El Descenso de Martha Stone 12

Martha toma una decisión que encamina su futuro hacia un destino mucho más brillante, o al menos, eso es lo que ella cree.

_ Y eso es lo que he decidido. Sé que es mucho tiempo, pero creo que es lo mejor para nuestro futuro.

Olivia tenía el rostro iluminado. Estaba tan orgullosa de su hija. De un solo trabajo iba a resolverse la vida. ¡Martha tenía tanta visión de futuro y era tan trabajadora! Decididamente iba a pasar un año entero hincando las rodillas, y estaba segura de que merecería le pena. Con el dinero que iba a ganar iban a poder vivir los cuatro tranquilamente.

Lo cierto es que tanto ella como Jason parecían muy ilusionados por la perspectiva. Jason había dejado de tocarse el rabo durante casi veinte minutos mientras la escuchaba, lo que era toda una cifra record para él, por lo que Julia consideró justo recompensar esa dedicación chupándosela a su padre como una buena hija.

Estaba metida debajo de la mesa, succionando de forma ruidosa. Ni se le pasaba por la cabeza compartir los méritos de Martha, su hermana era la que había hablado con Victoria, la que había aceptado el trabajo. Era cierto que también la implicaba, sí. Pero ella no había decidido, sólo estaba aprovechándose de la suerte y el trabajo de Martha.

Lo cierto es que Morgan sí que tenía un poco de razón sobre ella. Era un coño estúpido con la cabeza llena de leyes estúpidas para un trabajo estúpido de pasante. Trabajo que no iba a volver a desempeñar. A su jefe no le había hecho ninguna gracia que se despidiera.

Mientras guardaba el semen de su padre en la boca y se acercaba a su madre, para compartirlo en un húmedo beso, pensaba en que dejar el trabajo de pasante era la mejor decisión, aunque no la hubiera tomado ella. Mientras pasaba a su hermana, sentándose en su regazo mientras la besaba, compartiendo aquella leche tan espesa, supo que ese era su sitio.

Sí, es cierto, era una segundona, pero Martha le había demostrado que ser un objeto para ser usado la llenaba mucho más como persona que aquella carrera de abogada. Su jefe tenía razón, había sido muy maleducada al despedirse por teléfono, debería haberlo hecho en persona para hacerle una mamada de despedida, quizá así no estaría tan molesto. Pero viajar durante tres horas de ida y tres de vuelta para hacer una mamada… quizá era excesivo.

O quizá no… dependía del tamaño de la polla de su jefe, pensó con una leve sonrisa. Natasha y Vanessa tosieron para recordarles su presencia. Llevaban toda la conversación detrás de Martha.

_ Ah sí… no quería dejaros solos, así que le he pedido a Victoria que permita a Vanessa y Natasha estar por aquí. Durante este tiempo estarán con vosotros y serán vuestras respectivas secretarias en el trabajo.

_ ¡También nos ocuparemos de vuestras necesidades sexuales! _ Dijo Vanessa, muy motivada. _ Yo trabajaré con Jason, y Nat contigo, Olivia. Ya veréis, será un año muy divertido.

_ Seguro… _ Murmuró Olivia, mirando a la rubia.

Nat no parecía tampoco especialmente animada. Pero incluso ella sabía que económica tenía más sentido cumplir aquellos caprichos de Victoria. Después de todo, ella se llevaba la mitad de los beneficios de la transacción, y eso era incluso más que lo que ganaban ellas dos en un año. Que redujeran sus trabajos a encargos más esporádicos mientras atendían a los padres de Martha era asumible.

Además… Natasha esperaba que con los descuidos de la familia y de Victoria, tendría tiempo para sacar su faceta más oscura con Olivia y divertirse un poco. Todo podía llegar a tener un lado positivo.

_ Y bueno, ya es tarde, mañana va a ser un día largo. Creo que Julia y yo deberíamos ir a acostarnos.

_ Sí… pero antes de irte… ¿Quieres algo más? ¿Un postre, una infusión? ¿Quieres que te coma el coño, hija? _ Preguntó Olivia, con una expresión muy maternal.

_ No, de verdad, lo agradezco, pero sólo quiero estar descansada y dormir. _ Respondió Martha.

