El desahogo de Lucía (II)

Lucía continúa el viaje que ha de liberarla de su tediosa rutina...

El café humeaba en el vaso de cartón de mientras Lucía lo observaba como si se tratara de un extraño insecto digno de estudio. Sentada sola en aquella mesa, con el alboroto de voces infantiles, risas adolescentes y riñas de madres típico de los McDonalds atronándole en los oídos, Lucía empezaba a arrepentirse de haber entrado allí. Tras el fin de la jornada en la gestoría en la que trabajaba de secretaria, había decidido tomar un café para despejarse la cabeza y no había tenido mejor idea que meterse en ese local de comida rápida que distaba apenas 20 metros de la oficina. Craso error. El ambiente era el menos propicio para sumergirse en los pensamientos propios.

Finalmente, cogió el vaso y pegó un sorbo. El amargor del café actuó como un elixir que le permitió aislarse un poco del bullicio que le rodeaba. Cerró los ojos. Había cumplido 49 años hacía una semana. La relación con aquel extraño en el que se había convertido su marido ya había derivado en una incomunicación total. Apenas se cruzaban por casa y seguramente él pasaba la mayor parte del tiempo en el piso de alguna amante. Su hijo ni si quiera se había acordado de llamarla por su cumpleaños y las veces enque ella lo llamaba apenas tardaba un par de minutos en despacharla. Abrió los ojos y estuvo a punto de romper a llorar. Se sentía más vieja y sola que nunca.

Ya habían pasado tres meses desde aquel encuentro con Jorge y su amigo en la discoteca. Tras aquello, se habían desatado dos semanas de sexo frenético con su joven vecino. Aprovechaban cualquier momento en que el marido de Lucía no estaba en casa para follar como posesos. Y si la casa no estaba disponible, cualquier lugar de las zonas comunes resultaba idóneo para un polvo rápido: el cuarto de contadores, el tramo de escalera que bajaba a la puerta de acceso al parking... Pero, tras esas dos semanas, todo había acabado abruptamente. Jorge empezó a rehuirla y a saludarla fríamente evitando las miradas suplicantes de ella si, por casualidad, se encontraban en la escalera . Lucía aceptó aquel nuevo escenario sin preguntas ni rencores. Simplemente pensaba que aquel chaval ya se había aburrido de tirarse a una vieja como ella. Aquella situación había contribuido a hundirla aún más, pero no podía echarle nada en cara a Jorge.

El griterío volvió a perforar los tímpanos de Lucía y ésta regresó del mundo de sus ensimismamientos. Miró el reloj. Eran las seis y media. Si se daba prisa, aún podía llegar a casa, ducharse y tener tiempo de hacer la compra. Apuró el resto del café de un trago, se levantó, se colgó el bolso del hombro, cogió la chaqueta y la colocó doblada sobre el brazo (hacía demasiado calor para ponérsela) y se encaminó hacia la puerta del local.

-Coño, ¡hola Lucía!

La voz hizo que Lucía frenara en seco sus pasos. Giró la cabeza y, tras un pilar que resguardaba una mesa difícil de ver a simple vista, vio sentado a un sonriente Guille. Guille, el amigo gordito de Jorge. El que le había follado el culo en el aseo de aquella discoteca. Lucía quedó petrificada ante tan inesperado encuentro. Guille se levantó, la cogió por la cintura y le estampó dos besos en las mejillas.

-Cuánto tiempo sin verte. ¿Qué hará, tres meses? - preguntó Guille con sus manos asiendo firmemente la cintura de Lucía.

-N... no sé. Su... supongo – contestó Lucía. El aturdimiento parecía no querer abandonarla.

-Nosotros hemos acabado las clases hace un rato y estábamos aquí merendando algo. Caray, qué sexy estás vestida de ejecutiva jajaja – dijo Guille mirándola de arriba a abajo. Sus manos habían bajado y ahora recorrían en un pequeño movimiento ascendente-descendente las caderas de Lucía.

Lucía llevaba su look habitual de día laboral: una falda de tubo gris claro que le quedaba un par de dedos por encima de la rodilla, unas botas de piel negra de media caña con tacón medio y una camisa entallada azul eléctrico (tenía tres más iguales en varios colores) que resaltaba sus abundantes pechos y estilizaba su algo ancha cintura en contraste con sus generosas pero bonitas caderas. El pelo, recogido en una coleta y con un pequeño flequillo cayendo a la derecha, le rejuvenecía el rostro. Por mucho que Lucía se tuviera en baja estima, resultaba un objetivo deliciosamente follable para cualquiera que tuviera algo de pulsión sexual.

-Gr... gracias – dijo Lucía. Su mente parecía empezar a funcionar. Sentía las manos de Guille paseando por sus caderas. Una vaga sensación como de pánico (más hacia sí misma que a otra cosa) comenzó a anidar en su interior.

-Ey, tíos. Esta es Lucía. Creo que Jorge y yo os hemos hablado de ella – dijo Guille dirigiéndose a la mesa y guiñándole un ojo a sus colegas.

Lucía giró la cabeza y vio a dos chavales allí sentados. Un rubio bastante guapo al que el acné no le hacía ningún favor y otro muy delgado cuya cara estaba cubierta por una pelusa que pretendía hacerse pasar por barba. Ambos la saludaron con la mano mientras unas sonrisas entre burlonas y divertidas se dibujaban en sus rostros. Lucía enrojeció de vergüenza. “Creo que Jorge y yo os hemos hablado de ella”. Aquellos dos niñatos lo sabían todo. Deseó que la tierra se la tragara allí mismo. Lucía volvió de nuevo la cabeza hacia Guille y se encontró con la cara sonriente de éste. Habría querido mirarlo con ira, pero no pudo. La sonrisa de Guille se ensanchó al descifrar la inseguridad de Lucía. Sus manos se desplazaron y cogieron ávidamente aquel culo que se dibujaba redondo y maduro bajo la falda. Lucía siguió sin hacer nada. La atrajo hacia sí y Lucía se encontró nariz con nariz con aquella cara regordeta mientras las manos seguían magreando avariciosamente su trasero.

