El dado del desenfreno

Mi propio marido me sedujo para que le pusiera los cuernos.

EL DADO del desenfreno

YOLY – Nº. 1 – DICIEMBRE 2003

Me llamo Yolanda, "Yoly" para mis amigos, tengo 36 años, y estoy casada. Para los que quieran hacerse una idea de mi físico me describiré brevemente: Pelo castaño claro largo y muy rizado; ojos marrones; 165 cm. de estatura; 58 Kg. de peso; 100 cm. de pecho; 65 cm. de cintura y 95 cm. de caderas.

Cuando yo apenas contaba dieciséis años conocí a mi actual marido, con el cual me casé tras seis años de noviazgo. Con ello quiero hacer patente que, teniendo en cuenta que siempre le había sido fiel, no he conocido a otro hombre, sexualmente hablando, hasta el pasado verano en el que le puse los cuernos por primera vez. También quiero destacar que si no hubiera sido por él mismo, quizás nunca le habría sido infiel, ya que fue el único culpable y artífice de sus propios cuernos.

Pues bien, después de pensarlo mucho me he decido a compartir con todos mis lectores la experiencia que desencadenó aquella situación, por lo que sin más dilación paso a relataros los hechos con todo lujo de detalles.


Todo comenzó cuando mi marido se encaprichó con la mujer de su mejor amigo. Cada vez que salíamos con ellos, yo notaba que ambos se atraían sexualmente, a juzgar por sus miradas de complicidad y sus "tonteos" continuos. Por ello, y a pesar de sus tremendos celos hacia mí, consiguió convencernos a todos para llevar a cabo un intercambio de parejas, y de esa manera aplacar el sentimiento de traición que le hubiera supuesto el hecho de acostarse con ella a mis espaldas.

Nuestros amigos se llaman Lola y Manolo. Él es un amigo de la infancia de Pablo (mi marido. Desde novios solemos salir juntas ambas parejas, por lo que nos llevamos muy bien todos. Lola no es que sea una mujer de bandera, ni mucho más atractiva que yo, incluso tiene peor cuerpo que el mío, pero su cara de viciosa empedernida siempre le ha tenido babeando a Pablo. Manolo por su parte es mucho menos atractivo que mi marido, pero tiene mejor cuerpo. Frecuenta el gimnasio tres veces por semana y corre cinco kilómetros todos las mañanas muy temprano. Los cuatro somos de edades similares: Lola tiene 34 años, Manolo 38, Pablo 40 y yo, como ya sabéis, tengo 36 años.

La cita fue proyectada para un sábado por la tarde en nuestra casa. Los planes los ideamos el jueves anterior por la tarde, en una cafetería que solemos frecuentar bastante los cuatro. Consistiría en una cena fría seguida de unas copas y un juego de mesa. Para el juego se utilizaría un dado normal y unas reglas inventadas en conjunto por los cuatro. Antes de comenzar el juego los cuatro apuntamos en un papel, sin que nadie más que uno mismo supiera su contenido, seis actividades sexuales. Cada uno de nosotros debía proponer una actividad sexual a realizar, con el componente de sexo opuesto de la pareja contraria. A cada papelito se le numeró del uno al cuatro, quedando por tanto dos números del dado "libres". Por último se propuso que todos nosotros acudiéramos a la cita con la ropa más sexy que tuviéramos.

Llegó el día de la cita y nuestros amigos acudieron puntuales. Lola se puso una diminuta minifalda de cuero negro, una blusa roja muy escotada y unas sandalias rojos, a juego con la blusa, de tacón de aguja, que dejaban casi al desnudo sus cuidados pies. Manolo llevaba un pantalón de cuero negro muy ajustado, marcando "paquete", una camisa blanca con los cuatro botones de arriba desabrochados, luciendo parte de su musculoso y peludo torso, y unos zapatos negros, tipo mocasín. Pablo, mi marido, optó por un amplio polo azul marino, que disimulaba sus michelines, un pantalón beige, tipo vaquero, y unos zapatos de piel vuelta marrón con cordones. Yo me puse una blusa blanca muy ceñida y escotada, sin sujetador, unos vaqueros tradicionales muy ajustados, y unas alpargatas blancas de esparto, que tanto le sugerían a mi marido.

Después de cenar preparamos unos "cubatas" bien cargados y nos sentamos en torno a la mesa del salón con nuestros papelitos "secretos" y el dado. Completaban la decoración un par de ceniceros y nuestros respectivos paquetes de tabaco rubio. Lola, sobre la marcha, implantó las reglas complementarias del juego: Se sortearía el jugador que comenzara el juego mediante una tirada previa del dado, a la puntuación más alta. En la primera fase del juego, el jugador que perdiera cada mano debería ir quitándose ropa hasta quedarse solo con las bragas, en el caso de las mujeres, ó con los calzoncillos en el caso de los hombres. Cuando los cuatro nos quedáramos solo con la única prenda mencionada, comenzaría la segunda fase del juego, es decir, llevar a la práctica las acciones escritas "secretamente" en los papelitos.

Transcurridas las seis primeras rondas, los cuatro nos quedamos solo con la prenda de ropa interior inferior.

