El Descenso de Martha Stone 16

La historia alcanza su conclusión.

Vanessa estaba tirada en el suelo del salón, su culo lleno con el semen de su papito. La mirada perdida, las tetas bamboleándose, impactando contra su gran barriga mientras el hombre la seguía penetrando. Estaba en el paraíso, completamente sometida, dejándose llevar.

Natasha se encontraba en una posición bien distinta, estaba tras su papito, comiéndole el culo. Aquello no era santo de su devoción, pero haría cualquier cosa por su papito. Ese hombre se había convertido en su mundo. Poco importaban ya sus pretensiones de dominación. Lo importante eran las contracciones de su ano cuando se corría dentro de su compañera, y el niño que aguardaba en su vientre. Natasha se frotaba con fuerza el humedecido coño mientras pensaba en ello.

Aunque decididamente, ese coño no estaba tan húmedo como el de Eleanor. Quería que la dominaran, y vaya que si lo estaban haciendo. Morgan se había sentado en su cara, y se estaba tocando con su nariz, rozándola contra el clítoris mientras gemía con fiereza.

Astrid estaba haciéndole el movimiento de Tijera que tanto había perfeccionado con Astrid. Parecía que las barrigas de embarazada que tenían ya no era un impedimento para sus trucos. Eleanor se retorcía, incapaz de escapar del abrazo de las dos mujeres que la sometían.

Morgan y Astrid se corrieron violentamente sobre ella una y otra vez, sin detenerse para dejarla respirar. Eleanor acabó inconsciente, tumbada en el suelo, con una gran sonrisa y cubierta de flujos. Ambas hermanas la miraron con indiferencia y lanzaron un suspiro.

_ No ha aguantado mucho. _ Razonó Astrid. _ Siempre has sido muy bruta, Morgan.

_ Claro… y tú eres delicada como una señorita. _ Ironizó Morgan. _ Vamos… Detesto esta barriga… es asquerosa. Detesto a los críos.

_ No todo es malo, Morgan… el embarazado ha hecho maravillas con nuestras tetas… Quiero decir… mira las tuyas… Wow…

En eso tenía razón, las tetas de Morgan habían crecido… ya habitualmente eran muy grandes… pero en aquel momento rozaban los ridículo. Morgan suspiró, tocándose los hinchados pezones, pudo notar un pequeño hilo de leche que surgió de ellos. Se estremeció.

_ Ah… Vámonos. De verdad, no puedo con esto.

Thomas estaba tan centrado en Natasha y en Vanessa que ni se fijó en cómo Morga y Astrid pasaban a su lado, lo cual era extraño, porque normalmente le encantaba ver cómo se bamboleaban los culos de Rosario y Yoli cuando se paseaban por la casa.

Las chicas tenían un objetivo claro. Se dirigieron directamente hacia la otra habitación de la que venían gemidos. La escena que encontraron provocó que Morgan se mordiera el labio de excitación.

Jason estaba enculando a Olivia salvajemente, provocando que la mujer gritase descontroladamente, babeando, con los ojos en blanco. Bajo su coño se había formado un charco de semen, y una línea reseca del mismo indicaba que debían llevar horas en aquella postura, follando sin parar.

Victoria estaba a su lado. En algún momento Olivia habría estado chupándole el coño por la distancia a la que se encontraba, pero cuando Olivia se había detenido de puro agotamiento, había optado por meterse un pepino que parecía tener a mano y se estaba follando con él.

_ Ah, Victoria, con lo que tú has sido… _ Suspiró Morgan. _ Astrid, ocúpate de Papá, no quiero que se meta.

_ Ah, está bien.

Cuando Olivia se separó de su marido, se desplomó y se cayó al suelo sobre su propia barriga, cerrando los ojos y entregándose al sueño mientras el semen manaba de su coño. Astrid empujó a su padre contra el suelo y se empaló.

_ Esto es por tratar a Julia como una mierda… _ Gruñó, penetrándose a sí misma.

Apretó a Jason contra el suelo y se penetró a sí misma violentamente. Aún a pesar de su embarazo, fue capaz de someter al hombre y dejarlo inmovilizado mientras se penetraba a sí misma, usándolo como si fuese un juguete.

_ ¿Qué tal sienta ser tú el que es juzgado? _ Le susurró al oído. _ ¿Y si te digo ahora que mamá folla mejor que tú? ¿Qué prefiero que ella me coma el coño a tu polla?

