El Descenso de Martha Stone 9

Tras jugar un poco con su hermana, Morgan toma cartas en el asunto con su familia, estableciendo la que a partir de aquel momento será una jerarquía inamovible.

Julia encontró extraña el ansia de su madre por verla. Y por ello había insistido hasta que su madre le había dicho que tenían problemas legales. Fue entonces cuando le pidió permiso a su jefe para ocuparse, y él, amablemente, había aceptado. Después de todo, estaba de prácticas. Le extrañó que Martha la hiciera esperar.

Cuando vio a su hermana, se quedó con la boca abierta. Sabía que había pasado mucho tiempo, pero la forma en la que vestía su hermana, la forma en la que se movía… parecía una persona completamente distinta. Sentía curiosidad, aunque lo más probable es que de saber lo más mínimo de lo sucedido, hubiera salido en dirección contraria.

Morgan era una persona simple en su forma de proceder. Ella tenía un propósito en la vida, la dominación. No le importaba quienes fueran, sólo que la sirvieran. Ni se paraba a pensar en los nombres. Deberían considerarla compasiva de que se tomase la molesta de separaros en coños y pollas, que era para lo único para lo que le servían.

_ Martha… wow… estás… distinta. _ Julia iba a tener una conversación con su madre.

No le extrañaba que Martha hubiera llegado a una espiral de rebeldía, pero aquello era ridículo. Julia no pudo evitar pensar que su hermana vestía como una puta. Morgan no tenía paciencia para tener conversaciones, así que le puso la mano en el hombro y le habló directamente.

_ Julia, mírame profundamente a los ojos… tenemos que hablar…

Julia dejó caer las maletas. Su mirada estaba perdida y un leve hilo de baba caía por su mejilla. Morgan se la limpió con el dedo, con una expresión de poder maravillosa. Le encantaba ver cómo se le había derretido la mente.

_ Vamos, coño estúpido, tenemos cosas que hacer. _ Morgan sonrió, disfrutando de su poder.

En el parking la esperaban sus padres, probablemente follando en el asiento de atrás, pero Morgan estaba ansiosa por vengarse. Y no quería esperar a llegar a casa para hacer sufrir a su zombificada hermana. Era divertido ver a Julia así.

Julia siempre había sido su hermana la perfecta, la que tenía una sonrisa que iluminaba al sol, la que se llevaba a todos los chicos, la que hacía que sus padres se sintieran orgullosos por cómo se había pagado ella sola la carrera. Y ahora tenía la mirada estupidizada y se le caía la baba sobre un escote que normalmente no habría tenido el valor de llevar… se hacían maravillas abriendo un par de botones.

Morgan estaba planeando qué hacer con su hermana, cuando le vio. Junto a la entrada de la estación había un mendigo, alguien en quien ella no había reparado cuando entró. Morgan sonrió, pícara y se acercó al señor. El caballero pareció asustado cuando la muchacha se inclinó a su lado. Julia permanecía de pie, en silencio, como le correspondía.

_ Buenos días señor… _ Julia dejó caer una moneda en la taza desportillada que usaba el mendigo para pedir.

Morgan aspiró. ¿Cuánto tiempo debía llevar aquel hombre sin bañarse? Lo cierto es que no estaba segura, pero el hedor era casi insoportable. ¿Qué mejor forma de “bautizar” a su hermana en las artes del zorrerío que hacerla caer en lo más bajo? Así aprendería la más importante de las lecciones antes que ninguna otra. Que ella era la hermana inferior y tenía que supeditarse a ella.

_ Verá… mi hermana. _ La señaló con la cabeza. _ Es un poco tímida pero… Me ha preguntado si usted tendría interés en… pasar un buen rato con ella.

_ Escuche, si es algún tipo de broma… no tiene gracia. _ Dijo el hombre, visiblemente ofendido. _ Puede que esté mendigando, pero hasta yo tengo aún algo de amor propio, no se burle de mí.

Morgan no quería hipnotizarlo. Le sería muy fácil. Pero le daba más morbo saber que había actuado por propia voluntad… y sabía que no sería difícil convencerlo.

_ Oh, vamos… mírela… mírela bien. Mire esas tetas… ¿De verdad no quiere probarlas?

Como una autómata, Julia se llevó las manos a las tetas y se las apretó, bastó una mirada de Morgan para que Julia le dedicase una mirada de cachorrito que derretiría a cualquiera. Estando tan cerca, Morgan casi pudo escuchar cómo se llenaban los cuerpos cavernosos del hombre.

_ Mire… no queremos dinero… ni burlarnos de usted. _ Le aseguró Morgan. _ Es un fetiche que tenemos. ¿Me va a decir en serio que no se quiere tirar a una jovencita como Julia? Es una oportunidad que no se presenta a menudo.