-Joder, Luci. Sigues teniendo el mismo culazo... - Dijo Guille.

Lucía cerró los ojos. No era posible que estuviera dejándose avasallar de aquella manera por aquel niñato. Sin embargo, así era. Y le encantaba, por mucho que le costara admitirlo. Guille acercó la boca a la oreja de Lucía mientras sus manos aumentaban aún más la presión sobre aquelllas mullidas nalgas.

-¿Sabes que aún me masturbo rememorando aquello de la discoteca? Eres la musa absoluta de mis pajas, Lucía – susurró Guille a aquella oreja adornada con cuatro pequeños pendientes.

-Guille, por favor, no me hagas esto... - imploró Lucía intentando convencerse más a sí misma que al supuesto destinatario de sus palabras.

Acto seguido, Lucía notó como una lengua acariciaba su lóbulo durante unos breves segundos. La tensión de su cuerpo se relajó y un suspiro que sonó a rendición escapó de su boca. El rostro de Guille, con una irónica sonrisa de victoria dibujada en él, volvió a aparecer en su campo de visión. Lucía supo que había captado la capitulación transmitida por su cuerpo.

-¿Te sientas un rato con nosotros, Lucía? - preguntó Guille, haciendo que de nuevo su rostro reflejara la simpatía que era habitual en él.

-Joder – masculló apenas audiblemente Lucía mientras sus ojos se dirigían al suelo. La resignación culpable que sentía era tan solo la máscara bajo la que se escondía un pálpito de deseo.

La mesa estaba en un rincón, con uno de esos sillones en forma de L anclado a la pared rodeando la mesa por dos de sus lados. Guille apartó la mochila que obstaculizaba el acceso e hizo pasar a Lucía, que quedo prácticamente sentada en el rincón y encajonada entre el rubio con acné y Guille, que se sentó a en la parte que daba al pasillo. Era como si quisieran evitar que tuviera algún impulso de salir huyendo. Guille se apretó contra el cuerpo de Lucía mientras su amigo hacía lo propio en el lado contrario. Las piernas de ambos estaban carne con carne con las suyas. El otro chico, el delgaducho, tenía la cabeza apoyada sobre los brazos en la mesa y observaba el panorama tras el de los granos.

-Bueno, el rubio es Iker y el otro es Rodri. - Dijo Guille haciendo las presentaciones

Iker y Rodri volvieron a relizar el mismo estúpido saludo con la mano. En sus rostros seguían dibujadas las sonrisas burlonas que Lucía ya había visto en un primer momento. Hizo un pequeño movimiento con la cabeza a modo de saludo. Un suspiro resonó en sus labios mientras lo hacía. “Qué coño estoy haciendo”, pensó. El problema era que lo sabía perfectamente.

-¿Qué? ¿Cómo va con Jorge, Luci? - Preguntó desenfadadamente Guille. Lucía sintió una patada en el estómago ante tal cuestión.

-Hace... tiempo que no lo veo – respondió Lucía sin mirarlo.

-Nosotros tampoco. Se ha echado novia y ya no quiere saber nada de nadie, ¿sabes? - dijo Guille. Lucía creyó detectar un dejo de malicia en sus palabras.

-No lo sabía – contestó tristemente Lucía.

Ahí estaba la respuesta a la abrupta desaparición de Jorge. Tenía novia. Alguien de su edad, seguramente. Una chica contra la que, lógicamente, Lucía no podía competir. Se sintió morir un poco más por dentro. La mano de Guille se posó sobre el muslo de Lucía y empezó a acariciarlo. Notó la mano del rubio intentar deslizarse por su espalda. Lucía, casi inconscientemente se apartó un poco del respaldo para facilitarle la operación. Finalmente, la mano surgió al otro lado y aferró fuertemente la cintura de Lucía. Se sentía mejor dejándose sobar allí en medio por aquellos criajos. Se sentía algo viva por primera vez en muchas semanas. Era jodidamene patética.

-¿Sabes, Lucía? Jorge es gilipollas. Tú le das mil vueltas a esa petarda. – Dijo Guille. Su mano seguía acariciando la parte interior del muslo de Lucía.

-Solo decís eso porque queréis follarme. – Dijo Lucía con un dejo de amargura. Se sorprendió ante la crudeza de sus propias palabras.

-Sí, queremos follarte. ¿Somos unos cerdos? Sí. Pero, ¿por qué te estás dejando sobar, Luci? ¿Por qué no has salido corriendo cuando te he magreado el culo delante de todo el local? Nosotros seremos unos cerdos, pero tú eres una puta, Luci. Y te encanta serlo.

Las palabras que Guille le acababa de susurrar al oído resonaron como el estallido de una bomba en sn su interior. Su mirada quedó muerta en algún punto indeterminado del tablero de la mesa. Sintió la mano del rubio intentando subir por su cintura. Movió un poco el brazo para facilitarle el paso y notó como alcanzaba su pecho derecho. Una punzada de electricidad recorrió su espalda ante el tacto de aquellos dedos sopesando su voluminosa teta. La mano de Guille seguía explorando su muslo interior derecho y comenzó a sentir el roce de uno de sus dedos contra la comisura de las bragas. Cerró los ojos mientras sentía el aceleramiento de su respiración. Asumió la verdad que había estado intentando negarse los últimos dos meses. Había pensado en lo de la discoteca y lo de Jorge como meros accidentes. Incluso había intentado romantizar el affaire con Jorge. Todo era mentira. Era una mujer de 49 años dejándose sobar por tres críos de 18 en un burger de cadena y deseando que se la follaran. Era una puta. Un sollozo acudió a su garganta ante tal revelación, pero consiguió ahogarlo.

-Vivo aquí cerca y mis padres están fuera. ¿Te vienes con nosotros, Lucía?

