El departamento de Pablo: primer encuentro
[Bisexual - Gay] Mi primera visita consensuada al departamento secreto de Pablo.
Estaba muy nervioso y algo asustado por lo que estaba por hacer, pero no había marcha atrás, estaba rumbo al departamento de mi amo Pablo. Durante el viaje mi cabeza iba a mil. Estaba a punto de pasar de ser un chico heterosexual con muy poca experiencia sexual a ser el esclavo de un hombre mayor que pretendía vestirme de nena y ponerme a limpiar su casa. A pesar del temor que sentía, mi pitito se ponía duro imaginando las situaciones que estaba a punto de vivir
Cuando llegue al edificio tragué saliva y me obligué a mi mismo a no detenerme. Subí por el ascensor hasta el séptimo piso y toqué el timbre. Mi corazón iba a mil por hora, jamás había sentido tantos nervios. Trague saliva y toque el timbre. Esperé unos eternos segundos hasta que la puerta se abrió. Entré.
Ante mi apareció la figura de Pablo. Tal como había dicho, tenía unos 45 años bien llevados. Era grandote y bien conservado. Considerablemente más alto y grande que yo. Lo miré con temor, sin moverme, mientras el me inspeccionaba.
-Y, que esperas marica?
Me dijo en un tono seco y casi aterrador. No estaba seguro de haber entendido lo que pretendía, pero me arriesgué. Lentamente y con mucho pudor comencé a sacarme toda la ropa, dejando en último lugar mis calzoncillos. Los tomé del elástico con ambas manos y comencé a bajarlos lentamente. Con cada centímetro mi vergüenza y humillación aumentaba un poco más. Creo que mi dignidad tocó el suelo junto con mis bóxers. Sabía que le gustaba tenerme completamente expuesto, entonces hice lo mismo que me hacía hacer en nuestras sesiones virtuales, alejé los bóxers de mis tobillos y los patee lejos para no tener la más mínima chance de arrepentirme.
- Que haces, pelotudo? – me dijo enojado y mirándome fijo. Yo me asusté. ¿Ya de entrada había malinterpretado a mi nuevo amo?
Me quedé en silencio casi llorando hasta que Pablo retomó la palabra.
- Ya mismo levantas eso. Es más, quiero que dobles bien toda tu ropa y me la des en la mano… marica y desordenado, que falta de respeto.
Obedecí sin chistar. Doblé toda mi ropa lo mejor que pude y se la entregué en la mano. El se acercó a cajón, metió la ropa y lo cerró con una llave que se guardó en el bolsillo. Después se acercó a mi. Yo permanecía de pie, desnudo, a pocos pasos de la puerta de entrada y bastante asustado. Caminó en círculos alrededor mio, inspeccionando los detalles de su nueva adquisición. Todos mis impulsos me pedían a gritos que tapara mi pito con las manos, pero sabía que eso lo enfurecería, así que me esforcé por dejar mis brazos quietos a los costados.
Pablo se paró frente a mi y me miró a los ojos. Sin apartar la mirada me agarró de los huevos. Como yo estaba mirando a sus altos ojos el contacto me sorprendió y di un respingo casi intentado liberarme.
- Quieto putito – me ordenó sin dejar de mirarme.
Me quedé lo mas quieto posible mientras su mano jugaba a apretarme los huevos. “que chiquitos” dijo entre risas mientras seguía manoseándolos. Luego sus dedos pasaron a mi pito. Lo tomó sólo con dos dedos, lo que se me hizo muy humillante. Comenzó a masajearlo lentamente sin apartar la mirada. Yo se la sostenía lo más posible, pero se me hacía muy humillante y terminé por bajarla al suelo.
- Es más chiquitito en persona jajaja que patético. Decime, putito, ¿Qué haces acá?
- Vine… vine a limpiar su casa señor. – el continuaba jugando con mi pito.
- Y así desnudito vas a limpiar?
- N…No señor…
- Entonces…
- Me voy a vestir de nenita – dije hirviendo de vergüenza. Mi pito empezaba a endurecer.
- Ah, cierto que sos una mariquita, no?
- Si señor.
