El desconocido
¿Cuánto placer puede proporcionar una experiencia con un desconocido?.
DESCONOCIDO?
Volvías de la facultad cansada, había sido un día duro. Aparte de un montón de clases habías estado encerrada en la biblioteca el tiempo restante. Con la cabeza caliente te diriges en autobús a casa. Es uno de esos días en los que no puedes fijarte en nada de lo que sucede a tu alrededor, vas ensimismada en tus propios pensamientos.
Piensas en tus exámenes, en tu carrera, los problemas cotidianos y no deja de rondarte la cabeza ese chico que... Ni te das cuenta, pero alguien te sigue, te sigue desde la facultad, le es fácil porque no prestas ninguna atención a tu alrededor.
Antes de llegar a tu casa pasas por una zona oscura, más oscura de lo normal. Normalmente pasas por ahí con cuidado, fijándote en cada rincón, pero hoy sigues dándole vueltas a tus pensamientos. Entonces, alguien te agarra, te tapa la boca y te empuja hacia un rincón, lejos de las miradas de los posibles peatones que crucen por ese oscuro sitio.
Te asustas, derramas incluso unas lágrimas y el pánico más profundo se apodera de ti. Sientes el cuerpo de tu agresor, porque es un hombre, seguro. No habla, se queda ahí, inmovilizándote sin decir nada, percibes su olor, lo sientes, un olor agradable. Te venda los ojos, la venda tiene su olor, te acaricia, te asustas, crees que vas a ser violada. Pero él lo hace suavemente, sin prisa, te besa levemente el cuello, los labios, los lóbulos de las orejas. Lo hace tan suavemente que llegas a sentir un escalofrío. Justo en el momento en que suspiras por esas caricias se retira y oyes una enérgica carrera.
Te ha dejado sola, sentada en el suelo y suspirando. Temerosa te quitas la venda negra que te cubre los ojos, no hay nadie. Se te escapan unas lágrimas de la tensión a la que has estado sometida. Te sientes confundida, ¿quién era?, ¿quería violarme?, ¿era un loco?. Muchas preguntas se agolpan en tu cabeza. Por algún extraño motivo no se lo cuentas a nadie, no te iban a creer esta rocambolesca historia.
En los días siguientes tienes mucho más cuidado, estás más pendiente, no vuelves a pasar por esa zona oscura y procuras que siempre te acompañe alguien a casa. Sin embargo, pese a tu confusión te sientes extrañamente excitada por lo ocurrido. Es inútil negar que ese suspiro te lo provocó él, en cierto modo te gustó, y eso te deja aún más confundida.
A los cuatro días te vas muy pronto a la facultad, quieres empezar a estudiar cuanto antes ya que vas un poco retrasada con tanta agitación. Entras en la facultad nada más abrir, dejas tus cosas en la biblioteca y vas al baño a refrescarte un poco la cara.
Cuando te estás lavando la cara alguien te sorprende, te tapa la boca y te mete en un baño, cerrando el pestillo. Una venda con un olor conocido te tapa los ojos. ¡Es él!. Te empuja contra la pared y te inmoviliza, sin hacer nada más durante unos momentos. Le sientes, le hueles, puedes sentir cada uno de sus músculos y de sus huesos, su respiración, su aliento suave. Te empieza a acariciar y a besar suavemente, como la otra noche. No puedes evitar unos suaves suspiros cuando él te acaricia los senos, los pezones, las caderas, mientras te besa suavemente el cuello. Te destapa la boca pero tú no gritas, quieres seguir sintiendo esas caricias que te están volviendo loca. Te desabrocha el pantalón, mete su mano, te acaricia el monte de Venus por encima de las braguitas, tú ahogas tus gemidos para que nadie os sorprenda. Notas cómo la respiración de él también es entrecortada, mientras te devora los lóbulos de las orejas, el cuello y los labios. Te masturba por encima de la ropa interior, no puedes más, te va a venir el orgasmo, justo... justo en el momento en que te encontrabas más excitada él se aleja, abre la puerta y te deja ahí.
