El descenso de Martha Stone 5
Sabrina... o más bien, Eva... tiene un primer encuentro con un cliente por órdenes de Victoria.
La limusina de Victoria se deslizaba por las calles. Protegida por los cristales pintados, resultaba imposible ver lo que se ocultaba, resultaba imposible ver lo que estaba sucediendo. Algo que para muchos sería un gran material masturbatorio. Sentada en el gran asiendo se encontraba Victoria, con los pantalones bajados y las piernas rodeando la cabeza de Eva.
Eva se movía llevada por puro instinto. La mente vacía, los ojos fijos y llenos de lujuria mientras comía aquel coño que era todo su mundo. Victoria apretaba su cara contra su entrepierna, sujetando su pelo con violencia. Había aprendido rápido que con Eva había que imponerse, la delicadeza no era capaz de entenderla.
Con la mano izquierda, sin embargo, sujetaba su teléfono móvil. Era otro motivo para tener a Eva bien sujeta. Por lo que había visto momentos antes, no sabía estarse callada, así que asegurarse de que mantuviera la boca ocupada era prioritario.
_ Sí… tal como te dije, está en prácticas, así que… es gratis. Sabrina quiere probar nuevos trucos. Le comenté lo que querías, y accedió de buen grado. Es una gran actriz… la mejor. _ Victoria sonrió. _ De hecho, me ha pedido que la llames Eva… se mete mucho en el papel, ya lo verás.
_ Entonces… ¿Puedo hacer con ella lo que quiera? _ Preguntaba él, ansioso.
_ Siempre que lo hagas antes de las ocho y no tenga daños permanentes, sí… salvo darle por detrás… aún no la he estrenado. _ Victoria se mordió el labio por. _ No quiero reproches, esto es casi un favor.
_ Está bien… mira que tenía ganas de llenarle el culo de leche… pero me conformaré. _ Bufó.
_ Más te vale… respeta las normas y puede que te haga descuento en la primera visita que te haga… rómpelas y quizá te quite de la lista de clientes de confianza.
Victoria colgó y se recargó en el asiento. Le había prometido a Sabrina que sería la primera en romperle el culo y pensaba cumplir. Eva elevó la mirada y por un instante, tan sólo unas décimas de segundo, pudo ver a Sabrina en aquella mirada. Pero fue un destello que se desvaneció con la misma facilidad que había cruzado la mirada.
Victoria se había corrido ya tres veces cuando apartó la cara de Eva de un tirón. Hubo un tintineo. Colgado del cuello, había un collar, un collar de perro con una placa identificativa redonda. El nombre “Eva”, estaba muy estilizado. En la parte trasera indicaba que, en caso de pérdida, debía devolverse a la dirección de Victoria.
Evidentemente, Victoria no esperaba que Eva se perdiera. Confiaba en que Sabrina se ocuparía si la cosa se desmadraba, pero era otro detalle que sumaba. Además, si el cliente quería mantenerla en algún lugar sólo tenía que ponerle una correa.
Victoria la cubrió con su abrigo mientras entraban en el hotel donde se estaba hospedando el cliente. Sabía que se encontraba en la habitación 1014, así que allí se dirigió. Tocó al timbre y se escondió tras la esquina. Cuando el cliente abrió la puerta, se encontró todo el pastel.
Eva estaba tirada en el suelo, de nuevo en su postura favorita, chupándose su propio coño. El hombre se quedó mirándola aproximadamente un minuto mientras notaba que la polla se le iba poniendo dura. Aquella mujer no sabía ni donde estaba… o al menos, lo aparentaba muy bien.
_ Eva… ¿Esa es forma de saludar a tu macho? _ Puso los brazos en jarras.
Eva reaccionó de inmediato, elevando la vista para toparse con la suya, se acercó a cuatro patas y comenzó a besarle los zapatos.
_ Eva quiere macho, ¿Follar? _ Preguntó, con desesperación en los ojos.
Él supo que había tropezado con algo gordo. Helena siempre había seguido su juego… pero aquello era… distinto. Sonrió, sintiéndose poderoso, y la tomó del pelo, tirando con fuerza para que entrara. Ella obedeció, sumisa, y él cerró la puerta detrás de él.
_ Aún no te has ganado el derecho a follar, zorra. _ Le dijo. _ Empecemos por darte de comer.
