El curso (y 4)

El final de la historia... Es más breve que las otras partes, pero es que creo que no hacia falta extenderse mucho. Espero que os guste el final.

No sé si alguna vez habéis notado esa sensación de que nunca sois capaces de alcanzar la completa felicidad; pues en esta tesitura me encontraba yo… Después de salir de prisión, un lugar que sirve de cualquier cosa menos de método de reinserción, luché por recuperar el control de mi vida. Pero no era tan fácil como esperaba; a un ex presidiario no le dan las mismas oportunidades que a los demás, es una mancha en su vida muy difícil de limpiar, sea cual sea el delito que hayas cometido.

Bueno, quizás tengan razón si tenemos en cuenta que mi delito había sido un asesinato… En estos casos no valen de nada las excusas ni las causas, le había arrebatado la vida a un hombre y, por muy maltratador que fuera y muy hijo de puta, nadie merece quitarle la vida a nadie. Esto era un tormento más que añadir a mi vida, porque los remordimientos por lo que hice me cambiaron el carácter hasta convertirme en una sombra de lo que era.

Pero tengo que admitir que la idea de mi hermana Carmen de ocuparnos de restaurar la vieja casa de campo de nuestros abuelos para montar un hostal rural, me abrió unas nuevas perspectivas para reconducir mi futuro… Creo que ella se siente más culpable que yo, por mi tiempo pasado en prisión; se ha creado entre nosotros un vínculo increíble, y estoy orgulloso de que tanto ella como yo mismo, tengamos la posibilidad de empezar una nueva vida.

El gran obstáculo que tuvimos en nuestro idealizado futuro eran los recursos económicos para las reformas, de las cuales me ocupaba yo en su mayoria. Yo sólo era un licenciado en Arte Dramático con experiencia en algunos cortometrajes y en algunas funciones teatrales, pero cómo he dicho mi oscuro pasado en prisión me cortaba cualquier aspiración a trabajos, siquiera, normales. Por eso, la amargura me comía en aquella vieja casa rural, mientras mi hermana trabajaba de dependienta en unos grandes almacenes para traer algo de dinero a casa.

Fue entonces cuando encontré aquel maldito anuncio de entrevista personal para ejercer un trabajo bien remunerado.

“Se busca hombre de entre 25-35 años; buena presencia, experiencia en interpretación y relaciones con el cliente. Buen salario. Contrato de dos meses…”

Sin mucho convencimiento, pero en gran parte por insistencia de mi hermana menor, me presenté a aquel casting, junto a otros 40 candidatos. Cual sería mi sorpresa, cuando tuve la suerte –mala, como descubrí después- de ser el elegido.

Creo que el resto de la historia ya lo conocéis; quizás cualquier otro hubiera cogido la pasta y se hubiera largado, pero yo cometí el error de tener un ataque de civismo y querer darle una lección a ese tal Javier Gámez… Era la clase de persona que utilizaba a gente con problemas como yo, para conseguir todo aquello que se proponía y eso, me llamareis gilipollas, no puedo aguantarlo.

Así que allí estaba yo, como bien sabéis, sin el dinero prometido y locamente enamorado de la mujer a la que había destrozado la vida… Raquel, aquella chica impresionante, a la que al menos intenté dejarla en una buena situación a la vez que daba una lección a ese hijo de puta. Pero, bueno, mi padre siempre me dio un consejo: “Es mejor pasar hambre y ser honrado, que a base de perjudicar sentirte saciado…”. Que queréis que os diga, mi padre un filósofo y yo un hijo ejemplar…


Aquella tarde estaba ocupado barnizando la barandilla de la escalera de madera que subía hacía la segunda planta de la casa; mi hermana había ido a recoger a mi sobrino del cumpleaños de un amigo suyo del colegio y me dijo que tardaría un poco más porque quería hacer unas compras. La verdad que el silencio de aquella enorme casa y el olor característico de la madera recién barnizada me gustaban.

