El demonio de nombre extraño. (21)

Al llegar a destino luego de un viaje placentero, los “espías” tuvieron su merecido y Siara es testigo del Poder que porto, ya de regreso se imponen aclaraciones posteriores a un paseo por la ciudad.

CHAU ESPÍA - PASEO Y ACLARACIONES.

Mao atracó el yate en un muelle que tenía tres surtidores, tocó la bocina y apareció un nativo del lugar con evidentes signos de haber estado durmiendo, saludó con amabilidad al chino y colocó las tres mangueras en distintas bocas que tenía la nave.  Nuestro piloto bajó con la hermana y Tai , se metieron en una edificación aledaña y salieron al poco rato con dos bidones grandes de agua y una bolsa enorme que llevaba mi custodio cargada en la espalda.  La bolsa que seguramente cualquier otro no podría cargar iba sobre la espalda del colosal chino como si fuera una mochila de escolar y llevaba en cada una de sus manos los bidones.

El chino más joven se encaminó a pagar el combustible y Maylín caminaba un paso por detrás de Tai que, dejando de lado las costumbres arraigadas de su raza, la hizo caminar por delante y fue un gesto que me agradó tal como le agradó a la joven que le respondió con una sonrisa y se ubicó dónde él quería.  Todo fue muy rápido y dejé de mirar por la ventana, quise ver más pero salvo el muelle, la edificación iluminada, dos palmeras y el contorno de lo que parecían sierras a lo lejos, sólo divisé una oscuridad absoluta, así que me volví a despatarrar en la cama, solamente recuerdo que se encendían los motores del yate y reanudábamos la marcha.

Cuando salí a la cubierta de la terraza del barco estaba a pleno la luz del día, eran las nueve de la mañana, me había despertado antes por el encendido de los motores porque habíamos parado a repostar nuevamente y ahora sí pude ver desde mi ventana parte de esa isla con algunas casas diseminadas y una vegetación abundante, plagada de palmeras y una pequeña pero pintoresca playa de arenas casi blancas.

Me di una ducha con agua de mar y me dispuse a desayunar, salí de la habitación y estaban tomando sol las tres más chicas junto a la espectacular africana, las saludé tratando de fijar la vista en sus cabezas, la negra, las dos rubia y la pelirroja me dieron los buenos días felices de la vida de estar allí, casi desnudas, brillando por las cremas utilizadas para el sol y haciendo de lagartos.

Al bajar las escalerillas saludé a tres de los muchachos y a Zulma que me preparaba el desayuno a base de una variedad de frutas y jugos. Kaila , Maylín y Tai estaban descansando y antes de sentarme a comer me acerqué a la cabina para preguntarle a Mao como iba todo y cómo se encontraba él, me contestó que estaba perfecto y que estábamos haciendo un buen tiempo pues en nueve horas habíamos hecho casi setecientos kilómetros.

Lo dejé y fui hasta la mesa mirando a Zulma , decididamente, ya no era la misma mujer que salió de casa y lo demostraba en sus gestos, en la alegría de sus movimientos y en el cuerpo que exhibía, apenas tapadas sus partes pudendas por una tanga mínima de color rojo fuego que llamaba a admirarla.  Mi mente calenturienta imaginó que a ese paso, juntando hombres atractivos y mujeres semi desnudas el viaje se convertiría en una bacanal y por ello me dediqué a sondear la mente de cada uno de ellos.

Al rato me quedé tranquilo porque no aparecía ni una connotación sexual en ninguno de los varones que eran los que me preocupaban.  Tomaban la semi desnudez de las chicas como algo normal y salvo alguna que otra admiración, no pasaba de allí.  Con las mujeres era distinto, diferenciaban bien entre unos y otros y todas querían volver a probar al “patrón” aunque se cuidaban bien de demostrarlo abiertamente.

Ya totalmente tranquilo y relajado, luego de desayunar y casi almorzar con lo ingerido, me dejé estar sobre una reposera para tomar algo de color “caribeño” .  Bastó que Zulma regresara de la cocina para que me mirara y fuera nuevamente hacia adentro, regresó con un pote de crema bronceadora en las manos y me pidió que me extendiera boca abajo.  Decirle que no era necesario no fue óbice, me contestó que no fuera caprichoso, “éste no es el solcito de casa” , -dijo- y se aplicó a la tarea de embadurnarme la espalda, los brazos y las piernas.

Después de terminar por la parte trasera me pidió que me girara y me extendió la crema por todo el torso con el abdomen incluido y al decirme que me pasara en la cara la miré, le brillaban los ojos de la excitación y el aroma que llegó a mi nariz era inconfundible.

-  Zulmaaaaa, sos terrible, me estás pasando un poquito de crema y te “subís a la moto”.

-No seas malo, ¿tanto se nota?, te juro que trato de pensar como corresponde pero… debo tener alguna neurona pervertida, quizás varias, jajajaja.

-  Ustedes me van a agotar, -dije sin pensar-.

-Me parece que ya estoy envidiando a alguien…

No la dejé terminar, le dije que se dejara de pavadas y que se fuera a ver que nos iba a hacer de comer, se lo dije sonriendo y se fue dándome la espalda y moviendo el culito tentador.  Ya se acercaba el mediodía y el sol parecía calcinarte, por lo menos a mí, nunca había sido mi fuerte eso de ponerme a tomar sol, me sentía como pollo al spiedo.

