El deseo prohibido de mi marido

En algunas circunstancias un ataque de celos puede reavivar la pasión en la pareja.

El deseo prohibido de mi marido

Me llamo Julia y tengo 53 años, soy alta, morena, más bien ancha pero musculosa, con un culo gordito, y unos pechos grandes operados, me gusta cuidarme, dedico gran parte del día a mantener mi cuerpo bonito, a diario voy al Gym, tres días a la semana hago aerobic, masajes y por supuesto, estéticas y peluquerías.

Mi marido, Alberto es un rico empresario con 68 años, dueño de un hotel y varios restaurantes, eso me permite no tener que trabajar y tener más tiempo para cuidarme.

Tenemos un buen nivel de vida, una gran casa en las afueras de la ciudad con piscina y pista deportiva.

Alberto me contrató un entrenador personal para que me asesore y me mantenga en buena forma física, también adecuó una sala del chalet con varios aparatos para hacer gimnasia y una camilla para los masajes, así no tendría que desplazarme tanto a la ciudad, tampoco le hace mucha gracia que ande exhibiendo mi cuerpo todo el día por ahí, él es muy celoso y le gusta tenerme en casa.

Nosotros tenemos una buena relación sentimental, nos compenetramos muy bien, somos muy fogosos en la cama, mi marido a pesar de ser mayor que yo, me hace disfrutar, sabe bien lo que me gusta en el sexo, claro que cuando nos casamos teníamos sexo a diario e incluso más de una vez, con el tiempo y la edad, tengo que conformarme con una o dos veces a la semana, y gracias a unas pastillitas azules, hacen que el miembro de Alberto se mantenga duro más tiempo, y nos haga disfrutar mucho más.

Todo iba sobre ruedas hasta que en un chequeo rutinario a mi marido le detectaron una pequeña arritmia cardíaca, y el médico le prohibió que tomara pastillas para fortalecer la erección.

Aunque continuamos todas las semanas con nuestras relaciones y otras prácticas de sexo, echamos de menos las buenas erecciones de Alberto que tanto disfrutamos.

Por mucho que necesitaba un buen revolcón, no pasaba por mi cabeza ser infiel, primero por mi amor a Alberto y segundo sabiendo lo celoso que es, no lo soportaría y me apartaría de su lado, perdiendo el nivel de vida al que estoy acostumbrada.

El único abismo de infidelidad que me podía permitir, sólo era en mis fantasías, cuando el masajista relajaba mi cuerpo con sus manos, yo cerraba los ojos y alguna que otra vez me sentí húmeda.

Raúl era un profesional del masaje, un joven fortachón de 25 años y acostumbrado a poner sus manos en muchas mujeres más jóvenes que yo.

Todavía recuerdo en sus primeros masajes como se quedó alelado al contemplar mis grandes pechos. Aunque él recomendaba  permanecer desnuda para dar sus masajes, yo siempre conservaba las bragas que en algún momento puntual  las apartaba para masajear mis nalgas.

Recordé una ocasión en la que mi marido llegó del trabajo, se asomó a saludar cuando estaba yo en uno de esos masajes que me dejaba medio trastornada, lo noté muy nervioso y excitado.

Al salir de la ducha envuelta con una toalla, me estaba esperando en la habitación muy alterado con un ataque de celos gritándome con unos insultos impropios de su clase.

Me arranco la toalla, me lanzo a la cama y me dio un tortazo en el culo,  al instante me pidió perdón,- lo siento perdóname, me puse muy nervioso-

-Dame otra vez!!-, le dije,

  • Cómo-?

  • Pégame!!, he sido mala- y me abofeteo el culo varias veces con las dos manos.

  • Otra vez!!- y me volvió a pegar.

  • Más fuerte cabrón que no vales ni para pegar-,

Se enfureció dando manotazos de un cachete a otro de mis nalgas gritándome. ¡Puta!, Puta!, hasta que dejó las palmas de sus manos señaladas en mi trasero, que lo puso rojo como un tomate.

