El demonio de nombre extraño. (1)

No hay uno sin dos y ante la calidad del primer relato de Guilleos1 “EL PACTO” me animo a presentarlo esperando que disfruten tanto con él como yo mismo.

Nota del autor:

Apenas es una historia y yo creo que con algunos condimentos más o menos amenos.  Pido disculpas por anticipado si algún o algunos se sienten agraviados, juro que no es mi intención.


Los YAOGUAI son unos espíritus animales malvados considerados también seres celestiales caídos, tienen poderes mágicos adquiridos a través del Taoísmo, su meta es lograr la inmortalidad y la posterior deificación, está relacionado físicamente como un oso muy agresivo.  Se encuentran arraigados muy fuertemente en la mitología china en una gran cantidad de historias donde son mencionados, sin embargo estas criaturas se parecen a los osos que habitan en las montañas de Norteamérica. Su nombre traducido del mandarín significa “Fantasma extraño” , en ocasiones le otorgan el término de “Demonio” según el tipo de relato en la tradición.


Tengo ganas de contarles una historia, MÍ historia, quizás exista en ella una mezcla de arrepentimiento o de justificación o tan solo un mero registro de determinados hechos, aunque la falta de hipocresía me hace aceptar que, más de una vez, lo hago aplicando una balanza que se inclina hacia lo que más me conviene o convenía o me seguirá conviniendo, (es indudable que cuando la balanza la ponemos nosotros, siempre tratamos de hacerla pesar a nuestro favor) .

Tanto que no faltan ocasiones en que prefiero pensar que no son sólo ganas de contar o de “garabatear” letras formando palabras que se convierten en frases que deberían entenderse, son ganas de “expulsar” lo que mi mente y mis recuerdos atesoran.  Tampoco es el producto de lo que mi conciencia me dicta, a “esa” la perdí, la dejé estacionada en el rincón más oscuro, la olvidé, la adapté, piensen como quieran, lo cierto es que hace tiempo que ya no la tengo.

A pesar del tiempo transcurrido, los recuerdos me dejan saber que, de la noche a la mañana, de ser un tipo “común” que intentaba forjarse determinado porvenir y a la vez gozaba de esos placeres que el tiempo convierte en efímeros plagados de noches, fiestas, amores pasajeros de “toma y daca” sin compromisos duraderos, de “códigos callejeros” que respetaba y hacía respetar sin que la mala educación se impusiera, de alcohol y de auto convencimiento de que era “la vida que me había tocado” y había que vivirla lo mejor que se podía, pasé a “tenerla toda” , tanta como para saber que nunca me alcanzaría el tiempo para llegar a contarla y me vi en la obligación de decidir sobre la vida y el bienestar de muchos.

Tal como les decía, el incrementó material fue y era incalculable, me permitía mucho más de lo que cualquiera puede imaginar pero…  bien dicen que “nada es gratis y todo, hasta lo que parece “de regalo”, siempre tiene un precio” .  De todos modos, como la conciencia desapareció a pasos agigantados y los arrepentimientos dejaron de existir el famoso “precio” pasó a ser sólo una circunstancia que no me molestó pero me sumergió en decisiones cortantes y muchas veces definitivas para algunos semejantes, en intrigas que había que cortar de plano, en mentiras descubiertas que había que exponer, en castigos merecidos a los malos y en tiros, líos y patadas en el que me sentí cada vez más cómodo.

El mayor problema que tenía era mi propia esencia, “esa” no dejó nunca de “viborear” y no me dejaba olvidar los conceptos aprendidos sobre la familia, la amistad, los afectos y a no provocar mal o males por tan sólo “deporte” y muchas veces se “peleó” con las formas de reaccionar que se imponían.  La mayor parte de las veces o casi todas las veces, también es lógico decirlo, le tocó “perder” aunque jamás le pasó como a la conciencia pues la esencia siempre permaneció.

