El deseo de Marta

Así fue como Marta encontró el morbo que necesitaba en su vida.

Era un día de verano, a finales de agosto, habíamos quedado con una pareja de amigos (Edu y Maribel) para ir a la piscina. Dejamos que ellos eligieran el lugar y nos llevaron a una piscina muy tranquila, apenas había gente para ser sábado; era un lugar perfecto, yo odio las aglomeraciones.

Nos conocimos hace seis años, en una de esas cenas de empresa; mi marido y Edu trabajan para la misma empresa aunque en distintas localidades.

Edu es un chico muy simpático, además de hablador y atrevido, se atreve con todo sin parecer importarle las consecuencias de nada. Maribel, además de todo eso, es una chica muy sensual y "caliente", se ve que disfruta provocando. Creo que los dos hacen una pareja perfecta, en ellos la sensualidad y el morbo están presentes, y su lema bien podría ser: "vive la vida que son cuatro días ".

Por cierto, yo soy Marta, tengo 40 años recién cumplidos y en mi afán de no querer llegar a la crisis de los 40, en la que según mis amigas que ya llegaron a esa edad, se pierde todo: las ganas de vivir la vida, el apetito sexual, la forma física,…….. Y si te descuidas hasta el marido, (perdonad las que para nada estéis de acuerdo con esto, pero es lo que mis amigas me hicieron creer), como decía en mi lucha por no caer en tan temida crisis, este 24 de agosto, me deje llevar por mis sentimientos, por mi fantasía, por mis instintos más básicos, por……..por, en fin, qué más da, el caso es que mis deseos se convirtieron en el comienzo de una nueva forma de vivir la vida.

El día anterior por la noche me conecté al Messenger en busca de Edu o Maribel, teníamos que fijar la hora de salida. Edu estaba conectado.

-¡Hola!

-Hola Marta. ¿Cómo estás?

-Bien, mañana nos vemos no?. A qué hora quedamos?. Te parece bien a las 11?

-Siiiiiiiii, estoy deseando verte niña.

-A mi?.

-Sí, a ti. Sabes que tengo ganas de ti. Y sé que tú a mí también me deseas.

-Pero ¿qué estás diciendo?, yo, desearte a ti. Jajajajaja

-No te hagas la loca. Sabes que esas miraditas tuyas……. me provocan, me pones malo niña.

Yo no me hacía la loca, realmente estaba loca por él.

Edu es un tipo alto y muy delgado, moreno, de ojos grandes de un color oscuro, sus labios carnosos insinuaban en cada palabra en cada sonrisa ¡bésame!. Es un tipo atractivo aunque demasiado delgado para mi gusto, se podían apreciar perfectamente cada una de sus costillas, y al contrario que mi marido, Edu no tenía nada de musculatura, eso sí, tenía mucho vello por todo el pecho, extendiéndose hasta el pubis.

-Yo no te provoco.

-Sí que lo haces, o no te acuerdas el año pasado en aquel restaurante donde Maribel y tú os quitasteis las bragas?.

UUfff me estaba poniendo húmeda con esta conversación;…….. Un tipo que me gusta me está diciendo que me desea y que le puse malo en aquel restaurante. En ese momento comencé a recordar:

Ocurrió el verano pasado, estábamos comiendo en un restaurante, recuerdo que estaba abarrotado de gente. Yo estaba sentada junto a Maribel y en frente nuestra estaban Edu y mi marido Carlos.

Yo llevaba puesto un vestido corto de color azul, con la espalda al aire y anudado en el cuello y con un escote en "v" delante, muy vaporoso; el vestido de Maribel era blanco de tirantes finos y ceñido al cuerpo, no llevaba sujetador por lo que la silueta de sus pechos firmes se insinuaban a través de la tela del vestido.

Lo estábamos pasando muy bien hablando y riendo; en un momento Maribel se dio cuenta de que Edu y Carlos se daban con el codo a la vez que con la mirada señalaban a una chica que estaba detrás de nosotras, Maribel en ese momento se volteó para ver que miraban y por qué tenían esa sonrisa pícara en la cara.

-¡Serán cerdos!. Están mirando el tanga de esa chica.