Morgan le puso la mano en el paquete al hombre y se lo acarició. Se aproximó a su oído y le habló en voz muy baja, en un susurro sensual.

_ Ella se muere de ganas de tragarse su leche, ¿Sabe?

Era imposible resistirse. Aquellas dos bellezas actuando así… y él había pasado meses sin catar mujer. Desde que había quedado en la calle, era difícil encontrar a nadie, y las vagabundas tampoco eran especialmente atractivas. Llevaba años sin poder siquiera soñar en hincar el diente a una mujer como Julia o Martha.

_ Está bien… está bien… me has convencido.

_ Bien… vamos al servicio entonces, Julia, vamos.

Julia puso su mejor sonrisa y se encaminó al baño. El vagabundo iba entre las dos, aprovechando su posición para sobar los culos de ambas chicas. Morgan se lo permitió, le encantaba sentir la mano de un desconocido sobándole las nalgas.

Cuando llegaron al baño, no hubo ceremonias. Tenían cierta prisa, así que ante una orden suya, Julia se quitó la ropa y la dejó sobre sus maletas. El vagabundo no tardó demasiado. Sólo se bajó los pantalones. La vista de aquella muchacha de piel blanca, rubia y de ojos claros fue suficiente para tenerlo duro como una piedra. Era otra de las cosas en las que no se parecía a Martha, era mucho más pálida.

_ Julia, tenemos una agenta apretada, date vida. _ Le insistió Morgan.

Julia se movió a gatas por el baño y pasó la nariz por la polla del desconocido. Apestaba. Apestaba fuertemente a orina y suciedad. Pero aquello la excitó y provocó que se humedeciera. Se la empezó a meter en la boca y entonces sintió una mano en su nuca.

No era el vagabundo, era Morgan. Morgan le empujó la cabeza y le impuso un ritmo de penetración bucal rápido y profundo. Julia habría vomitado si aquella misma mañana hubiera intentado hacer aquello, pero la severa mirada de su hermana le informó de que ni se le ocurriese.

El vagabundo valoraba demasiado su suerte para cuestionarse nada, así que se dejó hacer, apoyándose en una de las puertas del baño. Morgan no le tocó directamente, sólo la cabeza de Julia. Esperó hasta que el hombre estuviera a punto de descargar, y entonces le apartó la cara, de forma que la carga del caballero golpeó su rostro y sus tetas. Julia se relamió instantáneamente.

_ Muy bien, pónsela dura de nuevo. _ Ordenó Morgan, con firmeza.

_ Oiga, no sé si podré… _ Dijo el vagabundo.

_ Podrá. _ Respondió Morgan, directa. _ Y va a follarse el coño de Julia. ¿Está claro?

Aquel semen no olía bien. También apestaba a rancio. Morgan no podía perder la oportunidad de cubrir a su hermana de ese esperma. Julia iba a ser un vertedero de semen… lo decidió en aquel mismo momento. Sus palabras y su mirada ayudaron incluso más que los manejos de Julia para volver a ponerla dura.

_ Listo, hermana.

_ Bien. Ahora ponte sobre los lavabos, sujétate las piernas, ofrécete.

Julia obedeció, y el vagabundo, disfrutando del que probablemente fuese el momento más alto de su vida, penetró a la jovencita y empezó a embestirla con entusiasmo. Julia quería gritar, pero Morgan le puso la mano sobre la boca.

_ Silencio, coño estúpido. Quiero que te vean, no que te oigan. _ Le dijo, en un susurro.

Julia puso los ojos en blanco, perdida en el placer. Morgan le apretó las tetas por turno, mientras aquel pobre hombre había perdido la razón, atrapado en aquel goloso y apretado coño tan distinto del de las otras mujeres que se había podido follar viviendo en la inmundicia.

A pesar de todo, cumplió la petición de Morgan y se corrió por fuera, manchando las piernas, el coño y, tras un rápido movimiento, la espalda de Julia. El hombre parecía ya derrotado, respirando con dificultad y ya con la polla flácida.

_ Espero que te lo hayas pasado muy bien. _ Le dijo Morgan. _ Sé un buen chico y no se lo cuentes a nadie. Quizá, y sólo quizá… volvamos a visitarte.

Julia se había quedado traspuesta al ver a su hermana. ¡Joder! ¡Qué guapa estaba Martha! ¿Desde cuando vestía tan bien? Seguramente tendría que pedirle consejos. Ella sabía que no era tan guapa como su voluptuosa y morena hermana, pero con sus consejos quizá fuese más deseable.

