El descubrimiento de Daniela

La evolución de una relación a tres bandas y cómo los personajes van cambiando según avanza el relato.

La orden era clara y concisa.

- Dile a tu novio que te meta el plug en el culo y me envíe una foto.

Casi nada, y más teniendo en cuenta que su novio no sabía nada con respecto a su condición de sumisa ni mucho menos que tuviera una relación de sumisión con alguien, en este caso conmigo. Pero tal vez estoy empezando a contar la historia sin más y sería bueno poner algo de contexto para que todo el mundo sepa cómo se pudo llegar a esa situación.

Mi nombre es Aurelio y eso, que podría ser un dato más sin importancia, más allá de ser un nombre digamos peculiar, es una de las claves de porqué estamos en el punto en que nos encontramos. Soy un chico de 32 años, moreno y de complexión más bien normalita. Nadie se va a dar la vuelta en la calle para mirarme y mucho menos esas mujeres en las que tanto me fijaba al cruzarme con ellas. Lo cierto es que, si bien mi físico no me hace destacar, mi inteligencia sí que es algo de lo que me siento muy orgulloso. El único pero es que, como en las películas, suelo poner esa capacidad al servicio del mal. Me encanta ser perverso y manipulador. Es algo que no puedo ni quiero remediar. Pues bien, para no andar con más rodeos, os diré que en mi etapa de universitario conocí a Daniela. En ese momento los dos teníamos 22 años y un montón de aficiones en común. Solíamos quedar algunas tardes para dar una vuelta, ir al cine o tomar algo por ahí. Si bien nuestra relación nunca pasó de la mera amistad es cierto que yo habría estado encantado de que hubiéramos dado algún paso más. Ella era la típica descripción que harías del prototipo de mujer deseable. Una cara preciosa con sus grandes ojos marrones, sus labios carnosos y una dentadura luminosa que siempre resplandecía cuando sonreía. Sus tetas eran dos desafíos a la gravedad ya que eran grandes pero firmes y su culo era de esos que si ves en foto estás seguro de que ha habido retoque fotográfico. Pero no era así. Alguna vez, como por descuido, medio jugando, le di alguna palmada en las nalgas y eran duras y prietas a la vez que respingonas. Un sueño hecho mujer.

Una tarde de esas en que habíamos quedado a tomar algo, Daniela me dijo que quería hablar conmigo porque hacía dias que quería comentarme algo. Mi cabeza empezó a maquinar ideas descabelladas. Una de ellas era que se me iba declarar. Yo estaba muy nervioso esperando a que llegase la hora en que nos habíamos citado en la cafetería de siempre. Cuando ella apareció yo ya iba por mi segundo café. Estaba espectacular con un vestido negro ceñido que destacaba sus formas femeninas y unos tacones que realzaban más su culo, si cabía. Se sentó. El corazón me iba a mil pulsaciones por minuto. No se hizo de rogar para empezar a quitarme la incertidumbre.

- Quería decirte algo pero no sé ni por dónde empezar- me dijo, visiblemente nerviosa.

- Habrás notado que llevo unos días un poco más distante y no quiero que pienses que tiene nada que ver contigo. - En ese momento algo me dijo que mis ilusiones eran infundadas.

- Lo cierto es que he conocido a alguien y me he enganchado bastante de él.

En ese momento quise que me tragara la tierra. No sólo no se me iba a declarar sino que me estaba hablando de otro tío.

- Se llama Luis. Es un poco mayor que yo, tiene veinticinco años. No le conoces porque no es de la Universidad. Trabaja en un polígono de las afueras, en un taller de coches.

Cada cosa que decía me iba molestando y enfadando un poco más. Imaginaba sus manos llenas de grasa y sus uñas sucias recorriendo ese cuerpo que a mi me hacía babear.

De repente, cuando no creía que pudiera hundirme más, me dio el golpe de gracia.

- Le he dicho que venga. Quiero que le conozcas. Me hace mucha ilusión y así me cuentas qué te parece.

No era posible que eso estuviera pasando. Además de soltarme la bomba, sin tiempo para nada me dice que va a venir. Como comprenderéis, a mi no me apetecía ni una mierda que el tío ese se presentara allí.