Te quitas la venda, estás sola, te tiemblan las piernas, tu respiración es entrecortada y estás muy excitada. Así no puedes salir a la biblioteca, cierras el pestillo, te bajas completamente los pantalones y la ropa interior y acaricias con insistencia tu clítoris, muy erguido, y tu sexo, muy mojado. Piensas en él, en el Desconocido, jadeas por él y te sobreviene un tremendo orgasmo que te hace encogerte... Uffff.
Ahora ya no sabes qué pensar, estás excitadísima con lo ocurrido, te has tenido que masturbar cada vez que has recordado el último encuentro porque te subía la temperatura una barbaridad. La curiosidad que sientes es todavía mayor, igual con la obsesión de que te persiguen, de que te persigue él.
Tres días después de esto estás de rebajas con una amiga. En una de las tiendas que más te gustan has cogido un montón de cosas para probarte y vas con tu amiga al probador. Os probáis, pero tu amiga quiere coger unas cosas más y se va, dejándote sola. No cierras la puerta, quizás ella viene ahora y...
Alguien entra, tú, de espaldas a la puerta quitándote un jersey crees que es tu amiga. Cuando te quitas el jersey alguien te pone una venda negra en los ojos... ¡otra vez él! Es su olor, su tacto. Esta vez te excitas al primer contacto. No gritas, no te resistes a sus caricias, a sus besos. Le devuelves los besos que él te da, mientras te acaricia todo el cuerpo, tú sólo tienes puesta la ropa interior y él te la quita, dulcemente. Los besos, las caricias van ganando en intensidad, te dejas, él lo nota, te acaricia tu sexo, tu clítoris, tus labios vaginales mientras te besa, chupa y rodea tus pezones con la lengua. Te estás volviendo loca, sientes la erección de él y le desabrochas los pantalones buscando su miembro, erecto por la excitación del momento. Ahora jadeáis los dos, tú le masturbas firmemente mientras él introduce en tu sexo un dedo, dos, tres dedos mientras con el pulgar te acaricia el clítoris, no puedes evitar echarte en sus brazos y tener un orgasmo intensísimo, como pocas veces, como desde hace mucho no experimentas. Tus convulsiones terminan en sus brazos, él te deposita suavemente en la silla del probador y... ¡desaparece!.
Lo ha vuelto a hacer, te ha dejado presa de una excitación incontenible, sola y totalmente confundida. Cuando sales del probador tu amiga te pregunta que si te encuentras bien, que estás muy congestionada, ¡si ella supiera!. En casa no puedes evitar volver a masturbarte en honor a tu Desconocido. Ahora tienes tres vendas, los sueños eróticos por la noche se suceden, ya no tienes miedo. Ahora lo que tienes es impaciencia y excitación por la próxima vez que se vuelva a presentar tu silencioso amante.
Dos días después, durmiendo en tu habitación sientes su olor, su tacto, el sabor de sus besos. En ese estado de semiinconsciencia por el sueño crees que es en sueños, que es producto de tu imaginación, de tu mente calenturienta. Las caricias continúan, cada vez sientes mayor placer, tu respiración es entrecortada y... te corres con una convulsión, te despiertas agitada pero continúas corriéndote. No ves nada, ¡tienes una venda en los ojos!. Él te agarra, te tumba, ¡estaba en la habitación!, te ha estado masturbando mientras estabas dormida y te has despertado por un orgasmo increíble. Por lo visto no ha perdido el tiempo y también te ha desnudado, al igual que él.
Los dos desnudos en la cama, él sobre ti, besándoos, acariciándoos, con pasión, con entrega. Ya no hay nada que hacer, no te resistes en absoluto, te entregas, necesitas de sus caricias, necesitas que apague él y sólo él tu excitación. El sudor baña vuestros cuerpos, tu sexo rezuma placer y es atendido por sus caricias, su miembro recibe atención por tu parte. No podéis ahogar los gemidos, intensos, que os provocáis mutuamente. Saboreas su sexo, erguido, caliente, dulce, mientras él gime fuerte, profundamente. A su vez él alcanza tu clítoris con su lengua, lo explora, explora tu vagina, introduce su lengua, juguetea dentro, fuera, dentro, fuera... con los dedos va masajeándote los glúteos, mojándolos en tus jugos mientras ambos seguís suspirando, gimiendo y jadeando. Os incorporáis, un beso os hace saborear vuestro propio sexo, eso os excita aún más y os urge sentiros más intensamente. Os abrazáis fuertemente mientras él coloca su sexo en la entrada de tu vagina. Jugueteando mueve su glande arriba y abajo, tocándote el botoncín del placer y llegando con su exasperante caricia hasta el ano, pero sin penetrarte todavía. El deseo se ha apoderado de ti, gritas, le muerdes y le suplicas "¡ya!, ¡¡métemela ya!!". Como si hubiera estado esperando eso, tu desconocido amante, te penetra lentamente, haciéndote volar.