Entre otras cosas, esta mescolanza de fortuna, decisiones, conciencia, ética, esencia e insistir en los detalles para que se entienda mejor lo que se cuenta también me ayudó a comprender que son muchos los que entienden “lo que quieren entender” y desde afuera” cualquier idiota se cree con derecho a opinar sobre lo que uno podría o debería hacer, no quiero que suene a ninguna excusa porque lo hecho, hecho está y lo que se deba hacer se hará pero…

Nadie tiene ni puta idea de lo que se trata, ni del dinero y el Poder que se maneja, ni de los placeres, ni de sentimientos que no deben aparecer ni trascender o sólo “hasta ahí, no más” , ni de la toma de decisiones de y en un nivel lejano para el “común” , no podrán nunca escuchar “la voz” en mi cabeza o las exigencias planteadas, tampoco entenderán de los cambios que está obligado uno a experimentar.  De todos modos, no tiene que interesarme, yo sólo quiero contar una historia.

Todo empezó hace unos diez años, en ese entonces tenía treinta y un años, rondando los treinta y dos…  Bueno, ahora también los tengo, no, no, perdón… en realidad tengo más pero aparento los del principio, tampoco vivo más en el país del cual soy originario.  Me sigo llamando igual pero tengo otro apellido y experimenté algunas modificaciones, lo que sucedió es que…  No, no me voy a apurar, no es tan fácil esto de contar, primero voy a explicar quién era.

Mi nombre es, antes y ahora Gonzalo , soy soltero y como escribí anteriormente, andaba rondando los treinta y dos, mido 1,85 mts, las facciones de mi rostro, acorde a determinados estándares, no son feas, el cuerpo es armonioso y con algunas “tablas” y músculos donde hace falta porque nunca le había “escapado” al gimnasio, mi cabello es castaño claro, tirando a rubio con el sol y mi madre me legó unos ojos de color verde que junto a la picardía heredada de los oscuros de mi padre me hacen parecer a la vista de muchos y muchas como un tipo “interesante” .

Tengo claro que eso sólo no alcanza ni alcanzará nunca para definir a un hombre bien puesto pues está comprobado que, como pasa también con muchas mujeres, lo exterior pasa a ser relativo cuando todo queda en nada más que eso.  Tenía los estudios necesarios exigidos aunque contaba con lo que, para mí, era una ventaja enorme, desde los catorce años viví en los bares, confiterías y boliches bailable nocturnos alternando con toda la “fauna” que por allí pululaba, estudié, como quien dice, en la “Universidad de la Vida” teniendo claro que, en esta “Universidad” nunca se logra un título o nunca se termina de estudiar .

Ni se les ocurra pensar que fui un malviviente o delincuente por más que, muchas veces, por omisión o por mirar para otro lado, podría decirse que incurrí en delitos, la buena Educación emanada desde mi casa y la marcación estricta que nos dio mi “viejo” a mi hermano y a mí sirvió para que no se produjera ningún desmadre y, afortunadamente o no, mi hermano siempre fue el prototipo del tipo “diurno” y, gracias a él mismo y a su esfuerzo, no le fue mal con esto.

Para mí la cosa era muy simple, me encantaba, era un amante de la maravillosa noche y trataba de disfrutarla sabiendo que, en algún momento, como con casi todos los amantes, acaba por traicionarte.  Siempre opiné que “el día es supervivencia y la noche es verdadera vida” y/o como me decía mi papá, “si te gusta el durazno, báncate la pelusa” , entonces había que restarle horas al sueño porque las obligaciones diarias había que cumplirlas.

En el ambiente “nocturno” conocí “especímenes” de los más variados pero nunca transé con ninguna de las “malas” o las “torcidas” que se mueven “a piacere” entre los asiduos habitantes, las aprendí, claro que las aprendí y vi como se llevaban a cabo y por quienes aunque desde siempre tuve presente que, ante “malas” cometidas, sería el único responsable y la “zapatería en el culo” que me pondría mi “viejo” o la desilusión que les provocaría a mis padres me importaba más que cualquier trastada.

Tuve una ventaja, si es que se le puede llamar así, me había hecho “fama” (entre comillas porque siempre es relativa) de ser un tipo “derecho” , no dando lugar a que ninguno pensara que era un “bocón” pues lo que yo podría enterarme, “moría” conmigo.  No se metían con mi persona, yo no me metía con ellos y no, verdaderamente, en muchos casos no fue fácil, con más de uno dejamos las cosas claras a trompadas y cuando, alguna vez aparecieron armas, más de dos o tres de los “malos” saltaron a mi favor y las cosas nunca pasaron a mayores.

