El despertar de Fernando

Fernando comienza a descubrir su verdadera identidad de la mano de Adrián, su amigo del colegio. Un romance juvenil insospechado, lleno de placer y culpa.

-          ¡Hey, Fer! Dicen mis papás que si te puedo invitar a dormir a la casa para estudiar hasta tarde, ¿te late?

La voz era de Adrián, el más guapo de su salón. Es el capitán del equipo de futbol, todo un rostro con las nenas y la verdad sea dicha, mucho más inteligente de lo que uno esperaría, integrante del cuadro de honor. Su cuerpo atlético no parece el de un joven de 15 años sino el de un adulto en plenitud de capacidades, siendo alto, con los brazos de lo más marcados, el pecho orgulloso y sus piernas fuertes como robles, coronadas por unas potentes nalgas. Su pelo rubio destella como ninguno bajo los rayos del sol y sus ojos verdes son de lo más expresivos.

Pero bueno, creo que primero toca que les hable un poco de mí. Me llamo Fernando. Tengo 16 años y sin mucha humildad tengo que confesar que la escuela es lo mío. Es por eso que conozco a Adrián, pues siempre que hay competencias de conocimientos acudimos en representación de nuestra escuela. Justo ahora estamos preparándonos para la Final Estatal de Matemáticas, por lo que buscamos cualquier espacio para poder estudiar juntos.

Yo soy un muchacho tímido. Físicamente no estoy nada mal: de estatura media, delgado, ojos azules y tez blanca, con la cara algo afilada y unos sensuales labios carnosos, creo tener una buena combinación de mi padre que es italiano y mi madre que es colombiana. Las pretendientes no me faltan, aunque en ocasiones los muchachos de mi clase se burlan de mí llamándome Nerd. Bueno, por eso y por mis nalgas, pues tengo un culito respingón que muchas chicas envidiarían.

Una vez hechas las presentaciones, sigamos pues.

-          Heyyyyy, ¡te hablo a tí! – me dice Adrián dirigiéndose hacia mí desde el asiento del copiloto de la camioneta de su mamá – Recuerda que la final es en una semana y todavía estamos algo atrasados en nuestro programa de estudio. Además, si te dejan, podríamos aprovechar todo el fin de semana!.

La idea de estar todo un fin de semana con Adrián me parecía interesante pues la verdad que no tenía muchos amigos, así que nadie me extrañaría, salvo mis padres.

-          No se… es que íbamos a pasar un fin de semana familiar y visitar a mis tíos… - excuse yo, arrepintiéndome de ello al mismo momento de terminar de decirlo. Afortunadamente la mamá de Arturo me interrumpió y sin más le marcó a mi madre al teléfono celular, pues eran amigas del gimnasio al que acudían.

Vale la pena interrumpir otra vez, ahora para describirles a la mamá de Adrián… ¡que mamá! Todos en la escuela no le quitábamos el ojo. Una rubia despampanante. Siempre iba por su hijo enfundada en su ropa deportiva tras salir del gimnasio, usualmente con unos leggins apretados que le marcaban toda la cola de una manera exquisita, mostrando un poco demás para regocijo de todos nosotros. Acostumbraba usar tangas y en ocasiones incluso se le salían un poco, dándonos imágenes para masturbarnos como posesos. Sus pechos eran generosos y sus escotes todavía más. Adrián había tenido que liarse a golpes con más de alguno por comentarios indiscretos e incluso había mandado a uno hasta el hospital, por lo que las miradas hacia su madre eran discretas aunque frecuentes.

Estaba yo embobado pensando en todo el material que había recopilado en mi mente para poder masturbarme en mi casa, cuando escuché la voz de Miriam (así se llamaba ella) decir:

-          ¡Listo! Te vienes con nosotros. Tus padres aprovecharán para irse a visitar a tus tíos… pero de México, por lo que te quedarás todo el fin de semana en la casa.

-          Pe… pero… no traigo ropa! Ni cepillo de dientes… ni nada para quedarme – reclamé-

-          Usarás las cosas de Adrián o las de su papá, ya sabes que se la vive de viaje de negocios y justo hoy acaba de salir, así que no hay pero que valga. ¡Venga! Súbete que se nos hace tarde para ir a comer y ya pedimos una pizza.

Y ahí estaba yo, en la parte trasera de la camioneta de Miriam, sin saber muy bien cómo, pero dispuesto a pasar un fin de semana de estudio intensivo.

Su casa era enorme. De dos pisos, tenía un jardín con alberca totalmente privado. En la planta alta solamente tenía dos cuartos aunque bastante amplios.

-          Mamá, ¿podemos comer en la alberca? – preguntó Adrián.

-          ¿Que no van a estudiar? – le contesto su mamá extrañada

-          Sí, pero déjanos olvidarnos un poco de la escuela

-          Mmmmm… bueno. Pero que solo sea un ratito.

-          Oigan, pero yo no traigo traje de baño – les interrumpí

-          No te preocupes, te prestamos uno – respondió Adrián.

Al llegar a su cuarto dejamos nuestras mochilas sobre la cama y así con puerta abierta y todo, Adrián comenzó a desabrochar su pantalón y bajarlo con urgencia. Prosiguió quitándose la camisa y aventándola al cesto de ropa sucia y finalmente se quitó sus calcetines, quedando únicamente en un slip que le apretaba en demasía. Cuál no sería mi sorpresa, pues continuó desvistiéndose hasta dejar sus nalgas al descubierto, al parecer sin recordar que yo estaba ahí viéndolo: Adrián desnudo, con su cabello rubio, su espalda ancha aunque con cintura estrecha, sin un gramo de grasa, con sus piernas fuertes como troncos… y sus hermosas nalgas paraditas, era simplemente demasiado.

-          Hey ¡Que no estás solo en tu cuarto! – Le dije, después de tragar saliva pues la verdad es que me había turbado.

-          ¿Y eso que tiene? – Me contestó, volteándose para verme.

Quedó exactamente frente a mí. Habrá sido por lo inesperado del momento, pero mi mirada se posó directo en sus genitales. Tenía un pene que flácido alcanzaba fácilmente los 15 cms! Sus bolas colgaban libres y totalmente carentes de vello. Su abdomen estaba marcado por unos cuadritos que casi hacen que se me salgan los ojos…

-          ¡Adri! ¡Estás totalmente desnudo, ponte algo! – exclamé lo más contundente y natural posible.

-          Pues sí, y tú te estás tardando, ¿que no escuchaste que la pizza estaba ya lista? Además, nada de lo que veas te es extraño o que, ¿me vas a decir que tú no tienes uno de estos? – Y al decirlo se tomó el pene con una mano y comenzó a agitarlo como si fuera una sonaja.