Yo me giré y vi que la chica estaba sentada y llevaba el pantalón tan bajo, que dejaba ver parte de su culito apenas tapado por la tira fina del tanga que llevaba.

Maribel se levantó, se acercó a nuestros maridos poniéndose entre medias de ellos dos y en un movimiento rápido les agarró a los dos por el "paquete", a lo que ellos respondieron con un sobresalto y un pequeño gemido de dolor.

-¿Qué miráis?. ¡ Sois unos cerdos!. Os vais a enterar de lo que es bueno. ¡Marta acompáñame al aseo!.

Allí en el cuarto de baño me propuso quitarnos la ropa interior. A mí me resultaba una idea excitante, me subí el vestido y me quité el tanga, ella hacía lo mismo mientras fijaba su mirada en mi sexo, a mi me daba corte mirar, pero el que ella así lo hiciera me excitaba, hasta el punto que cuando salimos de allí me notaba húmeda.

Nos dirigíamos de nuevo a nuestra mesa, ahora, sin ropa interior la sensación al andar era diferente; iba andando colocando una pierna delante de la otra presionando mis muslos entre sí, para que el roce de mis labios fuera mayor, estaba muy muy húmeda, podía notar como mi flujo salía ligeramente, impregnando la parte superior de mis muslos, estaba muy excitada y deseosa de tocarme.

Nos sentamos de nuevo en nuestro sitio.

-¿Queréis ver tanga? Pues aquí tenéis. –Dijo Maribel metiendo su mano en el bolso para coger el tanga que se había quitado y enseñárselo a nuestros maridos.

-No, no, no, espera.- La detuve antes de que pudiera sacarlo.

  • Os habéis quitado el tanga. No me lo puedo creer. –Dijo Carlos.

-Ah, ¿ no lo crees?, pues toma mi cámara de fotos y hazme una foto por debajo de la mesa. –Le dije con sonrisa picarona.

Me abrí de piernas y con mi mano separé mis labios para que mi chochito quedara lo más abierto posible y Carlos sin mirar disparó la foto. Hubo varios intentos antes de tomar una buena foto, con lo que, cada vez que me tocaba, apartando mis labios y metiendo mi dedo en la vagina mi excitación era mayor.

Miraba como Edu hacía fotos a Maribel y a veces, cuando mi marido no miraba me hacía gestos insinuando que abriera mis piernas hacia él, para hacerme fotos a mí también. Sé que él también se excitaba, me lo decía con esa mirada que me volvía loca.

Mi respiración se volvió más profunda, retenía el aire en mis pulmones para después soltarlo de forma entrecortada, notaba mi clítoris agrandado y mis dedos no dejaban de acariciarlo, para después abrirse paso entre mis labios y hundirse en lo más profundo de mi vagina. La expresión de mi cara dejó de ser risueña, y mi boca entre abierta dejo escapar un gemido. ¡Uff!. ¡Me estaba corriendo!.

Creo que los camareros en su ir y venir se percataron de lo que allí estaba ocurriendo, y también los de la mesa de al lado que nos miraban sonriendo y cuchicheando entre ellos. Pero nos daba igual, era divertido, excitante, morboso,…….; con lo tímida que yo soy nunca me imaginé que pudiera vivir una situación tan morbosa como ésta, además, tengo un marido un tanto celoso, pero me daba la impresión que se estaba divirtiendo igual que yo.

Carlos y Edu no dejaron de tirar fotos. Yo tengo las mías guardadas en un "pen", esas y otras muchas, no menos pornográficas, que nos hicimos cuando salimos del restaurante, y supongo que Edu también las conservaba, incluso las que a mí me hizo, para mirarlas en su soledad más íntima.

Poco a poco fuimos volviendo a la realidad, estábamos en un restaurante abarrotado de gente, la sensación de vergüenza nos invadió y salimos apresuradamente de aquel lugar.

Nos dirigimos en coche al paseo marítimo de la ciudad y como no encontrábamos aparcamiento, decidimos dejar el coche en un parking subterráneo.

La oscuridad del lugar, el no poder quitarnos de la cabeza lo que había sucedido hizo que Maribel y Edu, sentados en la parte trasera, no dejaran de tocarse y besarse. Carlos les miraba por el espejo retrovisor y yo miré de reojo, me daba un poco de corte verles en esa actitud.