- Si que? – dijo apretándome los huevitos
- Ayy.. si, soy una mariquita señor!!
- Así me gusta putito, dale, gemí como la nena que sos – me dijo mientras comenzaba a masturbarme lentamente con sus dos dedos.
Intente gemir lo mas femeninamente posible aunque la poca dignidad que me quedaba se extinguiera en el proceso. A Pablo pareció agradarle mi esfuerzo. Me soltó antes de que pudiera sentir que llegaba el orgasmo, y me pegó varias veces en mi pito para asegurarse que mi calentura desapareciera.
- Ahora vas a abrir la puerta de entrada y vas a salir….
Mi corazón se detuvo por unos segundos y casi me largo a llorar. Pero el continuó como si nada.
- Así desnudito vas a ir en cuatro patas hasta la puerta que está al final del pasillo. Vas a entrar ahí y te vas a poner la ropita que dejé para vos. Después vas a volver a tocarme timbre.
Yo no podía creer que me pidiera eso, y encima en 4 patas. Creo que el notó mis ojos llorosos y agregó:
- No te preocupes mariconcito, hay poco movimiento en este edificio, solo oficinas y bulos, porque pensas que me compre el departamento acá? Igual, por si acaso, yo que vos me apuro jajajaja.
Me puse en cuatro al lado de la puerta, como un perrito que espera salir a pasear. El agarró el picaporte, pero mi imagen lo tentó demasiado como para dejarla pasar así nomas.
- Jajaja sos una perrita! A ver, move la colita como si quisieras salir!
Obedecí.
- Que perrita obediente! Ladrá un poquito a ver…
- Guau! Guau! – dije moviendo aún la cola.
En ese momento abrió la puerta de par en par y me pateó el culo. Yo emprendí mi viaje hacia la puerta lo mas rápido posible. Me costaba y me dolía andar en cuatro patas y mi corto trayecto se me hizo eterno. Lo escuché a Pablo reírse y burlarse desde la puerta, luego la cerró.
Finalmente llegué a destino, abrí la puerta y entré. Era un pequeño cuartito, supuse que sería su depósito. Apenas había espacio. A tientas encontré un interruptor y lo encendí. Ante mis ojos aparecieron dos zapatos de taco rojos, dos medias de esas que llegan a medio muslo, rosadas semitransparentes, con dos moños en los elásticos finales y lunares blancos, una falda muy corta similar a la que usan las colegialas, una pequeña camisa blanca y una peluca rubia con moñitos violetas. Bajo la peluca había un pequeño collar rosado decorado con perlas falsas, era de perro. Sobre todo eso, una tanga amarilla, pequeñísima, con bordes blancos bordados y dibujitos de unicornios. Se me puso durísima al sentir la humillación que significaba ponerme esa prenda. Lo hice lo más rápido posible y volví al pasillo. No sabía si Pablo estaba mirándome, ni si debía regresar en cuatro patas nuevamente, pero por las dudas así lo hice; no quería hacerlo enojar.
Llegué en cuatro patas a la puerta. Sentía como en esa posición mi falda se levantaba dejando expuesto mi culo, y como mi tanguita se metía en mi raya hasta doler. Golpee la puerta en esa posición y esperé. Y esperé. Y esperé.
Luego de casi un minuto de desesperante espera la puerta se abrió y yo entré casi corriendo al departamento. Pablo me vio y estalló de risa.
- Jajajaja! No lo puedo creer! Volviste a cuatro patitas bebé??? Ajajjaja y encima te quedaste esperando así? Sos mas putita de lo que esperaba!!
Su alegría me humillaba. Y yo seguía en cuatro. Tomó mi barbilla y me hizo levantar la cara.
- Jaja, estas hermosa putito, naciste para ser nena, ves? Mirá…
Me llevó agarrado del collar hasta un espejo y me hizo ponerme de pie. Fue en ese momento que pude verme a mi mismo vestido de nena, en mi máximo esplendor. Realmente no me veía tan mal. Mi contextura delgada y pequeña favorecía el look, y lo que esperaba fuera bizarro y ridículo terminó siendo delicado y lindo. Era una nena de verdad .Mis piernas estilizadas por los tacos, esas medias tan dulces y femeninas, esa falda tan cortita…. No sabía si avergonzarme o excitarme.
