El Despertar

Como dos amigos se convierten en amantes sin ser lo ningunio de los dos esperaba.

EL DESPERTAR

Voy a contaros una historia que me sucedió hace muchos años:

Siempre me gustaron los hombres, me enloquece su cuerpo, su olor, su fuerza, cada día era un tormento para mi, rodeado de hombres altos, hombres guapos, con ese remolino de vello en el pecho que tanto me gusta, salía a caminar y un festival de aromas me invadía las fosas nasales alterando una libido que a mis entonces 18 años ya esta alterada de por si.

Pero me toco crecer en una sociedad y con una educación judeo-cristiana donde lo ultimo que un hombre podía ser era gay, se que es duro decirlo pero era así, ahora las cosas ya son de otro modo, una locura de libertad invade nuestro mundo pero en los años 60 si eras gay y querías vivir sin problemas, lo mas sensato era aparentar ser uno mas, hablar de chicas y de futbol, fumar siempre con la mano izquierda y beber alcohol aparentando que era agua clara.

Pues así mi querido lector vivía yo, era lo que los hombres de entonces llamaban "un maricón perdido", pero me guardaba muy bien de mostrar a nadie mi otra cara, de cara a mis padres era un chico modelo, buen estudiante y brillante en los deportes, de cara a los amigos un súper macho, hablaba siempre de chicas y de cómo seria es sexo con ellas mientras me agarraba el paquete de una forma obscena para ilustrar mejor mis relatos, cuando en mi interior lo único que pensaba era en como seria el sexo con cualquiera de mis amigos, bueno con cualquiera menos con Juan, el era mas que mi amigo, era como el hermano que nunca tuve, alto guapo, de mandíbula cuadrada, moreno de pelo y piel, unos ojos verdes que te atravesaban con cada mirada, piernas y brazos robustas, cubiertos de un vello no exagerado pero súper varonil y excitante, un tórax definido por horas y horas de trabajo y deporte, ya que al salir de clase ayudaba a su padre en el almacén de materiales de construcción que estos tenían y los sábados por la tarde entrenábamos juntos en las pistas de atletismo de un pequeño campo cercano a casa..

Entre su vida y la mía no había secretos, el despertar a la pubertad lo habíamos hecho juntos, siempre estuve el corriente de su deseo por todas las chicas guapas del instituto, compartimos nuestras primeras pajas, y nuestras primeras revistas de sexo, el pensando en aquellas voluptuosas mujeres y yo en su sexo erecto ante tal visión, una vez intente gozar de él y le propuse como juego de amigos el masturbarnos el uno al otro perol se negó con un entre dientes jocoso de machito ofendido, estaba convencido que si le confesaba a Juan lo que rondaba mi cabeza nunca me aceptaría como era, o eso creía yo.

Tantas veces nos habíamos duchado juntos, al terminar los entrenamientos y mientras charlábamos de cualquier cosa yo miraba de reojo a cuantos hombre había a mi alrededor, a todos menos a él, a el no podía y no me atrevía a mirarlo, ya que era como mi hermano sin serlo, y aunque era consciente de la hermosura y perfección de su belleza física, no sabía, no quería o no podía mirarlo como hombre.

Así, en esa continua contradicción se desarrollaba mi vida, y así, en ese contexto ocurrieron los acontecimientos que cambiaron nuestra manera de vernos el uno al otro.

Tal y como he relatado al inicio, Juan era un gran amante de los deportes y de la vida sana, por lo que normalmente acostumbraba a correr por el parque y más de un fin de semana iba de acampada para disfrutar de la naturaleza, por eso cuando me llamo por si quería aprovechar dos dias festivos que teníamos para pasarlos en la sierra no lo pensé dos veces y le dije que si, supuse que dos días de acampada junto a mi mejor amigo me irían muy bien para tranquilizar mis ánimos y quizás para encontrar valor de contarle a mi amigo todo lo que me estaba pasando.

