El debut de Rebeca

Una inocente conversación telefónica me lleva a idear un reto que Rebeca acepta con su habitual lujuria y descaro, aunque le costará superar la prueba

Hacía ya mucho tiempo, demasiado, que no disfrutaba de una buena sesión –con ella no las hay malas- de sexo con Rebeca. Nuestras respectivas obligaciones, trabajos, etc… nos mantenían ocupados y alejados al uno de la otra. Decidí llamarla y ver cómo le iba la cosa:

-                                 Hola, ¿Qué tal estás, “chocho mustio”?

-                                 Estoy bien, ahora voy para el trabajo, pero de mustio nada, eh? Está pletórico, aunque un poco irritado.

Una conversación con Rebeca siempre da mucho de sí y contiene sorprendentes y picantes revelaciones.

-                                 ¿Irritado, pero qué le ha pasado a mi chochito preferido para que esté irritado?

-                                 La cera maldita, hijo, que me ha causado estragos… aunque ahora lo tengo para admirarlo; nada más que pase la inflamación, parecerá el de un bebé: suavecito, sonrosado, sin un solo pelito…

-                                 Mmmmmmm… eso habría que comprobarlo, ¿no?

-                                 Cuando quieras y podamos, aunque con esta mierda de trabajo que tengo veo difícil encontrar un rato y poder escaparme de casa, porque mi marido está de vacaciones. Chico, este trabajo me absorbe todo el día, tengo que buscarme otro pero que ya, no lo aguanto más…

-                                 Pues ahora está la cosa difícil para cambiar de trabajo, no sé de qué podrías encontrarlo…

-                                 Pues me tendré que prostituir, jajajajajaja

La broma “cafre” de Rebeca encendió mi lucecita perversa, esa que llevo apagada en mi interior casi siempre, pero que ella sabe encender no sé como.

-                                 ¿Tú de puta? No sé, no sé…

-                                 ¿Qué pasa, crees que no pagarían por mí?

-                                 Yo desde luego me convertiría en cliente fijo, pero tienes que tener en cuenta que ya tienes una edad y hay por ahí mucha golfilla veinteañera nini..

-                                 ¿Nini?

-                                 Que ni quieren estudiar ni quieren trabajar, pero están buenísimas y prefieren que las follen a cambio de dinero. El caso es que están buenísimas, follan casi igual que tú y se dedican a ello a tiempo completo, son una dura competencia para una putita novata, madura y casada como tú…

-                                 Te veo muy puesto en el tema.

-                                 Bueno, también entiendo mucho de ópera y nunca he cantado un aria, jajajaja.

-                                 Sí, sí… bueno “Pavarotti”, a ver si quedamos y me das un repaso y el visto bueno a la zona depilada, ahora te dejo que tengo que entrar en mi maldito trabajo, besos.

-                                 Besos, guapetona, nos vemos pronto.

Tenía varios días de descanso por delante y desde ese momento me empeñé en dedicarlos a una sola idea: un juego erótico que incluyera el debut de Rebeca como puta –conmigo, por supuesto-.

Me puse inmediatamente manos a la obra: creé una dirección de mail en la que Rebeca recibiría las proposiciones de sus clientes, relumiperocasada@xxxxx.com , esa sería la forma de contactar de ellos con esa señora casada y respetable pero lumi en sus ratos libres para llevar dinero extra a casa.

De alguna sesión pasada, conservaba en mi teléfono varias fotos que Rebeca me había autorizado a tomarle -previo filtrado por su parte de aquellas en las que no salía favorecida y que captaban algún detalle de su anatomía demasiado revelador, recogían efectos personales reconocibles, etc…- Me decidí por una en la que estaba bellísima, arrodillada sobre las sábanas, de perfil, la cara vuelta hacia la pared y oculta por su cabello, con la curva de sus nalgas bien perfilada contra el blanco de la habitación y sus pequeños pero firmes pechos erguidos y desafiantes, coronados por esos pezones como dos pitones que hasta un momento antes yo había mamado y degustado hasta ponerlos de tal guisa, semejantes a dos astas de toro. Para completar el perfil de lumi de Rebeca me decidí por otra que foto para mí era “la joya de la corona”: en ella estaba en posición de perrita, acabábamos de tener una maravillosa y enconada sesión de sexo anal, en la que, tras correrme brutalmente en su culo divino y tragón, le rogué que permaneciera bien abierta de piernas, con su coño, que también había recibido lo suyo, completamente desplegados sus labios vaginales y encharcado de flujos, y su culo abierto y dilatado, también muy lubricado. En el momento que su ensanchado esfínter comenzó a dejar escapar mi abundante corrida, dejando que un reguero de espesa leche blanca se derramara desde su ano hacia su esplendoroso coño, disparé la cámara y obtuve mi foto favorita de ella, absolutamente impúdica, chorreante tras nuestra sesión de locura y placer, orgullosa de la copiosa corrida con la que la había recompensado.