Pablo me obligó a dar una vueltita para él, y luego otra levantando mi faldita. Noté que se estaba excitando y temí por nuestro pacto, pero el fue un caballero.
- Bueno, ponete a trabajar putita, que me caliento y no respondo de mi….- dijo visiblemente caliente
Yo jamás había hecho algo así, no sabía por donde ni cómo empezar.
- A la cocina puto, dale! – me gritó, impulsándome con una fuerte nalgada que me humilló hasta los huesos.
Caminé hacia la cocina torpemente con mis nuevos tacos y la cabeza gacha y vi que no estaba tan sucia, eso fue un alivio. Me dispuse a hacer lo que mas odio, lavar los platos. Cada tanto Pablo me interrumpía con un grito como “vení puto!” “mariquitaaa” y yo acudía rojo de vergüenza. Y así me tuvo la primera hora, haciéndome llevarle cervezas y snacks. Cada vez que me daba vuelta para volver a la cocina el me pellizcaba el culo o me daba una nalgada y se reía y me decía obscenidades.
Aunque el tiempo pasaba yo no podía superar la vergüenza y humillación que sentía en esa situación, y temía que se estuviera volviendo adictiva. Intentando disimular la incipiente dureza de mi pitito me dediqué a repasar mesadas y alacenas, barrí el piso y hasta le acomodé su heladera al señor Pablo. Todo sin dejar de verme a mi mismo vestido de nena.
Cuando consideré que la cocina ya estaba limpia me acerqué al umbral; Pablo estaba tirado en el sillón, con sus pies desnudos sobre la mesa ratona. Me di cuenta que iba por su cuarta cerveza.
- Que pasa puto?
- Ya terminé con la cocina señor Pablo. – dije avergonzado.
- A ver…
Haciendo un esfuerzo se levantó y se acercó a la cocina. Pasó por el umbral junto a mi y aprovechó para manosearme e insultarme. Luego miró la cocina con cara de decepción.
- No terminaste marica
- Pero señor Pablo yo…
- Callate, te faltó esto – dijo señalando el suelo. Acto seguido abrió su bragueta y comenzó a mear en el suelo.
Las cervezas habían hecho efecto, hizo mucho pis. El olor invadió el ambiente. El vio mi cara de incomodidad y se rió a carcajadas. Me acerqué al rincón para agarrar el trapeador pero Pablo me detuvo.
- Que haces boludito? Usa esto – me dijo y me arrojó mi propio bóxer a la cara.
Me quedé un segundo quieto, pasmado. Lo que estaba ocurriendo era muy fuerte y no estaba seguro que formara parte del trato, pero no podía desobedecerlo, me sentía completamente inferior, sin capacidad de decisión. Sumisamente me agaché y comencé a limpiar el hediondo charco de pis. Mientras lo hacía, Pablo se agachó y me agarró de mi peluca con fuerza, luego aplastó mi cara contra el suelo. Inmediatamente di un pequeño grito bien femenino que al día de hoy me avergüenza, pero me salió del alma, y cerré los ojos y la boca.
- Abrí los ojos putita! – me ordenó. Yo obedecí. – La boquita también, sacá la lengua.
Lo hice con mucho miedo. Pablo no me soltaba, así que lentamente comencé a acercar la lengua al amarillento y oloroso líquido. Cuando sentí el asqueroso contacto, Pablo me soltó. Guardé mi lengua pero no me animé a despegar mi cara del charco.
- La próxima vez lo vas a limpiar con la lengua, entendiste marica?
- Si… si amo Pablo.. gracias.
Se levantó y se quedó de pie junto a mi, observando como limpiaba su meada con mis calzoncillos. Yo estaba en cuatro patas en el suelo de su cocina muerto de humillación, y el aprovechó para levantar mi falda. Empezó a manosear mis nalgas haciendo comentarios elogiosos sobre “la colita de su putita” y acomodándome la tanga bien profunda en mi raya. Yo intentaba concentrarme en la limpieza, pero se me hacía muy difícil, más cuando me bajó mi bombachita y con su pie desnudo comenzó a jugar con mi ano y mis huevos. Finalmente, a pesar de toda la humillación y mi incipiente incontrolable erección (que creo yo pasó desapercibida, o Pablo decidió ignorarla) lorgé terminar la tarea.