Jason trató de moverse, pero Astrid no le dejó, sosteniéndole mientras se reía y le humillaba, moviéndose y llenando la estancia con los gritos y el repetitivo movimiento del golpeteo de sus nalgas contra el torso de su padre. Victoria los miraba, con la boca abierta y babeando.

_ Martha… Martha… _ Susurró cuando se corrió sobre el pepino.

_ Victoria, mírame… estoy aquí. _ Dijo Morgan. _ Mírame a los ojos.

Morgan se planteó por un segundo dejarla así. Hipnotizada, sometida, babeante, embarazada y humillada, con el coño lleno de pelo sólo porque su “papito” se lo había pedido. Se acercó y la besó en los labios. Victoria no respondió.

_ Vamos a arreglar eso… Para que no tenga que volver a caminar con este puñetero bombo…

Thomas descargaba por enésima vez dentro de Vanessa, mientras la muchacha se dejaba caer en el suelo, completamente descompuesta.

_ ¡Dame más lechita, papito! _ Susurró antes de desmayarse.

Thomas se dejó caer en el sofá, con Natasha centrada en darle besos a su polla. Se sentía como un dios. Pensó en que podría enviar a Victoria a buscar más siervas. Después de todo, las que tenía en casa ya estaban todas embarazadas. Sí, podría tener un ejército de putas y que le proporcionaran un ejército de hijos.

Estaba en esos pensamientos, notando cómo Natasha empezaba a comerse su polla, cuando notó unas manos recorriendo su cuello en un masaje.

_ ¿Te lo pasas bien, Papito? _ Le susurró Victoria.

_ Como cada día, putita mía. _ Dijo Thomas, borracho de poder. _ ¿Has venido porque quieres un poco de mi leche? Seguro que Natasha puede darte un poco.

_ No… quiero llevarme otra cosa. _ Susurró Victoria.

_ ¿De qué se trata? _ Preguntó Thomas.

_ Tu vida…

Thomas no pudo reaccionar a tiempo. Las manos de Victoria se aferraron a su cuello y lo dejó sin respiración. Victoria no había dudado. No era la primera vez que mataba, y Thomas se quedó rígido entre sus manos antes de poder decir nada.

_ ¡Papito! _ gritó Natasha.

Con odio en la mirada se lanzó sobre Victoria y la empujó contra el suelo. Victoria no se la pudo quitar de encima. La estaba estrangulando cuando Morgan la apartó de una patada. Victoria recuperó el aire mientras Morgan la sometía.

_ Silencio, coño estúpido. _ Le gritó, dándole una bofetada. _ Ya va siendo hora de que recuperes tu sitio.

Fueron unos días algo complicados. Pero Victoria supo cómo arreglar los problemas. Contar con la ayuda de Eleanor también fue decisivo. Había pasado una semana, las cosas estaban volviendo a su cauce. Martha se encontraba en la piscina, pasándose la maquinilla distraídamente por la entrepierna para eliminar el vello que había crecido aquellos meses.

Cuando hubo terminado, se limpió y se puso las bragas. Llevaba meses también sin vestirse. Rosario se pasaba la mayor parte del tiempo desnuda, y cuando se había vestido lo había hecho siempre sin bragas, se giró cuando escuchó que se acercaban. Victoria le resultaba muy extraña con aquella barriga y con la ropa pre mamá.

_ Entonces… ¿Ya está todo arreglado? _ Le preguntó, acariciando su barriga instintivamente.

_   Sí… Eleanor ha dicho que adoptará al hijo de Olivia y… el de tu hermana, obviamente. Vanessa y Natasha van a quedarse los suyos.

_ Natural ahora que salen juntas… _ Sonrió Martha. _ ¿Quién iba a decir que Julia iba a querer una sugar Mommy?

_ Vista su relación con tu padre, no me extraña. _ Victoria se sentó a su lado y le besó la tripa. _ ¿Y qué pasa con los nuestros, Martha?

_ Quiero quedárnoslos… _ La miró a los ojos. _ No sé, antes no quería, pero… ahora que está dentro de mí…

_ Te entiendo…

_ También tiene que ver contigo… ya no estoy sola… _ Le acarició el rostro. _ Y tengo dinero…

_ Todo eso suena bien… ¿Por qué pareces tan triste, entonces?

_ Hay algo que quiero pedirte… y me preocupa que te enfades. _ Martha parecía genuinamente asustada.

_ Cuéntamelo. Te quiero, Martha, no quiero guardarte más secretos.