- Claro, claro .- Mentí poniendo mi mejor cara.

Yo lo único que quería era salir de allí cuando, repentinamente, veo que Daniela se levanta loca de alegría y haciendo señas a un chaval que entraba por la puerta de la cafetería.

No hacía falta ser muy listo para saber que el tal Luis había llegado. Me fijé en él y vi al típico chulito de gimnasio, de esos que había tenido que soportar durante toda mi vida de estudiante y a los que envidiaba y odiaba a partes iguales. Daniela se levantó emocionada y casi corrió a los brazos de su amorcito. Nada más abrazarse, pude ver cómo él agarraba el culo de Daniela con ambas manos y, más que tocar, prácticamente lo amasaba. Un ataque de celos y de rabia me recorrió el cuerpo de arriba a abajo. Ese recién llegado estaba sobando a capricho lo que yo deseaba desde hacía mucho tiempo. Al fin se soltaron del abrazo y Daniela se abalanzó a besar la boca de Luis. Este la agarro de la melena y devolvió el beso metiendo la lengua hasta el esófago de mi amiga. Aquello me estaba superando pero conseguí mantener el tipo. Daniela le agarró de la mano y vinieron hacia la mesa donde estaba yo, de pie, hecho un pasmarote.

- Luis, te presento a Aurelio. Aurelio, este es Luis.

Tragándome mi rabia, extendí la mano para estrechársela cuando una carcajada salió de la boca del intruso.

- ¿En serio, Aurelio? Jajajajaja. Creía que era una broma cuando Danielita me dijo que tenía un amigo con ese nombre pero ahora veo que no lo era.

- Jajajaja,- otra carcajada resonó en mis oídos y esta vez acompañada de una colleja. El tonto del culo me soltó una colleja a la vez que decía,

- ¡Aurelio! Jajajaja, como cuando éramos canijos. Anda que no he soltado yo galletas diciendo Aurelio a los pringaos de clase y ahora me encuentro con uno de verdad.

Lo siento, tío, no he podido resistirme.

- Tranquilo - le dije, intentando calmarme. - Además, aclaré, Aurelio es nombre de Emperador romano.

- Emperador romano el que tengo yo en la mano, jajajaja - dijo esto mientras se agarraba el paquete en medio de la cafetería.

Daniela, para mi asombro, le reía todas las gracias y él no perdía cada ocasión para meterle mano descaradamente.

- Le estaba contando a Aurelio que estamos saliendo juntos desde hace unos días .- dijo Daniela.

- Si, tío,  estamos en ese momento en que estás todo el día caliente. A mi no se me va tu chochito de la cabeza...uuuhhmmm, tan suavevito ahora que te lo has rasurado.

- Bueno, Luis, no creo que sea necesario tanto nivel de detalle interrumpí.

- Nada, chaval, estamos entre colegas, seguro que más de una vez te la has machacado pensando en el coñito de Dani.

Aquello estaba traspasando todos los límites. Y lo peor de todo es que el cabrón había dado en la diana. No sé cuántas pajas habían caído pensando en Daniela y, lo que es peor, mirando algunas fotos que le había hecho a escondidas y en la que se destacaba su maravilloso escote o su culo se marcaba en los vaqueros. Incluso tenía alguna en la que se le veían las bragas al final de sus increibles piernas, que había sacado aprovechando que llevara puesta una falda. Hasta este mismo instante me sentía muy culpable por haber hecho esas fotos y peor aún por masturbarme con ellas pero ahora mismo, viendo la actitud que estaba demostrando Daniela, empezaba a no sentirme tan mal.

- Eh, pero qué dices, yo nunca he pensado así sobre Daniela. Somos amigos, nada más.

- Aurelito, el amigo llega al higo, jajajajaja.

Este tío era insoportable. Me preguntaba qué podría haber visto Daniela en él.

- A las tías les gustan los hombres que saben tratarlas como merecen. Que no son de cristal, joder. Mira Dani, parece una mosquita muerta y luego no veas como chilla cuando siente el relleno.