_ A mí sí que me gustaría esa comida de coño… _ Dijo Julia, con voz tímida.

_ No te lo estaba ofreciendo a ti, Julia. _ Respondió Olivia, cortante. _ ¿Cuándo vas a aceptar tu rol en esta casa, Julia?

_ Mamá, no seas tan dura con ella. _ Martha besó a Julia en la frente. _ Lo hace lo mejor que puede. También vas a estar un año sin verla. Sé más amable.

_ Sí, Martha, lo siento. _ Se acercó y besó a su hija en los labios. _ Que descanses Julia.

_ Te quiero, mamá…

_ Y yo a ti, Julia… _ Le revolvió el pelo. _ Sabes que si soy dura contigo es porque quiero que saques lo mejor de ti.

Martha no estaba convencida de eso. Quizá había excedido su poder sobre su madre al hacerla tan crítica sobre Julia. Sin embargo, una vocecita en su cabeza, muy parecida a Morgan, le susurró que tampoco estaba mal que sufriera un poquito más… sólo un poquito.

Quizá después de aquel trabajo “convenciera” a su madre, de que tratase mejor a Julia… pero sólo quizá. En cualquier caso, no iba a abandonar su trono como hija favorita. Desde que los cambió, y hasta el día en que murieran, iban a adorarla a ella por encima de todas las cosas.

Las niñas se retiraron, y los padres hicieron lo propio, dirigiéndose a su cama. Natasha y Vanessa les siguieron al dormitorio.

_ ¿Les podemos servir un oral nocturno, señores? _ Preguntó Vanessa. _ ¿O prefieren Vaginal?

_ Oh, a mí me gustaría el oral. Creo que mi marido prefiere el vagi… oh, no, quiere anal, ¿Puede ser? _ Preguntó, traduciendo los gruñidos de su marido, que ya ni se molestaba en hablar dentro de casa.

_ Traeré el lubricante. _ Dijo Vanessa.

Natasha se acomodó entre las piernas de Olivia mientras Vanessa se untaba el culo con el lubricante. La rubia le dio a Olivia una clase magistral sobre sexo oral mientras la pelirroja botaba graciosamente sobre su marido, riéndose al notar cómo Jason le pegaba casualmente en los bamboleantes pechos. Nat prefería estar encima, pero al igual que Vanessa… disfrutaba mucho de aquellos momentos.

Julia se acurrucó entre los brazos de Martha. Amaba a su hermana. Más de lo que había querido a ninguno de sus antiguos novios. Era un amor puro e intenso, combinado con una admiración incuestionable. Martha lo sabía. Ella, sin embargo, amaba a Victoria. Por suerte, la relación que tenían le permitía no excluir a Julia.

Y por ello correspondía esos afectos. Seguía queriendo mucho a Julia aunque no lo hiciera románticamente… y sexualmente funcionaban muy bien juntas… Así que correspondió los afectos de su hermana haciendo lo que la rubia había pedido a su madre.

_ Martha… no tienes por qué molestarte. _ Le susurró.

_ Pero es que quiero hacerlo. _ Le susurró, hundiendo la cabeza entre los pliegues de su vulva.

Martha sabía exactamente cómo hacer que se estremeciera. Apenas fueron unos minutos de atenciones antes de que se corriera… pero fue un orgasmo que se le quedó grabado para siempre.

Los siguientes días fueron confusos para Martha y Julia. Se estuvieron preparando para el cliente. Tenía unos apetitos muy concretos, y ellas iban a satisfacerlos. El contrato que habían firmado era muy concreto. Estaban ofreciéndole su ser por entero a aquel hombre. No iba a aceptar menos que la perfección.

Cuando se bajaron del coche, frente a la mansión del magnate, Martha y Julia estaban profundamente selladas en un rincón de la mente de las dos muchachas que se encontraban allí. Ambas tenían la misma mirada ilusionada, propia de unas niñas que llegaban por primera vez a disneylandia.

La piel de Martha era incluso más morena de lo habitual, sus labios pintados de un seductor color rojo, enfundada en un vestido apretado de color blanco, el pelo perfectamente peinado a un lado, y con unos grandes tacones. Su rostro era seductor, atrevido.