Uffff. Algo pasó en mi interior pues en ese momento me entraron unas ganas terribles de hincarme ahí mismo y pegarle una buena mamada. Cerré los ojos y lo único que pude hacer fue exclamar un tímido:

-          Guarda eso… para tu novia, cochino.

-          Venga Fer, que no es para tanto, jajaja, por si no sabías en esta casa somos bastante liberales, así que más te vale irte acostumbrando

Yo había desviado mi vista hacia la pared y al volverla a posar sobre Adrián, este ya estaba con un traje de baño de esos que llaman Speedo, como de nadador profesional. La verdad que le quedaba de maravilla, pues le marcaba el paquete de buena forma.

-          No querrás que me ponga uno de esos bañadores

-          ¡Pues claro! Son los únicos que uso. Se siente todo mucho más natural. Venga, desvístete y te lo pruebas – Y al tiempo me lanzó un bañador similar al suyo.

Me agarró tan desprevenido que me cayó exactamente en la cara, lo cual agradecí pues fue el momento ideal para cerrar un momento los ojos y estabilizar mis emociones algo desbocadas.

-          ¿Tienes un baño que me prestes? Tengo que ir y así aprovecho para ponerme el traje de baño.

-          Claro que sí. Usa el de mis padres, pues yo tengo que usar el mío también. Está dentro de su cuarto ¿ok? Apúrate. Mi mamá ya está en la alberca y tengo que ponerle su bloqueador solar antes de que se nos achicharre.

-          Ok.

Había sido el pretexto perfecto porque la verdad lo que no quería era que se diera cuenta de que verlo desnudo había puesto mi pene semierecto. Era la primera vez que me pasaba eso viendo algún cuerpo masculino desnudo, pero no le di mayor importancia, atribuyéndoselo a que llevaba ya 5 días sin masturbarme y mi cuerpo pedía guerra.

Me dirigí bañador en mano hacia donde Adrián me había dicho. Como ya les comenté, el cuarto de sus padres era muy grande y bonito, notándose una decoración de lo más femenina, como si su padre no estuviera presente. Pasé directo al baño y fui hacia la taza. Me bajé los pantalones junto con los boxers y me puse a orinar. El primer chorro ayudó a que mi pene retornara a su tamaño natural en reposo. Bajé la tapa de la taza y me senté para quitarme los zapatos y los calcetines. Fue ahí cuando noté un bulto junto a la bañera. Eran los leggins y el top de Miriam. Una loca idea cruzó por mi mente y cerciorándome de que hubiera puesto el seguro a la puerta, me acerqué al montón de ropa. Esculqué un poco hasta encontrar el objeto de mi deseo, la tanga que Miriam recién se había sacado. La tomé con mis dedos y la observé detenidamente.  De color azul cielo, aunque no era un hilo dental tampoco dejaba mucho a la imaginación, pues seguramente se metía toda en la cola de la mamá de mi amigo.   Se veía algo de humedad exactamente en el centro, en donde debería de ir su chocha, por lo que pensé que serían sus líquidos vaginales. La verdad me dio mucha curiosidad, así que los toqué con una mano y la acerqué a mi nariz, olfateándola. Era un dolor dulzón, para nada desagradable. Invadido por la curiosidad decidí sacar mi lengua y darle una pequeña probada. Mmmmm era un elixir que me volvía loco. Es por demás decirles que para ese momento yo ya presentaba una erección del tamaño del mundo y sin darme cuenta ya tenía una de mis manos acariciando mi pene. Estaba seguro que no podría ir a la alberca así empalmado por lo que decidí que tendría que hacer algo rápido. Me senté en la tapa del excusado y sin más me empecé a masturbar, mientras olía la tanga de Miriam. Como todavía no tenía liquido preseminal, me rozaba un poco por lo que voltee la cabeza para buscar vaseline o crema, pero se me ocurrió una idea mejor: podría tomar los líquidos de la mamá de mí amigo y masturbarme con ellos. De sólo pensarlo ya me daban ganas de terminar. Aguanté un poco y comencé a masturbarme con la tanguita de la Miriam, embarrando sus líquidos sobre mi pene. Que riquísimo. Sentía el contacto directo de la licra, humedecida por las secreciones femeninas, subiendo y bajando por mi mástil. Llegaba hasta mis huevos y volvía a subir hasta mi glande. Lo estaba gozando de lo lindo. Apreté un poco las nalgas, pues el orgasmo se acercaba. De pronto, con mis ojos cerrados recreé la imagen de Adrián mientras se cambiaba dándome una visión privilegiada de sus nalgas, sus deliciosas nalgas. Una buena cola es una buena cola, pensé justificándome. Con ello en mente aceleré el ritmo. Era tanto el placer que estaba sintiendo que no pude parar incluso cuando expulsé el primer chisguete de semen, que cayó directo sobre la tanguita de Miriam. En ese justo momento escuché varios golpes en la puerta. ¡Era ella!

-          Todo bien Fer? Me dijo Adri que estabas probándote su traje de baño y quise venir a ver cómo te quedaba. No a todos les acomodan esos bañadores tan pequeños.

-          Siii.. ya vengo… voy… ya meroooo. –

No sabía que decir ni qué hacer. Como pude aventé la tanguita y dirigí mi eyaculación hacia lo primero que tenía a la mano, que fueron mis boxers. Eyaculé tres, cuatro, cinco veces. No recuerdo ninguna ocasión en que hubiera sacado tanto semen. Dejé los boxers totalmente bañados por mi leche y como pude me sequé con papel de baño. Me puse rápidamente el bañador que me había dado Adrián y abrí la puerta. Justo al salir me di cuenta de mi error,  ¡me lo había puesto al revés! Me inundaba la pena. La parte de adelante formaba una carpa de buen tamaño, por lo holgado del bañador junto con mi paquete todavía semierecto. Por otro lado, la parte de atrás no alcanzaba a cubrir del todo, dejando mis nalgas un poco al descubierto. ¡Y faltaba lo peor! Como mi venida había sido tan abundante, yo seguía expulsando un poco de semen y ya se notaba por encima del traje de baño. Puse rápidamente mis manos cubriendo mi paquete pero creo que fue demasiado tarde.

-          A ver, déjame verte Fer, no te preocupes que no tendrás nada que yo no haya visto antes. Como te habrá podido decir Adri, en esta casa somos bastante liberales, así que es mejor que te vayas acostumbrando. Quita tus manos de ahí.

Y así lo hice. Con la cara totalmente roja por la pena separé lentamente mis manos, dejando al descubierto mi paquete. Esperaba lo peor.

