El demonio de nombre extraño (16)

Lo de Siara fue espectacular, mejor que lo que esperaba. Se impone el regreso a casa y allí me dispongo a cobrar “deudas”.

SIARA - REGRESO A CASA - DEUDAS.

La boca de Siara estaba hecha para besar, los labios medianos parecían querer devorarte pero se prestaban gustosos para mis labios se unieran en una danza de entrechocar de dientes e intercambiar saliva.  Mi lengua recorrían el interior de esa boca candente y su lengua, ancha y gruesa me devolvía las mismas atenciones.  Con las bocas pegadas nos dedicamos a desnudarnos el uno al otro y luego de que nuestros torsos quedaron descubiertos, riendo divertidos pero sin tocarnos casi la piel.

Se dejó caer sobre el sofá y levantó las piernas para que le sacara los jeans elastizados.  Fue una delicia ver aparecer su pubis depilado, apenas más claro que el resto de su piel, no usaba ropa interior y su aroma invadió mis sentidos, entonces saqué sólo un camal de su pantalón y sumergí mi cara en su entrepierna.  La vagina empapada me recibió junto al gritito de satisfacción y al movimiento para dejarse caer ladeando el cuerpo hacia un costado.

Me acomodé mejor arrodillándome y me aferré como desesperado a sus duros muslos pretendiendo que no escapara, apenas es un decir porque levantó una pierna apoyándola en el respaldo del sofá y la otra la dejó que se afirmara en el piso como diciéndome, “hacé a tu gusto” e hice, seguro que hice, la lamí, la chupé, absorbí sus jugos abundantes de sabor agridulce y recorrí de arriba abajo sus labios con mi lengua, aventurándome hasta el tentador orificio de su ano.

El primer orgasmo fue como “apurado” por sus ganas y lo disfruté casi tanto como ella, no pudo apretarme con sus muslos pero sus manos en mi cabeza parecían urgirme para que entrara con mi cara en su interior.  La experiencia no es al pedo y el aire que tomé cuando comencé a sentir sus contracciones me ayudó a sobrellevar el momento.

“Esperá, esperá, ya no más” me pedía mientras se aflojaba tratando de recuperarse, yo seguí en la mía porque el sabor de su flujo parecía haberse endulzado y el “animal”, sin dudas, exigía más de ese icor delicioso.  Además, el clítoris que sobresalía casi un centímetro no había sido tocado por mis labios, apenas lo había rozado con la lengua en un par de pasadas, la respuesta había sido eléctrica y me imaginaba lo que pasaría cuando lo absorbiera con mis labios y lo mordiera suavemente.  La reacción de Siara sobrepasó todos mis cálculos.

Al absorberlo y mordisquearlo con suavidad mientras el dedo pulgar de una mano jugaba en el agujerito negro de su ano fue como si la hubiera enchufado a 220 voltios directos (eso que en EE.UU. se utilizan 110) , dio un salto y elevó la pelvis, la pierna que tenía en el respaldo quedó sobre mi espalda y apretó mi cabeza con sus muslos, podía aguantarla y ni loco me sacaban de allí.  Con el clítoris entre los dientes y moviendo la lengua exprimí su orgasmo lo más que podía recibiendo en la pera y en el cuello un par de chorritos que expulsó como si orinara.

Ya el pulgar estaba dentro de su culo y lo movía como enfebrecido haciendo que se retorciera más, ella no decía nada, emitía unos sonidos guturales fuertes y era porque cuando se lo vió venir tapó su boca con un almohadón y lo mordió ahogando los gritos que tenía ganas de dar. ¡Qué gustazo enorme que fue arrancarle un orgasmo de esas características a semejante mujer!

Me retiré despacio besando su entrepierna y sintiendo los estremecimientos como de escalofríos que esto causaba, al asomar la cara, totalmente mojada, me encontré con su rostro radiante y feliz, “qué me hiciste desalmado, creo que estoy por agradecerle a Dios por haberte puesto en ese lugar” , me dijo mientras me tiraba el almohadón en el rostro y se reía con toda la cara, ojos y mirada incluidos.

Me levanté del piso y me senté en el otro extremo del sofá para sacarme el pantalón y el bóxer, “Noooo, dejame a mí” , me pidió incorporándose y, pisando su pantalón para desprenderse de él, de un par de tirones me terminó de desnudar y tomó mi miembro erecto con sus manos, “hoy va a ser una noche larguísima, placentera pero, mirando esto, creo que va a ser dura” .