Nunca en tu vida te habías sentido así, presa de una excitación, de un deseo y de una pasión tan acuciante. Prácticamente cuando penetró completamente en tu cuerpo tuviste un orgasmo, y luego éstos se sucedieron de forma contínua. Él empujaba rítmicamente, acariciándote los senos, besándote los labios, el cuello, las manos, los brazos. Te levantaba las piernas, las doblaba mientras te penetraba, rozaba con su órgano todas las partes de tu sexo, por dentro, por fuera. En un par de ocasiones le notaste que iba a tener un orgasmo, y en un par de ocasiones hizo decrecer el ritmo, sin llegar a correrse. Perdida ya la noción del tiempo y abandonada al placer notaste un brusco cambio de ritmo. Ahora tu amante pretendía volverte loca con este acelerón, buscaba su orgasmo y ello provocaba que tú gritases de placer, le arañabas la espalda, os mordíais, saboreabais vuestra propia sangre en vuestros labios por vuestros furiosos besos. Por fin le llegó el orgasmo y gritó profundamente, fue presa de unas convulsiones que hicieron que casi te desmayaras del gusto, y cuando notaste su semen en tu interior te corriste tú con él. Os abrazasteis con ternura mientras se acababan las convulsiones de ambos, exhaustos, sudorosos, felices...
No querías soltarlo, no querías que desapareciera como las otras veces. Por primera vez pensaste en quitarte esa venda que él te ponía y ver quién era, preguntarle, saber quién te hacía sentir de esa manera, saber si era el hombre de tu vida, suspirar para siempre con él. Pero el cansancio hizo mella en ti, y con esos pensamientos, abrazada a él mientras te acariciaba dulcemente los hombros y el pelo, te quedaste dormida.
Cuando despiertas estás desnuda, sola en tu habitación. No sabes si ha sido un sueño o realidad. En la ventana de tu habitación encuentras la venda, al lado de un hermoso tulipán blanco en un delicado jarrón azul... no ha sido un sueño, ha sido realmente él.
A partir de entonces te decides a averiguar quién es tu desconocido perseguidor, tu apasionado amante, el que te hace suspirar de esa manera. Incluso te llegas a preguntar si estás enamorada, tus sentimientos hacia él son tan fuertes que te hacen sentirte confundida. ¿Cómo puedes estar enamorada si ni siquiera le conoces?, ¿te estás volviendo loca?.
Pasan los días y no hay ninguna señal de tu desconocido amor. Te preocupas, ¿y si no vuelve a aparecer?, un sentimiento de desolación se apodera de ti. En ese momento te das cuenta que algo más que sexo tienes en común con él, que ha hecho mella en tus sentimientos.
Diez días después y no tienes ninguna noticia, Te has resignado a que haya desaparecido de tu vida. Como consuelo sacas un billete en tren para ir a visitar a unos parientes. Pasas muy triste el resto de los días hasta tu partida, le buscas en todas partes, buscas su olor, su perfume. Le buscas en los sitios donde otras veces le encontraste, en los probadores, en la facultad, incluso en ese callejón oscuro... pero nada, no apareció.
Desolada te montas en el tren. Te diriges al vagón restaurante. Quizá el alcohol mitigue un poco la pena que sientes, el vacío que un desconocido ha provocado en ti. En el pasillo, en un apartado alguien te tapa los ojos. ¡¡Su olor!!, ¡¡Es él!!. Tiemblas de excitación, de alegría. Él te susurra al oído: "¿Quieres conocerme?", "¡Sí, sí!", contestas llena de emoción, no puedes aguantar un instante más en esa situación. Entonces él sella tus labios con un tierno, dulce, húmedo y largo beso mientras retira las manos de tus ojos... le ves: "¡¡Raúl!!, ¿¿¡¡TÚ!!??