El Descenso de Martha Stone 15

Thomas ha descubierto lo que Rosario puede hacer... y no se va a quedar de brazos cruzados ahora que sabe que tiene ese poder en sus manos.

Victoria no entendía aquella llamada de parte de Thomas. Por lo que sabía, Martha y Julia estaban haciendo un gran trabajo. Se dirigió allí sintiéndose tensa. Y el sentimiento no mejoró cuando, al llegar al salón, vio aquella estampa.

Thomas se encontraba sentado en su sofá, con los pantalones bajados. Rosario y Yoli le estaban comiendo la polla como si no hubiera nada más en el universo. Victoria no pudo evitar sentir cierta tensión al ver que Martha la ignoraba, aún cuando supiera que no se trataba realmente de ella.

_ Bien, Victoria, has podido venir. Quería pedirte un arreglo para nuestro acuerdo… _ Acarició las cabezas de las chicas. _ Verás, no pensé que estas dos iban a gustarme tanto… Quiero quedármelas indefinidamente.

Victoria tragó saliva, tensa.

_ Thomas, lo siendo, pero eso no es posible. _ Dijo Victoria, tratando de mantenerse serena. _ Tenemos un contrato firmado. Tienes acceso a las chicas hasta que sus hijos terminen la lactancia o hasta que pasen dos años, eso es inamovible.

_ ¿Lo habéis escuchado, chicas? Esta mujer quiere alejaros de vuestro papito…

_ Pero yo no quiero alejarme de papito… quiero chuparle la verga toda la vida. _ Dijo Rosario, muy convencida. _ Quiero darle hijos hasta que no me quede un solo óvulo.

_ Esta polla es mi vida. _ Ratificó Yoli, dándole besitos al miembro.

_ Thomas, esto no es divertido. Escucha, si quieres, puedo conseguirte a otras chicas… pero no a estas.

_ He visto a tus otras chicas, Victoria… no son como estas… quiero a estas dos.

_ Pues insisto… en que eso no es posible. Si no te retractas ahora mismo, voy a tener que anular el contrato. _ Victoria se mostró cortante.

_ Victoria, yo siempre consigo lo que quiero, por las buenas o por las malas. Te lo voy a pedir por última vez… arreglemos el contrato… O atente a las consecuencias. ¿Tan importantes son estas dos fulanas para ti?

_ Pues resulta que sí. _ Le espetó Victoria. _ Me importa un bledo lo que acostumbres a conseguir. Martha, Julia, vámonos.

_ Pero yo quiero seguir mamando la verga de Papito… _ Se quejó Rosario, metiéndosela hasta lo más hondo de la garganta.

_ Papito nos quiere aquí… _ Respondió Yoli, lamiéndole los huevos con parsimonia.

_ Pero ¿Qué diablos? ¡Martha! Toma el control.

Thomas lanzó una sonora carcajada.

_ Rosario… ¿Quién está al mando en esa cabecita tuya?

_ Yo, papito. _ Respondió, sacándose la polla de la boca y dejándole a Yoli que la chupara por ella.

_ ¿Y vas a dejar salir a Martha? _ Le preguntó.

_ No, papito. Tú has dicho que a partir de ahora tengo que ser una buena puta en esta casa y hacer lo que haga feliz a papito. Para hacer feliz a Papito lo mejor es que sea su buena mamavergas y que tenga la concha siempre jugosa para él. Martha no sabe cuidar de papito como yo.

_ Bien, vuelve a tu trabajo. _ Rosario, con una sonrisa, volvió a su tarea.

_ Bien… así están las cosas ahora, Victoria. Descubrí tu pequeño secretito… e hice que Rosario se hipnotizara a sí misma y a su hermana. Ahora Martha y Julia son las personalidades de juguete y ellas están al mando. Olvídate de recuperar a esas chicas… ahora son mías.

_ Thomas, si crees que así vas a librarte de mí, estás muy equivocado. _ Le espetó Victoria.

_ No… por eso tengo esto. _ Thomas sacó una pistola de debajo de los cojines. _ Ya he decidido que esta casa se va a llenar de risas de niños y tú no me lo vas a impedir. Esta “fábrica” va a seguir en funcionamiento, y tú no sólo no lo vas a impedir, si no que vas a formar parte.

_ Y una mierda, Thomas. Estás zumbado.

_ Quizá… Pero ahora mismo, yo tengo el arma, y eso significa que yo tengo el control. Gírate o te vuelo la cabeza.

Victoria se giró y se vio frente a frente con un espejo.