En el caso de Julia, el reflejo infantil de sus ojos encajaba con el resto de su atuendo. Su maquillaje la hacía parecer más joven de lo habitual, su cabello dorado estaba recogido en dos coletas, su voluptuoso cuerpo atrapado en un uniforme de colegiala ridículamente corto y con unos grandes tacones. En los labios llevaba un chupa chups para completar el conjunto… En la pequeña bolsa que llevaba había muchos… aunque también llevaba uno de plástico por si lo terminaba.

Junto a la puerta de la mansión, había una señora que ya entraba en la última etapa de su vida, pasaba de los cincuenta, pero estaba claro que aún se conservaba bien. La muchacha que ahora habitaba el cuerpo de Martha se acercó con porte regio.

_ Buenos días. _ Saludó la mujer. _ Llegan a la hora acordada. Son las putas, ¿Verdad?

_ Órale, señorita. Si no me apura le digo que puta es una palabra muy fea. _ El acento era clarísimamente latino, pero identificar el país era complicado. _ Mire usted a mi hermana, que es apenas una chamaquita y la llama usted puta.

_ Ah… eres latina. _ La mujer la miró con condescendencia. _ Ya bastante degradante es tener que ver cómo una puta se acuesta con mi hombre para que encima sea… bueno, ¿De dónde eres?

_ Me ofende usted, señora. Que sepa que yo nací en la ciudad. Pero a huevo que he estado viajando unos años por los países del sur y se me ha pegado el acento. Debería visitarlos. México es muy bonito y Costa rica es pura vida.

Martha jamás había ido a ningún país de Latinoamérica. Pero a lo largo de aquellos días, y para construir mejor aquel personaje, Victoria le había puesto cientos de programas mientras se encontraba en trance. Y tenía recuerdos complejos sobre una serie de viajes a lugares muy exóticos.

_ Entiendo… ¿Su nombre? _ Preguntó la mujer.

_ Yo soy Rosario, y mi hermanita es Yolanda, pero la puede llamar Yoli. _ Dijo, con convicción.

_ Muy bien, Rosario. Yo soy Eleonor, y como ya sabe, mi marido es el señor Thomas Williams.

_ Sí, su marido es mi papito. _ Rosario se mordió el labio inconscientemente.

_ ¿Papito? ¿Le chupamos la polla a papito ya? _ Preguntó Yoli, visiblemente ansiosa.  Su tono de voz también era visiblemente infantil. Pero a diferencia de Rosario, no tenía ningún acento extranjero.

_ Yoli, relájate. ¡Ni has saludado a la esposa y ya estás pensando en comerle la verga al marido! _ Le espetó Rosario. _ ¡No seas maleducada!

_ Perdona, hermanita. ¿Pero podemos conocer ya a Papito? ¿O es que Mamita también quiere divertirse?

_ Yo no soy tu mamita y no quiero divertirme contigo. _ Respondió Eleonor. _ Vamos por aquí.

Rosario sabía que Eleonor no era más que una mujer florero. Pero también era la esposa de su papito. Y eso debía respetarse. Rosario había pasado literalmente cada minuto de su existencia pensando en su papito. Desde el mismo momento en que Victoria la creó en la mente de Martha, había fantaseado con ser usada por su papito de mil y una maneras y en conseguir que la dejara embarazada.

Tanto para ella como para Yoli, ser embarazadas por el papito era su objetivo en la vida. No había ninguna otra aspiración o sueño. Ellas ni tan siquiera tenían los recuerdos de Martha y Julia para consulta. En sus mentes no había nada más que los recuerdos falsos que habían creado para ellas, muy básicos, y su deseo de complacer a su papito.

Aquel era su gran día, el día en que conocerían finalmente a su deidad y la razón de su existencia. Cuando finalmente entraron en la casa y le vieron, estuvieron al borde del desmayo, y del orgasmo.

_ ¡Papi! _ Exclamó Yoli, lanzándose a su encuentro.

Su Papito era un hombre muy mayor, calvo a excepción de unos pocos pelos, muy desmejorado, tosía con fuerza de vez en cuando. Tenía arrugas por todas partes… así como manchas. Quizá de joven hubiera sido atractivo, pero en aquel momento, no lo era.

