El Despertar de Fernando III: Dosis de realidad
Después de la tormenta ¿llega la calma?. En estado convaleciente Fernando es atendido por la mamá de Adrián, tratando de hacerlo sentir mejor ¿El hijo le dejará el camino libre?
Para esta tercera entrega de El despertar de Fernando… he utilizado algunas de las ideas de mis lectores, lo cual hice a manera de reconocimiento esperando no les moleste. He leído y releído sus correos disfrutándolos en demasía y contestándolos a la brevedad que me ha sido posible. Si existe alguno que hasta el momento se me haya pasado, paciencia, pues ésta es una virtud jajaja.
Adrián se sentó a mi lado en la cama y se quedó en silencio, situación que yo acepté de buena gana. Tenía tantas cosas en la mente que no sabría por dónde empezar. Me sentía cansado y preferí cerrar los ojos.
- ¿Te encuentras bien Fer?
- Ssss.. si, ¿Por qué no habría de estarlo?
- No sé. Es que vi la cara del Doctor y recordé muchas cosas del pasado que la verdad habría preferido mantener en el olvido. Ese fue mi Doctor cuando tuve una depresión el año pasado. Le estoy muy agradecido por todo lo que hizo por mí, pero siento que… en fin. Lo hecho, hecho está.
No podía creer lo que escuchaba. ¿Acaso habría violado a mi amigo?
- ¿Qué pasó Adri? ¿Acaso te obligó a hacer algo que no querías?
- No exactamente. La verdad es que estuvimos saliendo un tiempo y tuvimos relaciones sexuales, fue mi primer hombre. Pero siento que me utilizó cual juguete sexual y cuando se aburrió de mí me desechó por otro más joven y tierno. Yo habría dado lo que fuera por continuar con él. Pero bueno… dime como te ha ido a ti. Conozco esos “tratamientos” y no son nada convencionales ¿cierto?
- Pues sí. No sé si fue por el golpe o por la medicina pero llegó un momento en el que no único que quería era que me poseyera
- ¿Y qué pasó? Cuenta hombre
- … ¡pues que me poseyó! Lo disfruté bastante, aunque no fue para nada cercano a lo que viví contigo. Prometió enseñarme algunas técnicas que creo que podrían…
No terminé la frase porque Miriam entró a en el cuarto. Volteó a verme y casi con lágrimas en los ojos se dirigió hacia mí.
- Pobrecito de mi niñito. El Doc me dijo que te habías portado como todo un campeón, a pesar de que había sido bastante doloroso el procedimiento que tuvo que hacerte. Me explicó que te habías movido mucho pero que al final te habías dejado bien. Ah, y que perdiéramos cuidado, que lo de la cabeza iría mejorando y lo de tu culito… bueno, a ese respecto me comentó que por un defecto que tenías eras muy propenso a los sentones, pero que con la debida precaución todo saldría bien y no volverías a lastimarte. No quiso explicarme más pues tenía prisa ¿Tienes algún defecto de nacimiento o algo así amor?
Estaba a punto de soltar la carcajada por la imaginación del Doctor al explicarle veladamente a Miriam la cogida que me habías acomodado y que él creía que no sería la última en mi vida. Cuánta razón tenía.
- Este… no. Sólo me dijo que tendría que ir con él en una semana para que no volvieran a molestarme ese tipo de accidentes.
- Ni hablar. Yo personalmente me haré cargo de que vayas. Andrés es un amor y ni consulta nos cobró. Pienso llevarle una botella o algo así… a lo mejor un detallito chiquito.
A que el buen Doctor. Siempre llevando agua para su molino. Ya me imaginaba yo la especie de regalo que Miriam podría darle, aunque fuera “chiquito”. Por un momento me dieron ganas de estudiar Medicina.
- Ya es algo tarde mi niño, de hecho te la pasaste todo el día sin comer, más que el desayuno. Afortunadamente te había dado tu licuado porque si no, creo que no hubieras despertado aún. ¿Se te antoja algo en especial? Tú pide que ahora me toca a mí chiquearte.
Le pedí únicamente un pan dulce, pues me sentía lleno todavía. Me llevó la cena a la cama y me obligó a tomarme nuevamente el licuado de almendras que me preparaba con tanta dedicación. Mandó a Adrián a su cuarto a dormir temprano diciéndole que había sido un día muy estresante para todos y que habría que descansar para poder disfrutar el domingo.
Ya solos en el cuarto, me llevó el cepillo de dientes y un vasito para que pudiera escupir. Su reto era que no saliera de la cama, me dijo.
