El dentista (hipnosis)
Siempre temí ir al odontólogo, hasta que me recomendaron a un profesional que usaba la hipnosis para sus tratamientos. Fué una experiencia maravillosa y gocé de sus habilidades y encantos.
EL DENTISTA. (Hipnosis, tratamiento especial)
Me había separado un año antes de conocer al Dr. Durán, odontólogo que me recomendó mi amiga Sandra. Lo colmó de elogios acerca de sus bondades como profesional. Utilizaba la hipnosis en aquellos pacientes que, como yo, tenían aversión al torno, y por lo tanto diferíamos la consulta con el dentista por temor al dolor. Por ello me decidí, y concerté una cita con dicho profesional para la semana siguiente.
Concurrí puntualmente y fui recibida por la asistente, una joven y hermosa morocha quien me tomó los datos, y luego de expresarle el motivo y las razones de mi elección, amablemente me hizo pasar al consultorio.
Allí me esperaba el Dr. Durán. Era un hombre maduro. Impecable con su chaqueta blanca. De cuerpo armonioso, ojos claros tras las gafas, irradiaba su figura calidez y determinación. Seguro de si mismo me estrecho la mano y se presentó. Quedé cohibida ante ese hombre que me impactó de entrada. Su mirada profunda me turbó.
Me senté en el sillón, y mientras me relajaba le expresé los temores que siempre me causaban los tratamientos odontológicos por el posible dolor, ya que mis experiencias anteriores no habían sido las mejores. Me tranquilizó y con una sonrisa me respondió que todo iba a ser diferente.
Yo estaba tensa y mientras me revisaba, inconscientemente, al explorar una carie me aferré al sillón y rocé con mi antebrazo el muslo de Ricardo. Me disculpé pero no me hizo caso, me miró a los ojos y siguió en lo suyo. Al contrario, me pareció que apoyó su pelvis con más fuerza acercando su miembro a mi antebrazo. No supe que hacer. Dominaba la situación. Me dejé llevar por mis instintos y luego de unos momentos, me relajé. Me inspiraba confianza. Cerré mis ojos y no se porque imaginé una escena voluptuosa. Hacía tanto tiempo que no estaba con un hombre. Sentí que me mojaba. Mi respiración se aceleró y temí que se diese cuenta de mi excitación. Nunca me había sentido así con un hombre que apenas conocía. Por suerte ingresó la ayudante y esa tarde todo terminó. Me sugirió que para hacerme el tratamiento de conducto, me haría hipnosis pues evitaría la tensión y el dolor, ya que había comprobado que yo tenía la personalidad adecuada para ejercerla sobre mi persona.
Nos despedimos y me citó para la semana siguiente en el último turno de la tarde a confirmar por Raquel, que me dijo se iba a poner al habla conmigo antes del día estipulado para asegurarme el horario.
Efectivamente Raquel me llamó y luego de confirmar la cita, nos despedimos hasta la hora convenida.
Llegué temprano, y mientras esperaba mi turno, entablé conversación con Raquel. Entramos en confidencias y me refirió de su soledad, luego de varios años de convivencia con una pareja que la había dejado por otra. El trabajo le había devuelto las ganas de disfrutar de la vida, y con el doctor había encontrado una forma diferente de compartir intensas veladas, donde la voluptuosidad no estaba exenta del placer, atendiendo a pacientes que encontraron una solución no solamente a sus problemas dentales sino también a sus necesidades existenciales.
Quedé intrigada por sus palabras, pero a la vez me sinceré y le expresé mi soledad y también mis urgencias sexuales, luego de tanto tiempo sin ser satisfecha por un hombre. Me sonrió y me dijo "Has llegado al lugar indicado para iniciar una nueva vida".
Cuando el Dr. Durán terminó con el último paciente, Raquel me acompañó al consultorio. Dirigiéndose al odontólogo, le expresó sin preámbulos, "Es la paciente ideal para terminar el día y recibir un tratamiento completo".