_ ¿Julia, estás bien? Estás como atontada. _ Martha le sonrió.

Martha encontraba normal la situación. Su hermana estaba cubierta de semen… eso era propio de ella. Pero no le importaba. Para Martha Julia era una persona muy querida e importante.

_ Sí, sí, perdona. Es sólo que tenía muchas ganas de verte… estás muy guapa, Martha.

Se besaron profundamente en la boca. Era la primera vez que Martha besaba así a su hermana, pero también lo había hecho con su padre y su madre… era de lo más normal. La boca de Julia sabía a semen, que traviesa era su hermana mayor.

_ Anda, vamos al coche. Papá y Mamá llevan un buen rato esperando.

_ Espero que no se enfaden. _ Dijo Julia, mientras se llevaba un poco de semen del rostro a los labios distraídamente.

_ No te preocupes, estarán bien. Yo los convenceré. Pero ya sabes que tienes que esforzarte.

Julia asintió. Ella era tan inútil… un desastre comparada con Martha. Pero haría lo que fuera para satisfacer a sus padres. Mientras se dirigían al coche, la gente la miraba cuchicheaba. Julia no lo asoció al semen que manchaba su pelo y se escurría por su frente, molestándole a la vista, y que se llevaba a los labios al notarlo.

No, tenía claro que era porque la comparaban con Martha y salía perdiendo. Cuando pasaron junto a la puerta, se tropezaron con un vagabundo que estaba pidiendo. Sonrió al verla. No supo por qué, pero Julia lo encontró muy atractivo. Rebuscó en su bolso y le dejó un billete en la taza antes de salir al Parking. En el coche la estaban esperando sus padres.

En el asiento delantero estaba su madre. Estaba semidesnuda, jugando con un mando que conectaba a un vibrador conectado a su coño. En el asiento de atrás, su padre se tocaba furiosamente mirando fotos de su hermana… nada fuera de lo habitual.

_ Ya era hora de que llegaras. _ Dijo Olivia. _ Vamos, siéntate atrás y hazle una mamada a tu padre, está insoportable.

_ Sí, mamá. _ Respondió.

Mientras Martha se sentaba en el asiento del copiloto, Julia hacía un esfuerzo por acomodarse en el asiento de atrás con la polla de su padre metida en la garganta.

_ Mamá… no puedo doblarme bien.

_ Pues usa el coño, hija. ¿De verdad tengo que explicártelo todo? ¿Y de quién es el semen que llevas encima?

_ De un vagabundo que he conocido en la estación. _ Respondió mientras se acomodaba la polla de su padre, lanzando un hondo gemido. _ No la tenía tan grande como… mm… papi.

_ ¿Llegas tarde porque estabas follándote un vagabundo antes que a tu padre? _ Le preguntó Olivia, visiblemente enfadada.

_ Lo… siento… mami. _ Vociferó entre gemidos. Su padre seguía mirando las fotos de Martha en el móvil, ignorándola.

_ No te enfades con ella, yo se lo pedí. _ Martha cogió el mando del vibrador de su madre y subió la potencia, provocando que su madre gimiera.

_ Si… tú se lo pediste… está bien… Martha… _ gruñó, gozosa. _ Tú sabes lo que es mejor para tu hermana… sabes que yo te apoyo, mi nena.

Era curioso, porque Martha no recordaba haberle pedido aquello a Julia, pero respondió sin pensar, y le parecía sensato, natural. Después de todo, Julia siempre la obedecía en todo. Era como tenía que ser.

_ Vámonos a casa, estoy cansada y quiero que me comas el coño antes de la cena. _ Suspiró Martha.

_ Sí, claro, cariño. _ Olivia arrancó el coche.

A lo largo de la tarde, Julia estuvo atendiendo a su padre. Le habían comprado un disfraz de criada y Jason se había tomado como cruzada personal cubrirlo entero con su semen, así que la muchacha se veía en la obligación de realizarle continuas mamadas. Mientras veía la televisión, mientras repasaba los informes del trabajo, que llevaba atrasado desde que trabajaba en casa para tener más tiempo para masturbarse, incluso cuando iba al baño.

De hecho, en su última visita al baño, Julia experimentó una lluvia dorada inesperada y tuvieron que volver a empezar. Toda una lástima. Mientras tanto, Olivia había tenido por fin la posibilidad de pasar tiempo con la diosa que era su hija. Pudo comerle el coño a placer sin preocuparse de que su marido la interrumpiera, así como usar las manos para amasarle las tetas.