Pude escuchar a mi espalda el sonido de la cerradura de la puerta al tratar de abrirse sin ser capaz de hacerlo; me dispuse a bajar de la escalera por si Carmen venía más cargada de la cuenta de esas compras y no podía abrir la puerta por tener las manos ocupadas, porque la cerradura era vieja y aún tenía que arreglarla.

-         Espera, nena… Ya voy, ya voy…- dije mientras me acercaba para abrir la puerta.

Al abrir la puerta de un fuerte tirón, porque estaba pujada por la humedad, me encontré de bruces con Raquel; os puedo asegurar que no me desmayé de milagro, porque la impresión de ver a aquella mujer en la puerta de mi casa, fue demasiado fuerte para mi.

-         Hola Carlos- dijo con las llaves en la mano y una mirada que me hizo temblar de emoción.

-         Ra… Raquel…- tartamudeé con la brocha de barniz en la mano y pálido como un cadáver.

-         ¡Vaya!, parece que has visto a un fantasma…- dijo sonriendo un poco.- ¿Me vas dejar pasar?

-         Sí… Sí, claro… Perdona…- le contesté abriendo totalmente la puerta para dejarla pasar.

Ella pasó al interior de la casa, mientras yo trataba de reaccionar y recuperar el control de la situación; iba vestida con ropa amplia y normal y con su típica coleta… Guapísima, como siempre. Miraba cada rincón de la entrada como si estuviera evaluando el estado de la casa; yo sólo guardaba silencio observando la escena con la puerta aún abierta.

-         Me alegra saber que, al menos, lo de la casa rural era verdad- soltó como una puñalada que se clavaba en mi corazón.

-         Yo… Lo siento… Sé que…

-         Cállate, ¿vale?- me cortó secamente mirándome con algo de desprecio, lo que me estaba matando poco a poco.- Quiero darte las gracias…

Yo la miré con los ojos como platos, porque creí que no había escuchado bien. ¿Me daba las gracias? La había engañado, humillado y aprovechado sexualmente de la situación y ella, ¿me daba las gracias?

-         Cierra la puerta, anda… Que hace frío- me dijo sacándome de mis pensamientos y recordándome que tenía la puerta abierta de par en par.

-         Sí, perdona…- dije cerrando la puerta y apoyándome contra ella.

-         ¿Cómo pudiste hacerlo?- dijo dejando la pregunta en el aire, y cuando me disponía a contestar sin saber muy que decir, continuó.- ¿Cómo pudiste desaparecer así sin decirme nada?

Yo volví a mirarla desconcertado, sin saber muy bien a que atenerme; me puse de cuclillas y, sin poder evitarlo comencé a llorar, superado por la situación. Ella se acercó a mí y se puso de rodillas frente a mí. Me cogió del mentón y levantó mi cara, para que nuestras miradas se encontraran.

-         Tu hermana me lo ha contado todo, pero no puedo decir que esté feliz; hubiera agradecido mucho más que fueras tú quien llamaras a mi puerta y hubieras hablado conmigo.

-         ¿Te ha contado todo?- dije con pánico.- ¿Qué es “todo”?

-         Lo que necesitaba saber de ti, ¿vale? No la culpes de hacer algo que tenías que haber hecho tú… ¿Por qué no me lo contaste todo?

Sus ojos eran un desafío para mí, porque eran mitad resentimiento y mitad esa candidez que me había hechizado desde el primer día que la vi.

-         Tenía miedo de que me rechazaras…- esbocé en voz muy baja.

-         ¡Ah! Y esconderte en esta casa de por vida, es una solución mucho más plausible…

-         Mira, en parte entiendo por qué aceptaste el trabajo pero no puedo perdonarte todavía lo que hiciste, ¿me entiendes?

-         Lo sé… No esperaba verte nunca más, así que mucho menos tu perdón…

Volvió a sonreír, iluminando toda la entrada de aquella vieja casa reformada; se levantó haciendo graciosos gestos para estirar sus rodillas y estirándome la mano me dijo:

-         Anda, ¿por qué no te levantas de ahí y vamos a un sitio más cómodo? Me estabas destrozando las piernas?

