El demonio de nombre extraño (8)

Cruzamos la línea con Gisela y no estuvo nada mal. Su afán de “hacer Turismo” y mi descuido nos hace correr peligro pero no pasa de un gran susto.

INTIMIDAD, ASALTO FRUSTRADO Y SUSTO.

Entramos al hotel casi arrastrando las mochilas y con unas trazas de cansados que provocó una sonrisa y un comentario del conserje cuando me acerqué a preguntar si ellos reservaban las mesas en el restaurant o lo teníamos que hacer nosotros, me contestó en un perfecto Español.

  • De cualquiera de las dos maneras, aunque como parece que se cansaron de andar de un lado para el otro creo que lo tendremos que hacer nosotros, jajaja.
  • No se imagina, nos hizo caminar de un lado para el otro, subir las escaleras, pasar de un barrio al otro, caminar por la playa y por lo que sé, mañana nos queda más por recorrer, quiere subir al Pan de Azúcar por el funicular, después al Corcovado y visitar el Cristo Redentor.
  • Río es maravilloso pero no podrán hacer todo en el día, para visitar al Cristo hay largas colas, pueden llegar en un tencito que sale del Barrio Cosme Velho o hacer una caminata por senderos pero no es muy seguro, hay que contratar guías y se tarda como tres horas, también pueden ir en Van.
  • Tenemos los autos, ¿no se puede llegar en auto?
  • ¡Claro que sí!, disculpe olvidé que están con autos, en aquellas mesas hay folletos con mapas explicativos sobre calles.  Dígame por favor a qué hora le reservo las mesas.
  • Que sea una sola para los seis y a eso de las 22,30 horas estaría bien.

Después, cada uno de nosotros se retiró a las habitaciones y a mí en lo particular me apetecía un regio baño, el “aroma” a adrenalina y a la cordita de los proyectiles, magnificado por mi olfato más desarrollado me estaba enloqueciendo, parecía que el olor impregnado lo tenía hasta en los ojos.  No bien entré en la habitación, fui dejando la ropa por el piso, me metí al baño y abrí la ducha, no daba ni para baño de inmersión ni para jacuzzi, quería que el chorro me cayera directamente.  Tenía los ojos cerrados con el agua cayendo en mi cabeza cuando sentía una corriente de aire fresco y de inmediato “escuché” un pensamiento, “no puedo más, espero que no se enoje” .  Sin girarme contesté:

  • Vení Gisela, yo tampoco puedo más, metete abajo del chorro y nos enjabonamos el uno al otro .
  • No sé cómo hacés para adivinar quién está cerca de ti y cómo piensa, a veces creo que lees la mente .

Esto lo dijo en voz alta mientras entraba en la bañera poniéndose delante de mí y dándome la espalda para recibir el chorro de agua caliente de la ducha.  No le contesté, estaba extasiado con la belleza de su cuerpo y lo excitante de sus curvas, sólo atiné a abrazarla, primero pasando los brazos por sobre sus hombros y al acercarme a su cuello para besarlo bajé los brazos para acariciar sus tetas y para que mis dedos índice y pulgar se entretuvieran con sus botones endurecidos.

El estremecimiento de todo su cuerpo al recorrer con mis labios la línea entre la oreja y los hombros lo sentí como si fuera un golpe eléctrico, el gemido largo de placer y el retroceso para pegar sus nalgas a mi entrepierna encabritaron a mi miembro que se deslizó entre sus piernas rozando los labios de su vagina.  El movimiento sutil de su cadera logró ubicarlo y abrazarlo como si fuera el relleno de un emparedado, humedecía todo mi pene con una viscosidad aromática que el agua de la ducha no diluía.

La dureza dolía y dijo las palabras mágicas, “quiero sentirte adentro Gonzalo , necesito que entres” .  No hizo falta decir más, ella en puntas de pies y yo agachando un poco el cuerpo fue lo que se necesitó para que glande y abertura coincidieran.  No quise apurarme y la penetración se hizo lenta, sin detenerme pero buscando llegar hasta lo más profundo, acusó con dolor el ingreso pero empujaba su culo y movía sus caderas pidiendo más.  Quedó algo así como un centímetro afuera cuando el glande chocó contra su útero y el grito y las contracciones de su orgasmo comenzaron con un, ¡Ayyyy! que trocó enseguida en un ¡sííííí! seguido de temblores y gemidos.

