El Despertar de los Sentidos (2)
Mi primera experiencia lesbica, con la amante de mi amante.
Estaba abandonada en los brazos de Fabrizzio, cubierta solo por su saliva, su semen y su mirada, experimentando la laxitud y el abandono pertinentes después de la experiencia que me había conducido felizmente hasta el primer orgasmo de mi vida, Cuando la puerta del estudio se abrió y apareció ella en el umbral.
Me quedé de piedra ante la súbita aparición de aquella mujer, en un segundo su hermosa e inquietante imagen quedó grabada en mi memoria: el cabello negro y largo que caía en desordenados rizos sobre su espalda, la piel increíblemente blanca como si fuese una diosa de mármol, alta, delgada, con el talle alargado y elástico que se prolongaba eternamente desde la saliente de las caderas hasta un par de pequeños y altivos pechos, el cuello marmóreo, el rostro sereno, de ojos de zafiro, nariz respingona y aquella hermosa sonrisa que mostraba blancos y pequeños dientecillos entre los jugosos y rojísimos labios. Pero algo no estaba bien Era la expresión de su rostro, ella seguía sonriendo. Acababa de entrar con su propia llave, en el estudio de Fabrizzio (Donde había una sola cama) que en este momento compartía con una desconocida desnuda y ella seguía sonriendo . Será la hermana? Me pregunté. Pero mi duda se vio inmediatamente aclarada, cuando la hermosa desconocida se dirigió de un par de saltos hasta la cama y saludó a Fabri con un prolongado y de ningún modo fraternal beso francés. No podía creer lo que estaba ocurriendo me sentía muy confusa, un poco indignada tal vez. De cualquier manera estaba muy ilusionada con Fabrizzio y después de nuestro reciente episodio yo había pensado En realidad no me había dado tiempo de pensar nada, no podía entender que estaba pasando. Me cubrí con el edredón negro extendiéndolo a medias también sobre él.
Cuando la chica por fin sacó su lengua de la garganta de Fabrizzio, me miro con una inconfundible y sincera simpatía y sonrió de nuevo iluminando de manera casi irreal su rostro de hada.
_ Wow!! _Dijo_ De veraz eres preciosa, creí que Fabri estaba exagerando, pero tenía razón, los dibujos no te hacían justicia Mucho gusto soy Madeleine. Y extendió hasta mí una mano blanca y suave. Tomé su mano titubeando y de mi garganta surgió un débil gracias seguido por una sonrisita confusa. Finalmente fue Fabrizzio el que habló, mientras me abrazaba acomodándose en el lecho entre la mullida cubierta:
_Sabes que tengo gustos de príncipe _ Dijo sonriendo, luego se dirigió a mí_ Madeleine es una muy buena amiga, le he hablado mucho de ti. No pierde la mala costumbre de entrar sin tocar la puerta.
_Puedo encontrar sorpresas interesantes dentro Como ahora lastimosamente no puedo quedarme a jugar, tengo que dar clases en media hora, solo pasé a buscar los libros que te pedí._ Dijo haciendo un provocativo puchero.
_Están en el estante junto a la puerta, los clasifiqué para ti.
_Gracias, eres mi ángel, ahora debo irme, dicho esto dio un insinuante beso a Fabrizzio y luego se acercó a mí para despedirse. Para llegar hasta mi lugar, se recostó sobre Fabricio apoyándose delicadamente en el bulto de su pene y al llegar me dio un calido y delicioso beso en los labios que me dejó atónita. Nunca había sido besada por una mujer y Madeleine lo había hecho con tanta inocencia y despreocupación pero al mismo tiempo con tanta sensualidad y suavidad, dejando un rastro de aroma a violetas, que mis pezones respondieron irguiéndose y un cosquilleo se arremolinó en mi entrepierna cubierta de fluidos.
La chica tomó sus libros y partió dejándome junto a Fabrizzio y llena de confusión y sentimientos encontrados. Estaba un poco celosa, era evidente que ese par compartía una intimidad mucho más allá del platonismo. Eran amantes, también sabía que era inútil hacer un reclamo o comportarme como una novia engañada Ni era novia, ni me había engañado nadie, yo sabía muy bien cual era la filosofía hedonista y libre de mi galán. Por otro lado, el revolcón de epopeya con Fabri y el beso de Madeleine me habían dejado con ganas de probar mucho más de ese mundo prohibido y sensual en el que se desenvolvían tan desenfadadamente.