_ Es sobre el trabajo… quiero dejarlo. No quiero seguir siendo una puta. _ Victoria se echó a reír.

_ ¿Qué te hace tanta gracia? _ Victoria se puso como un tomate.

_ Que llevo toda la mañana pensando cómo pedirte que lo dejes… casi te pierdo, no quería volver a correr ese riesgo. _ La rodeó con los brazos.

Las dos mujeres se acurrucaron, y Martha besó a Victoria en los labios.

_ Mañana me desharé de todas las personalidades que aún guardas dentro de ti.

_ Por favor… no querría volver a tener que pasar por ser Rosario nunca más.

Victoria bajó la cabeza y tomó un pecho de Martha, apretándolo. Se le manchó la camiseta con la leche.

_ ¡Eh! Eso es para el bebé. _ Se rio Martha.

_ Cierto… cierto… Perdona… _ La besó.

_ Disculpa, Victoria… es sólo que me gustaría… dejar de follar durante cuarenta y ocho horas, espero que no te parezca mal.

_ Y a mí me parece genial, Martha.

Aquella noche, Martha estaba dormida entre los brazos de Victoria. Sentía que finalmente estaba poniendo en camino su vida. Había estabilizado a sus padres, tenía una familia en auge, y dormía junto al amor de su vida.

Sus ojos se abrieron en plena noche. Pero no era Martha la que estaba tras aquella mirada. Morgan se puso en pie y observó a Victoria, acariciando su cabello con los dedos.

_ Cariño mío… es una lástima que tengamos que separarnos así…

Se dirigió hacia la puerta del piso y al abrir, se encontró con Astrid. La rubia estaba somnolienta.

_ Llevo veinte minutos aquí fuera. _ Bostezó. _ ¿Estabas muy cómoda entre los brazos de Victoria?

_ ¿Estabas tú muy cómoda entre los brazos de Eleanor?

_ Sí, sí que lo estaba. _ Astrid le guiñó un ojo.

Las dos mujeres se dirigieron en busca del libro de magia de Victoria. Con él en las manos se dirigieron hacia el sofá. Recorrieron las páginas juntas y se quedaron frente a un hechizo en concreto.

_ ¿Estás segura? _ Le preguntó Astrid.

_ Es eso o desaparecer… _ Dijo Morgan. _ Mañana mismo Victoria va a borrarnos de la existencia.

Astrid asintió, y ambas comenzaron a recitar el conjuro. Cuando terminaron, el libro se les cayó de las manos, sus cuerpos comenzaron a temblar, los ojos se pusieron en blanco y emitieron un leve brillo antes de quedarse inconscientes.

A la mañana siguiente, Martha y Julia se encontraron tumbadas en el sofá. No supieron muy bien por qué, pero no le dieron demasiada importancia. No encontraron el libro hasta meses después, así que no lo relacionaron.

Era media tarde cuando Victoria las puso en trance. Ambas chicas tumbadas sobre la cama, con las piernas abiertas. Victoria metió los dedos en ambos coños… en cierto sentido era nostálgico. Al igual que la otra vez, Martha estaba depilada y Julia tenía una frondosa capa de vello rubio adornando su sexo. Una vez más, aquellos gemidos sincronizados la estaban calentando.

_ Chicas, podéis oírme.

_ Sí mi amor. _ Respondió Martha.

_ Sí, Victoria. _ Respondió Julia.

Era el final de una etapa. Victoria iba a extrañarlo… mucho morbo se estaba perdiendo. Sabrina había dejado de existir, Natasha y Vanessa ahora trabajaban para ella por propia voluntad y no bajo su hechizo…

_ Muy bien… ¿Veis todas las cajas de vuestras mentes?

_ Sí…

_ Quiero que las queméis… _ Susurró Victoria, acelerando los movimientos de sus dedos.

_ Están ardiendo… _ gritó Julia.

_ El calor es sofocante. _ Señaló Martha.

_ Bien… aseguraos de que no quede ningún rastro… y cuando sea así… cuando estéis solas… os correréis con fuerza y os despertaréis.

El espasmo fue gigantesco… Los coños explotaron a la par… y los pechos les siguieron, formando cuatro hilos de leche y dos de flujos que mancharon la cama. Martha se incorporó, mirando el resultado. Se echó a reír.

_ Bien… ¿Sientes a alguien dentro de ti, Martha? ¿Sabrina, MK2… Eva… Morgan? _ Preguntó.

_ No, a nadie. _ Dijo. _ Aunque se me está antojando mamarle la verga a papito y que me llene la conchita.

