El despertar de Nerea - Parte 1

Nerea, de 39 años, lleva muchos años sin vida sexual, un viernes cualquiera, la vida de Nerea empieza a entrar en una espiral de sexo y deseo de la que no querrá salir nunca.

  • Adiós Nerea, no folles mucho esta noche!!! jajajaja

  • Adiós Marta, muy graciosa!!!

  • Era broma mujer, si quieres vamos a tomar unas copas, total, Gabriel no está este fin de semana en casa.

  • Gracias Marta, pero estoy muy cansada, voy a darme un baño y pasar el fin de semana tumbada viendo pelis tristes.

  • Como quieras, pero espabila o te olvidarás de como es!!!

  • Como es que?

  • Echar un buen polvo!!! Jajajaja...

  • Adiós Marta, tan graciosa como siempre.

Y así, es como empezó mi despertar, como yo lo llamo, de una vida gris, a un huracán a veces incontrolable pero maravilloso, y a veces sucio pero demasiado placentero como para apartarme, en definitiva, os contaré como sin quererlo, pasé de ser una mujer invisible, a disfrutar del sexo como nunca antes hubiese imaginado.

Empecemos por el principio, mi nombre es Nerea, en el tiempo de estos relatos tenía 39 años, soltera, estatura media, ojos castaños y morena con media melena, físicamente no me puedo quejar, tengo unas tetas pequeñitas pero resultonas, nalgas bonitas y caderas sinuosas, claro que nunca he sabido arreglarme, y con el uniforme de trabajo, que por cierto soy limpiadora en una gran compañía de seguros, pues siempre he pasado desapercibida para el mundo.

Mis relaciones sexuales se reducían a un noviete que tuve a los 23 años, bueno, más que novio fue un rollo, de un par de semanas, no llegamos más que a algunos besos y un apretón de culo, que todavía recuerdo porque fue lo más sexual que había tenido con un hombre, se que es triste, pero es así, el resto hasta estos días, apenas me masturbaba un par de veces al mes viendo algún anuncio o programa donde sale alguno de esos chicos tan guapos, que ahora me parecen críos, o imaginándome siendo la putita de algunos de los jefazos que vienen de vez en cuando por la compañía. Siempre he estado absorbida por el trabajo, muchas horas y poco sueldo, y sinceramente, tener pareja o el sexo no era una de mis prioridades, ya que vivo sola y son muchos gastos y preocupaciones para un solo sueldo, pero todo esto cambió la misma noche en la que mi "graciosa" compañera Marta me insinuaba que necesitaba desahogarme, y que da comienzo a mis vivencias, a mi despertar...

Terminé de despedirme de Marta, rubiaza con ojos verdes, alta y estrecha de caderas, pero con dos buenas tetas, supongo que Gabriel daría buena cuenta de ellas a menudo. Empecé a andar hacia casa, como siempre enciendo un cigarrillo, y voy pensando en cosas mundanas, el trabajo, lo cansada que estoy, que podría cambiarme en vez de ir con el uniforme ese tan feo por la calle etc... A medio camino, pasé como siempre por una pequeña iglesia que me pilla de camino, y vi al párroco, en la puerta de la misma, sentado en un banco fumando un cigarrillo. Me llamó la atención, era muy joven y guapo, una pena que sea cura pensé, y vi como entraba en la iglesia tras apagar su cigarrillo. Advertí entonces que algo se había dejado en el banco, me acerqué por si era algo importante, era un libro de filosofía, no recuerdo el nombre, lo recogí y entre por la pequeña puerta del lateral, con intención de devolverle el libro.

La iglesia no era muy grande, habían dos hileras de bancos, de esos alargados, perfectamente alineados, eché una ojeada y no conseguía ver al cura. Me daba un poco de vergüenza entrar en las salas del final, me senté en el último banco, estaba muy cansada, y dentro de la iglesia no se oía ningún ruido, esperando a que apareciera de nuevo el cura para devolverle su libro.