¿Amigos? , tuve a uno sólo, un tipo sensacional al que daba gusto querer, era “diurno” , trabajador, leal, honesto y religioso, debe ser cierto eso de que los opuestos se atraen, por él o por lo que pasó debido a la comida que le había prometido para que me presentara a su nueva novia, cambió toda mi vida.

Novias, lo que se dice o entiende por “novias” , de esas predestinadas para casarse y conformar una familia, nunca tuve.  Hice “el novio” con muchas pero por una razón que ellas, en principio, debían entender.  No es lo mismo ir al antro o a los antros buscando una “pierna” para tratar de pasar la noche, con los consiguientes fracasos que muchas veces se experimentan, que saber que podés pasarla mejor cuando vas a cenar o a un espectáculo o a pasar la noche al lado de quien transitoriamente elegiste.  Ni se les ocurra pensar que era una prerrogativa de “macho” , muchas de las chicas “nocheras” o “bolicheras” hacían exactamente lo mismo, es más, solían ser más “cambiantes” .

La condición era clara, desde ahí en adelante y mientras todo durara, respeto, lealtad y claridad y aunque no lo crean, siempre lo respeté, si ellas lo aceptaban estaba todo bien pero… en el 95% de los casos, la “cosa” se tergiversaba.  Comenzaban las exigencias, los celos ilógicos, las imposiciones, los pedidos para formalizar ante la familia porque por más vueltas dadas en las noches, eso de la “unión como corresponde” está incorporado, otras veces fue el no abandono de sus “vicios” adquiridos en el “metiers” nocturno y, fundamentalmente, algo que siempre tuve claro, jamás estuve enamorado como para, en cierto modo, cambiar y adaptarme, daba lo que tenía y podía y ellas debían corresponderme.

Detallado que fuera el cómo era y/o como me mostré siempre, paso a contarles: Un fin de semana, sábado por la mañana, salí de la cama con los pies pidiendo permiso el uno al otro para caminar, mi novia “transitoria” dormía destapada, desnuda boca abajo y exhibía un par de nalgas duras y fibrosas a las que me encantaba lamer y chupar, horadando con la punta de la lengua el fruncido agujerito de su ano.  Me excitaba terriblemente cuando, para impedir que la lamiera porque el placer la descontrolaba, se movía como una víbora obligándome a aferrarla fuerte de los muslos mientras gemía sin guardarse nada hasta pedir a viva voz que le “rompiera el culo” .

Siempre me decía que la fuerza y la delicadeza que yo utilizaba para tomar posesión de su culo, la hacía entregarse sin ningún tipo de pruritos, en realidad, no sólo me lo decía, me lo demostraba gimiendo, gritando, teniendo orgasmo y adoptando cualquier tipo de posición que se le ocurriera a cualquiera de los dos.  Para llegar a esto comenzábamos con los besos, las caricias, el sexo oral y un primer orgasmo que tenía que ser vaginal, luego era el acabose pues al vencer su miedo inicial y disfrutar con ello, se había convertido en una obsesa del sexo anal y, de eso, disfrutábamos los dos a más no poder.

Así fue esa noche, nos quedamos dormidos casi sin pensarlo y derrotados al unísono.  Al levantarme pensé que tendría que utilizar algún producto químico para equiparar sus veinte años y su fogosidad, pensando y riendo entré a bañarme.  No tenía apuros económicos, la empresita de entregas domiciliarias que había montado me daba muy buenos resultados y el encargado de la misma ya sabía que, salvo urgencias o problemas, los fines de semana yo no existía.

Estaba bajo la ducha y la “novia” entró a hacerme compañía, la rubia de ojos color cielo traía todas las ganas renacidas que canalizó enseguida arrodillándose en la bañera para tragarse mi “aparato” hasta la garganta.  Siempre me sorprendió con eso porque en erección mi miembro mide unos veinte centímetros por casi siete centímetros de diámetro, lo que no lo hace fácil de tragar y ella lo había aprendido a fuerza de lágrimas y arcadas.