- Fer, tendremos que cambiarte la pijama. Llevas ya 48 hrs con ella. Que prefieres ¿Un pantalón de mi marido u otro shortcito mío?
- Un pantalón Miriam, gracias.
Abrió la cajonera del señor y tomó un pants Calvin Klein color blanco con una playera a juego que se veían bastante cómodos. Se sentó a mi lado y corrió la sábana.
- Ven, te ayudo a quitarte la ropita
- Gracias Miriam, eres muy amable pero yo solito puedo
Tomé el short por el borde y lo bajé por mis piernas hasta las rodillas. En ese momento me di cuenta de mi idiotez: la única prenda interior que traía puesta era la tanga color azul cielo que el Doctor me había regalado ¡y seguramente estaría llena del medicamento mezclado con el semen del Doctor! Traté de cubrirme pero fue demasiado tarde.
- ¿Y esa ropita?
- ¿Cuál? Ahhhh ésta. Este… es que… Me la dio Andrés para poderme aplicar una inyección sin que tuviera que quitarme el calzón… por aquello del sentón que me había dado. Me dijo que era mejor que no me moviera mucho así que… pues sí. Me la prestó el Doctor y se me olvidó regresársela.
A pesar de la cara de extrañeza que puso, creí que había librado más o menos bien el momento.
- Está bien. Pero habría que quitártela también ¿no?
- Pues claro. ¡A mí no me gusta la ropa de mujer!
Aduciendo que la ropa interior de su marido me quedaría grande, fue al cuarto de Adrián para pedirle unos boxers. Sinceramente no quería deshacerme de la tanguita, pero era lo mejor para salvar mi reputación. Regresó Miriam al cabo de unos cuantos minutos.
- Ese bribón se ha quedado dormido con el televisor encendido y con el seguro puesto. No he podido entrar a su cuarto. Aquí entre nos, creo que dejó sintonizado un canal porno por que se escuchaban puros gemidos jijiji
¡Yo quería una mamá como esa! Guapa, simpática, tolerante y encima, buena hasta caerse. Le reproché internamente a Adrián por vivir en la familia que yo me merecía. Miriam se dirigió hacia su cajonera y regresó con dos pantaletas. Una era un bóxer cachetero de florecitas y la otra una tanga blanca.
- Ni modo Fer. Sólo tengo estás dos que creo te quedarán ¿Cuál prefieres?
- Ninguna gracias. Elijo dormir sin ropa interior
- Si, cómo no. De seguro te voy a dejar dormir casi desnudo en la misma cama en la que yo. Ni en tus sueños más húmedos papacito
- No hay problema, puedo dormir en el sillón
- ¿Y arriesgarnos a que te lastimes la columna? Ni hablar. Duermes conmigo, aunque al menos con calzones ¿Florecitas o tanguita?
Pensé que el pantalón era blanco y las florecitas se traslucirían por lo que Adrián podría verme así y pensar mal, por lo que le pedí la tanguita. Miriam se volteó para darme privacidad y yo me terminé de quitar el short y la tanga azul, aventándolos al suelo. Tomé la tanga entre mis manos y tuve que pedirle a Miriam asesoría, porque no le encontraba la forma correcta. Para mí todos los lados se veían iguales. Me dio el tip de localizar primero la etiqueta para ponerme así la ropa interior y finalmente pude vestirme. La tanguita se me metía entre las nalgas, pero parecía que, dados los acontecimientos de los últimos dos días, era mejor irme acostumbrando. La verdad es que la pijama me quedaba algo grande de los pies (el papá de Adrián tendría que ser bastante más alto que él, que ya era un decir) pero me marcaba bastante bien el bulto entre las piernas. No quise pensar mucho en eso, porque sin duda una erección no sería detenida apropiadamente por mi indumentaria y me delataría con Miriam.
- Fer, tenemos un problema. El Doctor me prohibió usar todo tipo de telas que apretaran mi entrepierna por las noches ya que tenía un flujito un tanto extraño, así que duermo completamente desnuda. Ya sé que hacerlo así sería mucho de mi parte, pero ¿te importaría si duermo sólo con un camisoncito? Prometo no moverme mucho en la cama
Pfffff si seguíamos así, estallaría seguramente. Yo solo acerté a abrir mi boca sin articular palabra alguna y agradecerle en silencio a Diosito por lo que me estaba regalando.
- Ay Fer. Eres tremendo. Asumo que eso es un “sí”, muchacho so burro. Voltéate a otro lado que voy a cambiarme.