Nos acercábamos a una isla bastante grande para cargar combustible y le pedí a Mao que viera la posibilidad de tomarnos un par de horas para estirar las piernas y mojarnos en el mar, me contestó que ya lo había pensado y para que no cocinaran en la incomodidad del yate había pedido por radio que les prepararan la comida para llevárnosla pero, al quedarnos podríamos comer en el lugar y nos recomendó que usáramos zapatillas hasta para meternos al mar y que nadie tocara a erizos, medusas, pulpitos, cangrejos u orugas de mar.

Todos se habían acercado al borde y Gisela preguntó el por qué de las zapatillas, “porque las playas son casi vírgenes, suele haber de esos animalitos y si te rozan la piel o te lastiman, vas a estar en un grito y con fiebre elevada hasta que volvamos a Cartagena , más vale prevenir”. De más está decir que nadie se sacó las zapatillas hasta volver al yate.  El lugar era paradisíaco, tal como suele verse una típica isla del Mar Caribe en fotos o películas.  Nos recibieron en el muelle, de sólo unos veinte metros, un poco más de treinta personas, la mitad de ellos eran chicos y chicas de unos seis a doce años.

Mao le pidió autorización para descender a quien parecía ser el Jefe o Encargado o Autoridad del lugar y nos lo concedió de inmediato.  Los hombres nativos, unos seis, fueron reticentes para acercarse pero las mujeres y los chicos nos rodearon de inmediato.  Hablaban el idioma Inglés que parecía sacado del manual de habla inglés, hasta con su mismo tono y afectaciones.  Según nuestro piloto, así lo habían aprendido hacía muchísimo tiempo y así se transmitía entre ellos.

Había mucho de Inglaterra en gran parte del Caribe , de hecho los billetes del “Dólar del Caribe” del Este o el Oeste tenían la imagen de la Reina Isabel II y algunos del barco de Sir Francis Drake , el famoso corsario inglés.  Sabiendo que nos quedábamos prepararon rápidamente una mesa larga y debajo de palmeras nos hicieron sentar para servirnos, Maylín siendo previsora había bajado platos y cubiertos del barco.

Apenas bajamos del yate nos convidaron con una bebida refrescante a la que le llamaban “agua pamela” , tenía distintos colores entremezclados y resultó maravillosa y adictiva, luego ya sentados nos sirvieron casi a la carta y probamos todo lo que nos ofrecieron.  Comenzamos con el “puré Cayeyecon camarones”(es banano verde que se cocina en una concha y luego se aplasta, se lo suele mezclar también con otras comidas) , seguimos con  “ Sancocho” de mariscos y pescado que es un tipo de sopa, nos sirvieron “estofado de cabra” y terminamos con trozos de cerdo asado rociado con “Atollabuey” que es una especie de crema de leche o nata que se utiliza con variadas comidas, el “agua pamela” no faltó y daba gusto acompañar las comidas con esa bebida.

La que estaba enloquecida con todo esto era Zulma y hacía que Siara le preguntara a las mujeres cuales eran los ingredientes y como se preparaban esas comidas, en definitiva, todo dato que le sirviera para hacerlas en casa. Maylín se reía porque le decía que en Cartagena podía comprar un libro de cocina con todos esos platos detallados y la chef insistía en que allí eran más ricos y sabrosos.

Luego de comer y los hombres degustar un excelente ron mientras las mujeres disfrutaban de la playa, sacaban fotos, filmaban, se metían al mar y de pasarnos como tres horas allí, continuamos nuestro camino. Mao me comentó que se nos había caído el promedio y le hice saber que no importaba, yo quería llegar a la zona cuando ya era avanzada la noche, me contestó que siendo así, regularía la marcha.

Maylín se hizo cargo de la conducción de la embarcación y Mao durmió hasta la hora de la cena.  El viaje transcurrió sin ninguna novedad importante, esa noche después de cenar frugalidades dormimos todos como lirones, el día fue similar y nos alegraba muchísimo disfrutar de las vistas que nos ofrecían las islas en que repostábamos, aunque todos reconocíamos que nos sería imposible acostumbrarnos a vivir en esos lugares, a no ser que fuera por caso de causa mayor, naufragio, por ejemplo.  Llegamos a las inmediaciones de la isla Barbuda en las primeras horas de la noche, con la suerte de un cielo nublado y sin luna.

Esperamos como hasta la una de la mañana para llegar hasta la playa con un bote de goma grande, plano y con motor fuera de borda que nos llevaba cómodos a los siete, hasta que eso ocurrió habíamos quedamos anclados como a mil metros de la costa y todos aprovecharon para controlar su vestimenta, el armamento y los visores térmicos que usarían, lo único que les recomendé era que trataran de evitar muertes, no importaban si los que estaban en la isla resultaban heridos, yo los necesitaba vivos y le ordené a Kaila que se quedara junto a la lancha esperándonos, no dijo nada pero me agradeció mentalmente que no la expusiera.

Había varias cabañas que estaban separadas por unos cincuenta metros cada una y de acuerdo a las fotos obtenidas por Cielo y Gisela cada cabaña estaba separada de la playa por una primera línea de palmera y tres o cuatro metros después otra línea más, finalmente estaban las cabañas.  Entre éstas y las palmeras había un claro de aproximadamente diez metros que estaba cuidado como parques o jardines y cada casa tenía una pequeña rampa de acceso desde las palmeras a la playa.  Nosotros teníamos la seguridad que nos había dado el satélite respecto a las dos cabañas que utilizaban ellos.