Esta vez fue la voz de Iker, el rubito, la que acarició con un susurro el oído izquierdo de Lucía. Las palabras habían ido acompañadas de un incremento de la presión de aquella mano en su pecho. Un suspiro agudo delató la excitación de Lucía. Los dedos de Guille comenzaron a acariciar la línea de su coño sobre las bragas al resguardo de la falda. Se la podrían haber empezado a follar allí mismo sobre la mesa y Lucía no habría opuesto resistencia alguna. Un “sí” apenas audible surgió de sus labios. Un “sí” más vehemente que el sonido de mil gritos.

-Estás mojadísima, Lucía. ¿Ves como sí eres nuestra putita madura? - dijo Guille en un murmuro malicioso.

Lucía giró la cara hacia el lugar en el que se encontraba Iker e inmediatamente una lengua intentó irrumpir bruscamente en su boca. Lucía no opuso resistencia alguna y dejó que aquella intrusa explorara sin límites su cavidad bucal. Al mismo tiempo, sintió cómo los dedos índice y corazón de Guille se abrían paso a través de su empapado coño. Pequeñas descargas de placer empezaron a sacudir su bajovientre mientras seguía saboreando la lengua de aquel crío rubio.

-Ey tíos, que os están viendo.

Era la voz de Rodri, que hasta ese momento se había mantenido en silencio observando alucinado el espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos. Efectivamente, aunque aquella mesa bien resguardada constituía prácticamente un punto ciego del local, había una mesa a unos 5 metros en diagonal desde la que sí podía observarse lo que allí ocurría. Dos chicas de apróximadamente la edad de Guille y sus amigos observaban pasmadas el show que allí acontecía. Su expresión era más de asombrada diversión que de azorado escándalo.

-Eso te encanta, ¿verdad, Luci? Lo de que te vean zorreando en público – susurró Guille mientras aceleraba el movimiento de sus dedos.

Aquellas palabras precipitaron el orgasmo. Un oleada de placer recorrió la espalda de Luci desde los riñones has la nuca. Guille sintió cómo un torrente de fluidos empapaba su mano mientras sus dedos propinaban las últimas sacudidas a aquel coño hambriento. Luci sacó la lengua de la boca de Iker e inclinó la cabeza hacia atrás intentando reprimir un grito de pura lujuria. Tras unos maravillosos segundos, la espalda de Lucía comenzó a relajarse. Guille le cogió la cara y la giró hacia sí. Lucía aún jadeaba y sus ojos parecían a punto de romper en lágrimas.

-Mira, luci, esto es tuyo... - dijo Guille maliciosamente mientras le metía los empapados dedos en la boca.

Lucía comenzó a saborearlos jugando con ellos con la lengua en el interior de su boca. El fuerte sabor salado de sus fluidos vaginales impregnó hasta la última de sus papilas gustativas. Era la primera vez que se saboreaba a sí misma de esa forma.

-¿Nos vamos? - dijo Guille adoptando un repentino tono alegre.

Lucía asintió débilmente con la cabeza mientras seguía saboreando aquellos dedos. Guille sacó finalmente los dedos de aquella boca y le dio un cariñoso pico a Lucía.

-Andando, gente – dijo Guille levantándose y cogiendo su mochila del suelo.

Sus dos amigos le imitaron. Lucía se quedó unos segundos sentada esperando a que su respiración se relajara. Intentó poner algo de orden en la tempestad de pensamientos que era su cabeza en ese momento pero, incapaz de hacerlo, finalmente cogió el bolso y se levantó. Se percató de que una notoria mancha húmeda adornaba la parte de su falda a la altura de la conjunción de sus muslos y sintió tal vergüenza que a punto estuvo de echarse a llorar. Las dos chicas que habían contemplado el espectáculo reían entre ellas mientras la miraban descaradamente. Lucía, humillada, se dirigió a la puerta donde le esperaban los tres amigos.

El aire ya era fresco en la calle. Lucía sintió cómo su cabeza se despejaba un poco al sentir la brisa del anochecer en su rostro. Caminaba sin fijarse en nada de lo que la rodeaba. Las voces de Guille e Iker, que hablaban y reían en la acera a un par de metros de ella, sonaban lejanas. Sintió que la cordura florecía de nuevo en su interior y que debía finiquitar aquella locura. Pararía sus pasos, diría adiós y se esfumaría. Eso era lo que iba hacer.

-Ya hemos llegado.

Las palabras de Iker sacaron a Lucía de su ensimismamiento. No podía ser que hubieran llegado a ningún sitio. Tenía la sensación de no haber caminado más de veinte segundos desde que habían salido del burger. Se fijó dónde estaba. Conocía bien la zona ya que trabajaba por allí. Calculó que se encontraban a casi un kilómetro del Mcdonald´s. Unos 10 minutos a pie. ¿Era posible que hubiese perdido tanto la percepción del tiempo y el espacio?

La confusión mandó al traste los planes de Lucía. Aquello que le había parecido tan fácil en su cabeza hacía unos instantes ahora le parecía una misión imposible. Las palabras “adiós, me voy” parecían ahora rocas de 1000 kilos que se la habían atascado en la garganta y era incapaz de expulsar. Guille se punto frente a ella y sus manos volvieron a agarrar aquel culo cuarentón que le fascinaba.

-¿Subimos, Luci? - dijo Guille dulcemente.

-No... no puedo – sollozó Luci a punto de ponerse a llorar.

-Sí que puedes, Luci. Eres nuestra putita madura, ¿recuerdas?

El tono meloso con el que Guille pronunció aquellas palabra lapidarias aguijoneó el alma de Lucía. Sabía que no iba a resistir. Había nacido para ser humillada por aquellos críos.

-¿Qué eres, Luci? - Preguntó Guille tras unos segundos.

-Vuestra puta madura – contestó Luci resignada.

-Y te vamos a follar como la puta que eres. Lo de la discoteca va a parecer una peli de Disney comparado con esto.