Edu, sentado detrás de mí me desató mi vestido atado a la nuca, dejando al descubierto mis pechos, insinuando así que jugáramos nosotros también.

Mis pechos, aunque de un tamaño pequeño estaban duros y mis pezones sobresalían, a Carlos parecía que le gustaba aquella idea y no pudo evitar acercar su boca para lamer mis pezones. Miré hacia atrás y vi como Edu sacaba su verga, su enorme, pero que enorme verga que parecía estar húmeda, podía ver el brillo de su glande rosado. Me estaba poniendo muy muy caliente.

Yo no dejaba de observarles. El vestido de Maribel estaba ya en su cintura, dejando ver sus pechos, no eran ni muy grandes ni muy pequeños, tenían un tamaño muy en proporción al resto del cuerpo, estaban muy firmes y tenía unos pezones grandes de un color oscuro.

Edu se tumbó como pudo a lo largo en el asiento y Maribel, encima de él, restregaba sus pechos por todo su cuerpo, arriba y abajo, a la vez que su lengua iba saboreando cada rincón de su piel; después cogió su polla y la metió en la boca chupándola delicadamente, saboreando.

Yo estaba otra vez húmeda, observando aquella escena, veía como Edu me observaba con una expresión de deseo en sus ojos, el mismo deseo que yo sentía por él, por lo que mis dedos, hacía rato que se movían recorriendo todo mi sexo.

Carlos que también les miraba, se había sacado su polla y había empezado a tocarse ligeramente. Yo me incliné para comérsela. No era tan grande como la de Edu, pero estaba como una piedra y al meterla en mi boca notaba como se iba humedeciendo, como a cada movimiento de mi boca a cada roce de mi lengua, su glande se engrosaba cada vez más.

Sentía como se excitaba, como su respiración se aceleraba. También podíamos oír los gemidos de Edu:

-Uff, sigue, sigue,…….. ahhh que gusto,……….. No pares ahora.

Carlos me agarró por la cabeza acelerando mi velocidad, casi no podía respirar, pero notaba su glande a punto de estallar. Yo también estaba muy excitada, por un lado oía a Edu, por otro sentía la excitación de Carlos y mis dedos no dejaban de entrar y salir de mi vagina a la misma velocidad que entraba y salía la polla de mi marido en la boca.

Noté como salía el chorro caliente de la leche de Carlos, me saqué su polla de mi boca, para dejar que también salpicara mi rostro, giré ligeramente mi cabeza y comprobé que Edu también se estaba corriendo. Verlo a él correrse hizo que mis pechos se endurecieron aún más, una especie de escalofrío me subió desde la vagina, haciendo que cerrase mis piernas, apretase mis muslos quedando mis dedos atrapados ejerciendo presión sobre mi clítoris y la entrada de la vagina, un gemido salió de mí, así conseguí mi segundo orgasmo en ese día.

Por supuesto no faltaron las fotos, allí, medio desnudos dentro del coche, fotos que junto con las otras también conservo.

-Marta, estas?, sigues ahí? –Me escribió Edu, interrumpiendo mis recuerdos.

-Sí, sí. Aquí estoy. Perdona Edu.

-Qué vas a hacer esta vez para provocarme?

-Ja ja ja, iré sin bragas.

-No, no, eso ya no me vale. Tengo una idea mejor. Dejarás que toque ese chochito, me quedé con ganas la otra vez.

-En la piscina? ¡Tú estás loco!! Maribel y Carlos se darían cuenta.

-No te preocupes por ellos. Siempre encontraremos un momento en que podamos estar solos, en el agua, en el bar, en los servicios,

Esa idea me estaba poniendo nerviosa, por un lado me apetecía estar con Edu a solas, lo estaba deseando, y más aún después de saber que él también me deseaba a mí; por otro lado la idea de que mi marido Carlos o mi amiga Maribel nos descubrieran me horrorizaba.

Carlos y yo nos llevamos muy bien, confiamos mucho el uno en el otro, lo que hace que seamos felices en nuestro matrimonio; pero él siempre está muy pendiente de mí, por lo que me siento un poco agobiada, es como si invadiera continuamente mi espacio, y eso me asfixia; yo lo quiero muchísimo, a día de hoy es el hombre de mi vida, no entra ni siquiera en mis pensamientos más remotos mi vida sin él, pero necesito un poquito de espacio, un poquito de libertad, yo soy una chica muy morbosa y necesito dar a mi vida ese toque de fantasía hecha realidad.