Allí tuvimos la primera “pelotera” debido a que, a pesar del momento de excitación, eran casi las diez de la mañana y yo tenía que salir a hacer compras porque mi amigo venía a almorzar para presentarme a su nueva novia, habíamos quedado en que me tocaba hacer el asado y, aún a mi pesar, le pedí que dejara de hacerlo recordándole el compromiso que teníamos.  Me contestó algo que no me gustó y me cayó de muy mala leche.

-A mí no me importa tu amigo, llamalo por teléfono y avisale que vos estás cogiendo con tu novia y no vas a dejar de hacerlo por él, por más nueva novia que quiera traer.

Esas imposiciones me reventaban, de inmediato salí de la bañera, tomé un toallón y comencé a secarme mientras le contestaba con una bronca repentina y mal disimulada:

-Lo que vos todavía no entendés es que mi amigo está por encima de vos, de tu culo, tetas o lo que fuera.  A partir de este momento tenés dos opciones claras, te terminás de bañar, te cambiás, arreglás un poco la habitación y me esperás a que vuelva de hacer las compras o te cambiás y te vas, eso sí, dejame las llaves de la casa sobre la mesa.  Creo que fui claro contigo, las exigencias e imposiciones no la van conmigo y no pienso permitírtelas, ni a vos ni a nadie.

Terminé de cambiarme cuando ella entraba a la habitación diciendo que teníamos que hablar de eso, con un tono de enojo me decía que yo no podía contestarle de esa manera anteponiendo a otra persona ante sus deseos y que era ella quien dormía conmigo y no mi amigo, amén de algunas otras cosas más.  Yo la miraba sin escucharla demasiado y no decía nada, esto la ponía histérica y levantaba la voz exigiendo que le contestara.  Después de guardar la billetera y el celular en el bolsillo del pantalón, dirigiéndome a la puerta de salida, le contesté:

-Vos sabrás lo que tenés que hacer, yo no quiero hablar más del tema, si para cuando vuelva no estás, sabré cual ha sido tu decisión.

Conociendo su carácter y sus arrebatos tenía claro que no la encontraría al volver, era una lástima porque estaba muy bien y sabía lo que hacía en la cama, de todos modos yo no me hacía demasiados problemas, sería cuestión de encontrar a otra, figuritas decorativas abundaban.

Aún a pesar de pensar así, tenía una rabia tremenda encima pues, de una u otra manera, había sido un fracaso.  Hacía cuatro meses que salía con ella, la había llevado al cine, a bailar, repetidas veces a cenar, me mostré siempre a su lado, nunca le faltó nada, la llevaba y la traía de dónde me pidiera, la trataba con deferencia y cariños, ¿por qué mierdas siempre sacaban a relucir su exacerbado sentido de posesión?

Con cara de culo y seguramente con una nube negra de pesadumbre encima de mi cabeza, salí de la carnicería y me dirigí al supermercado chino para comprar algunas pocas cosas que me faltaban.  Saludé al chino que estaba en la puerta, el cual oficiaba como de seguridad o de controlador y a la cajera, ambos me conocía como cliente habitual y me quedé mirando a un sujeto chino muy delgado que se encontraba sentado detrás de la cajera, evidentemente un anciano.

Éste vestía con ropas estrafalarias, para mí, aunque posiblemente eran ropas utilizadas en su Cultura, la cual, mayormente los occidentales, ignoramos, acotación al margen, suele ser tan complicada que ni ganas te dan de averiguar.  Me llamó la atención la larga y fina barba blanca, los bigotes extensos que cubrían sus labios bajando por la comisura de su boca y sus uñas que parecían afiladas, largas y como garfios.

El viejo en cuestión me clavó una mirada que me estremeció, parecía que me perforaba con agujas y la seguí notando en mi nuca cuando me giré y me encaminé hacía las góndolas de mercaderías.  Lo primero que hice al pasar por la góndola de golosinas fue tomar un pequeño chocolate y abrirlo para comérmelo, lo hacía siempre y dejaba el envoltorio a la vista para que me cobraran al salir, esta vez, al no llevar carrito ni canasta, guardé el papel en mi bolsillo.

