El desconocido que me folló II
Mi euforia se esfumó de un plumazo cuando se levantó el hombre sentado en el sofá de mis padres...
Mi euforia se esfumó de un plumazo cuando se levantó el hombre sentado en el sofá de mis padres. En ese instante sus ojos de sorpresa nada tenían que ver con el fuego que desprendían tan solo unas horas antes cuando me movía sobre él, dejando que su polla me llenara por completo.
-Él es Ramiro; Ramiro ella es mi hija Dani
-Vaya todos estos meses creí que Dani era un chico –dijo arrastrando las palabras aun incrédulo-
-Es diminutivo de Daniela, es chica –dijo mama-
-Ya lo veo, ya
-Papa me ha hablado mucho de usted –intenté ser lo más cordial, educada y aséptica-
-Espero que bien –dijo sin relajar la voz-
-Bueno tengo que irme, encantada de conocerle Ramiro –estreché su mano y recordé cuando esta había recorrido mi cuerpo-
-Nosotros también salimos a cenar con Ramiro, a ver si nos vemos por ahí
-Ha sido un auténtico placer –dijo besando mis mejillas- no dejes que esto estropee lo que sucedió antes –dijo acercando los labios a mi oído para que solo yo pudiera oírle-
Salí de allí temblando como una hoja, acababa de vivir un momento de lo más surreal al darme cuenta que había tenido el más tórrido sexo de mi existencia con el amigo de mi padre y por si eso fuera poco el rector de mi universidad.
Durante toda la noche le di vueltas al asunto sin atreverme a contarle a mis amigas nada, por suerte la que estaba con José no había venido y a si podía retrasar un poco el contar lo sucedido al grupito de amigas.
Tras la cena fuimos a tomar unas copas a la cafetería que se convertía en local nocturno con sus mesas en la arena de la playa y sus luces de colores colgadas por doquier.
No podía quitarme de la cabeza lo sucedido, mi cuerpo se encendía solo con el recuerdo, pero no podía seguir, según mis datos ese hombre además estaba casado, eran demasiadas cosas a pasar por alto.
No llevábamos ni cinco minutos allí cuando les vi a los tres, mi madre se acercó seguida por los dos:
-Felicidades Maite
-Igualmente –dijo papa desde atrás-
Se sentaron en el otro extremo, apenas podía verles, pero sentía su mirada, sabía que desde donde estaba él si podía verme. Intenté meterme en la conversación de mis amigas, pero no era capaz de concentrarme en nada. Una hora después fui al baño con Maite, al salir me encontré con una amiga y Maite volvió a la mesa. Vi a Ramiro esperando a unos metros a que me quedara sola y en cuanto me despedí se acercó.
-¿Qué haces aquí? Van a vernos
-Les he dicho que tengo que hacer una llamada y tus amigas creen que estas charlando con la que acaba de irse, necesito hablar contigo –dijo bajando el entarimado y llevándome a uno de los laterales les local-
-No hay nada de qué hablar –le dije intentando volver-
-Si lo hay, esperaba que pudiera ser solo un buenísimo recuerdo de mis vacaciones, pero no puedo fingir que no ha pasado solo porque eres hija de mi mejor amigo
-Pues prueba con que seré alumna de la universidad donde tú vas a ser el rector y si con eso no te basta prueba con tu mujer… o tus hijos si los tienes.
-Y si probamos como esta tarde, ¿y si intentamos ser solo tú y yo, sin pensar en lo que rellena nuestras vidas cuando no estamos aquí, ahora? Tú me lo enseñaste.
-Pero esta tarde no eras Ramiro…
Me hizo retroceder hasta que mi espalda quedo pegada a la pared y acariciando mi mejilla me atrajo hacia él y bajó la boca para apoderarse de la mía, dos segundos después volvía a estar presa de la pasión que me consumía a su lado, solo un beso y todo mi cuerpo vibraba pidiendo más. Su boca se volvió más exigente, sus manos bajaron por el lateral de mi torso hasta llegar a mis caderas entonces tiró una sola vez pegando mi pelvis a su bulto. Siguió bajando y me agarró del culo volviendo a pegar nuestros cuerpos, subió una pierna flexionándola pegada a su cuerpo y su mano acarició mi muslo.
-Eres tan suave nena… -dijo sobre mis labios-
Volvió a bajar mi pierna y metiendo una de sus piernas presionó su muslo contra mi sexo, este ardía empapado, apretó más y no pude evitar frotarme notando mis bragas mojadas.
