El deseo
Solía oler sus bragas...
Yo sólo tenía quince años, un chico tímido, solía coger de la cesta de la ropa sucia sus bragas, olerlas, con ese aroma de mujer que desprendían. También la espiaba cuando se duchaba, aquel cuerpo rotundo, blanco, casi marmoreo, aquellos senos amplios, de aureolas oscuras, de pezones desafiantes. Me masturbaba tardes enteras encerrado en mi habitación, soñando con ella, la veía por las mañanas en su camisón, adivinando debajo aquel cuerpo prohibido, la veia cuando por descuido pasaba por el pasillo solo con sus bragas y su sujetador, con aquél cabello que le caía en cascada por su espalda, su espalda pecosa.
Una noche la oí gemir en su habitación, asustado me levanté, mire por la puerta, estaba desnuda y su mano juguetabaen su entrepierna, su vello púbico aun en la penumbra, semejaba una selva con secretos por descubrir, se le espcapo un pequeño grito, me pasé toda aquella noche, masturbandome sin descanso.
Los veranos yo me levantaba en plena noche, para espiar por su puerta entrabierta, sabía que dormía desnuda, y veia su culo perfectamente redondo, veia sus hombros de una delicada forma, mi vida eran mis pajas soñando con ella.
Una no noche, Dios sabrá porque, no aguanté mas, me desnude, mi pene no era ya humano, era un trozo de acero candente, me fui a su habitación. Ella estaba desnuda, despierta, alargando los brazos al verme, susurro con voz de hembra deseosa, .-Te esperaba hijo, mi niño bonito.- Yo solo dije.- Madre...-Y me sumergí en su ser.