En una convivían el “gigoló espía” y el ex presidente de la empresa que se había fugado cuando se descubrió que filmaba y chantajeaba a quienes ocupaban los departamentos que él les alquilaba.  Los dos pasaban la información que lograban a un país extranjero y en la otra se alojaban los dos custodios descubiertos como agente de los servicios de inteligencia del país al que los espías le entregaban los datos obtenidos.  Estos serían los primeros a los que había que sacar de circulación porque, aunque se tomaran precauciones los “espías” no revestían o no revestirían peligro alguno.

Roberto , el ex Navy Seal, conducía la lancha y apagó el motor unos cuarenta metros antes, la dejó que se deslizara hasta la playa con el impulso y unos cinco metros antes de la arena levantó el motor para que la hélice no tocara el fondo, no había olas importantes y el gomón se deslizó hasta casi quedar completamente afuera del agua, la oscuridad en el lugar era total. Roberto , Tai , Siara y yo, nos fuimos por detrás de las palmeras para luego pasar entre ella y quedar enfrentados a la casa de los custodios.  El mexicano cubrió la parte trasera y no hubo necesidad de forzar la cerradura pues cuando Tai se aprestaba a hurgar en ella, Siara hizo señas de silencio y la abrió sin que hiciera ruido.

De inmediato pensó, “me imaginaba, no hay ladrones y si tienen que salir corriendo, no pueden perder tiempo, abriendo la puerta con llave” , Tai sólo tenía la mente puesta en ubicar a los dos tipos.  Quedó claro que no hay seguridad perfecta y relajados en este lugar paradisíaco jamás se esperaban despertar con la boca de una pistola con silenciador apuntándoles a la cabeza. (Siempre pensé que, aunque las excepciones existen, no es lo mismo un ruso o un alemán -por nombrar a algunos- realizando una custodia que un latinoamericano) .

Dormía uno en cada cama y no llegaron a tocar las armas que estaban sobre una mesita, al lado de un radio de onda corta, la habitación no era muy grande y Roberto ya se había ocupado de revisar todo, no había nadie más. El custodio chino les puso las manos atrás y los esposó a ambos, un trapo en la boca a cada uno y selló la misma con cinta plástica gruesa.

Las linternas apuntaban directamente a ellos y el chino se había sacado el visor nocturno de los ojos.  Les pregunté dónde guardaban la documentación personal y la que enviaban a sus superiores y cuando se producirían sus relevos.  Uno no decía nada, el otro negó con la cabeza y Roberto se sonrió sarcásticamente diciéndome que tenían la boca tapada. “Ya lo sé pero… me lo dijeron con los ojos, fijate en al armario más chico, el tercer cajón tiene un doblé fondo” .

Siara sólo se sonrió y lo ayudó a Roberto a guardar todos los papeles en una mochila de cierre hermético, éste además encontró dos pistolas nuevas de fabricación rusa, resultaron ser de última generación, no estaban ni siquiera homologadas ni tenían número de identificación, sólo la marca, “STRIZHL” , eran calibre 9 mm pero la bala era más grande que las comunes conocidas y llevaba una pequeña linterna debajo del cañón.

Las que estaban sobre las mesitas de luz eran también rusas pero marca “MAKAROV”. Tomó las nuevas junto a seis cajas de municiones y cuatro cargadores llenos, dejó las que estaban sobre las mesas, “se las voy a llevar a Andrey , le encantan las pistolas rusas” , -dijo-, asentí y las guardó junto con los papeles.

-  Roberto, andá con cuidado y fijate que pasó en la otra cabaña, nosotros nos vamos enseguida.

No bien salió, me dirigí a Siara porque llegaba el momento de eliminar a los dos tipos que nos miraban con los ojos bien abiertos y más que temerosos por lo que podía ocurrir, le pedí al chino que los sentara en una cama y desnudos como estaban, los sentó juntitos.

-  Ahora viene la parte que impresiona, hay que eliminarlos, Tai ya conoce como lo hago porque es la persona en quien más confió, la otra sos vos, espero que no te impresiones y recordá, sin preguntas.

-No hay problemas, ya he visto demasiado y si querés lo hago yo.

Había pasado por guerras territoriales o ataques tribales en que la sangre, los cuerpos desmembrados y la tortura era casi cotidianos pero lo que pasó después de que yo hablé no se lo hubiese podido imaginar nunca, ver cómo, en segundos, los dos tipos se consumían a la vez hasta quedar reducidos a un montón de piel, de ser personas a sólo “cosas” en un abrir y cerrar de ojos no era de este Mundo, ni siquiera era imaginable, sin sangre, sin gritos desgarradores, sin movimientos de defensa.

Hizo un esfuerzo sobrehumano para no gritar y salir corriendo pero mentalmente si lo hizo, gritó como si la estuvieran desollando viva.  Lo que no pudo aguantar fue la tremenda arcada que no se convirtió en vómito por obra y gracia de su exagerado auto control.  Retrocedió como si hubiera pisado un cable eléctrico y se apoyó en una de las paredes llevándose la mano a la boca.

Tai y yo nos mirábamos y hubiéramos jurado que la africana había cambiado de color.  Enseguida el chino procedió a meter las pieles dentro de una bolsa negra de material degradable que había llevado consigo.  Terminado esto, guardó las esposas, los celulares de los tipos y hasta los pedazos de cinta, controlamos y salimos dejando todo tal cual estaba.