Al pasar los días mi relación con Fabrizzio se iba tornando cada vez mas intensa, No podíamos parar de tocarnos y de dejarnos llevar en cualquier lugar y en cualquier momento. Las calles de Milán nos ofrecían provisionales refugios para saciar nuestras urgencias, los baños de locales nocturnos se convertían en guaridas de placer instantáneas y ni hablar del taller de pintura de la universidad y de la pequeña guardilla que servía de estudio y vivienda a mi recién estrenado amante. Madeleine se reunía con nosotros de vez en cuando, nos habíamos hecho muy amigas y ya era normal para mí que me saludase y se despidiese con sus frescos y provocativos besos olorosos a violeta.
Algunas noches ella se quedaba con nosotros en el estudio, lo que se me hacía raro era que nunca se había presentado una situación "interesante" entre los tres, aún durmiendo en la misma cama Sin embargo llego un día en que las cosas empezaron a cambiar.
Estaba en la bañera, dándome una ducha caliente, antes de partir a la universidad, la noche anterior había pasado algo muy extraño Madeleine llegó al estudio justo en el momento en que Fabrizzio y yo comenzábamos a hacer el amor sobre la butaca de piel roja. Yo estaba de espaldas a la puerta y no había notado su llegada, pero Fabri que si estaba frente a ella se había hecho el desentendido y había seguido guiando con sus manos el movimiento de mis caderas que me hacían cabalgar sobre su virilidad jugosa y dispuesta como siempre. Cuando me di cuanta de su presencia, note que Madeleine quedó como hipnotizada ante la imagen y dirigiéndose al caballete había empezado a pintarnos, mientras con su mano libre acariciaba su cochito subiendo su falda hasta las caderas y apartando a un lado la tanguita rosada. Los tres habíamos alcanzado un clímax feroz y nos habíamos acostado a dormir felices y satisfechos como tres colegiales en noche de campamento.
El recuerdo de esté episodio hizo que un leve estremecimiento me sacudiera, mi mano instintivamente fue a refugiarse en el sur de mi cuerpo, pero la retiré al sentir la puerta del baño abrirse, esperaba ver tras la puerta el bronceado torso de Fabrizzio pero en su lugar entró una desnuda y sonriente Madeleine que de puntillas se deslizó hasta la bañera como una niña a punto de cometer una travesura. Sus pechos pequeños y redondos, muy turgentes y altivos estaban coronados por unos pezones muy rojos y henchidos, atrapados por una pequeña areola colorada que contrastaba con la palidez marmórea de su piel, al elevar la pierna para meterse en la bañera, noté como su cosita rosada y depilada se abría por un momento y dejaba a entrever unos delicados y brillantes labios interiores, en su pubis se mostraba coqueto un pequeño triangulo de vello corto y oscuro.
Sentí los afilados pezones de Madeleine rozarme la piel, y mi cuerpo respondió con un intenso hormigueo que brotaba de mis entrañas. Ella permanecía sonriente y radiante, plena de sensualidad. Tomó el jabón que había quedado suspendido en mi mano y dándome la vuelta me susurró al oído:
_Déjame ayudarte con eso para quedar bien limpia es necesario contar con alguien más hay zonas de difícil acceso
Mientras hablaba, me frotaba la espalda con sus calidas manos enjabonadas, pasando luego a mis nalgas con su naturalidad característica, me encantaba sentir sus manos en mi cuerpo y una deliciosa excitación se apoderaba de mis sentidos. Las manos nada tímidas de mi amiga se abrieron paso acariciantes por las montañas y valles de mi anatomía. Acariciaron mis tetas, recorriendo su amplia circunferencia, atenazando deliciosamente los pezones entre sus deditos blancos, mientras me susurraba al oído:
_Me moría de ganas de tener este enorme par de tetas entre mis manos No sabes como me excita ese cuerpo jugoso que tienes, anoche mientras Fabrizzio te penetraba sentí unas ganas feroces de saltar sobre ti y comerte toda pero me resistí porque quería tenerte para mi solita.
