El despertar de Anya II. Olga.
Tras escuchar el relato de Diana, Anya conocerá cómo fue el despertar sexual de Olga con su hijo.
Al día siguiente llamo al primero de los teléfonos de la lista que me había proporcionado Diana. Me responde una voz alegre que no tiene problemas en que quedemos esa misma tarde. Vive en una pequeña granja en el mismo pueblo que Diana.
Al llamar a la puerta me abre una mujer entrada en carnes de unos 30 años, con ojos verde intenso y una larga cabellera negra recogida con un pañuelo blanco. Se llama Olga y, según la información de Diana, ella también mantiene relaciones sexuales con su hijo.
Me hace pasar y me enseña orgullosa su granja: el establo con las vaca, el gallinero... Me explica que desde que murió su marido aquí viven ella con su madre y su hijo, y que gracias a lo que producen son prácticamente autosuficientes: "Hace años que no vamos a la tienda del pueblo más que a por aceite y harina. Todo lo demás nos lo da la tierra." Olga es una mujer enérgica que demuestra vitalidad en cada uno de sus gestos.
Pasamos a la cocina donde una mujer de unos 60 años está amasando pan. Es su madre, Elena. Me presenta como una periodista que ha venido a interesarse por la vida rural en Ucrania, si bien por teléfono yo ya le había adelantado la verdadera intención de mi entrevista.
No es hasta que mis ojos se acostumbran a la tenue luz del interior de la casa cuando me doy cuenta de que hay una figura más. Sentado en el suelo junto al horno de leña, un muchacho se entretiene coloreando unos cuadernos de dibujo. "Kolya, saluda a Anya. Ha venido desde muy lejos para escribir sobre nosotros" El chico se levanta y me saluda educadamente, quizás demasiado para alguien de su edad. Tiene los ojos verdes de su madre y esboza una ligera sonrisa cuando nos damos la mano. Mi mente empieza a volar e imagino a madre e hijo en la cama desnudos, dándose placer entre las sábanas...
"Anya, ¿no quiere pasar a la terraza? Estaremos más cómodas" La voz de Olga me devuelve a la realidad. Suelto la mano de Kolya y acompaño a la madre a la terraza donde hay preparado té y pastas. Nos sentamos en unas viejas sillas de mimbre y empezamos a hablar. Le pido que me explique su primer encuentro sexual con Kolya.
"Bueno, todo empezó hace unos meses, cuando vi que Kolya empezaba a interesarse por el sexo. Un día notas que se encierra en el baño más tiempo de lo normal, otro día ves que guarda revistas de chicas bajo el colchón, otro día ves que alguien ha revuelto en tu ropa interior… Es la curiosidad propia de estas edades. Imagino que todos los chicos la tienen y que las madres se dan cuenta, aunque prefieren hacer oídos sordos. Pero yo no pienso así. Quiero decir que si puedo ayudar a mi hijo también en ese aspecto, ¿por qué no voy a hacerlo?"
Olga da un largo sorbo a su té y se queda observando la oscuridad de la taza. Recordando quizás. "Y yo decidí hacerlo una mañana de primavera. Recuerdo que mi madre y yo estábamos ahí, en el jardín, tendiendo la ropa, mientras Kolya hacía los deberes en su habitación. Desde fuera lo veíamos por la ventana, sin levantar la cabeza de sus libros de texto, siempre tan aplicado... Pensé que agradecería que le llevara algo de merienda. Fui a la cocina donde preparé un vaso de leche con galletas y subí las escaleras hasta su habitación. A medida que me acercaba me sorprendió oír lo que parecía una respiración acelerada. Observé que la puerta estaba entornada y me acerqué sin hacer ruido. Entonces le vi, sentado frente a su escritorio junto a la ventana, los libros abiertos sobre la mesa. Pero no estaba estudiando. Tenía los pantalones desabrochados y con su mano derecha se frotaba el pene arriba y abajo, masturbándose. Pobre. Lo hacía tan mal". Olga se ríe y deja la taza a un lado. Con dos dedos de su mano derecha empieza a frotarse muy rápido la puntita del pulgar. "Así, ¿ve? Dando pequeños tirones al prepucio pero sin acabar de bajarlo del todo. Enseguida vi que se estaba haciendo daño. Me quedé un rato observando desde fuera… y entonces decidí que debía enseñarle a masturbarse.