Se quedó quieta para recuperarse y para dejar que los jugos que había expulsado descendieran por sus piernas, luego, empujando con su culo me hizo retroceder, puso el cuerpo a 90° y agarrándose de las canillas me pidió que le diera duro.  Yo no había terminado, ni siquiera había salido de ella y me tenté cuando la tomé de las caderas y tuve a mi disposición esas nalgas prodigiosas pero, algo de experiencia nunca viene mal, me salí de ella que se incorporó y giró para quedar de frente...

  • La cagada ya la hicimos, ya cruzamos la línea, ahora vamos a terminar de enjabonarnos, enjuagarnos, secarnos y la seguimos en el lugar que vos te merecés.
  • Pero, pero, vos no terminaste, seguí si querés, yo no tengo problemas.
  • Yo sí, quiero disfrutar de vos y con vos.  Gisela, la mujer, no puede ser sólo unos “agujeros” y además, los dos necesitamos aflojar las tensiones de este día con un buen baño.

Le puse un dedo en los labios cuando quiso seguir hablando y vertí un poco de gel en sus hombros y en la esponja que ya tenía en la mano para comenzar a pasarla por su espalda, ya desde las primeras pasadas con la esponja lanzó una especie de ronroneo y se dejó hacer totalmente entregada.

Mentiría si contara que todo fue con la esponja, hubo lugares donde utilicé únicamente las manos, no me podía privar del placer de enjabonar sus tetas a la par que las acariciaba o su vagina de labios gruesos en que asomaba un clítoris endurecido y excitado que daba gusto acariciar y apretar suavemente o sus nalgas compactas o el fruncido agujerito de su culo que parecía latir cuando mi dedo medio amagaba penetrarlo o el interior de sus muslos que temblaban y amagaban con no sostenerla mientras se deshacía en gemidos placenteros y con orgasmos chicos que se le escapaban.

  • ¡Es increíble Gonza, parece que supieras dónde acariciarme!, nunca me tocaron así, sé que estoy siendo egoísta porque no te devuelvo las caricias pero es superior a mí, ¡me encanta sentirme así, volando y entregándome por completo a vos!  Hasta lograste que tuviera un par de orgasmos sin pensarlos.
  • No seas tonta, ya me devolverás las caricias, sucede que sos muy previsible, basta con tocarte para que acuses dónde te gusta que te acaricien y lo sientas.

Nunca me había pasado algo así, cambiaba los lugares o me mantenía más en algunos porque “escuchaba” que ella lo pedía, era algo sensacional, ni siquiera tenía que probar en uno o varios lugares para encontrar los puntos en que gozaba más, mucho menos preguntar, me bastaba con que ella lo pensara, no lo había descubierto ni con las chinas ni con Zulma .

Después tocaba enjabonarme a mí, ella sólo me ayudó en la espalda, los glúteos que tocó y apretó a gusto y los testículos, entrepierna y pene.  Cuando enjuagó la zona y pretendía arrodillarse para llevárselo a la boca, se lo impedí y tomé las toallas para secarnos.  Quedó un poco desconcertada y lo tomó como que a mí no me gustaba.

Una vez totalmente secos la tomé de la cintura con una mano y de la nuca con la otra y le comí la boca, bueno, es un decir porque su colaboración con el beso fue inmediata, daba gusto besarla entrechocando labios, lenguas y dientes.  Hay algo que no saben de mí, la profundidad de un beso bien dado y la participación plena de la mujer que se brinda en ese beso, me calienta más que una mamada y en ese momento estaba que bramaba.

La alcé en brazos, yo desnudo, ella envuelta con la toalla y la llevé hasta la cama dónde la deposité, descubrí su cuerpo y me dediqué a recorrer toda su piel con mi boca y lengua. Gisela se enloqueció desde que, sobre la cama, le di otro beso y comencé a bajar por su cuello y pecho, besar, chupar y mordisquear sus pezones fue el punto de partida para los gritos, las contracciones y los orgasmos que se encadenaban.

Llegar a su estómago y hasta la pelvis fue un desparramo de escalofríos, pedidos desatados con un, “por favor, por favor” , repetido y confuso porque tomó una de las almohadas y se tapó la cara con ella apretándola con ambas manos.  Su entrepierna, el interior de sus muslos y el jugueteo de mi lengua con el clítoris descapuchado fue otro tanto y cuando deposité mi boca en su vagina me sorprendió con un chorro de flujo que me mojó la cara.  Me dio un placer enorme sumergirme en esa cavidad para tragar y tragar líquidos mientras trataba de contener los movimientos de su pelvis y sus piernas, a la vez que escuchaba un grito sostenido que la almohada no alcanzaba a tapar.