La miré como si me estuviera jodiendo con lo que me decía, “no me mires así, estoy hablando en serio, ser negra y alta no implica que pueda recibir lo que fuera, ni todos los negros son tan “grandes” ni todas las negras somos “anchas” .  La corté con un movimiento de la mano como no dándole importancia a lo que decía, me incorporé, le extendí la mano para que se levantara, un piquito en los labios y la abracé para irnos a la cama.

“Esperá, voy a llevar los vasos, creo que los vamos a necesitar” .  Hice algo a lo que no me puedo resistir, la dejé pasar adelante para mirarle el culo, era de ensueño y ni una pizca de grasa que sobrara, todo músculo y un delicioso misterio por descubrir, “¿te gusta?”, me preguntó Siara ladeando la cabeza con la sonrisa a flor de labios.

  • Por mi madre que es el mejor trasero que vi en mi vida y algunos he visto…
  • Jajaja, espero estar a la altura, primero creí que te gustaban más maduros, como el de Zulma o

medianos como el de Patricia , el de Kaila o el mío o jovencitos como los de las tres chicas, ahora me queda claro que te gustan “los culos” y mejor aún, femeninos.

  • No sé de que hablás, mi discreción es intachable e impoluta.
  • Miles de puntos a tu favor pero no te olvides que soy mujer y sé “leer” gestos y miradas de otras

mujeres.  Igual está todo bien, yo no soy “amiga” de las “pertenencias” entre personas.

  • Es bueno saberlo, yo sigo siendo mudo, ciego y sordo como los tres monos del cuadro.  Parece que

tenés ganas de hablar para no darme la felicidad de hacer algo mejor.

  • Tonto, yo estoy deseando que me destruyas pero dejame jugar un rato a mí.

No bien terminó de decir esto me dio un leve empujón y me dejé caer de espaldas sobre la cama y ahora fue ella la que enterró la cara en mi entrepierna para dedicarse a lamer mis testículos, jugó un largo rato con ellos metiéndoselos en la boca y amagando con morderlos, de vez en cuando sacaba la lengua y la pasaba por todo lo largo del tronco.

Con otras mujeres esto no me generaba ninguna excitación, con Siara me “trepaba a las paredes” , era una conjunción, me excitaba lo que hacía y me provocaba un miedo enorme cuando me los mordía suave y me miraba con cara de goce, esa dentadura blanca y perfecta no era para joder con ningún mordisco, yo estaba como en un “éxtasis adrenalítico” , si cabe la expresión.

Le avisé que así me llevaría a una explosión rápida y cambió para meterse todo el glande en la boca, yo me moví como para que entrara más y saliendo se puso un dedo entre los labios y me dijo, “shhhhh” , luego volvió a lo que estaba haciendo y ya no se detuvo hasta que le toqué la garganta mientras ella apretaba su nariz en mi pelvis, se quedaba un par de segundo allí, salía llena de saliva y volví a repetir lo mismo a la par que apretaba mis muslos con las manos.

Entraba con comodidad y salía apretándome con los labios, lo que me provocaba un montón de sensaciones juntas que me llevarían a explotar.  Le toqué la cabeza cuando ya no aguantaba y lo único que hizo es aferrar mi mano entrecruzando los dedos y apretar con sus labios la base del pene.  No pude aguantar más y me dejé ir, fueron tres o cuatro chorros de leche y ella salía unos centímetros para darle un poco de lugar a la garganta, terminó su labor allí dejándolo limpio y sus ojos y toda su cara parecían brillar.

  • Me acabo de dar un gusto que siempre me negué, más que nada porque los hombres con quienes he

estado no merecían eso, tu leche es deliciosa.

  • Me alegro de haber merecido esa confianza, pensé que me consumías.
  • ¿Consumido decís?, sos un terrible mentiroso, mirá como estás, parece que no me hubieras llenado la

garganta de leche.  A ver, decime lo que estoy pensando.

  • ¿De verdad querés que te penetre despacito y estando en cuatro, por dónde yo quiera?
  • Nooo, por favor, voy a tener que aprender a mantener la mente en blanco.  Hacelo despacio, hace

mucho que no hago nada y nunca con algo como “eso”.

No bien terminó de decir esto, se arrodilló en la cama, tiró el cuerpo hacia adelante y me esperó mientras ladeaba la cara y me miraba con picardía.  Ese culo, esas piernas, esa espalda y la cara con que me miraba me pusieron a mil, tanto que me obligué a controlarme para no embocarla de una, a lo tonto y a lo bruto sin pedir permiso pues este no era el caso.