Le colocó el paquete delante de la cara y Eva, notando su fuerte aroma intentó comérsela… aún con los pantalones puestos. Como toda una salvaje aferró aquella polla entre sus labios, tratando de comerse aquel pijama, hasta que él la apartó y le dio una bofetada.
_ ¡Eva quiere polla! ¡Chupar, follar, mamar! _ Se quejó, como una histérica, metiéndose la mano hasta lo más hondo de su coño. _ ¡Coño, sexo, mamada!
Él se carcajeó. Ni en sus mayores sueños se imaginó que Victoria le conseguiría una chica así. Helena siempre había estado bien, pero Sabrina… o Eva… estaban haciendo realidad su fantasía de una forma nunca antes vista. Pensó que decididamente era la mejor actriz que había visto.
Se bajó el pantalón y el calzoncillo, se sentó en el sofá y le hizo un gesto para que se acercara. Aún a cuatro patas, Eva se acercó, contoneando su culo y dejando manchas en el suelo por el flujo que resbalaba desde su coño y el que tenía en la mano con la que se tocaba momentos antes. Se quedó mirando la polla un instante y se acercó para comérsela.
_ ¡Quieta!
Eva le miró con auténtica desesperación mientras se relamía. ¿Por qué no la dejaba comerle la polla? No podía entenderlo. Estaba tan cachonda… lo necesitaba, y su macho le decía que no. Él también lo necesitaba, podía verlo. Esa polla estaba latiendo con fuerza, reclamando su atención. La de su boca, la de su coño… la de su cu… Ese pensamiento desapareció de su mente tan rápido como había aparecido, Sabrina lo cortó de raíz.
_ ¡Polla, coño, boca! ¡Follar, mamar! _ Insistió, desesperada. _ Macho follar… por favor.
Eva… estaba llorando de frustración. Con la mano de nuevo fuertemente metida en el coño, llorando intensamente. En su mente había pocas cosas, y ninguna de ellas tan importante como follar. Si de ella dependiese, lo dejaría todo por seguir follando. De recordar a sus padres, se olvidaría de ellos mientras cabalgaba. Abandonaría amigos, familia, todo ello de buen grado por la polla que tenía delante de ella.
Pero no podía desobedecer a su macho. La sumisión estaba codificada en lo más profundo de su ser. Por eso, lo único que le quedaba era seguir suplicando. Y sus lágrimas eran reales.
_ Anda, no llores. Y llámame Victor. _ Le tomó el mentón con los dedos. _ Ven, súbete al sofá, cómeme la polla.
La expresión de Eva se iluminó. En toda su vida, Martha Stone nunca había mostrado una felicidad tan sincera y absoluta. Se subió al sofá y cogió la polla con la mano. Victor le puso la mano en el coño, y empezó a tocárselo casualmente. Eva se estremeció.
_ Victor buen macho… _ Susurró, antes de meterse la polla entera en la boca.
Sabrina no tenía aún desarrollada una gran técnica a la hora de chupar pollas. Pero lo cierto es que, sin haber hecho el acto aún con una polla real, había estado viendo gran cantidad de videos porno sólo para intentar captar qué posición debía emplear, y eso le había ayudado en su experiencia con Victoria. Pero Eva no recordaba nada de eso.
La técnica de Eva, por tanto, era absolutamente nula… pero lo compensaba con un entusiasmo tan absurdo que podía llegar a dar miedo. Se tragaba aquella polla hasta lo más profundo de su campanilla, con una desesperación enloquecida, gimiendo como una desesperada mientras botaba.
Victor no pudo controlarla. Eva estaba fuera de sí. No se detuvo hasta que pudo notar la ardiente semilla de su macho caer en su boca. Le miró con los ojos ardiendo de puro deleite y se la mostró antes de tragárselo. Antes de que él pudiera reaccionar, se metió de nuevo aquella vara de carne en la boca y la dejo escrupulosamente limpia.
_ Leche buena… Victor bueno… gusta follar. _ Dijo, corriéndose entre sus dedos.
Eva se dejó caer sobre él y le comió la boca con intensidad. Eva era una mujer de gustos sencillos. Si la follabas y la llenabas de semen… estaría poderosamente vinculada a ti. ¿Amor? Lo más parecido. Eva no era lo bastante inteligente para amar. Pero entendía el afecto y cómo mostrar cariño, y se portaría así con aquel que se corriera para ella como había hecho Victor.
_ ¿Mas follar? _ Preguntó, con una sonrisa boba de oreja a oreja.
_ Sí… sí… pero antes, ¿No quieres comer algo?