_ Muy bien, Victoria… ahora es hora de que te hipnotices a ti misma. Y si me mientes, lo sabré y se acabó.

_ ¿Puedo decirle una última cosa a Martha?

_ Oh, puedes decírsela… pero Rosario no se va a mover de donde está. _ Dijo Thomas, embriagado de poder.

_ Me basta con que me escuche. _ Dijo Victoria, directa. _ ¿Puede no estarte comiéndote la polla mientras le digo mis últimas palabras?

_ Rosario, suelta la verga de Papito.

_ ¿Es obligatorio? _ Suspiró, decepcionada.

_ Sólo será un momento.

Rosario se levantó y miró a Victoria con una mezcla de indiferencia y desprecio.

_ ¿Qué quieres?

_ De ti, nada… sólo quiero recordarle a Martha que la quiero, que confío plenamente en ella… y que espere su oportunidad. ¿Puede oírme?

_ Sí, puede oírte. ¿Eso es todo?

_ Sí, es todo. _ Dijo Victoria.

_ Bien. _ Se volvió con Thomas con una gran sonrisa. _ Papito… déjame que yo me ocupe de tu verga…

Victoria se puso delante del espejo, hizo de tripas corazón y… emitió el último suspiro. En el transcurso de un momento, su rostro se volvió inexpresivo y sus ojos perdieron la mirada, estaba babeante… y un hilo de flujos corría por su pierna.

_ ¿Estás hechizada? _ Preguntó Thomas, separándose de las chicas.

_ Sí. _ Respondió Victoria, con la mirada perdida.

_ A partir de ahora, cuando te refieras a mí, usarás la palabra Papito, ¿Has entendido, zorra?

_ Sí, Papito. _ Respondió Victoria, con voz monótona.

_ Bien… vamos a asegurarnos de que esto no es un truco. _ Thomas cogió una segunda pistola y se la puso a Victoria en las manos. _ Tócate con ella y gime como la perra que eres.

Victoria, sin ningún ápice de duda, tomó el arma, se sentó en el sofá y se la metió hasta lo más hondo de su coño, gritando como una puerca mientras el objeto metálico y frío producía espasmos en su cuerpo.

_ Ahora métetela en la boca.

Victoria obedeció y se llevó la pistola a la boca, chupándola ligeramente mientras se la metía hasta lo más profundo de la cavidad bucal.

_ ¡Dispara! _ Ordenó, secamente.

Victoria apretó el gatillo. Se oyó un sonido metálico, a causa de que el arma estaba vacía, a diferencia de la pistola que él tenía en las manos. Pero eso era imposible que Victoria lo supiera, así que se dio por satisfecho.

_ Bien, date la vuelta y muéstrame el coño.

_ Sí, Papito. _ Victoria obedeció, bajándose los pantalones sin ceremonias y mostrándole su coño rosado.

_ ¿Qué os parece, chicas?

_ Es una conchita muy bonita. _ Determinó Rosario.

_ Y tiene buenas caderas. _ Repuso Yoli.

_ Ideal para tener muchos chamacos.

_ Sí, eso mismo estaba pensando yo. _ Determinó Thomas. _ Escúchame bien, Victoria. A partir de hoy eres mía. Tu cuerpo, tu mente y tu espíritu me pertenecen. No tienes aspiraciones, ni sueños. Lo único que te importa es que yo te preñe para tener a mis hijos, ¿Has comprendido?

_ Sí, Papito. _ Su rostro permanecía inexpresivo, pero lágrimas corrían por su rostro como último gesto de rebeldía.

_ Serás feliz… absurdamente feliz. Tanto que nunca lo cuestionarás. Tú quieres ser mía, es más… NECESITAS ser mía.

_ Necesito ser tuya. _ Repitió Victoria. Thomas empezó a penetrarla.

_ Ahora grita para mí, puta. Acepta tu condición, deja que te envuelva. Cuando te corras echarás a la antigua Victoria por el coño y renacerás como mi sierva.

_ ¡Sí, papito! _ Gritó, entre gemidos. _ Mata a Victoria.

El movimiento de bombeo estaba siendo tiránico. Yoli y Rosario la observaban con deseo y envidia.

_ ¿Podemos tocarnos la conchita, Papito? _ Preguntó Rosario, visiblemente cachonda.

_ Victoria, chúpale el coño a Rosarito, ¿No ves como la tienes?

_ Sí, papito. _ Rosario se colocó frente a Victoria, le tomó la cabeza con desprecio y la apretó contra su coño.