Eran ya las doce de la mañana, habíamos tardado casi una hora en llegar a la piscina.

Soltamos los bolsos y la nevera, donde llevábamos unos bocatas y unas cervezas, ya que pensábamos pasar allí todo el día, cogimos un par de hamacas que había libres y colocamos las toallas, una en la hamaca y otra en el césped; me quité el vestido tímidamente, pues note como los ojos de Edu estaban fijos en mí; yo llevaba puesto un diminuto biquini de color blanco, con la parte de abajo anudada en mis caderas y por detrás dejaba asomar parte de mi culito. Hacía mucho calor y decidí darme un baño.

Dentro de la piscina apenas había unos niños jugueteando en el agua en la zona más panda. Me metí en el agua, me incliné hacia atrás para que el agua mojara todo mi pelo y cuando de nuevo me incorporé allí estaba Edu.

Sin hacer caso de su presencia comencé a nadar hacia la zona más profunda de la piscina; pero él consiguió llegar antes que yo y se colocó en medio, no dejándome alcanzar el bordillo, yo extendí mi brazo todo lo que puede hasta que conseguí sujetarme, Edu que seguía en medio metió su cabeza en el agua y se dejó hundir poco a poco a la vez que con sus manos iba acariciando todo el contorno de mi cuerpo.

Empecé a ponerme nerviosa cuando noté sus manos tocando el interior de mis muslos, abrió mis piernas, pasó por debajo y sentí como sus dedos rozaban mi sexo.

Me excitaba pero no me atrevía a seguirle el juego asique decidí alejarme nadando. Aunque de nada me sirvió, ya que sentí que su mano agarraba mi tobillo acercándome hacia él.

-¿Dónde vas?

-¡Déjame!, que nos van a ver

-Te deseo Marta. –Dijo apretando fuertemente mi culito con una mano.

Me quedé mirando fijamente sus ojos, yo también lo deseaba, pero no podía decírselo, mi cabeza me lo impedía, aunque mi corazón estaba loco por contárselo.

Su mano se dirigió de nuevo al interior de mi biquini, pasando sus dedos entre mis labios, buscando la entrada a mi vagina.

-Te gusta eh, no dices nada, eso es que te gusta, no hace falta que me lo digas, lo sé.

Sin decir nada aparté su mano, y metí la mía por dentro de su bañador cogiéndole su pene, deslicé mi mano muy despacio abajo y arriba a todo lo largo de su polla, apretando suavemente su glande y saqué de nuevo mi mano.

-Que mala eres. –Me susurró al oído.

Se acercaba gente nadando, era mejor salirse ya, asique me dirigí a la escalera y cuando estaba intentando salir, él rodeó mi cintura tirándome ligeramente hacia atrás, y me besó en el cuello, en el hombro, me dejó subir besándome cada parte de mi cuerpo que iba quedando a la altura de su boca.

Me dirigí a la zona de césped donde estaban Carlos y Maribel; noté que Carlos me miraba con cara seria.

-Hola,¿ qué hacéis?.-Dije.

-Y tú,¿ qué has estado haciendo tú?. –Dijo Carlos con un tono de voz un tanto sarcástico.

-¿Yo?, nada.

Estaba segura de que él no podía haber visto nada de lo que había sucedido, desde donde estábamos era imposible ver el interior de la piscina.

-Y entonces ¿qué le ha pasado a tu bañador?

-¿A mi bañador?. –Miré hacia abajo cuidadosamente pero no vi nada.

-Sí, lo tienes mal colocado. Se te salen los labios por un lado.

Yo estaba toda depiladita, mi biquini era bastante estrechito, Edu me había estado tocando, por lo que miré más hacia abajo. Era cierto. Me lo coloqué enseguida e intenté disimular.

-Habrá sido al nadar.

Me tumbe en la toalla y en ese momento llegó Edu que hizo lo mismo colocándose a mi lado.

Estaba observando a Edu detenidamente cuando vi que llevaba un tatuaje en el brazo.