Tardó un rato en recuperarse y cuando lo hizo y me miró, su rostro tenía un color similar a su cabello y sus ojos verdes resplandecían como esmeraldas, se sonreía más que satisfecha, con esa sonrisa que contagiaba felicidad y energía aunada en ese momento con su calidad de mujer, hasta que un ramalazo de duda le cruzó la mirada, “¿cómo hago ahora para brindarle algo similar con caricias y entregas?, se me quemaron todos los papeles, éste no es un hombre al que satisfaga un “polvito” con el que tenía que apurarme para acabar antes de que él lo hiciera, encima estoy destruida” .

Me causaron gracia sus pensamientos y aunque en esos momentos para mí eran algo ilógicos, la comprendía, muchas veces me había pasado igual, se “utiliza” el sexo como “algo” pasajero o para “sacarse ganas” y cuando aparece alguien que te saca de lo que parece tenerse como establecido, te asaltan todas las dudas respecto a tu capacidad para satisfacer al que tenés al lado.

De todos modos, no daba para más, insistir con ella en esas condiciones sería como cogerme a una almohada, cansada por el viaje, el mal dormir, las experiencias vividas totalmente alejadas de su metiers diario y los orgasmos que había tenido no le iban a permitir ser una buena compañera sexual para satisfacerme y mirándola me comencé a reír.

  • No te enojes si me río, si te vieras la cara y el estado en que estás me comprenderías.  Te propongo algo, vamos a tratar de dormir un poco, después nos cambiamos y nos vamos a cenar, luego veremos… pero antes que quiero dejar algo muy claro...
  • Te acepto que estoy hecha una piltrafa pero no es posible que te quedes así, primero en el baño, luego acá y vos no gozaste.
  • Decir que yo no gocé te muestra como muy limitada, gocé contigo y mucho, lo único que no hice es eyacular y por eso no se muere nadie, por lo menos yo no.  De todos modos quiero decirte algo…
  • Me va a rajar, seguro que me echa, lo dejé muy caliente y no le supe responder, soy una completa idiota” , -pensaba apesadumbrada-…
  • Dejá de pensar pavadas que se te notan en la cara, lo que te quiero decir es que yo no estoy en condiciones de aceptar ni asumir ningún tipo de compromiso, hoy sos vos, mañana cualquier otra, conocida o no y no soy hombre de aguantar exigencias, ni siquiera con las miradas, no quiero ser “el malo de la película” pero…  es lo que hay, tampoco quiero lastimar a nadie pero soy inflexible al respecto.  La gran mayoría, sino todas, se han equivocado con esto y no suelo retroceder.
  • Es duro pero para mí más que comprensible, quedate tranquilo, eso sí, algo te voy a exigir, si hay otra vez me gustaría que me dejes hacer a mí primero.

Nos reímos los dos, la abracé y quedamos “fritos” , creo que antes de apoyar la cabeza en la almohada ya estábamos dormidos.  El repiqueteo del teléfono del hotel nos despertó haciéndonos pegar un susto bárbaro, era Kaila avisándonos que ya estaban en el restaurant y nos esperaban, le contesté que cenaran ellos, que tanto Gisela como yo estábamos muy cansados, que me había dicho que se iba a dormir y no quería cenar.

Les pedí que hicieran lo que quisieran y al terminar de cenar nos enviaran la comida por separado a las habitaciones.  Les dejé dicho que mañana era plan turismo y que se movieran como si estuvieran solos, que yo no existía, de salir a dar una vuelta lo haría con la “colorada” .  Me dio las gracias y ya no insistieron, nosotros seguimos en lo que estábamos, luego llamaron por la comida, comimos y continuamos “dándole a la almohada” .

Como a las seis de la mañana me despertó Gisela con la mamada que me estaba dando, acomodé las dos almohadas debajo de mi nuca y me dispuse a disfrutar de la mamada y de la vista.  No resultó ser “la” mamadora, fue apenas discreta y le costaba bastante no ya por lo largo pues no pasaba de la mitad sino por el ancho y se debía esforzar para introducirla, no siempre una boca de labios más o menos gruesos y apetecibles para besar te asegura cavidad bucal o conocimientos de lo que implica meterse una buena pija en la boca.