Creí que con aquellas dos fotos bastarían para atraer a los clientes de Rebeca, a la que habría que dotar de un nombre de guerra. Finalmente me decidí por Páprika, en homenaje a mi admirada Deborah Capriogglio en su más que memorable papel como puta novata en la obra maestra de Tinto Brass.

Me introduje en varias páginas de anuncios de internet y coloqué en las secciones de contactos eróticos profesionales el anuncio de Rebeca – Páprika con sus dos fotos, su mail de contacto –pícaramente gestionado por mí, claro- y un texto en el que detallaba sus circunstancias y servicios:

“Páprika, señora casada y con dificultades económicas. Desearía relaciones con caballeros mayores de 35 años, solventes, serios, educados y discretos. Realizo todo tipo de servicios: francés natural hasta el final, masaje erótico, griego… Tarifas: 80 € media hora y 120 € una hora. Me desplazo a hoteles y a domicilios. Contáctame y no te arrepentirás, poseo el vigor de una jovencita y la sabiduría de una madura, combinados con un deseo sexual sin límites. Disfrutarás conmigo.”

Hecho el trabajo de presentación en sociedad de la nueva putita de Páprika, envié por mail los enlaces de las páginas de anuncios a la dirección secreta de Rebeca, para que ella pudiera leerlos y empezar a comprender mi nuevo juego, sabedor de que en cualquier paréntesis en su trabajo le echaría un vistazo a su correo y empezaría a maquinar ella también.

Dejé pasar un tiempo prudencial, hasta bien entrada la tarde, justo antes de que Rebeca se incorporase a la jornada vespertina. La telefoneé con número oculto, para seguir el juego.

-                                 Dígame.

-                                 Buenas tardes.

-                                 Sí, dígame quién es.

-                                 Un admirador suyo, Páprika.

Largo silencio al otro lado y una leve risita nerviosa.

-                                 Esta vez te has pasado tres pueblos, cabroncete.

Impertérrito continué con el juego ignorando su reconvención.

-                                 No la comprendo, señora, un amigo común me ha facilitado este teléfono y me la ha recomendado encarecidamente, es por lo que la llamo, para ver si podíamos llegar a un acuerdo y conocernos.

Nuevo silencio, imaginaba a Rebeca – Páprika decidiendo si mandarme al infierno o bien continuar aquel divertido y excitante juego.

-                                 ¿Pero Ud. qué desea en concreto, señor?

-                                 Mire, señora Páprika, para ser breve y conciso, follarla previo pago de una cantidad acordada.

Rebeca debía haber empezado a enjugar su delicioso mollete, pues volvió a hacer una pausa, escuchaba su profunda respiración, la adivinaba nerviosa, excitada.

-                                 Bien, caballero, concretemos los extremos del… trato… aunque no sabría… verá… es la primera vez…

-                                 Mire, Páprika, perdone que sea demasiado directo y hasta descortés si me apura, pero ya he pagado demasiadas veces por la primera vez de busconas como usted que ya habían tragado más pollas de las recomendables incluso para una reverenda puta, así que escúcheme con atención:

-                                 Pero oiga…

-                                 Repito que me escuche, si le interesa mi oferta tómela, si no, disculpe las molestias y adiós.

-                                 De acuerdo, le escucho.

-                                 Páprika, sinceramente, 80 euros me parece demasiado dinero para una señora casada que se mete a puta en su edad madura, me parece demasiado arriesgado gastar esa cantidad en una puta que puede haber editado sus fotos y encontrarme con una barriga fofa, un culo caído, unas tetas desagradables, estrías…

-                                 Le prometo que no le defraudaré, tengo el cuerpo de una jovencita.

-                                 Sí, nuestro común amigo me ha dicho que parece que se ha quedado congelada en los veinte años, pero compréndame…

Si le parece bien le ofrezco quedar mañana en una dirección que le facilitaré, le pagaré 50 euros por un servicio completo de media hora. Si quedo satisfecho ampliaremos el servicio a una hora y le abonaré la tarifa completa de 120 euros, creo que es una oferta razonable para una puta madura pero inexperta.

-                                 Señor, es usted un duro negociador y me está hiriendo en el amor propio, pero atendiendo a las estrecheces económicas que paso, debo aceptar su oferta.

-                                 Pues de acuerdo entonces.

-                                 Aunque debo hacerle una salvedad, ya que ud. ha impuesto nuevas condiciones yo también le pondré las mías.

-                                 La escucho.

-                                 50 media hora pero sólo incluye sexo oral y vaginal, el griego y otras practicas especiales quedan reservados para la hora completa.

-                                 Pero Páprika, nuestro amigo me ha comentado que el griego es su... “producto estrella”, por así decirlo.

-                                 Debe usted comprender que no puedo permitirle que me folle el culo por 50 euros y quede abierto y roto, imagine que el siguiente cliente quiere lo mismo… No puedo volver a casa con 100 euros, el culo roto por dos desaprensivos rácanos y encima satisfacer a mi maridito, que también gusta de encularme. Póngase en el lugar de mi pobre esposo, señor, tener el antojo de follarle el culo a su complaciente esposa al final de la dura jornada de trabajo y encontrarlo… usado, por decirlo suavemente.

