El descubrimiento de Daniela (II)
Los acontecimientos dan un vuelco y los protagonistas se ven arrastrados por ellos...
Daniela entró a su habitación y lo primero que hizo fue cambiarse las bragas. Las que traía puestas estaban completamente empapadas. Se las quitó y no dudó en cumplir la orden que había recibido. Nadie la veía, podía no hacerlo, pero una fuerza que no quería controlar la empujaba a obedecer y lamer el flujo que había impregnado el interior de las bragas mezclado con el semen de la corrida recibida.
Lamió la prenda íntima llena de fluidos y el sabor llegó hasta su cerebro. Ahí, dentro de su cabeza, estaban todas las imágenes de lo que había sucedido esa tarde. Arremolinadas, agolpadas, en desorden. Se debatía entre la confusión y el deseo. Lo que había pasado era inconcebible y desde luego que impensable tan sólo una semana antes. Todavía no era capaz de asimilar cómo Aurelio había podido dar ese giro de 180 grados y como ella había sido un juguete en sus manos.
De nuevo me estoy volviendo a adelantar y creo que lo mejor es que podáis entender cómo he podido pasar de escuchar una conversación sin sentido en un baño de la Universidad a ser Dueño de mi musa.
Decidí que esa conversación me debía servir como estímulo para saber qué estaba pasando entre esos dos. Esperé a que salieran del servicio y los seguí a una distancia prudencial. Salieron de la Universidad. Por lo visto Daniela se iba a saltar el resto de clases y yo no iba a ser menos. Se subieron al coche de Luis. Yo cogí mi moto dispuesto a ir tras ellos. La agilidad de mi moto me facilitaría la tarea de seguirles a una distancia prudencial sin ser visto. Como había imaginado, se dirigían hacia el polígono donde estaba el taller en el que el macarrilla trabajaba. Lo curioso es que en el pueblo en que se encontraba era festivo y por tanto el taller estaba cerrado. Aparqué la moto a una distancia prudencial y me escondí detrás de unos contenedores para no ser descubierto. Luis sacó unas llaves, abrió una puerta que parecía de las oficinas del negocio y entraron. En ese momento aproveché para acercarme hasta la ventana que daba al exterior y pude asomarme. No podía oir lo que decían pero sí verles con relativa tranquilidad de que ellos no me vieran a mí.
De nuevo no me gustó lo que vi. Luis tenía agarrada a Daniela desde atrás y con las dos manos sobaba sus tetas. A la vez le lamía el cuello. Nada de lo que hacía era ni sutil, ni delicado. Todos sus movimientos tenían un punto salvaje, primitivo. Era puro instinto animal. Su lengua dejaba rastros de saliva por los hombros de Daniela y a la vez mordisqueaba toda la zona. Dejó por un momento los pechos para bajar las manos y tirar del jersey que ella llevaba hasta sacárselo por la cabeza. Con un movimiento rápido y eficaz quitó el sujetador y, por primera vez, pude ver las tetas de Daniela. Eran tal y como las había imaginado mil veces en mis pajas. Dos tetas perfectas coronadas por unas areolas sonrosadas y rematadas con unos pezones que en ese momento estaban tiesos y alargados, duros.
Los dedos del gañán los pellizcaban y tiraban de ellos. Yo no podía oírlo pero por la cara de Daniela debía estar emitiendo gemidos. De pronto, Luis puso las manos sobre el botón del pantalón de la hembra que en ese instante manejaba. Lo desabotonó, bajó la cremallera y de un tirón bajó los pantalones junto con las bragas de Daniela hasta las rodillas. A propósito los dejó ahí, no quiso quitárselos. La imagen no podía ser más morbosa. Sin tan siquiera dejar que se diera la vuelta dobló el cuerpo de la chica hacia adelante hasta que ésta apoyó las manos en la mesa del despacho.
Él simplemente abrió su pantalón y se sacó el rabo. Era una polla poderosa. No cabía duda que sabía que tenía una herramienta digna de ser exhibida. Estaba tiesa. Lucía en todo su esplendor. Sin mucho protocolo, separó con su pie las piernas de Daniela y escupió sobre su polla. La saliva cayó en el capullo con una precisión que parecía fruto de repetir el gesto en múltiples ocasiones. De un golpe penetró el coño que se le ofrecía húmedo y dispuesto. Mi cabeza se debatía entre la excitación de la escena que estaba contemplando y la desolación de ver a mi amiga follada como un vulgar agujero. La que no dudaba era mi polla que estaba totalmente tiesa.