Cuando Julia volvió del lavaba, secándose parte de la orina, se las encontró en la cocina. Martha estaba repasando un libro sobre posturas sexuales que Victoria le había dado en el trabajo mientras su madre la enculaba con todas sus fuerzas con un gran dildo. La siguiente vez que se folló a su padre, estuvo pensando en eso. Durante la cena fue ella la que estaba siendo enculada, por su padre.

Julia estaba gritando un poco. Era la primera vez que tenía sexo anal. Pero… no debía quejarse, no quería quedar mal delante de sus padres y su hermana. La verdad es que lo que más le apetecía a Julia era que su hermana se la follara. No podía evitar ver a Martha como a una diosa.

En aquel momento, su hermana estaba comiendo con naturalidad, al menos con la mano derecha. La izquierda estaba metida entre sus bragas. Que envidia tenía Julia a esas bragas. Mientras su padre la enculaba y le apretaba la cara contra el plato de macarrones para que se los comiera, ella sólo pensaba en la mano de su hermana metida entre aquellas coquetas bragas. Tan sólo chuparle el coño… ¿Sería mucho pedir?

_ ¿Entonces? ¿Qué has hecho con Victoria? _ Para tener las piernas extendidas sobre la mesa y estarse introduciendo el bote de Ketchup, Olivia se mantenía muy serena.

_ Bueno… la verdad es que… no llegué a… decirle nada. _ Al pensar en Victoria, Martha se corrió. Pero sólo era un orgasmo, era normal… siguió tocándose como si nada. _ No sé… fue como si me bloqueara al llegar allí.

_ Tienes que… espera… me corro. _ gruñó, presa de su propio orgasmo.

Al correrse apretó el bote de kétchup con tanta fuerza que la tapa se soltó y un chorro de salsa roja manchó a Martha.

_ ¡Mamá… mira que guarrería has hecho! _ Dijo Martha. _ Estas bragas son nuevas…

_ No te preocupes, cariño, yo te lo limpio.

Ver a su madre recorrer el cuerpo de Martha con la lengua era demasiado para Julia, que empezó a encadenar una serie de orgasmos múltiples al ver a su hermana gimotear ante las atenciones de su madre, que estaba haciendo más esfuerzos de los necesarios para dejar bien limpio el sostén…

_ Mami… eres la mejor… _ Susurró Martha. _ Te quiero tanto…

_ Y yo a ti, mi nena… Por eso insisto. _ Bajó la cabeza hacia el coño de su hija. _ Si te gusta esa chica, échale valor… díselo.

_ Sí… _ gimoteó Martha. _ Tengo que… decírselo.

Martha dejó la casa en plena noche. Todo el mundo parecía agotado. En el cuarto de sus padres, se encontró con una escena que encontró tierna.

El cabeza de familia, abrazando a su primogénita por la espalda, mientras le mantenía la polla bien clavada en el coño. Y la muchacha rubia, cubierta hasta arriba de semen, orina y salsa de tomate, con la cabeza hundida en los pechos de su madre, chupándole uno de ellos, mientras la progenitora mantenía una mano metida en su coño, moviéndolo muy ligeramente. Estaban los tres dormidos en aquella extraña postura.

Martha no sabía si era responsable ir allí. Pero tomó la decisión. Mientras iba avanzando, una lista de recuerdos extraños empezó a despertar en su memoria. Recordó haber follado con Victoria… no una vez, si no muchas. Recordó haberla llamado amor… recordó cómo habían planeado jugar con su propia cabeza. Recordó a Sabrina, a Eva y a Morgan. Recordó a Natasha y a Vanessa. Cuando salió del ascensor, estaba alucinada.

_ Martha… ¿Qué haces aquí? _ Preguntó Victoria. _ No te esperaba.

_ Pues… _ Se cuadró. _ Me gustaría hablar sobre Sabrina, y sobre las cosas que has hecho con ella.

Violada. Martha se sentía violada. ¿Por qué recordaba todo aquello en aquel momento? Y… ¿Aún peor? ¿Por qué le resultaban tan excitantes aquellos recuerdos?

_ Sí… ¿Podría hablar con Sabrina? Estoy convencida de que podría aclararlo con ella.

Victoria nunca había perdido el control de una persona a la que había hechizado… pero también era cierto que a Martha no la había hechizado de la manera que había hechizado al resto. Se relajó, se serenó. Tan sólo tenía que ordenarle a Sabrina que borrara los recuerdos de Martha, sería fácil.

_ No, no puedes hablar con Sabrina. _ Martha apretó los puños. Ahora sí, Victoria estaba asustada.

_ ¿Por qué no? _ A Victoria le tembló la voz.

_ No puedes hablar con ella porque Sabrina está muerta. _ Martha respondió con convicción. No sabía por qué, pero estaba convencida de sus palabras.