Sin embargo, para Yoli y Rosario era el hombre más atractivo del mundo. El único atractivo, de hecho. Tanto Yoli como Rosario eran totalmente incapaz de excitarse con ningún hombre que no fuera su papito. Y por eso, la reacción natural de Yoli al verlo fue aferrarse a él y frotarse contra su pierna como una perra en celo.

_ Calma, chamaquita, le vas a hacer daño a nuestro papito con tanto brinco. _ Le espetó Rosario.

_ No te preocupes. _ Thomas tosió. _ Estoy muy a gusto con las tetas de tu hermana apretadas contra mi brazo. Es tu hermana mayor, ¿No?

_ ¿Mayor? _ Rosario le miró con extrañeza. _ Pero papito, ¿No ve que Yoli es un guachita todavía?

Rosario no tenía la menor duda de que Yoli era su hermana pequeña. Sí, era cierto que Julia era la hermana mayor de Martha, pero si le preguntaban a Rosario por Martha diría que no sabía de quién concha su madre le estaban hablando.

_ Cierto, cierto… ¿Qué años tiene?

_ ¡Mal rayo me parta si lo sé, papito! _ Rosario no supo por qué, pero encontró divertido no saber la edad de su hermana.

_ Bien, bien… cierto… Bien, chicas… Ahora que por fin estáis aquí… ¿Qué os apetece hacer?

_ Follar.

_ Coger.

Las dos chicas lo dijeron casi a la vez, aunque Yoli se adelantó un poco. Era lo único en lo que pensaban. En sus ojos había genuino deseo. Un genuino y animal deseo. Thomas había pagado mucho y en gran parte lo había hecho por esa mirada. Cuando James le habló sobre las chicas, no se lo terminó de creer, pero ahora que las tenía en sus manos, se dio cuenta de que había merecido la pena.

_ Sí, lo haremos luego… ¿Qué os parece si empezamos con unas mamadas como calentamiento?

_ ¡Sí, sí sí! _ Dijo Yoli, asintiendo con fuerza para mostrar su entusiasmo.

_ Me encanta chupar verga… pero voy a dejar que la virgencita empiece para que no tenga el listón muy alto. _ Rosario se echó a reír.

_ ¡No te burles, Rosarito! ¡Yo también sé chupar “verga”, como tú la llamas! _ Yoli infló los carrillos.

_ ¿Cuántas vergas has chupado, Yoli?

_ Ninguna, pero…

_ ¿Cuántas vergas te has metido en la concha?

_ Ninguna, pero…

_ Yoli, ni pero, ni peras. Eres una virgencita, ¿O no?

_ Sí, lo soy. Pero he estado practicando. _ Le sacó la lengua. _ Papito… Ponte cómodo… le voy a enseñar a Rosario lo que he aprendido viendo porno.

Efectivamente, Yoli creía firmemente que era Virgen. No recordaba haber chupado, o haber sido penetrada por una polla. Ya ni se le había pasado por la cabeza el sexo anal, todas ellas experiencias en las que Rosario, que en ese momento se sentaba a observar, estaba muy versada.

Pero Yoli había aprendido mucho de sus visitas a redtube y xvideos. Con el entusiasmo de una novata pero la cautela de una experimentada chupapollas, Yoli se acomodó y se tragó de una sentada la polla de Thomas. Thomas no la tenía especialmente grande. Comparada con James, Victor o especialmente el padre de Martha, que estaba muy bien dotado, era pequeña.

Pero tanto Yoli como Rosario la veían enorme y muy gruesa, porque Victoria las había condicionado para pensar que la polla de su papito era objetivamente la mejor polla del mundo, y probablemente la de cualquier otro planeta extraterrestre. Yoli la chupó con deseo, pero con poca experiencia. Aún con todo, logró hacer gemir a Thomas.

Pero el hombre no se conformó con el torpe ritmo de Yoli. La cogió de la cabeza y empezó a follarse su cara sin ningún respeto. Fue un espectáculo… curioso. Yoli se asustó y trató de apartarse, pero su razón de vivir principal era la de someterse a su papito, así que rápidamente abandonó la resistencia. Hubo alguna arcada, pero Yoli permaneció estoica.