Empecé a pensar en mi vida, como podía ser que estuviese sola, a mis casi cuarenta años, me había pasado la vida trabajando, desde los veintiuno, y seguía igual que entonces, pero prácticamente sola, mi compañera Marta se había convertido en mi mejor amiga, y aunque a veces hablábamos de sexo, las conversaciones eran bastante superficiales, había una especie de tabú que yo sabía que en parte era culpa mía, ya que me incomodaban esas conversaciones, quizás por mi falta de vida sexual.

Mientras mis ojos miraban a la nada y mis pensamientos derivaban en una dirección muchas veces recorrida, una mano tocando mi hombro hizo que me sobresaltara...

  • Le puedo ayudar señora?

Alcé la vista y ahí estaba, el párroco, con un pantalón vaquero y una camisa gris, se había quitado el hábito que llevaba cuando estaba en la puerta, era delgado, moreno, no debía tener más de 30 años, y con el pelo repeinado...

  • Ohm!!! Lo siento, encontré este libro en el banco de la entrada, y pensé que sería suyo.

  • Gracias señorita, lo había olvidado.

Debió ver algo en mi cara, quizás mis pensamientos habían entristecido mi rostro, se sentó a mi lado y me preguntó...

  • Está bien señora?

  • Señorita...

  • Perdón, señorita, no pretendía ofender.

  • Nada padre, he tenido un mal día, eso es todo.

  • Bien, parece que necesita estar sola, si necesita algo estaré en el despacho. Y gracias otra vez por devolverme el libro, que cabeza la miá!!!

Tenía algo que me daba paz, no sabría explicar que era, pero me agradaba su compañía. Quería estar un rato en compañía de alguien, le respondí...

  • No se vaya padre, un poco de compañía nunca viene mal...

El cura asintió con la cabeza, y se sentó a mi lado, mirando hacia el frente, ojeando la tapa del libro como interesado, yo pensando en mi vida, él supongo que pensando en que haría una loca con el mono de trabajo en la iglesia a esas horas, o quizás pensando en pasajes del libro. Debieron pasar unos diez o quince minutos, cuando miré de reojo al cura, y apunté la mirada hacia la entrepierna de su pantalón, e inexplicablemente me produjo una extraña sensación, de deseo, aparte la vista, un poco avergonzada, y al momento volví a mirar, pero esta vez el cura me estaba mirando...

  • Ocurre algo?

Preguntó el cura con voz inocente. No le contesté, simplemente aparte de nuevo la vista, y noté que estaba empezando a humedecer mis bragas, no me lo podía creer, en una iglesia, con un cura y yo mojando bragas. Él volvió su mirada de nuevo al frente, no se percató de nada, como iba a hacerlo verdad? Sólo de pensar en una situación así, me iba poniendo cada vez más y más caliente, era incapaz de controlarlo, apreté los muslos y se me escapó un suspiro, el cura volvió la mirada, como para volver a preguntar, y sin pensarlo, apoyé mi cabeza sobre su hombro, así podría mirar sin que se diese cuenta pensé...

  • Le importa padre, estoy algo cansada, solo necesito un rato de tranquilidad.

  • No no, tranquila...

Levantó su brazo y lo puso sobre mi hombro, en plan fraternal, pero mis deseos eran de todo menos fraternales. Apoyada en su hombro, no podía parar de mirarle la entrepierna, imaginar como tendría la polla, y eso hacía que cada vez estuviese más cachonda, me sorprendía a mi misma esa sensación, nunca había estado tan cachonda de ver algo tan común, un hombre con pantalones, y encima cura!!!

Pensé levantarme e irme a casa, pero mi deseo me lo impedía, quería seguir allí, entre la vergüenza y la perversión, me desplacé un poco más en el banco, para apoyar mi cabeza en sus piernas, y encogí la piernas, marcando mi culo, en posición fetal, sin pensarlo dos veces, parecía que el deseo anulaba cualquier otro pensamiento, el cura no dijo nada, simplemente apoyó su mano en mi costado, con cuidad de no tocar nada que debiera, y dejó su libro en el otro lado del banco.