-¡Esa era mi Rebeca, juguetona, pícara, ágil de mente… y tan puta… “putérrima”!.

Le facilité la dirección del apartamento que había reservado en un conocido edificio frecuentado por putas de alto y medio standing de la ciudad, en el que un amigo ducho en las lides puteras tenía alquilado aquel, realizándole una serie de peticiones sobre su atuendo, ya que me apetecía que desempeñara un rol concreto, lo que aceptó sin problemas. Le indiqué que solicitara las llaves al conserje, que era un señor mayor y discreto, acostumbrado a lidiar a diario con putas e infieles. Al llegar al apartamento debería asearse y ponerse el atuendo que yo le habría dejado al efecto, para recibirme de esa guisa. También le envié un par de enlaces a foros de lumis profesionales, para que se hiciera un poco a la idea del trato, prevenciones y gajes del oficio que entre ellas usan.

Al día siguiente, en sus dos horas de almuerzo, Rebeca – Páprika comería polla en lugar de un sándwich y debutaría en el mundo de las lumis, recibiendo su primer pago como recompensa a sus servicios sexuales, todo un debut.

Llegada la hora, me personé en la dirección indicada, dirigiéndome al mostrador de recepción, donde el solícito Mauro me indicó que no podía facilitarme las llaves del apartamento de mi amigo, pues este había autorizado a una señora que había llegado hacía un rato y las había retirado.

  • Dígame, Mauro ¿Cómo la ha visto, usted que está versado en el asunto?

-  Hombre, señor, discúlpeme pero mi caballerosidad no me permite…

  • Sin problemas, Mauro, puede hablar conmigo con total confianza.

  • Desde mi experiencia, se la ve “echada para adelante”, tiene que ser una buena pieza en la cama, aunque…

  • ¿Sí…? Diga, Mauro, diga…

  • Estaba rarilla, algo nerviosa. Por un lado tengo la certeza de que es una buena comedora de pollas, pero por otro, no sé… parecía una novatilla, a pesar de que ya no cumple los 35… no sé, algo raro…

Definitivamente Mauro era todo un profesional de los trajines y había advertido que Rebeca – Páprika se estaba adentrando en terreno novedoso.

Subí nervioso en el ascensor y me detuve ante la puerta del apartamento de mi amigo, di los toques convenidos con mis nudillos en la puerta, tras un instante de silencio pude oír unos tacones que se dirigían hacia la puerta, que giró hasta entornarse tras la apertura del cierre, dejándome atisbar el rostro de una maquillada Páprika asomándose, sin permitirme franquear el acceso.

-                                 ¡Oiga, señora! ¿Pero qué manera de atender a las visitas es ésta? ¡Déjeme pasar inmediatamente!

-                                 Es que puede verme alguien desde fuera…

-                                 ¡Eso a mi me trae sin cuidado! ¿Desde cuando nadie puede ver al servicio? ¡Abra, por favor!

Páprika se apartó al tiempo que abría del todo la puerta, situándose en línea con ella, perfectamente visible desde el exterior; iba ataviada como era mi deseo y mi fantasía sexual: de “pornochacha”.

Estaba para comérsela, con su cofia blanca inmaculada, un vestidito negro abierto en el escote que dejaba perfectamente ver sus tetas, ajustado a sus formas, terminado en un vuelo de falda que a duras penas le tapaba el final de sus nalgas, con unas medias de encaje negras que le estilizaban sus largas piernas, sujetas con un liguero de encaje provocador y muy refinado, todo ello completado con unos zapatos de tacón de aguja que la hacían aún más alta y deseable.

Ella estaba un poco azorada por la situación y por tener que exhibirse así ante mí a la puerta del apartamento. En ese momento escuché abrirse la puerta del ascensor y una pareja salió de él y se dirigieron por el pasillo hacia donde estábamos. Claramente se trataba de otra puta, de alto nivel por su atuendo y distinción, con su cliente, un tipo bien trajeado que le acariciaba la cintura mientras se aproximaban a nosotros. Páprika lo advirtió y nerviosa me pidió:

-                                 Por favor, señor, pase al interior.

-                                 No hay prisa, ya que me ha hecho esperar, ahora deberá ser Ud. la que me espere.

Páprika comprendió inmediatamente la humillación que le aguardaba, pues pude advertir que se sonrojaba un tanto. Yo me giré un poco en el pasillo para franquear el paso a la pareja, que se encontraba ya casi junto a nuestra puerta, saludándoles cortésmente:

-                                 Buenas tardes.

Ellos respondieron a mi saludo, al tiempo que al pasar frente a la puerta, no pudieron evitar detenerse un momento y contemplar a Páprika, que se veía estupenda y deseable con su atuendo de pornochacha, ambos se miraron cómplices sonriendo, parecía que les gustaba lo que veían, sobre todo a él, que jocoso se dirigió a mí.