Aún con la luz prendida, Miriam comenzó a quitarse la ropa. En ocasiones volteaba a verme para comprobar que no estuviera de fisgón. Afortunadamente recordé el espejo de la cabecera y me puse boca abajo, cruzado de brazos, pudiendo de esta forma grabar cada paso en mi mente.
Estando de espaldas se sacó el top por encima de la cabeza, dejando caer nuevamente su pelo suelto, evitando que pudiera verle los senos. Sin embargo, al agacharse para quitarse los leggins y la tanga me mostró completamente el culo. Se veía delicioso. Se enderezó y quedó parada un momento completamente inmóvil. Yo veía su piel bronceada sin un solo gramo de grasa, con las pompis paraditas. Parecía una modelo.
- ¿Te está gustando el espectáculo bribón?
No había reparado en que un espejo de piso en el rincón del cuarto delataba mi estrategia, aunque a la vez me permitió vislumbrar ahora si un frente espectacular. Sus senos estaban coronados por un par de pezones rosaditos y su zona íntima no presentaba un solo pelitos ¡Estaba toda depiladita! Me excusé como pude alegando cansancio, aunque no me lo creyó mucho, pues me dijo que para eso era el licuado y que obraba maravillas. Que era capaz de revivir a un muerto y dar energía a un semental. Tuve que voltearme a otro lado mientras terminaba de cambiarse.
Cerré los ojos dispuesto para dormirme, pero me interrumpió la voz de Miriam:
- Hey, granuja, ¿Quieres un vaso con agua? Voy a la cocina
Yo asentí con la cabeza y le agradecí la oportunidad de verla enfundada en ese camisoncito. Le dejaba la espalda desnuda, terminando en V y le llegaba apenas a donde terminan las nalgas, marcando eso sí su redondez extrema.
Estaba tan cansado que con eso en mente cerré los ojos y me recosté de lado. Pensé en Miriam, Andrés, Adrián… si seguía a ese ritmo, pronto no podría recordarlos a todos. Repasé todas aquellas imágenes que me habían hecho suspirar y realmente no podía ni siquiera compararlas con ningún período de mi vida. Estaba haciendo cosas nuevas. Escuché la puerta del cuarto abrirse y volverse a cerrar. Sentí el movimiento de la cama desde que se sentó hasta que se acostó, bastante más cerca de mí de lo que consideraría apropiado. Retiró la sábana con cuidado, pienso que por el calor, aunque acto seguido comenzó a recorrer mis brazos suavemente con la yema de sus dedos. Llegó a mi cuello y lo acarició para después besarlo superficialmente. Su Boca se acercó peligrosamente a mi oído:
- ¿Podrías darme una chupadita?
¡Era Adrián!
- ¿Qué haces aquí? ¡Te pueden ver!
- ¿Y qué me dirían, que me escapé al cuarto de mis padres?
- No, pero sería algo comprometedor ¿Sabes que tu madre ya regresa?
- No te preocupes, está hablando con papá, y siempre que está de viaje terminan peleando así que como poco le faltarán mínimo unos 20 o 30 minutos… lo justo para una mamadita, ¿qué dices?
Presionó su cuerpo contra el mío y pude sentir su verga erecta en mis nalgas ¡Que hermosa sensación! A pesar de que ese mismo día me había cogido al Doctor que me había revisado, nada se comparaba con ser poseído por Adrián, mi Adrián. Me abrazó con ambos brazos, aplicándome una camisa de fuerza virtual. Besó mi oreja y volvió a susurrar:
- Ándale, será rápido. Además tomé mi licuado por lo que mi semen te sabrá súper rico. Recuerda que me debes ese castigo. El viernes, a pesar de que me diste unas chupaditas, no me la mamaste. ¿No crees que sería buen momento para continuar?
- Ay… no sé…
Intenté oponerme, pero desde el inicio había perdido la partida. Me restregaba su paquete en las nalgas y eso me calentaba muchísimo. Acarició mi pecho y abdomen con una mano, llegando hasta el bulto que se me formaba en la entrepierna y lo acarició por encima del pants. Yo me prendí y decidí que sería una buena forma de dejar mis deudas saldadas. Un último contacto con una verga ajena, pues al día siguiente me regresaría a casa de mis padres y dejaría atrás toda esta aventura. Decidí darle ese detalle de despedida.