Por eso, muy temprano por la mañana pero a la hora acordada estaba yo frente a mi casa con ropa adecuada y mi mochila al hombro a punto de emprender la aventura, el paso a recogerme, puntual como siempre y con una mochila doble que la mía, ya que el aportaba una pequeña tienda de campaña donde pasaríamos la noche, entre risas y pequeñas historias nos dirigimos a la estación del tren que nos llevaba a nuestra pequeña aventura, el viaje se desarrollo sin ninguna complicación salvo que el día no era de esos con sol radiante, más bien era un día gris, llegamos a un pequeño pueblo cercano a Barcelona y en la ladera del Montseny.

Tomar un ligero almuerzo en un pequeño bar poco concurrido dado la temprana hora de la mañana y ponernos a andar en dirección al bosque fue todo uno, el día era gris y frío, y a pesar de nuestra charla alegre nos faltaba una chispa de luz que el sol no estaba dispuesto a regalarnos, aquel camino serpenteaba por un bosque no muy denso de pinos y alcornoques y la no muy lejana primavera se medio anunciaba por alguna que otra mata de ginesta que con sus flores amarillas daban un poco de colorido a aquel entorno gris, pero el camino se empinaba poco a poco y algunos peñascos salpicaban el paisaje a medida que ascendíamos monte arriba.

El cielo empezó a oscurecer y una llovizna suave nos salpicaba el rostro vaticinando que el tiempo no era todo lo bueno que esperábamos, después de una hora de marcha y ya monte arriba, una lluvia fría cayó sobre nosotros como un torrente, estábamos totalmente empapados y lo único que podíamos hacer era buscar un refugio rápido o nos veríamos en problemas serios.

Corriendo entre los árboles distinguí una pequeña cueva medio oculta entre las rocas, era como un entrante no muy profundo, no más de dos metros, pero el suelo estaba cubierto de una densa capa de pinaza seca, era justo lo que necesitábamos, nos refugiamos mientras un agua helada y torrencial caía densa y fuerte, estábamos totalmente mojados, teníamos un frío terrible y nuestras pesadas mochilas eran un cúmulo de enseres empapados de agua.

Afortunadamente los sacos de dormir estaban secos por lo que propuse a Juan unirlos formando un solo saco, quitarnos las ropas mojadas para que se secaran y meternos los dos juntos y darnos un poco de calor el uno al otro.

No era el momento de pararse a pensar en sexo ni tampoco lo había hecho, estábamos agotados, mojados y muertos de frío, fue quedarnos desnudos meternos en el saco doble que fabricamos e intentar dormir o cuanto menos descansar, el suelo cubierto de hojarasca, en su mayor parte pinaza seca y de un espesor de unos diez centímetros nos hicieron las veces de un colchón que en aquel momento nos pareció de lo mas confortable por lo que nos rendimos al sueño en apenas unos minutos, nunca antes me había dado cuenta de la tibieza de su piel, de aquel calor dulce y agradable que su cuerpo desprendía, ese inconfundible olor a hombre inundaba nuestras fosas nasales y supongo que una leve excitación ante la situación nos invadió a los dos al mismo tiempo pero el cansancio hizo que nos rindiéramos y caímos dormidos abrazados con el único sentimiento de descansar y esperar al otro día, al fin y al cabo éramos amigos, la situación no era muy corriente pero para nada habíamos sentido ni hablado nada sobre que pudiese ocurrir algo entre nosotros, más bien todo lo contrario.

