El descenso de Martha Stone 1
Victoria es una bruja con un único propósito, hacer fortuna utilizando a mujeres a las que somete con sus poderes para convertirse en muñecas perfectas. Cuando bajan sus beneficios, decide que es el momento para renovar personal y empieza su cruzada para transformar a Martha Stone.
Era noche cerrada cuando Victoria estaba repasando su caja. Se trataba de una mujer tatuada de arriba abajo, vestida con un escueto top y unos vaqueros. Alta, de aspecto intimidante y mirada de pocos amigos. No estaba contenta con los ingresos de aquella semana. Lanzó una mirada a las tres mujeres que había frente a ella.
Tres cuerpos voluptuosos, de grandes pechos, traseros bien formados, con bonitos rostros. Una rubia, otra morena y la tercera pelirroja. Se encontraban desnudas, de rodillas, con la cabeza apoyada en el suelo en posición de sumisión absoluta. Victoria había estado trabajando en aquellas mujeres durante años, destruyendo sus personalidades y convirtiéndolas en lo que ella deseaba.
Pero sus adinerados clientes parecían haberse acostumbrado a las chicas y los ingresos habían bajado. Victoria tenía un tren de vida acelerado, y no tenía la más mínima intención de renunciar a él. Por lo que finalmente tomó una decisión. Alzó la mano derecha, y la chica morena lanzó un grito.
Su cuerpo estalló en llamas y se debatió con todas sus fuerzas. Las otras chicas no movieron un músculo, aunque el temor se intuía en sus ojos. Victoria se puso en pie y rodeó a las chicas. Apreció sus cuerpos desnudos por unos instantes y finalmente pareció decidirse por la pelirroja.
_ En pie. _ Ordenó, chasqueando los dedos.
_ Sí, mi ama. _ Repitieron las dos chicas.
Se pusieron en pie al unísono, mirando a Victoria con una mezcla de sumisión, deseo, miedo y admiración. Victoria puso las manos sobre los pechos de la pelirroja y procedió a sobárselos. La mujer empezó a gemir de inmediato producto de la elevada sensibilidad de sus pezones. Quizá Victoria se había excedido en ese aspecto.
_ Natasha. _ Se dirigió a la rubia, pues ese era su nombre.
Natasha realizó una reverencia exagerada, que hizo que sus pechos desnudos se bamboleasen graciosamente.
_ Cómo puedo serviros, mi ama. _ Preguntó, ansiosa y sumisa a partes iguales.
_ Necesito encontrar a una sustituta para Helena. _ Respondió Victoria. _ Busca a una chica morena, algo entrada en carnes, deseo variar. Morena, mona.
_ Se hará como deseas, ama. Buscaré candidatas a la altura. Estarás orgullosa de mí.
_ Sí, lo estaré, porque de lo contrario, acabarás como Helena. _ Victoria sonrió, macabra.
Natasha dejó que el miedo surcase su rostro. Por un instante pareció desear volver a su antigua vida, cuando era una abogada de prestigio, cuando tenía su propio bufete de abogados, sus propios subordinados. Antes de ser la puta de Victoria. Pero ese pensamiento rápidamente se desvaneció en cuanto Victoria la miró a los ojos y el condicionamiento volvió a aplastar su personalidad.
_ Prometo no decepcionarla. _ Se dio la vuelta y se acercó al armario, buscando un vestido.
_ Bien… ¿Dónde estábamos, Vanessa? _ Preguntó a la pelirroja, que gemía golosamente.
_ Donde usted quiera que estemos, Ama. _ Gimió con fuerza. _ Sólo pídamelo.
_ Muy bien, Vane… como estos días habéis estado trabajando poco, creo que voy a tener que castigarte. Hoy vas a limpiarme el culo con tu lengua.
_ ¡No es un castigo si es un placer, Ama! _ Respondió, relamiéndose.
Victoria sonrió y se acomodó sobre la mesa, mirando por el gran ventanal de su piso. Le encantaba que la follaran mientras observaba las vistas. Vanessa no la hizo esperar demasiado. Se deshizo del escueto pantalón y retiró lentamente el escueto tanga de su ama con los dientes antes de hundir la cabeza en aquella raja. Olía mal, pero no le importó.
Victoria comenzó a gemir como una puta cuando Vanessa encontró su punto G, con facilidad pasmosa debido al entrenamiento y comenzó a estimularla con presteza. Victoria estaba furiosa. Había invertido mucho esfuerzo en aquellas chicas para que después las ignorasen. Por otro lado… estaba más cachonda que nunca imaginando cómo corrompería a una chica nueva.