Ricardo me hizo sentar en el sillón, y con voz convincente y monocorde comenzó con la técnica para hipnotizarme. Sentí que me relajaba y me entregaba mansamente a sus órdenes. Raquel lo asistía. Escuché como en una nebulosa cuando me instrumentaba con el torno no sintiendo dolor alguno. No me podía mover por la relajación que había alcanzado. Terminó con mi carie, y me expresó que la primera parte del tratamiento había finalizado, y agregó, "Ahora viene lo más placentero y lo mejor, jamás te vas a arrepentir". Yo permanecía inmóvil e indefensa.
"Sientes un calor intenso en todo el cuerpo", fueron sus palabras, mientras oscilaba el péndulo ante mis ojos.
"Estoy sofocada Doctor", balbuceé. Traté de desprenderme la blusa. Raquel me ayudó. Me desnudó totalmente, y ella hizo lo mismo. Seguía las instrucciones de Ricardo. No atinaba a defenderme reclinada sobre el sillón. Me quitó por último el sostén y la bombacha dejándome solo los zapatos.
Ricardo se desvistió y apareció desnudo con su miembro duro palpitando en su mano. Se acercó y se colocó frente mío. Abierta de piernas y sostenidas en alto por Raquel, dejé expuesta mi vulva y mi orificio anal. Ricardo comenzó a jugar con su glande acariciando el clítoris e insinuando la cabezota en mi vagina. En un susurró elogió mis glúteos y mi concha encharcada de jugos deseosa de recibir una verga en su interior. "Que concha generosa para explorar y darle placer". No me podía defender, estaba entregada, más bien deseaba ser cogida por ese macho cabrío.
Raquel se inclinó sobre mi vulva y comenzó a besarla y mordisquear el clítoris. Con sus manos separó mis glúteos y abrió los labios mayores acompañando a la enorme pija que se introdujo en mi concha hasta los testículos. Entraba y salía sin pausa. Las paredes de mi vagina se ensanchaban ante el paso de la verga y se adaptaban a su tamaño. Sentía el chapoteo de los jugos pringosos que inundaban mi concha. Eyaculó dentro mio y recibí la descarga cálida del semen que me hizo estremecer. Luego de mucho tiempo gocé de un orgasmo maravilloso. Pero no había sido todo. Raquel elevó más mis piernas y le pidió groseramente, "Ricardo hazle el culo que te está esperando". Le pedí por favor que no lo hiciese pero era inútil. Insinuó la verga enfundada por un condón, y el glande se abrió paso lenta pero firmemente atravesando el esfínter. Cada movimiento de vaivén, iba dilatando las paredes del recto, hasta que al sentir los testículos golpear mis glúteos me di cuenta que estaba totalmente enculada por su enorme verga.
Raquel expresaba en voz alta lo maravillosa que era la visión de la cópula. "Que complaciente y profunda concha para recibir semejante pija". Abrió los labios de mi vulva y sorbió los jugos que fluían de mi concha limpiando hasta la última gota. Sentí cuando Ricardo se corrió dentro de mi culo y tuve un orgasmo simultáneo. Retiró su miembro lentamente y me asombré, no podía creer lo que había recibido en mis entrañas.
Ante una orden de Ricardo desperté del sopor. Al incorporarme mis piernas casi no me sostienen. Temblaba por el esfuerzo. Me tuvieron que acompañar al baño donde ayudada por Raquel tomé una ducha reparadora. Limpié mi cuerpo y al mirarme al espejo comprobé la irritación de mis orificios sometidos a las reiteradas penetraciones, pero no estaba arrepentida, había gozado como nunca antes. Al despedirme me preguntaron si había sentido dolor con el tratamiento. Riendo les aseguré que solo recordaba el placer y esperaba que en la próxima cita se repitiese la hipnosis para festejar nuevamente entre los tres.
Munjol hjlmmo@ubbi.com