Lucía se sintió fascinada por la capacidad de Guille para mantener su casi inocente expresión mientras soltaba barbaridades como aquella.

-Esto va a ser puto increíble – dijo Iker mientras abría la puerta de la finca.

El piso de los padres de Iker se encontraba en la cuarto planta. Subieron con un vecino que iba al quinto y miró extrañado a aquel grupo formado por tres chavales y una cuarentona (casi cincuentona en realidad). Los tres amigos tuvieron que aguantar las risas durante el trayecto mientras pasaban descaradamente sus manos por las nalgas de aquella madurita que había caído en sus garras. Lucía no pudo ocultar su vergüenza ante aquella situación.

Entraron al domicilio. El recibidor era como la mitad del piso de Lucía. Los padres de Iker tenían pasta, no había duda. Los tres chavales dejaron las mochilas tiradas en el suelo nada más entrar. Lucía dejó el bolso en una especie de consola de diseño minimalista y aspecto muy caro. Antes de poder si quiera suspirar y adquirir conciencia de lo estaba a punto de ocurrir, Lucía sintíó como el cuerpo de Guille se pegaba a su espalda y unas manos hacían presa de sus tetas.

-Guille, espera – suplicó Lucía.

-Joder, que tetazas tienes, Luci. Ya ni me acordaba – Le susurró Guille apretando con avaricia aquellos maduros y esplendorosos melones.

Lucía cerró los ojos. La excitación se apoderó de cada uno de los poros de su cuerpo. Aquellos 3 chavales sumaban entre todos solo 5 años más de los que tenía Lucía. Era una locura. Era maravilloso. Cuando los volvió abrir, sus ojos se encontraron con la cara de Rodri, el flacucho de puberta barba rala, el chico que se había limitado a mirar y que aún no la había tocado. Lucía miró hacia abajo y vio que se había bajado los pantalones y una enorme polla erecta emergía entre sus piernas. Lucía notó como, con una rápido movimiento, las manos de Guille dejaron sus tetas y le trabaron los brazos a la espalda. Aplicando toda su fuerza, Guille obligó a Lucía arrodillarse mientras le seguía sujetando los brazos. Lucía se vio en un momento con aquella polla enorme a la altura de sus ojos.

-¿Qué coño haces, Guille? - dijo Lucía sorprendida.

-Fóllale la boca, Rodri – aulló inquisitivo Guille.

En una milésima de segundo, las manos de Rodri cogieron los laterales de la cabeza de Lucía y ésta sintió cómo aquel mástil de dura carne se hundía hasta el fondo de su garganta. Rodri empezó a propinar golpes inmisericordes a la boca de Lucía mientras le sujetaba la cabeza firmemente. Lucía sintió como el aire empezaba a faltarle y unas arcadas horribles le sacudían cada vez que aquella polla golpeaba el fondo de su garganta. Guille seguía trabando sus brazos a su espalda, con lo que estaba a total merced de los pollazos que le propinaba aquel salvaje. Tras unos minutos que parecieron horas en los que Lucía creyó que llegaría a desmayarse, notó en su boca como aquella polla adquiría una dureza extrema y escuchó a Rodri emitir un “oooooh” grave. Un chorro inhumano de semen inundó la garganta de Lucía sintiendo incluso cómo subía hacia sus fosas nasales. Rodri sacó la polla y se apartó dejando caer su espalda contra la pared. Guille liberó los brazos de Lucía y ésta cayó hacia delante apoyando las manos en el suelo mientras tosía y unas incontrolables náuseas recorrían su cuerpo. Cantidades ingentes de babas y semen caían desde su boca hasta el suelo, incluso le salía semen por la nariz.

Guille se arrodilló junto a ella. Le emepezó a acariciar el pelo mientras Lucía seguía escupiendo semen e intentaba capturar el aire que parecía negarse a entrar en sus pulmones.

-Verás, Lucí, Rodri es que es un poco raro. Es muy tímido y solo funciona así, obligándolo por impulsos. Es muy friki jajaja.

Lucía giró la cabeza y miró a Guille. Con los ojos llorosos, la boca entreabierta de la que aún resbalaban restos de semen y la respiración intentado encontrar un ritmo mínimamente regular, a Guille le pareció el vivo retrato de la sumisión, una sumisión que le quedaba realmente como anillo al dedo y realzaba la belleza de su maravilloso rostro maduro. Guille acercó su rostro a la frente de Lucía y descargó allí un beso lleno de ternura.

-¿Vas a dejar que te reventemos a placer, Lucí? - susurró dulcemente Guille mientras sus labios seguían acariciando la frente de Lucía.

-S… sí. - contestó Lucía con la respiración aún entrecortada.

-Esa es mi zorrita madura…

Guille sacó un pañuelo de papel y le limpió suavemente la boca a Lucía. Cuidadosamente, la ayudó a levantarse y quedaron cara a cara. Lucía pudo ver a través de los restos de lágrimas que aún cubrían sus ojos la sonrisa de triunfo y perversidad que adornaba el redondo rostro de Guille. Las manos de Guille asieron ávidamente el culo de Lucía y atrajo su cuerpo hacia sí.

-Tu culo, Luci… joder, estoy obsesionado con él – dijo mientas apretaba con saña aquellas nalgas que tan bien se dibujaban baja la falda de tubo.

Las manos de Guille comenzaron a desplazarse a lo largo de las caderas y cintura de Lucía y acabaron posándose sobre las grandes tetas que se cobijaban bajo aquella entallada camisa azul eléctrico. Tras un breve magreo, arrancó de un seco tirón los dos primeros botones de la camisa y desabrochó apresuradamente el resto al comprobar que mostraban algo de resistencia. Un bonito sujetador de encaje azul celeste amarrando la maravillosa inmensidad de aquellos senos apareció ante los ojos de Guille.

-Mira que sujetador de putilla calientarrabos lleva la mami… - dijo jocosamente Guille.

