bebértelo todo.- Hubiera seguido cabalgando indefinidamente sobre ese macho, pero la idea de tragarme la leche de un hombre me excitaba sobremanera. Sería una más de las nuevas experiencias que estaba teniendo esa noche, porque a mi marido siempre lo apartaba cuando iba a correrse.

Me puse a su costado y llevé mi mano a la polla de Arturo. Lo pajeé con celeridad para que eyaculase cuanto antes. El cabrón estaba aguantando mucho porque ya se había corrido antes. Comencé a chuparle los huevos y a recorrer su tronco con mi lengua. Notaba que faltaba poco y comencé a escupir en su cabezota hinchada y coloradota mientras no dejaba de masturbarlo con fuerza. Acariciaba sus testículos calientes, hervían a punto de estallar.

.- Ahora, puta, ahora me voy a correr, no dejes escapar ni una gota.- Me dijo agitado. Acerqué mi boquita a la punta y sentí a través de mi mano como el semen caliente subía por su polla. Un primer escupitajo de leche cruzó mi cara y aferré mis labios a su verga para no desperdiciar nada. Seguía embistiendo dentro de mi boca y cada empujón significaba otro chorro de abundante leche que yo mantenía en mi boca sin tragarlo.

Cuando hubo descargado totalmente el contenido de sus huevos en mi boca, me la saqué y me acerqué a gatas hasta donde estaba el presidente de mi marido. Sin dejar de mirarlo a los ojos, le sonreí y abrí mi boquita todo lo que pude sacando mi lengua impregnada de semen y relamiéndome como una gata sedienta.

.- Así putita, así. Ahora quiero que te la tragues toda.- Como buena chica obediente, comencé a tragar y recogía los restos que habían quedado en mi cara llevándomelos con un dedo a la boca. Cuando lo tragué todo, volví a abrir la boquita y, sacando la lengua, le demostré que no quedaba nada por tragar. Entonces me cogió del pelo y atrayéndome hacia él, escupió en mi boca. Yo me tragué también su saliva sonriéndole lascivamente. Me metí su polla flácida en la boca y se la dejé reluciente antes de acomodársela dentro de su calzoncillo y de abrochar su cinturón.

Se marcharon dejándome sola en la biblioteca. Acomodé como pude mi vestido que había quedado recogido en mi cintura y entre al servicio a maquillarme y adecentar mi peinado. Me limpié el coño y el culo como mejor pude, así como los restos de semen que manchaban mis medias. Bajé al baile y me tomé otra copa pues estaba sedienta.

.- Vaya, Sandra, ¿qué haces aquí sola? No te he visto en toda la noche.- Era Antonio, un compañero de mi marido que siempre me miraba con ojos de salido y al que yo siempre había procurado esquivar.

.- Ya ves mi marido está en el despacho del Presidente y Arturo ha estado enseñándome la biblioteca.- Sus ojos se abrieron como platos, pues sabía de la fama de mujeriego que precedía al tal Arturo y debió imaginarse que algo habría pasado con él.

.- ¿Quieres bailar conmigo?- Me dijo sin poder disimular sus deseos.

.- No Antonio, hoy estoy muy cansada, pero ven un día a cenar a casa con tu esposa y te resarciré de esta negativa. Además…., mira ya baja Julián.- Mi esposo bajaba la escalinata buscándome con la mirada nerviosa. Le hice una seña y lo esperé sonriente e inocente.

.- Hola cariño,- dijo más suave de lo habitual - y hola Antonio, ¿cómo te va?

.- Aquí, charlando con tu encantadora esposa.

.- Si, cariño, le estaba diciendo a Antonio que por qué no viene a cenar con su esposa una noche de éstas.

.- Claro, venid el sábado, cenaremos en casa tranquilamente.

Había sido una noche tremenda para mí. Había sido infiel por primera vez, lo había hecho casi delante de mi marido con sus jefes. Un trío para empezar no estaba mal, pero además había sido la primera vez que me daban por el culo y la primera vez que me tragaba el semen de un hombre. Demasiadas experiencias para una noche, así que, cuando llegamos a casa le dije a Julián que estaba muy cansada, me di una ducha y me acosté quedándome dormida al instante. Se quedó con las ganas y con cara de tonto, pues yo sabía que se había puesto celoso por estar tanto tiempo con Arturo en la biblioteca.

Ahora estoy preparando la cena, hoy vienen a cenar Antonio y su mujer. A ella le encanta la filatelia, como al cornudo de mi marido. Así que se sentarán en el salón a examinar los sellos y Antonio tendrá que ayudarme en la cocina