El dermatólogo y la jovencita
El atractivo y el atrevimiento en la juventud es uno de los mejores regalos de la vida.
El dermatólogo y la jovencita
Manuel (don Manuel para sus pacientes) es un joven dermatólogo (35 años), que tiene ya una buena y merecida fama de ser un excelente especialista. Buen profesional, respetado en general por sus clientes y sus compañeros.
Manuel es separado, ya que tras algunos años de convivencia con su esposa, también médico, decidieron de mutuo acuerdo poner fin al matrimonio, dadas las continuas infidelidades por ambas partes. Manuel es mujeriego por naturaleza y ella viendo esas infidelidades de su marido, decidió que no tenía por qué ser menos, y también le puso los cuernos a él. No obstante mantienen una buena relación de amistad tras la separación, sobre todo por su hija que tiene pocos años.
El doctor ya libre de obligaciones de pareja va de flor en flor. Es simpático, bien parecido y maneja dinero. No le faltan mujeres de todo tipo. Muchas pacientes acuden a él por su fama de guapo. Procura en todo lo posible separar su actividad profesional de sus conquistas, pero a veces no lo consigue. Hay pacientes insistentes, muy mujeres, atractivas, y Manuel acaba sucumbiendo a sus encantos.
Manuel tras su separación adquirió una vivienda antigua, grande, que rehabilitó para destinar una parte de la misma a su consulta profesional y otra parte a su domicilio particular. De esa forma lo resulta muy cómodo tener ambas cosas a mano. Y claro está, más de una vez, alguna paciente ha pasado de la sala de consultas al dormitorio.
Esta mañana ha llamado Martina. Es una paciente que ha acudido algunas veces a su consulta, para tratarse algunas erupciones que le provoca su carácter bastante nervioso. Martina habla sin parar.
- Don Manuel, soy Martina. ¿Me recuerda?
- Claro, mujer, cómo no… Dime..
- Pues se trata de mi hija, creo que ya le he contado que tengo una niña ahora de 16 años, casi 17. Tiene un problemilla, una especie de grano grande, que le ha salido ahí… bueno, ya sabe vd., en la zona íntima. Le resulta muy molesto, me gustaría que la viese vd. cuánto antes.
- Muy bien. Como según me explicas habrá que hacer algo de cirugía para quitarlo, mejor veniros hoy a última hora, sobre las 21,00.
- Gracias, pues hasta la noche.
Como hemos dicho, Manuel tiene su domicilio junto con la consulta. De esa forma se queda muchas noches trabajando tarde, preparando informes, revisando antecedentes, etc. También le permite sin muchas molestias recibir a algunos pacientes que no pueden acudir a otra hora que no sea ya tarde, o bien que a él le interesa que vengan a esa hora, por razones fáciles de entender.
Como son muchos sus pacientes, no recordaba bien a Martina. Pero ahora le viene a la memoria. Es una mujer joven, de unos 35 años, bien parecida, pero muy nerviosa, parlanchina y algo inocentona. Quizás por eso la quedaron embarazada con 19 años, pero ha sabido seguir adelante como madre soltera, trabajando en la hostelería en puestos diversos de camarera, cocinera, etc. Y sí, también recuerda que le había hablado de su hija.
Madre e hija llegan a la hora convenida. A esa hora el doctor está ya solo, la enfermera que tiene de ayudante se ha marchado.
- Hola, buenas tardes, don Manuel.
- Hola, Martina, buenas tardes. ¿Qué tal?
- Bien, aquí le traigo a mi hija, Carla. Ya le hablé de su problema.
- Vale, pasar a la consulta, ahora vemos lo que hay.
- Pues ya le digo, está muy molesta, no puede ponerse ni braguitas ni pantalón, solo un vestido amplio como el que trae.
Martina como es habitual en ella lo cuenta todo, a pesar del gesto algo contrariado de la hija. Entran en el despacho de la consulta y Manuel le indica a la chica que pase al vestidor, una habitación contigua con baño, además de armario y silla para cambiarse. Le dice que se quite el vestido y se ponga una bata corta, pero que ayuda un poco a guardar la intimidad. Mientras la hija está dentro del vestidor, Martina sigue haciendo sus confidencias al doctor.