Eva se quedó un segundo traspuesta, notando cómo su estómago se quejaba. Si, sí que tenía hambre, pero estaba tan cachonda que lo había olvidado.
_ Eva hambre, comer. _ Dijo, muy seria. Luego volvió a sonreír. _ Después… ¿Follar? Eva más leche. ¡Leche buena!
La polla de Victor latía al escucharla. Era increíble. Siempre había soñado con una mujer que no tuviera aspiraciones, sueños… que fuera tonta de remate y que sólo quisiera follar. Aún no se lo podía creer.
Ver que Eva se daba cuenta de que ya no estaba pensando en ella y volvía a la posición más natural para ella, comerse su propio coño, era lo más excitante del mundo. La idea de una hembra que existía sólo para él, y que en cualquier otra circunstancia no era más que un adorno entregado a su propia masturbación… hizo sonreír a Victor. Cogió el teléfono y pidió una pizza. Pero mientras llegaba decidió que picarían algo.
Sirvió un par de platos de sopa y los puso sobre la mesa. Silbó, y Eva se dio por aludida. Apuró su orgasmo y se acercó, como siempre a cuatro patas. Andar a dos patas era tan complicado… Eva no entendía cómo lo conseguía la gente. Ella no podía si no la sujetaba su macho.
Tampoco entendía el concepto de “sentarse a comer”. Así que se quedó al lado de la mesa, confusa. Victor la miró extrañado un momento, y luego se dio cuenta de hasta qué punto se tomaba en serio el papel. Cogió el plato de encima de la mesa y lo puso en el suelo.
Eva, con una sonrisa y un contoneo, se colocó delante de la sopa y empezó a tomársela con la lengua. Fue hipnótico para Victor, que empezó a tocarse mientras la miraba. Era demasiado para él. Tener a aquella mujer moviendo esos enormes pechos mientras subía y bajaba la cabeza… era demasiado. Aquella humillación, aquella sumisión absoluta.
Pero en especial la aceptación en sus ojos. Eva no estaba fingiendo. Realmente aquello era natural, y eso era lo que más cachondo ponía a Victor, que se acercó y descargó en el plato de sopa de Eva. La muchacha sonrió y le miró.
_ Eva gracias. _ Dijo, con una sonrisa antes de continuar bebiendo el ahora más espeso líquido.
Victor no sabía cuándo iba a poder volver a disfrutar de Eva, así que se dirigió hacia el baño. Sabía que tenía algunas “pastillitas especiales” guardadas ahí, pero no las encontraba. Victor estaba tan atareado que no escuchó el timbre.
Eva estaba dejando bien limpio el plato. No quería desperdiciar ni una gota de la “lechita” de su macho, y a pesar de que el plato ya estaba limpio, seguía lamiendo por inercia. El timbre la sacó de su ensimismamiento. Gateó por la casa hasta llegar el origen del ruido, la puerta. El timbre volvió a sonar.
A su aturdida mente llegó el recuerdo de que Victoria había llamado y había producido aquel sonido. Pero le costaba recordarlo bien, de Victoria recordaba especialmente los tatuajes, que la excitaban mucho… y lo dulce que estaba su coño. Le gustaban los coños, estaban ricos.
Cuando el timbre sonó de nuevo, Eva se desesperó un poco. Sabía que había alguna forma de evitar que eso siguiera, que había que hacer algo, pero no estaba segura del qué.
_ Señor, le traigo la pizza que ha pedido. _ Indicaba el pizzero al otro lado de la puerta. _ Si no abre me la voy a llevar de vuelta. Si es una broma, no es gracioso.
¡Eso era! ¡Eva tenía que abrir la puerta! Abrir… como su coño. Ella lo abría con los dedos. Pero… ¿Cómo se abría la puerta? El pizzero estaba llamando con los nudillos. Si se iba, no dejaría la pizza… ¡Y entonces quizá Victor se enfadara y no la dejaría comerle la polla de nuevo! No, decididamente no podía permitirlo.
Haciendo uso de todo su poder mental, Eva logró racionalizar que había algo que colgaba de la puerta. Cuando ella iba a abrir su coño… solía tocarse el clítoris, así que se incorporó, lo sujetó con ambas manos, y dejó que su peso hiciera el resto. La manivela se giró, y el pizzero, que en ese momento iba a golpear la puerta con fuerza, la abrió del tirón y se cayó encima de la despreocupada Eva.
