El desafío de las divas
Un relato que escribí hace unos años con dos vedettes cuya rivalidad alcanza nuevos rumbos
Maria Eugenia es la diva numero uno del pais. Luciana fue elegida como la más chanchita. Desde siempre protagonizaron un duelo sin tregua por las carteleras de los grandes teatros y diversos medios se disputaban sus exclusivas.
Coincidieron en varios programas, pero sus representantes cuidadosamente exponían cláusulas que evitara cualquier tipo de confrontación en cámara.
Así fue que ambas estuvieron haciendo body.painting y desfiles para el infarto en la pantalla chica.
Cada una de ellas confiaba en sus atributos y menospreciaba los logros de la otra.
Finalmente, un programa de chimentos prometió una nota a cara lavada, donde se reconciliarían en un burdo intento por ganar rating.
En la nota no hubo grandes cruces. Ambas se mostraron muy hábiles eludiendo las filosas preguntas del conductor.
Hubo un corte y se les solicitó a las chicas que cerraran la nota con un beso, como Moria y Graciela. Ambas se negaron.
Finalmente, hubo que cerrar la nota con un striptease de ambas bellezas que quedaron vestidas con microbikinis y continuar con el programa mientras ellas se retiraban.
Cada una entró a su camarín, pero Luciana decidió que tenía algo que resolver. Así que fue hacia el otro camarín y abrió la puerta sin golpear. María Eugenia se estaba desvistiendo preparándose para tomar una ducha. Cuando vio la invasión clavó su mirada llena de odio en Luciana, quien le devolvió la mirada.
_ Escuchame tarada. No quiero que te metas más en mi camino. La única reina de las vedettes soy yo._ Sentenció Luciana amenazadoramente.
_ ¿No me digas? _ María Eugenia colocó las manos en su cintura en abierto desafío.
_ Si. Te lo digo. Y te advierto. No te metas más en mi camino.
_ ¿Qué te pasa? ¿Tenés miedo? _ Una sonrisa socarrona se dibujó en el rostro de María Eugenia.
_ ¿Miedo de vos? ¡No me hagas reir!
Con estas palabras de mutuo desafío, ambas vedettes se fueron aproximando hasta encontrarse separadas por medio metro de distancia.
Sus miradas no se apartaban ni por un instante. Había un odio implacable en ellas.
Sin mediar palabra, Luciana cruzó el rostro de María Eugenia de una bofetada. El impacto fue tan fuerte que la hizo retroceder un paso. Aturdida por lo inesperado de la agresión, María Eugenia se llevó una mano a la mejilla. Cuando Luciana se aprontaba a dar el segundo golpe, María Eugenia reaccionó y devolvió el impacto con igual intensidad.
Inmediatamente se agarraron de los cabellos y comenzaron a tambalear por la habitación mientras se insultaban fuertemente. Los gritos llamaron la atención de los asistentes, quienes golpearon la puerta preguntando si ocurría algo. María Eugenia y Luciana se quedaron en silencio, intercambiaron una mirada de odio y María Eugenia respondió que estaba todo en orden, que estaban ensayando un libreto para un posible proyecto.
_ Esto no se va a quedar así, puta. _ Amenazó Luciana.
_ Dalo por hecho.
_ Te quiero cagar a trompadas, hija de puta.
_ No puedo esperar. _ Respondió María Eugenia irónicamente. _ Si tenés ovarios, veníte. Tengo un lugar alejado donde nos podemos encontrar a la noche. Ahora tenemos que salir por separado para no levantar bandera.
_ ¿Vas a estar sola?
_ No necesito a nadie para cagarte a piñas.
Finalmente, intercambiaron números de celular y cada una salió por su lugar.
Esa noche, Luciana llamó a María Eugenia y luego de insultarse y amenazarse duramente, concordaron en encontrarse en la quinta de María Eugenia.
Apenas llegaron, tomaron un poco de agua mineral y cuando Luciana se disponía a abalanzarse sobre su rival, ésta la detuvo diciéndole:
_ Esperá un segundo. Acá no. No hay que hacer quilombo. Vayamos al gimnasio que tengo en la parte de atrás. Eso sí. Tendríamos que cambiarnos, no es cuestión de hacer mierda la ropa con la que vinimos.
Luciana aceptó y se dirigieron a paso denodado hacia el gimnasio.
María Eugenia había dispuesto unas colchonetas para que haga las veces de ring. Como la visitante no llevaba muda de ropa acordaron pelear vestidas con la lencería que llevaban puesta.
Se desvistieron lentamente sin dejar de contemplarse furiosas. Como si lo hubieran pactado ambas vedettes se lanzaron al ataque en el acto.
Intercambiaron bofetadas y se agarraron de los cabellos. Forcejearon tambaleando por toda la habitación sin dejar de insultarse.
Por momentos María Eugenia ganaba terreno, pero al instante siguiente lo perdía.
En medio de los tironeos, Luciana levantó la rodilla e impactó en la entrepierna de María Eugenia, que se dobló aullando de dolor y recibió una trompada en pleno rostro, lo cual la hizo caer de espaldas sobre la colchoneta.