Lucía se mordió el labio inferior intentando ocultar la media sonrisa que aquel comentario trazó en su rostro. Lejos de disimular nada, aquella expresión delataba un deseo y una voluntad de entrega totales. Guille dio un violento tirón al sujetador y los melones de Lucía se desbordaron al instante por encima de las copas. Enormes, algo caídos por la edad pero aún manteniendo una digna firmeza que les confería una maravillosa forma ovalada y rematados por unos pezones sonrosados y perfectamente redondos del tamaño de una ficha de póker, aquellas tetas constituían los almohadones naturales perfectos en los que cualquiera habría deseado hundir su cara. Guille se lanzó como un depredador y comenzó a lamer y morder frenéticamente aquellos pezones. Duros como tuercas desde el mismo momento en que aquellos 3 chavales habían empezado a sobarla en el McDonalds, Lucía empezó a jadear de placer mientras aquellos dientes y lengua jugaban de una manera un tanto brusca con ellos. Ensimismada mientras la lengua de aquel adolescente recorría cada centímetro cuadrado de sus tetas, sintió como unas manos se aferraban a sus caderas y una polla desnuda y erecta comenzaba a restregarse con fuerza contra la línea que separaba sus nalgas. Giró la cabeza y vio el rostro de Iker enrojecido por el frenesí.

-Súbeme la falda, cielo… - susurró Lucía.

Las manos de Íker asieron torpemente la comisura de la falda de y la alzaron dejando al descubierto el culo de Lucía. Generoso, algo celulítico, pero maravillosamente redondo, su visión invadió a Iker de un deseo casi irracional. Bajó de un tirón la bragas a juego con el sujetador que cubrían las partes pudientes de Lucía y buscó torpemente cualquier lugar en el que introducir aquella polla en erección que pedía a gritos profanar cualquier cavidad femenina que se prestara a ello.

-Espera.., espera, cielo… - dijo Lucía divertida ante aquella entrañable demostración de inexperiencia.

Cogió con su mano aquella durísima estaca de carne y, abirendo ligeramente las piernas, la guió hasta la entrada de su coño. Iker dio un enérgico golpe y su polla resbaló de una forma excelsa hacia el interior de aquella mojadísima vagina.

-Joder… - gimió Lucía al sentir el golpe de aquel glande en su cuello uterino.

-Estás mojadísima, perra… - Le susurró Iker mientras su pelvis comenzaba a propinar vigorosas embestidas.

Apenas cinco sacudidas de aquella joven polla fueron suficientes para que el inconfundible latigazo del orgasmo recorriera la espina dorsal de Lucía. Al notar la tensión que adquiría ese cuerpo con el que tanto se estaban divirtiendo, Guille dejó de devorar aquellas tetas y se fijó en el rostro de Lucía. Los ojos entrecerrados en blanco, el gemido que intentaba vagamante ahogar, y las pequeñas convulsiones de un cuerpo que únicamente se mantenía de pie gracias al fuerte agarre que Iker ejercía en sus caderas mientras seguía taladrando aquel receptivo coño deleitaron sobremanera a Guille.

-Joder, Luci, estás preciosa cuando te corres… - le susrró Guille mientras le sujetaba suavemente ambos lados de la cara.

Aún no habían remitido los últimos coletazos eléctricos del orgasmo cuando Lucía notó como la polla de Iker adquiría durante unos breves segundos una dureza aún mayor y acto seguido un maremoto de semen se desataba en sus entrañas.

-Aaaaah… - gimió Iker – Mierda, ya me he corrido…

-Qué caliente vas, cabrón. No aguantas nada jajaja – replicó un divertido Guille.

Iker sacó la polla de aquel chapoteante coño y sus manos soltaron las caderas de Lucía. El cuerpo de ésta, apenas soportado por sus tambaleantes piernas, se inclinó hacia delante y solo la sujección de Guille evitó que se desplomara sobre el suelo. Lucía, jadeante, apoyó su cara en el hombro de Guille. Las manos dé este se agarraron inmediatamente a aquel culo, ahora desnudo, que tanto le satisfacía magrear.

-Te tendrías que haber visto la cara mientras te follaba Iker, Luci. – susurró dulcemente Guille pero con perceptible deje de perversidad – La cara de una auténtica perra en celo.

Lucía no dijo nada. Continuó con la cara enterrada en aquel hombro luchando contra la vergüenza que le producía adimitir el enorme placer que le proporcionaba la humillación a la que estaba siendo sometida por aquellos tres críos. Tras unos segundos, Guille le levantó la cara y le miró. La niebla acuosa que cubría aquellos bonitos ojos azul oscuro delataban el gran esfuerzo que Lucía estaba haciendo por no llorar.

-Aún es muy pronto, Luci. Vamos a seguir un poquito más. Recuerda, eres nuestra…

-Putita madura – terminó la frase Lucía con voz apenas audible.

-Joder, muy bien. Eres increíble, Luci – dijo Guille, esta vez en un tono cariñoso que por primera vez parecía no esconder segundas intenciones.

En un movimiento de cabezas simultáneo, entrecuzaron sus lenguas en un húmedo beso de las lascivia descontrolada. Una de las manos de Iker buscó la raja de aquel generoso trasero de espléndida redondez y sus dedos se introdujeron buscando el tacto del ano.

-Ey, vamos mejor a mi habitación, que esto de follar en el recibidor es un poco incómodo – interrumpió Iker, que, recostado contra la pared, seguía con el pene en gloriosa erección. Rodri, que se había mantenido en silencio desde su momento de locura transitoria en el que casi había asfixiado a Lucía, asintió con la cabeza ante la sugerencia de su amigo.

-Sí, será mejor, ¿no, luci? - dijo Guille sacando la lengua de la boca de Lucía mientras dos de sus dedos ya habían introducido sus primeras falanges en aquel recto que con tanta avidez había buscado.

