El despertar de la líbido. Cap. 1: Mi madre
El despertar libidinoso de una madre a manos de su querido hijo
PRELIMINAR:
Vuelvo a escribir tras más de 12 años sin hacerlo. Quiero ampliar la saga "El despertar de la líbido", creo que puede serles de su agrado.
CAPÍTULO 1: MI MADRE
El calor de aquella noche de Agosto era insoportable. Tras casi dos horas intentando en vano conciliar el sueño en mi cama, decidí levantarme para beber algo fresco. Era tarde, el reloj del salón hacía rato que cantó las 3. Tras salir de mi habitáculo, me percaté que por las rendijas de la puerta de la habitación donde dormía mi madre, salía una luz tenue pero artificial. Mi madre seguramente tampoco podía conciliar el sueño debido al calor. Bajé a la cocina y me refresqué con algo de agua y volví al dormitorio, pero antes de entrar oí lamentos que procedían de la habitación de mi madre. Aguardé unos instantes antes de entrar en mi cuarto y pude oír como esos lamentos se iban convirtiendo en gemidos desenfrenados e incluso algún que otro grito alcanzó mis oídos. No había otra explicación, mi madre se estaba regalando una paja femenina como ninguna.
Me llamo Juan Diego, vivo en las afueras de Cádiz, en un pueblo costero. Mi familia es de ésas rotas por el trabajo: mi padre, Juan, de 52 años, al ser patrón de barco, pasa la mitad del año fuera de casa; mi madre, Ana, de 45, ama de casa, malvive por el abandono al que se siente obligada; el resto de la familia somos mi hermano, Pedro, de 25 años y que por necesidad familiar trabaja con mi padre en el barco, y yo, de 16, que, estando en mi despertar sexual, compagino las horas del día ora estudiando, ora masturbándome.
Mi madre es una de tantas señoras de edad que esconden más de lo que aparentan. Aunque su ya de por sí voluminoso busto es algo que salta a la vista, siempre va muy recatada a la hora de vestir (normal en la gente de pueblo), si bien puede cualquier afortunado que la haya visto en época estival con su traje de baño confirmar cuan bella es mi madre, con su 1,76 de altura, su 135 de busto, sus anchas caderas y su culazo respingón, y sus esbeltas piernas. Morena de piel y cabellos, sus ojos verde mar, sus labios gruesos y rojos… sólo el que convive con ella sabe qué tipo de mujer se esconde tras esa retrógrada vestimenta. Como gran afiniconado al mundo pornográfico, siempre me ha recordado, salvandos las distancias, a la actriz gibraltareña Ava Addams. Aunque mi madre, si acaso, es más alta y tiene el trasero más voluminoso y las caderas más anchas, y tiene más arruguillas en su rostro, que la hacen incluso más MILF que la mencinada actriz.
Ocasionalmente, había escuchado a mis padres haciendo el amor. Siempre imaginé que la vida sexual de mis padres debería limitarse a un polvo rápido y adiós; también pensé muchas veces en cómo viviría mi madre, sexualmente hablando, esos largos períodos de ausencia de mi padre… sin embargo jamás pude imaginar que realmente mi madre precisara de masturbaciones para suplir las necesidades que mi padre no podía cubrir. Aquella noche, mi madre, la recatada, la pulcra, la santa, se estaba haciendo un dedo y se había corrido entre gritos y sollozos, sin importarle que en el silencio de la noche, su hijo de 16 años, que dormía en la habitación contigua y que estaba en su despertar sexual, pudiera oírla.
Aquella idea de mi madre follándose su propio dedo y ese orgasmo tan pasional, unidos a mi aun desestructurada mente adolescente, hicieron mellas en mí y despertaron los más profundos deseos e instintos. Me apresuré a mi habitación y allí, en honor de aquella mujerona que tenía por madre, me regalé una de las mejores pajas que recuerdo.
A partir de ese instante cambió radicalmente el concepto que tenía de mi madre; era una mujer fogosa seguramente, cuya líbido estaba enjaulada como un tigre y que, debido a su situación, sólo podía salir aquellas largas noches de soledad. Decidí investigar más para saber hasta que punto mi madre necesitaba de sexo adicional al que mi padre le daba, y no tardé en descubrir que aquellas masturbaciones se repetían casi cada noche. E incluso más de una vez, al regresar de la playa a casa al medio día, sorprendí a mi madre en su habitación, sofocada y sudorosa, con los botones de la camisola medio desabrochados y la faldiquera recogida, dejando ver sus rodillas. Siempre me soltaba alguna excusa barata para justificar aquel estado.
