El despertar
Me desperté en la cama de una habitación de hotel totalmente confundido...
El despertar
Me desperté en la cama de una habitación de hotel totalmente confundido. Abrí lentamente los ojos y miré al techo. De pronto me vino a la cabeza la noche anterior. Una noche fantástica sin duda
Miré al otro costado de la cama y vi que mi acompañante nocturna ya no estaba a mi lado. Me enderecé poco a poco y miré alrededor de la habitación somnoliento. La puerta del baño estaba abierta y tenía la luz encendida. Solamente logré percibir un sonido de agua burbujeante, como si de una pequeña cascada se tratase. Entonces la vi aparecer ante mis ojos.
Se apoyó sobre el marco de la puerta del baño y nos observamos mutuamente. Llevaba una sábana encima que le cubría desde el cuello hasta los pies. Su silueta vertiginosa se marcaba claramente sobre la sábana y dibujaba dos grandes bultos, que no daban pie a discusiones acerca de la majestuosidad de sus pechos. Su rubia melena caía alborotada sobre sus hombros y sus verdes ojos brillaban como dos esmeraldas. Al verme desnudo y embobado, esbozó una sonrisa pícara incitándome a acercarme, y volvió a entrar en el baño.
Me estiré en la cama para reflexionar sobre mi próximo paso. Me hervía la sangre y mi polla ya estaba preparada para el siguiente asalto. Medité rápidamente un plan de acción sin dejar que la sangre se me subiese a la cabeza, y me levanté para abrir un armario. Cogí la caja que se hallaba en su interior y comencé a abrirla. De repente, el sonido de agua cesó.
Entré desnudo en el baño con un brazo a la espalda para que ella no viera lo que me traía entre manos. Ella ya estaba desnuda dentro de la bañera y todos mis sentidos se pusieron al límite. Intenté mantener la calma, ardía en deseos de tirarme encima suyo
Ella comenzó a acariciarse los pezones cuando vio mi polla erecta y adaptó la pose más sexy que le permitía la estrecha bañera. Me acerqué a ella prudentemente. Al ver que escondía algo a mi espalda intentó ver de qué se trataba. Miró al espejo y este me delató. Su expresión reflejó su gran sorpresa cuando extendí el brazo ante ella y vio aparecer un enorme consolador. Mientras aun duraba el factor sorpresa, me metí en la bañera con ella y le introduje el consolador hasta el fondo de su vagina. Su gemido de placer y sorpresa inundó el cuarto de baño. Me miró a la cara con la respiración entrecortada y yo continué masturbándola. Con el brazo izquierdo alcé su cabeza, hasta que nuestros ojos apenas se encontraban a unos centímetros y ella clavó su mirada en mí con unos ojos que desprendían placer y sufrimiento. Pronto sus gemidos fueron más y más fuertes a medida que yo forzaba las entradas y salidas del consolador. Cuando creí llegar el momento, forcé hasta el final. Su mirada se desvió de la mía y todo su cuerpo se convulsionó en un tremendo orgasmo que acabó con un último gemido de placer agónico. Se desplomó agotada sobre la bañera y yo sentí en la mano que sujetaba el consolador sus fluidos vaginales.
Antes de que ella recuperara las fuerzas; solté el consolador, la alcé y la empotré contra la pared del baño, y a continuación, con los pies aun metidos en la bañera y con nuestros cuerpos ardiendo, empecé a penetrarla desde detrás, en una postura en la que ella aguantaba mis embestidas con las manos contra la pared; y yo le veía la espalda y me aguantaba a ella agarrándola de sus imponentes tetas mientras la penetraba salvajemente.
El coito apenas duró un minuto, y mientras ella jadeaba por mis embestidas yo me corrí en su interior. Al acabar, los dos caímos exhaustos sobre el agua de la bañera y nos contemplamos mutuamente mientras nuestros cuerpos volvían a la normalidad. Los dos sabíamos que aquella mañana de sexo no había echo más que empezar