El despertador

Estas dormida, afuera amanece, la brisa entra por la ventana y te arropas un poco mas, aun falta tiempo para levantarte y la cama esta en su mejor momento, calida, con la temperatura que te agrada.

EL DESPERTADOR.

Estas dormida, afuera amanece, la brisa entra por la ventana y te arropas un poco mas, aun falta tiempo para levantarte y la cama esta en su mejor momento, calida, con la temperatura que te agrada.

Me acerco lentamente, te abrazo, mi rostro queda pegado a tu cuello y mi cuerpo a tu espalda, mis manos lenta y pausadamente buscan tus brazos, los acaricio mientras subo por tu cuerpo y acaricio tus pechos, me pierdo en ellos, mientras mis labios te besan el cuello, atrás de la oreja, los hombros. Mi mano comienza a bajar busca tu cintura, aun duermes, pero entre sueños comienzas a sonreír, te sientes bien. Mi mano acaricia tus caderas y juega con la firmeza de tus glúteos, instintivamente y sin despertar volteas tu rostro hacia mí, beso tus labios suavemente, tus mejillas, paso mi lengua por tus labios entre abiertos y te beso delicadamente. La posición de tus caderas me invita a acariciarte más allá, y mis dedos se acercan peligrosa, pero decididamente a tu sexo. Mientras mis dedos hurgan en tus encantos, siento tu respiración agitarse y tu pulso se acelera. Tus caderas, glúteos, tu cuerpo responde a la estimulación, tus piernas se están entre abriendo y yo continuo abrazado a tu espalda jugando en tu sexo y besando tu cuello.

Estas húmeda, muy húmeda. Me llevo los dedos a mi boca, para sentir tu sabor, tu olor, para sentir tus jugos en mis labios. Regreso a tu sexo, juego en el, te preparo, introduzco un dedo en tu interior, ahora dos, estas muy húmeda y tus carnes invitan, perdiéndose mis dedos con la suavidad de tus jugos. Tomo tus caderas hacia mi, estas entre dormida y tu respiración delata que muy excitada. Murmuras no se que y tus glúteos quedan a la altura perfecta de mi miembro, lo acerco, paso mi pene por el exterior de tus sexo y lo enjuago en tu humedad, entro, sí, entro hasta el fondo, con suavidad pero viril, con la sensación de que se me va la vida en penetrarte. Entre despierta y dormida estas gimiendo, escucho tus gemidos y siento tu respiración pegado a tu espalda. Me muevo con suavidad, entrando lentamente y saliendo sin apuro, alterno movimientos suaves con un último empujón algo más fuerte, hasta llegar al fondo.

Que dulce despertar, me pides más, con urgencia, quieres mas, no sabes si estas despierta o soñando, pero te gusta el despertador, el sueño.

Me retiro un momento, estas inquieta y ansiosa. Me acerco de nuevo, mi pene, juega delicadamente entre los labios rosados de tu sexo, aumentando más y más tu agitación. Mientras, paso mis brazos y te volteo hacia mí, abro tus piernas al máximo, y ubico mis rodillas de modo de tener apoyo. Entonces, en un solo movimiento te penetro mientras me incorporo, alzándote con mis brazos y acompañando con un súbito movimiento de mi pelvis. Estas arriba de mí, montada en la punta de mi pene… y te dejo caer implacablemente, hundiéndose, uniéndonos hasta el fondo.

Una penetración profunda, intensa y tierna a la vez. Quedamos sin aliento uno instante, estas clavada en mi pene, casi sin poder creer, por inesperado y súbito despertar, el placer que estas sintiendo ha logrado sorprenderte. Abres tus ojos y tu boca, nos miramos y quedamos los dos inmóviles, como flotando, unos instantes que parecen eternos. Nos besamos, nuestras lenguas se confunden en un abrazo y nuestros labios son uno. Estoy dentro de ti, muy dentro de ti, llegando hasta el fondo de tu interior.

Te abrazo con fuerza, estrechando tus tiernos pechos desnudos contra mi pecho, sintiendo el alocado latido de tu corazón. Y entonces comienzo a hacerte girar despacio, haciendo eje en mi pene, mientras subes y bajas lentamente. Tu cuerpo pierde el control. Te siento estremecerse incontrolablemente y allí, a centímetros de mi oído, me regalas, un gemido, otro y otro, anunciado el placer que delata todo tu cuerpo.

Ahora te acuestas, lentamente tomo posición nuevamente, acercándome a esa cueva mágica que me hipnotiza y que se abre jugosa, rosada y tierna, palpitante de excitación. Con mi pene comienzo a acariciar los sonrosados labios de ese lugar sagrado, que desborda lujuria, pasión descontrolada, donde me pierdo, sin regreso y sin querer regresar. Tomo con delicadeza tus tobillos y elevo tus piernas sobre mis hombros. Veo en tus ojos una mirada interrogante, llena de morbosidad, viéndote vulnerable y expuesta. Observas con atención cómo mi pene se ubicaba delicadamente, entreabriendo los labios de tu vulva. Cuando rozo de nuevo tu clítoris, te estremeces una vez más, tus ojos ahora arden de anticipación y deseo. Te penetro una vez más, hasta el fondo, y rápido me retiro. Me inclino sobre ti y te abrazo con ternura, me ubiqué de nuevo y entro, esta vez suave y lento, pero firme y seguro, y no me detengo hasta llegar al fondo. Allí me quedo, sin moverme, notando cómo tu cuerpo se estremece. Me muevo un poco en tu interior y ciento como aprietas mi pene, me abrazas con fuerza, buscas mas, tus movimientos aumentan, ahora tú llevas el ritmo y te descontrolas, tu orgasmo se confunde entre tus gemidos y nuestros imparables besos.

Nos quedamos en silencio largo rato. Me abrazas y veo en tus ojos el placer dibujado, haciendo juego con una sonrisa de satisfacción, y ahora resueltamente tomas la iniciativa, giras ágilmente y te colocas sobre mí. Ahora nuevamente quieres el control y te siento tomar mi pene y buscar con él la entrada de tu ardiente volcán, y cerrando los ojos encendidos de deseo, te dejas caer, hundiéndote hasta el fondo. Te mueves instintivamente, con un lento y sensual giro de tus caderas por cada rincón de tu profundidad, ubicándote y sintiendo al máximo mi pene dentro de ti. Te quedas quieta un instante, aprovecho para contemplarte. Estas hermosa, desnuda, libre, los ojos entrecerrados, lamiéndote los labios, el rostro desbordado de placer, tus pechos oscilando levemente como te gusta, las aréolas inflamadas, los pezones insolentes, erectos. Y mi pene profundamente insertado en su ardiente vagina. Alzas tus brazos y te echó hacia atrás, tus manos estrujan tus cabellos, y comienzas a cabalgarme alocadamente, ofreciéndome el vaivén de tu cuerpo, tu rostro encendido, el oscilar increíble de tus pechos. Tu boca se abre en un gemido largo de placer y triunfo a la vez, y así llegamos juntos, en una lucha salvaje y tierna de lujuria y pasión descontrolada.

Te derrumbas sobre mi pecho. Sonríes, has despertado. Hoy tuviste un alegre, inesperado y placentero despertador