¿Qué hice? , lo que hace la mayoría que practica el sexo de a dos con uno de ellos arrodillado adelante, en este caso fue de parado porque sus piernas eran más largas y arrodillado no llegaba bien.  Pincelé su vagina y ano lubricando mi glande acariciando con una mano su cadera y con la otra dirigí el miembro a su agujerito “principal” .

Debí intentar un par de veces y armarme de paciencia, a su vagina mojada, lubricada, rosada, de un rosado intenso y fuerte y chiquita, le costaba alojar a mi glande y ni hablar de mi grosor.  Había entrado la mitad del glande y costaba ingresar más, para mal de males Siara sentía el dolor y se tensionaba feo haciendo todo más difícil.

Esto no era físico, era psíquico y no lo podría arreglar con un par de chirlos en las nalgas o en los muslos.  Contrariando lo que había dicho, me dispuse a “escucharla” y le hablaba despacio y suave para que se relajara.  Por allí “saltó la liebre” , había sido violada cuando era una adolescente y mentalmente se resistía a la penetración aunque se mostrara desenvuelta para todo el juego previo.  Cambié la temática y le dije: “Siara, preciosa, vamos a hacer algo distinto, así parece que te estuviera violando y eso no es para mí, quiero que goces y me hagas gozar” .

Le pedí que nos invirtiéramos y ella, estando arriba de mí, trataría de penetrarse hasta dónde aguantara.  Así lo hizo y la paciencia rindió sus frutos, ella misma se colocó el pene en el lugar y comenzó a moverse acomodándose para penetrarse cada vez más, yo no hacía ningún movimiento y casi sin darse cuenta, aún con gestos de dolor y retrocesos de por medio, guardó todo el miembro en su dulce estuche.  Cuando apoyó sus nalgas en mi pelvis, le corrían lágrimas de asombro por la cara. “Está adentro Gonzalo , está adentro” .

La que parecía una amazona dura y tenaz, capaz de matar a un hombre con sus propias manos, se sintió completamente desarmada por haber logrado una penetración placentera alejada de dolores y temores.  Se arrojó sobre mi cuerpo para besarme y me incorporé un poco para que no se saliera del todo.  El “gracias” sonó sincero y profundo y volvió a sentarse despacio para comenzar a moverse con un ritmo que se iba incrementando.

En un momento dado apoyó las manos sobre mi pecho y pareció enloquecerse.  La dejé saltar a gusto mientras mis manos se ocupaban de sus pezones chicos que se destacaban en areolas más grandes y un poco más oscuras.  Mi miembro estaba siendo presionado en un lugar muy estrecho y sentía las rugosidades en cada uno de los movimientos de entradas y salidas.

Cuando explotó en su orgasmo, y sí, me expreso bien, explotó gritando, temblando y con una contracción total de su cuerpo, sentí con un gran gusto el apretón de sus músculos vaginales instalado en lo más profundo de su intimidad pero sufrí el apretón de sus manos en mi pecho, si hubiera tenido tetas de seguro me las reventaba y tuve que tomarla de las manos para sacarlas del lugar.

Estuvo así aflojándose y contrayéndose por un instante bastante largo y, sin ninguna duda, fue el orgasmo más largo que vi en mi vida.  Luego me diría que otras veces debió ayudarse tocándose el clítoris y que nunca recibió un miembro tan grueso y guay de aquel que lo intentara por la fuerza.  Luego de esto y de tomarnos un rato de relax saboreando el whisky y que me contara algunas cosas más de sus relaciones acomplejadas y frustradas comenzamos nuevamente a acariciarnos y me dediqué a saber adónde quería que la acariciara o la besara más.

Se me hacía fácil y para que no creyera que la estaba “escuchando” no iba directo a la zona preferida, siempre había un rodeo previo pero terminaba llegando al lugar, así me pasó con los interiores de sus brazos, llegando casi a la axila, recorrer con mi lengua desde el codo hasta la axila la convertía en un víbora que se movía en toda la cama pidiendo más.  Besar su nuca apoyando todo mi cuerpo sobre su espalda y piernas, lógicamente con el pene metido entre sus nalgas, resultó un punto erógeno fantástico que la llevaba a gemir casi gritando y a apretar con fuerza la almohada y la sábana con sus manos.

En esa posición metí las manos abarcando su vientre e hice fuerzas para indicarle que se incorporara, de inmediato tomó la posición en cuatro y me dejó hacer.  Ya no fue problema y luego de pincelar nuevamente la zona penetré su vagina sin ningún tipo de traba o inconveniente gozando con su gemido placentero.  Lo hice por dos o tres veces, quizás algunas más, el objetivo era lubricar bien el pene y luego cambié de lugar.