Luis embestía a Daniela. No eran simples penetraciones, eran puñaladas de polla. La estaba "apoyalando". Con cada movimiento sacaba y enfundaba toda la longitud del rabo en el coño. Daniela tenía la cabeza entre sus manos. Se dejaba hacer. De vez en cuando levantaba la cara y podía observar que estaba gozando de ser taladrada. Luis acompañaba los pollazos profundos con azotes que descargaba en las nalgas que tenía a su entera disposición. La blanca piel iba adquiriendo unos tonos rojizos que añadían lujuria a la composición. Al poco rato, sacó la polla del interior de Daniela y la puso de rodillas mirando hacia él.
Empezó a meneársela frenéticamente frente a su cara. Ella sacó la lengua como queriendo buscar su premio. Luis alternaba la paja con pollazos que daba en la cara y la lengua que tenía a su altura. Lo inevitable iba a llegar y llegó. Varias descargas de esperma atravesaron la cara de Daniela. El pelo, la cara, la boca, las tetas. Todas esas partes parecían haber sido objetivos acertados. Luis se mostraba orgulloso, polla en mano, con su presa arrodillada y marcada por su semilla. Pasó el rabo por la cara de la hembra, extendiendo el semen y dejando caer las últimas gotas. Daniela se afanó en recibir todo lo que podía en su boca y en limpiar la polla que le había regalado ese momento de pasión desatada. Parecía adorarla y al rato la dejó limpia del todo.
Muy al contrario, Luis no transmitía ni el menor gesto de cariño hacia ella. Se guardó la polla y sin más se dirigió hacia el fondo de la sala donde había una estantería con papeles y carpetas. Daniela, por su parte, se limpió como pudo, se vistió y se sentó en un sofá que había en la habitación.
Me quedé observándola fijamente. Su mirada se notaba un tanto perdida. Pensándolo bien, no sabía si se había corrido o no pero lo que parecía claro es que a su compañero eso le importaba muy poco.
Al pensar en Luis volví a reparar en él. Daba la sensación de estar buscando algo entre los documentos de la estantería. Al fin encontró lo que debía estar buscando, una pequeña caja metálica con aspecto de...¡caja fuerte! Nada más identificar el objeto saqué el móvil y comencé a grabar lo que sucedia. Se vio cómo sacaba un papel del bolsillo en el que daba la impresión de tener algo anotado. Rápidamente comprendí que era la combinación de la caja. Replicó lo que llevaba apuntado sobre la rueda de números de la combinación y, al momento, la caja se abrió. Metió la mano y sacó un fajo de billetes de 500 euros. No podía creer lo que estaba viendo. Estaba robando en el taller donde trabajaba y Daniela pasaba a ser su cómplice. Intenté mantener la calma pero reconozco que me estaba costando mucho trabajo. Todo lo que me importaba en ese instante era grabar perfectamente lo que sucedía. Luis guardó los billetes volvió a cerrar la caja y se dirigió a Daniela haciéndole un gesto con la cabeza indicando claramente que se iban. Inmediatamente paré la grabación, guardé el móvil y salí corriendo en dirección a la moto. Llevaba el corazón tan acelerado que creía que se me saldría por la boca. Llegué a la moto. Arranqué y salí de allí sin mirar hacia atrás pero completamente seguro de que la situación iba a dar un vuelco radical.
Al entrar en mi habitación, conecté el móvil al portátil y descargué el video para almacenarlo antes de nada. Una vez que se completó la operación me puse a verlo con la tranquilidad que no había tenido hasta ese momento. Las imágenes no dejaban lugar a la duda. Se veía todo perfectamente y se identificaba en ellas tanto a Luis como a Daniela. Tenía que pensar cómo gestionar el video para poder sacarle todo el partido posible. Estaba inmerso en mis pensamientos cuando el móvil me dió una alerta de WhatsApp. Era un audio de Daniela.
- Hola, Aure. ¿Qué tal estás? Me sabe muy mal lo que ha pasado entre los dos en estos días. No sé qué nos sucede pero no me gusta que estemos así. Echo de menos a mi amigo y parece que desde que te hablé de Luis te has distanciado. Hoy no te he visto en la Universidad aunque es verdad que también me he ido pronto porque no me encontraba demasiado bien. Llámame y quedamos. Tenemos que aclarar toda esta situación y volver a como estábamos antes.