-          ¡Que asqueroso! ¡Adri! ¡Te prestó un traje de baño sucio! No te preocupes, ahorita lo cambiamos. ¡Se las va a ver conmigo ese hijo guarro que tengo!

-          Umm ¿Sí? – Pregunté incrédulo, pues pensé que esas palabras habrían sido dirigidas hacia mí.

-          ¡Claro! ¡Mira que hacerte esa broma! Pero bueno. Ánda, ponte el Short de mi marido que está colgado en la bañera que seguro te acomoda, y apúrale que ya iniciamos la comida.

Me di la vuelta lo más rápido que pude, saliendo airoso de esa situación tan complicada y me dirigí al baño. Sentí una palmada en mis nalgas casi desnudas. Era Miriam.

-          ¡Burrito, esa era la parte de adelante!. Pero te agradezco. Tienes unas pompis lindísimas jijiiji.

No pude ni contestar. Sólo seguí caminando hasta cerrar la puerta del baño. Rápidamente busqué la tanguita de Miriam y traté de retirarle mis restos lo más que pude, aunque sólo logre que se viera un poco blanquecina. Suficiente creo, pensé. Las volví a colocar dentro de los leggins, me calcé el traje de baño de su marido (afortunadamente un short bastante decente) y salí corriendo algo asustado al cuarto de Adrián. Dejé mi ropa dentro de mi mochila, tratando que no se mojaran mis libros con el semen impregnado en el bóxer y lo cubrí con mi pantalón. Perfecto, en unos minutos estarían secos aunque algo tiesos, nada que una sarandeada no pudiera arreglar.

Ya en la alberca, me quedé tieso de solo ver a Miriam. Recostada boca abajo sobre una tumbona tenía el brassier desabrochado para asolearse, cubierta únicamente por una tanga amarilla, la cual se perdía entre sus dos cachetes. Las mejores nalgas que yo haya visto, redonditas y paraditas, todavía mejores que las de Adrián aunque se le parecían.

-          ¡Venga Fer, que las nalgas de mi madre no se irán a ningún lado!

Me dio tanta pena que de inmediato me puse rojo como un tomate. Miriam volteó hacia donde yo estaba y me dijo:

-          ¡Ay pobre Fer, cada que te pones nervioso se te suben los colores del cuerpo! ¡Así no tendrás chance nunca de decir mentiras! Pero venga, deja de verme el culo y ponte a comer.

Y sin darle mayor importancia Miriam se colocó unos audífonos y se volvió a recostar. Me pareció ver como movía juguetona las nalgas hacia los lados, pero la verdad es que yo ya no entendía nada, solo sabía que si no cambiaba de actividad pronto tendría que luchar también contra una erección. Me senté junto a Adrián y me metí un pedazo de pizza casi completo a la boca para no poder hablar. Afortunadamente nadie siguió la conversación, por lo que me sentí aliviado.

Cuando terminamos, mi amigo y yo nos metimos a la alberca a reposar un rato. Desde ahí tenía una visión inmejorable de la cola de Miriam, la cual se me estaba volviendo una obsesión.

-          Hey, te gustan las nalgas de mi madre ¿verdad?

-          .. no, no mucho, es que me imaginaba si no le haría daño tanto sol

-          ¡No digas mentiras eh! Mira que por mucho menos me he liado a golpes. Pero no te preocupes, yo entiendo que eres hombre y pues la verdad que si tiene buenas nalgas. Sólo quiero que lo reconozcas. Descuida, con sus audífonos no escucha nada.

-          Éste… bueno, sí, me gustan.

-          ¡Ya sabía yo! Morboso. Y eso que no te tocó ver como le ponía su protector. Igual y si te portas bien hasta a ti te toca ponérselo.

-          ¿Qué? ¿Cómo que yo se lo voy a poner? No seas menso.

-          ¡En serio! Cuando me porto bien me da permiso y no sabes cómo disfruto acariciar esas nalguitas tan redonditas. Lástima que yo no saqué esa parte de la herencia.

-          ¿Cómo dices? Si tú también tienes buenas nalgas

Me arrepentí en el momento en que lo dije. La plática había iniciado tan inocentemente que no me di cuenta que estaba chuleando el culo de mi amigo.

-          ¿Te gusta mi cola? ¿Me la has visto?

-          No que me guste, pero no está tan mal. Digo, si fuera gay creo que podría gustarme ¡Y no es que te la haya visto porque sí eh.  Qué, ¿ya se te olvidó que incluso me mostraste el pito de forma desinhibida?

-          JAJAJAJAJA ¡Es cierto! Lo había olvidado. Perdona, estaba jugando. Nada personal.

-          No te preocupes.

Por alguna extraña razón esa plática estaba haciendo que la temperatura me subiera, por lo que me sumergí en el agua y nadé hasta el otro extremo. Cuando por fin llegué, voltee a ver a mi amigo y no lo encontré por un instante, hasta que salió directamente por debajo de mí. Su cabello recorrió mis piernas, mi abdomen y mi pecho provocándome cosquillas. Creí incluso notar como su pene se deslizaba por una de mis piernas a través del traje de baño. Quedamos frente a frente, a escasos centímetros. Pude ver sus ojos verdes mientras sentía su respiración agitada, tal vez por la retención de aire previa. Sus labios estaban tan cerca de los míos que pensé que me daría un beso. De pronto parpadeó varias veces, como extrañado y retirándose bruscamente me dio un sape en la cabeza.

-          Vámonos a estudiar, que tenemos que ser los mejores.

Aproveché para echar una última revisada al bien formado cuerpo de Miriam y me salí de la alberca, cubriéndome con una toalla. Subimos a su cuarto y me prestó unos shorts que me quedaban algo pequeños así como una playera cortita. Él se vistió con unos pants y una camiseta que dejaba ver sus brazos firmes.

-          ¿Te parece que leamos el tema y después nos hagamos preguntas?

-          Perfecto

-          Ok.

Busqué en mi mochila los libros de mate y aproveché para revisar mis bóxers todavía algo mojados aunque muy rígidos. Ya después los aflojaría.

-          Vamos al cuarto de estudio de la planta baja para ver desde allí a mi madre.

No me permitió poner ningún pretexto, pues Adrián ya se había salido. Lo seguí por las escaleras y entramos a un cuarto con solo dos sillones estilo sofá cama que tenía un ventanal desde el que se dominaba la alberca por completo. Lo desafortunado es que en el momento en que entramos, Miriam acababa de cubrirse con la toalla y venía de regreso hacia la casa.

-          Demasiado tarde amigo, seguro se va a bañar.