Eché una mirada hacía sus ojos, y noté que me estaba mirando la cadera, que se asomaba insinuante, cuando notó que yo lo miraba, volvió la vista al frente. Me salió una sonrisa muda, eso me puso todavía más caliente, acerqué mi mano como para apartarme el pelo, y aproveché para apoyarla justo delante de mi cara, en sus muslos, muy muy cerca de su polla, y eso pareció alterar al cura, noté en mi mejilla, a los pocos segundos un pequeño impulso que venía de dentro de su pantalón, su polla estaba despertando, y yo la estaba esperando.

El cura hizo un movimiento como para acomodarse, e inconscientemente le cogí el paquete con la mano, como impidiendo que se moviese, se quedó parado, levanté la vista y estaba mirándome fijamente, algo sonrojado, y sin saber bien que decir...

  • Señorita, yo, mmm, le agradezco que me haya devuelto el libro, pero, verá, que soy cura...

Dijo con la misma voz inocente que antes, eso me llevo a un estado de deseo que no podía controlar, le hice una señal de silencio, con un leve "shhhhh", volví de nuevo la mirada hacia su paquete, y desabroché uno a uno los botones de su pantalón, con mi cabeza entre su fuerte abdomen y su entrepierna, una vez desabrochado, metí la mano, tenía la polla tan dura, que asomó rápidamente por fuera del pantalón, solo la presión del calzoncillo me impedía verla, pero yo estaba en trance, quería disfrutar cada paso, y eso hice.

Empecé a acariciar su polla, suavemente, acercando mis labios insinuantes, bajé sus calzones para liberarla, y me metí la punta en la boca, mientras seguía acariciando de arriba a abajo con la mano, mi lengua hacía circunferencias en su capullo, saboreando el aroma del sexo, empecé a introducir toda su polla en mi boca, mientras le acariciaba los testículos, perfectamente depilados, mi boca subía y bajaba con su polla dentro, con ritmo lento, estaba tan cachonda que hubiese estado chupándole la polla toda la noche. Saque su polla de mi boca y lo miré...

  • Te gusta?

  • Yo, yo, señorita...

Aún no había terminado de decir esto, y ya tenía de nuevo su polla en mi boca, pero esta vez, puso su mano sobre mi cabeza, me agarró del pelo, y me hacía presión mientras se la seguía mamando, el cura estaba empezando a perder su divinidad, empezó a gemir, mientras yo aceleraba el ritmo, y me metía toda la polla en mi boca...

  • Señorita, que me voy a correr!!!

Exclamó, mientras yo seguía haciéndole la mamada de su vida, y el agarraba con más fuerza mi pelo, hasta que me impidió levantar la cabeza, con toda su polla en mi boca, durante unos veinte segundos, mientras se corría, y yo me ponía todavía más cachonda notando su semen caer por la comisura de mis labios, mientras su polla seguía clavada en mi garganta. Cuando cesó la fuerza sobre mi cabeza, saqué lentamente su polla de mi boca, saboreando cada centímetro, no estaba dispuesta a dejar que terminara, y seguí un poco a ritmo muy lento, mientras el cura recobraba el sentido.

Estaba tan cachonda, que me sentía la mujer mas sexy del mundo, cesé la felación, lo miré y le pregunté...

  • A que hora cierras la iglesia?

  • A las diez señorita.

  • No señor cura, debes cerrarla ya, todavía no hemos terminado.

Ni yo misma sabía de donde salía mi descaro, pero no podía controlarlo, me incorporé, ante la atónita mirada del cura, fui andando muy despacio, contoneando mi culo, y cerré un pestillo de la puerta pequeña que daba acceso a la iglesia. El cura sólo miraba, entre expectante y avergonzado, mientras volvía hacia él, mirándolo fijamente...

  • Quieres seguir pecando?

  • Señorita, yo, estamos en una iglesia...

  • Y? Eso no ha parecido importarte hace un momento...

Mientras cruzábamos estas palabras, el cura seguía sentado y yo me había puesto de pie en el banco, con mi coño en su cara...

  • Alguna vez has probado uno de estos?