En la otra cabaña el panorama era similar o peor porque el ex Presidente o Director General no había podido retener su esfínter y el olor era inaguantable, pegajoso, repelente y eso unido al llanto quejumbroso de ambos que rogaban por sus vidas alegando un arrepentimiento que no convencía.  Previo a mandarlos a todos los demás al bote de goma, nos quedamos nuevamente con la africana y el chino.

Tuvimos suerte, los tipos anteriores me habían hecho saber que el relevo era en dos días y “escuchando” al “gigoló espía” pude saber que la información que nos interesaba, con informes, fotos y video filmaciones estaba aún en la cabaña preparada en un maletín para ser entregado cuando llegaran los relevos.  Los que estaban trajeron el dinero para pagar la información, controlaron que era la correcta y al hacerse el relevo, se la llevaban, lo que le habíamos sacado a los custodios eran copias de todo esto.

Encontramos todo dónde me lo señaló mentalmente, incluido un bolso conteniendo dos millones de Dólares en billetes de baja denominación, requisamos todo pero aún me quedaba más por averiguar, le pregunté al ex presidente si sabía dónde estaban ocultos los otros que escaparon y le fui dictando a Siara los datos que me había dado mentalmente y ahora fue Tai quien, sorprendido, disipó las dudas instaladas desde hacía rato pues hasta ese momento no podía afirmar que yo interrogaba “escuchando” pensar al prisionero.

Lo que me enfureció sobremanera fue enterarme que el tipo pensaba que lo buscaban en Brasil , índice evidente de que la hija del Canciller se había comunicado con él y que éste era un idiota manejable.  Supe cosas de las dos mujeres y de otras más, de la esposa del Vicecanciller no tenía datos pero pensaba utilizar todo lo grabado para que la extorsionaran, era de esperarse y lo dejé pasar.  Con él y con la fuga de información estaban directamente involucradas, la secretaria del Vicecanciller, la secretaria privada del Canciller y la hija de éste, lo que imaginaba que iba a ser un problema difícil de solucionar, máxime con la bronca que yo había atesorado en contra de esa hija de puta mal parida.

En todos los casos había grabaciones de cuando, después de los actos íntimos correspondientes, le hacían entrega de documentación sustraída y le contaban de dónde habían sacado esa información, (eso era importante porque le daba cierta verisimilitud a la documentación presentada) cuando no de arriba o del cajón del escritorio de los Funcionarios y en el caso de la hija, de la caja fuerte personal que el padre tenía en la casa, debido a que había averiguado la combinación, incluso se la contó a él y el tipo me la pasó a mí al pensarla.  Yo tenía a varios “agarrados de las bolas” .

“Lo estoy mirando y no lo puedo creer, para colmo no puedo preguntar ni me animo a hacerlo pero esto no es terrenal” pensó Siara al verme aplicar el mismo procedimiento con estos otros dos. Tai llevó su “bolsita” cargada, volvimos al bote de goma y partimos hacia el yate anclado.  Cuando subimos al barco miré la hora, eran las dos, habíamos tardado sólo una hora, la adrenalina y la tensión te hacían creer que ese tiempo había sido eterno. Mao subió el bote en un periquete, únicamente lo enganchó de los costados y lo subió con un motor hasta que quedó acomodado.  Arrancó despacio y muy pronto estábamos “volando” sobre el agua para regresar a Cartagena .

Los llamé a todos a una reunión, sin Azul porque no formaba parte del grupo “íntimo” y no tuvo problemas porque se quedó charlando con Maylín .  Los felicité a todos, a las Informáticas porque con su información habían podido hacer todo sin riesgos y a los demás por la celeridad y profesionalismo con que actuaron.  Puse el bolso sobre la mesa y les dije que eso les correspondía y que se lo repartieran, luego mirándolos serio les dije: “Estoy seguro que esto le vendrá bien a alguien que tiene que contarles una novedad que yo respeto” .  La “mandé al frente” a Kaila porque su decisión debían saberla todos.

Me fui solo a sentar y mirar las estrellas, las pocas que pude ver porque estaba bastante nublado, me quedé pensando en los acontecimientos de hacía un rato y ni pizca de arrepentimientos por esto.  Renegaba de la supuesta ceguera de la “señora Justicia” porque el pobre e infeliz siempre “pagaba” cuando se torcía y delinquía, en cambio el rico o con influencias siempre “zafaba” y parecía que las Leyes estaban “acomodadas” para no perjudicarlo.

Se hablaba demasiado, la Prensa les daba cabida, los estúpidos o interesados los apoyaban y se hacía y castigaba cada vez menos, no me cabían dudas que yo pondría mi “grano de arena” para cambiar esto.  Me quedé dormido en la reposera, posiblemente aflojándome porque había salido todo bien, no era cansancio porque rebosaba de energías por todos lados.

Los chicos repartieron todo por partes iguales, luego hicieron una “vaquita” y poniendo un poco cada uno Azul recibió “de rebote” cincuenta mil Dólares.  La “petisa” no lo podía creer y daba saltitos, gritaba, reía y lloraba según quien se le acercaba.

Para la vuelta tardamos un poco más y esto fue porque, aparte de bajar en cada isla que repostamos, Mao , cambiando un poco de ruta, nos llevó a otras islas que resultaron más bonitas y pobladas que las que ya habíamos visto y en éstas algo recorrimos caminando, conociendo, filmando y sacando fotos.

