El curso (3)
Por fin descubrimos el desenlace de esta historia entre dos desconocidos... Lamento que no hay otra vez tantas escenas de sexo como debiera, pero es lo que me ha salido; He tenido que dividir esta última parte en dos relatos, porque era demasiado extenso... Asi que habrá un epilogo, jaja...
Por un momento, sentí como si toda la calle se hubiera vuelto pequeña, y eso que no dejaba de pasar gente por nuestro lado; tengo que admitir que era rabia lo que sentía al tener a Carlos delante de mí. Pero, ¿de verdad tenía él culpa de algo?; porque la que me había hecho ilusiones era yo sola. Quizás sólo era un buen amigo que me había dado más confianza de la que yo acostumbraba a tener con otros hombres.
Puede que la culpa la tuviera esta asquerosa vida, que había hecho que mi marido me estuviera poniendo los cuernos, en ese mismo momento, en Mallorca y que el hombre por el que nada de eso me importaba, estuviera casado.
- No tienes porqué explicarme nada, Carlos…- dije, por fin, con gesto contrariado pero con un orgullo que me impedía mostrarme herida por él.
- Pero yo sí quiero explicarte…- dijo agarrándome del brazo y buscando mi mirada con sus ojos.
Busqué a Mabel con la mirada para pedir ayuda ante una situación que me desbordaba; después, vi por encima del hombro de Carlos, como su mujer se aproximaba a nosotros con su hijo en brazos.
- Creo que no es ni el momento ni el lugar, Carlos.- le dije señalando con la cabeza a la mujer que se aproximaba.
Aproveché el instante en el que Carlos miró hacía atrás para ver lo que le señalaba, para escabullirme cogiendo del brazo a Mabel, que se dejaba llevar sin rechistar. En pocos minutos, estábamos subiendo a mi coche en el parking sin decir una sola palabra; pero ya no aguanté más y rompí a llorar apoyada sobre el volante del coche.
- Te dije que no era buena idea, jugártelo todo a una carta… De todas formas, has prejuzgado a Carlos…- decía Mabel estrechándose contra su pecho y dándome un beso en la frente.
- ¿Cómo que lo he prejuzgado? Mabel, por dios, que estaba con su mujer y su hijo…- dije separándome de ella para mirarla con lágrimas en los ojos.
- Bueno sí, me refiero a que la que ha catalogado a Carlos de opción duradera eres tú… Nada te hacía pensar que no buscara un rollo de una noche.
- Pero yo no quería un rollo de una noche, estoy casada y…
- Espera, espera… ¿Qué acabas de decir? ¿”Estoy”? Cariño, lo primero que tienes que tener claro es tu estado civil… Te recuerdos, aunque te duela, que tu maridito se estará follando a su amiguita en Mallorca en este momento…
Me quedé perpleja ante el comentario de Mabel, aunque sabía perfectamente que no lo hacía para dañarme sino para hacerme reaccionar. Si por un cosa podía destacar mi amiga Mabel no era precisamente por su talante dialogante y su empatía.
- Mira, lamento ser tan dura, pero creo que has sufrido dos desengaños amorosos en menos de veinticuatro horas, Raquel… Y eso sólo se cura de una forma…
Yo seguía mirándole de forma incrédula, sin saber muy bien por donde iba a salir mi alocada compañera, aunque estaba dispuesta a hacerle caso a pies juntillas, porque me había demostrado tener razón en casi todo lo que había vaticinado. Mabel buscó entre las bolsas de las compras que habíamos hecho, y que estaban sobre el asiento de atrás del coche, sacando un conjunto de ropa interior de encaje negro.
- ¡Fiesta!- gritó dentro del habitáculo del coche con una sonrisa de oreja a oreja.
Allí estaba yo, totalmente desnuda, saliendo de la ducha de Mabel. La idea de mi amiga para animarme, consistía en que me fuera a su casa a prepararnos juntas para salir a tomar algo, como dos quinceañeras.