- Buscá el trapo y pasale lavandina, maricon. – me dijo Pablo antes de volver al sillón.
Cuando hube terminado me dirigí al living y, con mi mejor voz femenina posible, le pregunté a Pablo si debía continuar por ese salón. Mi esfuerzo se vio recompensado con sus carcajadas.
- Jajaja! Que linda voz de putita tenés. A ver, decime otra cosa..
Yo me quedé en silencio sin saber bien que decir. No entendía que buscaba él y no quería decepcionarlo.
- Dale puto! Te dije que me hablaras o sos sordo?
- Soy la putita criada del señor Pablo – dije casi interrumpiéndolo.
- Jaaaa!!! Me encantó. Y por qué sos mi criada, contame…
- …. Porque soy… porque soy un putito sumisito.
- Ufffff me vas a volver loco puta! Mejor anda a limpiar el baño así me doy una ducha fría.
Apuré mi paso hasta el baño con miedo a que quisiera hacerme algo. Sin dudas limpiar esa habitación fue la tarea mas humillante y degradante de mi vida. El cuarto estaba asqueroso y tenía varios espejos, por lo que constantemente tenía que verme a mí mismo limpiando un baño ajeno vestido como toda una putita. Y lo peor es que la ropa me quedaba linda.
De a poco y con especial cuidado (que no se por qué sentí que debía tenerlo, quizás para sorprender al señor Pablo) fui limpiando todo, dejando el retrete para el final. Cuando me acerqué a el tuve una pequeña arcada, era desagradable. Un olor fétido emanaba de su interior salpicado con restos de excremento, y su superficie estaba repleta de pelos y gotas secas de pis y no quiero saber que más…
Con todo el asco del mundo tomé el cepillo y mirando hacia otro lado lo introduje en el interior del aparato.
- Que te pensas que estas haciendo putita? – me interrumpió la voz de Pablo.
- Nada señor, es que yo… yo…
- Vos nada puta, ya mismo te agachas y lo limpias bien, como buena putita, ok?
- Si señor Pablo, como ordene.
Me agaché junto al desagradable inodoro y cuando me disponía a meter aquel cepillo Pablo me interrumpió otra vez.
- Solta eso putito, me estás haciendo enojar!
- Ay perdón señor Pablo, es que yo no se…
- Callate imbécil! Elegí uno de estos y empezá a limpiar.
Extendió su mano y en ella había dos cepillos de dientes. Uno era de mango largo y delgado, con su cabeza bastante grande y ancha, el otro era de esos modernos, de mango bien ancho y una cabeza pequeña llena de pelos de colores que apuntaban en distintas direcciones. Casi sin dudarlo tomé el primero y Pablo me miró con una sonrisa que me costó descifrar.
Di media vuelta, acomodé mis rodillas en el suelo y aguantando las arcadas comencé a limpiar el inodoro de mi amo con aquel pequeño cepillito. Sentí las manos de Pablo en mis caderas. “Ponete en cuatro putita” me indicó. Yo obedecí como la buena putita en que me estaba convirtiendo y me acomodé a su gusto, abriendo un poco las piernas.
Mientras limpiaba en cuatro patas amo Pablo me levantó la falda y me bajó la tanga igual que había hecho en la cocina. Comenzó a acariciar mi cola con amor y lujuría. La masajeaba, la apretaba, la pellizcaba; de vez en cuando se le escapaba una fuerte nalgada y me decía “dale putita seguí limpiando” y yo obedecía sin chistar. Esta vez si notó (o no ignoró) mi pequeñita erección y dirigió su mano a mis huevitos y mi pitito. Yo di un respingo y suspiré, pero no dejé de limpiar. Sentía como sostenía mis dos huevos usando solo sus dedos pulgar e índice. Ese detalle me humillaba infinitamente, me sentía insignificante, un juguetito en sus manos, y él lo sabía muy bien. Sus caricias se intensificaron. Masajes, pellizcos, chirlos, apretón de huevos, masturbación a dos dedos se hicieron mas sensibles y a ese menú se le sumaron unos dedos traviesos que recorrían las cercanías de mi cerradito ano. yo continuaba mi labor como buena sumisa.