De ahí pasó a darle una infinidad de besitos intentando calmar mis heridas, luego separó mis piernas, apunto su miembro a mi vagina que ya estaba muy mojada y de un golpe me penetró con coraje, sentí en mi interior la dureza de su pene, se le puso como en los mejores tiempos, mientras yo gemía una y otra vez sin poder articular palabra, él seguía las acometidas vociferando, Toma puta, toma!!, no se detuvo hasta que logró rellenar mi vagina de esperma, cuando yo ya había tenido varios orgasmos.

Sin pensarlo había descubierto una buena fórmula para excitarnos los dos y conseguir una buena erección de Alberto, aunque para ello tuviera que provocarle un ataque de celos, y con el miedo a la posible reacción de mi marido.

El sábado noche fuimos al hotel de Alberto, a una fiesta de gala con los socios de mi marido, me compré un vestido para la ocasión, estaba exuberante y provocativa, con un traje corto de color rojo para lucir mis piernas, y tacones altos, el vestido lleva un gran escote que resaltan mis pechos que yo lucía sin sujetador, era el deseo de muchos hombres y la envidia de alguna mujer.

Después de la cena tomamos unas copas y bailamos un buen rato, Alberto se sentó a descansar mientras yo seguía dando botes en la pista de baile, se me pegó un chico a mi espalda bailando a mi ritmo, giré la cabeza y le sonreí al sentirme acompañada, al poco tiempo me agarró de la cintura pegando su cuerpo al mío, puso su pelvis en mi trasero para bailar los dos al mismo son.

Al terminar la canción salí a la terraza a tomar aire después del esfuerzo del baile, el chico me siguió, comenzó adularme con piropos, me sentía muy alagada y asentí sonriendo algo ruborizada.

Se le veía muy musculoso, me comentó que algunos días coincidió conmigo en el Gym, me vio con mallas y body con lo que pudo vislumbrar un cuerpo espectacular.

Se puso frente a mi sonriendo, con su cara pegada a la mía, apretó mi culo con su mano y me besó en los labios, me di la vuelta inquieta dándole la espalda, se pegó a mí besándome el cuello, deslizó la mano por mi escote hasta adentrarse por debajo del vestido acariciándome un pecho.

Oí como me llamaba Alberto desde la puerta de la terraza, me despedí del chico con un beso en el cachete y fui al encuentro de mi marido.

Con gesto serio me preguntó quién era mi acompañante y le dije que un compañero del Gym, puso cara de incredulidad y nos fuimos a una habitación del hotel para no tener que conducir de noche.

Nada más entrar en la habitación, me dio un empujón quedando al borde de la cama con la cintura apoyada en el colchón y las rodillas en el suelo, me subió el vestido, bajó las bragas y comenzaron los tortazos en el culo cada vez más fuerte, descargaba su ira en mis nalgas.

-Cariño no me pegues, no hice nada malo-,le dije.

  • Te gustaría follarte a ese del Gym? Puta!!- me dijo muy alterado.

  • Sí, contesté, está muy bueno-.

Volvió a darme tan fuerte en el culo de manera que me salió puntitos de sangre, en ese momento paró, se bajó el pantalón, sacó el pene muy erecto y durísimo ,me penetró de un golpe y se quedó dentro un buen rato sin moverse, me sentí rellena y excitada, este juego era cada vez más placentero.

Con suavidad acarició mi trasero con las dos manos para calmar mis heridas, sin apenas moverse expulsó el semen en mi interior, agachó la cabeza a mi entrepierna y fue lamiendo mi vagina con el esperma que iba saliendo del interior, eso me dio un gusto enorme.

Fueron pasando las semanas y  no se dieron las circunstancias idóneas para provocar una situación de celos, nuestra vida amorosa fue perdiendo intensidad, y rehuíamos nuestros encuentros por miedo a que no fueran muy satisfactorios.

Un buen día, recibí un WhatsApp de un número desconocido, resultó ser del compañero que conocí en la fiesta del hotel.

Me dijo que consiguió mi número en el Gym y tenía que hablar conmigo, para ofrecerse como mi entrenador, porque el que yo tenía se fue a trabajar a otra ciudad.

Al día siguiente quedamos en el hotel donde nos conocimos.

Le dije a mi marido que iría a la ciudad a contratar al nuevo entrenador personal.