-                                 Oiga, señor, qué estupendo servicio doméstico veo que tiene contratado.

-                                 ¿Le gusta, caballero?

-                                 ¡Cómo no iba a gustarme!

-                                 Pues hoy debuta como sirvienta.

-                                 ¡No me diga! Pues estaría interesado en contratarla yo también.

-                                 Pues déjeme su mail y si quedo satisfecho, discretamente le haré llegar sus datos para que pueda contactar con ella y le realice una satisfactoria limpieza de todo lo que Ud desee.

La otra puta sonreía comprensiva ante la picante situación y el cada vez más evidente sonrojamiento de Páprika al verse tratada como una yegua en un mercado de ganado en sus propias narices. Parecía decirle con la mirada “Eso es lo que te espera a partir de ahora, guapita”.

Tras intercambiar datos con el otro putero, me despedí y ahora sí entré al apartamento, para alivio de Páprika, que había soportado estoicamente la situación.

-Bueno, bueno, señora Páprika, ya ve usted que aún no ha debutado y ya se le amontona la afición en la misma puerta –ella sonrió algo más relajada-, pero aquí no hemos venido a eso, he venido a supervisar su trabajo de chacha y a recompensarla o castigarla, en su caso.

Seria y recatada, Páprika bajó los ojos y me siguió el juego, era una verdadera maestra de la interpretación.

-                                 Tiene Ud. razón, señor ¿Por dónde quiere empezar?

-                                 Bueno, vaya delante mía y repase un poco el polvo de los estantes altos, parece que el cristal tiene bastante polvo.

Páprika se acercó al estante indicado y se estiró, levantando los brazos todo lo que pudo, haciendo la pantomima de pasar el plumero por los cristales ya relucientes. Estaba super sexy empinada sobre los taconazos de aguja, los muslos aprisionados por los ligueros, las nalgas descubiertas por lo forzado de su postura, dejando ver claramente el hilito del tanga que se perdía entre sus nalgas pequeñas y redondeadas, seguramente rozando ese estrecho esfínter que tanto me gustaba ensartar con mi polla.

  • Bueno, la estantería parece que ya está bien limpia, ahora pasemos a la cocina, creo que el lavavajillas está sin recoger ¿Qué ha estado Ud. haciendo toda la mañana, holgazana?

Páprika me precedió contoneándose sin decir palabra hasta la cocina, donde inmutable se inclinó para revisar el interior del lavavajillas, dándome una estupenda panorámica de su trasero y muslos, completamente al descubierto. Mientras trajinaba en el lavavajillas no me contuve y comencé a acariciarle las piernas sobre las medias, justo donde sólo estaban recorridas por su sensual liguero, pasando también mis caricias por ambas nalgas, lo que empezó a arrancarle suspiros de excitación. Sin dilación, ya que se trataba de una puta a la que iba a follarme y no tenía la obligación de proporcionarle placer, le aparté el tanga a un lado e introduje mi dedo corazón en su coño, completamente depilado tal y como me había prometido y absolutamente jugoso producto de su cachondo estado.

-                                 ¡Pero esto es intolerable, pornochacha! Estás completamente cachonda y salida, esto no es forma de trabajar.

-                                 Oooooohhhh, lo siento señor, pero es que ando algoooooohhh… traspuestaaaaaaahhhh.

-                                 Eres una marranilla que te dedicas a ponerte cachonda en lugar de a limpiar. ¡Sácame inmediatamente la polla y déjala limpia y reluciente.

-                                 Pero señor… antes tiene Ud. que pasar al baño y asearse con el jabón antiséptico, es por seguridad.

-                                 Pues vamos rapidito, que veo que pretendes pasarte la media hora sin trabajar y holgazaneando.

Pasamos al baño y Páprika me desvistió, indicándome que me introdujera en la ducha, donde se afanó solícita en asearme y enjabonarme a conciencia con el antiséptico, aclarando con abundante agua tibia. Finalizó secándome delicadamente con una toalla, intentando comenzar una felación en la misma bañera, a lo que me negué con vehemencia, apartando su ávida lengua de mi polla cuando ya se encontraba a escasos centímetros de ella.

-                                 ¿Pero qué es esto?

-                                 Disculpe, señor ¿Qué sucede?

-                                 ¿Crees que esto es forma de tratar una sirvienta a su señor, acaso no tienes un sillón en el que sentarme cómodamente mientras me la chupas? Cada día está peor el servicio…

  • Tiene razón el señor, acompáñeme al dormitorio, por favor.

La seguí satisfecho de cómo Páprika estaba cumpliendo su papel de pornochacha, demorándome en la contemplación del culito que pensaba follar en breve, oscilando graciosamente por mor de los tacones que la obligaban a caminar con un plus de feminidad. Llegamos al dormitorio y Páprika me indicó respetuosamente que me sentara cómodamente en el sillón. Una vez que lo hice pude comprobar que el golfo de mi amigo era un auténtico sibarita depravado, pues había dispuesto un espejo estratégicamente desde el que podía contemplar la grupa de Páprika mientras se aplicaba a mamar mi polla de rodillas.