Me zafé del abrazo de oso que me aplicaba y me monté encima de él. Dejando mis piernas a cada lado de su cuerpo. Me tomó por las nalgas pero yo lo quité de ahí. Él entendió el mensaje porque se acomodó boca arriba y puso sus manos descansando detrás de su cabeza, como si fuera a reposar en la playa. Todo el trabajo sería mío. Su verga era el principal punto de contacto entre nuestros cuerpos, quedando justo por debajo de mi perineo. Hice pequeños movimientos de adelante hacia atrás, usando su miembro como riel. Sentí que aumentó un poco de tamaño y lo gocé cada centímetro.
- ¿Te gusta mi culito Adri?
- Me encanta… y me gusta más como lo mueves
- Quiero que disfrutes tu venida, porque será la última que tendrás conmigo
- ¿Ya no habrá otra? – preguntó Adri extrañado
- No. Se acabó a partir de mañana
Noté un poco de decepción en su cara, pero sus ojos brillaban con lujuria. Coloqué mis manos sobre su pecho y me moví como si realmente estuviéramos cogiendo. Mmmm como me gustaba sentir tremendo paquete en mi cuerpo. Me agaché y comencé a besarle el cuello. Di unos pequeños mordiscos y succioné el trayecto descendente que me ofrecía. Llegué a sus pectorales y le mordí con los labios las tetillas, aunque sin detenerme en demasía. Besé su abdomen llegando hasta su ombligo en donde me entretuve un tiempo, tomando el valor necesario para continuar. La palma de mi mano se posó sobre su paquete, restregándoselo por encima del pantalón de pijama, valorando la intensidad de su erección y comprobando que estaba a tope. Tomé su pantalón y lo bajé únicamente lo necesario para que su miembro pudiera dar un brinco liberador. Ya al momento le notaba un hilillo de líquido preseminal que me parecía adecuada recompensa para el inicio prometedor que llevábamos. Tomé su verga con una mano mientras con la otra le acariciaba la pierna y la dirigí hacia mi cara. Con un arranque de morbo, me unté su glande como si fuera una crema rol-on. Sentía el pegajoso líquido impregnar mi piel. Jugué con él en mi frente, mis cachetes y mi cuello. Hasta me di unos pequeños golpecitos en los labios, pudiendo de esta manera aspirar su olor. Veía a cada momento como su líquido filante aparecía en mayores cantidades, muestra de que le estaba gustando. Le pasé la lengua por encima probándolo. Adri tenía razón, pues su olor un poco agrio no desmerecía su sabor dulzón. Le di unas 3 o 4 lamidas como si fuera una paleta que quisiera deshacer y lo abracé con mis labios, succionando. Traté de recorrer su nabo con mi mano para estimularlo un poco más pero la fricción era demasiada. Junté algo de saliva en mi boca y se la escupí directo al glande. Descendió un poco por su tronco hasta llegar a mi mano, pero fue insuficiente, por lo que teniéndolo exactamente debajo de mí dejé que mi saliva escurriera, formando una cascada lubricante que recaía sobre su verga, cubriéndola por completo y facilitando de esta manera el deslizamiento de mi mano.
- Aaaaghhh. Que rico lo haces mi putito
Agradeciéndole el cumplido, metí su cabeza en mi boca, sintiendo ese contraste de temperaturas. Utilicé mi mucosa oral a manera de vagina y empecé un mete y saca bastante lento, llegando a chocar con el interior de mis cachetes y succionando al retirarlo, casi hasta sacarlo de mi boca pero sin hacerlo totalmente, aunque apretaba mis labios al volver a iniciar para que pudiera sentir algo parecido al esfínter de mi colita. Acompañaba cada metida de verga con 2 o 3 meneaditas de mi mano. Lo estaba llevando a la gloria.
Mi mano libre empezó a acariciar la parte interna de sus muslos, para lo cual tuve que bajar un poco más su pijama, dejándosela en las rodillas. Aproveché el espacio libre para recorrer despacio hacia arriba hasta llegar hasta su perineo. Me las ingenié para meter mi mano en su entrepierna y con la yema comencé a acariciarlo lentamente, utilizando el bordecito de piel que hay allí debajo como guía. Mi babita había escurrido tanto que hasta esa zona se sentía húmeda. Creo haber alcanzado a tocar el inicio de su ano, aunque no era mi objetivo. Al hacer esto, sus huevos descansaban en mi palma, por lo que decidí que tampoco los desatendería. Después de haber introducido su miembro lo más profundo que pude, hasta casi provocarme arcadas, junté los labios simulando justamente esa región anatómica de las féminas y fui descendiendo por su tranca hasta llegar a sus testículos. Los lamí primero para introducírmelos después, uno a uno, chupándolos y jalándolos con mis labios, mientras continuaba masturbándole con la otra mano, aunque aumentando un poco el ritmo. Adri solamente gemía y se retorcía en la cama. Volví a subir por su miembro dando besitos cariñosos a cada palmo y al llegar a la cúspide lo introduje nuevamente en mi boca.