- Buena elección la del cepillo, putita. – dijo Pablo de repente, y antes de que pudiera preguntarle por qué sentí como el mango del otro cepillo, el más grueso, comenzaba a presionar la entrada de mi ano.
- Ayyy no por favor amo Pa—me interrumpió con un fuertísimo chirlo y un grito que me asustó.
Mientras el cepillo suplente entraba en mi culo virgen centímetro a centímetro sus caricias en mi pito se intensificaron y el dolor y el miedo se transformaron en placer. Todo aquello era una montaña rusa de emociones, me costaba creer que aquello estaba sucediendo, pero así era y ahí estaba yo: vestido de nena, en cuatro patas con la cabeza dentro de un inodoro ajeno siendo abusado por un cepillo de dientes. La humillación ardía en mi cara y se mezclaba con el calor de la excitación.
- Mové la colita putita, dale! – me dijo dándome un par de chirlos. – gemí un poquito!
Yo obedecía todo como el sumiso que era, y movía mi colita lo mas provocativamente posible. No solo para dejar contento a mi nuevo amo sino porque había descubierto que aquellos movimientos de meneo contra el cepillo me generaban mas placer aún. Toda una putita. Comencé a gemir por necesidad propia.
- Te gusta putito ehh
- Mmmm mmmm siiii señorrrr
- Te gusta mucho?
- Siii señor me gusta mucho mmmm
- Querés mas fuerte? – dijo intensificando los masajes en mi pito y hundiendo más el cepillo
- Mmmmsiiiiii amo
- Como se dice?
- Por fff… por favor amo Pablo!!
- Quien es mi putita?
- Yo!! Ayy… yo soy su putita! Mas amo por favor!
- Queres mas puto??
- Siiii!!! Se lo suplico amo!
- Vas a terminar de limpiar mi inodoro con la lengua?
- Siii amo, lo que usted diga! – dije casi gritando y acelerando mis movimientos de cola
- Empezá putito, dale.
Y así fue que hundí mi cabeza en la inmundicia de mi amo mientras me entregaba a él en cuerpo y alma. Mi cola era suya, mis huevitos y mi pijita eran suyos. Yo seguía gimiendo y lamiendo aquel inodoro fétido, y moviendo mi cola para él.
- Pégueme por favor - me sorprendí a mi mismo diciendo entre gemidos. Inmediatamente mi cara se puso roja y comenzó a emanar calor. No podía creer que hubiera dicho eso, y sin siquiera pensarlo…
- Queres que te pegue marica?
- Si amo, por favor!! – repetí de nuevo, moviendo mas la cola para tentarlo.
Los chirlos empezaron a llover en mi cola mientras yo hundía mas y mas mi cara hasta ponerla bajo el agua amarillenta y limpiaba ávidamente. No podía parar. Arquee mi espalda lo más posible como lo habría hecho la puta mas puta de todas y abrí mas mis piernas. Sentía la calentura de mi amo transformándose en golpes y masajes brutos, hasta que no pude más y exploté en un orgasmo incontenible.
- Que puto de mierda! – dijo mi amo enojado.
- Perdón amo, perdón por favor yo no quería – dije intentando sacar mi cabeza del interior del inodoro, pero un chirlo mucho mas fuerte que los anteriores y su mano en mi nuca lo impidieron.
- Cállate marica y seguí limpiando!
Se levantó furioso y me sacó el cepillo del culo.
- Mas te vale que quede todo impecable puto de mierda! Incluida esa acabada, entendido?
- Si amo, perdóneme por favor
- Cállate te dije, y tomate toda esa lechita.
Se levantó y sin que yo lo notara se acercó nuevamente a mi culo y de un solo movimiento me introdujo el cepillo hasta el fondo. Me dolió muchísimo, pero gemí en voz baja; no tenía el crédito suficiente como para quejarme después de lo que había hecho.