El problema se suscitó al tener que abonar las compras, aboné lo que llevaba a la vista y olvidé sacar el papel del chocolate del bolsillo, esto me lo “cantó” con un sonido estridente la máquina controladora al salir, seguramente por el código de barras del envoltorio.  Me tomé la cabeza al darme cuenta de por qué era el sonido y me volví a la caja a abonar el chocolate ingerido.  Le pedí perdón a la cajera porque había olvidado avisarle y me devolvió una sonrisa que no noté malintencionada porque ya conocía ese pequeño “vicio” diario del chocolate.  El tema fue el chino viejo y extravagante.

Poniéndose cara a cara conmigo comenzó a gritarme con voces destempladas en su idioma, le pedí disculpas pero no había forma de explicarle lo pasado o que entendiera lo que yo decía.  La gente, los demás clientes me miraban, la cajera trataba de explicarle y el viejo dale que dale con los gritos, con muecas y con gestos ampulosos que parecían recriminar mi actitud… ¿Por qué será que los orientales cuando gritan enojados o manifiestan asombro gesticulan y hacen gestos y muecas que resultan ridículos para enfatizar lo que quieren decir?

El caso es que, con la bronca que traía con la que hasta hace momentos había sido “mi novia” , con la vergüenza que el viejo me estaba haciendo pasar, porque parecía tratarme de ladrón sin querer escuchar, con la impotencia que me provocaba que no me entendiera y además, porque me salivaba al gritarme en la cara, exploté, reconozco que “me saqué” , lo insulté, lo tomé de la ropa y lo empujé poniéndole una mano en el pecho.

Todos se quedaron mudos y yo ya me veía peleando con los dueños del supermercado y con toda la familia que se apiñaba en la casa.  El viejo me volvió a encarar echándome humo o unos polvos en la cara, nunca pude discernir que fue, ni si salieron de su mano o boca, el caso es que caía sentado de culo al suelo escuchando que él gritaba repetidas veces, “ YAOGUAIYAOGUI ” o algo parecido.

Según me contaron después, estuve desvanecido como unos quince minutos, yo recuerdo que corría como si fuera  un animal grandote por el medio de un bosque helado y figuras grotescas y horribles salían a mi paso y no, no era para asustarme, era para saludarme gritando con vítores de triunfo.  Al despertar, muy confundido y sin saber dónde estaba, me encontré dentro de una pequeña habitación, acostado en un sofá, rodeado de la cajera que me apantallaba con un abanico y del otro chino que yo conocía.

Ambos, casi a la vez, en un español muy “atravesado” entremezclado con el Inglés me pedían disculpas solicitando que perdonara al “great grandfather” , luego me enteré que era el bisabuelo, sentándome les pregunté qué había pasado y el por qué de su reacción, me contestaron que solamente él me lo podría explicar porque según lo poco que ellos sabían, después de mucho tiempo, había podido encontrar a alguien a quien trasmitirle algo.

Luego de toda una serie de atenciones y de que, extrañamente porque no te devuelven una moneda, me reintegraran el dinero de las compras, con las disculpas del caso y con el “mañana, mañana, misma hora” que me repetían, me fui para mi casa con todo lo comprado y no abonado.  Mi paso era ágil y las bolsas de las compras parecían vacías porque no sentía el peso de las mercaderías.  Al llegar, efectivamente, en la casa no había nadie y las llaves que ella tenía estaban sobre la mesa, era definitivo, ya no tenía más novia.

No se me movió un pelo, guardé las llaves en un cajón del bargueño y me puse a preparar la parrilla queriendo encender el fuego con tiempo, era una de las cosas que más me costaba pero sabía que una vez hecha la brasa sería todo más fácil.  Esa vez salió todo bien, me bastó soplar un poco el bollo de papel encendido y el carbón junto a las pequeñas maderas encendió enseguida.

Mi amigo vendría después de la una de la tarde porque a esa hora cerraba los negocios que tenía (quesería y fiambrería) y me quedaba poco más de una hora para arreglar la casa y preparar unos aperitivos.  El primer susto grande me lo pegué en el lavadero, me estaba lavando las manos ennegrecidas por el carbón y levanté la vista para mirarme en el espejo sobre el lavatorio.