- Vaya, desde luego nena que, con ese cuerpo cada vez me explico menos lo de tu marido.- dijo Mabel observando mi pecho desnudo que me tapé avergonzada.- Oh, vamos, no te preocupes… Todavía no está entre mis prioridades que me guste una mujer, jaja.
- No sé como me has convencido para esto…
- Pues, a ver, déjame analizar la situación… Estas un fin de semana sola en casa; tu marido está con otra mujer en una isla y tienes una mala hostia por todo el tiempo que te ha tenido engañada.
- Bueno… Quizás…- balbuceé.
- Y no me hagas hablar de Carlos, porque no quiero meterlo en esto…- me cortó Mabel, sabiendo donde pinchar para que yo explotará.
- Esta bien… Tienes razón; saldremos a tomar algo pero no esperes que me acerque a ningún tío.
- Cariño, creo que no conoces las armas de mujer y , mucho menos, las debilidades de los hombres. Con dos chicas como nosotras no hará falta que nos acerquemos…- sonrió demostrando tener la situación totalmente controlada.
Preparó unas copas de ron con limón mientras nos probábamos distintos modelitos de lo que habíamos comprado. La rabia por todo lo ocurrido ese día y el efecto del alcohol hacían que, poco a poco, me fuera mostrando más desinhibida. Estuvimos cerca de una hora y media para decidir que ponernos… Mabel se decidió por un vestido corto de color negro, que marcaba sus generosas caderas y un escote que quitaba el aliento; yo preferí una minifalda blanca, muy por encima de la rodilla, y una camisola ceñida que dejaba poco a la imaginación, al llevar casi toda la espalda al aire.
Decidimos coger un taxi, por si la noche se alargaba más de la cuenta y bebíamos alguna copa más de lo debido… Empecé a darme cuenta de los deseos que nuestros cuerpos despertaban en los hombres, por la mirada del taxista al subirnos; los ojos parecían que se le iban a salir de las orbitas, como en los dibujos animados.
Mabel me llevó a uno de los locales de moda, dado que yo llevaba tanto tiempo “retirada del mercado” como ella decía, no me parecía mala idea que ella eligiera los sitios. La verdad, el primer sitio al que llegamos tenía mucha clase; una especie de bar de copas irlandés con gente que rondaba la cuarentena, cosa que me gustaba porque lo que menos necesitaba en ese momento era una discoteca atestada de niñatos hormonados.
- Bueno, ¿quieres seguir con el ron con limón?- dijo Mabel acercándose a la barra mientras atraíamos las miradas de algunos hombres del bar.
- Sí, Javier siempre decía que no es bueno mezclar distintas bebidas.- dije muy seria mientras la seguía.
- Hola guapo, ¿me pones dos chupitos de vodka?- pidió Mabel con voz melosa, inclinada sobre la barra, de forma que una buena parte de sus tetas quedaban a la vista del maduro camarero.
El hombre, vestido con camisa y chaleco, como un barman clásico sirvió aquellos dos pequeños vasos con el licor blanco. Mabel los recogió de la barra y se dio la vuelta para ofrecerme uno de ellos; yo la miré con gesto de asco al pensar en que no había hecho ni caso de lo de “no mezclar”.
- Mira, bonita… Cada vez que, durante esta noche, nombres a tu ex marido te vas a beber un chupito de estos… Así que tú verás…- dijo Mabel con una sonrisa en los labios y bebiéndose de un trago el contenido del vaso.
Yo, aguantando la respiración, me bebí también el vodka dejando el vasito vacío sobre la barra. Mabel miraba los gestos de mi cara y reía de mis reacciones. El resto de la noche la pasamos bailando, tomando copas y riendo; la verdad, que llevaba tiempo sin tomarme una noche para mí, y la experiencia me estaba sirviendo para demostrarme a mi misma que me quedaba mucha vida por delante.
No fueron pocos, los hombres que se nos acercaban con intención de invitarnos a una copa y buscando algo más, pero Mabel los rechazaba casi a todos diciendo que quedaba mucha noche por delante para tener que aguantar a ningún pelmazo al lado; en cierto sentido me sentía aliviada por su actitud porque si bien, puede que, la finalidad de aquella salida nocturna fuera encontrar a algún tío que me hiciera olvidar a Javier, yo no podía quitarme de la cabeza a Carlos.