Hace tan sólo unos días ese mensaje hubiera bastado para que yo marcase su número en ese mismo instante pero los acontecimientos se habían sucedido de tal forma que me resultaba casi imposible hablar con ella por el momento.
Me limité a escribir un escueto mensaje de texto.
- Hola, no te preocupes ya hablaremos. De todas formas voy a estar unos días sin ir por la Universidad. Un beso.
Al poco entró un nuevo mensaje, esta vez de texto, de ella.
- Bueno, te noto un poco raro. Espero que estés bien. En serio, tenemos que hablar...
Esta vez ya no contesté. Era evidente que no veía a Daniela con los mismos ojos. Y, además, había un detalle que me desconcertaba. Leerla y escucharla tan dócil y conciliadora me había vuelto a poner la polla tiesa. Ideas perversas rondaban mi mente y lo único que lamentaba era no haber grabado el polvo que habían echado esa tarde los tortolitos para haber amenizado la paja que estaba a punto de dedicarles.
¡ Estás loco! No sólo te estás metiendo en un lío sino que me estás implicando a mí.
¡ Pero qué dices! Este dinero nos va a venir de perlas. ¡Que se joda ese cabrón! Me tiene currando 12 horas todos los días en el taller y no me paga ni 1.000 euros al mes. Ahora me he cobrado los atrasos, la subida y los intereses.
- ¿Es que no te das cuenta de que lo que has hecho es un delito?
- Hemos - corrigió Luis. - Te recuerdo que tú estabas allí. Mi polla te lo puede confirmar, jajajaja.
- Yo no sabía nada. Creí que íbamos a follar y nada más.
- ¿Y para qué imaginabas que era la combinación de números que te enseñé en el baño? ¿Para rellenar una Primitiva? Mira, guapa, en esto estamos juntos.
Llevaba un par de días sin ir a la Universidad y ya era hora de aparecer por allí.
En el móvil volvió a sonar un mensaje. Era Daniela de nuevo.
- Aure, ¿quedamos esta tarde en la cafetería de siempre? Necesito decirte algo.
No contesté. La tenía donde quería y ahora no me iba a precipitar. Debía jugar mis cartas con maestría porque tenía todos los triunfos en la mano y no lo podía estropear por actuar atropelladamente. Me duché, me vestí y salí de casa.
Me sorprendió no ver a Daniela en toda la mañana. Quería confirmarle nuestra cita para esa tarde y eso lo estaba fastidiando. No tenía otro remedio que contestar al mensaje.
- Vale. Esta tarde a las 7 nos vemos allí.
No había pasado ni un minuto cuando me entró un nuevo mensaje.
- Genial. Hasta esta tarde.
La suerte estaba echada y ya no era cuestión de echarse para atrás.
Llegué unos minutos antes de la hora. Quería verla entrar y que se dirigiera hacia mí. Suena estúpido pero me daba cierta sensación de poder el hecho de que ella viniese hasta donde yo estaba. Por ese motivo elegí sentarme en la mesa del fondo, la más alejada de la puerta de entrada, así su paseo sería más largo y podría disfrutar más del mismo. Por eso y porque lo que le iba a enseñar en el móvil no era algo que pudiese estar a la vista de cualquiera y requería de cierta intimidad.
Entró puntual y, tal y como estaba planeado, pude disfrutar de la visión que me ofrecía caminando hacia mí. Llevaba un vestido azul marino, no era muy ceñido pero dejaba adivinar sus formas. Ahora no tenía que imaginar sus tetas ni su culo, ahora bastaba con recordarlos. Incluso fijando mi vista en la zona de su entrepierna podía intuir ese coño rosado y rasurado que hacía unos días había visto penetrar.
Levanté la mano para indicarle dónde estaba y nada más verme me devolvió el saludo acompañado de una sonrisa. Ya no veía esa sonrisa tan luminosa como antes. Ahora la recordaba con sus dientes pringados de lefa y la cara cruzada con chorros del mismo elixir.
- ¡ Hola, qué caro te vendes!
- Sí, he estado centrado en algunos temas urgentes .