Por sobre mi propio reflejo vi la imagen de un gran oso o lo que parecía ser un gran oso de color pardo rojizo.  El susto fue tremendo y me giré rápido esperando cualquier desastre. ¿Qué había sido eso? , me estaba volviendo loco pues el lavadero estaba vacío, volví a girar para mirar nuevamente al espejo deseando no verlo y ya no apareció.

Mi primera reacción fue insultarlo a viva voz y a los gritos al viejo chino, mi lógica me decía que me había rociado con algún alucinógeno y mi mente todavía pagaba las consecuencias.  Terminé con mi aseo, lavando profusamente mi cara con agua fría y me fui a ordenar y desodorizar la habitación, luego de esto hice lo mismo con el comedor y preparé una picada de fiambres y quesos.  Al rato mientras cavilaba en lo que había pasado, tocaron el timbre y apareció mi amigo con su nueva novia.

Al mirarlo me di cuenta que él estaba eufórico y la alegría le brotaba, en cambio con ella no me pasó igual.  Alta de aproximadamente 1,70 mts, 25 años, morocha de cabello largo y un rostro hermoso adornado con enormes ojos negros de largas pestañas, la remera ajustada dejaba notar un par de tetas firmes con sus botones duros que parecían apuntarte, la calza de color negro a media pierna dejaba adivinar un par de labios vaginales que llevaban a mirar la zona, imaginarlos y desearlos, no quise ni pensar en el culo que se gastaba aunque los muslos y las caderas te hacían pensar que allí detrás había algo para admirar.

Ella se sonrió al saludarme y me miró apreciativamente de arriba abajo y si bien yo sabía que a él le faltaba “calle” y era bastante ingenuo, a ella parecía que “calle” y “noche” le sobraban.  Aunque no le diría nada a mi amigo, repentinamente se me encendieron todas las alarmas, indudablemente, su nueva novia era una… “vividora”, “gato”, “cazafortunas”,“aprovechadora” había muchas maneras de adjetivarlas.  Él tenía buen pasar, un lindo auto de alta gama, casa de fin de semana, soltero, enamoradizo, sencillo, honesto y dos enormes locales de negocios que trabajaban a full durante toda la semana, en otras palabras, era un “partido” al que no se debía dejar escapar.

Preguntó solícita en que podía ayudar, le contesté que en mi casa los invitados no trabajaban y que nos fuéramos al patio ya que mientras tomábamos y picábamos algo yo iba controlar el asado y a preparar la ensalada.  Me tomaron cada uno de un brazo y nos fuimos al patio, apenas unos metros así aferrados y el perfume que sentí primeramente en ella se transformó en un inconfundible aroma de hembra en celo que partía desde su entrepierna.  No denotaba nada, conversaba alabando la casa y cuando se soltó de mí para acercarse a la pileta pude ver que el culo duro y compacto era para enmarcar pero lo que más me llamó la atención es el reguero de perfume a hembra que dejó al adelantarse.

Yo estaba desconcertado, nunca me había pasado algo así, parecía que el sentido del olfato se había multiplicado, indudablemente se había excitado conmigo o con algo porque ya había notado que venía perfumada y recién bañada, no podía ser, aquí había algo raro y no podía discernir que era.  Mi amigo ( Jorge ) llenó los vasos, llamó a su novia ( Gimena ) para que brindáramos por el encuentro y ya los tres juntos, aprovechó para preguntar:

-¿Qué pasó con tu novia?, pensé que estaría con nosotros.

-Es una corta historia, hasta hace dos horas estaba conmigo, discutimos por algo y ya no está.

-¡Ehh!, ¿qué pasó, fue tan grave?

-No, para nada, vos sabés que hay muy pocas personas a las que les permito las imposiciones y las exigencias, mi vieja, mi viejo y a vos y casi nunca les doy pelota.  Ya fue, borrón y cuenta nueva, ya me ocuparé de llorar o no por los rincones.

“Ay papito, yo lo único que te exigiría es que me dejes la concha y el culo hechos flecos pero no van a faltar oportunidades” …  Estaba seguro que había escuchado muy claramente su voz y cuando los miré, Jorge seguía con su trago y ella se sonreía con dulzura y con algo de condescendencia aunque no parecía haber hablado. ¿Qué mierda me habría tirado el chino en la cara?... Se me presentaban dos opciones que no me favorecían o me volvía loco o salía corriendo y me arrancaba los pelos por lo que estaba experimentando y me decidí por una tercera opción, dilucidar qué tan cierto era esto del olfato o las “escuchas” y tratar de sacar partido de esto mientras durara.