Natasha fue concienzuda. Durante años había servido con total pleitesía y devoción a Victoria. En su mente, la capacidad de fallarle no era una posibilidad. El miedo que Victoria desprendía era, en realidad, lo de menos. Por eso, cuando volvió varias horas más tarde al piso de su ama, lo hacía con un gran fichero bajo el brazo.
No le sorprendió en absoluto ver a su ama tumbada en el sofá. Estaba viendo pornografía en la televisión, sentada en el sofá, mientras Vanessa le comía el coño. No le había permitido tocarse, a pesar de que chorreaba, por lo que intuyó que seguía enfadada.
_ Mi señora. _ Saludó, para indicar su presencia. _ Os he traído a las candidatas que pedisteis.
Victoria elevó la vista, dándose cuenta de su presencia y le indicó con el dedo que se acercase. Natasha se sentó a su lado. Por indicación de la morena, colocó la mano sobre la cabeza de Vanessa, jugando con su pelo. Antaño, Vanessa había sido una de sus clientas, con la que no se llevaba especialmente bien. Pero Natasha asumía que no podía pasarte tanto tiempo follando con alguien sin acabar de cogerle cariño. Lo cierto es que quería mucho a Vanessa… y a Helena… la echaría de menos.
Victoria fue pasando las páginas de su informe sin demasiadas ganas. Natasha empezó a temer que no le gustase ninguna y la quemase viva como a Helena. Pero finalmente, pareció detenerse en una chica, Lanzó un gemido y Natasha apretó la cabeza de Vanessa contra su coño. Pudo ver cómo los pezones de Victoria se erizaban más que antes, aquella chica le gustaba.
_ ¿Quién es esta?
_ Su nombre es Martha Stone. Estudiante. Acaba de cumplir los dieciocho y está buscando universidad. Vive con sus padres. Tal y como pediste es morena y está entradita en carnes.
_ Vaya ubres tiene la jodida. _ Dijo Victoria, cogiendo la foto adjunta al archivo.
Vanessa notó que Victoria se humedecía y redobló esfuerzos.
_ Sí, la verdad es que sabía que te gustarían sus tetas y culo. _ Natasha dejó escapar una risita. _ Por eso la he seguido un buen rato. Te va a encantar, es un animalillo inocente.
Aquel era el momento que había estado esperando. Natasha quería ganarse el favor de Victoria y que estuviera contenta ese día. Así que se acercó a su oído y se lo susurró sensualmente.
_ Estoy segura de que es Virgen.
Victoria lanzó un grito y se corrió sobre la cara de Vanessa. Natasha supo que se iba a llevar un buen premio por eso, y su sonrisa mostraba confianza.
_ Bien… eso está muy bien, joder. _ Victoria se puso en pie, sonreía.
Tenía los pezones de punta y el coño empapado, estaba sudorosa y su piel brillaba, iluminando sus tatuajes. Se la notaba con ganas de actuar.
_ Yo tengo trabajo que hacer. Vosotras podéis tomaros en resto de la noche libre.
Mientras Victoria se dirigía a la ducha, las dos chicas aprovecharon su inesperada libertad de la forma en la que solían hacerlo. Se tumbaron en el sofá y comenzaron a realizar un apasionado sesenta y nueve. Aquel día ninguna de las dos se había podido correr y pensaban recuperar aquellos orgasmos perdidos. Les encantaba su trabajo, pero ningún amante sabía cómo hacerles correr de la misma forma que sus compañeras… o Victoria.
Martha no estaba teniendo un buen día. Tenía buenas notas, pero sus inseguridades le estaban causando problemas para escoger universidad. Además, sabía el gasto que eso suponía para sus padres, y no quería arriesgarse a que entrasen en banca rota por sus estudios. Por eso se había encerrado en la biblioteca.
_ ¿Qué te cruza la cabeza, palomita?
Martha dio un bote sobre la silla, y la impresión que le causó Victoria no mejoró la situación. Era una mujer como nunca había visto. Todos aquellos tatuajes surcándole el cuerpo e incluso el rostro, pues una hilera de estrellas se dibujaba bordeando uno de sus ojos.
_ Oh… yo… sólo… n-n-n… _ Martha estaba intimidada.
_ Shhh… tranquila… relájate… confía en mí… _ La voz de Victoria era profunda y su mirada había atrapado los ojos de Martha. La morena no pudo escapar.