Las otras dos mujeres se tensaron.

_ Es broma, es broma. _ Martha se rio. _ No, tampoco está Rosario. Pero aún me sale el acento.

_ Y tú, ¿Julia?

_ No, estoy solita.

_ Sabes… en realidad… me da pena. _ Susurró Martha.

_ ¿Quién, Rosario? _ Preguntó Victoria, confusa.

_ ¿Esa traidora? No… Morgan. Quiero decir… Sabrina se fundió conmigo… Eva y MK2 no es que tengan mucho que consideren una existencia, pero… Morgan y Astrid nos salvaron. Tenían sueños… cierto, eran sueños muy egoístas y perversos, pero… sueños, a fin de cuentas.

_ Sí… es como si las hubiéramos matado, en parte. _ Dijo Julia.

_ Sabes… creo que, si es niña, quiero llamarla Morgan. _ Dijo Martha, acariciando su tripa. _ ¿Te parece bien?

_ Sí, me gusta la idea. _ Dijo Victoria. _ Pero entonces yo elijo el nombre de mi bebé.

_ Por favor, no le pongas a nuestro hijo un nombre horrible.

_ Es peor… le voy a poner el mío. _ Victoria se echó a reír.

_ Vale, me parece bien. ¿Y tú, Julia? ¿Vas a llamarla Astrid?

_ La verdad es que es bonito… así que si a Eleanor le gusta… lo haré. Ella quiere llamar Theodora a nuestra medio hermana medio hijastra… así que me he ganado ese derecho.

_ Decididamente, sí.

Habían pasado años desde aquella conversación. Era un fin de semana en la playa. Tumbadas sobre la arena, Martha y Julia estaban siendo acosadas por sus respectivas mujeres. Victoria estaba mordiéndole los pezones a Martha por encima del bikini… Eleanor estaba haciendo lo propio con Julia. Las cuatro tenían un tipín maravilloso, teniendo en cuenta que tres de ellas habían pasado por un embarazo… pero la magia tenía sus ventajas.

_ Vicky, si sigues así las niñas se van a dar cuenta… _ Murmuró Martha.

_ Las niñas están en el agua y construyendo castillos de arena… además… si miran, sólo verán que me estoy apoyando en ti… vive un poco… antes tú eras la más viciosa de las dos.

_ Ah, está bien, claudicaré…

Victoria bajó el bikini y hundió la cabeza entre los pechos morenos de Martha… la mano se coló bajos las braguitas del bañador y empezó a jugar con su rasurado coño. A su lado, y cubiertas por la sombrilla, Eleanor y Julia habían sido menos sutiles, y estaba practicando su posición favorita, la tijera. Julia se había dejado la parte superior del bikini puesto, pero por la forma en la que se movían sus pechos, luchando por salir, sus pezones no tardaron en asomar.

Ellos pensaban que las niñas no les estaban prestando atención, pero la mayor de las cuatro, la pequeña Morgan Stone, había abandonado la misión de construir el castillo de arena y estaba mirando fijamente a sus madres con una expresión impropia de una niña que hacía poco que había dejado el primer lustro de su vida.

_ ¡Eh, Morgan! _ La llamó su hermana, Victoria. _ Astrid quiere hablar contigo.

_ Voy. _ Dijo, alegremente.

Victoria y Dora se posicionaron junto al castillo de arena, jugando con sus palas. Astrid también estaba observando el espectáculo de sus progenitoras. La muchacha era rubia y momentos antes había estado moviendo unas piedras para construir un fuerte. Se parecía mucho a su madre. Tanto ella como Morgan se parecían mucho más a sus madres que Victoria y Dora.

_ Ya están otra vez… no pueden parar. _ Suspiró Morgan.

_ ¿Tienes celos? _ Preguntó Astrid.

_ Un poco.

_ Ya te llegará el momento. _ Dijo la rubia. _ ¿Crees que sospechan algo?

_ Astrid… las engañamos a tal punto que nos pusieron nuestros propios nombres. No, no creo que Martha sospeche nada.

_ Entonces… ¿Qué vas a hacer ahora?

_ Voy a ayudarte a terminar ese fuerte, hay buenas piedras allí atrás. _ Señaló tras una roca.

_ No, Morgan. _ Astrid sonrió, pícara. _ Después de eso.

_ Ah… Después de eso… voy a continuar siendo una hija modelo hasta los dieciséis o dieciocho, según esté la situación en casa… y después… me buscaré un par de coñitos con los que jugar.