Cambiando risas, chanzas y bromas terminamos de comer y luego del consabido café se fueron como a las cinco de la tarde.  En el interín de la charla y las bromas pude entender que podía saber lo que pensaba cada uno y lo que más me sorprendió es que lo podía hacer cuando yo quería, era como si tuviera un interruptor para cuando sí y para cuando no con sólo desearlo y me venía fantástico porque no me llenaba la cabeza de palabras apuradas y encimadas o de varios pensamientos juntos.

Allí supe que mi amigo se iba a ir a un hotel de la zona del Tigre para pasear, cenar y quedarse con ella hasta la mañana del domingo.  Ella por su lado prefería quedarse conmigo a terminar la tarde pues aunque no me conocía Jorge le había contado varias cosas de mí físico y de mi vida y estaba segura que podría darle el orgasmo que el novio no le dejaba alcanzar.

Hubo muchas cosas más que pensaron y la disyuntiva grande se me presentaba en como tenía que encarar a Jorge para decirle que esa mujer no le convenía.  El hombre suele ser muy boludo y el riesgo de perder la amistad de años por culpa de una mujer que lo tenía “encoñado” latía con fuerza y seguramente ella lo sabía, estaba preparada para eso y utilizaría su belleza y el sexo como canales de convencimiento.

Dos más dos igual a cuatro, no hay buenas intenciones que valgan para convencer de lo contrario a un pelotudo enamorado.  Lo que sí tenía más que claro es que tenía que hablar urgentemente con el chino-viejo porque me estaban pasando cosas que me desconcertaban y me asombraban paso a paso, es más, estaba seguro que habría más de estas cosas…

No bien se fueron, metí todo en el lavavajillas y me fui a dormir un rato, lo hice agitado y con sueños inquietantes que no podía recordar exactamente pero tenían que ver con ese gran oso y otros animales.  Me levanté, me bañé y fui a cenar al restaurant de un conocido de años.  Luego de cenar y de charlar un rato con el dueño pasé a los sanitarios.

Nuevamente ante el espejo apareció el horrendo oso pero esta vez no me asusté y me quedé mirándolo fijo, no notaba gestos de agresión para conmigo y me di cuenta que sólo yo lo veía porque el señor que se paró a mi lado miró el espejo mientras lavaba sus manos y no hizo ningún gesto de sorpresa o de miedo al saludarme, a la vez que se preguntaba a sí mismo si yo me sentía bien.

El café lo fui a tomar a una confitería dónde se hacía la previa antes de ir a bailar, saludé a conocidos y conocidas y desde la barra, sentado tomando mi “cortadito” me puse a observar a las jovencitas que había en el lugar.  Sabiendo que tenía la ventaja de “escuchar” sus pensamientos me dediqué a ello con algunas, terminé ruborizado, celos, inquinas, hipocresías, deseos desaforados, miedos, desparpajos, timidez disimulada, “escuchaba” de todo y muchas veces me negué a seguir haciéndolo.  Por un lado me divertía, por el otro había cosas que prefería no saber pues me daba por pensar que el entorno de la joda y de la noche se componía de demasiados engaños y restas.  Como un ramalazo, a pesar de verme aún joven, me sentí muy viejo para ese ambiente.

Lo que si tuve claro es que los jóvenes y no tan jóvenes de uno y otro sexo, definidos o no porque de estos también abundaban, sólo se preocupaban por vivir acelerados, mintiendo, auto-engañándose, consumiendo alcohol y sustancias como si no hubiera un mañana, es más, las mujeres parecían entablar una competencia silenciosa por estar por encima de los hombres en el consumo de “lo que viniera” , como tratando de demostrar no sé qué puta superioridad.

Jamás me había tocado porque hecho a la “vieja escuela” y habiendo casi “patinado” un par de veces, conocía mis límites con el alcohol y si alguna vez me dio pena ver a un flaco vomitado y desparramado por el suelo, imaginen la tristeza cuando esa persona era una mujer y, ni hablar del vocabulario que éstas usaban y estaba cada vez más convencido que había un abismo entre ser femenina y demostrarse feminista.