- Que rica mamada me estás pegando. Naciste para esto ¿Sabes?
No pudo más con la desesperación y llevó sus manos a mi cabello, acompañando mis movimientos empujándome sobre su verga, lo que hacía que llegará todavía más profundo hasta invadir mi garganta. Traté de aflojarme para continuar y permití que él llevara el ritmo, utilizando mi boca como reservorio. Contraía su cadera y la movía como si estuviera cogiéndome. Al no cerrar mis labios más que al retirar su verga de mi boca para chupársela un poquito, mi babita caía a raudales y ya había incluso mojado la cama. Utilicé mi pasividad en el acto para tocar sus huevos con la finura de mis dedos. Jugueteaba con ellos y los apretaba en ocasiones, volviéndolo loco.
Sus gemidos aumentaron de intensidad y el ritmo se volvió frenético, advirtiéndome con ello que el final estaba por venir. Yo no iba a perder el camino andado, por lo que no hice el menor esfuerzo para retirarme, dándole a entender que podría venirse en mi boquita. Sentí la primera oleada de semen impactar mi paladar. Chupé su verga apretando mis labios para aumentar la sensación pero a la vez metiéndomela más adentro, mientras le acariciaba el nabo y los testículos con mis dos manos. La segunda oleada de semen, más abundante aún, estalló contra mi garganta. El líquido caliente escurría por mi tracto digestivo. Yo trataba de retener toda su venida en mi boca para poder escupirla más tarde, pero me era imposible por la cantidad, por lo que algo habría pasado a mi estómago. Chupé y chupé hasta que Adri se quedó vacío. Era impresionante la cantidad de lefa que había expulsado y que tenía yo en mi boca.
Justo al momento en el que sentía yo que su pene comenzaba su inevitable proceso de regresar a su tamaño en reposo, escuchamos pasos en las escaleras. ¡Era más rápido de lo pensado! Adrí se levantó rápidamente subiéndose los pantalones de pijama y yo gatee hasta mi lugar original en la cama. Iba a escupir en el bote de basura en cuanto entró Miriam. Tuve que tragármelo todo, sin rechistar. No me desagradó tanto aunque no era mi parte favorita del proceso y más por la cantidad. Mi boca olía a sexo.
- ¿Qué pasó? ¿Todo bien? Escuché varios quejidos – preguntó Miriam
- Si mami. Fer tenía mucho dolor pero ya le di uno de los jarabes que le indicó el Doctor y creo que empieza a mejorar.
- Qué bueno… gracias Adri. Siempre tan lindo. Ten Fer, te traje el agua que me pediste. Toma bastante porque te veo los labios resecos… se ven incluso algo blancos
Sin pronunciar palabra, me escondí en el vaso que me ofrecía y me lo bebía de un trago… otra vez. Lo dejé vacío a un lado, en el buró.
- Mira nada más, guarro, si la tienes toda morcillona ¿Te estabas masturbando verdad?
- Un poquito mami. Es que llevo bastante sin venirme y creo que si no lo hago mis huevitos van a reventar. Tengo leche para llenar una jarra jajaja.
- Anda pues. No quiero saber detalles. Te pido que pongas algo de música para no escucharte y que cierres las puertas al regresar a tu cuarto. Ponles seguro por favor, que no quiero tener ningún accidente ¿lo oíste?
- Si mami. Gracias. Eres la mejor mamá del mundo.
Sin duda era la mejor mamá del mundo aunque su hijo no correspondía a tal título. Nos acostamos en la cama. Por obvios motivos tenía yo una erección enorme y no quería incomodar a Miriam, por lo que me acosté de lado, viendo hacia el otro lado. Ella se puso detrás de mí y en la misma posición en la que yo estaba, comenzó a acariciarme el cabello.
- Ay mi pobrecito Fer. Acabo de hablar con tus padres por teléfono para avisarles de tu golpe. Me dijeron que tuvieron un problema con el coche, nada grave, pero que tendrán que regresar hasta el lunes posiblemente.
- Ok.