Lucía emitió un débil “sí” obediente y sumiso. Dejándose guiar por Guille, que seguía trabajando suavemente su ano mientras cruzaban el largo pasillo, llegaron a una amplia habitación decorada con un inconfundible aire adolescente en uno de cuyos laterales había ubicada una cama de 1,50. Lucía miró los posters de grupos y cantantes totalmente desconocidos para ella, las figuras de ignotos personajes de ficción que decoraban las estanterías, la silla de esas que ahora llamaban “gamer” frente a un escritorio con un enorme ordenador cuyos periféricos destellaban indescriptibles colores neón. Una enorme sensación de brecha generacional floreció de súbito en su mente al observar lo que le rodeaba. Durante un breve instante, pareció recuperar el juicio y ser consciente de lo que estaba haciendo. Eran unos niñ… De repente, noto como Guille hundía su cara entre sus nalgas y comenzaba a devorarle el ano a lengüetazos. La leve chispa de raciocinio se extinguió de inmediato. Apretó con su mano aquella cabeza mientras sentía como la lengua recorría con su punta las paredes más externas de su recto. Iker le quitó la camisa y los restos del maltrecho sujetador y sus manos comenzaron a amasarle las tetas.

-Son brutales, Lucía … - susurró Iker pegándole su cara a la mejilla mientras le pellizcaba juguetonamente los pezones.

Rodri se había acomodado en un puf colocado en una de las esquinas y observaba el espectáculo con el aire estoico del que está viendo un documental de la Primera Guerra Mundial. Guille seguía devorando cada vez con más gula el trasero de Lucía mientras Iker continuaba jugando aquellos pezones mientras, en un travieso juego, acercaba su lengua a la boca de Lucía para que esta, desesperada por el deseo, intentara atraparla con la suya.

-Folladme… - susurró desesperada Lucía ante aquel cúmulo de estímulos que la tenían ardiendo por dentro.

-¿Qué has dicho? - preguntó divertido Iker.

-Que me folléis de una puta vez, niñatos de mierda – dijo Lucía, esta vez más audiblemente.

Guille desenterró la cara del paraíso de nalgas en la que había estado sumergida e, incorporándose, cogió el cuello de Lucía desde atrás y le atrajo cara hacia la suya.

-¿Te follamos a tres bandas, Luci?

-Sí…

-Tres agujeros, tres pollas, ¿no?

-Sí…

-Di “por favor”.

-Por favor...

-Pero qué perra más golfa eres, mami…

Iker, disfrutando de un magnífico duelo de lenguas e intercambio de saliva mientras lo hacía, guió a Lucía hasta la cama. Se tendió en la mitad del colchón y Lucía, sin quitarse las botas y con la falda arremangada, se sentó a horcajadas sobre él. Un ligera ayuda con la mano y la polla de Iker volvía a estar en su interior.

-Joder, qué gusto de coño tienes, Lucía – gimió Iker aún sin creer que ya se había follado a esa diosa madura hacía apenas 10 minutos.

Lucía colocó las manos en el pecho imberbe de Iker y comenzó a cabalgarlo vigorosamente arqueando la cabeza hacia atrás. La manos de Iker comenzaron a jugar con sus bamboleantes tetas, apretándolas como el entendido que palpa melones para encontrar el de mejor calidad. A cada golpe de polla en sus paredes uterinas, Lucía notaba una pequeña descarga eléctrica que recorría la distancia a sus riñones a la nuca a la velocidad de la luz.

-Frena cabrona, que vas a hacer que me corra ya… - gimió Iker.

Lucía frenó sus movimientos de cadera y se inclinó hacia delante dejando caer su cuerpo sobre el de Iker. Éste la rodeó con los brazos por la cintura y comenzó a propinarle unos pausados pero vigorosos golpes de pelvis. Excitada por los secos golpes que ahora sentía contra su cuello uterino, Lucía buscó la boca de aquel crío y le introdujo la lengua con el fin de intensificar aquella maravillosa experiencia. Iker tuvo que parar unos segundos para evitar correrse al sentir como Lucía le devoraba la boca con tal ansiedad.

En ese momento de breve pausa, Lucía sintió como una manos separaban sus nalgas y un sonoro escupitajo acertaba de lleno en su ano. Acto seguidos, las manos aferraron firmemente sus caderas y una polla irrumpió secamente como un ariete en su recto. Una punzada de dolor le recorrió la columna vertebral como si un cuchillo de carnicero la hubiera abierto en canal.

-¡Joder! - masculló Lucía sacando la lengua de la boca de Iker.

Guille, divertido ante la reacción de la propietaria de aquel culo que acababa de profanar, propinó una segunda embestida aún más fuerte que la primera. El cuerpo de Lucía intentó revolverse ante aquel doloroso castigo que estaba sufriendo, pero las manos de Guille en sus caderas y los brazos de Iker sujetándola fuertemente por la cintura convertían en inútil cualquier resistencia. Tras tres o cuatro acometidas más, las paredes del recto parecieron rendirse y acomodarse al ímpetu de la polla invasora, convertida ya en dueña y señora de aquellos dominios anales. El dolor dejó paso a una extraña sensación que recordaba remotamente a algún tipo de placer y el cuerpo de Lucía se relajó.

-¿Ves, Lucía? Si es como en el baño de la disco. Al momento te encanta… - Jadeó Guille mientras metía y sacaba la polla de aquel culo que había dominado sus pensamientos masturbatorios durante los últimos tres meses.

Lucía, derrumbada sobre el cuerpo de Iker mientras Guille castigaba inmisericordemente su ano, sintió como el rubio pichón que se encontraba bajo ella comenzaba de nuevo taladrar suavemente su coño. La sensación de aquellas dos pollas penetrando su cuerpo de manera simultánea, separadas por apenas una delgada pared de carne, activaron de nuevo el sistema nervioso de Lucía, que se irguió y comenzó a apreciar aquella experiencia entre el dolor y el placer que casi se elevaba a la categoría de mística. Cerró los ojos durante unos segundos, sintiendo la sincronización perfecta que habían alcanzado aquellos dos críos en sus penetraciones. Al abrirlos, descubrió a Rodri de pie sobre el colchón frente a ella, con los pies a ambos lados de la cabeza de Iker. El pene quedaba justo a la altura de su cara. Rodrí cogió la cabeza de Lucía e introdujo la polla en la boca de Lucía de la misma forma seca y salvaje que lo había hecho anteriormente. Cogida ahora con menos sorpresa, Lucía relajó la garganta y pudo controlar las naúseas ante los golpes que el glande asestaba en el fondo de su garganta,

-Te veo como se te bambolean los huevos, tío – dijo un divertido Iker siendo testigo privilegiado desde su posición inferior de la follada de boca que su amigo le estaba propinando a aquella madura viciosa.