- Verá don Manuel: aparte de esa especie de grano grande que le ha salido, ella es muy tímida y está un poquito acomplejada, porque tiene mucho vello ahí, ya me entiende.. Le resulta algo difícil este examen.
- Vale, no te preocupes, Martina, que estoy acostumbrado a todo, soy médico.
La chica sale al poco rato y el doctor le invita a echarse en la camilla. La joven es realmente preciosa, es alta, guapa, con unos grandes ojos verdes, buena figura, ni gorda ni delgada. Un auténtico manjar de mujer. Sale cerrando un poco la bata con las manos, intentando taparse lo más posible los muslos. No obstante, Manuel que es experto, no la ve nerviosa ni tan tímida como su madre comenta. Al echarse en la camilla y subir primero una pierna y luego la otra, inevitablemente el doctor se ha percatado de esa hermosa mata de pelo que la chica luce en el pubis. Tiene razón la madre –piensa-, tiene un buen felpudo.
La joven tumbada ahora en la camilla mantiene las piernas algo flexionadas, con las rodillas juntas. Aún en esa posición, no puede ocultar esa espesa mata de vello.
- ¿ Ve vd., don Manuel? Como yo le decía creo que es mucho vello el que tiene para su edad. ¿Es normal eso?.
- Mamáaaaaaaa….¡¡¡ -Protesta la hija- ¿No te puedes callar?
- No te preocupes, no pasa nada –suaviza el doctor-. Pues claro que es normal, cada mujer es distinta. Unas tienen mucho vello, negro, rizado y espeso como es tu caso, otras lo pueden tener rubio y más escaso. Hay de todo. No tienes que tener complejo.
- Pero a mí me gustaría tener menos, me siento rara a veces.
- Verás, Carla. Ahora está de moda que las mujeres, sobre todo jóvenes, se depilen el sexo. Pero es eso, una moda, que como todo acabará pasando. Y se volverá a llevar el pubis con vello.
- Vale… Esperaré a que venga otra moda…
- Jajajajajaa, así me gusta, que lo tomes con humor.
Ahora el doctor agarra por las rodillas las piernas de la chica y las separa delicadamente, quedando bien abierta. En esa postura destaca aún más la negra mancha de vello, que oculta casi en su totalidad el sexo, pero no obstante se adivina bien su forma: es de labios gruesos, bien definidos, muy hermoso. El doctor, algo animado por la bonita vista, vuelve a hacerle otro comentario a la chica.
- Insisto, no debes tener complejo alguno. Es precioso el pubis que tienes, es un vello bonito, rizado, suave. Cualquier hombre que entienda de mujeres sabrá apreciarlo.
El doctor examina el absceso y valora las actuaciones a seguir. Podría muy bien recetar un antibiótico y esperar que madure y reviente por sí solo. Pero para eso pueden pasar varios días y es muy molesto en la zona en que se encuentra. Además está ante un apetitoso manjar, un sexo juvenil, lindo, y hay pocas ocasiones como esa. Vale la pena entretenerse un buen rato. Aunque como decíamos no suele mezclar profesión y seducción, alguna vez hay que hacer alguna excepción.
- Bueno, te lo voy a abrir y limpiar bien, no sentirás nada, te anestesiaré un poquito la zona. Te depilo un poco alrededor y luego te coloco un apósito, o sea una tirita, y quedarás tan a gusto.
Manuel inyecta con dos pinchacitos suaves la anestesia en dos puntos alrededor del forúnculo. Mientras espera a que surta efecto, con la excusa de comprobar si existe algún otro foco de infección, explora la zona.
- ¿Has sentido alguna molestia en otro punto de la zona? Te lo digo porque a veces estos abscesos suelen venir en pareja, incluso en la parte interior.
Con esa excusa, explora los genitales de la chica, apretando los labios, abriéndolos un poco, mirando en su parte interna. Y se lleva la grata sorpresa que la chica está muy húmeda. Sigue explorando y abre bien el sexo en su parte inferior. Nota enseguida la ausencia de himen, señal de que está ya bien follada. Sigue aumentando el flujo en su sexo.
- Caray –dice para sí mismo- está niña está bien cachonda.
La silla de la persona que acompaña al paciente está colocada, deliberadamente, junto a la pared a espaldas de la camilla. De esa forma se salva la intimidad de la paciente, aunque sea respecto de un familiar. La madre, por tanto, solo ve la cabeza de su hija desde atrás, pero nada de la manipulación que el doctor efectúa en su cuerpo. El doctor se ha quitado disimuladamente el guante de la mano izquierda, le apetece sentir directamente el contacto con tan jugoso coñito.
