El despertar de Ana (1)

Por fin habían encontrado el amor y la complicidad, el despertar sexual de Ana y Manuel empezaba...

No hacía mucho que nos conocíamos, pero ríos de pasión recorrían nuestras vidas, Ana era la chica perfecta, 1,65, delgada, guapa, unos bonitos pechos, una mirada profunda y una sonrisa que rendía a cualquiera, gran inteligencia y unas curvas donde perderse cada día ya que sus ganas de sexo nunca tenían fin.

Nos rondaba la idea de “probar” cosas nuevas, y por supuesto ella conocía mis deseos de ser su amo y ella mi sumisa esclava sexual.

Ana no se lo pensó dos veces, estaba segura de la solidez de nuestro amor y como yo lo veía como un juego y una forma de avanzar en nuestra vida sexual. Además el morbo siempre estaba presente en nuestros juegos, así que fue una decisión muy fácil.

La primera vez decidimos jugar un sábado, íbamos de copas con sus amigos y le dije que debería obedecer cada deseo que tuviese, ella sonrió pícara y me retó con una media sonrisa.

-          Ponte esta ropa (era una camisa escotada semitransparente y unos pantalones de cuero que la hacían irresistible.

-          ¿solo eso quieres?

-          No, también quiero que vayas sin sujetador, marcando los pezones.

Se lo puso sin poner pegas, es más, se le veía disfrutar, estaba deseosa.

Llegamos al pub y pronto fue el objetivo de todas las miradas, los chicos nerviosos no podían evitar mirarla de reojo, ella sonreía, y yo me ponía a mil, una mezcla de nervios y deseo.

Con el paso del tiempo ya era el centro de atención de los chicos, que con las copas ya eran más descarados, de vez en cuando me iba al baño para dejarla “ a solas” con tantos machos deseosos, para que pudiesen recrearse, y ver como ella disfrutaba.

Me acerqué a ella por detrás, rodeé con mis manos su cintura y acercándola a mí para que notase mi erección le dije al oído, vente ahora mismo conmigo. Ella sonrió a los demás y me acompañó a un lugar apartado.

-          ¿Sabes que me tienes muy cachondo?

-          Lo sé, me encanta tenerte así.

Le desabroché la camisa dejando ver esos preciosos pechos que empecé a mordisquear y besar entre gemidos de placer de ella, empezaron a endurecerse los pezones y su calentura no dejaba de subir.

-          Ahora vamos a volver con los demás.

-          ¿así me vas a dejar cariño, Caliente y empitonada, no se va a notar mucho?

Mi sonrisa le hizo ver que sí, y ella disfrutaba del juego,

Llegamos y esos pezones tan marcados no dejaron indiferentes a nadie, con más copas empezaron los bailes con ella y los roces y restregones, me miraba y yo asentía, quería que se sintiese deseada y mía a la vez, ella disfrutaba como nunca. Y nuestra complicidad le hacía estar muy cómoda en el juego. Por fin rompíamos esas cadenas de la sociedad y éramos nosotros mismo.

Al llegar a casa hicimos el amor como nunca, salvaje y a la vez con mucho amor, me confesó que el sentirse tan deseada y a la vez, acompañada por mí, le había hecho sentir diferente, por fin podía disfrutar de verdad sin ser juzgada, nos amábamos y decidimos romper con los tabúes y disfrutar de nuestros cuerpos, llevar a cabo todas y cada una de nuestras fantasías.

La amaba como nunca amé a nadie antes, y esto sólo había comenzado.

Continuará….