-                                 Haz a un lado el tanga para que pueda verte bien el coño desde aquí, putita. Así, muy bien… pero… tienes el coño muy brillante ¿eso es que estás mojada?

Páprika se introdujo mi polla en la boca y asintió mirándome con esa carita perversa que pone siempre que me chupa la polla y que sabe que me pone tan acelerado y excitado. Le saqué la polla de la boca y le di un pequeño cachete en la cara.

-                                 Vamos a ver, putilla, quiero que te quede claro que tú estás aquí para limpiar y para darme placer. Si me cobras no esperarás que te folle y te corras tú también, ¿no?

-                                 Claro que no, señor, disculpe que esté mojada, intentaré no correrme y darle placer, tanto como pueda.

-                                 Eso está mejor, pornochacha, sigue mamando, que necesito relajarme un poco.

Páprika inició una mamada tan sobresaliente como siempre, ensalivada, profunda a veces, otras torturando con su lengua mi prepucio, haciendo que desapareciera hasta su garganta en ocasiones, sacándola de su boca y golpeándose con ella sus mejillas mientras miraba con esa cara de puro vicio. Una mamada magistral, como todas las que propina, aderezada además con la visión de su culito y de su coño, que cada vez estaba más visiblemente húmedo, mojando hasta sus muslos.

-                                 Bien, putita, ahora quiero follarte un poco el coño, que te lo veo jugoso y está pidiendo polla a gritos.

-                                 ¿Cómo desea follarme el señor?

-                                 Primero seguiré aquí en el sillón, date la vuelta y te sientas sobre mi polla, que quiero follarte sin cansarme demasiado.

Páprika se incorporó y se giró, abriendo un poco sus piernas, tras lo que separó un poco sus hinchados labios vaginales para sentarse sobre mi polla. Yo sabía que era una consumada maestra en esa postura, que solía utilizar desde nuestra juventud cuando éramos novios, en esas mañanas en las que follábamos en su casa a escondidas de su madre. Ella me sentaba en la cama y apoyada en mis muslos, con las piernas flexionadas, se introducía mi polla en su coño y comenzaba una vigorosa cabalgada que me arrancaba fenomenales orgasmos, dado el placer combinado de poder contemplar cómo mi polla entraba y salía a una velocidad endiablada de su jugosísimo coño adolescente, así como de acariciarle tanto las nalgas como el ojete del culo, tan a mano ambos para ser manipulados. No obstante, le impedí que se sentara sobre mi polla, la hice girarse de cara a mí y le solté una nueva cachetada en la mejilla.

-                                 ¿Pero qué clase de puta barata eres, golfilla?

-                                 No le entiendo señor… -nuevo cachete-

-                                 ¿Pretendes follar conmigo sin condón, puta de tres al cuarto?

-                                 Pero es que nosotros siempre… -un cachete más-

-                                 Ni siempre ni pollas; primero la casa sucia y desordenada y ahora quieres follar sin condón para contagiarme alguna enfermedad.

-                                 Pero señor es mi primera vez y …

-                                 Sí, sí… tu primera vez… eso se lo dirás a todos los golfos que te han calzado. A saber si no te has follado alguna polla en mal estado y se lo has contagiado a tu marido.

-                                 Disculpe, señor, tiene Ud. razón.

-                                 Anda, coge del bolsillo de mi pantalón una caja de condones que hay allí y me enfundas rápido uno, que no tengo toda la mañana para follarte, putilla.

-                                 Sí señor.

Páprika rebuscó en mi pantalón, encontró el condón y mirándome fijamente, se lo puso en la boca, se arrodilló y se acercó hasta el sillón a gatas. Aquella mujer era una maestra del sexo y lo demostraba en cada uno de nuestros encuentros. Llegó hasta mí y sin decir palabra, comenzó a besar y lamer mis testículos y a ensalivar abundantemente todo el tallo de mi polla, que ya se encontraba a pleno rendimiento y pletórica, lo que comprobó Páprika y con suma diligencia procedió a enfundarme el condón con firmeza y delicadeza. Tras ello, volvió reincorporarse y se giró, sentándose sobre mi polla hasta introducírsela completa en la primera sentada. Hizo una pausa, sosteniéndose con sus manos apoyadas en mis muslos, suspiró profundamente, inclinando su cabecita hacia atrás, meditando sobre lo que acababa de meterse de golpe en su coñito de puta neófita. Tras unos segundos inmóvil, Páprika volvió a cabalgarme como me tenía acostumbrado, con ese coño aterciopelado en su interior que te masturba con la apretura que le confieren sus muslos tan juntos, al tiempo que la alta cadencia de sus sentadas imprimía un ritmo endiablado y muy placentero. Mientras era follado por Páprika, aprovechaba para acariciar sus nalgas y deleitarme viendo cómo su esfínter se contraía y ampliaba al ritmo de sus sentadas en mi polla. La agarré por sus caderas, abarcando con mis manos un generoso pellizco de nalgas y cintura, aferrándome a ella para dar aún más ímpetu a la follada de Páprika, aunque cuidando de no precipitar mi corrida, pues quería disfrutar de aquel excepcional polvo con mi pornochacha.