¡Eva había conseguido abrir la puerta! ¡Ahora Victor estaría feliz, porque tendría su pizza!
El pizzero, sin embargo, estaba sonrojado. Se había caído sobre semejante monumento, que apenas llevaba un taparrabos y una tira en el sostén. Era un adolescente, y nunca había conocido mujer. Ver semejante cosa… se parecía a las películas porno con las que se pajeaba cada noche.
Se puso en pie, rojo como un tomate y con una erección de campeonato. Eva sonrió con lascivia. Ella era sumida por naturaleza, pero aquel chaval… le estaba pidiendo a gritos que le diera una lección. Además… no era su macho.
_ Son doce cincuenta. _ El chico no sabía donde meterse.
Si la idea de sentarse a comer ya era complicada para Eva, la idea del dinero era impensable. Una moneda que servía para intercambiar bienes y servicios era un concepto muy avanzado para una mente que normalmente no tenía más de tres o cuatro pensamientos distintos… a excepción del sexo, en el cual había múltiples ramificaciones y pensamientos muy diversos. No sabía cómo pagarle doce cincuenta… pero sí que se le ocurría una forma de satisfacerlo y que dejara la pizza.
_ Eva mamar. _ Propuso, directamente.
_ ¿Dis… disculpa? _ Preguntó el chico.
La situación ya era bastante complicada para el chico. Aquella mujer estaba a cuatro patas en el suelo, casi desnuda, mirándole fijamente el paquete… y pasándose la lengua por los labios. Se tenía que haber quedado inconsciente y estaba soñando.
_ ¡Eva chupar polla, chico dejar pizza! _ Dijo, muy seria, asintiendo con la cabeza.
_ ¿Me estás diciendo en serio que me quieres pagar con una mamada?
Aquello tenía que ser una broma… una cámara oculta. Pero… ¿Y si no lo era? La forma en la que la chica le miraba el paquete, el ansia con el que se lamía los labios. Y si se fijaba, podía ver que estaba chorreando. ¿Eran restos de semen lo que tenía en la barbilla? “A la mierda” Se dijo. Realmente doce cincuenta era una ganga por una mamada, no le importaba pagar él la pizza, merecía le pena el riesgo.
_ Muy bien, acepto el trato.
_ Saca polla, Eva chupa. _ Dijo, acercándose a él, moviendo su enorme culo de forma juguetona.
El chaval no se lo pensó más y se la sacó, bajándose los pantalones y el calzoncillo de una sentada. No era una polla especialmente grande, pero Eva no era exquisita. Se la tragó con las mismas ganas que la de Victor, y comenzó ella misma un mete-saca brutal en su boca.
El chaval le sujetó la cabeza con ambas manos, pero mas para sujetarse que porque quisiera marcarle ningún ritmo. Eva sabía lo que estaba haciendo, y el chico no tardó demasiado tiempo en correrse, directamente en su garganta.
_ Leche buena. _ Repitió, sonriendo.
Cuando el chaval escuchó ruido en el baño, supo que era mejor marcharse y se subió los pantalones. Eva hizo un mohín de disgusto. Quería follar más. Cuando el chico salió por la puerta, ella hizo lo que acostumbraba y empezó a comerse el coño.
Victor salió poco después, con sus pastillas en la mano. Se encontró la pizza sobre la mesa, y a Eva junto a la puerta entreabierta, comiéndose el coño. Ató cabos rápidamente.
_ ¿Cómo has pagado la pizza? _ Alzó una ceja.
_ Eva chupar, polla rica.
Victor puso los ojos en blanco. No podía culparse. Eva no era más que un trozo de carne deseando follar. Si hasta llevaba un collar identificativo por si se perdía. Lo que le extrañaba era que hubiera conseguido abrir la puerta. Realmente Victoria no le había mentido… ¿De verdad era todo un papel? Porque lo llevaba al extremo.
_ ¿Y qué polla te gusta más? ¿La mía, o la del pizzero?
_ Pizzero polla chica… Victor polla grande. _ Sonrió ampliamente. _ Eva gusta pollas grandes.
Victor se tomó una de las pastillas, cerró la puerta y dejó unos trozos de pizza en el cuenco de Eva. Lo movió junto al sofá, y él mismo se sentó a ver una serie mientras la pastilla hacía efecto. Eva tenía dificultades para comerse la pizza sólo con la boca, así que empleó las manos, tratando de imitar a Victor sin demasiado éxito. Era bastante ridícula la forma en la que lo había hecho.