A esto estaba más o menos acostumbrada y el agujero de su culo pareció tragarme el miembro pero hizo que sintiera el trabajo muscular de su esfínter, apretando y soltando a medida que entraba y salía.  Verdaderamente “un señor culo” que me brindó un placer inusitado y a ella un par de orgasmos pero el último nos “dejó de cama” a los dos.

Ya no quería aguantar y me metí en lo más profundo para enlecharle todas las tripas, ella se estaba aguantando para ese momento y al sentir mi leche caliente se soltó gritando con todas sus ganas, dejó que sus piernas se vencieran y se desplomó en la cama llevándome con ella porque el apretón muscular no permitió que me saliera.  Me había descargado completamente en su culo pero la custodio aún siguió un instante más contrayendo sus nalgas y su esfínter como si me estuviera ordeñando.

En ese momento recordé lo de tomar fuerzas y energías del otro y con mis manos en sus hombros aspiré de su energía interior, apenas como quien toma un trago pero me sentí mejor y la africana pareció desmembrarse.  Las piernas no le respondían y estaba más que feliz de sentirse así, “me mataste, me destruiste, nunca viví nada igual, es el placer más grande que experimenté, no fueron muchos pero este es inenarrable” , le pedí que no me hiciera tanta propaganda porque ella había puesto lo suyo y yo estaba igual.  No era así en absoluto pero no costaba nada hacérselo creer.

Acompañarla hasta el baño para darnos un regio duchazo costó lo suyo y ya en la bañera, prácticamente tuve que bañarla y luego secarla, “no puedo seguirte el ritmo, apenas si puedo moverme” , me decía haciendo fuerzas para articular las palabras.  No hablamos más, se desplomó en la cama y se quedó como muerta, yo puse un toallón sobre lo mojado de las sábanas y me dormí pensando en lo bien que lo había pasado con Siara .

Al despertarme ya no estaba y encontré una nota sobre la mesa principal. “Lo de anoche fue fantástico, inesperado, revelador, conozco mi lugar y no sé nada de tus “secretos” pero, estaré siempre a tu disposición.  Besos. Kande ”, me gustó el detalle de usar su verdadero nombre.

Al rato, cambiado y perfumado bajé a desayunar o almorzar pues no me había ni fijado en la hora que era.  En el restaurant averigüé que eran las once de la mañana y también que contaba con el privilegio de pedir la comida que fuera a la hora que fuera, además, que no había nadie de mi entorno en el hotel.  Ni problemas que me hice, hacía a la mayoría en la excursión a la Estatua de la Libertad y a Chao en la Empresa de Seguridad junto con los nuevos directivos.

Lo llamé a Chao para pedirle novedades, me contestó que Arturo y Mariángeles ya habían sido presentados, que habían elegido a las nuevas Secretaria, elección que recayó en las personas que yo había sugerido.  Ambos estaban interiorizándose de toda la papelería y también, tal como yo lo había pensado, había un inconveniente de contraseñas para abrir los archivos de las computadoras de los “renunciados” .  Le pedí que llamara a Cielo y a Gisela , que les avisara que ni bien terminaran con la excursión se fueran para la empresa y se dedicaran a solucionar ese inconveniente.  Luego me despedí y me quedé en el hall, sentado en uno de los cómodos sillones, sin saber qué hacer.

Se me ocurrió salir a caminar por el Central Park , ni loco pensaba caminar los 4.000 metros de extensión ni los 800 metros que tiene de ancho pero algo caminaría.  Lo había visto de noche y desde la limusina y no me había parecido una gran cosa, de día todo era completamente distinto.

Mucha gente del lugar y jubilados reunidos en grupos hacían ejercicios, tomaban el sol o platicaban entre ellos, paseos entre árboles, típicos para enamorados y turistas a granel fácilmente identificables recorrían los prados, las calles y los diversos puentes instalados allí, también, como en otros lugares por los que había pasado, surgían recuerdos de películas que me venían a la mente, me sentí bien en esos lugares que recorría y la oxigenación ayudaba mucho a eso.

Parecía que pasabas de juegos para chicos, calesitas y zona de ejercicios a otros lugares que ofrecían otras vistas y posibilidades, eran como varias de las plazas que se conocen en mi país pero en un solo lugar, estaba todo muy bien cuidado y la presencia policial se hacía notar, no molestaban a nadie pero sólo al estar ahí alejaba los “fantasmas” o los preconceptos de lugar violento que solía tener.