Comienza ahora, despacito, a ir depilando un poco el vello alrededor del absceso, para garantizar una buena adhesión del apósito y evitar nueva infección. Coloca la mano izquierda, con la palma hacia abajo, sobre el lindo sexo. Con la yema de los dedos acaricia suavemente el monte de Venus, la mata rizada de pelo. Y con el dedo pulgar presiona entre los labios, que se notan algo hinchados. El dedo entra fácilmente, suave, en la hendidura jugosa, a la altura del clítoris. Presiona ligeramente y acaricia en círculos. Está duro, crecido. La chica tiene un ligero temblor, Manuel la mira y comprueba en su rostro el placer, los ojos cerrados, la boca entreabierta. Las manos crispadas sobre la sábana de papel de la camilla, controlándose por la presencia de su madre.
Afortunadamente suena el teléfono móvil de la madre.
- Hola, Flory… Cuánto tiempo sin saber de ti. Uffff, tengo muchas cosas que contarte, espera un momento. Disculparme, me salgo un momento para hablar con mi amiga.
Marina sale al pasillo, que conduce a la sala de espera. Cierra la puerta al salir para hablar con tranquilidad. En la sala de la consulta hay en la pared un panel grande de vidriera formada por ese tipo de ladrillos de cristal, que dejan pasar la luz, pero impiden ver detalles de un lado a otro. La madre pasea arriba y abajo en el pasillo, sin dejar de parlotear.
Ahora, ya solo con la chica, Manuel le pregunta mientras sigue acariciando y masajeando su clítoris.
- ¿Te gusta?.
El doctor, a pesar de su experiencia, se sorprende del atrevimiento de la chica.
- ¿Cómo que si me gusta?.. Mucho más que eso… ¡¡¡ Me estás volviendo loca, cabrón…¡¡¡
- Mira que eres calentorra, jodía.
- Mucho, soy una auténtica guarra, no pares por favor.
Ahora, ya sin la madre, la chica mueve las caderas, se agita, las levanta, gime.
- O sea, que ya tienes experiencia, te han follado bastante.
- Sí, sí. Pero luego te lo cuento, no hables ahora, estoy a punto de correrme.
El doctor se quita también el guante derecho, acelera el frotamiento del clítoris y al mismo tiempo introduce dos dedos de la mano derecha por el coño de la chica, masajeando su punto G. Al momento ella estalla, soltando abundante flujo que mancha la sábana de papel que recubre la camilla.
- Así, asíiiiiiiiiiiiiiiiiii, sigue, sigue, cabronazo, más, másssssssss, eso, eso. Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa….¡¡
La joven tiene un espectacular orgasmo y queda luego relajada. Ahora el doctor sigue con el tratamiento, mientras sigue obteniendo más información sobre la vida íntima de la chica.
- Entonces, me decías que ya estás bien follada. ¿A qué edad empezaste?.
- El año pasado, con 15 años. Me estrené con algunos chicos de clase.
- ¿Y que tal?
- Regular solo. Los chicos de esa edad no tienen ni idea. Así que pronto me estrené con algún maduro.
- ¿Y quienes son esos maduros, amigos de tu madre, vecinos?
- Profesores del instituto.
- ¿Profesores?. Joder, que fuerte, cómo está la enseñanza hoy en día.
- Claro, no soy muy buena estudiante y tengo que buscarme los aprobados como sea.
- ¿Y ellos no tienen problema en acostarse con chicas menores de edad?
- Soy menor de edad, pero tengo plena capacidad para tener sexo con consentimiento, a partir de los 16 años.
- Sí, claro, eso es cierto.
Manuel procede ya a extirpar el absceso. Da un pequeño corte con el bisturí y luego colocando una gasa aprieta fuerte para que salga todo su contenido. El forúnculo se vacía expulsado una buena cantidad de residuos infecciosos.. Luego el doctor limpia y esteriliza cuidadosamente la zona, seca bien, y coloca ese apósito circular para proteger la pequeña herida.
- Bueno, cariño, esto está ya.
- Bien… - ella se toca ahora el punto donde estaba el bultito- . Que bien, que a gusto, no sentir esa porquería.