Llegamos a Cartagena tres días después, ya era de noche y mientras Tai se despedía de Maylín en un costado yo conversé con Mao para tratar de que me aceptara el pago por los servicios prestados.  La negativa fue absoluta, dijo que se daban por bien pagados por haber compartido esos momentos con los muchachos y las chicas, principalmente conmigo, me hizo saber incluso que estudiaría y se pondría al tanto de los modos y las costumbres ancestrales con todo lo que eso implicaba.

Viendo que no aceptaría nada material de mí me comprometí en lo personal con él para estar y ayudarlo si me necesitaba por cualquier cosa, le reiteré, “cualquier cosa” , incluso por sobre la familia, lo mismo era para la hermana.  Se emocionó y me despidió con un fuerte apretón de manos, la hermana no se pudo aguantar y me dio un abrazo y un beso.

Regresamos al hotel y nos reímos todos cuando pasamos frente a los grandes espejos que había en el hall, parecíamos mulatos, mucho más aquellos cuya pigmentación asimilaba más rápidamente el color bronce caribeño.  Prácticamente nos habíamos “rascado las bolas o los ovarios” durante cinco días y, sin embargo, estábamos “destruidos” .

Las cenas fueron pedidas a las habitaciones y fue, bañarse, cenar poco y “abandonarse” entre las sábanas.  A las diez de la mañana estábamos todos desayunando y comentando sobre lo experimentado en el viaje, todo lo que se podía comentar, por supuesto.  Para variar, la que se “fue de boca” fue Gisela haciéndole una broma a Tai sobre lo acaramelado que se lo había visto.  La mirada del chino fue suficiente para que nadie tocara más el tema.

Las chicas mostraban las fotos que habían sacado, todos opinábamos que eran fantásticas pero, indudablemente, no eran como el “original” .  Yo sabía que eso dependía mucho del estado de ánimo y de los ojos que miraban en ese momento, trataré de explicarlo: estoy seguro que a más de uno le ha pasado de conocer determinados lugares y gozar llenándose la vista con ellos pero… al regresar al poco tiempo al mismo lugar, ya no es igual, hasta los colores han cambiado y la realidad es que no es el lugar, es uno el que lo mira con otros ojos y otro estado de ánimo, esto lo había experimentado incluso con las comidas., de todos modos, no viene al caso.

Yo la miraba disimuladamente a Siara y la africana hacía verdaderos esfuerzos para no pensar nada más que en lo efímero de la charla que teníamos pero… algunos ramalazos de dudas y temores siempre se le escapaban y esto lo había notado también en el viaje de vuelta.  Les dije a todos que tenían dos días libres para disfrutar, ver y conocer todo Cartagena , con la excepción de uno de ellos que me tendría que acompañar a mí, a los demás no les quería ver las caras y que usaran los vehículos porque yo me movería en taxis.  Que ya había decidido quien me acompañaría hoy y mañana elegiría a otro acompañante, sin darles tiempo a pensar le dije a la africana que se preparara para conocer Cartagena conmigo.

Las chicas más jóvenes le hacían bromas diciendo que “tenía coronita” y la “negra” se prendió a las bromas para no pensar en ninguna “película” extraña pero se las “hacía” y como se las hacía.  Demás está decir que no almorzaríamos en el hotel y no habían pasado cinco minutos cuando ya todos “desaparecieron” del comedor.  Yo iba de short, remera y zapatos náuticos, Siara vestía una remera que tapaba los pechos y un poco más de piel, unos shorcitos estampados que dejaban ver casi la mitad de sus cantos traseros y calzaba zapatillas, infartante.

En la puerta del hotel le pregunté a un taxista si estaba dispuesto a pasearnos por toda Cartagena , el hombre, oriundo de la zona, estuvo encantado de la vida y salimos a “hacer turismo” .  Hablé con ella preguntándole y estuvo de acuerdo en no ir a ningún punto determinado, por eso le dije al conductor que sólo nos llevara adónde a él se le ocurría, eso sí, le dije que pasado un poco el mediodía nos llevara a almorzar al lugar más bonito que se le ocurriera.

El tipo estaba en su salsa y nos empezó a hacer de “Cicerone” .  Hizo la que creo que es lógica, nos llevó a la Torre del Reloj , una edificación con grandes arcadas y una torre parecida a las torres de las catedrales de las que vemos muchas y… un reloj redondo similar a muchos también.  Eso era la entrada a la Ciudad Amurallada , en lo que se denomina el Centro Histórico .

Cerca de la Torre se encuentra el Portal de Dulces , que no son más que puestos en que se venden distintos dulces de la zona y que se pueden degustar, en realidad uno más rico que el otro, caminamos un rato por las calles angostas de casas con balcones y pintadas de diversos colores fuertes que las hacen lucir muy pintorescas.

Al salir, el conductor que nos espero nos dijo de ir hasta el Castillo San Felipe de Barajas que se encuentra en el Cerro San Lorenzo o si queríamos ir un poco más lejos nos llevaba al mirador más alto de la ciudad ubicado en el Cerro de la Popa y allí hay varios conventos para recorrer. Siara lo disfrutaba pero no se me acercaba mucho y, en determinado momento le dije:

-  Después me vas a tener que explicar cuando te he tratado tan mal como para que me estés escapando.

-No Gonzalo , jamás me has tratado mal, al contrario y no es que me esté escapando, sucede que todavía estoy impresionada y hay cosas que no me explico.