Estando ya en el boliche bailable, saludé a los conocidos y no tardó en acercarse una rubia “amigota” que rondaba los treinta, calzaba tacos altísimos, la remera apretaba sus pechos llamativos y la minifalda parecía un cinturón ancho, era una chica propia del “ambiente” y alguna vez la había conocido en intimidades pasajeras.

Después de saludarme me invitó al reservado VIP porque se reunían varios amigos, los de siempre, normalmente los muchachos que más gastaban y estos nunca están solos.  Luego de los consabidos saludos a los tres hombres y las cuatro mujeres, una de las cuales bastante jovencita a la que no conocía, les dije que la pasaran bien pero era mejor que me retirara, esto porque había visto un par de línea de cocaína sobre la mesa pequeña del lugar.

Me habían llamado para presentarme a Cynthia , la cual resultó ser prima de la rubia conocida, luego de la presentación, ninguno dijo nada sobre mis deseos de irme, todos sabían que el tema de la droga no congeniaba conmigo, salvo la prima de mi amiga, la cual me pidió que me la llevara…

-Esto en cualquier momento se desmadra y seguro nos vamos a ir a casa de Felipe , no la quiero llevar conmigo porque es para cagada, ya sabés como termina eso y si se enteran mis tíos me matan.

-Linda “piedra” me cargás. Imagino que debe ser mayor de edad, ¿no?

-Sí, cumplió los dieciocho hace una semana y quería que la sacara a festejar.  Haceme ésta “gauchada” Gonza.

-Dale, avisale que se venga conmigo, trataré de portarme bien.

-En eso hace tu vida porque “santa” no es.

Se fue a hablar con la primita y ésta no pareció estar muy conforme con la decisión pero tuvo que conformarse con la alternativa y quedarse con el “veterano treintañero” .  Yo ya intuía que me iba a divertir un rato “escuchando” lo que la pendeja pensaba.  Volvimos a la barra y le hice preparar el trago que quería… “Por lo menos no está tan mal y no es tacaño, voy a tratar de pasarla bien, ahora lo saco a bailar y lo franeleo un rato para que se caliente” , eso pensaba y no me quedó más que mirarla y sonreírme al contestarle:

-Me mantengo bastante bien por el gimnasio y no te hagas problemas toma lo que quieras porque no tengo nada de tacaño, bailar yo no bailo aunque dificulto que estando conmigo se te vaya a acercar alguno, creo que ni a conversar pero… en cuanto a eso de “hacerme calentar”, si es así báncate las consecuencias porque yo no te voy a pedir la cédula de identidad .

Me miró sorprendida y abrió grandes los ojos haciéndose un “matete” mental, “¿cómo supo lo que estaba pensando?, no puedo haber sido tan tarada para hablar en voz alta” …  Yo seguía con mi sonrisa, no sabía cuánto duraría este poder “escuchar” pero mientras durara tendría que aprender a preguntar, pues acorde a mis preguntas obtendría sin engaños las respuestas que quería saber.

-Creo que de tarada no tenés nada, es más, sé todo lo que estás pensando porque soy adivino y aprendí a leer la mente de las jovencitas “superadas”.  Mirá, te propongo algo, me dijo tu prima que no conocés mucho de la noche, ¿qué te parece si nos vamos de gira por los otros boliches de la zona?, así podrás conocer unos cuantos.

Agarró viaje enseguida y se le iluminó la cara.  Saltó rápido de la banqueta y me dijo que nos fuéramos ya, que tenía muchas ganas de conocer todo.  Con todas las dudas dando vueltas por su cabeza debido a mis contestaciones, me tomó de la mano y arrancó hacia la puerta, recién allí, caminando delante de mí me percaté que sus jeans elastizados ocultaban un culito hermoso, duro y bien armado y como esa parte de la anatomía femenina es mi predilecta, me sentó mucho mejor la compañía. “Voy a tomar todo lo que pueda, lo voy a pasar bien y después le digo que me lleve a mi casa dejándolo con las ganas ” pensaba.  Ya veríamos…

Continuará…

Por favor, valoren y comenten.