Manuel coloca la palma de las manos una a cada lado del sexo y abre y cierra los labios vaginales.
- ¿ No te molesta en ningún sitio?
La chica contesta solo con un gemido y un buen chorro de flujo sale de su interior.
- Que delicia cielo, eres una gran mujer. Sigues excitada…
- Mucho, me tienes como una burra, me apetece correrme otra vez.
Abriendo de nuevo el sexo, viendo su interior brillante, jugoso, el doctor siente el deseo de llevarlo a la boca y mirando a la chica le enseña un poco la lengua con sonrisa libidinosa. Ella entiende enseguida el mensaje.
- Sí, síiiiiiiiiiiii. Dame, dame la lengua, por favor…
Manuel agarra a la chica por los muslos y tira de ella hacia abajo, para que su trasero coincida con el final de la camilla. Se coloca de rodillas y ella pasa sus piernas por encima de sus hombres. Echa un último vistazo a la vidriera, viendo pasar la sombra de la madre que no para de parlotear.
- Tranquilo, mi madre puede estar ahí una hora hablando.
Sin más preámbulos aplica la lengua al completo sobre el sexo femenino. Es buen experto, se ha comido ya muchos coños y sabe como hacerlo. Chupa el clítoris, lame arriba y abajo, mete la lengua dentro todo lo que puede. Solo es un momento, porque ella está que no puede más, y se desata en un nuevo orgasmo musitando de nuevo frases obscenas.
- Eso, esoooooo…. Hijo puta, que bien lo haces, mamón. No pares, ahí, ahí, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii….
Manuel piensa que la madre la puede oír, pero tras terminar la niña su potente orgasmo, mira de nuevo a la vidriera. Marina sigue arriba y abajo, sin cansarse de hablar.
- Bueno, cielo, esto está terminado. Vístete ya.
Ella se levanta y abre la puerta del pasillo para llamar a su madre.
- Mamá, ya está terminado, dame eso.
Eso es una braguita que la madre trae en el bolso, pues la hija no podía ponérsela por la molestia del absceso.
- ¿Está todo bien, doctor? ¿Tiene que volver?
- Todo perfecto, no creo que haya problemas, pero por si acaso veniros dentro de unos días para que me asegure que la infección ha desaparecido. Por ejemplo, el viernes a esta hora.
- Vaya, que mal. Tengo turno de tarde y noche en el restaurante –comenta la madre-.
- No pasa nada, Marina, para una cosa tan simple que venga ella sola, será un momento.
- Ah, pues estupendo, aquí estará. Buenas noches.
- Adiós, buenas noches.
Manuel se queda solo y con una erección de caballo.
Llegado el día y hora convenidos se presenta Carla en la consulta del doctor. El médico la hace pasar a la consulta y como la otra vez le dice que entre al vestidor para prepararse. Nota que Carla tarda un poco más, incluso oye el chorro de agua del bidé, señal de que se está aseando para estar muy presentable.
Cuando aparece, Manuel se queda estupefacto. La chica, atrevida como es, viene totalmente desnuda, solo lleva los zapatos de plataforma que traía, que la hacen más estilizada. Lleva las manos en las caderas, y gira unos pasos como si fuese una modelo, luciendo por delante la preciosa mata de pelo y unos pechos formidables, rectos, realmente exquisitos. Se da la vuelta mostrando también un culo respingón.
- ¿Qué te parece, doctorcito? ¿Te gusta lo que ves? Jajajajajaja.
- Eres toda una mujer y además bastante putita, como a mí me gustan.
- Sí, muy putita, ya te dije que soy toda una guarra….ajajajajaa
La chica se acuesta en la camilla y se espatarra sin pudor alguno. El doctor retira el apósito que colocó la semana anterior y comprueba que la pequeña herida está ya totalmente cicatrizada, la piel ya inmaculada como el resto de la zona.
- Pues todo bien, querida paciente… Aquí ya no tenemos nada que hacer. Vamos a otro sitio.
La coge en brazos y la lleva camino de su vivienda privada, directa al dormitorio. La sujeta por la espalda con un brazo y con el otro las piernas, pero llevando la mano al trasero.
La chica ríe a carcajadas, divertida con la situación. Sabe que un experto maduro le va a regalar una tremenda follada y está encantadoramente feliz.