Como veía que si seguía permitiendo a Páprika cabalgarme de aquella manera tan salvaje me correría sin remedio, le ordené detenerse y pasar a la cama, permitiéndome un respiro que aminoró el ardor de mi polla, cercana en esos momentos a la eyaculación.

-                                 ¿Desea el señor que me desnude?

-                                 Nada de eso, Páprika, estás trabajando y me gusta que vayas correctamente uniformada.

-                                 Como guste el señor. ¿Desea alguna postura en especial el señor?

-                                 Ponte boca arriba en el pico del colchón, que te voy a dar fuerte, putilla.

Me situé de pie junto a la cama, con una pierna a cada lado de la esquina del colchón, el culito de Páprika justo al filo del mismo, me puse cada una de sus piernas enfundadas en aquellas excitantes medias de encaje en un hombro y sin preámbulos le envié toda la polla hasta el fondo de su encharcado coño, ya que en aquella postura la penetración era profundísima y la comodidad de la misma me permitía un bombeo rítmico y concienzudo, al que me apliqué con entusiasmo.

Páprika tenía sus mejillas arreboladas, sus labios buscaban aire extra para aguantar el bombeo al que la estaba sometiendo, mientras sus manos se pellizcaban los pezones, que debido al castigo y a su estado de excitación se encontraban en el apogeo de su esplendor, erectos y desafiantes como dos pequeños penes plantados en la cima de sus tetitas, que oscilaban arriba y abajo al compás de mis embestidas. A pesar del condón, el calor extremo del interior del coño de Páprika me estaba fundiendo la polla de placer, aquella mujer me estaba dando un gusto extra motivado por la situación que estábamos representando, debo admitir que pagar a Páprika por lo que Rebeca siempre me ofrecía gratis tenía un morbo especial que se traducía en un goce casi ilimitado, al que decidí dar una vuelta de tuerca:

-                                 Páprika, creo que va llegando el momento de correrme, me tienes que ya no aguanto más, tu coñito rico me está sacando toda la leche de mis testículos cargados.

-                                 ¿Oooooohhhh ssssssiiiiiii, dónde quiere correrse el señoooooooooooorr? –esa era mi chica: golfa, espontánea, actriz porno total-.

-                                 Déjame que lo piense… mientras termino de follarteeee… si, siiiii… me quiero correr en tu boca, quiero que me la chupes de rodillas y que te tragues toda mi corridaaaahh…

-                                 Pero… señor… es que la leche…

Sabía perfectamente que Rebeca era una solvente felatriz y no hacía remilgo alguno a que las pollas descargaran en su boca, pero recordaba que una vez probamos a que se la tragara y lo pasó fatal, a pesar de las risas que más tarde nos echamos a costa del rico gofre que hubo de vomitar a cuenta de sus probaturas felatorias, pero ahora se trataba de Páprika y de su debut como puta, así que habría de adaptarse a los deseos del cliente como buena profesional del sexo; no tendría piedad con ella en ese aspecto:

-                                 ¿Qué sucede con mi leche!

-                                 Sabes que me da asco…

Sin interrumpir el bombeo en su coño que tanto gusto me estaba proporcionando, me puse en mi papel y la devolví al suyo de Páprika, soltándole un cachete un poco más fuerte que los anteriores en su mejilla.

-                                 ¡Serás mala puta! ¿Quién te has creído que eres para permitirte tutear a tu señor y encima desobedecerme? Vas a comerme la polla y a tragarte hasta la última gota de la copiosa y espesa corrida que pienso darme, ¿Te enteras?

-                                 Sí… sí señor, descuide… obedeceré

Vencidas las reticencias de Páprika, advertí que mi orgasmo era inminente, por lo que le saqué mi polla, la desenfundé del condón, así fuertemente a Páprika del pelo, desmadejándole su pizpireta cofia, la levanté de la cama y la puse de rodillas e introduciéndole mi polla en la boca comencé a follarla sin dilación, precipitándose una fenomenal corrida en cuestión de segundos. Apreté mi vientre contra su congestionado rostro para escupir los tres primeros golpes de semen, que escuché cómo pasaban directamente a su garganta con unas notorias degluciones de la sufrida Páprika. Tras ello, aflojé mi presión y dejé que fuera ella la que, como siempre, terminara con su exquisita maestría de exprimir el jugo de mis testículos, que en esta ocasión no paraban de enviar leche a su ávida boquita, que en esta ocasión se aplicaba en tragarse todo lo que salía de aquella inagotable fuente del placer.

