El descenso de Martha Stone 10
Las palabras de Martha aterrorizan a Victoria. Pero no ha llegado a dónde está por ceder bajo la presión. ¿Encontrará Victoria la forma de recuperar el control?
_ Muerta… ¿Cómo que muerta?
_ Quiero decir que ya no está dentro de mi cabeza, Victoria, que ya no puedes usarla para controlarme. _ Bufó Martha, visiblemente furiosa. _ Explotó como una palomita.
_ Martha, hablemos esto, mírame… _ Le pidió, al notar que evitaba su mirada.
_ No soy idiota, Victoria… sé lo que pasará si cruzo la mirada contigo tan sólo un momento. Harás conmigo lo que quieras.
Victoria asintió. Era cierto. Le bastaba una mirada para hechizar a alguien. Especialmente a Martha, era una muchacha muy sugestionable. Le había bastado una orden para crear a Sabrina en su primer encuentro… y fuese ese pensamiento el que hizo que Victoria se relajase un poco.
_ Verás… Sabrina era una representación de tus deseos más ocultos… de tus caprichos sexuales más ocultos. _ Victoria se puso a la espalda de Martha y le rodeó la cintura.
Martha no la rechazó, al contrario, emitió un leve jadeó, Victoria se sintió mucho más segura después de aquello.
_ Pero ahora… todos esos caprichos… todas esas fantasías… puedes cumplirlas tú sola. Ya no llevas una máscara que te oculte esos deseos… Sabrina no está porque tú has encontrado el valor para hacer lo que quieras… _ Victoria se rio un poco. _ Sabrina siempre fuiste tú…
_ Pero esas cosas no están bien. Tú me has obligado a hacerlas.
_ ¿Yo lo he hecho? _ Martha no la miró, pero pudo sentir que levantaba una ceja. _ ¿Quién me pidió que crease a Eva y a Morgan? ¿Quién convirtió a sus propios padres en unos pervertidos sólo para poder pasar una noche a solas conmigo?
Martha tragó saliva, sabía la respuesta a esa pregunta, pero no se atrevía a responder.
_ La verdad, Martha, es que la única orden que te he dado usando mis poderes es que liberes tus deseos más primitivos. Los enmascaraste detrás de Sabrina… pero todo lo has hecho porque tú has querido. _ Martha finalmente se giró y encaró a Victoria.
Sabía que la tatuada podía usar sus poderes en ese momento, pero no lo hizo, y eso la asustó incluso más.
_ Tú me pediste a mí que te enseñara a usar la magia… tú la usaste con tus padres. Tú me pediste que la usara contigo. ¿Estoy mintiendo?
_ No… no mientes. _ Martha bajó la cabeza, avergonzada y sonrojada. _ Dios mío… podría estar embarazada de Victor… o de mi propio padre. Mi madre… y mi hermana. Podría estar embarazada de un vagabundo… Madre mía, seguro que tenía sífilis.
_ Si es eso lo que te tiene tan alterada… no deberías preocuparte. Tú y tu familia estáis a salvo. _ Victoria volvió a su espalda y le masajeó los hombros. _ Cielo, yo jamás dejaría que te pasaría nada. El ensalmo que te enseñé para hechizar a tu familia… lleva un conjuro esterilizador… No estás embarazada… ni tampoco enferma… ni tú ni tu familia.
Martha no pudo evitar emitir un suspiro de alivio… y eso la asustó. Debía estar furiosa… había convertido a su familia en unos degenerados obcecados al incesto… obsesionados con ella. Y no se sentía mal… al contrario, sentía cómo su sexo se estaba caldeando al pensar en volver a casa y recibir las atenciones de su madre.
_ Adivino… Estás pensando en cómo de mal está lo que has hecho… y en lo poco culpable que te sientes. _ Le susurró Victoria al oído. _ No luches, es natural.
_ ¿Natural? ¿Acostarme con mi padre es natural? ¿Acaso lo que le hice a mi hermana es natural?
_ Martha, sé sincera… Cuándo hiciste esas cosas, ¿Cómo te sentiste?
Victoria esta vez sí que había realizado un pequeño conjuro, un pequeño hechizo de la verdad. Martha lo sintió, y por un momento temió que le hubiera robado la mente otra vez. Pero al percatarse de que no, decidió contestar.
_ Poderosa… Me sentí poderosa. Sentí que podía hacer lo que quisiera con ellos.
_ ¿Te gustó esa sensación?