-¿Qué es? –pregunté

-Una daga. ¿Te gusta?

-Yo también tengo un tatuaje –dijo Maribel

-¿túuuuuu?-dije incrédula observándola de arriba abajo, sin apreciar nada.

-Sí, lo llevo aquí –dijo señalando la braguita del biquini. –Y pone "fóllame".

-Ja ja ja, a ver, no me lo creo, ¿se puede ver?.

En ese momento se sentó en mis piernas se abrió la braguita del biquini dejándome ver todo su sexo, afeitadito, sin pelos.

-Mira, ¿ves? Aquí. -Dijo riéndose, a la vez que se metía la mano y separaba sus labios.

Allí no había ningún tatuaje. En ese momento yo no lo puede evitar, sin pensar mentí mi mano y la toqué su sexo; estaba húmedo, lo que me hizo sentirme excitada. Entonces me guiñó un ojo, se levantó tapándose de nuevo y se dirigió a mi marido, que la observaba expectante queriendo saber si realmente tenía un tatuaje. Ella se acercó a él, hizo un ademán de querer enseñar el supuesto tatuaje, pero en vez de eso puso su mano agarrando por encima del bañador sus testículos, a lo que mi marido respondió con una encogida y un ligero gemido de dolor.

Maribel es una chica muy caliente, siempre estaba provocando, le gustaba manosear a mi marido, dándole palmaditas en el culo, acariciando sus musculosos pechos; quizás el cuerpo de mi marido invitaba a ello, definido y algo marcado, es de los que cuidan su cuerpo en el gimnasio, además sus ojos azules y sus primeras canitas en la sien, hacen de él lo que yo llamo "un madurete atractivo".

Físicamente ella es bajita y un poco rellenita, pero de unos pechos redondos y firmes, no demasiado grandes, pero si lo suficiente para que sobresalieran gran parte de ellos por la parte superior del biquini. Yo no podía dejar de mirárselos, sentía envidia de esos pechos, ya que yo soy bastante lisa, aunque eso sí, mucho más alta y delgadita. También se me iban los ojos a su culito respingón, que movía con cierta gracia al andar, fijándome en cada uno de sus movimientos, me parecían tan sensuales, que estaba empezando a preocuparme mi forma de mirarla.

¿Será que ahora me gustan las mujeres?, pensaba. No, no lo creo. A mí siempre me ha gustado estar rodeada de hombres, siempre he preferido la compañía masculina a la femenina, ellos siempre me han parecido mucho más divertidos, además, de una forma menos directa que Maribel, a mí también me gusta provocarles, con una mirada, una sonrisa,…..

Estaba envuelta en mis pensamientos cuando de pronto Maribel se tumba bocabajo junto a mí, en mi toalla.

-Anda Marta dame de este aceite la espalda, voy a ver si consigo coger un poquito de color.

Empapé mis manos del aceite bronceador y comencé a repartirlo por su espalda. Nunca había tocado una piel tan suave; me gustaba deslizar mis manos por ella, así que me acomodé, abrí mis piernas y pasando una por encima de ella, me senté en su hermoso culo y desaté su biquini para así facilitar mi trabajo.

¡Qué suavidad!. Masajeaba su espalda de abajo hacia arriba y luego volvía de arriba hacia abajo pasando mis manos por su costado, rozando ligeramente el comienzo de sus pechos.

-Uuuummmm, Marta sigue, cuánto tiempo hace que no me daban un masaje así. Sigue por favor.

Seguí un rato más y luego comencé a masajearle las piernas subiendo con movimientos circulares; su piel en esta zona también era muy suave y delicada. Cuando llegué al muslo no podía evitar que mis dedos se metieran por la cara interior de éste a lo que Maribel reaccionó separando más sus piernas y subiendo el culito en señal de que siguiera por esa zona.