Me cogí de su calidad mano para incorporarme y, cuando estaba de pie e iba a retirar el contacto de nuestras manos, ella me agarró fuerte para que no me soltara.

-         Por favor, Carlos… No te vayas nunca más, ¿vale?- me dijo mientras se acercaba a mí para abrazarme pegando la cabeza en mi pecho.

Yo no sabía muy bien lo que hacer pero mis brazos, poco a poco, fueron tomando la decisión de rodearla y apretarla contra mí.

-         Si tú me dejas, me quedaré para siempre…- dije besándola en la frente.

Ella sonrió y levantando su cara y, poniéndose de puntillas para salvar la diferencia de estatura entre nosotros, me besó de forma dulce en los labios. Un beso, dos besos; y su lengua entró en contacto con la mía.

Fue como un resorte para los dos; una especie de señal de tregua en nuestras inquietudes… La cogí en brazos sin dejar de besarla para llevarla a un pequeño dormitorio donde había colocado un colchón.

-         ¿Siempre me llevaras a la cama en brazos?- bromeó recordándome la primera noche que pasamos juntos.

-         Bueno, esta vez no es una cama, así que…- le dije dejándola caer sobre el mullido colchón del suelo.

Comenzamos, de nuevo, a besarnos mientras mis manos recorrían su cintura, sus caderas y su culo… Las suyas acariciaban mi pelo y mi cuello dejándose llevar por las sensaciones. Me desabrochaba los botones de la vieja camisa que llevaba puesta, mientras no dejaba de morder y besar mis labios. No sé como lo hizo pero, en un descuido, me dio la vuelta situándose ella encima de mí.

-         Esta vez déjame a mí llevar el control, ¿vale?- dijo para entregarse a besar mi pecho y mis pezones.

-         Ufff… Sí, control… Te dejo…- balbuceaba sin conexión mientras notaba sus caricias.

Noté como fue bajando para comenzar a desabrochar mi pantalón, a la vez que jugaba con su lengua en mi ombligo; su mano entró en contacto con mi polla, que ya estaba durísima, y la masajeaba mientras su boca seguía jugando con mis abdominales.

-         Es la primera vez que veo esto, porque la otra vez ni me dejaste…Ummm.- dijo comenzando a lamer el tronco de mi polla.

-         Lo… Lo siento… No debí hacerlo, pero no pude evitarlo… Joder.- me disculpaba sintiendo su lengua.

-         Bueno, ahora olvídate de eso… Quiero disfrutar de este momento…- susurró para meterse mi sexo en su boca y comenzar a mamar muy despacio hasta la garganta.

Sus manos acariciaban mis muslos y mis huevos, mientras su boca no paraba de chupar mi polla; yo, con los ojos cerrados, estaba en el cielo porque allí estaba la mujer de mi vida haciéndome la mejor mamada que me habían hecho nunca.

-         Raquel, si sigues así harás que me corra enseguida… Ufff- la avisé al sentir ya los primeros síntomas de un inminente orgasmo.

-         Jiji, vale, vale… Lo pillo.- dijo incorporándose un poco para deshacerse de su pantalón y sus braguitas.- Hoy quiero que lleguemos hasta el final…

Una vez desnuda de cintura para abajo, se situó sobre mí y cogiendo mi pene comenzó a frotarlo en la entrada de su húmedo coñito. Pude sentir perfectamente como iba entrando por lo caliente de su interior.

-         ¡Dios mio, Carlos!- exclamó mirando al techo dejándose caer sobre mi polla.- Por fin, tú y yo solos…

Mis manos agarraron sus caderas para marcar un ritmo pausado, porque quería recrearme en esa visión de mi bella amazona cabalgándome muy lentamente; ella me miró a los ojos, con la boca entreabierta, y se inclinó sobre mí volviendo a besarme.

-         No sé lo que pasará en un futuro, Carlos, pero creo que no está nada mal dejarse llevar por los instintos…- decía mientras aceleraba el ritmo de su cabalgada.