Yo preferí no contestar nada para que no se llevara una impresión equivocada y pensara que soy un pervertido, así que me senté en uno de los sofás y abrí mi libro de geometría analítica. Adrián aprovechó para acostarse boca arriba en el otro sofá y también se puso a leer.

Después de unos 45 minutos de lectura francamente me hallaba algo distraído. Eran demasiadas cosas para un fin de semana pensaba yo. Cuán equivocado estaba.

Me distrajo el rechinido del sofá en donde estaba mi amigo y pude verlo recostado boca abajo, al parecer moviendo la cadera casi imperceptiblemente aunque de manera efectiva como si estuviera restregándole su miembro al propio sofá. A pesar de que se movía lento llevaba el movimiento al máximo, llegando a parar bastante las nalguitas en cada ocasión.

En eso estaba yo, cuando sin voltear a verme me dijo:

-          ¿En serio crees que tengo buenas nalgas?

-          ¿Qué?

-          Si, ¿te gusta mi cola?

-          No sé, pregúntale a tu novia

-          Fer, ya sabes que no tengo novia, por eso te lo pregunto. Si fueras gay y te gustaran los hombres ¿Te gustaría mi trasero? ¿Crees que yo te gustaría?

Me dijo esto en un momento en que se creó una enorme intimidad entre nosotros dos. Sus inocentes ojos azules me veían esperando una respuesta sincera.

-          No soy gay, pero creo que si lo fuera… si, me gustarías Adri.

Dije finalmente utilizando el apodo que su mamá le decía, de manera inconsciente. Él no dijo nada, simplemente se volteó a su libro y siguió leyendo.

Al cabo de otro tiempo, entró Miriam ya vestida para salir a la calle con unos jeans y una ombliguera.

-          ¿Qué dices Fer? ¿Así también te gusta mi colita?

Y se volteó para mostrarme las nalgas que seguramente se veían igual de sabrosas. Estaba yo pensando que contestar pero Miriam interrumpió mis cavilaciones.

-          Jajajaja No te creas. Chicos, voy de salida al supermercado para comprarles un licuadito energético para la cena, no queremos que se me vayan a desmayar aquí por falta de energía ¿o sí? – y diciendo esto me guiñó un ojo para continuar – Ya puse una lavadora con su ropa sucia para que tengan que ponerse el día de mañana. Y Fer… ¡a ver si vas teniendo más cuidado donde dejas los  calzones eh!  Se te llenaron todos de pegamento resistol y estaban súper tiesos ¡hasta las manos se me estaban quedando ahí pegadas!. Bueno, regreso en dos horas chicos. Bye.

No salía de mi asombro. La pena inicial de que me hubieran cachado infraganti habiéndome masturbado en su baño se transformó rápidamente en excitación por pensar en las manos de Miriam embarradas de mi lechita.

Seguimos estudiando y después de otro tanto, me dice Andrés:

-          ¿Listo? ¿Te parece que nos preguntemos?

-          Va. Listo

-          Oye, pero hay que ponerle algo de emoción ¿no?

-          ¿Cómo qué?

-          No sé… un castigo al que falle la pregunta tal vez…

-          Me parece

La verdad me destanteó bastante su propuesta, pues habíamos estudiado mucho juntos y nunca habíamos puesto castigos, pero lo acepté de buena gana.

-          Yo pregunto primero – me dijo – ¿Cómo se llama al cuadrado de la hipotenusa?

-          ¿Hipotenusa?

-          Nooooo. ¡Fallaste!

-          No, es que no escuché bien. La respuesta es cateto

-          Exacto, pero tu respuesta fue hipotenusa, así que fallaste.

-          Pe.. pero.

-          ¡Nada! Fallaste en tu respuesta, ahora te pondré un castigo.

Dado que estábamos en su casa no quise discutir… ya me tocaría ponerle la pregunta, una que no supiera contestar.

-          Bien, y dime ¿Cuál será mi castigo?

-          Mmmmm déjame pensar… ¡Ya sé! Tú me has visto el culo ¿cierto? Pero yo no he visto el tuyo, así que tu primer castigo será mostrarme las nalgas.

-          ¿Qué?

-          Sí. ¿Es justo no? Me viste el culo, me muestras el tuyo.

-          Pero… no sé. Tu madre puede regresar.

-          ¿No escuchaste? Iba a regresar en dos horas. Apúrate, que me voy poniéndo cómodo.

Me levanté despacio del sofá. Vi como Adrián se sentaba y separaba un poco las piernas, mostrando el bulto que se le formaba en el pants. Me puse de espaldas y bajé el short de un lado mostrando una de mis nalgas y lo volví a subir enseguida.

-          ¿Eso que fue?

-          Mi castigo… te enseñé las nalgas

-          No se vale, fue solo una y súper rápido. Tienes que hacerlo despacio, cadencioso… excitante. Piensa que eres una estriper y vas a desnudarte para mí.

A pesar de que no me gustaba la idea, era un buen perdedor así que hice caso. Separé las piernas un poco y totalmente de espaldas tomé el elástico del short con mis dos manos. Mientras me agachaba hacia adelante, iba bajándolo lentamente. Llegué a la mitad de las nalgas y la verdad es que me había excitado, por lo que tenía una erección que afortunadamente Adrián no podía constatar. Para hacerlo más decoroso y evitar mostrarle mi agujerito caminé de espaldas a mi amigo, con el short a la mitad de las nalgas y llegué hasta el sofá de enfrente, acostándome boca abajo. Levanté las nalgas lo más que pude y continué bajando mi short hasta los tobillos, mientras hundía el rostro apenado en el respaldo del asiento.

-          ¿Contento?

-           Síiiii. Mucho!!! Mira que también tienes buena cola eh.

-          ¿Puedo ya cubrirme?

-          Sss… sí – Dijo Adrián con voz entrecortada.

Subí mis shorts como pude y me senté frente a mi amigo. Pude notar que su bulto había crecido y parecía que se lo acariciaba por encima del pantalón aunque no le di importancia.

-          Ahora me toca a mí preguntar

-          ¿Cuál es la fórmula para calcular el área de un rombo?

-          Base por altura entre dos.

-          Equivocación. No puedo creer que no te la supieras.

-          Híjole, me confundí. Será por la excitación que me provocó tu culito.

-          Deja yá. ¿Qué te pondré de castigo?

-          No sé, tú escoge que yo cumpliré como los machos.

-          Mmmmm. Ya sé. Tendrás que dejarme ver ese paquete que te estás acariciando para verificar que no lo tengas parado.