_ Me encantó. _ Extrañamente, era liberador decirlo. _ Todo ese placer… y ese amor en sus ojos… mis padres nunca me habían querido tanto. Y Julia… que ella me admirase es… excitante.
_ ¿Y entonces por qué sentirse mal? _ Victoria tomó su rostro entre sus manos.
_ Porque está mal. Es mi familia… no debería acostarme con ellos.
_ ¿Y eso quién lo dice? ¿La iglesia… tu educación? Tonterías, Martha…
_ Todo esto sólo lo dices porque te conviene… porque quieres que vuelva al trabajo para ti. _ Bajó la mirada.
_ Martha… si quieres que hagamos que todo sea como antes, podemos hacerlo. Puedo hacer que tus padres vuelvan a ser los de siempre… que tú lo olvides todo. Destruir las cajas de Eva y Morgan si es que siguen ahí. Pídemelo y haré que todo vuelva a ser como antes.
_ ¿Por qué harías eso? _ La miró a los ojos.
_ Pues porque te quiero, Martha. He destruido mil vidas y roto esa cantidad de corazones. Ya has visto a Natasha y Vanessa… pero contigo ha sido distinto. Si te he dejado hacer lo que has querido… si te he enseñado mi magia… es porque te quiero. No a Sabrina… a ti, Martha.
Martha se puso como un tomate. Notaba el corazón acelerado en el pecho.
_ No… no quiero eso. _ Confesó Martha.
_ Pues lo que quieras, pídelo… Pondré el mundo a tus pies si eso es lo que quieres. _ Victoria se inclinó y se atrevió a besarla. Martha respondió, aferrando el cuerpo ajeno con fuerza.
Martha recordaba todo lo que Sabrina recordaba. Los besos de Victoria no le eran ajenos, pero en aquel momento, se sintió distinta, se sintió mejor.
_ Quiero que sigamos… divirtiéndonos. Quiero seguir probando lo que mi mente puede experimentar. _ Confesó. _ Pero también quiero otra cosa.
_ ¿Qué quieres, Martha?
_ Tu amor, Victoria… _ La miró a los ojos. _ Quiero pasar momentos contigo como los que he pasado siendo Sabrina… cuando me desvirgaste… ambas veces. No quiero ser sólo tu puta favorita… quiero ser tu chica… tu novia.
Victoria asintió, dedicándole su mejor sonrisa. La tatuada no era la única que sonreía en aquel momento. Julia tenía la mejor de sus sonrisas.
Se la dedicaba a su padre mientras el hombre la cubría finalmente con su esperma. Lo habían conseguido. Estaba tirada en el suelo y resultaba casi imposible verle el rostro o el cuerpo bajo la espesa capa de leche. La gran mayoría estaba reseco, pero aún quedaban capas de semen fresco. Para celebrarlo, su padre había vuelto a olvidar su existencia y se estaba follando a su madre que se dejaba hacer sobre el sofá, como una muñeca rota.
Julia sonreía, porque no había sido tan feliz en toda su vida. Se estaba tocando con fuerza, cuando escuchó su móvil. Se puso en pie, sin sacarse los dedos del coño, andando por la casa mientras el semen iba corriendo por su piel… le encantaba la sensación de estar cubierta de la semilla de su padre.
No sin dificultad, consiguió desbloquear el teléfono, dejando manchas blancas en la superficie de la pantalla. Se trataba de Martha, lo que provocó que sonriese.
_ Julia, ¿Puedes hacer algo por mí?
Martha tenía una voz tan segura y sensual… Julia se hundió los dedos más profundamente. ¿Cómo podía haberse pasado tanto tiempo estudiando derecho? Cada segundo que su coño no estaba lleno le parecía un desperdicio… a excepción de cuando eran su culo y su boca los que eran llenados en su lugar.
_ ¿Por la mejor hermana del mundo? Haría cualquier cosa. Pídeme que haga… algo. _ Gruñó, presa de un orgasmo.
_ Necesito que vengas a mi trabajo. Pero vístete antes… no seas un coño estúpido. _ Respondió Martha, recordando las palabras de Morgan.
_ No soy un coño estúpido, soy un coño listo… quiero decir, que soy muy lista. _ Julia se rio. _ Te veo luego, Martha.
_ Julia… te quiero.
_ Yo también te quiero, tontorrona. _ Respondió a Martha.