Lola tenía unas tetas que nunca hubiera imaginado, ya que vestida no lo aparentaba. Eran de un tamaño mas bien grandes, calculé una talla 90/95, con los pezones marrones de tamaño medio, muy duras y erguidas, y con una forma casi perfecta. Como era de prever por su delgada figura su cintura era pequeña, con el estómago liso, y sus piernas eran bonitas pero algo delgadas para mi gusto. Llevaba un diminuto tanga de color rojo bastante sexy.

Manolo tenía un torso muy velludo, pero espectacular. Estómago liso y marcando músculos. Sus piernas eran también muy fuertes y bonitas. Había elegido un tanga de cuero negro muy pequeño, que ensalzaba un abultado "paquete" genital.

Mi marido Pablo, tiene barriguita cervecera y michelines, aunque sus piernas son fuertes y más bonitas que las de su amigo. Se puso un slip azul marino.

Y yo, Yoly, tengo las tetas más grandes que las de mi amiga (talla 110), pero algo menos duras y un tanto caídas, con los pezones marrones bastante grandes. También soy estrecha de cintura, aunque mi estómago es menos liso que el de Lola. Para contrarrestar tengo las piernas mucho más bonitas y un "culete" duro y respingón. Me decidí por un tanga de leopardo que a mi marido le pone cardiaco.

El ambiente se tornó algo tenso, cuando Manolo debía comenzar la segunda fase de lanzamientos del dado. Había llegado la hora de la verdad. El dado se detuvo mostrando el número cinco. Lola abrió el papel marcado con dicho número y leyó en voz alta: "Sesenta y nueve completo, tragando semen". Y, claro está, Manolo debía poner en práctica dicha actividad conmigo.

Ambos nos levantamos de la mesa y, tras despojarnos de nuestra ropa interior inferior, ocupamos la alfombra. Manolo se tumbó boca arriba, por lo que yo me situé sobre él, en posición invertida. Sin más preámbulos me abrió el coño con sus dedos y comenzó a lamérmelo con una habilidad suprema. Yo comencé a masturbar su miembro hasta ponérselo duro, tras lo cual me lo metí en la boca y empecé a mamar, momento en el que pude apreciar que su polla era bastante más larga y gorda que la de Pablo, lo cual me produjo un gran morbo.

Mientras tanto, Lola y mi marido eran testigos de primera fila de aquel "sesenta y nueve" en toda regla.

Al cabo de dos ó tres minutos la lengua de Manolo empezó a surtir efecto y me sobrevino un tremendo orgasmo que me obligó a gritar de placer. Cuando la intensidad del orgasmo disminuyó mi boca volvió a succionar el hinchado capullo de Manolo. Cinco minutos después, el glande de mi amigo empezó a escupir semen hacia mi garganta. Eran chorros muy copiosos y tibios. Al tercer espasmo de Manolo comencé a experimentar un segundo y brutal orgasmo, provocado por su lengua al lamerme el clítoris a toda velocidad. El esperma fue penetrándome en la garganta y yo me lo fui tragando todo al mismo tiempo que me retorcía de placer. Una vez concluida la actividad, hicimos un descanso.

Media hora más tarde volvimos a ocupar nuestros asientos. El turno era de Lola. El tres. Por desgracia para Pablo y alegría para mí, era uno de los números que habían quedado libres, por lo que se corría el turno sin más. Esta vez lanzaba yo el dado. El número uno. De nuevo Lola procedió a leer el papel, esta vez marcado con el número uno: "Polvo en posición del perrito". (Debo puntualizar que Lola y yo tomamos la píldora, por lo que se decidió que en caso de coitos, se llevarían a cabo sin condón y con eyaculación intra-uterina).

De nuevo Manolo y yo debíamos entrar en escena. Nos despojamos por segunda vez de nuestra única prenda y acudimos a la alfombra. Antes de llevar a cabo la acción, tuve que masturbar unos minutos a mi amigo para ponerle la polla a punto. Mientras lo hacía, Manolo me cogió la cara con ambas manos y me besó en la boca. Primero superficialmente. Luego me metió la lengua y nos morreamos con cierta lujuria. Cuando quise darme cuenta el rabo de Manolo estaba duro como el cemento. Entonces me coloqué a cuatro patas. Manolo se arrodilló por detrás y me penetró con suma facilidad. Cuando ya la tenía toda dentro, me agarró por las tetas y comenzó a follarme como loco. Diez minutos después, coincidiendo con mi tercer orgasmo, Manolo eyaculaba en mis entrañas sollozando de placer, mientras sus manos parecían querer arrancarme las tetas, lo que me proporcionó que aquel último orgasmo se prolongara hasta que Manolo inyectara hasta la última gota de su espesa leche dentro de mi ardiente y empapado coño. A pesar de haberse corrido del todo, Manolo aún me estuvo follando dos o tres minutos más.

Luego, de mutuo acuerdo, dimos por finalizada la partida.


Creedme que yo nunca le hubiera puesto los cuernos a mi marido, pero después de aquella experiencia estaría dispuesta a hacerlo de nuevo.

Un beso para todos mis lectores.

Yoly.