Me medio desperté con esa extraña sensación de la humedad en la piel que te proporcionan las noches de verano, gotas perladas bañaban mi cuerpo y una tremenda erección me producía la sensación de tener calambres en la polla, estaba con la mente todavía un poco nublada, no terminaba de centrarme en lo que estaba pasando ni en lo que había pasado la noche anterior, Juan estaba abrazado a mí y su cuerpo estaba en el mismo estado que el mío, es decir, húmedo y excitado, nunca hasta entonces me había percatado de las dimensiones de su polla, además en ese momento estaba con una erección de campeonato y no podía precisar si estaba dormido o despierto pero lo que estaba claro es que los suaves movimientos de su cintura hacían que su sexo se rozara de una manera cadenciosa sobre el mío, las gotas de precum que brotaban de su capullo me empapaban y sus brazos rodeaban mi cuerpo en un abrazo fuerte y dulce al mismo tiempo, producía un suave murmullo casi imperceptible como si un sueño erótico lo tuviese en otro lugar y en otro momento, empecé a acariciarle la nuca haciendo suaves rizos con mis dedos mientras colocando mi boca casi en su oreja empecé a despertarlo con delicadeza.

Juan! Juan! despierta que ya es de día, se medio desperezo entre sueños y en ese gesto tan de hombre al despertar introdujo su mano entre las piernas para rascarse la polla, pero agarro la mía y no la suya, al principio y aunque fueron unos pocos segundos no se percato de la situación pero su reacción fue automática, me sujeto por los hombros y medio apartando la cabeza de mi cuerpo me miro a la cara con ojos de sorpresa y me dijo.. Que está pasando!, que es esto!

La verdad es que la situación era de lo más surrealista, dos amigos que nunca han tenido nada entre ellos y para más inri, uno homosexual oculto y el otro heterosexual, los dos desnudos dentro de un mismo saco de dormir, los dos abrazados y los dos con una erección de caballo, nuestras dos pollas erectas y palpitando la una luchando con la otra,

Juan tenia su mirada clavada en la mía, con la palma de su mano sobre mi pecho intentaba mantener una distancia ante lo incomprensible para el de la situación, pero mientras su mente decía una cosa su cuerpo reaccionada de otro modo, ante la tensión del momento hice un leve movimiento de cintura para desentumecer mi rigidez pero al hacerlo lo único que conseguí es que mi polla rozara con la suya produciendo una descarga eléctrica en Juan que se manifestó con un suspiro interminable, estábamos con la libido a flor de piel, nuestros cuerpos calientes destilaban olor a hombre y a sexo y aunque supongo que ninguno de los dos esperábamos aquello, había sucedido y no podíamos echar marcha atrás, en una fracción de segundo cerramos los ojos y nos lanzamos en un beso salvaje devorándonos mutuamente.

Éramos jóvenes y vigorosos, nuestra fuerza y potencia estaban reflejadas en nuestros cuerpos y nuestras pollas eran como mástiles que enarbolan la bandera del deseo, nos faltaban manos para acariciar, apretujar y descubrir nuestros más íntimos rincones, mis manos rodeaban con fuerza aquellos huevos duros y llenos de leche haciendo que Juan resoplara como encendido por un deseo hasta entonces oculto o desconocido.

Sentí como tu brazo acompasaba su balanceo sobre mi polla, la palma de su mano y sus dedos se deslizaban con dulzura sobre mi piel porque una mezcla de sudor y precum hacia las veces de lubricante erótico tal y como estuviésemos cubiertos de una fina capa de un ungüento desconocido y misterioso pero increíblemente excitante.

Unos fuertes jadeos anunciaban su pronto orgasmo, mi cabeza apoyada con mi frente en su hombro y mi vista fijada en su glande para gozar del espectáculo de la erupción de aquel geiser de vida, y en un instante explotó, mi boca semiabierta como diana marcada de tan fenomenal disparo sirvió de receptáculo a tan preciado proyectil, fueron seis trallazos soberbios los que salieron con fuerza mientras yo me descargaba entre su mano y su pecho, me desplome sobre el y mientras sus manos dibujaban mi cuerpo usando mi elixir como pintura yo acariciaba su cuello y su nuca dando suaves besos en esa débil frontera que separa el labio de la mejilla, escuche su voz entrecortada que me decía "TE QUIERO, POR QUE HEMOS ESPERADO TANTO".

Que paso después, creo que vuestra imaginación le podrá mejor final que yo.