Tras comprobar que no podía disfrutar más y que mi polla se negaba a seguir dando de beber a mi obediente sirvienta, con un gesto le indiqué que aminorase la presión de sus labios sobre mi polla, asintiendo Páprika, que se la sacó de la boca, que abrió para que yo pudiese comprobar que aún tenía una considerable cantidad de semen sobre su lengua, que ella me mostró libidinosa, para a continuación engullir notoriamente su última ración de mi corrida y volver a mostrarme su lengua limpia –es un decir- y su boca vacía, tras lo que me interrogó con ojos desafiantes y libidinosos.

-                                 ¿Satisfecho el señor?

-                                 Por supuesto que sí, Páprika, eres una putita de lo más satisfactoria cuando te pones a ello. Déjame descansar un poco y ahora hablamos de negocios, ¿vale? Ven al sillón y siéntate sobre mis piernas mientras me recupero.

Comencé a acariciar sus muslos y culo, mientras meditaba el próximo paso para coronar el debut de Páprika en el mundo de las lumis.

-                                 Bueno, creo que ya ha pasado la media hora, podríamos dejar el rol de señor y sirvienta y dejarlo en puta y cliente, ¿te parece?

-                                 OK

-                                 Ahora deberíamos hablar de dinero, pero…

-                                 No me vendrás con que no piensas pagarme…

-                                 No es eso, no creas que te voy a dar “perros muertos”

-                                 ¿Qué?

-                                 Dar perros muertos era frase hecha con la que los clásicos definían la acción de gozar a una puta y luego no pagarle, pero yo soy un caballero y siempre atiendo mis deudas, alcánzame la cartera sobre mi pantalón, por favor… Ahí tienes, 150 euros, si los quieres…

-                                 No te entiendo, dijiste media hora…

-                                 Ya, pero he visto que eres mercancía de primera calidad y quiero el servicio completo de 1 hora… y follarte el culo.

Ella me miró de hito en hito; no estaba segura de aceptar, no por entregarme el culo, que ya era archiconocido para mí, sino por no saber lo que se le podría venir encima –y tenía razón-

-                                 Mira putita, no se puede ser tan remilgada e indecisa en este oficio, lo tomas o lo dejas: coges los 150 euros y empiezas a relajar el culo para que te lo espete o coges sólo 50 y te vas a casa con ellos a prepararle un mísero puchero a tu maridito.

Páprika no contestó, se limitó a coger los 150 euros, introducirlos en su encharcada parte delantera del tanga, darse la vuelta, ponerse abundante saliva en la mano y ante mis narices pasarla al esfínter de su prieto culito, toda una declaración de intenciones que me hizo presentarle armas inmediatamente. Páprika se dirigió hacia la cama y se puso a cuatro patas, dispuesta a recibir mis acostumbradas atenciones anales, pero nuevamente volví a cambiarle el paso:

-                                 No, querida, el otro polvo me ha dejado muy cansado, quiero follarte el culo como antes te follé en el sillón: yo sentadito descansado y tú ensartándote solita y haciéndolo todo.

-                                 Pero es que así…

Era una nueva prueba de fuego; sabía que a Rebeca le costaba la misma vida ensartarse ella sola por el culo, es más, lo habíamos intentado en una ocasión en el coche y por un error de cálculo perdió el apoyo de las manos y se dejó caer sobre mi polla y se hizo tanto daño en el culo que tardamos varias semanas en volver a disfrutar de sus estrecheces divinas. Ahora vería de qué madera estaba hecha aquella puta neófita.

-                                 Así es como quiero follarte el culo, además te recuerdo que tienes ya mis 150 euros dentro de tus encharcadas bragas de putilla, eso para mí es un contrato, ¡golfa!

-                                 Está bien, un contrato está para cumplirlo, pero le ruego que me ayude y me sostenga mientras me enculo, una vez me hice bastante daño…

-                                 Me hago cargo, no te preocupes –la muy ladina aún recordaba la sobredosis de polla en su maltrecho culo-

Páprika volvió a ensalivarse abundantemente el culo, situado a escasos centímetros de mi cara babeante por la lujuria, comenzando un lento baqueteo de su dedo corazón que poco a poco ensanchaba el orificio que en breve tanto placer me iba a proporcionar. Tras dos minutos de bombeo, se introdujo un segundo dedo sin dificultad, tras lo que dio por finalizado el trabajo de ahormado, se dio la vuelta y depositó en una nueva felación abundante saliva también sobre mi polla, que ya no daba más de sí, volvió a girarse y poco a poco bajó hasta que su ojete ensalivado y mi prepucio acerado entraron en contacto.

Con las piernas flexionadas, me pidió que la sujetara por las nalgas, soltó su mano derecha de mi muslo y aferró mi polla, con la que inició un movimiento de barrena en su esfínter para terminar de dilatarlo y hacerlo al calibre de la herramienta que se iba a introducir en breve. Poco a poco se introdujo el prepucio, tras lo que volvió a agarrarse con ambas manos a mis muslos y comenzó un rápido movimiento de sube y baja, continuando con el ensanche de su prieto culito en tan poco airosa postura. Yo no cabía en mí de goce, pues al placer de encularla se añadía el de haber logrado que por dinero aquella putilla se arriesgara a una rotura de ano en caso de accidente indeseado.

