El despertar de Anya 1. Diana.

Anya es periodista, tiene 32 años y está a punto de despertar a una nueva sexualidad: la del amor filial entre madres e hijos.

Mi nombre es Anya. Tengo 32 años y soy periodista en Moscú. Decidí realizar este trabajo de campo hace unos años, cuando oí por primera vez que en ciertas regiones de Ucrania estaba socialmente aceptado el incesto, y en concreto que las madres mantuvieran relaciones sexuales con sus hijos. En Rusia este es desde luego un tema tabú: en una sociedad dominada por la estricta moral ortodoxa a nadie se le ocurriría llevar a cabo prácticas semejantes. Por esto decidí desplazarme a Ucrania, en concreto a una zona rural donde había oído que estas prácticas eran muy habituales.

La óblast de Kherson es una región agrícola al sur de Ucrania, limítrofe con el mar negro y con Crimea. Es una tierra de amplias llanuras convertidas en campos de cultivo y, desde la caída de la URSS, golpeada de forma permanente por una terrible crisis económica. Aterricé en el pequeño aeropuerto de Kherson una mañana de junio tras haber realizado escala en Kiev y desde allí alquilé un coche para poderme mover con libertad por la región.

A medida que me adentraba con mi coche por las carreteras poco transitadas de la óblast iba descubriendo un paisaje llano en el que el amarillo de los campos de trigo parecía extenderse hasta el mismo horizonte. Tras unas horas llegué por fin a mi destino: un pequeño pueblo de unos 2000 habitantes donde me esperaba mi primera persona de contacto, Diana.

Diana tenía 34 años y era profesora en la única escuela de la localidad. Habíamos hablado por mail y estaba dispuesta a participar en mis entrevistas conservando el anonimato. Era una mujer elegante, con los ojos azules y una melena rubia corta que le daba un aire muy juvenil. Me hizo pasar al salón de su pequeña casa en el que había preparado té. Empezamos a hablar.

  • Las mujeres de Kherson tienen relaciones sexuales con sus hijos. No es ningún secreto, aunque tampoco es algo que se prodigue mucho, ya me entiende... No es algo que le cuentes a la dependienta cuando vas a comprar el pan, y los chicos en el colegio tampoco suelen contárselo entre ellos. Pero se sabe... ¿Desde cuándo? Yo creo que desde hace años. Veinte o puede que más. Todo empezó con la crisis creo. Tras la caída del muro los koljós cerraron y los hombres tuvieron que irse a buscar trabajo fuera. Lejos. A Kiev, Moscú... pasaban meses o años fuera. En muchos pueblos quedaron sólo mujeres y niños. Y ahí empezó todo. Además, en esta región de Ucrania la Iglesia nunca ha tenido un papel excesivamente importante. Los principios morales estrictos de otros sitios aquí son más relajados. Si algo te gusta es que está bien. Si no molestas a nadie hazlo. - Le pregunto cuántas mujeres conoce que mantengan relaciones sexuales con sus hijos.- Mis amigas más íntimas me lo han confirmado. Tres casos en total. Luego puedo darle sus direcciones si quiere. ¿Cómo me lo confesaron? En uno u otro momento salió el tema. Tomando el té posiblemente, como estamos usted y yo ahora. Quizás para buscar la aprobación de otra persona, para dejar de mortificarse pensando que estaban haciendo algo mal. Pero una vez ya nos lo habíamos confesado y volvíamos a quedar las conversaciones cambiaban de tono, se hacían más relajadas. Compartíamos las experiencias que habíamos tenido la semana anterior o nos enseñábamos la lencería que nos habíamos comprado ... ¿Qué? Sí, claro. Yo también mantengo relaciones sexuales con mi hijo - ríe y se sonroja un poco al ver mi mirada - no soy diferente al resto.

En ese momento se oye la puerta del jardín y entra en la casa un chico de piel morena. Viene del colegio, con la mochila llena de libros colgada de un hombro. Diana lo presenta como Vania, su hijo. Me saluda. Para que la conversación pueda continuar su madre le da un beso en la mejilla y lo manda a estudiar a la habitación. Le pido que me hable de su relación con Vania.

  • Yo soy divorciada desde hace muchos años. Del padre de Vania no tenemos noticia ni deseamos tenerla desde el divorcio. ¿Quiere saber cómo empecé a tener relaciones sexuales con él? Bueno, pues fue un día de verano como hoy. Faltaba poco para que acabaran las clases y noté a Vania un poco intranquilo. Siempre habíamos podido hablar de todo él y yo, así que le pedí que me contara qué le pasaba. Me explico que en el colegio habían estado hablando los chicos de relaciones sexuales, de si era o bueno o no masturbarse... el pobre tenía la cabeza como un bombo. Yo le tranquilicé. Le dije que el sexo era algo bueno y que ya tendría tiempo de descubrirlo. Pero Vania empezó a llorar y me dijo que con lo tímido que era nunca estaría con ninguna mujer. "Bueno, ¿y qué tal si te enseño yo?" Me salió de forma natural, y Vania no se opuso. Le cogí de la mano y pasamos a mi dormitorio. Primero le quité yo la ropa a él y le tumbé sobre la cama. Luego, bajo su atenta mirada, fui desnudándome lentamente hasta quedar los dos desnudos el uno frente al otro. Empezamos con caricias a nivel del cuello, de los brazos... sólo para que viera que era algo agradable. Luego le pedí que me acariciara los pechos, y yo misma empecé a pellizcar suavemente sus pezones. Recuerdo que una suave brisa entraba por la ventana y que fuera se oían los trinos de los pájaros. El pene de mi hijo estaba ya erecto y se lo hice notar. Le expliqué que eso era parte del placer sexual y le pregunté si se masturbaba. Me dijo que no, lo que me lleno de una enorme ternura. Despacito empecé a acariciarle los testículos mientras con mi otra mano le introducía dos de sus dedos en mi vagina. Hice que notara mi humedad y le expliqué que yo también estaba disfrutando. Estuvimos así varios minutos: Vania acariciando mi vagina y yo sus testículos. Madre e hijo uno frente al otro disfrutando mutuamente de sus cuerpos. ¿Acaso hay algo malo en ello? Yo creo que no... ¿Cómo? No. No tuvimos sexo vaginal aquella vez.- Diana ríe de nuevo y se enrojece recordando aquel momento.- Recuerdo que las simples caricias sobre sus testículos hicieron que mi hijo se corriera, empapándome hasta el cuello con su semen. El placer fue tal que se tumbó sobre la cama y se quedó dormido. Yo no me limpié, ¿sabe? Sentía los chorros de semen sobre mi vientre y mis pechos como si fueran un premio. Me tumbé a su lado contemplando aquel tierno cuerpo y me masturbé sin hacer ruido para no despertarle. Cuando el sol ya estaba muy bajo por fin se despertó Vania. Como era natural estaba algo desorientado. Yo le tranquilicé y le explique que a partir de entonces la relación entre nosotros iba a ser un poco diferente. Y sí, entonces nos besamos por primera vez."

Justo al acabar su relato bajó Vanya de su habitación con una pelota de fútbol. Pedía permiso para ir a jugar a casa de un amigo y Diana se lo dió.

  • Ya ve. De eso hace ya más de un año y Vania es un chico de lo más normal. ¿De verdad cree que estamos haciendo algo malo?

Me despedí de Diana no sin antes anotar el nombre y la dirección de varias de sus amigas y, en el fondo, deseando saber si las historias que me esperaban iban a ser tan excitantes como la de Diana y su hijo.