Sus dientes daban tirones de mis labios y yo jadeaba al borde del orgasmo, tras unos minutos de rozarnos, se inclinó un poco y noté como sus dedos apartaban mi braga y buscaban el calor y la humedad de mi raja.
-Estás tan cachonda como yo preciosa –dijo besando y lamiendo mi cuello-
Escalofríos de placer recorrían mi cuerpo, me dolían los pechos, los pezones duros rozaban el sujetador y hasta eso me provocaba placer.
Sus dedos dieron con mi clítoris y lo friccionó entre dos, yo gemía sin poder evitarlo.
-Córrete chiquilla, deja que vea tu placer… como me gustaría follarte ahora mismo, aquí mismo
Su boca volvió sobre la mía, separó mis labios y metió dentro su lengua cuando notó que mi cuerpo empezaba a temblar y de nuevo me corrí a su antojo, temblaba de placer sin que pudiera controlarlo, el orgasmo se apoderó de mí y me beso hasta que el orgasmo cedió, luego sacó la mano de entre mis piernas y sin dejar de mirarme dijo.
-Yo soy este, el mismo de la playa… ¿qué más da como me llame? ¿Qué más da quien sea? ¿Ha sido distinto ahora que sabes mi nombre?
Me besó ligeramente y se fue dejándome allí temblando como una hoja, más liada de lo que había estado jamás. Volví con mis amigas, pero unos minutos después y con una excusa me fui a casa. Antes de irme me despedí de ellos dejándoles allí, obligándome a no mirarle.
Llegué a casa pero no me apetecía meterme dentro, cogí un balancín que había medio restaurado y lo puse en el pasillo de piedra que llevaba a mi casa; la oscuridad y el limonero hacían que no se me viera desde la calle. Así fue como pude ver a mis padres llegar, acompañados de Ramiro que por lo visto había dejado algo en casa y venía a recogerlo.
-Espero aquí, tranquilo –dijo este mirando hacia el pasillo, donde estaba-
Entonces me vio y sonrió, pero no se movió; al momento salió mi padre con una bolsa.
-¿Seguro que no quieres que te lleve?
-Seguro. Quiero dar un paseo por el puerto y luego pillo un taxi. Entra en casa y aprovecha el tirón de las copas con tu señora –le dijo con una sonrisa-
Mi padre entró en casa y él le saludó desde la verja. La luz de la entrada se apagó, también la del recibidor y entonces la verja se abrió en silencio y de la misma manera se cerró. Miré hipnotizada como se acercaba hasta donde yo estaba y se arrodillaba ante mí.
Sin decirme una sola palabra separó mis piernas y sin dejar de mirarme fue subiendo sus manos por mis piernas, acariciando mi piel, que anhelaba sus caricias.
-Me muero por saborearte –dijo agarrando el elástico de mis braguitas-
Subí el trasero para dejar que me las quitara apoyando mis pies en sus muslos, luego el volvió a abrirme y sentí sus labios en la cara interna de mis muslos. Me agarré a los brazos del balancín y separé más las piernas sintiendo como sus labios subían por mis muslos, mis ingles… deseaba sentirla en mi sexo y estar expuestos a ser pillados por cualquiera hacían que aun estuviera más excitada.
Con una mano agarré su cabeza empujándole más a mi sexo de nuevo hambriento y no se hizo derogar lanzándose de lleno a lamer mi raja, succionar mi clítoris y volver a lamer de arriba abajo hasta que me mordí los labios y me aferré a los brazos del balancín cuando un nuevo orgasmo sacudió mi cuerpo.
Tras lamer bien hasta calmar mi cuerpo se puso en pie y lejos de sentirme satisfecha era como si hubiera liberado algo en mi interior. Agarré su cinturón y lo desabroché, luego hice lo mismo con el pantalón y me costó sacar su erección. Disfruté unos segundos mirándola antes de bajar la cabeza para empezar a lamer el glande húmedo. El gimió flojito apoyándose en mis hombros y tragué casi hasta la mitad, saqué sus testículos y los masajeé mientras la sacaba para lamer el trozo que no podía tragar, luego volví a tragar, esta vez mas de tres cuartos y de nuevo la dejé salir para succionar el capullo. Sus muslos se tensaban y su respiración se aceleraba dejando escapar algún que otro gemido.
-Quiero… necesito follarte chiquilla –dijo poniéndome en pie y privándome de su miembro-
-Vamos dentro –le dije yendo hacia mi casa-
Él iba detrás de mí y a mitad del camino me giró hacia la pared, me agarró de las caderas y me hundió la polla hasta el fondo.