Llegué a la cafetería del hotel, sentado en una mesa del fondo estaba él, se levantó me besó en el cachete y me invitó a sentarme.

-Qué vas a tomar-? Preguntó

-Un té- contesté.

Cuando terminé el té, me propuso subir a una habitación donde hablaríamos más tranquilos, porque yo era muy conocida en el hotel y podríamos dar que hablar.

Me parece bien, pero prometes que no me pedirás nada más, dije.

Te prometo que no pasará nada que tú no quieras, aunque a decir verdad si me gustaría ver tú cuerpo, por el simple interés gimnástico.

  • Si te vale, te lo muestro en ropa interior y nada más-

  • Me vale-

Se dirigió camino al ascensor y a los pocos minutos le seguí.

Sentado al borde de la cama esperaba deseoso a que empezara a desnudarme, desabroché lentamente los botones de la blusa dejando ver un sujetador blanco de encaje semi  transparente, que dejaba entrever unos pezones oscuros y marcados, bajé la cremallera de la falda dejándola caer al suelo, apareciendo ante sus ojos unas bragas blancas a juego con el sujetador, me giré mostrando el trasero, solo tapado por un encaje translúcido, dejé mis prendas en una silla en la cual me senté, me quité los tacones y deslicé mis pantis lentamente desde mis muslos hasta los pies, le hice un pequeño pase de modelo de derecha a izquierda girando el cuerpo lentamente en su cara.

-Merece la pena el esfuerzo que haces por conseguir un cuerpo así-.

  • Estás bellísima y unos pechos lindos, no parecen operados-,me dijo.

  • Quedaron muy bien,  tuve que operarlos, los tenía muy feos y un poco caídos, sólo se diferencian un poco en el tacto-, contesté.

  • El tacto por qué?, nunca he tocado unos pechos operados-.

Me desabroché el sujetador y mostrándole las tetas le dije:  Anda tócala a ver qué te parecen-. - Están preciosas, y el tacto es muy agradable, me gusta!!-.

  • Por lo que dejan ver tus bragas, parece que vas totalmente depilada-.

-Si, no me gustan los vellos, me depilo a menudo el cuerpo entero-.

  • Sólo me faltaría ver ese maravilloso pubis, para cumplir totalmente mi deseo-.

  • De eso nada!!, yo en pelotas y tú no me enseñaste nada-.

Antes de que pudiera explicarme bien, se desnudó por completo, dejando ver para mi asombro, un cuerpo musculoso, bien fornido, con unos abdominales marcados y  un enorme pene.

Guau! exclamé, nunca vi uno tan grande.

  • Anda!!, tócalo verás como se  pone más grande-

  • Pero si ya está muy grande-

  • Venga!!, sólo un poco, tócalo para que veas-.

Me acerqué, puse la palma de mi mano debajo de su miembro como para calibrar su peso y aún creció un poco más.

Creo que esto debe doler a las mujeres, aunque también las puedes hacer disfrutar, le dije.

  • Si tú quisieras podríamos probar a ver qué tal-

-Imposible, mi vagina es pequeña, estoy acostumbrada al miembro de mi marido, que más bien es pequeño-.

  • Hacemos una cosa, me siento en la silla y tú te sientas encima de mí, té la metes un poco y cuando te incomode te sales, así sales de la curiosidad-.

  • Es muy apetecible y llevó mucho tiempo sin recibir un buen pene, pero no me atrevo, perdóname, si quieres te masturbo para ayudarte a bajar el calentón-.

  • Ven aquí!!, sólo un poco de verdad-

Me puse de espaldas a él, colocó su pene en la entrada de mi vagina, y fui bajando poco a poco hasta saber cuánto me entraría, bajé y bajé hasta sentarme en su pelvis, era increíble sentirla entera dentro de mí, no quería moverme, me quedé así un buen rato disfrutando de la sensación de ser penetrada por un gran falo.

Él no podía moverse conmigo sentada encima, pero necesitaba movimiento para excitarse y aunque yo estaba en la gloria, me levanté lentamente hasta casi sacar todo el pene de mi interior y dejarme caer de  golpe de nuevo encima, le sensación fue increíble, me sentía rellena de placer, no recordaba nada igual, seguí subiendo y bajando cada vez con más fuerza, perdí la cuenta si tuve dos o tres orgasmo.

