El despertar
Me llamo Vanessa y esta es la historia de como intentando saldar una deuda me volví la esclava sexual de quien menos esperaba.
Mi nombre es Vanessa. Toda esta historia empezó hace unos años. Era verano cuando mi amiga Ana me llamó destrozada. Sus padres iban a divorciarse. Su madre finalmente había pedido el divorcio después de pasarse muchos años sospechando de que su marido le engañara. No sabía si era verdad o no pero me dio un poco de vergüenza preguntarle. La madre de Ana era una mujer adorable, siempre dispuesta a prepararte la merienda cuando éramos pequeñas. Su padre, por el contrario, era un hombre tosco y bastante desagradable. Desde que le recordaba era un hombre medio calvo, barrigón y con una disposición a la sudoración muy grande. Tenía una mirada inquietante, de esas de viejo verde que desnuda con la mirada a las niñas de quince años. A lo que vamos, Ana me dijo que se marchaba con su madre a su casa del pueblo, de momento en verano, en septiembre mirarían si volvían a casa o se quedaban allí.
Me pidió que me acercara a ver a su padre, que se había trasladado a una casa que tenían en el campo y no sabía como estaría ya que era un hombre que no sabía hacer la o con un canuto y le preocupaba su bienestar. A mí no me hacía mucha gracia pero... al final accedí.
Cogí el coche y me dirigí hacia allí. Recordaba por el camino todos los fines de semana en verano que habíamos pasado en esa casa jugando en la piscina. Iba con miedo porque me acababa de sacar el carné de conducir, mis padres me habían regalado un Seat León totalmente nuevo y era la primera vez que lo cogía.
Al llegar allí aparqué y me dirigí a la puerta. Toqué el timbre y allí estaba: la misma cara de asqueroso que había tenido toda su vida. Vale que mi atuendo no ayudaba, llevaba unos shorts super cortos y una camiseta de tirantes que me marcaba los pezones. He de decir orgullosa que mis tetas son bastante grandes, no es que sean enormes pero a más de uno le cuesta mirarme a los ojos. Llegué y me saludó:
- Hola, Juan. Ana me ha dicho me acercara a ver cómo estabas y si necesitabas algo.
Él me miró dándome un repaso y dijo que estaba bien, pero que pasara a tomar algo. Algo dentro de mí me echó para atrás pero accedí. Mientras atravesaba el portal me di cuenta de cómo me miraba el culo y por un momento me sentí asqueada pero... por otro lado me gustó provocar ese efecto.
- Agua, por favor.
- ¿Sólo agua? Eres barata...
Mientras ese comentario me sonó a que me llamara puta barata se fue a la cocina y salió con dos whiskys. Cuando lo vi dije que no quería. De hecho el simple olor a whisky me da arcadas.
- No, muchas gracias pero yo...
- Venga, va... hazlo por tu tito Juan.
Cogí la copa y me senté cruzando las piernas. Le di un sorbito y noté un sabor extraño. Intentaba reprimir las arcadas y parecer más madura... toda la madurez que una niñata de dieciocho años pueda demostrar. Le miré a la cara y me lo bebí de un trago mientras hablaba.
- ¿Sabes, Vane? Este sitio me trae muy buenos recuerdos... te he visto jugar tantas veces en este jardín, viendo como ibas creciendo- mientras decía esto notaba como me miraba las tetas y me iba incomodando.
- Bueno, Juan, tengo que irme que he quedado- me levanté de un bote y me noté algo aturdida.
Se levantó y me acompañó a la puerta. Notaba mi vista un tanto nublada pero sólo quería salir de allí. Me apoyé contra la puerta un poco mareada y se puso detrás de mí.
- ¿Estás bien? Le notaba contra mi espalda, notaba como se le ponía dura mientras la apretaba contra mi culo.
- Sí, sí, me voy.
Salí de allí y me metí en el coche. Lo arranqué y cuando fui a tirar marcha atrás aceleré sin querer y le tiré la moto al suelo. Me quedé blanca... dios, si mis padres se enteraban de que había tenido un accidente el primer día que cogía el coche me matarían. Salí del coche y vi que, afortunadamente el coche no tenía ningún problema. Respiré aliviada y entonces vi la moto: estaba destrozada. Juan salió y me dijo:
- Vaya... parece que tenemos un problemilla.
- Juan, lo siento, no lo he hecho a propósito, yo...
- Tranquila... no hay nada que no arregle el seguro. Además... el coche lo tienes como nuevo.
Vio mi cara de preocupación y entonces sonrió y dijo:
- ¿Qué pasa? ¿Qué no quieres que se enteren tus padres?
- Te pagaré la reparación pero es que si se enteran mis padres me matarán.
El sonrió y dijo:
- Mira, podemos hacer un trato: si me haces las tareas domésticas durante un mes por las tardes yo no diré nada.
Me quedé mirando. No era la ilusión de mi vida pasar las tardes con ese viejo asqueroso pero... era mejor que que mis padres me quitaran las llaves del coche.
- Está bien. Lo haré.
- Tranquila. Vamos a disfrutar mucho este mes... te lo garantizo. Ven mañana por la tarde y tráete si quieres el bikini... entre faena y faena puedes darte un baño.
Por primera vez me pasó algo extraño. Todavía me sentía un poco confusa por el whisky pero... esas palabras me sonaron tan repugnantes como excitantes. Me subí al coche y paré a mitad camino... me sentía sucia pero a la vez muy excitada... me sorprendí sintiéndome un poco mojada y empecé a acariciar mi clítoris pensando en lo cachondo que parecía cuando me vio aparecer... empecé poco a poco y cuando me di cuenta estaba gritando en el coche como una loca. Cuando acabé ya no me sentía excitada... sólo sucia, así que nada más llegar a casa me metí en la ducha.
Afortunadamente para mí mis padres se marchaban a Almería todo el verano, así que no se enterarían de mis idas y venidas para saldar mi deuda.