Más tardé yo en pronunciarlo que Adrián en bajarse el pants hasta los tobillos. Parecía como si lo estuviera esperando. Sentado, a escasos tres metros de donde yo me encontraba, era la imagen de un adonis. Sus piernas separadas, su pene erecto que debía de medir por lo menos 20 cms, ligeramente curvo y bastante venudo, acompañado de un par de testículos colgantes desprovistos de vello. Y encima comenzó a meneársela.

-          ¿Quieres verla de cerca? La mía está circuncidada.

-          Noooo. Si solo era para estar seguro de que no se te había parado viendo mi trasero… y veo que sí.

-          Perdón Fer. Es que lo tienes hermoso… tan femenino. ¿Me dejarías verlo otra vez?

-          Claro que no.

-          Ándale ¿Qué te parece si tú te quitas el short y yo el pants y así seguimos estudiando? La verdad es que hace bastante calor. Mírate, si hasta respiras agitado. Quítate el short y acércate para que me la veas, ¿O será que ya has visto muchas?

Era evidente que mi agitación no era por el calor sino por la calentura, algo totalmente diferente. Accedí a regañadientes sin saber a dónde iríamos a parar. Me acerqué a su sofá, quitándome el short en el camino y mostrando mi erección.

-          ¿Ya ves? Tú también estás empalmado

-          Es por el calor

-          Si, seguro… ven, acércate y mira las diferencias en nuestras vergas.

Y diciendo esto tomó su pene con la mano y me la enseñó. Yo me hinqué junto a él y su verga me quedó junto a la cara. Me dieron unas ganas enormes de metérmela a la boca ¡Qué estaba pasando! Adrián no dejaba de meneársela y su pene ya dejaba ver cierto líquido preseminal. Se le veía gruesa y poderosa, llena de venas saltonas y con el glande rosadito. Se veía divina.

-          ¿Cuál es la fórmula para calcular el área de un triángulo? – dijo de pronto

-          No sé – contesté en automático, sin recordar siquiera el concurso en el que estábamos inmersos.

-          ¡Sí! Castigo

-          No se vale, me cogiste desprevenido

-          Ya quisieras. Peeeero, ahora va tu castigo: Chúpamela.

-          ¿Queee?

-          Sí. Que me la chupes.

-          Estás loco, yo creo que este juego ya se terminó – dije al tiempo que trataba de levantarme.

Adrián me tomó por los pelos y me obligó a mantenerme hincado.

-          Suelta Adrián… me haces daño.

-          A ver putito, ¿vas a incumplir tu palabra?

-          Eeee. No.

-          Pues entonces a mamar

Me ofreció su verga colocándola directo sobre mis labios. Yo la verdad me moría de ganas así que no me hice del rogar. Tomé sus huevos con una de mis manos y con la otra le acaricié el cipote mientras lo veía a los ojos. Me encantó el tacto con ese pedazo de carne palpitante y caliente. Adri cerró sus ojos y dejó escapar un pequeño gemido. Yo mordí mis labios y los recorrí con mi lengua, saboreándome el bocado que vendría a continuación. Me acerqué a su entrepierna hasta que mi nariz golpeó suavemente su pene erecto y aspiré profundo. Saqué mi lengua un poco hasta entrar en contacto con sus testículos y sentir su rugosidad escrotal. Lamí cada vez con mayor placer hasta pasar a su mástil, el cual recorrí de abajo hacia arriba. Llegué incluso a probar su líquido preseminal, el cual tenía un sabor un poco amargo. Iba yo justamente a meter su cabeza en mi boca cuando de pronto escuchamos la reja de la casa abrirse: sin duda Miriam había regresado.

Brincamos a un lado y como pudimos nos pusimos la ropa, quedando cada quien acostado boca abajo en cada uno de los sofás, exactamente cuando su mamá entraba en el cuarto.

-          Hola, ¿cómo vamos?

-          Mmmm bien mami

-          ¿Pero que pasa aquí? ¡Están demasiado calientes!

Afortunadamente no pude contestar nada, pues Miriam abrió el ventanal para dejar entrar una ráfaga de aire del exterior.

-          Así está mejor.

-          Gracias- dije yo con la voz entrecortada.

-          ¿Te acomodaron mis shorts Fer?

-          Este… son los que Adri me prestó

-          Ay esté niño. ¿Por qué se los diste a Fer si sabes que son los que usaba anteriormente para el gym y que dejé de usar por que se me marcaba la cola demasiado?

-          Ay mamá… es que pensé que se le verían bien. Además, mis pants le iban a quedar grandes.

-          Eso sí. Me da gusto que compartamos algo más Fer. Y efectivamente, se te ven muy lindos en esa colita que tienes.

Yo evidentemente estaba rojo de la cara ¡Adri me había prestado unos shorts de su madre! Y encima me habían gustado. Juré que sería la última vez que me quedaría en casa de Adrián a estudiar.

El resto de la tarde prosiguió sin mayores sobresaltos. Yo estaba cabreado por la actitud de Adri y él se había dado cuenta así que no decía nada.

Continuamos estudiando (realmente estudiando) hasta la hora de la cena en donde la Miriam casi me obligó a beberme un licuado con almendras, nueces no sé qué más cosas pues decía que no debía reponer energías para el estudio y mis actividades.

Al momento de ir a acostarnos yo preferí quedarme con la ropita que me habían prestado y no molestar más. Tenía ganas de irme corriendo a casa. Adrián se colocó un pantalón de franela que me pareció excesivo y una playera de manga larga, aunque no le puse mayor atención. Miriam me había hecho favor de prepararme la cama que se sacaba por debajo de la de Adrián pero estúpidamente éste le había vaciado su licuado encima, así que cediéndome la suya, le tocaría dormir en el suelo con solo unas almohadas.

Ya acostados Adrián me preguntó:

-          ¿Estás muy molesto conmigo?

-          Sí

-          ¿Por qué?

-          Por muchas cosas. Me diste unos shorts de tu mamá, me dijiste putito y encima me hiciste que te la chupara ¿Te parece poca cosa?

-          A ver… Los shorts son de mi mamá, sí, pero la verdad me encantaba como le quedaban y ya no los usaba así que pensé que se te verían muy lindos y no me equivoqué: se te marca la colita hermosa, mi misma madre lo reconoció. Si, te dije putito, pero no por que pensara que eres gay, sino porque no querías cumplir tu castigo, hubiera sido lo mismo si te hubiera dicho sacón o rajón. Y no te obligué a que me la chuparas, te castigué con eso. Además, ni siquiera me la chupaste, solo me la lamiste… y muy rico por cierto. Me dejaste súper caliente. Uffff. Nunca me lo habían hecho así.

-          Entonces ¿te gusta mi colita, no me consideras gay… y te gustó la lamida que te dí?