- Esto se queda acá adentro!
La puerta se cerró, pero yo no me animé a sacar mi cabeza afuera hasta que sentí que el inodoro estaba impecable. Lami todo el interior, los bordes llenos de pelos de pija y culo y el suelo donde yacía mi leche tibia. Jamás había probado semen, me costó mucho no vomitar mientras lo lamía directamente del suelo, pero lo más doloroso no era eso ni la humillación, sino sentir que le había fallado al señor Pablo.
Terminé mi trabajo lo mejor posible y me levanté del suelo. Mi cola me ardía por los golpes y tenía restos de semen en las piernas. Mientras me levantaba la tanga y me acomodaba la falda me sentí una prostituta vejada. Me mire al espejo, mi cara sucia, mi boca hinchada, restos de agua sucia y vellos púbicos en mi boca. Me limpié como pude, acomodé mi peluca e intente salir dignamente del baño, con la cabeza gacha, por supuesto.
En el living me encontré con el señor Pablo, que me ordenó que limpiara el living mientras el se bañaba. Cuando levanté la vista noté que se había sacado sus jeans, y en sus bóxers se notaba un respetable bulto que se bamboleaba con sus pasos. Me quedé mirando con la boca abierta hasta que su silueta desapareció tras la puerta del baño.
Me quedé solo y me dispuse a limpiar el living con calma. Algunos movimientos me recordaban que mi colita estaba siendo violada por un grueso cepillo de dientes. Sin dudas aquello no había sido parte del trato original, pero había sido yo la putita que lo había pedido a gritos. Había sido yo la mariquita que hasta quiso limpiar un baño ajeno con la lengua solo para sentir las caricias de su macho. No había a quien culpar mas que a mí. Me merecía ese cepillo en mi culo.
Ensimismado en mis pensamientos no escuché a Pablo salir del baño, y me lo encontré casi cara a cara cuando giré en su dirección. Me quedé de piedra sin saber como reaccionar o que esperar. Pensé que me insultaría o me pegaría un cachetazo, pero en vez de eso solo dejó caer su toalla al suelo.
Ante mis ojos apareció una verga enorme, más grande de lo que esperaba. Era muchísimo mas ancha que la mía y varias veces mas larga. Aún en reposo su curvatura y su peso la hacían caer por sobre los huevos.. jamás había visto otra verga en mi vida, mucho menos una así, y no podía sacarle los ojos de encima.
Casi por instinto, sin recordar conscientemente nuestras sesiones online, me arrodillé. Recién en ese momento entendí que ya estaba condicionado; ya era su putita personal, ya entendía que debía arrodillarme en presencia de su pija. Y así lo hice. Pablo sonrió.
- Te gusta marica?
- S…sssi señor..
- Mucho?
- Si señor Pablo, es…. Enorme
Mis dos huevitos y mi pija combinados no llegaban al tamaño y al peso de uno solo de sus huevotes. No podía sentirme un hombre viendo aquel pedazo de carne. El era un hombre, un macho alfa, yo era solo un patético putito con pitito de bebé.
Pablo dio un paso adelante y se acercó a mi.
- Alguna vez tocaste una pija?
- No amo Pablo, solo la mia.
- Lo tuyo no es una pija pelotudo.
- Perdón amo Pablo, tiene razón.
- Entonces nunca tocaste una pija de hombre…
- No amo, nunca. Ni siquiera había visto una.
- Te gusta?
- Si amo, me gusta mucho.
- Tocala putito.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Definitivamente aquello estaba fuera de los límites de la sesión. Con cara de puta asustada miré par arriba y me encontré con su mirada.
- Si te morís de ganas putito, dale….
- Es que yo….
- No te voy a obligar porque era un trato – dijo dando un paso mas hacia mí. – pero te moris de ganas mariconcito. Si ni le podés sacar los ojos de encima. Tocala, dale, sentila.
Lentamente moví mi mano hacia su pija, no sabía por donde empezar y el lo notó.
- Agárrame los huevos, sentí como pesan los testículos de hombre.
