El despertar de la líbido. Cap. 3: lo indebido

El despertar libidinoso de una madre a manos de su querido hijo

  • Má, me voy a la cama.- El reloj del salón marcó las 23:00.

El día había transcurrido de forma poco natural entre ambos, con mi madre esquivándome en todo momento. Cada vez que me dirigía a ella, su cara se enrojecía y me evitaba la mirada, respondiendo con monosílabos.

Durante el almuerzo, ella rehuía toda conversación. Decidí hacerle más llevadero el resto del día, pues aquella situación se me podía ir de las manos.

  • Me voy a la playa, má. Vengo para la cena.

La cena fue más de lo mismo. Mi madre seguía ataviada con su cutre vestimenta, aunque se había despojado el pañuelo y soltado su zahíno cabello. Estaba preciosa. Era realmente hermosa.

Cerré la puerta de mi dormitorio y activé la cámara.

Tardó mi madre en aparecer unos treinta minutos. Se sentó a la orilla de los pies de la cama, de frente al armario y, por ende, a mi cámara. Volvía a tener el rostro encendido, las mejillas se marcaban con sendos coloretes y un brillo celeste resplandecían en el iris de sus ojos.

Apagó la lámpara del techo y encendió la lamparilla de su mesita de noche.

Se despojó de su horrenda vestimenta de a diario, quedando solo en unos calzones marrones anchos, que tapaban los pliegues de sus glúteos y subían hasta por debajo del ombligo. Arriba, un sujetador inmenso, blanco, escondía completamente su voluminoso busto.

Se posicionó ante el espejo que tiene en su dormitorio. Estuvo observándose unos segundos. Con el zoom, amplié la imagen que se reflejaba: era el de una mujer madura, hermosa, lozana, más que apetecible.

Desabrochó el sujetador, dejándolo caer hacia delante. La imagen de dos grandes pechos caídos se reflectó en el espejo: unas tetazas densas, blancas, redondas pero caídas, con dos aréolas llamativas, de 15 centímetros, coronadas por sendos pezones de centímetro y medio. Estuvo admirando sus propias mamas largo rato, las sopesaba, las acariciaba en rededor. Rodeó con ambos brazos aquellas dos maravillas, haciéndolas resaltar aún más.

Acto seguido, bajó sus feos calzones, dejando al reflejo del espejo un coño poblado de vello hirsuto negro. Pasó el dedo corazón de su diestra por entre sus labios vaginales y lo acercó a continuación a su naricilla, inspirando profundamente. Hubiera pagado lo que fuera por poder disfrutar, yo también, de ese aroma.

Entonces, se giró hacia el armario, y durante tres minutos y medio desapareció del ángulo de la cámara. Aumenté el volumen, captando la cámara sonidos de cajas de cartón que caían y cajones del armario que se abrían y cerraban.

Y al momento, apareció.

Cubría su monumental anatomía con una minúsculo sujetador negro que tapaba hasta mitad de las tetas, dejando al aire más de media aréola y pezón; un tanguita negro de encaje, a juego con el sujetador, que cubría ridículamente, por fútil, su pelambrera, con dos tiras que se incrustaba en los laterales de sus anchas caderas y buscaban su retaguardia, formando un gracioso triángulo sobre su raja del culo, del que salía, o más bien se intuía, un hilo dental negro que biseccionaba su tremendo pandero; unas medias negras hasta la mitad de sus muslazos, acabadas en dos tiras de encaje negro; y unos zapatos de tacón negro de trece centímetros, de esos con plataforma anterior y apertura en la punta por donde asomaban sus delicados dedos de los pies.

  • Hoy he sido mala. Muy mala, amor. - Oí que decía, pues momentáneamente despareció de nuevo del ángulo de la cámara.- Una madre no debería hacer tales cosas

La oí rebuscar algo en el armario. O en el aparador que tiene junto a la puerta del dormitorio. La cámara no alcanzaba ese ángulo.

Volvió a la cama. Portaba en su mano derecha un pollón de silicona rosa de no menos de veinte centímetros, con un glande a cada extremo. Me quedé totalmente atónito ¿Dónde coño había podido comprar eso, mi madre?

  • Mira a lo que me obligas, cariño. Esto no está bien. Una madre no debería espiar a su querido hijo.- Se acostó boca arriba en la cama, aún con los tacones. Se despatarró a lo bestia, de forma que sus piernas formaban un ángulo de casi 150 grados. Su chocho, tapado difícilmente por el tanga, se exponía por completo a la cámara. Sus tetorras caían bruscamente a ambos lados de su tórax. Su pezones enhiestos suplicaban ser mamados- Claro que quiero masturbarte, cielo mío. Pero ese pito no puedo sobarlo solo con una mano. ¿Quieres que mami use las dos?

Cogió el consolador con ambas manos. Me sentí orgulloso al comprobar que aquella polla de goma no podía competir con la mía de carne y sangre.