- Me pidieron que te apapachara mucho y te mandaron besitos
Diciendo esto Miriam se pegó a mi cuerpo y me dio unos cuantos besitos en la base de mi nuca. Nunca había sentido unos senos tan cerca, al menos no que lo recordara, por lo que la sensación fue maravillosa aunque fugaz, pues inmediatamente se recostó boca arriba otra vez.
- Ay perdón, creo que los besitos que te mandaron no iban ahí, pero es que estás de espaldas jijiji
- No hay problema Miriam, estuvieron muy ricos. Me hacen sentir mejor
- ¿De verdad?
- Sí, claro ¿Me puedes dar más?
- Mmmm… bueno, pero no se vale repetir ¿Dónde quieres los otros?
- ¿Cuántos lugares puedo pedir?
- Yo diría que unos tres
- Bien. El siguiente lugar será en… ¡mi cuello!
- Está bien
Me tomó por los hombros y me volteó boca arriba. Volteó mi cara a un lado y se acercó lentamente, aspirando mi olor. Recorrió mi cuello de abajo hacia arriba, llegando casi hasta la oreja. Sacó su lengua y probando mi sabor primero, procedió a besarme. Succionó un poco haciendo un efecto de ventosa que fue bajando, interrumpiéndose por uno que otro lengüetazo.
- Mmmm que rico cuello. Primer beso ¡Listo!
- Ay Miriam, que delicioso besas
- No te pongas de guarro eh. Recuerda que esos besos te los mandó tu mamá, solo que yo soy la encargada de dártelos
- Está bien. Segundo beso en… mi ombligo
- Jijijijiji ok
A Miriam le causó mucha risa el sitio y francamente a mí también. Levantó mi playera hasta ponerla casi a la altura de mi pecho. Sus delicados dedos recorrieron mis pectorales y comenzó a besarme desde allí. Creo que lamió una de mis tetillas por que sentí algo húmedo y caliente, aunque fue muy breve. Con pequeños besitos cubrió la distancia hasta mi ombligo pero no paró allí. Descendió y descendió hasta llegar al elástico del pants. Lo tomó entre los dientes y lo jaló un poco, soltándolo y regresando con ello nuevamente a su posición original. Volvió a subir ahora por mi abdomen hasta el ombligo y al llegar le dio un chupetón, no sin antes jugar con su lengua dentro de él.
- Listo… - comentó vagamente. Su respiración se encontraba ligeramente acelerada pues la habitación encerrada se tornaba algo caliente
- Por último el tercer beso lo quiero en… mis pies
- ¿Tus pies?
- Sip. Nunca me han besado ahí y creo que sería una bonita primera vez. Además, los tengo limpiecitos
- Tienes una imaginación desbordante ¿Lo sabías? Espero que disfrutes el beso, porque es el último
Para mi sorpresa, en lugar de bajar su cuerpo para alcanzar fácilmente el sitio solicitado, Miriam se dio la vuelta en dirección hacia mis pies. Puso sus manos sobre mi cadera, a escasos centímetros de mi paquete y fue reptando subiéndose en mí por completo y continuando su recorrido hacia abajo. Acariciaba mis piernas a cada palmo que avanzaba. Aprovechando el momento, voltee hacia donde estaba ella y la vi desde atrás, con sus muslos torneados, su camisón que apenas y le cubría lo necesario, adivinando unas nalgas hermosas. Llegó hasta mis pies y lo tomó uno de ellos con ambas manos, dándole un beso tierno en el empeine. Pasó al otro y tras aplicarle lo mismo, recorrió con su lengua hasta el dedo gordo, el cual se metió a la boca y lo chupó un poquito, jugueteando con él dentro. Sentía su lengua darle vueltas y recordé la mamada que le acababa de pegar a mi amigo Adrián, reviviendo su sabor todavía en mi boca. Mi pene aumentó su tamaño y creo que ella lo notó, porque tuvo que levantar la cadera, imagino que para evitar el contacto. Al hacerlo, su camisón se recorrió un poco y me mostró su cola completamente, con sus partes íntimas completamente expuestas. Me pareció notar algo de humedad justo en su vulva. En ese preciso momento, besó la puntita de mi pie y abandonando la posición en que se encontraba, terminó con el espectáculo.
- Listo. Espero lo hayas disfrutado por que llegó a su fin… me parece que si te ha gustado ¿verdad?
- Pues… sí. No podríamos…
- Nop. Se terminó, ahora a dormir.
