El descontrol de Alicia (2)

Quería haberle dicho que esa no era la respuesta que esperaba. Ella perseguía “amor” en vez de “deseo” en aquella frase, pero los ardientes labios de él ya recorrían el cuello de Alicia y su mano volvía a estar donde casi toda la noche, en la pertinaz humedad de la muchacha. Su líbido resurgió, tan voraz y salvaje que durante unos segundos creyó asfixiarse ante la repentina ausencia de aire en los pulmones. Se sabía vencida una vez más. Aquel hombre la dominaba a su antojo y ella jamás podría negarle nada.

Sumida en autoreproches, Alicia se dejó caer en el asiento del copiloto. Carlos arrancó el coche y comenzó a circular a través de la ciudad. Absorta en sus fustigantes pensamientos, la abatida joven, inmersa en un profundo silencio, perdió la noción del tiempo y el espacio.

Estás muy callada – escuchó decir a Carlos, notando como éste reducía la velocidad hasta detenerlo por completo - ¿Te ocurre algo?

Esto no puede seguir así – exclamó Alicia rompiendo su mutismo ante las sorprendentes palabras.¿Acaso él no se daba cuenta de cómo le afectaba todo aquello? ¿O, simplemente le importaba una mierda porque creía que era una desprejuiciada putita cachonda? ¿Era esa, realmente, la imagen de ella que él tenía ó, por el contrario, era en lo que quería convertirla?.Podía haberle realizado cualquiera de aquellas pesquisas, pero acabo haciendo otra pregunta - ¿Me quieres?

¿Lo dudas? –protestó Carlos, girándose hacia ella con los ojos encendidos – Te deseo más que a nada en el mundo.

Quería haberle dicho que esa no era la respuesta que esperaba. Ella perseguía "amor" en vez de "deseo" en aquella frase, pero los ardientes labios de él ya recorrían el cuello de Alicia y su mano volvía a estar donde casi toda la noche, en la pertinaz humedad de la muchacha. Su líbido resurgió, tan voraz y salvaje que durante unos segundos creyó asfixiarse ante la repentina ausencia de aire en los pulmones. Se sabía vencida una vez más. Aquel hombre la dominaba a su antojo y ella jamás podría negarle nada.

Por eso ni se inmutó cuando Carlos, sin cesar en sus caricias, abrió la ventanilla e hizo una señal al exterior con la mano. En la acera, un tipo en el que Alicia no había reparado con anterioridad y cuya presencia allí no sabía cuanto duraba, respondió con un sorprendido gesto de "¿es a mi?". Y como si dudara, mirando hacia atrás por si aparecía el verdadero receptor del extraño mensaje, dio el par de pasos que lo separaban del vehículo.

¿En qué puedo ayudarles? – preguntó nerviosamente el desconocido inclinándose hacia la abierta ventanilla.

Alicia captó como la mirada del hombre, mientras hablaba, se clavaba entre sus piernas, contemplando atónito los dedos de Carlos deslizarse repetidamente por entre sus vaginales labios, clara y brillantemente visibles bajo la luz de la farola cercana.

Me llamo Carlos y ésta es mi novia – dijo señalándome con un gesto de cabeza – Querría hacerle una pregunta si no le molesta

Cla... claro... – tartamudeó el desconocido carraspeando para aclarar su, repentinamente, ronca voz.

Ella se llama Alicia y quiero saber si le gusta – preguntó Carlos con increíble serenidad

Es... es una mu... mujer muy guapa – concedió el nervioso y, cada vez, mas tartamudo sujeto, incapaz de apartar los ojos del depilado y chorreante coño de la joven.

¿Le gustaría tocarlo? – inquirió nuevamente Carlos

¿Co... co... como dice? – balbuceó ininteligiblemente el desconcertado tipo

Su coño – aclaró Carlos – Le pregunto que si le gustaría tocarle el coño como yo lo estoy haciendo. ¡Vamos hombre! – lo animó jovialmente para vencer la incrédula perplejidad del aludido - ¡Si lo está deseando! Tan solo hay que verle la cara – rió Carlos.

¿A e... ella no le importará?- preguntó el hombre con el rostro enrojecido por el deseo.

No solo no le importará, sino que cuando yo retire mi mano, se lo agradecerá – zanjó Carlos, cumpliendo sus palabras, separándose de Alicia y encendiendo despreocupadamente un cigarrillo, como si se desentendiera de lo que a partir de ese momento ocurriera.

Durante toda aquella conversación entre Carlos y el desconocido, Alicia había sentido una sensación de irrealidad. Aquello era como un mal guión de una película porno. Ese tipo de "pelis" que Carlos se empeñaba en compartir con ella y que ella deploraba por considerarlas un ultraje contra las mujeres, a las que se retrataba como meros trozos de carne. Pero a pesar de su indignación, ella se había mantenido en silencio durante toda la charla, centrada únicamente en su deseo por correrse de una maldita vez. Y ese irrefrenable deseo la convenció de ser igual que las mujeres de esas películas, comportándose tal y como Carlos había vaticinado.

Sumamente agradecida, separó completamente los muslos, gimiendo ante el contacto del desconocido. Sus caricias eran groseras y torpes, pero inconcebiblemente placenteras. Dos gruesos y callosos dedos se clavaron profundamente en el coño de la joven.

Alicia se retorció sobre el asiento, jadeando y gimoteando descontroladamente.

¿Pue... puedo verle las tetas? – más que una pregunta resultaba un ruego

Si ella quiere... – respondió indiferentemente Carlos, encogiéndose de hombros para seguir fumando como si tal cosa.

Ya no le importaba que hablasen de ella como si se tratara de un objeto cuya identidad no le pertenecía. Ella misma bajó los tirantes del vestido, mostrándole al hombre lo que tan fervorosamente había rogado y fue su mano la que aferrando la del hombre, la oprimió contra uno de sus desnudos pechos.

Aquello era más de lo que podía soportar. El sujeto enloquecido, abrió la puerta del vehículo, echándose sobre la bella y excitada joven.

Alicia sintió las desesperadas manos tirando de ella, extrayéndole medio cuerpo del coche. Notó el asfalto bajo los tacones y entre ellos el rasguido de una cremallera al abrirse. El hombre estaba desenvainando el arma que pronto le clavaría. Su previsor coño palpitó, dilatándose, acondicionándose para recibir la codiciada estocada. Sus piernas se cerraron en torno al cuerpo que la iba a poseer, clavando los talones en el culo del extraño, atrayéndolo hacia sí. El ardiente glande, mal guiado por la alterada mano de su propietario buscaba ciega y desesperadamente la húmeda gruta en la que guarecerse. Alicia se estremeció al percibirlo sobre sus aleteantes pliegues vaginales y todos sus músculos se contrajeron ante la inminente penetración.

¡Eh! ¡Tío! ¡Ya está! ¡Se te acabo el tiempo! – gritó Carlos empujando al desconocido, arrancándolo de entre las piernas de Alicia – El semáforo está en verde y no vamos a quedarnos aquí interrumpiendo el tráfico – concluyó tirando de la joven para acabar de meterla dentro del coche.

Carlos reía mientras circulaba a toda velocidad mientras Alicia jadeaba y se masturbaba frenéticamente, exasperada por correrse, al mismo tiempo que, con su mano libre golpeaba a Carlos, lanzándole entrecortados y gimientes insultos.

  • No te preocupe cariño – le decía sin dejar de reír – verás como al final de la noche acabas follando.