-Hace horas que deseaba follarte así –dijo metiendo las manos bajo mi vestido, clavando sus dedos en mi pubis para apretarme hacia atrás-
Arremetía una y otra vez entrando hasta el fondo, saliendo casi por completo y volviendo a entrar como un loco, jadeando flojito.
-Van a oírnos –dije sin ninguna convicción-
Salió de mi interior y entramos en mi casa a oscuras seguimos besándonos, rozándonos, buscando más y más contacto. Abrió mis piernas, flexiono las rodillas y me follo contra la puerta. Le quería más adentro y le llevé al sofá, le empujé sobre este y cabalgué sobre su mástil de acero mientras él me quitaba el vestido y se lanzaba a morder mis pezones, yo subía y bajaba frotándome con su pubis, buscando un orgasmo.
-Córrete, quiero que llenes mi coñito con tu semen caliente –le dije antes de lamer su cuello-
El aulló y un chorro de semen se estrelló en el fondo de mi vagina disparando así mi propio orgasmo, un segundo chorro junto con sus gemidos se juntó con los míos.
Descabalgué unos minutos después y su semen escurría por mis muslos mientras le miraba aun vestido, sentado en mi sofá.
Me senté a su lado desnuda y él apostó mis piernas sobre sus muslos acariciándolas suavemente mientras el sopor se apoderaba de mí.
Desperté en ese mismo sitio, pero sola. La luz al contrario de mis recuerdos ahora iluminaba la estancia y levente entumecida. Eran las seis de la mañana, me di una ducha rápida y me tumbe en la cama, cansada volví a dormirme.
Me despertó la voz de mi madre desde fuera y poniéndome una bata me asomé.
-Cariño es casi mediodía, ¿vas a comer en casa? Viene a comer Ramiro
-Si –contesté al instante con ganas de volver a verle-
-Voy a poner la mesa en el pasillo del jardín que es donde más sombra hay, ¿entras el balancín? -dijo señalando el lugar donde había empezado la juerga la noche anterior-
Sonreí mientras lo entraba en casa y seguí contenta ayudando a mama a montar la mesa. Luego entré a vestirme, eligiendo otro vestido cortito de verano y unas sandalias planas, luego mirándome al espejo me recogí el pelo en una coleta alta y en un arranque me quité las braguitas.
Una hora después llego pulcramente vestido y peinado, al mirarle recordé la noche anterior con el pelo alborotado y la ropa arrugada después de follar. Eso volvió a excitarme, reconociendo ese estado ya como propio cada vez que le tenía cerca.
-Hola Ramiro, me alegra volver a verle
-Lo mismo digo –dijo besando mis mejillas- encantadísimo brujilla –dijo de nuevo solo para mí-
Durante la comida escuche un montón de historias de mi padre y el. Ayude a mi madre a quitar la mesa y traer los postres, mi padre acudió a una llamada al teléfono y cuando volví con el postre él estaba solo.
-¿Cómo estas pequeña?
-Algo dolorida pero genial, ¿te fuiste muy tarde?
-Según se mire, a mí me pareció pronto, podía parecer tarde, pero era temprano –sonrió- a las cinco de la madrugada
-Podrías haberme despertado
-Entonces no habría querido irme
-¿Que habrías querido? –le pregunte juguetona-
-Habría querido volver a follarte como ahora –dijo mientras mi madre se acercaba-
Tuve que apretar los muslos de la excitación por sus palabras, al saber que volvía a desearme.
-Esta noche quiero invitaros a cenar, en mi hotel.
-Nunca he estado –dijo mi madre feliz-
Pasamos toda la tarde de charlas y pequeñas caricias furtivas hasta que se fue casi a las siete. Cuando salí de la ducha sonó mi móvil:
-hola brujilla, no quería hablar esto por teléfono. Me encantaría que te quedaras esta noche conmigo, ya te contare más en persona
-Ya sé que tu mujer viene mañana por la tarde, mi padre lo comentó
-¿Vas a quedarte conmigo?
-Si –le dije y me encanto oír como soltaba el aire-
No tuve que pensármelo, ya lo había decidido tras oír a mi padre había descubierto que era demasiado tarde para renunciar a eso, una parte de mí no se sentía bien en ese papel, pero no era capaz de negarme el placer que solo sentía con él. Por ello había decidido coger lo que se me ofreciera pensando primero en mí antes que en los demás.
A las doce y media un buen rato después de cenar, en el bar del hotel me despedía fingiendo que ya venían mis amigas a buscarme, pero lejos de salir del hotel subí a la habitación sacando la tarjeta que me había pasado y entré.