Deseaba que no se terminara nunca, pero al poco rato fue inevitable sentirme invadida por su esperma.

Nos dimos un gran beso, nos vestimos, él se quedó en la habitación, yo fui camino del coche para regresar a casa, al despedirnos me preguntó cuando volveríamos a vernos.

-!Nunca!-   contesté.

Llegué a casa, vi a mi marido esperando en la ventana, observando como aparcaba el coche.

Entré en casa aterrada, por si él sospechaba lo que me sucedió en el hotel, me puse muy nerviosa, todavía con temblores en las piernas.

Haciéndome la despistada me fui directamente a la ducha, cuando ya estaba desnuda entró en el cuarto de baño dando un empujón a la puerta, me agarró por detrás gritándome al oído,

  • Donde has estado tanto tiempo-?

  • Ya te dije, hablando con un entrenador del Gym.

  • Sólo hablando?

  • De verdad cariño, me propuso ser mi preparador físico.

  • Sólo eso te propuso?

  • Créeme amor, yo sólo quiero contigo.

Me abrió las piernas, apoyé las manos en el lavabo para no caerme, agachó la cabeza a la altura de mi trasero y empezó a inspeccionar mi vagina, metió la nariz husmeando como un perro.

  • Hueles a polla, puta!! me gritó.

  • No digas chorradas cariño, es sudor.

Desconcertado  comenzó a dar unos lametones a mi vagina, lo que me dejó inquieta por si encontraba restos de esperma.

Luego me inspeccionó el culo, primero me olió y después lo chupó.

  • Te follo por el culo?, cerda!!

  • No cariño, de verdad que no.

  • Abre bien las piernas, puta!!

  • No!!, por el culo no!!, por favor!!

Me separó las piernas, apunto el pene a mi boquete, que estaba muy cerrado, a mí nunca me gustó hacerlo por ahí, lo tengo muy pequeño y me duele mucho.

Empujó y empujó sin éxito, pues aunque su pene no es muy grande, mi esfínter continuaba cerrado.

Cada vez más excitado, me gritaba,

  • Abre el culo, perra!!-

Golpeaba mi culo con las manos desesperado hasta que consiguió meterme el glande.

Ahí!!, grité, -sácala cabrón, que me duele mucho-

Se fue lubricando mi ano con el líquido seminal y con varios empujes logró meterla entera.

Se llevó un buen rato follándome por el ano, mientras seguía con los insultos hasta que por fin se corrió, rellenando el interior de mi trasero con esperma caliente.

Me metió la polla en la boca para que la limpiara, Sacó la correa del pantalón y me dio con fuerza en el culo, ¡¡zas!!

  • Ahí!!, grité, no me pegues.

  • Se la chupaste al entrenador?, zas!!

  • Ahí!!, No!!

  • Se la chupaste?, zas!!

  • Ahí! que no.

  • Chupa, como se la chupaste a él.

Me siguió dando correazos en mi trasero, hasta que consiguió que le dijera que sí.

  • Siii ¡!!,le comí toda la polla al entrenador-

Lo sabía, puta más que puta, gritó.

Cuando se relajó, salí del baño temblorosa y fui al dormitorio, me acosté en la cama enrollando todo el edredón por mi cuerpo y no asomé ni la cabeza.

Nunca había tenido un día tan intenso como el de hoy, primero un gran pollón me invadió toda la vagina y después, mi primera follada por el culo, con el trasero al rojo vivo de una paliza y unos cuantos orgasmos.

Totalmente exhausta, me quedé profundamente dormida.

Eran las diez de la mañana cuando mi marido se acercó a la cama y me despertó, me trajo  una bandeja con el desayuno, una rosa roja y una cajita con una pulsera de brillantes, con la que llevaba antojada hace tiempo.

  • Cariño, desayuna que a las once viene tú masajista, si estás cansada le digo que suba al dormitorio.

  • Si, mejor, no tengo fuerzas ni para vestirme.

  • No te olvides de llamar al nuevo entrenador del que me hablaste ayer, dile que venga a casa, quiero conocerlo.

LUNAMER