Sin decir mucho más se acomodó en la cama ya en el sentido correcto y se dio la vuelta. Se estiró para apagar la luz y quedamos en una penumbra absoluta.
Mi cabeza daba vueltas. Estaba súper excitado desde la mamada que le había pegado a Adri y los besos no habían hecho sino aumentarlo. Me di la vuelta hacia donde estaba Miriam y le vi la espalda. Era realmente hermosa. Sin cerrar los ojos, mi imaginación me traicionó y recree a Adrián en esa misma cama, pensando en lo que hubiera podido ser si Miriam no hubiera regresado. Lo pensé acostado en mi lugar y siendo yo el que le hubiera podido dar los besos a él. Era evidente que yo no hubiera llegado hasta sus pies, sino que los hubiera cambiado por algo digamos, más grandecito y sustancioso. Imaginé sus huevos rebosando la leche que acababa de tragarme y desee poder ordeñarlos nuevamente. Mi erección no hacía sino aumentar y creo que eso hizo que fuera consciente de la ropa interior que traía puesta ¡Iba a dormir en tanga!
- ¿Ya te dormiste Fer?
- No, creo que no puedo dormir
- Yo tampoco. Me parece extraño que otro hombre esté en la cama conmigo
- ¿Quieres que me vaya?
- No tontito. Más bien estaba pensando en que me abrazaras. Mi marido siempre lo hace y así puedo dormir plácidamente
¿Abrazar a Miriam? Me encantó la idea pero pensé en la erección que tenía y lo que podría pensar de mí así que traté de excusarme, sin embargo no me resultó posible y antes de que pudiera resistirme Miriam ya había jalado mi brazo para cubrirse con él. Quedamos acostados de cucharita, como se le dice. Yo intentaba alejar mi cadera para no ser descubierto, pero me costaba trabajo por el tamaño de las nalgas de Miriam, así que en ocasiones la puntita de mi pene rozaba su culito.
- Oye Fer, yo te besé en donde me lo pediste y tu ni un besito de buenas noches me diste, groserito
- ¿Quieres que te bese?
- De buenas noches sí, ¿no crees? Es lo que la gente educada hace, desear buenas noches
Nervioso como estaba, me estiré para besarle en el cachete. En ese mismo momento Miriam aprovechó para arquear un poco su cadera, notando como mi pene erecto se aplastaba entre mi cadera y sus nalgas.
- Estás… contento ¿verdad cariño?
- Pues sí.
- No te preocupes amor, es normal que tengas erecciones en las noches. A Adri le pasa todo el tiempo y por eso lo dejo que se masturbe. Debe de ser muy molesto dormir con un pedazo caliente y palpitante entre las piernas.
Yo no contesté y quedé estupefacto cuando sentí la mano de Miriam tomando mi pene y testículos en su palma.
- Mira nada más que durito lo tienes ya. ¿Crees que podrás dormir así?
- Mmmm Este… no sé. Perdón si te molesta
- No me molesta cariño. Es más, me halaga que un amiguito de mi hijo se ponga así de caliente pensando en mí
En ti y en tu hijito famoso, pensé yo, aunque no lo dije.
- ¿Quieres que te eche una manita con eso? Hace mucho que no pruebo una tan joven y la verdad que se te siente bastante sabrocita
- Que buena eres conmigo Miriam
Se volteó hacia mí y se dirigió sin desviaciones hacia mi virilidad. Bajó mis pants y ropa interior por igual y sentándose sobre mi pecho, se agachó para estar en contacto con mi pene. Juntó sus senos y me lo masajeó con ellos un instante. Lo tomó con una mano y se lo llevó directo a la boca. Yo tenía sus labios vaginales a escasos centímetros de mi cara, observando su humedad que le daba brillo y me acerqué para olerla. Le di un lengüetazo que debió de haberle gustado, porque llevó una mano a su clítoris y comenzó a acariciarse. Introduje mi lengua como pude y saboree por primera vez los líquidos de una mujer ¡Y qué mujer! Miriam me chupaba el pene mientras acariciaba mis bolas, era una experta. Con un dedito recorrió mi perineo y llegó hasta mi culito. Lo acarició haciendo círculos hizo un poco de presión y sin más me lo introdujo. Tenía su boca alrededor de mi verga y un dedito suyo en el culo a la vez que me bebía sus líquidos vaginales. No iba a poder aguantar mucho así. Hice un esfuerzo por moverme pero ella me lo impidió. El dedo en mi culo en lugar de entrar y salir hacía círculos y palpaba mi próstata, estimulándola. Solté un grito ahogado por su chocha. Eyaculé directo en su boca y Miriam se lo tragó todo sin chistar. Chupó y chupó incluso cuando mi pene volvía a su estado original. Sacó su dedito y masajeó un poco mis huevitos, según ella para estimularlos a producir más semen para el día siguiente, y que no echara de menos lo que se había comido. Se recostó junto a mí mientras yo, pudoroso, me colocaba correctamente el pants y la tanguita.