Lo hice. Casi no entraban en mi mano. Eran mas pesados de lo que me imaginaba y sentir su textura en mi piel me generaba un cosquilleo en el estómago y en mi entrepierna. Mire a sus ojos, el sonreía con zaña. Antes de que me tuviera que dar otra orden solté sus huevos gigantes y agarré el tronco de su pija. Lo levanté. Era cien veces mas pesado que mi pitito. Lo inspeccioné de cerca, lo recorrí con mis dedos, se sentía muy extraño, me hacía sentir mas sumiso y putito que nunca. Corrí la piel hacia atrás y su verga empezó a endurecer de a poco. En ese estado semiduro, su sola cabeza era mas grande que mi pitito completo.
- Acariciala marica, dale – obedeci.
Mis dedos recorrían su extensión sin atreverme a tocar su glande.
- Agarrala puta, dale, si vos sabes!
Lo miré a los ojos y cerre mi mano alrededor de aquel tronco. Comencé a masturbarlo lentamente, sintiendo como endurecía en mi mano.
- Por qué no le das un besito?
- Ay, es que… yo…
- Dale mariconcito, sabes que te moris de ganas
- Amo.. yo…
- Ya sos mi putito, mio, sabes que tarde o temprano va a pasar.
Sabía que tenía razón, en todo. Corri la piel hacia atrás completamente, acaerqué mi boca y besé la punta de su glande. En ese momento un rayo de electricidad recorrió todo mi cuerpo. Mi humillación ya era indescriptible. Miré al señor Pablo a los ojos mientras sostenía su pija en mi mano, me miraba satisfecho, caliente, y antes de que me dijera nada volví a acercar su pija a mi boca. Esta vez me la metí adentro. Qué extraña sensación tener una pija dentro de mi boca, que degradado me sentí. Su glande y su tronco estaban en el interior de mi boca. Tímidamente comencé a masajearlos con la lengua. No pude resistir la tentación de mirar al espejo de la pared. Y así me vi, una mujercita bien putita arrodillada ante su macho, lamiendo su pija, acariciando sus huevos. Orden natural.
Pablo no me agarró de la cabeza ni me cogió la boca como esperaba, solo me dejó hacer mi trabajo tranquilo. Creo que eso fue más humillante. Mi mirada pasó del espejo a sus ojos varias veces. Su pijota latía en mi boquita.
- Te la vas a tomar toda, putita???
Lo miré aterrado sin sacarme la pija de la boca.
- Eggsss queeeghh… - intenté decir con mi boca ocupada, lo que provocó la risa de mi amo.
- Es eso o la cara putita, elegí!
Lo pensé durante varios segundos. Tenía mucho miedo de decpecionar a mi amo Pablo, pero no estaba listo para tragarme toda la leche que debía haber en esos huevos de dinosaurio.
- Y marica???
- Ed la cada señod – dije con su verga en la boca, mirándolo fijo a los ojos y esperando que en ellos pudiera ver mi tristeza por decepcionarlo.
En ese momento me agarró la cabeza y apretó contra su vientre. Comenzó a cogerme la boca al ritmo de “dale puta, dale puta de mierda”. Yo me dejé hacer, pensando que mi respuesta lo había enojado y acabaría en mi boca de todas formas, pero cuando empecé a sentir espasmos subiendo por su pija me soltó. Yo me alejé hacia atrás y el tomó su verga con sus manos. Comenzó a masturbarla frenéticamente mientras varios chorros de semen caliente comenzaban a salir disparados. La fuerza y el tamaño de sus disparos era asombrosa, varios me pegaron en la cara y en la boca. Por fin terminó aquella lluvia blanca.
- Vení putita – dijo agarrándome del pelo y llevándome en cuatro patas hasta el espejo. Frente a el me hizo arrodillar.
- Mirate la cara putita, toda llena de lechita de papi. Te gusta?
- Si señor – dije humilladísimo. La leche goteaba de mis labios.
- Sabes que tenes ganas de probarla marica, dale, hacelo. Saboreala.