Lucía, profanada por todos los agujeros de su cuerpo, inmersa en aquelarre inenarrable de dolor, asfixia, deseo y placer, sintió como un ejército de mariposas afloraba en su bajovientre, se deslizaba hasta los riñones y ascendía a lo largo de su espalda dejando a su paso una sensación de éxtasis como nunca había experimentado en su vida. Su cuerpo se puso rígido en un espasmo incontrolable que parecía no acabar nunca.

-Nuestra putilla madura acaba de tener un orgasmo de cojones, colegas – jadeó un triunfante Guille.

Lucía, incapaz de gemir de puro nirvana debido a la polla que embestía frenéticamente contra su garganta, solo pudo emitir un sonido gutural que provocó la expulsión de algunas babas por las comisuras laterales de la boca. Iker Y Guille habían acelerado el ritmo de sus embestidas y zarandeaban a dos bandas el cuerpo de Lucía, el cual ya estaba pasando a la blandura habitual posterior al orgasmo.

-Joder… - masculló Iker.

-Hostia puta – jadeó Guille.

Casi en una sincronización perfecta, Lucía sintió como dos géiseres de semen estallaban en su recto y en su útero. Guille embistió aún tres veces para vaciar totalmente su polla en el interior de aquel culo. Iker, por su parte, se quedó quieto y relajado dejando que el propio movimiento de las enculadas de Guille acabaran por exprimir su polla en el coño de Lucía. El cuerpo de Lucía ya se habría derrumbado totalmente exhausto sobre el pecho de Iker de no ser porque Rodri continuaba sujetándole la cabeza y follándole enérgicamente la boca. Notó cómo Guille le sacó la polla del culo Las manos de Iker seguían jugando traviesamente con sus pezones mientras su polla comenzaba a tornarse flácida en el interior de su inundado coño. La polla de Rodri se deslizaba en el interior de la boca de Lucía a un ritmo cada vez mayor. Finalmente, Lucía notó claramente el endurecimiento previo a la eyaculación y un segundo después un torrente de néctar blanco y saldo inundó su boca. Esta vez no hubo ahogo ni naúseas, Lucía lo fue tragando sin problemas a medida que era bomebado. Rodri sujetó firmemente la cara de Lucía contra la base de su pene para asegurarse de descargar totalmente el contenido de sus huevos. Finalmente, le sacó la polla de la boca, le soltó la cabeza y se dirigió ipertérrito de nuevo al puf, como si viniera de beberse un vaso de agua en la cocina en lugar de haber reventado a pollazos a una mujer treinta años mayor.

Lucía, por fin, pudo derrumbarse sobre Iker. Su cabeza quedó apoyada sobre el huesudo hombro de aquel muchacho casi imberbe. La mano de éste comenzó a acariciarle el pelo.

-Joder, ha sido genial Lucía. Eres una bestia, mami… - le susurró Iker dulcemente.

Lucía, intentando relajar el pulso, miraba a un punto perdido más allá del escritorio que constituía todo paisaje en el ángulo en que se encontraba. Estaba mareada pero tremendamente feliz. Pasó unos minutos en esa posición hasta que el cuerpo de Guille apareció ante sus ojos y, suavemente, comenzó a acariciarle los labios con el pringoso y pestilente glande que hacía escasos minutos había eyaculado en su recto. Lucía, solícita, abrió la boca y sintió cómo aquel pene deliciosamente viscoso se introducía en ella. Mientras tanto, la polla de Iker volvía a adquirir dureza en el interior de ese coño que no había abandonado en ningún momento. Parecía que esta vez el culo sería la víctima del próximo ataque de frenesí de Rodri.

La noche prometía ser larga.

Lucía se despertó y miró el reloj. Eran las 7.30 de la mañana. No sabía exactamente cuándo había acabado todo aquello, pero no pensó que hubiera dormido más de dos horas. Giró su cuerpo y vio a Iker dormido profundamente. Casi parecía un niño bueno en ese estado. Paseó la vista por la habitación y no vio ni rastro de los otros dos. Buscó su ropa y comenzó a vestirse. Se acomodó como buenamente pudo el maltrecho sujetador (lástima, con lo bonito que era), se puso la camisa a la que ahora le faltaban dos botones, con lo que dejaba una buena parte de su pecho al descubierto (afortunadamente guardaba alguna de repuesto en la oficina) y buscó infructuosamente las bragas. Finalmente decidió desistir y se bajó la falda que continuaba arremangada en sus caderas. Las botas ya las llevaba puestas, pues toda la acción había transcurrido sin que se las quitara. Se quedó sentada en la cama intentando despejarse un poco antes de marcharse.

-Buenos días, Luci.

Lucía miró a la puerta de la habitación y vio allí a Guille con una taza humeante. Se había puesto la camiseta, pero seguía desnudo de cintura para abajo.

-Buenos días Guille – contestó Lucía dedicándole una media sonrisa.

-¿Quieres una infusión?

-No, gracias.

Guille se sentó junto a ella en la cama. Lucía lo miró y no vio ni un ápice del niñato engreído y manipulador que había representado hasta hacía unas pocas horas. Ahora no era más que un crío algo tímido y con un poco de sobrepeso que parecía haber sido sorprendido en la ejecución de una inocente trastada.

-¿Cómo estás?- balbuceó.