Martha la requería para una tarea, y eso era suficiente como para sacarse los dedos del coño y metérselos en la boca. No se le pasó por la cabeza estropear el trabajo de su padre, así que tal cual estaba se vistió para ir a la oficina.
Martha empezaba a aceptar la decisión que había tomado. Antes de que empezara todo aquello, ni se le habría pasado por la cabeza algo así. Pero poco a poco, experiencia a experiencia, su mente había ido cambiando, así como sus ideas.
Le había dicho a Victoria que Sabrina había muerto, pero no era cierto. La verdad es que Sabrina se había fundido poco a poco con ella y se había convertido en la persona que había estado siempre oculta bajo la superficie. La medida de una persona era lo que hacía con su poder.
Y Martha no era ninguna heroína. Le habían dado poder absoluto… y el placer la había dominado y corrompido. Después de lo vivido días antes no se imaginaba un desayuno sin su padre rellenándole el coño… o era incapaz de pensar en que su hermana no la amara con la profundidad que lo hacía después de hechizarla.
Había una cosa que era cierta, y era que nunca había sentido a su familia tan cerca de ella, ni había sido tan feliz. Quizá era la vocecita de Morgan dentro de su cabeza… pero quería seguir con aquello. Quería seguir experimentando. Y quería ampliar aún más los horizontes.
Y esa era la razón por la que su hermana entraba en aquel instante en la sala. Martha no tuvo evitar excitarse ante el fuerte olor a sexo que Julia destilaba. Apestaba a flujos y al semen que la cubría. Pero la morena agradeció que no se hubiera duchado.
_ Desnúdate. _ Ordenó directamente.
_ Claro, Martha. _ Julia, con su mejor sonrisa, se libró de la ropa que sentía que le sobraba.
Y su mejor fantasía se hizo realidad cuando su hermana pequeña la tumbó en el suelo y empezó a recorrer su anatomía con la lengua. La excitada Martha saboreó la semilla de la que había nacido una vez más, con deseo mal contenido, mientras gozaba por primera vez de las carnes de su hermana.
Julia de vez en cuando reía y gemía, pero en general se dejaba hacer. Ni tan siquiera la forma en la que Victoria se sumó sin pedir permiso le importó. Especialmente cuando fue Martha la que encontró su coño en primer lugar.
El coño de la rubia estaba lleno con diversas cargas de parte de su padre, y empezaron a brotar con un poco de presión de Martha. Victoria se conformó con magrear y morder los pechos violentamente mientras Julia se reía sin control entre sus continuos gemidos y jadeos. La muchacha quedó desmadejada en el suelo mientras las dos mujeres se comían hasta el último resto de semen de su piel.
_ Ahora ve a ducharte. _ Ordenó Martha.
Julia asintió y, tras ser indicada por Victoria, se encaminó a la ducha. Martha aún se estaba terminando el semen que le quedaba en la comisura de la boca.
_ Me sorprendió que quisieras meter a tu hermana en todo esto. _ Dijo Victoria, sonriente.
_ Son más beneficios, ¿No? Además… el número siempre es mejor con dos, sobretodo siendo hermanas, es más creíble. _ Razonó Martha.
_ Martha… _ Victoria jugó con su pelo. _ Eres maravillosa, ¿Lo sabías?
_ No… sólo estoy perturbada.
_ Bueno, así es como me gustas. _ Le dio un beso en los labios. _ Bien… ya tengo la tinta. Por última vez… ¿Estás segura?
_ ¿Le habrías preguntado a Sabrina?
_ Sí, Martha… ¿Y qué habría respondido ella?
_ Que ya estabas tardando en empezar a tatuar y a moldear mi mente.
El trance era muy útil para tatuar. Las dos hermanas se mantenían en completo silencio mientras Victoria introducía la tinta en sus cuerpos. Primero fue Martha. Había decidido que les pondría números de serie. Julia sería el modelo MK1 y su querida Martha, el modelo MK2. Tatuó estos números de serie en la teta izquierda de cada una de las chicas.
Se entretuvo un rato rasurando a Julia, pues aún tenía una capa de vello rubia sobre su sexo. También repasó a Martha. En cierto sentido, era casi terapéutico para ella. A Victoria siempre le había gustado tatuar, pero no soportaba la impaciencia de los clientes, o las críticas a su proceder. Tampoco le gustaba conversar mientras trabajaba.