-          Así es. Aunque de hecho te quería pedir perdón. Creo que se nos salió un poquito de las manos el juego.

-          ¿Poquito? ¿Qué crees que pasaría si se enteraran en el salón?

-          … pues pensarían que somos gays ¿no?

-          No solo eso… ¡creerían que somos pareja! Piénsalo.

-          Pues sí. Aunque si fuera gay, no me molestaría que pensaran que tú eres mi pareja… ¡porque soy más fuerte que tú!

Y al decir esto, Adrián se abalanzó sobre mí. Como no lo estaba esperando no pude poner resistencia, me tomó por los hombros y me colocó boca arriba, quedando él sentado a horcajadas sobre mí, apoyando sus rodillas en ms brazos y dejándome inmovilizado.

-          Jajajaja ¿Lo ves? Soy más fuerte y más rápido. Si fuéramos pareja yo sería el hombre y tú la mujer.

-          ¡Quítate que me lastimas! Si hubiera una pareja aquí esa sería tu mamá… ¡conmigo!

No se cómo pero lo dije. Vi su reacción y en lugar de que le diera coraje, pareció darle risa. Aprovechó la situación y comenzó a hacerme cosquillas.

-          Pídeme perdón putito, pídeme perdón.

-          Yaaaa. Quítate que no respondo si no lo haces.

A pesar de que me había dicho putito nuevamente, esta vez no lo sentí como insulto sino como juego. Mientras me reía por las cosquillas, levantaba mi cadera para zafarme, por lo que no pude evitar sentir como mi pene chocaba contra su pubis, lo que me empezó a excitar.

-          ¿A mi putito le gusta que me le encime? ¿Le gustaría que lo cabalgaran? ¿Se le está parando el pitito? jajajaja

Dijo Adrián al tiempo que flexionaba su cadera, permitiéndome sentir más de cerca su entrepierna, notando ya una erección incipiente y aumentando la mía, para inmediatamente girar y quedar acostado a un lado mío.

-          Ay Fer. Me caes muy bien. Perdón si te lastimé diciéndote putito. No lo hacía por ofender.

-          No te preocupes… creo que podría acostumbrar a que me llamaras tu putito.

Adrián abrió los ojos como platos, incrédulo. Yo aproveché para darle un almohadazo en el toda la cara y reírme de lo lindo.

-          Jajaja ¡Caíste!. Hubieras visto tu cara.

-          Ouch… caí. Jajajaja. ¿Amigos otra vez?

-          … Amigos.

Dicho esto me metí en la cama mientras Adrián se paraba para apagar la luz principal dejando una pequeña luz del buró encendida y cerrando la puerta con seguro, pues me dijo que siempre dormía así. El pobre tuvo que acostarse en el suelo con solo una almohada como compañía.

Cerré mis ojos pero me sentía egoísta por el hecho de dormir sólo en la cama. Después de pensarlo un rato (y de paso castigarlo por cómo me había tratado) decidí invitar a Adrián a su propia cama. Ni tardo ni perezoso se subió de un brinco. Yo me recosté boca abajo y él se quedó boca arriba y nos dispusimos a dormir.

Habían pasado tantas cosas, que mi cabeza daba vueltas. Ver a Adrián desnudo. Hacerme una paja con la tanga de su mamá. ¡Lamerle los huevos a mi amigo!. Seguía sin entender que había pasado. Lo único que me quedaba claro es que todo me había encantado, siempre y cuando no me pusiera a pensar en lo que ello significaba. Estaba en eso cuando escuché a mi amigo preguntándome si ya estaba dormido. Como la verdad no tenía el menor interés de seguir platicando no contesté. Sentí como se movía y de pronto su mano estaba acariciándome el cabello ¡Eran tan dulce y tierno! Duró así fácil unos 10 minutos hasta que empezó a acariciar mi oreja y a descender por mi cuello, lo que empezó a excitarme. Continué inmóvil. Adrián se acercó a mí y pude sentir su pecho pegado a mi espalda. Me susurró al oído:

-          Fer, me encantas. Siempre me has gustado. Disculpa que te lo diga de esta manera tan cobarde, pero es que no sabría qué hacer si tú me rechazaras. Perdóname por todas las veces que me he masturbado pensando en ti.

Escuchar eso al compás de su respiración encendió algo dentro de mí. Solo atiné a gemir ligeramente y moverme dentro de las sábanas. Adrián aprovecho para bajar su mano por mi costado hasta mi cadera y meter su mano por debajo de mi playerita para acariciarme la espalda desnuda. Se entretuvo un rato con sus caricias hasta llegar al elástico del short que me había prestado. Hizo un breve esfuerzo por bajarlo pero la cordura prevaleció y decidió retirar lentamente su mano, haciéndose un silencio sepulcral.

Era ahora o nunca.

Tardé unos segundos en decidir qué hacer. Nunca me habían atraído los hombres, al menos no conscientemente, pero ahora me moría por sentir a Adri más de cerca. Sabía que era un viaje sin retorno, pero decidí que mi cuerpo fuera el que hablara. Fingiendo voz amodorrada, le dije:

-          Adri, ¿no tienes calor con esa pijama? Es de manga larga y franela ¡estamos a mitad de junio!

-          Un poco, pero es que pensaba que dormiría en el suelo.

-          Pues si tontito, pero ya te invité a dormir conmigo - le dije de la manera más ambigua posible – así que podrías cambiarte, te siento muy caliente.

-          La verdad es que estoy que hecho fuego, así que para que me bajara la temperatura tendría que desnudarme completito.

-          Si tú no tienes problema por eso, yo tampoco.

Al decir esto último cubrí mi cabeza con una almohada, de lo muy puto que me había escuchado. Esperé que Adri no lo hubiera notado. Escuché el ruido de la ropa al caer sobre el suelo y después silencio otra vez. Pasaron unos segundos que se me hicieron eternos hasta que escuché su voz nuevamente, para mi alegría.

-          Oye Fer… pero si yo estoy desnudo no es justo que tu si tengas ropita ¿no crees?

-          ¿Y que propones entonces?

-          ¿Qué dices si te quitas tu pijama también?

-          ¿A que no te gustaba como se me veía?

-          Si, pero puedo aguantarme.

-          Ay Adri, es que ya estoy cansado.

-          ¿Quieres que te ayudé?