- Creo que te vas a ganar otro chupito…- me dijo Mabel riendo.
- ¿Por qué? Si yo no he dicho nada…- dije tratando de defenderme de otro de esos brebajes que me daba mi amiga.
- No, pero por la cara que tienes, seguro que estás pensando en ello.
- Touché – dije simulando una estocada de esgrima.- Pero no es Javier, es Carlos…
- Vale, vale, pues eso sólo se arregla de una forma… Vamos a mandarle una dedicatoria.- dijo Mabel sacando el móvil de su bolso.
- ¿Pero qué dices?- protesté pero sonriendo ante la perspectiva de la idea.
- A ver, ¿confías en mí?- dijo mientras me apuntaba con la cámara del teléfono.
- ¿Debería?- sonreí con picardía.
Y es que sabía perfectamente que, por muy loca que fuera la idea que Mabel tuviera, siempre tenía una base de razón. Puede que fuera por el alcohol que había ingerido a esas alturas de la noche, no siendo más de la una de la madrugada, pero estaba dispuesta a dejarme llevar por mi alocada amiga.
- Ponte en una pose atractiva, que tienes que ponerle los dientes largos a Carlitos, jaja.
No sabía muy bien lo que pretendía ni a lo que se refería pero, cruzando las piernas y dejando casi todos mis muslos desnudos a la vista; sonreí ante la mirada de asombro de uno de los hombres que estaban a la espalda de Mabel, observando la escena.
- Ahora lanza un beso con tu mano a la cámara con la mejor de tus sonrisas, ¿de acuerdo?- exigió Mabel.
- Creo que estás como una cabra, jaja.- dije poco convencida pero haciéndole caso a pies juntillas.
- Perfecto…- dijo Mabel tras hacer la foto y observando el resultado.
Me senté a su lado para ver la foto en la pantalla del móvil; el resultado me sorprendió, porque no sabía que podía parecer tan zorra en una foto… Como dije antes, mis muslos estaban totalmente a la vista, al haberse subido la minifalda al cruzar las piernas; pero también se veía una buena porción de mi escote al haberme inclinado hacía delante para hacer el gesto sensual de lanzar el beso a la cámara.
- ¡Por dios!, ¿qué piensas hacer con esa foto?
- Mandársela a Carlos, ya te lo he dicho, ¿no?- dijo mi amiga dándome un beso en la mejilla.
- Pero, no quiero que piense que acepto que me haya engañado…
- Cariño, calla y observa…- dijo Mabel tocando las teclas del móvil.- Añadir mensaje…
Yo estaba atenta a lo que ella escribía con una rapidez propia de una adolescente acostumbrada a mandar mil mensajes al día.
“ Hola Carlos, soy Raquel. Siento mucho como me he puesto antes, pero no he tenido un buen día… Nos vemos el lunes, ¿vale? Un beso, guapo.”
- Pero, ¿qué haces?- protesté débilmente, pero imaginando la cara que pondría mi compañero de curso al recibir la foto.
- Mira, yo no me meto en las decisiones que tomes, pero aún te queda mucho que aprender en el arte de jugar con los hombres; no te puedes hacer la herida a las primeras de cambio… Eres tú la que debes cortar o dar alas, no dejarte amilanar por las circunstancias.
- Madre mía, Mabel…
- Jajaja, sí cariño; creo que el ron me pone filosófica…- bromeó Mabel ante mi reacción.- Pero sólo trato de hacerte entender que Carlos es un hombre que merece la pena conocerlo, independientemente de a lo que llegues con él…
Me quedé pensativa mirando el mensaje en la pantalla del móvil y analizando el consejo que mi amiga me había dado; la verdad es que, en las últimas horas, había visto como me había ido la vida por no dejarme llevar…
- Mándalo…- dije mirándola a los ojos, mientras levantaba la copa para brindar con ella.