Me miraba y jugaba con la lengua en el glande y pasándola por todo el tronco, también me besaba, lamía y se metía mis testículos en la boca pero eso nunca logró gustarme demasiado.  Jamás supe verdaderamente si eso era debido a que mi glande siempre estuvo al descubierto y la piel nunca lo cubrió, aún si haber sido circuncidado y eso me limitaba bastante para excitarme con roces o lenguas como les sucede a muchos -alguna vez un Doctor me dijo que era así, los roces continuos lo hacen perder sensibilidad- y lo de los testículos porque me daba por pensar que en cualquier momento me lastimarían y me tensionaba en lugar de excitarme.

Me excitaba que pudieran hacerlo llegar hasta la garganta y/o con alguna otra cosa que me gustara, por ejemplo, en ese momento con el movimiento que veían de las rosadas nalgas de Gisela e imaginar que podía estar chupándolo o, mejor aún, penetrándolo con todas mis ganas.  El pensamiento de la que mamaba me sacó de mis elucubraciones, “No hay caso, no puedo, está durísimo y palpita pero no puedo hacerlo acabar, tiene un aguante tremendo y yo la boca dormida” .  Para incentivarla un poco le dije:

  • Si seguís así te voy a llenar la boca de leche.
  • Avisame Gonza, con vos creo que me voy a animar porque no me gusta mucho.
  • Craso error mi hermosa “colorada”, si te ponés a chupar y mamar tenés que estar dispuesta a llegar al final.  La leche no te la tomás, la cola no la entregaste nunca me parece que has sido siempre una “mal cogida”.  Dejá eso y subí encima de mí, me pediste que te dejara hacer, bueno, hacé.

Subió reptando sobre mí y se acercó a mi boca, el beso y el gemido me calentaron mucho más, luego, haciendo que calzara entre sus labios inferiores ubicó el glande y comenzó a penetrarse mientras me miraba a los ojos, en un momento los cerró, “mierda, cada vez que entra la siento como si me taladrara, después es una gloria” .  Llegó hasta lo más profundo que podía y se dio cuenta que no podía moverse libremente entonces recogió las rodillas y se sentó, no pudo aguantarse, se esforzó dejándose caer y dio un grito pero no quedó nada afuera y me mostró a la “colorada” que yo quería.

Fue una cabalgada maravillosa, entraba y salía con repeticiones profundas, apretaba todo el tronco con sus músculos vaginales al salir y lo hacía entrar como si se forzara algo, movía sus caderas para tocarse ella sola los lugares que más placer le producían y logró hacer coincidir ambos orgasmos, el mío fue espectacular y con ganas concentradas, el de ella fue sublime porque a la descarga física se unió el grito de triunfo por haberlo logrado y lo potenció cuando sintió la leche caliente en su interior.

Con una alegría plena en todo el rostro se estiró encima de mí y me besó con ganas, “lo logré Gonzalo , lo logré, ahora haceme lo que quieras, desvírgame el culo, rompelo, para vos ya no habrá ninguna reticencia” , -decía sintiéndose completamente desatada-.  Pero, bien dicen que “del dicho al hecho hay un largo trecho” , cuando la puse en cuatro y apoyé el glande en su agujerito, se tensionó de una manera exagerada, creo que hasta las pestañas se endurecieron y decidí desistir a pesar de su insistencia que yo sabía, de la boca para afuera.

  • Vamos a dejarlo para otro momento, no desesperes que no voy a ignorarlo pero como estamos en plan turista, nos bañamos, nos cambiamos y nos vamos a conocer algunos lugares los dos solos.

Saltó de la cama riendo y moviendo ese culo que sería mío, se dirigió al baño, yo fui detrás de ella pero sólo fue baño y algunos mimos.  A las ocho de la mañana ya estábamos desayunando en el hotel y planificando los lugares a visitar.  Yo me puse una camisa grisacea de manga corta y pantalón más oscuro, calzaba mocasines náuticos, ella llevaba una remera ajustada que dejaba adivinar sus pechos altivos y duros y el shorcito de jeans que dejaba parte de las nalgas al descubierto, calzaba zapatillas deportivas.