Mirándome al espejo saque la lengua y la pasé por mis labios, recogiendo la leche que descansaba ahí. Trague. El sabor era extraño, pero lo peor era la textura, mucho mas espesa y gelatinosa que el “aguita”que expulsé yo en su baño.
- Te gustó mariquita?
- Si señor… me gustó.
- Mirate bien, así tienen que estar las putitas. De rodillas y llenas de leche. Entendes?
- Si amo, entiendo
- Quien es mi putita?
- Yo amo, yo soy su putita.
- Date un beso, en el espejo dale.
Obedecí esa extraña y humillante orden y el casi sin hacer fuerza logró ponerme en cuatro. Seguí “besándome” en esa posición mientras mi amo hurgaba en mi culo y comenzaba a jugar con el cepillo de mi ano. comencé a gemir como una putita, y aumenté los gemidos al ritmo de las nalgadas y los “mas fuerte puta!” de mi amo. Cuando sentía que un nuevo orgasmo se acercaba mi amo sacó el cepillo de mi culo por completo y yo sentí aire frio entrar a mis intestinos junto con una extraña decepción. Creo que gemí de tristeza. Pablo me agarró de los pelos, haciendo mi cabeza hacia atrás, y me metió el cepillo en la boca.
- Te lo vas a llevar así, entendiste marica?
- Zi zeñod.
- Y te vas a ir así vestida.
- Ayyydd nooo pod favoddd amoooo ze do zupdicoo! – intenté decir desesperado.
- No es discutible – una lagrima cayó por mi rostro
- Ze de duego amo, hade do que sea!
- Segura???
- Ziiiiiii – me sacó el cepillo de la boca
- Entonces vas a volver el sábado y vas a hacer todo lo que yo quiera, entendido?
- Si mi amo, como usted diga. Gracias gracias!
- Ponete en cuatro y levanta bien el culo.
Obedecí. Pablo me corrió la tanga y me metió sin sutileza el cepillo hasta el fondo.
- Ahora vas a ir en cuatro patitas al pasillo y vas a dejar la ropita donde la encontraste
- Si amo
- Y vas a volver en cuatro toda desnudita, ok?
- Si amo.
Pablo me abrió la puerta y yo emprendí mi viaje en cuatro patas desde mi posición. Otra vez el miedo a los vecinos, otra vez la humillación. Me saque toda la ropa y la deje lo mejor posible, luego regresé desnudito hasta el departamento. Podía sentír mi pene y mis huevos bamboléandose. No podía dejar de sentirlos mas pequeños que nunca, no podía dejar de compararlos con los de amo Pablo. Jamás volvería a sentirme un hombre después de ver aquella pija, menos después de haberla chupado.
Una vez en el departamento Pablo abrió el cajón y me devolvió mi ropa.
- No te olvides de tus calzoncillitos marica. – me dijo burlonamente arrojándome mis bóxers en la cara.
Estaban empapados por su meo y muy olorosos. Me los puse delante de el en una última muestra de sumisión y humillación. Me vestí por completo. Amo Pablo se había puesto la toalla nuevamente. Sin poder evitarlo miré su bulto. El rió en voz alta.
- Te queres despedir de ella, no puto?
Me puse rojo como un tomate y miré al suelo.
- Dale, arrodíllate y despedite.
Me puse en cuatro y me acerqué a él, me arrodille y lo miré a los ojos. Luego le saqué la toalla y volví a admirar aquel enorme pedazo de carne. Pablo tomó suavemente mi nuca y me acercó a él sin hacer fuerza. Cerré los ojos y le di un besito.
- De los huevos también putita. . dijo riéndose.
Tomé su verga con mis dedos, la levanté y dejé al descubierto sus huevotes. Acerqué mi cara y le di un beso a cada uno. No podía creer lo bajo que estaba cayendo, pero no podía dejar de hacerlo. Necesitaba auto humillarme, sentirme su puta, que el apreciara mi esfuerzo.
- Así me gusta putita ahora andate. Y a la noche me mandas video yéndote a dormir con el cepillo en el otro, esta claro?
- Si…
- Si que?!
- Si amo Pablo esta claro.
- Hasta el sábado puta
- Hasta el sábado Amo Pablo.