- ¡Uy, qué misterioso! Jajajaja. Bueno tengo que decirte que me río pero no creas que tengo mucho motivos para hacerlo. Estoy metida en un lío y no sé muy bien cómo salir de él .- me dijo, cambiando su risa por una cara mucho más seria. - Resulta que Luis ha cometido una equivocación y creo que puedo verme implicada.
- Crees poder verte, no. Estás implicada .- dije, tomando la iniciativa y cortando de raíz su confesión.
- ¿ Por qué dices eso? No tienes ni idea de lo que te voy a contar. Es más, no lo acertarías ni en cien años.
- No sólo sé de lo que me vas a hablar. Es que tengo pruebas que lo demuestran.
La cara de Daniela se estaba volviendo del mismo color que la pared blanca que teníamos detrás de nosotros.
- No sé cómo puedes decir eso. Te aseguro que no he hablado con nadie del tema y dudo mucho que Luis lo haya hecho.
- No es necesario que nadie me cuente lo que vi con mis propios ojos. El otro día os seguí hasta el taller y pude observar todo desde un lugar privilegiado. No es fácil de olvidar ver a tu amiga siendo sometida por un chulo de gimnasio al que ofrece con toda facilidad lo más íntimo de ella. Ver cómo la usa con total libertad. Cómo la soba, la lame, la medio desnuda, la folla sin el menor gesto de cariño, la arrodilla y se corre sobre su cara mientras ésta limpia su polla con devoción.
A estas alturas de mi relato, Daniela estaba completamente hundida en su silla. Lo último que se esperaba era una descripción tan detallada de su encuentro sexual en el taller y menos que viniera contada por mi parte y de primera mano o primera vista en este caso.
No sabía qué decir. Estaba en shock. Nunca se lo había confesado pero siempre se había sentido fuertemente atraída por Aurelio y ahora sus más escondidas intimidades habían sido descritas por él con todo lujo de detalle. Qué podría pensar de ella después de ese episodio. Era todo tan confuso, tan irreal que parecía una pesadilla. Y eso que ni tan siquiera era lo que quería confesar a Aurelio pero ahora no sabía ni por dónde continuar.
- Mira, me parece fatal que nos siguieras y todavía peor que nos espiaras. Yo no tengo que darte explicaciones de lo que hago ni con quien lo hago. Luis es mi novio y es normal que tenga relaciones con él. Lo que no es normal es lo tuyo. Eso no es de ser un buen amigo. Además, eso no tiene nada que ver con lo que te iba a contar.
- Claro, imagino que de lo que querías hablar era de esto otro .- le dije a la vez que le pasaba mi móvil con el video del robo.
Los ojos de Daniela casi se salieron de sus órbitas a la vez que unas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas mientras veía las imágenes. Acabó de ver el video y pudo comprobar que se veía perfectamente que ella estaba presente en la habitación.
- Te juro que yo no sabía nada. ¿Cómo iba a imaginarme algo así?- dijo, secándose las lágrimas y devolviéndome el móvil.- Ahora ya sabes qué clase de persona soy. No soy la santa que todos creen ver en mí. ¿Qué piensas hacer con el video?
- Yo no estoy para juzgar a nadie. Pero ya que estamos de confesiones te diré que cuando veía a Luis sometiéndote de esa manera hubiera dado cualquier cosa por ser él.
- ¿De verdad? Pero si nunca has hecho ninguna insinuación al respecto. Si te hubieras decidido yo no te hubiese rechazado.
Aquel reconocimiento entró como un rayo por mis oídos, pasó por mi cerebro como un Ferrari y este lo envió a la velocidad de luz a mi polla que reaccionó de inmediato. Acababa de escuchar de boca de Daniela que se habría sometido a mis deseos de Dominación. Aún así conservé la calma. Quería transmitir seguridad en mí mismo.
- ¿Es eso cierto? Te lo digo porque si lo estás diciendo únicamente porque crees que puedo utilizar el video en tu contra te lo puedes ahorrar. Jamás haría algo así.
- Es totalmente cierto. No te lo había confesado porque no imaginaba que tuvieses esos deseos hacia mí. Pero creo que llegados a este punto es absurdo guardarse dentro algo que me corroe. Ahora estoy con Luis y te juro que lo que me retiene con él es esa atracción animal.
- Mis sentimientos hacia ti han cambiado mucho en estas semanas, Daniela. Ahora te veo únicamente como un objeto de deseo al que someter. Las cartas ya están encima de la mesa y boca arriba.