-         Ufff… Ahora mismo no me pidas que piense mucho, cariño…- respondí tratando de aguantar lo más posible.

-         ¿Cariño? Suena bien en tus labios.- dijo con una preciosa sonrisa.

Me incorporé sobre mis codos, para poder quitarle la camiseta sin que ella dejara de follarme. Sus grandes tetas quedaron ante mis ojos y no dejé pasar la oportunidad de tocarlas y besarlas, mientras sentía mi polla atrapada entre los labios de su coñito.

-         Madre mía, nene… Vas  a hacer que me corra, ufff- se quejó ella apretándome más contra sus pechos sin dejar la cabalgada.

-         Pues menos mal, yo ya no aguanto más, bufff…- le confesé dejándome llevar.

-         Ahhh, sí cariño, pero avísame… Lo siento pero tienes que correrte fuera no estoy tomando ninguna precaución…-

Aprovechando ese momento de indecisión, le di la vuelta ahora yo a ella; puse sus piernas en mis hombros y comencé a follarse muy despacio pero profundamente. Ella gemía y arañaba mis hombros.

-         ¡Me corro, Carlos, me corrooo, así… Así, síiiiiiiiiii- gritaba agitándose bajo el peso de mi cuerpo.

Al sentir las contracciones de su sexo no pude evitar explotar; salí de ella con el tiempo justo de empezar a correrme sobre su vientre y su monte de Venus. Me dejé caer a su lado, quitándome de encima de ella; ella pasó una de su piernas por encima de mí. Mi propio semen estaba llenándome el costado, pero os puedo asegurar que, en ese instante, es lo que menos me importaba.

-         ¿Y ahora qué?- preguntó ella mientras acariciaba mi pecho sin mirarme.

-         Pues no lo sé, Raquel… No quiero que te ates sin haberme perdonado del todo.

Ella guardó silencio como analizando mi frase o valorando las posibilidades; apoyó su barbilla en mi pecho para mirarme a los ojos.

-         Bueno, tu hermana me ha dicho que tenéis problemas con la financiación para las reformas…- dijo cambiando de tema, sin saber yo muy por donde iban los tiros.

-         ¿Qué quieres decir con eso…?

-         A ver, gracias a ti no me puedo quejar de la situación económica tras mi divorcio… Y mi asesora siempre me ha dicho que sería bueno que invirtiera el dinero en algo más palpable que esas malditas acciones…

-         ¿Me estás planteando…?

-         Sí…- me cortó mientras me besaba el pecho.- Quiero ser vuestra socia capitalista; así estaremos juntos y no podrás escapar otra vez de mi vida.

Sonreí por la capacidad que tenía esta mujer para sorprenderme con sus locas ideas; nunca me había planteado compartir este sueño con nadie más: primero, porque no sabíamos hasta que punto sería rentable y segundo, por el carácter familiar del negocio.

-         No pretendo escapar nunca más de tu vida…- le dije mientras me subía sobre ella para volver a besarla en el cuello.

-         Carlos, no es que no me encante hacerlo contigo…- me dijo separándome- Pero no he venido sola; tu hermana y tu sobrino estarán ahí fuera esperando a que salgamos.

Comenzamos a reír los dos ante las cosas que estarían pasando por la cabeza de mi hermana Carmen que llevaba casi una hora y media fuera de la casa.


Raquel

Han pasado seis meses desde aquel día; la relación entre Carlos y yo está cada día más consolidada; desde que abrimos el hostal rural, no hemos parado de trabajar, superando todas las expectativas que teníamos… Aunque Carlos se opone porque no quiere que gaste más dinero en su sueño, ya estamos negociando para quedarnos por otra casona que hay justo al lado, para ampliar el negocio.

Creo que aún no entiende que sus sueños son mis sueños… Y que soy feliz estando a su lado, para olvidarnos del pasado y crear nuestro propio futuro.

Si alguna vez vais por la zona de Cazorla y buscáis un pequeño hostal para pasar unos días de relax, ya sabéis donde estamos… Muchas gracias.

FIN