Llamé a la puerta de la habitación para que no se sintiese violentado. Dentro se oyó un ruido nervioso de libros y cajones y, finalmente, mi hijo que me invita a entrar. Yo dejo la bandeja con la leche y las galletas sobre la mesa y me intereso por lo que está haciendo: tiene un libro de texto abierto sobre su regazo, ocultando su pene. Me dice que está intentando resolver una ecuación muy difícil que no entiende. Le pregunto si le puedo ayudar. Sin esperar a que responda cojo una silla y me siento a su lado. Cada vez está más nervioso. No quiero hacerle sufrir. Cojo el libro y lo dejo sobre la mesa. Finjo una expresión de sorpresa al descubrir su erección. Kolya busca alguna excusa e intenta taparse con la camiseta pero yo le tranquilizo. Suavemente le separo las manos a los lados y ambos contemplamos su pene, la puntita enrojecida por sus torpes movimientos. Le explico que sé que se masturba, que he encontrado mis braguitas manchadas con su semen. Le digo que es normal y que voy a enseñarle a disfrutar de su cuerpo. Empiezo a acariciarlo de arriba a abajo con dos dedos. Poco a poco empiezan a brotar gotas de líquido preseminal que extiendo por su miembro y me permiten deslizar el prepucio arriba y abajo cada vez más fácilmente, hasta que el glande queda completamente expuesto, brillante...¡ZAS!" Olga da un golpe seco en la mesa y suelta un pequeño grito que me asusta "¡Y entonces entra mi madre en la habitación cargando con el barreño de ropa limpia! Rápidamente cojo el libro y vuelvo a colocarlo sobre su regazo. ¡Por un segundo casi nos pilla! Mi madre deja la ropa y nos anima a seguir estudiando. Cuando por fin sale de la habitación y la oímos escaleras abajo Kolya y yo nos miramos y empezamos a reír. Una risa cómplice, de aquellos que comparten una travesura y se salen con la suya. Me levanto y cierro la puerta con pestillo. Ahora ya no nos molestarán.
Le quito los pantalones y hago que se siente entre mis piernas, su cabeza entre mis pechos. Vuelvo a acariciar su sexo pero ahora con dos manos, la derecha subiendo y bajando el prepucio y la izquierda jugando con sus testículos." Olga vuelve a dejar a un lado la taza de té mientras me muestra los movimientos con sus manos."Noto como la respiración se acelera e intento retrasar el orgasmo, parándome cuando presiento que está a punto de acabar. Creo que lo logro bastante bien: estamos así unos 15 minutos hasta que veo que el final es inevitable. Entonces acelero los movimientos, mis dedos índice y pulgar arriba y abajo, pellizcando con fuerza el glande húmedo, duro como una piedra. Y mi hijo que empieza a temblar y a gemir entre mis piernas… ¡y no se imagina como eyaculó! Parecía que no acababa nunca. Chorros y más chorros que fueron a parar sobre los libros que había encima de la mesa" Ríe recordando "Sí, después de aquella primera vez tuvimos que comprar libros de texto nuevos. Pero valió la pena. Notar a Kolya sobre mi pecho, recuperando poco a poco la respiración, limpiándonos luego con las servilletas que había traído para la merienda. Es un recuerdo muy bonito. Algo que siempre recordaré con cariño."
Olga termina su relato y me pregunta qué me ha parecido. Tardo un rato en responder. Me siento turbada. Durante unos minutos era como si hubiera sido yo la que espiaba a Kolya masturbándose, como si hubiera sido mi mano la que le llevara al orgasmo... Le agradezco su sinceridad y me despido de ella y de Elena. Justo antes de cruzar el umbral me fijo en Kolya, que esta jugando con un amigo en el jardín. Se acerca a mi cubierto sólo con un pequeño calzoncillo tipo slip y la cadena con la cruz ortodoxa brillando sobre el pecho. Una pequeña turbación vuelve a recorrer mi cuerpo cuando nos damos la mano para despedirnos. Mientras conduzco por el camino de tierra hacia la carretera principal veo por el retrovisor cómo Olga se coloca detrás de su hijo y le rodea amorosamente con los brazos, besándole en la mejilla. Ambos me miran y sonríen de forma maliciosa.