Apoyé una de mis manos en la pared y con la otra echada hacia atrás empecé a acariciar sus nalgas frías. Ella bajó una de sus manos hasta mi chochito y se dedicó a jugar con mi clítoris, mientras su otra mano seguía acariciando mis tetas. Yo me voltee y nos arrojamos la una sobre la otra en un beso voraz, movíamos los torsos para que nuestros pezones se rozaran generando una divina sensación. Al ser yo mas pequeña de estatura ella flexionó un tanto sus piernas que se entrelazaban con las mías, frotaba mi rajita contra su muslo y sentía a mi vez su clítoris frotarse contra el mió. Los deditos blancos de su mano izquierda jugaban a perderse entre mis enjabonadas nalgas.
Bajé mi rostro hasta sus pechos para lamer sus pezones rojitos y puntiagudos, los sentía ponerse duritos en mi boca, era exquisito chuparlos y besarlos alternando entre uno y otro, también era agradable oír sus gemidos y suspiros.
Nunca antes había estado con una mujer y aunque había fantaseado un par de veces con el tema, no había considerado la posibilidad, hasta que Madeleine me estampó aquel primer y prematuro beso en los labios. En ese momento supe que pasaría, que llegaría el momento de conocer otra forma de amar entre los muslos blancos de aquella preciosa italiana. Y ahora que el momento había llegado, la realidad había superado con mucho a mi imaginación. El contacto con aquella piel suavecita y delicada era sencillamente increíble. La roja boca era como una pequeña ventosa que se aferraba con deleite a su objetivo.
Nos desenredamos y Madi me condujo hasta el borde de la tina que se fundía en un escalón de azulejos que hacía ángulo finalmente con la pared. Recosté la espalda y me senté en el borde un poco inclinada, mientras su espigado cuerpo se deslizaba entre mis piernas. Ella me miraba fijamente a los ojos con esa mirada azul y sensual, mientras lamía y chupaba mis tetas golosamente. Finalmente bajó lamiendo mi abdomen y mi pubis y se internó en mi rajita, acariciándola toda con su lengua inquieta. Mis espasmos no se hicieron esperar y mis fluidos se derramaron abundantes sobre el bello rostro de mi amante.
Ella me pidió en un susurró que me volviera y yo apoyé mi torso en el borde de la tina dejando fuera las tetas, mientras que mis rodillas reposaban en el lecho de la tina, mantenía la cola levantada, sintiendo como de mi chochito resbalaban algunas gotas rezagadas. Madeleine se arrodillo detrás de mí. El agua de la ducha caía sobre su espalda. Abrió con sus manos mis abultadas nalgas y metió entre ellas su lengüita juguetona. Sentí como lamía todo el espacio entre mis nalgas, dejándome toda ensalivada, luego se dedicó exclusivamente a mi culito Su lengua vibrante se movía convulsivamente en mi agujerito, lo lamía, lo chupaba, trataba de introducir su lengua, me penetraba con sus dedos. Yo me mordía los labios, ahogando gemidos de placer.
Quise compartir ese intenso placer con mi talentosa compañera, Así que la hice tender sobre la bañera y posando mi coño sobre sus hermosos labios, me dispuse a darle al mismo tiempo una rica mamada. Pasé mi lengua por su rajita, embriagándome con su sabor, me deleité chupando y lamiendo su clítoris rosadito y erecto como un botón de rosa, mientras metía un par de dedos en su vaginita mojada. Ella también me penetraba con sus dedos mientras chupaba mi clítoris y mis labios, nuestros pezones se recostaban sobre el abdomen de la otra. Y una que otra vez un dedo se resbalaba en lo profundo de un culo ansioso. Así nos extendimos hasta que alcanzamos casi al mismo tiempo el clímax.
Al parecer el ruido que no logramos reprimir despertó a Fabrizzio que al entrar al baño nos encontró enredadas en la tina. Se quedó paralizado en la puerta, ante el espectáculo.
Yo descansaba entre las largas piernas de Madeleine que me envolvían voluptuosamente, ella acariciaba mis pechos mientras yo descansaba mi cabeza sobre los suyos. Pasado el primer momento de sorpresa los labios de Fabri se estiraron en una sonrisa y entró en el baño cerrando la puerta tras el.