Así lo hice, masajeaba sus muslos a la vez que con mis dedos rozaba su sexo. Decidí apartar un poquito su biquini y tocar su vagina. Estaba muy húmeda. Eso hacía que yo también me excitara y deseara probar esos labios, esa vagina; pero claro, me retuve, no estábamos en el lugar apropiado. Nunca antes había tocado a una mujer y me estaba gustando esa sensación. Tenía unos labios muy grandes, quizás debido a la excitación, yo metía mis dedos entre ellos hasta llegar al clítoris. Ella no dejaba de moverse, su espalada se arqueaba haciendo que su culito subiera abriéndome hueco para que mis dedos pudieran moverse con facilidad. Conseguí meter mis dedos en su vagina impregnándome de sus fluidos y ella soltó un gemido a la vez que tensaba todo su cuerpo aprisionando mis dedos. Su orgasmo consiguió que yo me excitara tanto que mi biquini quedase bastante mojadito.

-¿Te ha gustado el masaje?

-Si mucho, jamás me habían dado un masaje así,…… tan completo.

-Ni yo tampoco he dado nunca un masaje tan bueno.

-¡Ey! chicas,¿ qué bien lo pasáis eh?. –Dijo Carlos que junto con Edu habían estado muy pendientes de todo.

-¿Y nosotros cuándo?. –Preguntó Edu.

-¡Anda vamos a comer chicos!, que esto me ha dado hambre. –Dijo Maribel con cara de felicidad.

Nos sentamos a comer en un merendero que había a la sombra de un árbol.

-¡Uy! Perdonad. Tengo que ir al coche, me he dejado allí el móvil. –Dijo Edu mirándome y guiñándome el ojo, sin que los demás se dieran cuenta.

Entendí perfectamente su gesto, quería que inventara yo también una escusa y fuera tras él. Me puse nerviosa, no sabía que hacer, tenía miedo, mi marido ya había empezado a sospechar algo, al menos así me lo pareció, pero me resultaba una situación de lo más morbosa, aparte de que mi deseo era ese, estar con él.

Edu se levantó y se fue, mi corazón se aceleró.

-¡Ay!, tengo que ir al servicio, no me aguanto más.

Seguí los pasos de Edu a una distancia más que prudencial.

Los aseos y los vestuarios estaban todos juntos, al otro lado de la piscina, los de hombre a la izquierda y los de mujeres a la derecha, separados por un pasillo que iba a dar a la entrada del recinto, donde también se encontraba la taquilla.

Al entrar en el pasillo escuche la voz de Edu que salía de la zona de caballeros.

-Te estaba esperando. Sabía que vendrías. Entra que no hay nadie.

Lo primero que allí se veían era una fila de lavabos y frente a ellos los vestuarios; apenas había dos eran de un tamaño reducido y tenían un banco de láminas de madera y una cortina de color azul, que hacía de puerta. La zona de urinarios y duchas estaba justo al lado.

-Edu, no está bien hacer esto.

-Vale, pues tú no hagas nada, ya lo haré yo todo. Quiero que sepas lo que te deseo, quiero hacerte mía. –Me dijo tirando de mí hacia el vestuario.

-Edu, pero si Carlos o Maribel se enter……..

No me dejó acabar su boca comenzó a comerse la mía. Su lengua se metía ligeramente en mi boca y sus labios atrapaban los míos presionando suavemente, a la vez que con sus manos acariciaba mis pechos.

Me despojó de la parte superior de mi biquini, y bajó su boca hasta mis pechos, rozando con su lengua mis pezones que llevaban rato puntiagudos, los chupaba, los cogía entre sus labios presionando, lo que provocaba en mi una sensación de placer que hacía que mis pechos se endurecieran cada vez más.

De pronto se escucharon pasos que se dirigían a los lavabos, lo que hizo que apresuradamente corriera la cortina que aún estaba abierta; por más que tiré de ella no fui capaz de cerrarla del todo, por lo que quedó una pequeña rendija por la que puede ver a la persona que se acercó a lavarse las manos.

-Es mi marido. –Susurré a Edu a la vez que me subía en el banco, sin hacer ruido.

Edu ni se inmutó, no parecía importarle, porque sus manos comenzaron a recorrer el contorno de mi cuerpo hacia abajo hasta que me quito la parte inferior de mi diminuto biquini, a la vez que con su lengua recorría mi monte hasta llegar al clítoris donde se detuvo para lamer sin parar, esto hizo que soltara un suspiro seguido de un pequeño gemido ahogado, mi respiración se aceleraba a cada paso de su lengua.

Mi marido seguía por allí, le pude ver dirigirse a los urinarios. El hecho de que nos pudiera sorprender me ponía nerviosa, a la vez que más excitada.