No contesté. Simplemente quité la almohada que me cubría y levanté mis brazos. Adri me ayudó a quitarme la playera. En el siguiente paso dudé. Mientras pensaba que hacer, sus manos recorrieron mi espalda lentamente hasta llegar al elástico del short y jugaron un poco con él. Yo solo levanté mi cadera y él tiró hacia abajo descubriendo poco a poco mi desnudez. Sentí el aire abrazar mis nalguitas, mientras el short era retirado por completo. Al llegar hasta mis tobillos Adri recorrió mi cuerpo con sus manos, pasando por las corvas, los muslos, subiendo por mis nalgas y llegando hasta mi espalda. Aprovechó para recostarse encima de mí, dejándome sentir todo su cuerpo. Evidentemente el punto que se llevó toda mi atención fue cuando su pene se posó entre mis nalgas desnudas y pude sentir sus latidos directamente en mi cuerpo. Se me acercó al oído y me dijo que me amaba desde siempre, que estaba seguro que quería que su primera vez fuera conmigo. No con una chica sino conmigo. Yo solo gemí de placer. Tenía al más apuesto de la escuela, al capitán del equipo de futbol, todito para mí. Sin pensar en el mañana, no iba a desaprovechar esa situación. Adri empezó a mordisquear mi cuello y lamerlo. Yo me di la vuelta boca arriba y quedamos frente a frente. Nuestros penes se rozaban y compartían sus fluidos que para este momento salían a raudales.

Con una sonrisa dibujada en la cara, volteó para abajo y pudo observar nuestros dos miembros envueltos en una batalla infructuosa. No había para donde hacerse. Bajo su mano y con ella los masturbó al mismo tiempo. Yo no decía ni hacía nada, solamente me dejaba querer. Sentir su mano resbalosa sobre mi pene, lubricada con nuestros líquidos preseminales, y su pene luchando contra el mío era una gozada. Levanté mi cabeza para acercarme a su cara y nos fundimos en un beso pasional como pocos. Sus labios rozaron los míos, entreabriéndolos. Sentí su lengua intrusa en mi boca hasta localizar a la mía y fundirse en una batalla voraz. Aproveché la situación para bajar por sus costados con mis manos, descendiendo hasta llegar a sus nalgas. Tan duras y tan firmes. Las apreté y lo jalé hacia mí.

-          Mmmmm Adri, me encantas.

-          Y tú a mí Fer. Estás delicioso ¿Hasta a dónde iremos a llegar?

-          Hasta donde tú quieras.

Subió sus manos hacia mi cara y besándome por última vez me tomó por los hombros y con un ligero movimiento me dio a entender que quería que me volteara boca abajo. Lo hice sin dejar de verlo el mayor tiempo posible. Me pidió que levantara las nalgas y aprovechó el espacio formado para colocar una almohada bajo mi cadera.

-          Ummmmpfffff. ¿Que haces? – le pregunté.

No me contestó, solamente me dio una nalgada que resonó en todo el cuarto.

-          Ouchhh. Me duele

Por respuesta obtuve una segunda nalgada en el centro de mis glúteos. A pesar del dolor inmediato, la sensación iba transformándose en un extraño placer. Sentía aún su mano en mi cola a pesar de ya no estar allí. Una tercera nalgada se estrelló en mis nalgas, las cuales seguramente estarían enrojecidas. Yo solo atiné a levantar un poco la colita.

En ese instante, sentí como algo frío y rugoso se desplazaba por la zona dolorida. Era la lengua de Adrián, que lamía las heridas infringidas. Lamió una y otra vez, adentrándose cada vez más hacia el centro de mi ano. Yo disfrutaba con cada lamida y Adrián lo sabía. Llegó al punto en el que su lengua pasó exactamente a un lado de mi culito, saboreándome como nunca nadie pensé que lo haría. Tenía el agujerito tan cerrado que tuve que ayudarle dirigiendo mis dos manos a mis nalgas y separándolas un poco, para facilitarle el trabajo, quedando totalmente expuesto ante él. Se retiró un poco para tener una visión privilegiada de mi culito y lo lamió con suavidad. Fue una sensación indescriptible. Mi culito abierto de par en par ocupado por su lengua caliente y húmeda a la vez, rugosa. Empezó a hurgar dentro de mí y logro introducir la puntita de la lengua mientras la movía en círculos. Yo empecé a gemir como perra en celo pero ya nada me importaba. Mi cadera se movía como una autómata de adelante hacia atrás, introduciéndome más su lengua viciosa. Sentí como uno de sus dedos merodeaba cerca y yo mismo le tomé la mano para dirigirlo directo hacia mi ano. Sentí como me escupía el ojete y me metía la punta del dedo al principio, aunque rápidamente toleré todo su dedo adentro. Lo movía en círculos, taladrándome. Yo estaba fuera completamente de mí.

-          Adri, amor… házmelo por favor. Cógeme. Quiero que me hagas tuya. Tuya para siempre.

Me salió del alma y afortunadamente Adri no se fijó que hablé de mí en femenino. Y si lo notó pareció no importarle.

-          ¿Quieres que te la meta Fer? Pero no tengo condones aquí

-          ¡No me importa! O me la metes o me vuelvo loco

Tampoco es que hubiera tenido que insistirle mucho. Adrián se hincó detrás de mí y tomándome por la cadera me levantó hasta tener mis nalgas a la altura de su cara. Me dio un beso y me volvió a depositar sobre la almohada, dejando mi culo levantado listo para ser penetrado por primera vez. Se paró de la cama y lo vi dirigirse a su closet para tomar un frasco de aceite de bebé. No pude evitar verle el pene cuando pasó a mi lado, completamente erecto, llegándole casi hasta el ombligo. Me iba a partir en dos.

Escuché la tapa del envase abrirse y sentí un chorro frío pero espeso que cayó directamente en mi interior, rebosando mi entrada inexplorada y escurriendo por mi perineo hasta gotear por mis testículos y mi verga, empapando la cama. En ese momento  no nos importó en absoluto. Con una mano esparció el líquido por mis nalgas y espalda, dejándome reluciente. Volvió a tomarme por la cadera para acercarme más a él y traté de levantarla lo más posible. Sentí como nuestros cuerpos se tocaban. Sus piernas rozaban a las mías y su verga se acomodaba en mi perineo. La tomó con una mano y me la restregó por la rajada varias veces. Su glande pasando solo por encima de mi ano para continuar su camino sin interés aparente en mí, me sacaba de quicio. Girándome un poco, tomé su verga y la dirigí hacia mi culito. Al posicionarse directo sobre él traté de hacer presión, pero solo logré que se contrajera aún más.

-          Creo que no cabe. ¿Quieres que te la mame?