Luego de desayunar se prendió de mi brazo y nos fuimos a la cochera a buscar al coche, la playa de Ipanema prácticamente desierta a esa hora era para caminar un rato admirándola y disfrutarla.  Así lo hicimos y la caminamos por un rato como si fuéramos dos novios, después se le ocurrió que teníamos que ir al Pan de Azúcar y admirar todo por medio del funicular y luego al Cristo Redentor , quería subir caminando por el sendero porque había partes prácticamente de plena selva, luego almorzaríamos allí arriba y bajaríamos en un taxi hasta dónde habíamos dejado nuestro auto.  Después al estadio Maracaná y después y después…

Le dije que no podríamos todo, de hecho, subir al Cristo nos llevaría mucho tiempo y pareció medio desilusionada.  La solución la dio un folleto colocado en el parabrisas del auto, “Visite Río en helicóptero, treinta minutos de recorrido por todos los lugares turísticos de Río de Janeiro” .  Le dije que en lugar de volvernos locos por ir a tal o cual lugar yo le daría una sorpresa pero tendría que bancarse la que fuera, me aseguró que se bancaba cualquier cosa y sin decirle para que, nos fuimos al helipuerto.

Cuando llegamos, no lo podía creer, estaba temerosa pero a la vez, con muchas ganas de vivir la experiencia, yo no lo decía pero nunca había viajado en helicóptero aunque me encantaba la idea.  El tema fue que pasamos una media hora de ensueño o más recorriendo montones de lugares que no podríamos recorrer en tan sólo dos días de estancia en el lugar.

Al terminar el recorrido y una vez en tierra firme, aunque era casi la hora del almuerzo, me abrazó echándome los brazos alrededor del cuello, me besó con pasión y me pidió de ir a tomar algo para relajarse de toda la experiencia.  Tenía razón había sido una experiencia emocionante y estaba muy contento de haberla pasado con ella.

Cerca de las dos de la tarde y luego de haber almorzado muy bien atendidos y comidos en un restaurant de un excelente nivel, comenzó a joder de nuevo con el tema de subir hasta el Cristo Redentor por el sendero selvático, decía que nos ayudaría a bajar la comida y que valía la pena verlo de más cerca y la verdad es que verlo del helicóptero había resultado imponente, estar a los pies de esa construcción debía ser algo majestuoso y bien valía la aventura, mucho más con ella que te contagiaba de alegría y ganas de realizar lo que se propusiera.  Así y todo, para joderla un rato le dije:

  • Te voy a dar el gusto, vamos a subir y te voy a acompañar pero cuando regresemos, aunque grites o patalees, te voy a romper el culito hasta que lo convierta en mi amigo para cuando yo quiera.
  • Jajaja, es lo que más quiero, no te lo voy dar cuando caminemos por el sendero porque no podría seguir pero ganas no me faltan.

Con ese espíritu alegre nos fuimos al Parque Lage desde donde comenzaríamos el trayecto, lo que no sabíamos en ese momento era que no podríamos llegar a ver al famoso Cristo Redentor .  En el lugar, más que bonito por cierto con edificaciones tipo europeas, un majestuoso parque rodeado de palmeras y vegetación tupida, confiterías, hoteles y comercios, comenzaba el tan famoso sendero y abundaban los promotores de turismo ofreciendo guías y formando grupos para realizar la travesía.

Uno de esos en particular se puso un tanto cargoso hasta que de mala manera tuve que decirle que lo haríamos solos disfrutando del paisaje y de nuestra mutua y adorable compañía, esto lo dije en voz alta dirigido y mirándola con picardía a Gisela por lo que había dicho que tenía ganas de hacer cuando nos internáramos un poco en la vegetación.

Un grupo de unas ocho personas se aprestaba a salir y mientras comprábamos agua, unos emparedados y algunos suvenires le dije que los dejara que se fueran, nosotros, acorde a lo prometido, lo haríamos solos…

  • Vos te querés aprovechar de una inocente “coloradita” a la que le encanta la idea, -me dijo abrazándome y riendo-.
  • Que no te quepan dudas, quiero escucharte gritar para que se espanten y escapen pájaros y monos y pedir por más con cara de placer , le contesté.

Estábamos pasándola fantástico y yo me sentía muy bien porque Gisela disfrutaba de momentos que ni siquiera esperaba cuando empezó este viaje sorpresivo.  Habíamos caminado a buen ritmo por casi quince o veinte minutos, abrazándonos, riendo, jugando, tocándonos y disfrutando de la vegetación que, por tramos era bastante espesa.  Habíamos pasado una hermosa cascada y en esos momentos aparecieron dos tipos saliendo desde la espesura por delante y otro lo hizo por detrás, los tres de color aunque de distintos tonos de oscuro, el mayor de ellos rondaría los treinta y los dos restantes en los veinte años o un poco más.