Yoli, ya acostumbrada a su papel secundario, se encogió de hombros, se sentó en el sofá y se hundió los dedos en el coño. Al menos en aquel momento no llevaba su cinturón de castidad y podía meterse los dedos a gusto.

Victoria se corrió violentamente, tragándose el semen de Thomas activamente con sus piernas. Cayó al suelo, con una gran y estúpida sonrisa en los labios, mostrándose feliz. En su mente la mezcla de flujos y semen que se le escurría por el coño en aquel momento era su antiguo cerebro.

_ ¿Y bien, Victoria? ¿Cuál es tu objetivo en la vida?

_ Tener a los hijos de papito… _ Dijo, con convicción. _ Por favor, Papito… préñame.

_ Bien… aprovechemos el tirón… Hay que darle salida a este poder. Victoria, ahora vas a hipnotizar a un par de personas más para mí. A cambio, te dejaré que me chupes la polla. ¡Y tú sola!

_ Oh, Papito, eres el mejor. A quién tengo que hipnotizar.

Habían pasado tres días. Había sido tiempo más que de sobra. En el gran salón de la casa de Thomas, sus siervas estaban en posición de Firmes. Rosario, Yoli y Victoria encabezaban esa particular reunión. Pero detrás de ellas, se encontraban Olivia, Natasha y Vanessa. Todas ellas estaban desnudas, todas ellas con la mirada perdida, babeantes, expulsando una cantidad absurdamente alta de flujos por el coño.

Habían formado un coro y todas ellas se metían los dedos de pie. Era tal la sincronía que podía escucharse cómo los dedos entraban en el coño de las seis mujeres exactamente al mismo tiempo. Cómo los gemidos se acompasaban y las respiraciones se cuadraban.

Habían formado un corro alrededor de Thomas, que estaba, por fin, después de tanto tiempo, haciéndole caso a su mujer.

_ ¡Lléname con tu verga, Thomasito! ¡Rompéme el orto! _ Gritaba Eleanor con todas sus fuerzas.

Thomas no encontró nada más divertido para castigarla por su xenofobia que obligar a hablar también como si fuera latina. Su sueño de que su esposa tuviese ese fuego latino en la mirada se había cumplido de forma muy literal.

Eleanor gemía de gusto mientras su marido la follaba. Notar aquellos doce ojos mirándola con fijeza, aquellas seis mujeres tocándose y gimiendo mientras la miraban… descubrió que amaba ese sentimiento. Si tenía que ser una puta latina, como ella misma los había llamado más de una vez, para poder sentirse así… poco le importaba.

La carga de semen llegó y Thomas la dejó caer al suelo. Aquel era el momento que las chicas habían estado esperando. Cinco de ellas se arrojaron sobre el cuerpo de Eleanor, lamiendo la semilla que se había caído sobre la mujer.

Sólo Rosario tuvo el privilegio de dejarse caer delante de su papito y comerle la polla para limpiarla, volverla a Endurecer y tener su propia carga. Ella era la nena favorita de papito, la que más semen recibía y a la que más follaba. Había traicionado a sus padres, a Victoria, a su hermana. Pero no importaba. No mientras pudiera seguir siendo follada por él, no mientras pudiera darle hijos.

Esa idea había permeado profundamente en su mente. A veces se tocaba no sólo pensando en la verga de su papito, si no en la idea de todas aquellas mujeres embarazadas, pensando en todas ellas, y especialmente en sí misma, como en fábricas de niños para su papito.

Unos meses después, aquella fantasía se hizo realidad. En el patio, junto a la piscina, tomando el sol, había seis mujeres, todas ellas con una gran barriga producto del embarazado, y su sexo al aire completamente cubierto de vello como le gustaba a su papito.

Rosario era la que tenía la barriga más grande, porque había sido la primera en quedarse embarazada. Iba a dar a luz al primogénito de su papito y eso le encantaba. Rosario se sentía una reina. Podía pedirle a cualquiera de las otras chicas que le comiera el coño y el culo cuando quisiera, y su Papito seguía teniéndola como favorita.

Además, Eleanor se ocupaba de todas ellas, llevaba al tanto sus procesos en el embarazo y de vez en cuando les pedía follar. A Rosario le gustaba follarse a su mamita, aunque no tanto como a Yoli. Su Papito apenas pasaba tiempo con Yoli, aburrido de ella, así que la rubia se pasaba mucho tiempo comiéndose el coño de su mamita. A Rosario le gustaba que su hermana pequeña fuera feliz.