La habitación era una pasada, las paredes y el suelo eran de piedra, a la derecha una enorme cama, a la izquierda una tarima de madera con tres escalones de piedra daban a un jacuzzi, el frontal era todo de cristal desde cualquier punto de la habitación se podía ver la inmensidad del mar.
Llené el jacuzzi, me desnude y me metí dentro a esperarle. Las burbujas, las vistas del mar en calma, la fresquita brisa y los recuerdos de encuentros pasados junto a la promesa de una larga noche por delante excitaban mi cuerpo.
Media hora después escuche la puerta abrirse y cerrarse y no me gire sabiendo que era él.
-Hola mi niña, se te ve muy a gustito -dijo sentándose en el borde del jacuzzi mirándome-
Su mirada repasó mi cuerpo sumergido, parándose en mis pechos que sobresalían ligeramente con los pezones ahora duros ante su intensa mirada, siguió hasta pararse en mis ojos. Sin apartar la mirada como si hubiera memorizado el mapa de mi cuerpo metió su mano en el agua sin importarle mojar las mangas largas de su camisa; esta se posó sobre mi pubis y la yema de sus dedos acarició mi monte de venus, antes de colarse entre mis piernas que yo solicita entreabrí para que sus dedos pudieran pasearse por mi rajita anhelante de sus caricias. Con dos dedos capturó mi clítoris y lo frotó sin apartar la mirada, viendo como crecía el deseo en mí, mirando como sus caricias me incendiaban una vez más.
Mientras el pulgar e índice seguían frotando mi clítoris, me penetró con el medio y el anular, rozando el perineo con el meñique de su mano grande y abierta que abarcaba todo mi sexo. Suspiré abriéndome más, dejando que el calor y las burbujas recorrieran mi piel, la sentía como electrificada.
-Es un auténtico placer masturbarte y ver el placer en tus ojos
Apenas movía la mano y aun así el calor, el deseo y la necesidad crecían hasta tal extremo que empecé a mover las caderas buscando más, pidiendo más…
-Quiero que te corras pequeña zorra, quiero que te retuerzas como una perra en celo suplicando que te folle como un poseso, porque eso deseo ahora mismo.
Subí las caderas, apretó y todo estalló a mí alrededor cuando el orgasmo recorrió mi cuerpo para terminar entre mis piernas.
Sacó la mano y se sentó a los pies de la cama para quitarse los zapatos, le miré embelesada aun con el cosquilleo entre las piernas. Agradecida por el placer que acaba de darme me puse en pie, dejé que el agua escurriera un poco y salí del jacuzzi, me miraba sin pestañear y me arrodillé ante él.
-Deja que te desnude yo –le dije cogiendo uno de sus pies y colocándolo en mis muslos-
Le quité lentamente el calcetín y subí un poco el pie y bajé la cabeza para pasar la lengua plana por la planta, gimió y subí a lamer el empeine antes de volver abajo y lamer sus dedos, por ultimo metí el dedo gordo en mi boca y succioné, disfrutando de sus suspiros. Luego hice lo mismo con el otro pie.
-Ponte de pie –le pedí al acabar-
Se levantó y yo hice lo mismo colocándome detrás de él para sacar la camisa del pantalón, empezar a desabrocharla y poder sin quitársela meter las manos para acariciar su pecho mientras pegaba mi cuerpo aun húmedo a su espalda.
-Estoy mojándote
-No me importa cielo, es una gozada
Pellizqué sus pezones antes de descender hasta el cinturón, soltarlo, para desabrochar el pantalón, este cayó al suelo y él se deshizo con los pies de la prenda, mientras yo le quitaba la camisa y volvía a abrazarme a él.
-Me pone a cien notar tus pezones duros en mi espalda –dijo suspirando-
En ese momento metí la mano dentro de sus calzoncillos y agarrando su polla empecé a masturbarle lentamente, notando como se endurecía más bajo mis caricias.
Unos minutos después acompañada por sus gemiditos, volví a arrodillarme ante él:
-enséñamela –le pedí con cara de golfa relamiéndome-
Él la sacó del calzoncillo dejándola a unos centímetros de mi rostro.
-Mas, enséñame más –apenas reconocía mi voz-
Él jadeo antes de descorrer la piel desnudando bien el prepucio, que apareció ante mi más oscuro y brillante que el resto.
-Me encanta su polla señor –le dije mordiéndome el labio-
-A mí me encanta usted señorita
Me acerqué un poco y pasé la lengua por la punta, el frotó esta contra ella y gimió apretándosela con dureza, mientras yo acariciaba sus muslos apretados.