Bueno, aquello ya era suficiente. No quería imaginarme cómo era posible esa transformación en mi amiga. En todo el tiempo que llevábamos juntos nunca había dado muestras de ser tan lanzada ni mucho menos. Me estaba quedando alucinado. No reconocía a mi amiga. Tanto tiempo junto a ella y lo que yo no había visto lo había encontrado este macarra en sólo unos días.

- Dani, ¿no me digas que en todo este tiempo ni tan siquiera le has hecho una paja a tu amigo Aurelio? Jajajaja, chaval, eres oficialmente un pringao .

Y según decía eso me soltó otra colleja.

No pude aguantar más. Me levanté, cogí la cazadora y me fui sin decir nada más que un casi inaudible adiós según me alejaba en dirección a la salida.

Llegué a casa y me fui directo a mi habitación. No quería saber nada de nadie. Estaba realmente impactado con lo que había sucedido esa tarde. No se me iba de la cabeza lo imbécil que era ese tipo pero por otro lado acudían a mi mente las imágenes de Daniela siendo follada por ese animal. Imaginaba cómo la usaría a su antojo. Como ella obedecería cada una de sus indicaciones. Mi polla empezó a tomar la iniciativa y reclamó mi atención. Cuando quise darme cuenta tenía una erección de caballo. Mi polla quería venganza por las afrentas y burlas de esa tarde.

Empecé a sobarme por encima de la ropa y cogí el móvil para ver las fotos de mi musa pajeril. Rápidamente me puse a tope de excitación imaginando que era yo el que sometía a Daniela. El que la maneja y dirigía a mi antojo. Siempre he fantaseado con humillar y dominar a alguien y ese alguien no podía ser nadie mejor que ella. La imaginaba de rodillas delante de mi esperando que descargase en ella todas mis perversiones. Agarré mi polla y aceleré el ritmo de la paja. Me la empecé a machacar como un poseso. La podía sentir debajo de mi esperando recibir mi esperma. El orgasmo llegó irremediablemente. Varios chorros de semen espeso y caliente cayeron sobre mi vientre. Casi podía sentir la lengua de Daniela limpiando mi tripa y sorbiendo mi corrida. Algo estaba cambiando en mi cabeza con respecto a ella. Habían sido demasiadas emociones encontradas para un mismo día así que me dejé ir y me dormí al poco rato.

A la mañana siguiente no tenía muchas ganas de ir a la Universidad. Sabía que me encontraría con Daniela y era lo último que me apetecía aunque, por otro lado, quería darle la oportunidad de disculparse por lo de la tarde anterior. Me extrañó que no me enviase ni tan siquiera un WhatsApp para darme una explicación por el comportamiento de Luis. Debía de estar verdaderamente afectada. Me di una ducha, me vestí y salí para la Universidad. Nada más entrar a la cafetería la vi al fondo. Estaba tan guapa y deseable como siempre. Ahora no podía dejar de pensar en su coño rasurado y en cómo debería comportarse durante el sexo. Me acerqué a ella con espíritu conciliador dispuesto a perdonar todo lo sucedido.

- Ya te vale, Aure - a veces me llamaba asi,

- ¿cómo pudiste ser tan borde con Luis ayer?

Es que no te reconocía. ¿Y eso de marcharte de pronto sin apenas despedirte? Y luego ni una disculpa. Estuve pendiente del móvil para ver si te excusabas pero nada de nada.

Yo no podía creer lo que estaba escuchando. ¿De verdad Daniela pensaba eso sobre lo que había sucedido? ¿Tan sorbido le tenia el cerebro ese maldito niñato para que no fuese capaz de darse cuenta de la realidad?

En mi cabeza se arremolinaban los pensamientos. La rabia y la frustración que sentía se mezclaban con el deseo que me despertaba Daniela, ahora incrementado sabiendo que podía ser muy zorra y dócil en la cama.

Me armé de valor, me levanté por segunda vez en dos días de la mesa y me fui. Esta vez sin tan siquiera decir adiós.


- No lo sé Luis, no estoy segura de que me vaya a gustar.