Pronto se confirmaron mis sospechas; una mañana que mi madre se ausentó para ir al mercado, decidí ir más lejos y rebusqué entre los cajones de su mesita de noche. Mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que mi madre escondía ropa íntima extremadamente sexy: braguitas de encaje de muchos colores, sujetadores a juego, incluso dos o tres tangas muy retirados en el fondo de uno de los cajones. Imaginar aquella mujer que tenía por madre con aquella lencería provocó en mí tal estado de excitación que allí mismo me saqué mi enhiesta polla y con la imagen de mi madre vistiendo aquellas lujuriosas prendas, me masturbé hasta correrme como un loco.
Pero aun había más: zapatos de tacón negros, rojos, blancos; botas de caña alta y tacones finísimos; sandalias veraniegas y de tacón muy sugerentes; todo ello escondido en su armario en cajas de zapatos y colocados detrás de otro montón de cajas que contenían sus habituales alpargatas, babuchas y zapatos cuasi ortopédicos. Camisones transparentes de tull, medias de muchos colores, e incluso descubrí, entre su anticuado vestuario, un conjunto de falda y corpiño de cuero.
No podía creer lo que había descubierto. ¡Cuánta lujuria escondía mi madre entre esas cuatro paredes de su dormitorio! Tenía que descubrir esa doble cara que mi madre nos ocultaba, tenía que ver a aquella hembra madura vestida con aquellos tacones y aquella lencería. Decidí colocar en su cuarto mi cámara de video digital. [Soy aficionado a la reprografía y presumo de poseer una de esas cámaras con bluetooth, de forma que desde el PC de mi habitación puedo manejarla a mi antojo]. Coloqué la cámara en lo alto del armario, que está colocado a los pies de la cama; dirigí la cámara hacia la cama y me fui a mi dormitorio desde donde, con el PC, comprobé que todo se veía a la perfección.
Al llegar la noche, me acosté relativamente pronto dejando a mi madre viendo la tele en el salón. Iba vestida con una camisola de mangas largas blanca y una faldiquera marrón, que no podían ni si quiera acercarse a lo que se escondía en su armario. En mi dormitorio encendí el PC y puse la pantalla en modo espera con el visor de la cámara, de forma que veía la cama de mis padres sin ningún problema.
No tardó mi madre en llegar a su habitación. Tras recostarse en la cama y aun con aquella antiestética vestimenta, metió la mano bajo el colchón y tras un rato rebuscando sacó unos recortes de revista que escondía; el zoom de la cámara me permitió comprobar que eran revistas de contenido erótico. Entonces pasó lo que esperaba: mi madre desapareció del plano de la cámara y regresó a su cama… pero esta vez había suplido aquella feísima ropa por un tanga color rojo cuyo hilo dental se perdía entre las masas blancas de su culazo, a juego con un sujetador del mismo color que difícilmente tapaban todo el grosos de sus grandísimos y pálidos pechos, unas medias también de color rojo que alcanzaban hasta los blancos muslazos de mi madre, y unos zapatos de tacón rojos y altísimos estilo sandalias. Estaba impresionante. Mi polla, ante aquel pivón maduro que se presentaba en la pantalla del monitor, no quedó ajena y alcanzó su máximo esplendor en pocos segundos. Pero deseaba esperar a ver que hacía mi madre antes de correrme. Mi madre se recostó en la cama de nuevo; murmuraba algo que no se percibía… ajusté al máximo el volumen de mi cámara y lo oí:
- ¿Te quieres follar a esta putita, verdad? ¿has venido para follarte a esta zorrita por el culete?
Aquel vocabulario jamás lo había escuchado de los labios de mi madre. Tras decir esto se puso a cuatro patas sobre la cama, enseñando todo el culazo a la cámara, atravesado justo en su centro por el hilo dental del tanga. –
- ¿Ves el culito? ¿estás viendo como late de cachondo que está, mi amor? –
Se colocó el dedo corazón a la entrada de su orto y lo fue introduciendo poco a poco mientras sollozaba de gusto –
¡aaaayyyyy! ¿Quieres follarme por el culo, verdad tesoro? –
Entonces entre solloozos y gemidos, casi como un susurro, soltó algo inesperado y asombroso, algo que me heló el alma, algo que ni en mis más profundos y retorcidos deseos hubiese imaginado
¡¡¡Juaaaanitooooo (asi me llamaba mi madre) que me haces en el culo, nene,… con tu pollón,… que le haces al culazo de tu mamá!!,¡¡¡cariño, hijo míoooooooo, que tu nabo es muy grandote ya… y me está reventando el culete, mi aaaaamooooorrrrrrrrrr!! –
¡¡¡Mi madre se estaba masturbando su maravilloso culo pensando en que su hijo, yo, se la estaba follando por detrás!!! Yo estaba absorto, sin saber cómo reaccionar ante tal calentón y tanta perversidad.