  • ¡¡Te pesa mucho, mi nene!! Qué capullo más rojito. ¿Te gusta que mamá lo acaricie, mi rey? - decía, mientras manoseaba con la mano derecha el carajo de uno de los extremos. El otro glande rozaba ligeramente su entrepierna, sobre el tanga. - ¡¡Sí, Juanito!! Te voy a hacer una paja a dos manos. Como a ti te gustan, amor. - En un segundo, soltó el consolador, se desprendió del tanga, sin quitarse los tacones, y volvió a despatarrarse en la cama, ante la cámara. Ahora veía su coño abierto. Unos labios mayores, rojos y gruesos, protegían su intimidad rosada y totalmente humedecida, coronada con un clítoris que se adivinaba duro como un fierro, y gordo, como una pollita cubierta. Volvió a coger la picha rosa de goma, apuntando uno de sus extremos a la entrada de su conejo. - OOOOOOOHHHH Así te lo hace tu madre, niño. AAHHHH así te hace una paja. AAAHHHHHHHH Claro que quiero tu leche en mis tetas. Y en mi culo. Y en mi coño. AAHHHHH ¡¡JUAN!! TE MASTURBO LAS VECES QUE QUIERAS, REY MÍO... OOOOHHH AHHHHH...

Estuvo un rato estimulando su grueso clítoris. Movía el pollón ora a derecha y a izquierda, ora arriba y abajo, ora dando golpecitos sobre aquel botón. Tras unos dos minutos jugueteando con el clítoris, acercó el carajo a la entrada de su vagina, y lo fue incrustando centímetro a centímetro.

  • ¡¡ AAHHHHHHHH!! OOOOOOOOHHHHHH!! - Ya empezaba a desinhibirse. Lo que hasta ese momento eran ligeros sollozos, se fueron convirtiendo en gemidos y gritos de placer- OOOOOHHH MI NIÑOOOOOO.... MIRA A LO QUE OBLIGAS A TU MADRE... ESTO NO ESTÁ BIEN, CARIÑO OHHHHH ESTO ES TOTALMENTE INDEBIDOOOOOO  AHHHHHHH OOHHHHHH..... NO. NO ESTÁ NADA BIEN, REY MÍO...... AAHHHHHHH VENGA.... OOOOOHHH DEJA A MAMÁ SACÁRTELO TODO!! MAMÁ TE VA A PAJEAR A DOS MANOS SIEMPRE QUE QUIERAS, TESORO. AAHHHH OOOHHHH- La cadencia del mete y saca fue en ascenso, haciendo un ruido obsceno por los jugos que encharcaban su coño. Con ambas manos, castigaba deliciosamente su chocho. De los veintitantos centímetros de goma, más de tres cuartas partes estaban introducidas ya en su vagina- OOOHHH AAAHHHHHH ASÍ, JUAN ASÍ MI VIDA... DEJA QUE MAMÁ TE TOQUE!! DEJA QUE MANOSEE ESE CAPULLO!! MI VIDAAAAAA OOHHHHH OOOOOOOHHHH MIRA CÓMO ME TIENES, MI CIELO AAAAHHHHHHHHHH AAAAAAAAHHHH - gritando ya a pleno pulmón. Sus caderas bajaban y subían de la cama al ritmo que marcaba la masturbación- ESTO NO DEBERÍA HACERLO UNA MADRE OOOHHHHHHHH UNA MADRE NO DEBERÍA TOCAR ASÍ A SU HIJO, GUARRÓN AHHHHHHHH OOOOHHHHHHH PERO ME HAS PUESTO ENFERMA HOY, JUANITO!! ME HAS PUESTO MUY CALIENTE CON TU PAJA, REY MÍO AHHHHH AAAAHHHHHH UNA MADRE NO DEBERIA ESPIAR MIENTRAS SU HIJO SE MASTURBA, CARIÑO AHHHHHHHHHH OOOOHHHHHHHHH DÉJAME HACÉRTELA, JUNITO.... SOLO HOY, MI CIELO. AAAHHHHHHHH OOOOHHHHH SOOOLOOOO HOY....... A DOS MANOS, MI JUAN!!! A DOS MANOS!! OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHH CÓRRETE, NENE... CON TU MADRE... CÓRRETE, MI NIÑO!! AAHHHHHHHHHHGGGGHHHHHHHGGGGGGGGGGGGG

Mi madre empezó a convulsionar de placer al llegar a tan brutal orgasmo. Sus piernas se le aflojaron y sus ojos se tornaron blancos del gusto. Su respiración se entrecortaba entre jadeos y sollozos. Casi medio minuto estuvo disfrutando mi hermosa y puta madre.

Finalmente dejó caer el consolador y quedó extasiada sobre la cama. Tras varios minutos así, se incorporó, despareció de la cámara, y volvió. Esta vez con un antiestético camisón hasta los tobillos. Se metió en la cama y apagó la lamparilla.

Sí, señor. Había materia prima.