Aquellas dos babeantes muñequitas eran los clientes perfectos, con paciencia infinita y sin capacidad para sentir dolor. También repasó a Martha, que empezaba a tener algo de vello incipiente. Tras acabar con aquella tarea, volvió a coger la aguja y tatuó un código de barras encima de los húmedos coños de las chicas. Se lo tomó con calma.
Después las giró y, sobre su culo tatuó las palabras “Victoria Industries”, para representar que esa era la empresa que había fabricado aquellas muñequitas. Repasó los tatuajes y aceleró la cicatrización con magia. Las puso de pie y entonces fue cuando se detuvo a contemplarlas. Eran perfectas.
_ Bien… ahora vamos a dejar esas cabecitas listas para el trabajo.
Primero estuvo un rato a solas con Julia. Al ver que era tan sugestionable como Martha, decidió crear unas cajas en su interior similares a las de Martha. Quería que ambas hermanas trabajaran juntas en todos sus perfiles, tal como Martha quería. Cuando hubo terminado, sintonizó con Martha.
_ ¿Mi amor, puedes oírme?
_ Te oigo, Victoria. _ Susurró Martha.
Victoria se encontraba, como de costumbre, jugando con su coño sin demasiadas prisas.
_ ¿Cómo está la situación con las cajas? ¿Qué ha cambiado?
_ Mi caja… ha desaparecido y… mmm, yo estoy al mando. _ Gimió de placer.
_ Bien, eso está bien, quiero que siga así. ¿Alguna cosa más?
_ La caja de Morgan… ya no hay devoción hacia ti… Era parte de Sabrina.
_ Bien, rellena ese hueco con obediencia hacia mi persona, ¿Quieres?
_ Sí… está hecho. _ Victoria aceleró el ritmo de sus dedos. _ ¿Algo más, mi amor?
Victoria temía en parte a Morgan. Morgan tenía mucha convicción y poder, era capaz de domar a mucha gente, no podía arriesgarse con ella. Acercó a Julia, le metió la mano izquierda en el coño y empezó a jugar con ambas a la vez.
_ Martha… Julia, ¿Podéis escucharme?
_ Te escuchamos. _ Respondieron las dos a la vez, con voz monocorde.
A Victoria se le encendió el coño al escuchar esas dos voces. Rara vez hechizaba a dos mujeres a la vez, y era algo que la excitaba mucho. La perfecta sincronía en las voces, ambas miradas perdidas, la temperatura de ambos coños manchando sus dedos. Era un sueño.
_ Muy bien, ahora vamos a hacer una caja nueva. Las dos la tendréis. ¿Veis la caja?
_ Veo la caja. _ Dijeron, de nuevo al unísono.
_ Bien, quiero que metáis algunas cosas para mí.
_ Sí, mi ama. _ Respondió Julia.
_ Sí, mi amor. _ Respondió Martha, al mismo tiempo.
_ Dentro de esa caja, habita un androide, un robot. Cuyo único propósito es obedecer a su amo. Vosotras designaréis a los amos de ese robot siguiendo mis órdenes. ¿Habéis entendido?
_ He entendido. _ Repitieron, de nuevo al unísono.
_ Ese robot sigue las tres leyes de la robótica, y está equipado con un dispositivo de seguridad que impide que haga daño a nadie. ¿Entendido?
_ He entendido. _ Victoria aceleró sus dedos, las chicas también gemían a la par.
Victoria contuvo su propia excitación, debía esperar. Así que se serenó y siguió hablando.
_ Julia, tú eres el prototipo MK1, una versión inferior del prototipo MK2. El prototipo MK2 es el modelo más nuevo. Y es perfecto en todos los aspectos. En tu programación hay un deseo intrínseco de imitar y comprender las mejoras de MK2 para unirlas a tu código.
_ Debo… imitar… prototipo… MK2. _ Victoria puso a Julia al borde del orgasmo.
_ Martha, tú eres el prototipo MK2, la mejor y más reciente creación de Victoria Industries. Eres perfecta en todos los aspectos, has sido creada para ser la androide sexual definitiva. Tienes la capacidad de aprender y mejorar posturas y acciones sexuales con una facilidad pasmosa.
_ Soy… la mejor… creación. _ Martha convulsionaba.
_ Ambas trabajáis para mí, Victoria, líder de Victoria Industries y vuestra creadora. Os he creado con el propósito de ser los mejores y más eficientes robots sexuales.
_ Mejores… robots… sexuales. _ Repitieron las dos chicas.