-Dios como me pones chiquilla. Vamos a enfriarnos un poco, tenemos toda la noche para gozar preciosa –dijo cogiéndome de la mano para llevarme al jacuzzi-
Disfrutamos unos minutos de las burbujas y pequeñas caricias furtivas uno al lado de otro hasta que media hora después él dijo:
-Súbete nena esta tarde he echado de menos tus tetitas –dijo señalando sus muslos-
Me abrí y agarró su mástil mientras yo bajaba lentamente insertándome en él, acoplándome por completo hasta sentarme en sus muslos teniéndole dentro. Ambos gemíamos cuando el agarró mis pechos, los juntó y empezó a pasar la lengua de uno a otro antes de atrapar un pezón entre sus labios para succionarlo, modelo y golpearlo con su lengua dura, luego el otro. Yo excitada empecé a mover las caderas, sus manos ahora agarraron con tanta fuerza mi culo que sus dedos se clavaban en mi carne, haciendo que mi clítoris se frotaba con su pubis, sabiendo que así llegaría, como paso en escasos cinco minutos. Volví a vibrar con él, esta vez muy adentro de mi vagina mientras lamia aun mis tetas.
-Me encanta tu culo nena –dijo acariciándome ahora mas calmadamente-
-Pues fóllamelo –le dije descabalgando y poniéndome de rodillas dándole la espalda en el asiento frente a él en jacuzzi-
Miré al ver que no se movía y sonreí al ver su expresión incrédula y sus ojos abiertos como platos.
-Nunca lo he hecho, pero ahora quiero –le dije de nuevo mordiéndome el labio inferior-
-Vas a matarme nena, vas a acabar conmigo
Se puso en pie y esperaba se colocara detrás de mí, pero agarrándome de la cintura me sacó del agua tumbándome en la tarina que había alrededor del jacuzzi, comenzó acariciando los cachetes de mi culo y acabó mordisqueándome suavemente, luego los separó y empezó a lamer mi rajita, llegó a mi agujerito y lo bordeó antes de penetrarlo con la lengua. Luego un dedo, otro y por ultimo su polla se abrió paso en mi relajado conducto virgen, el glande costó un poco, me dolía, pero poco a poco consiguió vencer la barrera y agarrándome de nuevo fue bajándome, empalándome en su dura barra como el acero. Tras unos minutos de calma empezó a entrar y salir, más bien a subirme y bajarme sobre su mástil como si fuera una muñeca de trapo y sin darme cuenta el dolor paso a ser molestia y al final la molestia me daba morbo y placer… por ultimo movía el culo como una perra en celo mientras su mano entre mis piernas me llevaban de nuevo al orgasmo, increíblemente más placentero con su polla enterrada en mis entrañas.
Salió jadeando y volvió a sentarse arrastrándome de nuevo al agua, mientras mi cuerpo se relajaba del orgasmo y él lograba calmar un poco el suyo.
-Siéntate fuera –le pedí-
Y arrodillándome entre sus piernas empecé a besar sus muslos, inglés y testículo, metiéndomelos de uno en uno en la boca, succionando y lamiendo mientras le masturbaba. Él jadeaba cada vez más seguido, cada vez más fuerte echado hacia atrás apoyado en la pared de piedra.
Separé más sus muslos y deje sus testículos para bajar con mi lengua por el perineo y bordeé su ano, él gritó cuando metí la lengua como el había echo conmigo, apreté la base de su polla cuando esta palpitó y volví a meter la lengua mil veces más antes de volver a sus huevos para seguir lamiendo toda la base de la polla hasta el capullo, lo pasé y seguí por arriba lamiendo cada milímetro de piel, caliente y vibrante. Él jadeaba mirándome, enloquecido de placer.
Succioné el glande cuando mi dedo presionó su ano, él se tensó pero volví a succionar y gimió como un loco, una vez más y él estaba desbocado, era el momento de empujar con fuerza y penetrarle, el dio un alarido pero no hizo nada por evitarme. Curvé mi dedo en su interior y dejé que su polla llenara mi boca hasta mi garganta, retrocedí, volví a engullir. Él gemía sin pausa, suplicante, anhelante…
Entonces retrocedí, succioné, moví mi dedito y noté su semen en mi garganta, salí y llenó mi boca mientras sacaba el dedo despacio limpiando hasta la última gotita, mientras temblaba tras el orgasmo.
-Ha sido increíble Dani
-Cierto Ramiro
Ambos sabíamos que daba igual quien fuéramos, lo que importaba era lo que sentíamos juntos. No podía renunciar a eso aunque en unas horas viniera su mujer… aunque en unas semanas fuera el rector de la universidad…aunque fuera el mejor amigo de mi padre…
Continuara…