-Bien. Gracias, cielo… - dijo Lucía en un tierno tono maternal.

-Es que igual nos pasamos un poco y…

-Guille, – lo interrumpió Lucía – soy una mujer de 49 años. ¿Crees que no me habría podido escabullir de un grupo de críos de 18 años si hubiera querido? ¿Crees que no quería que ocurriera o del McDonald´s? ¿En serio piensas que no sabía lo que iba a pasar si os acompañaba? Por mucho que estuviera jugando al falso autoconvencimiento, ha pasado lo que yo quería que pasara, cariño. No tienes que disculparte por nada…

-¿Entonces sigues siendo mi putita madura?– dijo Guille de forma premeditadamente inocente.

-¿Ahora te me vas a poner romántico, pichón? - replicó Lucía en tono burlón.

Guille le pasó el brazo por la cintura y Lucía se inclinó sobre él. La manos de Guille asieron una vez más aquel culo que tanto le obsesionaba.

-Cómo me pones, Luci…

-Sí, - dijo Lucía con tierno sarcasmo - creo que mi culo te encanta, o algo así…

Se fundieron en un beso suave, con sus lenguas trazando lentos círculos alrededor la una de la otra. La mano de Lucía acarició el pene de Guille, que se hallaba de nuevo duro como el mármol. Lucía separó su boca de la de Guille y su cabeza descendió hasta la entrepierna de éste. Acarició con su nariz y sus mejillas el sonrosado glande, todavía pringoso y con un fuerte olor tras las innumerables veces que había penetrado el cuerpo de Lucía aquella noche.

-No te has lavado la polla, marrano… - dijo Lucía en tono de falso reproche.

-Porque sé que te gusta más así, golfa – replicó Guille.

Lucía sonrió y comenzó a lamer suavemente el glande mientras masturbaba enérgicamente la base de la polla. El sabor acre y salado de aquella sucia y pringosa polla era el mejor desayuno que Lucía podría haber deseado.

-Buf… - resopló Guille.

Lucía aceleró el ritmo de sus sacudidas y tras unos pocos minutos notó el caliente semen en su boca. Lo tragó y limpió diligentemente cualquier resto paseando lentamente su lengua a lo largo de aquel falo juvenil. Finalmente, levantó la cabeza y pudo ver la expresión de felicidad absoluta que se dibujaba en el rostro de Guille.

-Tengo que irme, cielo… - dijo tras estampar un suave pico en los labios de Guille.

Se levantó, se alisó la arrugada falda como buenamente pudo y se dirigió a la puerta.

-Lucía…

-¿Qué?

-Con esa falda tan entallada se te nota que no llevas bragas. Todo el mundo va a saber que eres una zorra...

-No te pases, niñato…

Lucía cruzó el pasillo con una sonrisa en el rostro ante las últimas palabras de Guille, cogió el bolso que aún estaba en la consola del recibidor y salió del piso. Entró en el ascensor y vio su reflejo en el espejo: el pelo medio deshecho, cara de no haber dormido, la camisa sin los dos botones que dejaba a la vista un escote exagerado, la falda arrugadísima y con manchas blanquecinas cuya procedencia no era muy difícil de imaginar…

-Madre mía, voy hecha un cuadro… - suspiró.

La brisa de la mañana acarició su rostro al salir a la calle. Aunque necesitaba llegar antes de lo habitual al trabajo para asearse un poco, calculó que aún disponía de tiempo suficiente para tomar un café. Apenas a 50 metros de la finca vio la terraza de un bar que estaba vacía. Caminó hacia ella y se sentó en una de las mesas. Vio cómo el camarero, un chaval de apenas 19 o 20 años, salía del local en dirección a su mesa.

-Buenos días, princesa. ¿Qué vas a tomar? - dijo alegremente el muchacho.

-Un carajillo de ron – contestó Lucía sin dudar. Necesitaba algo potente con lo que empezar la jornada.

-Guau, empezamos fuerte el día, jajaja.

-Ha sido una noche intensa, lo necesito.

-Ya se nota, ya…

El joven camarero le guiñó el ojo pícaramente y giró sobre sus talones para dirigirse al local. Lucía sonrió ante el desparpajo del chaval. Que le había echado un buen ojo al generoso escote que mostraba su maltrecha camisa, ni cotizaba. 2 minutos después, el camarero volvió con el pedido.

-Ahí tienes. El desayuno de los campeones jajaja.

-Gracias.

-Las que tú tienes, guapa.

Lucía lo vio alejarse con sus andares saltarines. Era delgado pero fibroso. No muy guapo, pero con un rostro que irradiaba simpatía a raudales. Lucía se bebió el carajillo en dos tragos. El calor del alcohol pareció desentumecer sus miembros. Miró el reloj y decidió que ya era hora de pagar y dirigirse a la gestoría. Se levantó de la silla y dirigió sus pasos al local. No parecía haber tampoco cliente alguno en su interior.

15 minutos después, Lucía salía del almacén del bar arreglándose la falda y la camisa. Dos tipos que parecía llevar un rato en la barra esperando a que alguien les atendiera la miraron con extrañeza. Lucía susurró un “buenos días” apenas audible y abandonó rápidamente del local. A los pocos pasos, sintió como el semen del camarero comenzaba a resbalarle por la parte interior de los muslos, ya pegajosos de por sí por toda la acción de la noche pasada. No se había molestado ni en asearse lo más mínimo antes de salir del piso de los padres de Iker. “Hueles a perra sucísima” le había dicho el camarero mientras se la follaba frenéticamenre sobre una vieja nevera estropeada. Lucía lo tomó como un maravilloso piropo. Miró el reloj. Iba a llegar tarde a trabajar. No le importó.

A la nueva Lucía iban a dejar de importarle muchas cosas.

La nueva Lucía iba a preocuparse más por el placer y la diversión que por absurdas e hipócritas convenciones del decoro.

La nueva Lucía iba a ser una “perra sucísima”.

A Lucía le encantaba la nueva Lucía.