Sin dejarle hablar, haciéndole de nuevo la señal de silencio, me bajé los pantalones, y con una irreconocible habilidad, me desprendí de ellos, mostrando al cura mis braguitas rojas, desabroche mi camisa, lentamente, mientras observaba que su polla empezaba a despertar de nuevo...

  • Veo que estas en forma...

Y de nuevo, al intentar replicar, le hice la señal de silencio, pero esta vez con mi dedo en su boca, aparte el dedo y me froté mi coñito, tan mojado que me estaban empapando los muslos, volví el dedo a sus labios, y los lamió con cierta impaciencia. Pasé mi mano por detrás de su cabeza, y la apreté contra mi coño, rápidamente, el cura hizo a un lado las bragas, y empezó a lamerme el clítoris, tenía unos labios carnosos, y su barba de dos días me sabía a gloria mientras rozaba mi coño. Me cogió con ambas manos del culo, para apretarlo más a su cara, mientras yo estaba en éxtasis, empezó a meterme la lengua en la vagina, y explotó el orgasmo, un gemido que no pude controlar, sentía sus grandes manos en mi culo, y su lengua dentro de mi, fue un orgasmo milagroso!!!

Me quedé mirándole a los ojos, casi sin mantenerme en pie, apoyada con mis manos sobre sus hombros, mientras recobraba el sentido, miré de nuevo su polla, está vez la tenía entre sus manos, dura como una piedra, mientras se masturbaba lentamente. Bajé del banco, con mi gran habilidad recién descubierta, me arrodillé ante él mirándolo fijamente, le aparte las manos, le bajé los pantalones por completo, y volví a meter su polla en mi boca, ese sabor a sexo me volvía loca, y empecé de nuevo lentamente, a tragarme su enorme polla, esa sensación de ahogo me hacía vibrar.

  • No quieres que te folle?

Dijo el cura, algo que me sorprendió, el cura se había dejado el hábito a un lado, le sonreí con su polla todavía en mi boca, y lentamente la saqué, envuelta en mis labios que querían seguir mamando incansables, me puse en pie, me di la vuelta, y sin decir nada, el cura me bajo las bragas, se puso también en pie, y me hizo doblarme apoyándome con las manos en el banco de delante, mientras yo contoneaba mi culo esperando impaciente. Note que me tocaba con los dedos, y enseguida me embistió contra el banco, su polla entro en mi como un temporal, exclamé un grito de placer y empezó a follarme a un ritmo lento, tenía una polla dentro de mi después de tantos años, me cogía el culo mientras iba acelerando el ritmo, y mis gemidos subían la intensidad, hasta que un gemido dio paso a otro orgasmo, tensé el cuello, mientras el cura sacaba su polla de mi coño lentamente, y mi coño palpitaba como nunca antes lo había hecho. Tras recobrar el sentido, el cura estaba acariciándose la polla detrás de mi, tenía que dar una última mamada a esa polla, estaba deseando volver a sentir como se corría en mi boca. Me puse de rodillas, delante del cura, mientras se seguía acariciando el miembro, puse mis manos en su trasero, y me introduje de nuevo su polla en mi boca, suavemente, llegando hasta donde estaban sus manos, mientras el se masturbaba, yo chupaba su polla y seguía el ritmo de sus manos, hasta que apartó sus manos, me las puso en la cabeza, y me metió la polla hasta el fondo de la garganta, sin parar, estaba en estado de frenesí, aumentaba el ritmo mientras yo notaba su tremenda polla entrar y salir sin apenas poder respirar...

  • Quiero correrme otra vez en tu boca!!!

Exclamó, y al momento, dejó toda su polla dentro de mi boca de nuevo, mientras se corría, duró unos segundos, luego sacó lentamente la polla de mi boca, está vez me lo había tragado todo, y estaba dispuesta a seguir tragando, mi estado era irreconocible.

Se sentó abatido en el banco, y se hecho las manos a la cara durante unos segundos, cuando apartó las manos y miró, yo me había vestido de nuevo, y tenía el bolso en la mano, intentó decirme algo...

  • Shhhh!!!

Le dije antes de que el cura pudiese articular palabra, y salí lentamente de la iglesia, retomando el camino a casa.

Continuará...