Tras unos minutos en que Páprika se habituó al trozo de carne que la invadía por su vía trasera, se dejó caer hasta introducirse la mitad de mi polla de una sola vez, engarfiando sus manos en mis piernas y soltando un profundo gemido de dolor –y algo de placer-

-                                 ¿Qué te ocurre putita? Si crees que no podrás, no te preocupes lo dejamos para otro día…

Decirle aquello y dejarse caer fue todo uno: Páprika se había ensartado con mi polla y su culo chocaba ahora mismo contra mis testículos nuevamente recargados de semen para rellenar el sufrido culito  de aquella ofrecida putita. Permaneció como medio minuto sin moverse, con los ojos cerrados y ambas manos en su entrepierna, ya que el apoyo de mis muslos era innecesario a esas aluras, pues estaba ensartada por el culo hasta el final.

-                                 Cariño, necesito tocarme y correrme yo también, si no, no voy a ser capaz de seguir enculándome…

-                                 Claro que sí putilla… pero empieza ya a cabalgarme que quiero llenarte el culo de leche…

Páprika se lanzó a un frenético sube y baja en el que yo desde mi cómoda posición podía contemplar sin problemas cómo su esfínter estaba dilatado al máximo, cómo mi polla entraba y salía como un pistón de su culo, brillante por la lubricación, rozando en cada movimiento el prieto –cada vez menos- ojete de la sufrida Páprika. Decididamente aquel culo valía un imperio y su propietaria podía dedicarse con él a putear sin necesidad de desempeñar ningún trabajo de mierda para ganar un mísero salario.

Páprika se castigaba el clítoris con dureza al tiempo que se ensartaba una y otra vez contra mi polla, durísima y sólo esperando a su corrida para llegar a la mía.

  • Me corrooooo… oooooohhhh síiiiiiiiiiiiii… qué gusto en mi culo…. Me arde… aaahhhhhh me lo estoy rompiendo, pero me gusta, coño, qué gustazoooooooooooooooooooohhhhh

Era cierto que se estaba rompiendo el culo, mi polla ya salía con algunos restos rojizos de su culo, pero Páprika seguía culeando a un ritmo bestial y corriéndose al mismo tiempo, señal de que aquella golfa estaba disfrutando como una posesa de la rotura de su culito de puta novata.

Ya no pude dilatar más mi corrida y tampoco vi conveniente aumentar el castigo a Rebeca, pues si persistía en aquella enculada salvaje podía provocarse lesiones serias, por lo que me abandoné y me corrí como un auténtico bellaco, rellenando sus intestinos de otra abundante corrida, asiéndola por las caderas para meterle la polla hasta el rincón mas recóndito de su caliente y estrecho culo.

Tras indicarle que había acabado de correrme, Páprika se sacó mi polla con cuidado, dejándose caer derrotada y exhausta al suelo, soltando una audible cantidad de aire por su ano, bombeada a su interior por nuestra actividad y que ahora no podía retener debido a lo dilatadísmo de su esfínter, incapaz de contraerse lo más mínimo. Ella reunió fuerzas para levantarse y entrar al baño para asearse, momento que aproveché yo para tomar mi teléfono-

Pasado un rato, Páprika salió del baño completamente desnuda, recién duchada, oliendo a jardín en mayo, húmeda. Al verme con el teléfono me preguntó sobre ello, a lo que le respondí que acababa de enviarle un mail al tipo del pasillo que me dejó sus datos. Al preguntarme sobre su contenido, se lo di a leer, así como su respuesta:

-                                 “Querido amigo, esta señora bien merece renombrarse como reverenda puta; tiene el culo más apetitoso y placentero de cuantos me he follado en mi larga vida. Le recomiendo encarecidamente que se folle el culito de Páprika antes de que algún desaprensivo lo goce antes y lo deje maltrecho para el resto de puteros. Por 150 euros el culo de Páprika le transportará al paraíso”

-                                 - “No sabe cómo me congratulo de su atención para conmigo. Sólo le he echado un polvo a esta puta, así que dada la cercanía y lo que me ha encendido su mail, estoy dispuesto a pagar esos 150 euros en el acto para poder encular a esa diosa del sexo anal. Espero su respuesta amigo”.

Páprika sonrió satisfecha por los halagos, aunque pronto sus facciones mudaron a preocupadas, pues aquel bribón sin duda deseaba encularla sin dilaciones, cumpliéndose mi profecía de que fuera enculada dos veces en el mismo día y luego tener que satisfacer a su maridito:

¿Sería capaz Páprika de aceptar el segundo trabajo anal de su recién estrenada vida como puta de alto standing?

Pero eso ya forma parte de otra historia que algún día les contaré; espero que les haya gustado este relato –sobre todo a mi diosa del sexo Rebeca-. Agradeceré sus comentarios