Las fotos no le hacían la menor justicia a Martha. Victoria no le hacía ascos a ninguna mujer, pero Martha la había puesto especialmente cachonda. Estaba rellenita, pero con la grasa muy bien repartida… unos pechos enormes… un culo muy bien puesto… la piel de un excitante color caramelo, una hermosa melena oscura y… esa carita inocente propia de un ángel conformada por unos bonitos ojos color aguamarina, grandes y expresivos una nariz bien perfilada y unos labios gruesos y seductores. Victoria se excitaba sólo de imaginárselos pintados.
_ Confío en ti… _ Repitió Martha, nublando la vista de sus bonitos ojos por un instante. Parpadeó rápidamente. _ Verás, estoy preocupada, después del verano he de ir a la universidad, y no estoy segura de si mis padres van a poder pagarlo.
_ ¿Y has pensado en un trabajo de verano? _ Victoria le puso la mano en el hombro. Martha pareció molesta por el gesto.
_ Ignora mi mano, Martha… sólo mírame a mí. _ La morena volvió a centrar la vista en los ojos de Victoria.
_ Es sólo que… nunca he trabajado y no sé por dónde empezar. Pero sí que me gustaría ganar algo de dinero. Aligerar la carga de mis padres.
Victoria no le estaba haciendo mucho caso. En aquel momento estaba tocando con todo el descaro del mundo los pechos de Martha, pellizcando ligeramente sus pezones para endurecerlos. La morena no parecía darse cuenta.
_ Pues lo cierto es que necesito a alguien como tú trabajando para mí… es un buen sueldo y estoy segura de que te encantaría trabajar para mí.
_ Sí, me encantaría. _ Dijo, sintiendo el poder de la mirada de Victoria. _ Pero ni siquiera sé si cumplo los requisitos.
_ Bueno… lo cierto es que requiero una serie de cosas… _ La mano de Victoria empezó a juguetear para entrar colarse bajo la falda de Martha. _ Quiero a una persona con confianza… decidida… y abierta… sexualmente hablando.
Martha se rio. Victoria aprovechó cómo ese gesto la hacía botar para bajarle las bragas. Eran unas bragas blancas, muy sosas. Una lástima, pensó. Tendría que ocuparse de eso más adelante.
_ Pero yo no soy así. _ Dijo Martha. _ Eso es lo opuesto a mí.
_ Pero podrías serlo… _ Victoria le susurró al oído mientras introducía lentamente sus dedos en su sexo, acariciando el pelo que había sobre él con el pulgar. Martha se estremeció. _ ¿Quieres que te ayude a serlo?
_ Sí… _ Murmuró con un largo gemido.
_ Está dentro de ti, Martha… una versión de ti que es segura de sí misma… fuerte… _ Se quedó muy cerca de su oído. _ Una versión de ti… que abraza sus más íntimos y oscuros deseos.
Martha no respondió, estaba metida en un trance que iba creciendo cuanto más se esforzaba Victoria en penetrarla con sus dedos. La morena gemía, de forma rítmica. Victoria sonrió, había intuido desde un inicio que Martha sería fácil de sugestionar.
_ Deja que esa versión de ti te envuelva… Martha no es más que una máscara… una ilusión que utilizas para moverte en sociedad… pero es falsa. La verdadera tú está saliendo ahora a la luz. _ Le susurró al oído.
_ Sí… aquí estoy…
_ Y todo eso me lo debes a mí. Yo soy la que te ha liberado. Yo soy la que te propone una vida llena de placeres… y a cambio… te someterás a mí.
_ Me someteré… _ Martha se relamió. _ Dejaré salir mis más bajos instintos… pídemelo y lo haré…
_ Déjalos salir… cuando chasquee mis dedos, dejarás que tu verdadera yo tome el control. _ Los movimientos de Victoria provocaron que Martha gimiera con intensidad, al borde del orgasmo. _ Córrete y deja que la vieja Martha se quede enterrada debajo del deseo.
Chasqueó los dedos y Martha lanzó un grito ahogado mientras manchaba los dedos de Victoria, abriendo repentinamente los ojos mientras su pecho se convulsionaba.
_ Bienvenida…
Martha tomó a Victoria del cuello y empezó a besarla con intensidad, en un gesto salvaje y ansioso que la tatuada no esperaba.
_ Vaya, Martha… Impresionante…
_ No me llames Martha. Mi nombre es Sabrina… _ Susurró la morena. _ Hablemos sobre todas esas perversiones que me he estado guardando…