Me deshice del conductor porque quería hablar tranquilo con ella, le pagué con una generosa propina y nos fuimos al llamado Café del Mar , un hermoso bar y mirador en lo alto, con mesas muy coquetas y desde dónde se podía divisar el mar en un extenso paisaje.  Nos sentamos, nos sirvieron muy bien y hablé:

-  Tuviste la oportunidad de conocer aspectos de mi vida que son muy pocos los que los conocen.  Lo hice porque me merecés toda la confianza y creo habértelo demostrado cuando supiste lo de los pensamientos.

-Si, lo sé y te lo agradezco pero hay un Poder casi maléfico en eso.

-  Jajajaja, te lo explico mejor para que no creas que tratás con el “monstruo de la película”, maléfico puede ser pero es sólo para los malos, con los buenos no puedo usarlo.  No sé cómo pasó ni como fue, lo fui descubriendo de a poco pero eso no cambia a Gonzalo, (era mentira pero no quería explayarme) .  Me lo pasó un chino al que traté de salvar en un asalto, que no sirvió de mucho porque murió a los dos días.

-  Este anciano, antes de morir me hizo tomar un jugo insípido, haciéndome prometer que cuidaría a las familias, lo hice y luego de que murió me heredó todas las empresas y millones y millones de Euros que no podría gastar ni en tres vidas.  Cuando legalizaron todo empecé a descubrir algunas particularidades y las uso para mi beneficio contra los “malos” pero no me aprovecho de nadie que se comporte bien conmigo.

-Es todo un cuento medio macabro y no digo que lo tuyo sea un cuento porque lo experimenté y lo vi con mis propios ojos y con el uso de todas mis facultades pero cuesta acostumbrarse a eso, es espeluznante.

-  Como sea, no es cuento y te puedo asegurar que no tenés porque temer nada, sé perfectamente que no es para andar contándolo ni usándolo a diestra y siniestra pero está y, junto con otras ventajas, mientras dure, me viene bien.

-Me hacía falta esta explicación y quedate tranquilo porque de mí nadie sabrá nunca nada.

Me lo aseguraba de la boca para afuera y me lo enfatizaba mentalmente, hasta el modo de mirarme había cambiado, después pareció que nos atacaba el hambre y devoramos unos platos típicos que nos hicieron chupar los dedos.  Cuando salimos del bar nos quedamos parados en la acera, ella aferrada a mi brazo y los dos pensando que queríamos hacer, sin decidirnos por nada…

-  Tengo dos ideas, una es irnos al hotel y “matarnos” hasta que regresen los demás, es más, si estuviera Zulma la convencemos y la sumamos o alquilamos otra habitación para nosotros solos y la otra idea es disfrutar y conocer todo lo que podamos porque no sabemos cuándo volveremos.

-Vamos al hotel, ya sabés que no me resisto a vos y Zulma no me desagrada, puede que alguna otra vez volvamos a Cartagena .

-  Jajaja, me “hago los ratones” con vos pero… mejor lo nuestro lo dejamos para la noche y nos vamos a otra habitación, ahora vamos a tratar de ver todo lo que podamos.

-Está bien pero no nos va a alcanzar el tiempo…

La dejé con la palabra en la boca, me acerqué a un taxi estacionado en la parada y le pregunté al conductor si conocía a alguna empresa que nos llevara a pasear en helicóptero, (eso me había encantado en Brasil ) , me contestó que había una empresa nueva que hacía recorridos turísticos pero había que ir al aeropuerto, abrí la puerta del automóvil y le dije a Siara que subiera que íbamos a divertirnos y asombrarnos.

Tardamos unos veinte minutos para llegar a la empresa que estaba a metros de los hangares dónde descansaba nuestro avión y contraté un viaje de treinta y cinco minutos para recorrer todo lo que nos podían mostrar.  Fue algo espectacular, no sólo el recorrido por la ciudad en sí sino también por el recorrido que hacía sobre las Islas del Rosario que resultaron ser un conjunto de más de cuarenta islitas chicas, en algunas entraba sólo la casa y un muelle chico, el agua era transparente y desde arriba se podía ver el fondo de corales.

Nos paseó también por la Isla Barú , aquí todo era mucho más grande porque tenía edificaciones, casas de viviendas permanentes, hoteles de categoría, cabañas en alquiler, todo muy montado para el turismo, un lugar bastante importante.  Nos llamó mucho la atención que tenía extensas playas de arenas blancas y también el agua del mar era muy transparente, un destino turístico de ensueño.

Para mostrarle a Siara una formación de corales que se hacía notar desde el aire me estiré y apoyé mi mano sobre su muslo muy cerca de su entrepierna.  Ni lerda ni perezosa me tomó la mano y abriendo las piernas la colocó sobre su vagina cubierta con el short. “No puedo más, cuando termine el viaje vamos un par de horas a cualquier hotel” , -me dijo al oído- y me dieron ganas de decirle al piloto que descendiera.  No sólo fue la mano y lo que me dijo en voz baja, además me tomó el cuello abrazándome y me comió la boca con desesperación, decididamente no volveríamos enseguida al Hilton .

Tomamos un taxi en el mismo helipuerto y le pregunté al conductor por un buen hotel por horas, me contestó que ellos lo llamaban “hotel romántico” y el alquiler de la habitación era por día.  Le dije que estaba bien y nos llevó a un hotel cerca del centro que por fuera parecía una casa colonial, bien arreglada y pintada pero de la época de la Colonia, adentro fue otra cosa y la habitación era espectacular, cama grande, luces de distintos colores, bar, baño enorme con jacuzzi, balcón terraza con una pileta de natación chica, todo esto lo comencé a notar en el primer “descanso” o después de un agotador primer round.  La “pantera negra” estaba con todas las luces encendidas y me atacó apenas traspusimos la puerta de entrada.  Venía mimosa en el taxi pero allí adentro se “convirtió” y me sorprendió gratamente.