Sendas para bicicletas, para hacer aerobic, para caminar y muchas otras cosas más, hasta me encontré con un lugar en que había “Mateos”(así se los llama en La Argentina y suelen verse en los bosques de Palermo) pintorescos, adornados y arreglados para deleitar al turista con recorridos en carros descubiertos tirados por un caballo, los había para dos y cuatro personas y los conductores parecían destilar amabilidad.

Me vi tentado de subirme a uno porque, al conocer el lugar, los conductores te llevan a sitios dónde se filmaron películas, donde se encontraron cuerpos asesinados o donde se tejieron historias de amor y te van haciendo una reseña de lo que recorren.  Desistí de la idea porque me veía ridículo sentado allí y di la vuelta para volver al hotel.

Se me complicó un poco la cosa porque había caminado por dos horas y media sin ningún punto fijo de referencia, algo que solucioné rápido porque había visto pasar a distintos taxis que, o tenían una parada cercana o llevaban a los turistas que como yo querían moverse solos o de a dos o tres.  Paré a uno de ellos y le pedí que me llevara al hotel, efectivamente, me había alejado bastante, sin contar que, como pasa en todos los países, dio un par de vueltas innecesarias para aumentar el costo del pasaje.

Todavía no habían llegado de la excursión y subí a la habitación para hablar con Carlos , cuando contestó, pregunté cómo estaban todos y me dijo que estaban muy bien pero extrañándonos, en ese momento estaba sólo porque las chicas se estaban “dando” con el sol en el solario de la piscina.  Después de escuchar un par de cosas más que me contó y que no eran relevantes, me despedí diciendo que regresaríamos lo más pronto posible.

Con el teléfono en la mano lo llamé a Gustavo para que viera la posibilidad de partir a la brevedad, el piloto me dijo que estaban a mi disposición y me aconsejó salir algo así como a las diez de la mañana, cosa que a las 00.00 horas ya estuviéramos en nuestras casas.  Me pareció buena idea y quedé en confirmarle apenas tuviera la oportunidad de hablar con todos los demás, estimando que para la cena tendría una respuesta por sí o por no.  Luego de cortar la comunicación, vi la cama y, para variar, vestido como estaba, me acosté a dormir una siesta sabiendo que ya no tardarían en llegar.

Más o menos hora y media después escuché la puerta de la habitación de Tai , había entrado como siempre con mucho sigilo pero a mi oído más desarrollado no le pasó inadvertido eso, ni tampoco las voces del pasillo.  Me levanté pero me entretuve por una hora más, salí a la terraza de la suite y me quedé mirando el paisaje de techos, rascacielos, calles y el pulmón verde del inmenso parque, parecía todo una gran postal como las tantas que se conocen de los edificios de Nueva York.

Cuando estimé que ya estarían todos bañados y cambiados, me fui para el bar del hotel.  Allí encontré a casi todos, salvo Chao , las Informáticas y Siara que, según Kaila, estaba descansando un rato, estaban todos comentando lo bien que lo habían pasado en la excursión o de lo impresionante que es la estatua estando a sus pies, se lamentaban por no haber subido hasta la cabeza de la misma por no tener entradas por anticipado u opinaban de lo enorme de los edificios donde está el museo de la inmigración y que, a más de uno, se le cruzó por la cabeza la cantidad de personas que fueron atendidas allí.

Al preguntarme sobre lo que había hecho yo, les conté de mi largo paseo por el parque y luego llamé la atención de todos para preguntarles si no tenían compromisos asumidos para mañana.  Nadie tenía nada pendiente y les hice saber que nos volvíamos.  Me quedaban Chao y las Informáticas para consultarlos pero daba por descontado que no tendrían problemas.

Le avisé a Azul que se pusiera en contacto con Gustavo para partir a las diez de la mañana y les pedí también otra cosa: “Chicas, chicos, si alguno tiene ganas de llevarse algún toallón y una bata del hotel, avisen ahora, no querría tener problemas cuando nos estemos yendo” .  Resultó que todos querían un toallón y una bata, de verdad eran de una calidad excelente y vendrían muy bien para el verano que nos esperaba en casa.  Pasé por la administración y le pedí la liquidación de todo con la cena de esa noche y el desayuno incluido para el día siguiente, más los pedidos de los toallones y las batas.  Eso no lo cobraron fue un presente del hotel, aboné todo con la tarjeta y ese tema ya quedaba finiquitado.