Los que aparecieron por delante nos gritaban y amenazaban con un cuchillo de los que se usan en supervivencia, atemorizante y de grandes dimensiones, otro portaba una navaja y el restante, el que parecía más joven y estaba atrás tenía una cachiporra de unos veinte centímetros.  Por lógica, nos exigían el dinero, la mochila y los celulares, yo me quedé quieto y maldiciendo porque por toda la jarana con Gisela no me había permitido “escuchar” nada de lo que pasaba alrededor, ni ahora ni cuando estábamos rodeados de gente y sólo atiné a preguntar quién los mandaba.

Todo sucedió en segundos, mi quietud obedecía a la presencia de mi compañera, no podía ni debía reaccionar y metí la mano en el bolsillo para darles el dinero, Gisela gritó al darse cuenta de lo que pasaba corrió volviendo sobre sus pasos, él que estaba atrás la tomó del brazo y le aplicó un golpe en la cabeza que abarcó parte de la cara y la sien, cayó como una bolsa de papas, totalmente desmadejada, me arrodillé rápido a su lado para intentar que reaccionara pero estaba como muerta y sólo noté una respiración leve.

Así, estando en esa posición y al no haberles dado el dinero, con Gisela desmayada que no podía ver ni escuchar, se acercó uno a patearme, el surco que le quedó desde el muslo, pasando por su entrepierna y luego por todo el cuerpo hasta levantarlo con las garras incrustadas en su quijada paralizó a los otros dos que ni siquiera gritaron.  Al de la cachiporra lo jalé tan violentamente del brazo que se lo arranqué desde el hombro y luego lo rasgué profundamente desde el hombro hasta la cintura, todo con el consiguiente desparramo de vísceras e intestinos.

El tercero quiso huir y las garras bajaron desde su cabeza, pasando por su nuca y toda su espalda dejando su columna al descubierto.  Todo sucedió en muy pocos segundos o escasos minutos, los suficientes como para ensañarme con los tres, hasta ganas de masticarlos tenía y para llevar luego los cuerpos unos treinta metros o más y esconderlos debajo de un tupido follaje, quedaron como enterrados debajo de las ramas y los helechos y ya, vuelto a la normalidad, regresé al lado de mi compañera que seguía desmayada.

La levanté en brazos y regresé a la cascada para tratar de hacerla reaccionar con agua fresca, allí me di cuenta que mi camisa eran harapos y estaba prácticamente bañado en sangre, la ropa de Gisela estaba igual, por el corte que tenía sobre la ceja y por la que yo le transmití al levantarla.  El agua fresca comenzó a reanimarla y aproveché para lavarme, lo cual hice metiéndome en el agua.

Salí del agua cuando la “colorada” recuperaba algo de conciencia y se tomaba la cabeza asustándose con la sangre y con el tremendo bulto que tenía sobre la herida.  Comenzó a llorar preguntándome si estaba bien, quería saber que había pasado con los tipos y por qué tenía la camisa toda rota y manchada.  Le contesté que había forcejeado y peleado con ellos y habían escapado, que la sangre era de uno al que le reventé la nariz y mucha era de ella cuando la trasladé hasta la cascada.

Después de la “mentira piadosa” le pedí que se quedara tranquila y la ayudé a acercarse hasta el agua para que se lavara un poco, mientras ella lo hacía, lo llamé por teléfono a Tai , le pedí que se vinieran urgente al lugar, le expliqué donde estábamos y que trajera un botiquín de primeros auxilios y ropa para mí y para Gisela , que nos habían querido asaltar y ella estaba golpeada en la cabeza.

Sólo quedaba esperar y sentado al lado le pedí que se sacara la remera, me miró como interrogándome y le respondí que era para mimarla, la prenda salió con cuidado por sobre su cabeza y la utilicé para mojarla cada tanto y colocársela sobre el golpe y la herida.  Le hacía chistes, conversaba de bueyes perdidos, le decía que ella había hecho todo a propósito para no darme el culito, la besaba, la acariciaba y me maldecía íntimamente por no haber tomado precauciones, fundamentalmente, atendía lo primordial y me esmeraba por no permitir que se durmiera, tenía presente que ante un golpe en la cabeza de esas características no hay que dejar dormir al paciente.

Tardaron más de cuarenta minutos que fueron eternos, aparecieron los cuatro y de inmediato las mujeres se pusieron a atenderla, Kaila la inyectó, creo que con un antiinflamatorio, limpiaron, desinfectaron la herida y la vendaron cruzándole la venda y tapándole inclusive el ojo que tenía semi-cerrado por el hematoma extendido.  Las chicas cruzaron las manos para que se sentara en ellas, Gisela cruzó los brazos por sobre los hombros de las dos y nos volvimos.