Luciana aprovechó para sentarse sobre ella e intentar inmovilizar sus manos, pero María Eugenia se sacudía febrilmente. Por eso, y para humillarla, Luciana le arrancó el corpiño exponiendo sus magníficos pechos. María Eugenia se sorprnedió y en ese instante de estupor pudo sentir los dedos de su rival retorciéndole los pezones.
Aullando de dolor comenzó a debatirse con tanta violencia que en cuestión de segundos se había liberado de su presa.
Ambas gladiadoras se reincorporaron, se desnudaron por completo desafiándose a un combate de hembras e intercambiaron varios puñetazos. Sus pechos se bamboleaban anárquica y sensualmente mientras que cada golpe arrancaba quedos quejidos a ambas gladiadoras. No obstante, María Eugenia a pesar de ser de menor estatura, parecía tener una pequeña ventaja sobre su rival.
Una rápida combinación hizo tambalear a Luciana y María Eugenia, ahora dominante se arrojó sobre ella, pero su rival reaccionó inmediatamente y se trabaron en un férreo intercambio de tirones de cabello. Sus rodillas buscaban golpear sus entrepiernas y parecían danzar mientras intentaban golpearse.
Largos minutos continuaron sudorosas y tambaleantes hasta que sus piernas se enredaron, no se podía decir quién tackleó a quién y cayeron estrepitosamente al suelo. Un grito de dolor escapó de entre los labios de María Eugenia que había recibido el impacto del cuerpo de Luciana en la caída.
Con los dedos entrelazados y las piernas en plena lid, ambas hembras se prodigaron un cabezazo que hizo sangrar sus narices y lagrimear sus ojos. Ambas estaban encendidas por el odio, pero también temerosas de su rival. Se estaban intimidando aunque ninguna lo reconociera.
Luciana reaccionó primero y se sentó sobre su rival, intentando dominar sus manos e imponerse.
Descargó un par de bofetadas con toda su fuerza insultando a María Eugenia, que no podía liberarse y se agitaba desesperada.
De haber existido un conteo, hubiera perdido unas cuantas peleas, pero afortunadamente para ella, no lo había.
Luciana sintiéndose victoriosa se inclinó y le dijo al oído:
_ Ahora no quedan dudas de quién es la más hembra. Me la vas a chupar, como te dije, putita mía.
María Eugenia sacó fuerzas quién sabe de dónde y moviendo la cabeza aprisionó el labio inferior de su rival con sus dientes. La mordió entre los gritos desesperados de una sorprendida Luciana, que aflojó la presión sobre sus manos descuidando la guardia.
María Eugenia se posesionó de sus pezones y los estrujó deleitándose con los aullidos de dolor de su enemiga.
Luego del estupor inicial Luciana contraatacó, María Eugenia se sintió morir de dolor, pero su rival la tenía débilmente y logró liberarse de su presa. Llorando, las dos divas se quedaron recuperando el aliento unos instantes. Luciana escupió sangre y juró venganza.
María Eugenia gateó hacia ella y sin darle respuesta le inmovilizó las manos con las rodillas y amenazó con arrancarle los ojos si no reconocía su derrota.
Como Luciana no accedía, María Eugenia extendió su mano hacia atrás, aprisionando los vellos de su presa y tironeando dolorosamente de ellos.
_ ¿Quién es la mejor?
_ ¡Moríte, puta!_ Sollozaba Luciana, mezcla de desconsuelo y dolor.
La escena continuó eternos minutos. Nuevos tirones, nuevos alaridos y la misma pregunta.
_ ¿Quién es la mejor, puta?
Hasta que Luciana no lo soportó más y reconoció su derrota.
_ ¡Vos! ¡Vos!¡Vos sos la mejor, hija de puta!
Las lágrimas resbalaban por su mejilla y casi no podía hablar.
_ Me vas a chupar la concha o te dejo pelada. ¿Entendiste,putita mía?
Con todo el asco imaginable, Luicana sacó la punta de la lengua y recorrió la superficie de su concha.
_ Chupámela bien, hija de puta! ¡O te dejo pelada!
Sin soltarle las manos, se abrió los labios para que su presa tuviera mejor acceso.
Al principio se demostraba timida, pero de un par de tirones comenzó una más que aceptable labor. Así que, María Eugenia, excitada le metió un dedo y comenzó a masturbarla.
_ ¿Vas a acabar para mí, conchuda?
Luciana asentía sin dejar de chuparla.
La velocidad de sus ataques sobre sus clítoris y sus gemidos iban in crescendo, como la calentura que las invadía.
Luciana saboreó por primera vez el delicioso néctar de María Eugenia mientras ambas explotaron al alcanzar un orgasmo descomunal y liberador.
El silencio las hermanó y María Eugenia se recostó al lado de su rival y se quedaron unos minutos recuperando el aliento.
Como durante la pelea, respondieron casi al mismo tiempo abrazándose entre sollozos y se quedaron recuperando energías, mientras sus pechos, lágrimas y sudores se mezclaban.