En cuanto se le puso dura, poco después de que Eva se terminara el primer trozo, le quitó el plato. Pero Eva rápidamente pasó de frustrada a feliz al ver que se bajaba los pantalones.
_ ¿Victor follar? _ Preguntó, con los ojos iluminados.
_ Sí, quítate la ropa.
Mientras Victor se desnudaba, Eva tuvo una gran lucha para quitarse el escaso taparrabos y el sostén y tirarlos al suelo. Cuando Victor se sentó finalmente en el sofá. Eva, desesperada, se colocó sobre él y le miró a los ojos.
_ Eva follar coño duro. _ Dijo, y sin más, se penetró hasta el fondo.
A Victor no se le escapó lo estrecho que estaba el coño de Eva antes de que esta comenzara a penetrarse. Comenzó rápidamente un vaivén enloquecido, dejando sus enormes tetas delante de los ojos de Victor, que no dudó a la hora de morderlos, lo que hizo que Eva sólo gritara más fuerte.
Eva se movía con el mismo salvajismo que cuando chupaba. Su cuerpo convertido en un enorme pistón que se perforaba una y otra vez, una y otra vez. Eva no tenía noción del tiempo, y Victor la perdió. Al igual de la cuenta de las veces que ambos se corrieron. Eva era incapaz de parar. Aquel era todo su mundo. No necesitaba más.
Al menos… hasta las siete y media. Escuchó aquella voz, directamente en su cabeza, la voz de Victoria, que le dijo una sola cosa.
_ Sabrina, acaba ya, en breve pasaré a recogerte.
Para Eva, aquellas palabras carecían de sentido y siguió hasta que tuvo su siguiente orgasmo. Fue entonces cuando Sabrina volvió a tomar el control. Se encontró tirada en el suelo, junto a un agotado Victor, completamente cubierta de semen. Su cuerpo le temblaba, apenas era capaz de moverlo. Recordaba todo lo ocurrido, y probablemente aquella noche se masturbara pensando en ello, pero en aquel momento, le costaba incorporarse.
_ ¿Lista para otra ronda, Eva? _ Victor estaba cansado, pero se notaba que se estaba esforzando. Su polla apenas lograba levantarse.
_ No hoy, tigre. _ Contestó Sabrina, logrando incorporarse. _ Madre mía, estoy rota… nos lo hemos pasado bien…
_ Eva… ¿Qué?
_ Soy Sabrina, Victor. Se te acabó el tiempo, y veo que lo has aprovechado bien.
_ ¿De verdad no podemos seguir un poco más? Te pagaré, sabes que pagaré.
Sabrina sonrió, esa era la señal de un cliente satisfecho.
_ No, esta vez no… Aún tengo que terminar mi adiestramiento. Pero no te preocupes, cuando lo haga, volveré… seré incluso mejor…
_ ¿Mejor que lo de hoy? Imposible.
_ Confía, lo seré. _ Sabrina sonrió. _ Y además, te dejaré que me rompas el culo…
_ Joder, Sabrina, no ayudas. _ Le aferró una de sus tetas. _ Espero que no tardes mucho.
_ No lo haré, te lo prometo. _ Le dijo, con una gran sonrisa. _ Ahora… ¿Puedes ayudarme a ducharme? Aunque me encanta estar cubierta con tu semen… no creo que a Victoria le haga gracia.
La limusina de Victoria aparcó frente al hotel a las ocho en punto, y allí estaba Sabrina esperándola. Se subió sin demasiadas ceremonias, tomó a Victoria de las mejillas y la besó con intensidad.
_ ¿Te lo has pasado bien? _ Preguntó, mirándola.
_ ¿Bromeas? Ha sido la mejor experiencia de mi vida. _ Sabrina sonrió.
_ Es divertido que digas eso. _ Victoria sonrió. _ Me preguntaba si… en el camino a tu casa podría… follarme a Eva un poco más.
_ Vaya… Te ha gustado, ¿Eh?
_ Sí, no te voy a mentir. _ Reconoció Victoria. _ Así que, si no estás muy cansada…
En realidad, lo estaba. Sabrina estaba agotada. Pero sus ojos se pusieron en blanco y su coño se encharcó de nuevo, la inteligencia abandonó su mirada y una sonrisa boba adornó su rostro.
_ ¿Eva?
_ Eva coño… ¿Chupar?
_ Sí, Eva… ya sabes lo que tienes que hacer. _ Sonrió Victoria, bajándose el pantalón.