Me quedé un poco atrás con Tai y le dije que el sólo fuera hasta el lugar y se fijara si los cuerpos habían quedado bien ocultos y tapados, nosotros seguimos caminando.  Nos alcanzó como a los trescientos metros y me miraba pensando e imaginando que el YAOGUAI había aparecido con toda su intensidad y muy enojado como para provocar tanta cantidad de daños y saña con que había destrozado a esos tres tipos.

Luego de que las chicas se cansaran, la posta la tomó Tai que cargó a Gisela como si fuera una muñeca y la llevó algo así como acunándola.  Aproveché la ocasión para decirle a Roberto que uno de los tipos me había informado que quién los mandaba a asaltar a los turistas que caminaban solos era un tal Joao y era quien ofrecía los guías a los visitantes para hacer el recorrido, le pedí que cuando llegáramos al lugar, muy discretamente, se encargara del tipo, me contestó que me quedara tranquilo, que no se enteraría nadie, salvo el propio interesado y también el por qué.

Kaila se arrimó a mí y me dijo que había que llevarla a Gisela a una Clínica para que la cosieran y para que le sacaran radiografías y además le realizaran una tomografía a fin de descartar problemas.  Estuve de acuerdo y le pedí a las dos que lo hicieran en la mejor Clínica privada que encontraran y que si preguntaban, había sido asaltada cuando caminaba por los senderos del Pan de Azúcar , que no nombraran el sendero al Cristo y que no era necesario hacer la denuncia.  Yo lo esperaría a Roberto y luego me iría con Tai hasta donde ellas me dijeran.

Tomamos un café con Tai en uno de los bares, allí me comentó que los cuerpos estaban a buen resguardo y difícilmente serían descubiertos antes de tres o cuatro días, también que se había fijado que no había cámaras en las inmediaciones, quería hacerlo pero, no se animó a preguntar más, le di las gracias y esperamos a Roberto que luego de un tiempo de espera había seguido al tipo hasta los servicios de hombres, al poco rato salió diciéndonos que ese tipo no mandaría más a nadie a robar turistas, no quiso tomar nada y nos fuimos, él sólo, Tai lo hizo conmigo.

Ya teníamos la dirección de la Clínica y nos trasladamos todos para allí, afortunadamente, no había problemas óseos y “los patitos” los tenía todos en línea, la tomografía había salido bien, le dieron ocho puntos en la herida sobre la ceja y le pusieron la venda sólo en esa parte de la herida, los anteojos de sol disimularon en parte el ojo cerrado y era hora de volver a casa.

Nadie puso ningún tipo de objeciones y volvimos al hotel para prepararnos.  Ya en el mismo el conserje no sabía cómo atendernos y se ponía a nuestra total disposición para enviarnos un médico a la habitación o una enfermera, le agradecimos pero enfatizamos en que ya estaba bien y correctamente medicada.

Cuando iba a llamar a Gustavo , el piloto, Kaila me preguntó si no sería mejor pasar la noche en el hotel y no arriba del avión, entendía que la adrenalina por el viaje sumado a lo que le había sucedido podría ser contraproducente, estuve de acuerdo con ella y decidí que viajáramos en la mañana del día siguiente y así se lo comuniqué al piloto quien me dijo que para las nueve de la mañana tendría todo listo para emprender la vuelta.  A mí también me vino bien, Kaila se quedó en la parte de la suite con Gisela y yo me “desmayé” apenas puse la cabeza en la almohada.

Más tarde fue la cena con los seis juntos en el restaurant del hotel, Gisela se sentía bien y no se quiso privar de conocer un restaurant tan lujoso, allí comimos muy bien y de verdad que nos encantó, a ella y a mí pues no lo habíamos conocido, a los postres o luego de estos, les dije a todos que “usaran” como mejor les venía en gana lo que les quedaba de la noche, yo prefería irme a dormir temprano, la charla telefónica que hacía un rato había mantenido con Chao me auguraba una tarde movida no bien llegáramos a casa.

De hecho, la empresa había quedado acéfala y faltaban dos Directores importantes, el Presidente, el Director de Relaciones Públicas y el de Finanzas habían “desaparecido” sin dar explicaciones, Gisela dijo que ella se quedaba un rato conmigo.  Los demás, no sé, sólo sabían que teníamos que estar listos a las ocho de la mañana.  Dormimos juntos y abrazados porque Gisela lo pidió pero no pasó de ahí.