- Mira, guapa, te aseguro que te va a encantar. Además yo sé cómo hacerlo, créeme que no eres la primera que lo prueba conmigo.

Daniela y Luis estaban en el coche de éste. Un viejo coche que Luis había arreglado en el taller y que el anterior dueño con tal de deshacerse de él le había regalado. Cogió a Daniela por el cuello y le fue acercando la cabeza a su bragueta que ya escondía un bulto considerable. Solamente había chupado una polla y ya hacía un tiempo de aquello. Fue a un antiguo novio con el que apenas tonteaba sexualmente pero al que se la había chupado varias veces para ponérsela dura antes de follar de manera casi mecánica. Aquello se notaba que era distinto. Sentía que una fuerza superior a su voluntad la obligaba a hacer lo que nunca pensó que haría. Su cerebro nublado y la humedad que notaba entre las piernas la invitaban a dejarse llevar. Luis restregó su cara por el pantalón. Podía sentir la dureza y el calor que desprendía el miembro masculino a través de la tela. La presión que recibía en el cuello, lejos de molestar, la excitaba. Notaba sus pezones crecer y ella misma empezó a acariciárselos. Luis desabrochó el pantalón, bajo la cremallera y sacó la polla del interior del calzoncillo en todo su esplendor.

- Bésala - le dijo

Daniela empezó a besar el rabo del chico desde la punta del glande hasta los huevos. Al llegar a la entrepierna percibió el olor a macho que desprendía. Eso hizo que notase una nueva descarga en su coño. Un latigazo eléctrico que iba desde su nariz, y casi sin pasar por su cerebro, hasta su sexo ya empapado en ese momento sin ni siquiera tocarse.

- Eso es, zorrita, bésame los huevos. Ya veo que aprendes rápido. Vas a ser todo un descubrimiento .

Las palabras de aquel gañán no sólo no le desagradaban sino que ejercían en ella un efecto estimulador. Algo que nunca antes había experimentado la empujaba a responder a esos comentarios despectivos con más entrega si cabía.

- Cómetela, venga, que lo estás deseando.

Esa orden fue inmediatamente obedecida por Daniela que, sin pensarlo un segundo, engullió la polla del chaval. En un primer impulso metió el capullo en su boca y succionó. Su lengua recorría el prepucio y todo el glande, jugando con la polla del muchacho. Pero Luis no estaba para sutilezas. De un golpe, empujó su polla hasta el final de la garganta de Daniela. Una arcada obligó a ésta a abrir la boca y dejar salir parte del miembro.

- ¡Sin arcada no hay mamada! Jajajaja.

Luis no podía reprimir ese tipo de frases prefabricadas y soeces ni en un momento como aquel pero a Daniela poco le importaba.

Tomando aire volvió a hundir la polla hasta el fondo, hasta donde su boca no daba más. Las primeras lágrimas que empezaron a aflorar de sus ojos eran un claro síntoma del esfuerzo que estaba realizando. Sacó la lengua para lamer el tronco de carne que tenía dentro de la boca e intentó llegar con ella hasta los huevos. Ese hueco que dejó la lengua fue aprovechado por Luis para dar un nuevo empujón. Era impresionante lo torpe que podía resultar para las relaciones sociales y, sin embargo, la habilidad que tenía para sacar provecho a este otro tipo de situaciones. Lo cierto es que la polla avanzó unos centímetros más y la nariz de Daniela llegó a rozar el vello púbico de Luis. No podía moverse apenas. Sólo transmitir el calor y la humedad que proporcionaba con su boca.

Luis soltó un bufido al sentir la respiración de Daniela en su pubis.

- Joder, tía, cómo tragas. - soltó el chico en otro ejercicio de habilidad lingüística.

- No creo que tarde en correrme.