Todo el mundo parecía feliz. Victoria se pasaba horas mirándose al espejo, acariciando su gran barriga mientras se masturbaba furiosamente gritando un nombre que le era desconocido. Rosario no recordaba a esa tal “Martha”, pero Victoria siempre gritaba ese nombre cuando se corría sola.

Olivia también lo gritaba a veces. Cuando follaba con su marido, lo cual hacía unas siete veces al día. Al papito parecía darle morbo y por eso le había permitido a Jason quedarse, con la condición de que sólo follaría a su mujer, y de que no le daría por el coño entre embarazos. Un trato justo, debía considerarse afortunado de que el papito compartiera una de sus putas con él.

Rosario estaba emocionada porque aquella tarde iba a hacer un trío con su mamita y con Yoli. Era algo nuevo para ella, incluso se había acicalado los pelos de la concha para estar más presentable. Se presentó allí luciendo con orgullo su enorme barriga y se encontró a Yoli y a Eleanor haciendo el sesenta y nueve.

Eleanor se encontraba encima, hundiéndole la cara a Yoli entre los muslos, mordiéndole el clítoris efusivamente. Yoli estaba bloqueada por su gran barriga, que Eleanor aprovechaba para someterla. Eleanor se corrió violentamente sobre la cara de Yoli, que se relamió con gusto.

_ Gracias, Mamita, eres la mejor.

_ Y tú eres una carajita que sabe comer la concha bien rico. _ Dijo Eleanor. _ Pero ni modo, yo quería otra cosa y por eso llamé a Rosarito.

_ ¿Y qué querías, mamita? Estoy aquí con la concha chorreando. _ Respondió Rosarito.

_ Pues verás, Rosarito, Yolandita me trata como una reina y yo quiero alguien que me trate como una puta.

_ Pero mamita, yo soy la meretriz de papito, él no me deja que domine. _ Respondió Rosario.

Yolanda se había perdido. Desde que Eleanor también hablaba de aquella manera, para ella era imposible seguir el ritmo a una conversación entre las dos mujeres. Prefería cuando su mamita no usaba esos vocablos, eran tiempos más sencillo.

_ No me digas eso. Tiene que haber alguna forma de que me revientes la conchita, Rosario. Papito no me hace caso estos días ahora que estás todas con tripota. _ Se quejó.

_ Bueno… hay una forma. _ Dijo Yoli. _ Pero a Papito no le gustaría.

_ Yoli, ¿No estarás hablando de lo que creo que estás hablando?

_ Sí… _ La miró muy seria. _ Vamos, sólo será un rato. Papito no tiene por qué enterarse. Le he visto hace un rato… Está viendo el fútbol mientras Natasha y Vanessa se la comen. Ni se va a fijar.

_ Supongo que tienes razón. _ Dijo Rosario. _ Mamita… si hacemos esto te vamos a coger muy fuerte… ¿Seguro que quieres?

_ Eso es precisamente lo que quiero. _ Le recordó.

Para Eleanor fue extraño. Ella nunca había visto las personalidades de las chicas cambiar. Ambos rostros adquirieron una mirada felina, elevaron los hombros hasta el punto de que parecían más altas, los pezones se tensaron y la expresión infantil de Yoli desapareció por completo. De hecho, lo primero que hizo Yoli fue quitarse las coletas, como si le diera asco llevarlas.

_ Rosario, Yoli… ¿Todo bien?

_ Silencio. Mi nombre es Morgan, esta es mi hermana Astrid. Y ahora te vamos a enseñar, coño estúpido, lo que pasa cuando pretendes dominarnos a nosotras. _ El acento de Rosario había desaparecido por completo cuando la empujó contra la pared y la sujetó por el cuello. Le costaba respirar.

_ No aprietes tan fuerte, Morgan. _ Le susurró Astrid, acariciándole los hombros. _ Poco vamos a disfrutar de ella si la matas.

_ Hay cinco coños y dos pollas más en esta casa, Astrid. ¿Qué más da uno menos?

_ Morgan, yo también estoy cabreada, pero no somos así, ya lo sabes… _ Le acarició la mejilla con dulzura. _ Seguro que tú también lo has estado pensando. ¿Qué vamos a hacer primero?

_ Primero me voy a sentar en la cara de esta puta. _ Dijo Morgan, visiblemente alterada.

_ Después de eso. _ Astrid sonreía.

_ Después de eso… _ Morgan sonrió, alargando la sonrisa. _ Después de eso alguien va a tener que pagar por haberme convertido en esta foca gorda.