Adri pareció no escucharme. Me separó las nalgas con las manos y ejerció presión al flexionarse encima de mí. Con este movimiento, su glande logró abrir un poco mi orificio, aunque no lo suficiente como para pasar por ahí. Una punzada de dolor me llegó desde lo hondo de mí ser. Para no resbalar, sus manos se apoyaron en mi espalda, quedando sostenido casi por completo por su pene en mi hoyito, sin lograr entrar aún.

-          Sepárate la colita Fer, hazme espacio.

Mis manos volaron directo a mis nalgas y sin esperar otra cosa las separé lo más que pude. Mi esfínter cedió por un momento y con un ágil movimiento Adri pudo meter todo su glande.

-          Ayyy me dueleeee

-          Cálla que mamá está dormida… ten, muerde la almohada.

No queriendo, esa frase me excitó todavía más y busqué que me la enterrara toda de una vez. Si me iba a doler, mejor que fuera de un solo golpe. Moviendo mi cadera hacia atrás empujé a Adri sólo con la fuerza de mi culo, que al estar abierto de par en par se enterró su verga que presionaba firmemente casi una tercera parte de un jalón. A pesar de que me dolió un demonial, la almohada en la boca ayudaba a que mis gritos solo se transformaran en gemidos. Sin esperar a que me relajara volví a empujarme hacia atrás una y otra vez, cada vez introduciéndome su nabo unos pocos centímetros más, hasta sentir como sus testículos chocaban con mis nalgas.

-          Fer, ¡la tienes toda adentro!

20 centímetros de verga se dicen fácil, pero me costó una barbaridad. Mi cuerpo me fallaba y mi culo latía acompañando las palpitaciones de su invasor. Estaba fundido por el esfuerzo realizado, así que me desvanecí sobre la almohada, quedando empalado por mi amante. Adri, que también había hecho esfuerzo por no retroceder, se recostó encima de mí, quedando completamente inmóvil unos momentos y disfrutando de las contracciones involuntarias de mi esfínter dolorido.

-          ¿Te gusta amor? Tienes una buena verga toda para ti, enterrada hasta el fondo.

-          Mmmmmm me encanta Adri, no la saques - le dije mientras giraba la cabeza para besarle.

Se apoyó sobre mi espalda y retiró lentamente su mástil. Yo gemí por el dolor, pero también por la sensación de irme quedando vacío. Sacó aproximadamente la mitad y en seguida volvió a hundírmela, aunque esta segunda vez sin tanto esfuerzo, pudiendo incluso levantar un poco su cadera para aumentar el placer.

-          ¿Te gusta más que te la meta o que te la saque?

-          Huuummmm. Que me la metas papi.

Iniciaba nuevamente a retirarla cuando se me ocurrió apretar las nalgas repetidamente. Ufffff. Sentía como si le estuviera exprimiendo desde adentro. Estaba seguro que si seguía, haría que se viniera más pronto de lo deseado así que dejé de hacerlo por el momento. Sin darme cuenta Adri empezaba a meterla y a sacarla cada vez con mayor velocidad, aumentando la longitud que entraba y salía, hasta llegar por un momento a sacármela toda.

-          ¿Y si se la dejo afuera a mi putito? Capaz que ya nos vamos a dormir porque es tarde, ¿no crees?

-          Donde no me la vuelvas a meter te aseguro que no vuelvo a estudiar contigo.

-          Jajajaja ahora ya no te molesta que te diga putito, ¿mi putito?

-          No me importa cómo me digas siempre y cuando me la metas otra vez.

Mi culito que se había quedado abierto mientras me la había sacado, lo recibió sin el menor reclamo, enterrándosela toda hasta el fondo, de un jalón y sin un atisbo de dolor.

-          Estoy listo papi. Cógeme bien y cógeme duro que quiero sentir tu leche empaparme por dentro.

Me impactaba lo mucho que había cambiado mi percepción de las cosas y lo putita que me estaba volviendo en tan solo unas cuantas horas. Creía que ya no podría vivir sin verga. Adri empezó un mete y saca violento, aprovechando el peso de su cuerpo al caer directo sobre el mío, enterrándomela entre las nalgas enrojecidas. Yo me dedicaba a gozar. Nuestros fluidos con el aceite hacían un flop flop que me excitaba y daba risa a la vez. Esa debe de ser la música del amor, pensé. Estábamos sudorosos y nuestros cuerpos se ponían resbaladizos.

-          Papi, ¿y si me la metes de frente? Me encantaría verte a los ojos.

Sin sacármela del culo me dio la vuelta dejándome boca arriba y continuó con sus embestidas. Yo me movía como muñeco de trapo hacia arriba con cada empujón, pero ahora podía verle a los ojos. Sus cabellos rubios cayéndole sobre la cara, empapados. Sus pectorales fuertes y sudorosos. El inicio de su abdomen marcado subiendo y bajando mientras su pene se perdía entre mis piernas. Aproveché para masturbarme al mismo tiempo, usando su sudor como lubricante. Cuando sentí que ya no podía más, dejé de tocarme y lo tomé por las nalgas, jalándolo hacia mí. Adri entendió la señal y sus embestidas se hicieron más potentes si cabe. Sentía que me desmayaba del placer. Mi culito se encontraba gozando como nunca y yo con él. Mi pene brincaba listo para soltar su carga. Con una mano, alcancé a acariciar su agujero y a introducir un poco mi dedo medio. Esto lo tomó por sorpresa y trato de evadirlo, consiguiendo únicamente penetrarme más a fondo. Sentí el inevitable orgasmo al tiempo que le escuchaba gemir. Mis músculos se contrajeron de manera sostenida salvo por mi culito, que se apretaba y relajaba como si estuviera ordeñando la verga de Adrián. Unos chorros de mi semen volaron hasta mi pecho. Sentí a su vez como él soltaba su lechita dentro de mi cuerpo, inundando mi intestino con sus chorros de líquido caliente y apretando mi dedito con su esfínter.

-          Ahhhggggg Ferrrrr.. me vengoooo.

-          Si papito…. Lléname de tu lecheeeee.

Si mi venida con la tanga de Miriam había sido abundante, la de Adrián no quedaba a deber. Retiró su pene aún erecto y se recostó junto a mí. Al sentir ese vacío instintivamente llevé mi mano a mi ano y lo sentí totalmente abierto, chorreando abundantemente.

-          ¡Me has desmadrado el culo!

-          Así está mejor. De esa forma la próxima vez no tendrás que sufrir cuando te vuelva a hacer el amor.

Nos vimos fijamente a los ojos, completamente empapados en sudor y con una sonrisa de satisfacción que nada ni nadie podría borrar de nuestras caras. Nos abrazamos y quedamos profundamente dormidos, sin pensar en lo que el mañana nos pudiera deparar, solamente disfrutando el momento vivido.