Nunca había recibido una descarga de semen en su boca pero tenía claro que ésta iba a ser la primera vez. Luis le agarró la melena y empezó a manejar su cabeza de arriba a abajo, a su antojo. Ella se limitaba a presionar el rabo con los labios y a succionar para intentar proporcionar el mayor placer posible. Era su único deseo, dar placer a quien la estaba usando. Los resoplidos del macho se iban acentuando y la polla estaba cada vez más tiesa y dura. En una de estas la dejó con toda la polla hundida en la garganta. Babeando y sin casi poder respirar y notó como el rabo empezaba a palpitar. Justo después del primer pálpito sintió dentro el primer chorro de lefa. Después llegó, otro más y otro y otro más. Así hasta seis descargas fueron necesarias para vaciar los huevos en su garganta. Cuando cesaron las palpitaciones fue liberada y pudo tomar un aire que ya le estaba faltando en los pulmones y en el cerebro.

  • ¡ Buahh, qué pasada! ¡Llevaba carga para dos viajes, jajajajajaja!
  • fue todo lo que acertó a decir aquel cateto pero a ella le pareció poesía porque estaba realmente enganchada a él.

- Me la has dejado reluciente.

- ¿Te ha gustado?

- Joder, no era Coca-Cola lo que te acabas de tragar, jajajaja. Me he corrido como un animal.

Se había corrido como lo que era, ni más ni menos, aunque Daniela se percató que justo eso era lo que más cachonda y entregada le había puesto, que era un animal. Por si tenía alguna duda de lo que le decía su pensamiento, la mancha de flujo que había traspasado sus bragas para mojar el pantalón se lo confirmó.

Siempre he estado orgulloso de mi nombre, Aurelio. A mi me suena bien. Reconozco que me ocasionó muchas burlas en mi época de adolescente pero para lo único que sirvió fue para reforzar mi carácter. Y para que dejara de tener empatía con los que me rodeaban. Me sentía superior a ellos. Les veía como a unos simples ignorantes que no tenían otro entretenimiento que reírse del nombre de un compañero. Ahora, con 22 años, ya no me encontraba con ese tipo de situaciones desde hacía años hasta el otro día en que el macarrilla volvió a hacer chistes con mi nombre.

No le soportaba. Además de ser un gañán se estaba tirando a la chica de mis sueños y eso sin llegarme ni a la altura de los zapatos. Tenía que descubrir qué era eso que había conquistado a Daniela y que la tenía hipnotizada desde hacía días. Ya apenas era posible hablar con ella. Siempre estaba ilocalizable y cuando aparecía era para hablar y hablar y hablar del gañán.

Apuré el café y me fui para clase. Estaba por uno de los pasillos cuando creí ver a la parejita. ¿Qué haría este tío a esta hora en la Universidad? ¿No tendría que estar trabajando? Y Daniela, como siempre daba la impresión de estar riéndole alguna de sus gracietas. De repente, vi cómo la agarraba del brazo y de un tirón la metió con él al servicio de los chicos. Sin pensarlo, corrí hacia allí. Empujé la puerta con cuidado y comprobé que no había nadie en la zona de los lavabos. La risita inconfundible de Daniela me llevó hasta una de las cabinas de los aseos. La puerta cerrada y el ruido que salía de dentro no dejaban lugar a la duda de que estaban dentro. Me metí en la cabina de al lado sin apenas hacer ruido y me quedé en silencio.

- ¿Te has vuelto loco? ¿De dónde has sacado eso?

- ¿ Y eso qué más da, nena? Lo que importa es que lo tengo.

- No me gusta nada. ¿ Y si te pillan con ello qué vas a decir?

- ¿ Y quién me va a pillar? Además el que lo haga tendrá más motivos para preocuparse que yo.

Lo que estaba oyendo me tenía intrigadísimo. De qué estarían hablando. Lo que parecía claro es que era algo que podría comprometer a Luis pero que no sabía cómo podría afectar a Daniela. Seguí escuchando para ver si podía enterarme de algo más pero habían cambiado de tema.

- Esta tarde quedamos donde ayer. Paso con mi coche y te recojo, chata.

- Vale, como tú quieras .

Me fastidiaba oír a Daniela en esa actitud tan ¿sumisa? Era algo que nunca se me había pasado por la cabeza. Ver a mi amiga en esa condición me perturbaba pero lo que más me descolocó era notar que mi polla se acababa de poner tiesa ante esa imagen de Daniela.

(continuará)

Agradeceré cualquier comentario.