Daniela se revolvió en la silla ante las palabras de Aurelio. Nunca le había oído hablar así y en ella se estaban despertando sensaciones que creía extinguidas con respecto a su amigo.
- Voy a ser muy claro, Daniela, ya no tiene sentido andarse con rodeos. Como te he dicho no tengo ninguna intención de perjudicarte con el video pero otra cosa es lo que tengo pensado para Luis. A él sí que quiero hacerle ver el otro lado de las cosas. Ahora no te voy a explicar más sobre ese tema pero te aseguro que no voy a dejar pasar la ocasión.
Daniela se mordió el labio escuchando a su amigo en una actitud que nunca le había visto antes. Veía en él a esa persona Dominante que deseaba a la vez que apreciaba su mente sofisticada a diferencia de lo básico que era el bruto de Luis.
- Mi intención es que continúes con Luis como si nada hubiese sucedido pero nuestra relación va a cambiar a partir de este momento. Ahora va a ser mi voluntad la que controle nuestros encuentros y no porque tenga un video que te comprometa sino porque ambos deseamos que sea así.
Daniela se limitaba a escuchar pero en su interior miles de sensaciones se acumulaban y todas parecían querer salir por su coño que no dejaba de soltar flujo.
- Ahora nos vamos a ir de aquí. Y vas a obedecer en todo lo que te ordene.
Aunque nadie le había preguntado ella contestó con un sí rotundo.
- Sí, qué?
- Sí, Señor.
- Veo que has entendido perfectamente el lugar que nos corresponde a cada uno, zorra.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al soltar ese piropo a Daniela por primera vez.
- Sí, Señor .- repitió.
Salimos de la cafetería y nos dirigimos a un parque cercano y que a esa hora estaba completamente desierto. Aún así busqué una zona escondida en la que resguardarnos de cualquier mirada intrusa.
- Sácame la polla, puta.
Daniela obedecía sin rechistar. Sacó mi rabo del pantalón y esperó una nueva orden.
- Menéamela. Tu función será darme placer y yo me encargaré de que así sea.
Comenzó a pajearme con delicadeza. No era un acto de sumisión sino casi como de una relación de pareja. Pero no era eso lo que yo buscaba. Ya no. Ese tiempo entre nosotros ya había pasado.
- Abre la boca.
Según separó los labios, escupí dentro de su boca. Ella no lo esperaba y su cara de sorpresa lo dejó claro.
- Deja caer la saliva sobre mi polla.
De nuevo obedeció sin dudar.
- Me voy a divertir mucho contigo, zorra. Levanta tu vestido y separa las bragas con la mano libre. Apoya mi rabo dentro de tus bragas y no pares de menearla.
Daniela obedecía sin pestañear. Al separar las bragas comprobé que un hilo de flujo se quedaba pegado a la tela y unía esta con la raja de su coño. Se apreciaba el clítoris hinchado y los labios muy sonrosados. Estaba verdaderamente excitada con la situación.
- Me voy a correr en tus bragas para que te lleves un buen primer recuerdo mío.
Aceleró el movimiento de su mano sobre mi polla. Me estaba haciendo una paja de campeonato. Mi cuerpo estaba reaccionando al estímulo y toda mi energía se concentraba en derramar mi semen en la intimidad de Daniela.
- ¡Aaahhhh, me corrooooo! - Solté un alarido acompañado de varias descargas de leche que vaciaron mis huevos.
Daniela no dejó de mover mi polla hasta que salió la última gota de lefa.
- Coloca bien tus bragas y tu vestido.
Obedeció y guardó casi con mimo mi regalo en su entrepierna.
- Ahora vete a casa y cuando llegues abres el WhatsApp. Ahí tendrás unas órdenes para cumplir.
- Sí, Señor. Gracias, Señor.
Esas fueron las últimas palabras que cruzamos antes de separarnos.
Daniela llegó a su casa, abrió el móvil y allí estaba la orden.
Tan solo cinco minutos después me llegó un mensaje de WhatsApp al móvil.
- Señor, su orden ha sido cumplida.
Un archivo de imagen acompañaba el texto. La abrí y pude ver a Daniela rebañando con su lengua la mezcla de semen y flujo que se había formado en el interior de sus bragas.
Mi plan marchaba a la perfección pero esto no había hecho sino comenzar.
Lo que vendría después cambiaría nuestras vidas...
( continuará)