Mi madre seguía dándose gustazo en su culo con su dedo, estando como estaba a cuatro patas, con los muslos muy separados y con su dedo corazón entrando y saliendo a toda velocidad de su ano. Seguía haciendo referencias a mi persona:
¡¡¡¡UHF, hijo de mi alma, que me rompes el culo en dos!!!!!, ¡¡¡¡¡Mamá está disfrutando como una putita con tu pollon en su culazo, mi nene!!!! ¡¡¡¡¿Quieres que tu mamá se corra mientras te la follas por el culo, verdad mi tesoro?!!!! ¡¡¡¡Ayyyy mi Juanito, que malo eres, dándole a tu mami por el culo!!!.... –
…. Y seguía diciendo tales barbaridades, casi susurrando, mientras se perforaba el ano con su dedo. En un instante salí de mi catatonia y recapacité sobre lo que estaba pasando: ¡¡mi madre, la que todos teníamos por beata, aprovechaba las noches de soledad para vestirse con semejantes atuendos, y se masturbaba el culo pensando en su hijo de 16 años!! Aquella idea terminó por reventar mi mente… y mi polla, que llevaba ya casi diez minutos totalmente recta. Estallé en un orgasmo tan descomunal que no pude contener los gritos mientras mi pene escupía chorros y chorros de semen que empaparon la pantalla del PC.
Afortunadamente mi madre estaba demasiado ensimismada en su labor autocomplaciente, y no se percató de mis gemidos. Ella seguía allí, mostrando su trasero inmenso a la cámara, con sus zapatos rojos cuyos tacones apuntaban, desafiantes, a la cámara, sus medias rojas y su tanguita rojo con su hilo dental apartado sobre el glúteo derecho de su culazo. El ritmo de la masturbación anal iba en ascenso por momentos, al compás del chupchup de los jugos que poco a poco iban saliendo del ano y del coño de mi madre.
De repente empezó a mover sus caderas y su culo, como si sólo con el dedo no tuviera suficiente sodomización. Así estuvo un minuto hasta que el vaivén de su culazo se fue convirtiendo en un estado de electrocución de todo su cuerpo… su cabeza iba y venía de un lado para otro; la mano izquierda, que tenía apoyada en la cama, apretaba las sábanas como si éstas quisieran escapar; sus tetorras, que hasta ahora no podía ver por la postura de mi madre, asomaban, apresadas en aquel sujetador rojo, a cada embestida por cada lado de su cuerpo; el culo ya no seguía un patrón en su movimiento, sino que en un instante se movía de derecha a izquierda, en otro de atrás hacia delante, y en un tercero, haciendo círculos sobre su mano derecha…todo ello acompasado con gemidos y lamentos, entre los que de vez en cuando se escapaba algo alusivo a mi polla entrando en su culo. Pronto le vendría el clímax…:
¡¡¡ Me corrooooooooo, hijo de mi vida, que me has hechoooooooooooooo!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYYYYY que gustazoooooo has hecho sentir con tu pollón a esta puta que tienes por madre!!!! ¡¡¡¡Mi culooooo, Juanito de mi alma, mi culoooooooooo!!! – esto lo decía ya casi gritando y olvidándose por completo que yo no estaba allí con ella sino durmiendo en la habitación contigua - ¡¡¡Tu madre, juanito mío, tu madre, que se correeee con tu nabo en su culoooooooo, m amor.. i MI ANOOOOOO JUANITO, ME CORROOOOO OOOOOOOOOOOOO….. YA ME CORROOOO MIENTRAS ME DAS POR EL CULAZOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOOOOOOO OOOOOOOOOO JUANITO OOOOOOOAAGGGGG GGGGGGGGGGGG ME COORRRRROOOOOOOOOOOOOOOO AGGGGGGGGG…… AAAAAAHHHHHHAHH HHHAHHHHHAHHHHHHHHHHHH!!!!
Tras tremendo orgasmo, quedó tendida boca abajo sobre la cama, aun con el culo en pompa, mostrándolo a la cámara, con los ojos cerrados y la respiración entrecortada.
Tras unos instantes, se recuperó, se colocó bien el tanguita, se incorporó de la cama, y, moviendo sus tetas, que ahora se mostraban a la cámara en toda su totalidad, desapareció de nuevo del ángulo de la cámara para volver al momento ataviada con su cutre vestimenta. Se acostó, apagó la luz y se echó a dormir… como si lo que acababa de ocurrir fuera lo más natural del mundo.