Cuando regresé les dije a todos que era sólo un toallón y una bata y que mañana había que desayunar a las ocho.  Estábamos en eso e ingresaron al hotel Chao y las chicas, contentos porque habían descifrado las contraseñas y había quedado expuesta una estafa sideral con pruebas muy detalladas, Chao me decía que el Director quería hacer la denuncia para enjuiciar y encerrar a esos delincuentes.

El Abogado había dejado dicho que lo consultaría conmigo y, aunque en un principio me daba por conforme con “renunciarlos” , no me pareció mala idea y le pedí que le avisara que yo estaba de acuerdo, es más, que empleara todos los contactos legales para que sí o sí fueran encarcelados.  De inmediato lo llamó por teléfono y le dio el visto bueno a la inquietud.

Otra que me quedaba por saludar era a Mariángeles y la llamé en ese momento, atendió enseguida y estaba eufórica, comenzó a contarme como le había ido el primer día y la buena onda con el personal aunque ella se mostraba dura y exigente, con Eduardo pasaba algo similar.

  • Tenemos que cenar o encontrarnos Gonzalo esto que nos estás haciendo vivir no tiene comparación

con nada

  • Me encantaría preciosa pero, por ahora eso va a ser imposible, viajamos mañana a primera hora y

llamaba para saludarlos y más que seguro que dejo todo en buenas manos, mandale un abrazo enorme a Arturo y por cualquier inconveniente me llaman, ustedes tienen un número que es sólo para los “especiales”” .

Quedó un poco cortada por la despedida y se la oyó sollozar pero se recuperó rápido diciendo que quedaba todo pendiente para cuando volviera. Cielo y Gisela se enteraron de todas las novedades, incluido lo de la bata y el toallón y no pusieron objeciones, es más, estaban felices de poder hablar nuevamente de la excursión.

Hice un aparte con Chao y le pregunté cómo había ido todo, “de maravillas, creo que ha dado con la gente indicada” , me puso bien eso, no tanto por mí porque tenía claro que en este mundo de empresas y con el Poder de decisión que yo tenía, sacaba y ponía a quien se me antojara, es duro pero era así, el que rendía se quedaba, en que no quedaba en el camino, me puso bien por la pareja, les tenía fe en lo que emprendieran y además, el YAOGUAI no se equivocaba.

Íbamos a cenar temprano para pasar la última noche en Nueva York haciendo lo que tuviéramos ganas, en grupo o separados pero antes, como por encanto, desaparecieron todos, urgía preparar las valijas y a ello se dedicaron y después, no hubo nada para destacar, cenamos bien y nos fuimos a caminar en grupos por la 5° Avenida , a la vuelta, la charla de las mujeres con la ropa, los zapatos, los perfumes y las joyas de las distintas vidrieras con productos de fama mundial, nos volvieron un poco locos pero, como todo, pasó, luego a dormir que en la mañana había que madrugar. Azul más que ninguno.

Después del desayuno, nos fuimos para el aeropuerto, Chao se comunicó con los de la agencia de autos para que retiraran los vehículos de allí, se realizó la documentación, se sellaron las valijas y partimos con un cierto grado de pena.  Yo me encontraba satisfecho porque había salido todo bien y de los muertos que habían quedado allí no me preocupaba, ni siquiera me pasaban por la mente.  El viaje fue más que tranquilo y los ánimos estaban más que apaciguados, dormimos, charlamos, almorzamos, cenamos frugalmente y a las once y cuarto de la noche estábamos entrando en la casa, saludé a los efectivos de Seguridad que ya nos esperaban y luego a Carlos , Zulma , Patricia y Virginia .

Los hombres fueron más parcos pero entre las mujeres hubo besos, abrazos y quedaron en el gran living, charlando, contando y mostrando, los videos, las fotos y los regalos que habían traído. Chao me había dicho que apenas llegáramos, él tomaba su coche y se iría para su casa, lógicamente, le dije que no había inconvenientes, Carlos quería ir a acomodar mi ropa y le dije que lo hiciera mañana, de todos modos se acercó y me expresó por lo bajo…

  • Gonzalo, tengo una deuda grande con usted, gracias por sacarme ese problema de encima, ya lo vi

en las noticias

  • Jajaja, no tengo ni idea de lo que me hablás, andá adonde están las chicas que creo que algo te

deben haber traído .

La llamé a Virginia para preguntarle por la salud de la madre, me comentó que ahora estaba estabilizada, que ya estaba en la casa pero tenía que guardar reposo y ser atendida, lo cual hacía una vecina.  Me dijo con tristeza que era una cuestión de semanas porque tenía una enfermedad incurable y no se podía hacer nada.