Edu también estaba muy excitado sus dedos también se abrían paso en mi vagina buscando el famoso punto G. y lo encontró, vaya si lo encontró. Comencé a humedecerme excesivamente, podía oír el sonido del chapoteo de sus dedos en mi vagina. Ya no podía más, estaba a punto de correrme; acercaba su boca a la vagina para recoger mis fluidos que resbalaban a lo largo de su mano. Mi cuerpo entero quedó tenso durante unos segundos, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la vagina, y mi respiración se cortó durante unos instantes para dejar escapar un nuevo gemido ahogado. Fue un orgasmo de intenso placer.

Edu que estaba ya como una moto se quitó su bañador, cogió su polla, me bajo del banco y me dio la vuelta inclinándome hacia delante, e introdujo ligeramente su glande en mi húmeda vagina, para después embestir con fuerza. Podía notar la presión que ejercía su enorme verga en mi vagina. Sus movimientos eran lentos pero en cada embestida podía sentir como sus huevos, de un tamaño considerable, rozaban mi clítoris. Me excitaba muchísimo.

-Sigue,…….. No ….pares,………… ¡más rápido!, …………..¡más rápido!. –Le susurraba con voz entre cortada.

Ya le había perdido la pista a mi marido, no sabía donde estaba, no sabía si ya había salido o si aún estaba por ahí, la verdad es que el único sonido que provenía de fuera era la música que tenían puesta en todo el recinto de la piscina.

Su velocidad aumentó y con ella mi placer, comencé a gemir, no podía aguantar más en silencio , esos gemidos se fueron haciendo más fuertes, más intensos.

-¡Qué polla tienes!. ¡Joder como follas!.

De pronto noté una fuerte embestida quedando la pelvis de Edu pegada a mi culito durante unos instantes, su musculatura quedó tensa y un fuerte gemido salió de su boca, hasta que acabó sacando su polla y dejando caer parte de su leche en mi espalda; me di la vuelta y antes de que acabara, la metí en mi boca, saboreando su semen hasta que se quedó flácida.

Una mirada de complicidad invadió nuestros rostros y sin decir nada se limpió se subió el bañador, me besó en los labios y salió de los vestuarios.

-Puedes salir, aquí no hay nadie. –Me dijo.

Y se fue dirigiéndose hasta donde nos esperaban para comer Carlos y Maribel. Yo estaba temblando no sabía que podía esperarme ahí fuera, no sabía si mi marido nos había descubierto, así que esperé unos minutos antes de salir.

Al llegar allí todo parecía estar en su total normalidad. Estuvimos comiendo, riendo, hablando, pasándolo bien, como si nada. Creo que afortunadamente Carlos no se había dado cuenta de nada.

Acabamos de comer y Maribel y yo nos sentamos esta vez en las hamacas, dispuestas a tomar el sol, a relajarnos, quién sabe si a pensar en todo lo que estábamos viviendo ese día. Pero no tuvimos mucho tiempo para ello, Carlos se acercó a mi hamaca, abrió sus piernas dejando que la hamaca quedase entre medias de ellas y se sentó mirando hacia mí; Edu hizo lo mismo en la hamaca de su mujer.

Me sorprendió Carlos cuando empezó a acariciarme suavemente los muslos, separó la parte baja de mi biquini dejando ver parte de mi sexo y dijo:

-Mira Edu este es mi chochito, es bonito ¿verdad?, ahora es tuyo también ¿no?.

-¿Cómo dices?. –Dijo Edu con cara de sorpresa.

-¿Te gusta?, yo te lo dejo, somos amigos y los amigos lo comparten todo ¿no?.

Edu reaccionó haciendo lo mismo pero con las tetas de Maribel, apartó ligeramente su biquini y dijo:

-Estas son mis tetas, ¿quieres probarlas Carlos? Tú eres mi amigo.

No sé si Carlos llegó a saber algo, o no, de lo que ese día Edu y yo hicimos. La verdad es que si lo sabía, nunca me dijo nada y yo tampoco quise hacerle ningún comentario al respecto. Así fue como comenzamos a jugar entre nosotros. Así fue como mi deseo de vivir la vida de un modo diferente a mis amigas se iba haciendo realidad.