- ¡Esta es mi niña!- gritó Mabel mientras daba al botón de envío de su teléfono y levantaba la copa para brindar conmigo.- Y ahora… ¡Por nosotras!
Ese brindis fue el primero de otra buena serie de copas durante la siguiente hora, esta vez aceptando invitaciones de algunos de aquellos hombres, que buscaban cualquier excusa para rozarse con nosotras; Mabel y yo nos reíamos por los burdos intentos de algunos de ellos por llevarnos a un lugar apartado; ¡ofrecían hasta dinero!, lo que lejos de molestarme me hacía más gracias todavía.
Con el ambiente bastante caldeado ya, alguien me cogió de la cintura y me subió a una mesa para que bailara; yo estaba un poco cortada a pesar de que el ron me tenía bastante desinhibida, pero al ver como subieron a Mabel a mi lado, y como ella empezaba a bailar de forma provocativa, no me lo pensé.
Aquello se nos estaba yendo de las manos y mientras bailábamos, los chiflidos y los piropos subidos de tono, hacían que aquello pareciera un club de strip-tease. De hecho, debido a la poca longitud de mi falta, no podía descartar que los hombres que estaban justo debajo de mí, estuvieran viendo algo más de lo debido… Pero bueno, era mi noche y tampoco estaba haciendo nada malo.
Justo pasados unos minutos, dos hombres un poco más jóvenes que el resto se puso debajo y empezó a calentarse demasiado el ambiente, haciendo que me sintiera algo incomoda. Mabel, que notaba la misma sensación, bajó inmediatamente de la mesa. Pero cuando estaba a punto de bajar de la misma, pude ver algo que me dejó de piedra… Carlos estaba allí al fondo del pub, observando la escena, apoyado en la barra, tan guapo como siempre, con una camisa blanca y su pelo engominado; tenía gesto serio como si no le gustara lo que estaba viendo. ¿Celos?, pues se iba a enterar…
Me incorporé de nuevo en la mesa y comencé a bailar de forma más provocativa aún, sin dejar de mirar a Carlos, mientras mis oídos se llenaban de las barbaridades que me decían mis acompañantes y admiradores. Mabel me miraba sorprendida pero sonriendo, supongo que porque también había visto a Carlos, y sabía perfectamente lo que yo pretendía.
Pero, a veces, las cosas no salen como una planea y, las palabras soeces de mis admiradores, dieron paso al sobeteo de mis piernas desnudas lo que empezó a asustarme.
- Por favor, tocar no…- decía un poco temerosa por el camino que estaban tomando las cosas.
- Anda, zorrita… Si se nota que te gusta provocar.- dijo uno de los hombres, bastante borracho, mientras me agarraba de un tobillo haciendo casi caer, y con una de sus manos perdida ya bajo mi falda.
En el momento que estaba casi a punto de caer, vi como ese hombre desaparecía de mi lado al volar por los aires y caer al suelo estrepitosamente… El compañero del alcoholizado acosador se giró desafiante ante el agresor de su amigo; pero Carlos, con gesto enfadado, cogió de la camiseta al hombre y casi lo levantó dos palmos del suelo, provocando que saliera corriendo despavorido.
Después sin cruzar una sola palabra conmigo, me cogió de las piernas y echándome sobre su hombro, como si fuera un saco de patadas, se abrió paso entre la multitud… Yo pataleaba, como respuesta al tratamiento que Carlos me dispensaba, aunque sabía que lo hacía para sacarme de aquel embrollo en el que me había metido yo sola.
- ¡Suéltame!- le gritaba mientras no dejaba de patalear y veía la discoteca boca abajo, al tenerme sobre su espalda.
Sus manos me agarraban de las piernas, mientras una de ellas agarraba mi culo, más por evitar que mi minifalda se alzara más de la cuenta que por tener un contacto conmigo. Una vez fuera del bullicio y cerca de la puerta de salida, me soltó en el suelo; en ese momento, uno de los camareros del bar se acercó a Carlos con gesto agresivo pero Mabel se interpuso.