_ Muy bien, ahora os correréis, y cuando lo hagáis, guardaréis esas personalidades en sus cajas, hasta que os de la orden de iniciar el protocolo MK, ¿Habéis entendido?
_ Entendido. _ Repitieron, desesperadas por la proximidad del orgasmo.
_ Correos.
Y aquel era el momento en que Victoria más se excitaba, cuando ambas chicas se corrían exactamente al mismo tiempo, con los mismos estertores, se congestionaban de placer al mismo tiempo. Martha y Julia respiraban con dificultad, Victoria sólo las había despertado por un motivo.
Pudo comprobar que, efectivamente, los tatuajes de su piel desaparecieron cuando recuperaron la consciencia.
_ ¿Todo bien? _ Preguntó Martha.
_ Yo me siento muy bien. _ Julia parecía muy relajada.
_ En teoría sí, probémoslo. Iniciad protocolo MK.
Los ojos de las dos chicas se quedaron quietos, las extremidades rígidas de forma antinatural. Los tatuajes volvieron a prenderse sobre su piel. Y Victoria no pudo resistirlo más. Tomó su consolador mágico y se lo puso. Acostó a la inerte Martha sobre la cama y le abrió las piernas.
_ ¿Cómo puedo servirte, mi ama? _ Preguntó MK2.
_ Quédate quieta mientras te follo.
_ Como ordene mi ama.
Victoria empezó a penetrar a MK2 con ferocidad, gruñendo. MK2 permaneció inerte, con los ojos en blanco, dejándose llevar y sin reaccionar de ninguna forma, como la muñeca que era. A su lado, MK1 permanecía de pie, mirándolas fijamente. Buscando aprender todo lo posible del modelo superior.
Ambos robots carecían de lo que los humanos entendían como emociones, pero de tenerlas, MK1 sentiría algo parecido a la envidia. El modelo superior la hacía parecer una tostadora, y la preferencia de su creadora, que para ella estaba a un estatus casi divino, lo probaba.
Victoria se corrió violentamente dentro de MK2, con un grito de Victoria. El robot ni se inmutó. Simplemente mostró una sonrisa, falsa, artificial.
_ Espero que haya disfrutado, ama.
_ Lo he hecho. _ Miró a MK1 _ Higieniza al modelo superior.
Con la misma frialdad que había mostrado MK2, MK1 se situó entre las piernas del cuerpo normalmente habitado por Martha y comenzó a chuparle el coño hasta dejarlo limpio de los restos de su creadora. No se detuvo hasta asegurarse de dejarlo bien limpio. MK2 se corrió silenciosamente durante el proceso, sin mostrar emoción alguna.
James era un hombre ocupado, agraciado, pero muy ocupado con su trabajo para dedicarse a conquistar mujeres. Por eso contrataba los servicios de las prostitutas de Victoria. En aquella ocasión le había enviado un dos por uno, diciéndole que eran nuevas, pero que no se arrepentiría. Cuando abrió la puerta, se sorprendió.
En la puerta de su casa había dos mujeres en ropa interior, completamente rígidas, la mirada perdida y babeantes. Ambas llevaban un collar de aspecto futurista, con las siglas MK1 y MK2 respectivamente. Se fijó en que de sus bragas surgía una tira de plástico.
No le costó relacionarlas con las tiras de plástico que llevaban algunos juguetes a pilas para asegurarse de que no se activaran y las pilas llegaran intactas al niño. Se le había puesto durísima con todo lo que había visto. Tomó la tira de la rubia y la sacó de un tirón. MK1 sufrió un orgasmo cuando lo hizo, lanzando un hondo gemido.
_ ¡Hola! _ Saludó, con una voz jovial que parecía pregrabada. _ ¡Soy el prototipo MK1 de Victoria’s Industries! Mi objetivo es ayudarle a tener una experiencia sexual placentera. ¿Cómo puedo servirle, mi amo?
Como llevado por un impulso superior a sí mismo, tiró también de la tira del modelo MK2. La reacción fue idéntica, un poderoso orgasmo sacudió el cuerpo de la morena, que se estremeció de forma algo más natural.
_ ¡Saludos, mi amo! _ La voz era más natural, más sensual_ ¡Soy el prototipo MK2 de Victoria’s Industries! Mi objetivo es ayudarle a tener una experiencia sexual placentera. ¿Cómo puedo servirle?
James tomó a las dos mujeres y las metió en su casa. Iba a ser un día muy largo.