Luego del primer encuentro que habíamos tenido y del rato que compartimos con Cielo y después con la esposa del Vicecanciller, se desató completamente.  La escasa ropa que teníamos quedó a mitad de camino entre la puerta y la cama y fue ella la que me abrazó mientras estábamos parados en el medio del cuarto, me besaba con ganas, con pasión, con entrega y con gemidos que me erizaban los pelos de la nuca, yo abrazaba su cintura para que nuestras pelvis se soldaran, mi miembro a pleno era semi abrazado por sus labios inferiores y se deslizaba empapado y rozando el clítoris que parecía latir.  Sin dejar de besarme me tomó las manos para llevarlas hasta sus nalgas y allí me las dejó, ellas y yo lo agradecimos.

Me empujó hasta que apoyé mi espalda en una de las paredes y siempre sin dejar de besarme levantó una pierna, la apoyó en un mueble cercano y se puso de puntas de pie con la otra mientras buscaba que la penetrara en esa posición.  No era la mejor posición pero ella parecía necesitarlo con urgencia y entré hasta la mitad en ese lugar estrecho.  Fueron apenas unos pocos movimientos míos pero la “pantera” movía las caderas y apretaba sus músculos vaginales como para hacerme delirar y logró lo que buscaba.

El orgasmo no se hizo esperar y me apretó fuerte mientras temblaba sin poderse contener y lo gritaba con ganas casi en mi oreja.  Apretando sus nalgas y jugando con su agujerito la dejé que se fuera calmando y me miró sonriendo en una exposición de dientes blancos y parejos, “ni yo misma me creo esto tan perfecto que he logrado contigo, no te imaginás la felicidad de poder entregarme así, sin miedos o  temores” .  No me dejó contestarle, bajó la pierna, dio un paso atrás y me dejó con la pija enardecida, mojada y con frío pero no se olvidó de mí ni de ella, la tomó con la palma clara de su mano y se dirigió a la cama aferrada a esa “manija” , yo detrás y sin chistar.

Me soltó en el borde de la cama, se zambulló arriba de las sábanas y se quedó mirándome con el verde intenso de sus ojos mientras apoyaba el codo en la cama y la palma de la mano en su barbilla, el blanco de las sábanas y el negro renegrido de su piel me produjo una oleada de placer salpicada de ternura que fluctuaba entre las ganas de cogerla hasta desfallecer y acariciarla y mimarla para darle seguridad y tranquilidad.  Supe que estaba “coladísimo” por la negra pero no debía permitírmelo.

“Gonza, ¿te gusta si me pongo así?” , tras la pregunta se puso en cuatro y me miraba torciendo la cara y sonriendo con picardía.  Le contesté en el mismo tono, “dejame ver cómo me coloco porque no entiendo mucho de esto” , “caradura” dijo a la vez que me arrodillaba detrás de su culo y abrazaba sus piernas con fuerza a la altura de los muslos.

El color rosado fuerte casi rojo del interior de su vagina semi abierta por la penetración anterior y el fruncido agujerito marrón me llamaban a gritos y allí zambullí mi boca y toda mi cara.  El gemido profundo de Siara inundó la habitación y pareció flotar en ella prolongándose, se movió desesperada para, en principio, escapar de ese placer repentino y luego para acercarse más como para devorar mi cabeza con esa boca de fuego y jugos calientes.

Energías y fuerzas tenía de sobra y todo movimiento resultó infructuoso, ni avanzaba ni retrocedía, muy rápidamente comprendió quien era el que haría y sin preguntar se abandonó.  Mi lengua y mi boca jugaron lo que quisieron, mordí, penetré, lamí sus labios y tragué todo lo que sus tres orgasmos casi consecutivos me entregaron.  Gimió hasta más no poder y gritó lo que quiso hasta que se derrumbó quedando como laxa y no quedó toda estirada porque yo la mantenía.  Ese fue el primer round, tenía los huevos a punto de reventar pero salí de allí sin intentar ni siquiera penetrarla y fui al bar para servir un par de tragos.

Me senté a su lado y pasé un vaso frío en su espalda y apenas si se movió pero giró la cabeza y me dijo, “sos muy malo” , “Debo serlo nomás, si querés lo dejamos aquí y nos cambiamos” . “Nooo, digo que sos muy malo si no terminás completamente todo lo que empezaste” .  Le di el vaso diciendo que era una “viciosa” y tomó un buen trago como para que la ayudara a recuperarse y se puso seria.

-Gonza, te tengo que decir algo y tomalo como quieras.  Estando a tu lado me siento distinta, es como si fuera una mujer completa y hasta acepto como natural todas las “sorpresas” que me das con tus “cosas ocultas”.  Todos los demás hombres anteriores que me hicieron mal y los posteriores que puedan aparecer dejaron de existir, muy adentro de mí sé que sos el único que necesité, necesito y necesitaré para el resto de mi vida.

-  ¡Epaaa!, esa es toda una declaración.  Te agradezco todo lo que decís Kande y te aseguro que siento muy parecido hacia vos, con la diferencia que las que aparecieron y las que aparecerán seguirán existiendo.  Quizás no lo entiendas o no lo compartas, soy de esa clase de hombres que, respecto a la mujer que se tiene al lado, opina que lo de uno es de uno y no lo comparte con otro, además, ya sabés en lo que puede derivar el que me engañen pero tampoco contemplo el concepto de fidelidad o de la pareja única, aunque no es de ahora, siempre pensé igual, ni hablar cuando aparece algún tipo de imposición, es más, me resbala que se me pueda considerar egoísta.