Al cabo de un rato, Thomas se corrió y Yoli no logró retenerlo. Se le escapó por la comisura de los labios y cayó directo al escote. A Rosario se le escapó la risa.

_ ¡Eso pasa por dejar a una chamaca hacer el trabajo de una mina hecha y derecha!

_ ¡Inténtalo tú si es que eres tan buena! _ Le espetó Yoli.

_ Eso pienso hacer. Toma nota, Yoli.

Rosario se acomodó frente a Thomas, mirándole con deseo. Se pasó la lengua por los labios. Rosario era un ejemplo de lo que Thomas esperaba cuando se casó con Eleanor. Una mujer decidida, pero caliente… con un punto picante y a ser posible con una chispa de fuego latino en los ojos. Su mujer había resultado ser no sólo frígida, si no que además xenófoba… pero no era su mujer la que estaba manipulando su polla en aquel momento.

_ Lo primero es dejarla bien parada, ¿Ves, Yoli? _ La enseñaba.

_ Aja… _ Dijo, como si le recalcara algo evidente.

_ Y luego, lo que tienes que entender, es la base, Yoli. Y es que tú… tienes que priorizar la verga por encima de todo.

_ ¿Priorizar la verga?

_ Sí. _ Ahora era Rosario la que sentía que explicaba algo obvio. _ Yo soy una esclava de esta verga. Existo para dejarla parada y que se vacíe dentro de mí. Lo que más importa es que papito esté contento.

_ Sí, claro.

_ No, tómatelo en serio. Vamos, mírala y repite conmigo. _ Le insistió. _ Soy una esclava de la verga de papito.

_ Soy una esclava de la verga de papito.

_ Soy una esclava de la verga de papito. _ Rosario lo repitió como un mantra.

Durante unos minutos, ambas chicas estuvieron mirando la polla de Thomas mientras repetían esa frase o variaciones como “La verga de papito es la mejor”, “Soy una esclava de la gran verga de papito” y otras similares. Ni siquiera Martha, desde su posición de vigía, podría atestiguar si Rosario y Yoli habían caído en trance.

Lo parecía, porque repitieron los mantras una y otra vez, y fueron incapaces de apartar la vista de aquella polla, o verga, como no dejaban de llamarla. Yoli, de hecho, pestañeó muy rápidamente cuando finalmente Rosario se la metió en la boca.

Thomas lanzó un hondo gemido de inmediato. Rosario no había mentido, sabía mamar y le dio la mejor mamada de su vida. De forma silenciosa al principio, para provocar finalmente ruidos que sólo aumentaban en placer.

Thomas estaba ido. Le habían hecho muchas mamadas en su vida, pero ninguna como aquella. Martha había insistido a Victoria en que quería dar las mejores mamadas posibles, y la tatuada había introducido subliminalmente miles de vídeos en la mente de Martha… de sobra para saber qué funcionaba y que no.

El resultado se hizo evidente cuando Thomas se corrió salvajemente. Rosario no desperdició ni una sola gota, impidiendo que se escapara de entre sus labios. Cuando hubo terminado, se lo mostró a Yoli dentro de su boca. La rubia trató de acercarse para compartirlo, pero Rosario se lo tragó, provocando un mohín de la rubia.

_ Podrás tragar una buena carga cuando hayas aprendido cómo se trata una buena verga como la de papito. _ Sonrió al hombre. _ ¿Quieres coger ya, o estás cansado?

_ Habrá tiempo de sobra para coger, mis niñas… _ Dijo él. _ De momento, os enseñaré vuestras habitaciones. Deberías enseñar a Yoli algunos de estos trucos.

_ No te preocupes, papito. Aún tenemos tiempo. _ Se acercó a su oído. _ Pero que sepas que… cada segundo que paso sin estar preñada de ti, me parece un desperdicio.

_ ¿Ah sí?

_ Riégame con tu semilla, papito… _ Le dijo, seductora. _ Necesito a tu hijo dentro de mí… Necesito sentir tu verga cuando él ya esté dentro.