- ¿Te ha gustado?
- Sí, mucho, pero me siento mal contigo
- ¿Por qué? ¿Por qué no he terminado yo también?
- En parte…
- Pues no te preocupes. Entiendo que no siempre podemos terminar los dos, además eres tan joven que ya sabía que sucedería así. Primero tienes que aprender a coger y ya después podrás darle placer a alguien. Además, la lechita que me has dado me ha caído rebien, y el licuado que te he estado preparando ha dado resultados… ¡te sabía deliciosa!
¡Con que para eso era! De pronto me sentí un poco extraño, hasta un tanto utilizado.
- ¿Y por qué más te sientes mal?
- No… por nada…
- Anda, soy tu amiga. Además dijiste en parte, así que hay algo más. Dímelo, que sabré entender
- Pues porque has de pensar que soy gay… por eso me prestaste tu ropita. Por eso me metiste un dedo en el culito
- Jajajajaja Nooooo. Lo de la ropita fue porque tú la escogiste. Y lo del dedito pues porque a la mayoría de los hombres les gusta. Es su famoso punto G. Serías gay si te gustaran los hombres…
Mi cuerpo me traicionó. Me ruboricé como pocas veces, deseando que la obscuridad en la que nos hallábamos pudiera disimularlo un poco. Sin embargo Miriam exclamó:
- No puedo creerlo… ¡te gustan los hombres!
- No… bueno, éste… no estoy seguro. Por favor Miriam, ¡perdóname!
Comencé a llorar apenado. Ella me abrazó hasta que el sentimiento se fue transformando en sólo un sollozo. Me acarició y trató de consolarme.
- Ya, ya, ni que fuera para tanto. No serías ni el primero ni el último
- Es que me siento muy confundido. Nunca me habían gustado los hombres… hasta este fin de semana
- ¡Ajá! El tipo es gay y se la quiere dar a mi hijo
- Nooooo. Perdóname en serio
- Jajaja no te preocupes. Mira, escúchame bien. Ser gay no tiene nada de malo. No serlo tampoco. Yo ya había notado cierta atracción entre Adri y tú, pero no estaba del todo segura, por eso decidí traerte a mi cama, para confirmarlo. Ahora me queda claro que se traen algo ustedes dos.
Casi me da un infarto. Hablaba de esta forma con la mamá de mi amigo. Parecía que Miriam sabía mucho más de lo que yo pensaba.
- Entonces Adri también es… ¿gay?
- No sé si sea gay o bi, pero me parece que tú le gustas bastante
- ¿Y eso no te da problema?
- No. Es su sexualidad y la tuya, en todo caso
Adoraba a Miriam. Es verdad que me habían alertado de que eran una familia bastante liberal, pero nunca pensé que a ese grado. Charlamos largo y tendido sobre lo que significaba ser gay, bisexual o heterosexual y me quedó claro que la diferencia era el nombre, pues lo único que importaba era saber elegir una pareja con la que quisieras compartir, independientemente de su sexo, edad o apariencia física. Que lo verdaderamente importante era el amor. En cuanto a la sexualidad, Miriam me dijo que era fundamental explorar nuestro cuerpo para descubrir qué era lo que nos gustaba, libres de tabúes y prejuicios. Platicamos y platicamos y cada vez más dejaba de verla como a un símbolo sexual e iniciaba a hacerlo como a una amiga entrañable, una maestra de vida. El cansancio se fue apoderando de mí y los párpados me pesaban.
- Venga, a dormir que mañana será un largo día y habrá que sacarle partido al máximo. Y no te preocupes, eres un excelente partido, ya sea para un niño como Adri o para una dama como yo.
Resumió mis dudas en esa frase. Me dio un beso en la frente y se acostó a dormir. En pocos segundos caí rendido en los brazos de Morfeo, exhausto por el día. Casi no me reconocía, pues estaba utilizando una tanga por pijama, con el culito abierto y los huevos deslechados. El sabor a semen de Adri se mezclaba en mi boca con los líquidos vaginales de su madre. El día siguiente pintaba para ser histórico.