-  Ese modo de pensar y actuar no puede molestarme, yo tampoco represento el estereotipo de mujer, digamos “común”, soy muy leal pero también muy abierta para entender y compartir los deseos de quien elijo, además, cuando me llamás “Kande” parece como si se me abriera el cielo.  Tampoco pido nada, lo que te digo es sólo para expresar lo que pienso y para que no dudes que quiero estar a tu lado siempre, de paso para recordarte que hay una conchita con poco uso y un culazo dispuesto a ser roto que te esperan.

Era más que evidente que la africana se me había “declarado” y no me desagradó para nada, ya vería que pasaba pero, en ese momento Siara-Kande se había vuelto a poner en la posición del perrito y su culo parecía llamarme a gritos.  Seguía empapada y no hice ningún tipo de preliminar, sólo unos pincelazos de glande por la zona para que supiera lo que se venía.

El glande penetró y escuché el gemido de dolor-placer pero no fue impedimento para que me detuviera, empujé con fuerza aunque lentamente y sentí como todo su interior se iba amoldando ante el paso del ariete, no alcancé a entrar totalmente porque ella me ganó de mano y con un grito de triunfo retrocedió sus caderas e hizo chocar sus nalgas en mi pubis, “movete, movete, hacela saber que es tuya, cogeme, reventame, haceme feliz, me siento en la nubes” .

Ya no pudo decir más, mis movimientos acelerados y continuos de entradas y salidas la hicieron entrar en una cadena de convulsiones que ni siquiera paró cuando cambié de agujero y me hundí en las profundidades de su recto.  El grito de dolor fue notorio y la contracción de su esfínter actuó como momentáneo tranquilizante pero el chirlo con la mano abierta entre sus nalgas y sus caderas hizo que todo se aflojara y me permitiera entrar y salir con ganas, fuerza y velocidad.

De pedir más y más alabando la rotura de su culo pasó a decir incoherencias y a temblar como desquiciada, ya no me aguanté y junto con su enésimo orgasmo la inundé de leche tibia.  Ella se dejó caer rendida y la acompañé en el derrumbe quedando encima y adentro.

Luego de un rato de mimos en la cama nos bañamos y me demostró los progresos que hacía con su boca y a pesar de las arcadas y los retrocesos saboreo su deseada “leche de hombre” .  Secador de cabello mediante quedamos como nuevos y nos fuimos con ella pegada a mí y tomada de mi brazo.  Llegamos en un taxi al Hilton y nos fuimos directo a cenar al comedor, nos sorprendió porque estaban en dos mesas separadas, las mujeres por un lado y los hombres por el otro, cada uno se fue para su mesa de “género” y al sentarme pregunté el por qué de la separación, me contestaron que ellas estaban hablando de “cosas de mujeres” y le habían dado su espacio, no me pareció mal.

Todas las mujeres opinaban respecto del día recorrido y Siara les contó del viaje en helicóptero y lo hermosa que le resultó Isla Barú desde el aire, pareció una especie de detonante porque se acercaron todas a la mesa para preguntarme como podíamos hacer para pasar el día en esa isla y lo llamé a Mao para saber si nos podía llevar a todos a Isla Barú , no puso ningún reparo y se alegró por el pedido, además me dijo que gente amiga regenteaba el hotel más moderno de la isla ubicado junto al mar en la punta de la península, al instante le dije que me averiguara si había disponibilidad para tres días y unas catorce personas, me pidió que aguardara que él lo llamaba por radio y escuché que el amigo le decía que tenía una suite y habitaciones en el resort muy cómodas y muy cercanas a la playa que era privada.

No terminó de explicármelo y le dije que reservara todo, también escuché cuando le dio el visto bueno, le di las gracias a Mao y dijo que nos esperaba a partir de las nueve de la mañana para salir desde el mismo muelle anterior.  Los vehículos podían quedar en el estacionamiento privado de la empresa de su padre y él nos pasaría a recoger en tres días para volver a Cartagena .

El viaje por mar y con su yate duraba unos 30 minutos, ir por tierra implicaba ir a un lugar llamado Pasacaballos , desde allí cruzar el Puente de Barú y continuar para recorrer toda la península para llegar a la punta, estos nos insumiría más de cuatro horas, ni pensarlo, prefería la comodidad.

Después de eso lo llamé a Gustavo y le dije que nos íbamos a Isla Barú nos quedábamos allí tres días y nos volvíamos para irnos, que ellos ya tenían el alojamiento reservado junto al nuestro, me contestó que lo diera por hecho, que dejarían el hotel temprano y nos encontraríamos en el puerto turístico para irse con nosotros.

De allí fui a recepción y saldé la cuenta del Hilton , allí sólo teníamos hotel pago hasta las diez de la mañana siguiente.  Cuando regresé a la mesa me miraban todos expectantes, “se terminó Cartagena, preparen todo, mañana nos vamos temprano a Isla Barú, nos quedamos tres días allí y luego volvemos y nos vamos a Bogotá y a casa” .  Las mujeres arrancaron con sus grititos de alegría y salieron disparadas a preparar todo, los muchachos y yo nos fuimos al bar a tomar unas copas.

Continuará…

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