  • Me podés explicar entonces ¿qué estás haciendo acá?, ¿por qué no estás en tu casa al lado de tu

madre?

  • No me animé a pedírselo a Carlos y tampoco quería molestarte.
  • Hiciste muy mal, ahora escuchame bien, vas a tu habitación meté toda la ropa necesaria en una

valija y te vas a tu casa con uno de los muchachos, volvés cuando todo haya pasado y si es necesario gastar en lo que sea para aliviarla, lo gastás y me pasas todos los gastos y teneme al tanto no te hagas la tonta con esto porque yo estoy hablando muy en serio.  Andá ya a prepararte.

Salió corriendo luego de agradecerme dándome un abrazo y un beso en la mejilla y yo me encargué de preguntarle a los muchachos quien estaba dispuesto a llevarla a Virginia hasta la casa, se ofrecieron todos y los designé a Roberto e Iker , de a dos para que no se aburrieran a la vuelta.  Cuando se aprestaban a salir, recibí un mensaje de texto, “estoy mucho más que dispuesta a pagar mi deuda” , era de Cielo , la busqué con la mirada y el modo en que bajó los ojos hizo que parte de mi entrepierna despertara, “vení sola” le contesté con otro mensaje, me “comería” un lindo culito y no pasaría de esa noche.

Les dije que me iría a dormir y les pregunté a todas si lo estaban pasando bien, “andan de suerte yo aún tengo cosas que hacer, Cielo, necesito la carpeta con los datos con que estaban trabajando antes de irnos y la necesito para ayer” .  Salió hacía el sótano para buscar la carpeta y yo me despedí de todos yéndome para mi habitación.

No habían pasado cinco minutos cuando golpeó la puerta, la estaba esperando sólo con el bóxer puesto y le abrí enseguida haciéndola pasar, la rubiecita de ojos celeste abrió grandes los ojos cuando le dije que no quería perder tiempo y la abracé para besarla con todas mis ganas.  Tardó un parpadeo en responder al beso y al abrazo.

No bien se separó comenzó rápido a sacarse la ropa, la que dejó tirada formando un montón informe a sus pies y se arrodilló para bajar el bóxer y tener “en vivo y en directo” lo que deseaba, lo aferró a sus manos diciendo:

  • No sabés las calenturas que me dan pensando cuando va a ser el momento de estar juntos.
  • Debe ser por eso que en la primera de cambio te dan ganas de coger con el primero que encontrás,

es evidente que no te satisfago en la medida de lo que necesitás.

  • Por favor Gonzalo , no me lo recuerdes, ese es un error que me lo voy a reprochar toda la vida, soy

una mujer adulta y me dejé llevar como una pendeja.

  • Lo vas a “pagar” con tu culito pero, si bien es cierto que no exijo fidelidad también es cierto que la

confianza en las dos ha bajado un par de enteros.

  • Lo sabemos y estamos trabajando para recuperar esa confianza, no volveremos a cometer errores.

Supe enseguida que recalcarle el hecho era ilógico pero muchas, muchísimas veces no se puede “manejar” el “sentido de pertenencia” que, a no dudar, no es una prerrogativa de “macho” , hay infinidad de mujeres que actúan igual, con la familia de la pareja, con los amigos, con los compañeros de trabajo, hasta con los pensamientos del otro. ¿No me creen? , a veces basta con que el otro esté divagando para sus adentros y nunca falta aquella que salte con un, “¡vaya a saber en quien estás pensando!” .  Excusas, atenuantes, justificaciones y otras puede haber a montones, yo creo que es un “hinchapelotismo crónico” al que se suele denominar “sentido de pertenencia” .

Como fuere, esa reacción interior y de primera instancia cuando las vi franeleando y besándose con otro, de alguna manera, la mantenía, seguía dando vueltas por mi cabeza.  Bastaba con ponerse a razonar un poco, muy poco, para darse cuenta que reaccionar o sentirse mal no tenía sentido pero era algo que tendría que aprender a manejar muy bien porque, por momentos parecía primar el “instinto animal” o la “defensa territorial” o “las hembras son sólo mías” , ni pensar si eso aconteciera.  De todos modos, algo de tranquilidad tenía, la ayuda y la experiencia del YAOGUAI para controlar al “oso” jugaba a mi favor.

Siguiendo con Cielo , arrodillada y con el miembro en sus manos, no tardó en refrescarlo con saliva y a la vez calentarlo con la oquedad de su boca, siempre hasta la mitad porque más no podía y me tenté, claro que me tenté para tomarla con las dos manos de la cabeza y perforar su garganta pero no lo hice.