A las nueve y cuarenta de la mañana decoló el avión y ya el panorama y el paisaje fueron distintos.  Los miembros de la tripulación se asombraron por la venda y la cara negra y con tonos de azul y verde de Gisela y ella, con toda desfachatez contó su propia historia del asalto diciendo que les quiso hacer frente y le habían pegado con un palo pero que alcanzó a ver que los delincuentes recibían unos buenos golpes, incluso que yo le había roto la nariz a uno y corrieron asustados.

Tai me miraba y se reía a viva voz sin explicarle a nadie el por qué, fue la primera de las muy pocas veces en que lo vi reír al chino.  Casi a las tres de la tarde terminamos con los trámites y nos despedimos de la tripulación, nos fuimos todos en la camioneta hasta la casa nueva.

Había un montón de gente trabajando y se veía todo muy adelantado y con modificaciones evidentes en el parque y en el frente que estaba quedando resplandeciente.  Aquí, además de los saludos, fue otra romería de preguntas sobre lo sucedido. Cielo la abrazaba a Gisela y me preguntaba a mí sobre lo que había pasado, yo lancé una carcajada y le contesté.

  • Tu amiga, que ya sabés como es con los amores repentinos, se agarró a trompadas con una “garota” por los favores de un negro grandote y salió perdiendo.  Ya no le van a quedar ganas de correr detrás de algunos hombres.
  • ¡Giselaaaaa!, ¿cómo es que hiciste algo así, estás loca?
  • ¡Gonzalooooo, no le mientas!, te está haciendo una broma, no le creas nada, esto es porque me quiso llevar al medio de la selva y nos encontramos con los indios.

El estado de ánimo, la energía y la alegría de Gisela había retornado e hizo desatar las risas de todos, Kaila , Siara , Roberto y Tai , riendo se agarraron la cabeza y salieron para el lado de la pileta de natación diciendo que no se podía con ella.  La “colorada” quería y se hacía querer hasta por los más rudos. Zulma nos ofreció un refrigerio, me preguntó en voz baja si me sentía bien pero Patricia y Virginia no me dejaron contestar, querían mostrarme los muebles que habían comprado y como los habían ubicado, lo mismo opinó Zulma con su cocina nueva.  Les respondí que sólo vería los de mi habitación porque quería tener una conversación telefónica con Chao .

Los dejé allí y Carlos me acompañó para mostrarme la habitación y para saber si quería hacer alguna modificación.  Ni ahí, estaba espectacular, la cama grande con las dos mesas a los costados y la luz que se prendía y/o se apagaba desde la entrada o desde un tablero con varios botones al costado de la cama, casi me tiento para averiguar para que eran tantos pero lo dejé pasar, ya sabría para que eran, el vestidor y el baño con sanitarios nuevos y modernos no daban para cambiar nada.  Así se lo hice saber y se retiró contento.

Chao me hizo saber del agradecimiento del Director General del Estudio y Jefe del Clan Familiar de la familia más grande de todas, a él recurrían, como en el caso anterior, cuando surgían problemas, también me hizo saber que la familia de Brasil había cumplido con mis pedidos y que no tenían noticias de la banda en cuestión.  Di por sentado que nadie había podido ver hacia adentro de la casa y los cuerpos no habían sido descubiertos, además, ya nos habíamos fijado, ningún periódico de Río dio noticias relacionados con muertos en Parque Lage .

Dicho esto, me comentó que había dado curso a las renuncias del Presidente y los Directores faltantes y había cubierto transitoriamente los puestos con los que les seguían en el organigrama de la empresa, aunque sabían todos que la permanencia quedaba a mi criterio.

Me comentó que mi familia estaba muy bien y adaptada al nuevo hogar y a la gente del lugar, el Equipo de Investigaciones ya estaba instalado y trabajando en los casos y por ahora no le habían pasado novedades.  Me dijo que Raúl ya había mudado todo lo que tenía de Informática a la Agencia de Detectives y se había acoplado muy bien con todos los integrantes del equipo.  De los demás integrantes de mi propio equipo no me dijo nada, eso era algo que me competía solamente a mí.

Por el momento no quedaba nada más por hacer allí, le dije a Chao que volvíamos al loft y me despedí cortando la comunicación.  Hablé un rato con Cielo que ya tenía todo en funcionamiento y le dije a Gisela que, a solas, la pusiera en antecedentes de toda la operación.  Nos despedimos con la promesa de regresar muy pronto para instalarnos definitivamente.

Continuará…

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