Tiempo no sobraba e hice que se levantara, no bien lo hizo, saltó abrazándome con sus brazos en mi cuello, sus piernas en mi cintura y entrecortada por los besos que me daba, dijo: “Llevame así y hacé lo que quieras” .  La cama como que quedaba a 1.000 kilómetros y la deposité de espaldas sobre el sofá, las piernas las mantuve en mi cintura y busqué con el glande el hueco empapado de su vagina.

Entrar fue fácil, a la que se le hizo difícil fue a ella porque no me detuve hasta que nuestras pelvis se juntaran, mi mano ahogó su grito de sorpresa y dolor y sus, a estas alturas, enormes ojos celestes me miraban sorprendidos y como rogando.  No le hice caso a nada y comencé a machacar el lugar con entradas y salidas rítmicas y aceleradas, luego de dos o tres movimientos así, su mirada se dulcificó y sus caderas parecieron moverse independientes de todo el cuerpo. “Seguí, seguí así toda la noche, me la estás rompiendo y me encanta” .  Ni loco seguía con eso, mi fijación era ese culo blanco, duro y redondo.

Tuvo un orgasmo bastante fuerte y ella misma se tapó la boca para no gritarlo, apenas estaba recuperándose de sus contracciones, cambié el miembro de lugar y bastó para que mi glande encontrara el camino del recto para guardar todo el paquete en ese lugar ajustado y estrecho, “noooo, ¡por Dios! me lo rompiste, no te muevas, no te muevas, me duele Gonzalo , me duele, no te muevas” , casi que me lo gritó en la cara.  Le pegué un chirlo en el costado del muslo, propiamente en la cadera y le pedí que se callara, se mordió para no decir nada, e incrementé mi ritmo de entradas y salidas mientras abría los ojos lo más grande que podía y se le llenaban de lágrimas.

Al poco rato cambió sus movimientos, trató de acoplarse a los míos y comenzó a gozarlo pidiendo más, “dame más, haceme terminar así, más adentro, no te salgas” .  Lo estrecho del lugar era desesperante para mí, ni hacía falta que utilizara sus músculos porque no sabía hacerlo y porque, seguramente, estaban doloridos, “un poco más que estoy cerca” , me decía y me tomó una mano para llevarla a sus pechos de pezones chiquitos y endurecidos.

La posición era incómoda pero moviéndome lo más profundo que podía apretaba un pecho y mi otra mano se dirigió a su clítoris erecto, hasta ahora no lo había tocado y cuando lo pincé con mis dedos, todo se convirtió en movimientos desaforados, en sonidos fuertes pero guturales porque se mordía la mano y en humedades por un par de chorritos que sentí en mi pelvis.

Había tenido un orgasmo duro, violentos pero más que placentero que le duró unos cuantos segundo en los que aproveché para hundirme profundamente y rebalsarle el culo de leche.  El primer chorro, incentivó el suyo que no había pasado y corcoveó, se movió de forma violenta gritando e hizo que saliera de ese lugar con un ¡plop! sonoro que le dolió, el resto de mi acabada quedó, parte en sus labios vaginales y parte en su estómago.

Los muslos me dolían y los tenía casi acalambrados por la posición.  Siempre me había pasado eso, estar parado o en cuclillas ocupado en el metiers de entrar y salir, alejado de una cama me provocaba unos pinchazos tremendos en los muslos y pantorrillas.  Giré rápido para sentarme en el sofá y masajearme los muslos pero no dejé de ver el hueco que había quedado en ese culo deseado.

El bóxer ayudó para limpiar algunos restos que habían quedado, suele pasar cuando la mujer no está especialmente preparada para esto y nunca me molestó.  Ella intentó pararse para ayudarme y se debió sentar apresurada porque las piernas se le doblaban por el esfuerzo y por la risa que la asaltó, “ayyy, madre mía, tengo que reconocer que otras veces me “hicieron la cola”, hoy pude comprobar eso de “me rompieron el culo”, igual no me quejo para nada, fue maravilloso, jajaja”.

Yo pensé que si la cosa era para “pagar deudas” me había pagado con buenos intereses.  La abracé, le di un beso y le pedí que se apurara porque Gisela empezaría a hinchar las pelotas y no tenía ganas de aguantarla, se fue rápido para el baño y me quedé pensando que había terminado muy bien mi periplo por Nueva York y daba gusto volver a casa.

Continuará…

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