- Tranquilo, guapo… Es amigo nuestro, la culpa ha sido de aquellos dos…- dijo señalando a los dos acosadores que estaban en un lado del pub.
- Entonces, ¿todo bien?- volvió a asegurarse el camarero.
- Si, de verdad, todo bien… Ya nos vamos.- sonrió Mabel, para convencer al camarero que no dejaba de mirar a Carlos.
En ese momento, entre el mareo por el brusco movimiento desde la mesa donde estaba subida hasta el hombro de Carlos, la bebida consumida y el estrés la situación, noté que todo me daba vueltas y las rodillas se me aflojaban… Antes de caer al suelo, recuerdo escuchar la voz de Mabel.
- ¡Cuidado!- gritó mientras trataba de agarrarme, pero noté los fuertes brazos de Carlos sujetándome de nuevo, antes de perder por completo el conocimiento.
Después no recuerdo nada más por un buen rato; comencé a despertar y aún estaba acurrucada en los brazos de Carlos, pero estaba en un lugar conocido: ¡mi casa! Mi acompañante cerraba la puerta de la entrada con el talón mientras yo, con mis brazos alrededor de su cuello me dejaba llevar.
- Raquel, despierta…- podía escuchar su voz entre la nebulosa que era mi mente en ese momento.- ¿Dónde está tu habitación? Te voy a dejar en tu cama, ¿vale?
- Arriba… La puerta del fondo.- le indiqué señalando las escaleras.
En ese instante no me importaba nada lo que ocurriera esa noche, sólo sentía que estaba a salvo en los brazos de Carlos y que, por primera vez en mucho tiempo, había encontrado un lugar donde poder relajarme. Subió las escaleras muy despacio, llevándome aún pegada a su pecho, a pesar de que yo estaba ya bastante repuesta del mareo, pero no de los efectos de la borrachera.
Entramos en mi habitación, la misma donde esa misma tarde había descubierto la infidelidad de mi marido, pero vuelvo a repetir que no me importaba nada excepto sentir a Carlos junto a mí. Me dejó de forma delicada sobre la cama y se sentó a mi lado, acariciándome el flequillo para despejarme la frente. Me miraba fijamente a los ojos y con gesto serio.
- Gracias por venir a buscarme pero, ¿cómo sabías donde estaba?- dije tumbada en mi cama y poniendo las piernas sobre su regazo.
- Siendo un poco observador se pueden averiguar muchas cosas.- contestó sacando su móvil del bolsillo.
Tras unos segundos buscando en la memoria de su móvil, me enseñó la foto que le habíamos mandado desde el pub; amplió un poco la foto y me mostró que tras de mí había salido también un rotulo con el nombre del bar que había en la pared: D´oneghan Irish Pub.
- Siento el espectáculo, Carlos…- dije un poco compungida, mientras el jugaba con mis pies y me quitaba las botas altas que llevaba puestas.
- Tenía que hablar contigo, tengo que explicarme…
- No, por favor, hoy no quiero explicaciones ningunas, ¿vale?- le corté y, en un gesto que hoy día me sorprende a mi misma, lo agarré del brazo y lo atraje hacía mí.
Nuestros labios se unieron, por primera vez, en un tímido beso; un beso suave pero lleno de sentimiento, mientras mis brazos rodeaban su cuello… Pero, sin esperar su reacción, Carlos se levantó de la cama y se alejó de mí dándome la espalda, parándose junto a la puerta del dormitorio.
- Mejor me marcho, Raquel… No creo que sea el momento de hacer esto.- dijo con una voz grave sin atrever a mirarme.
Pero yo no estaba dispuesta a que esta vez la vida me quitara la oportunidad de ser feliz, al menos por una noche… Quizás fuera un poco egoísta, pero no me importaba que estuviera casado, que tuviera un hijo o los posibles remordimientos que tuviera al día siguiente; supongo que el alcohol que circulaba por mi sangre, tenía mucho que ver con esta actitud despreocupada.
Ni corta ni perezosa me saqué la camisola por encima de la cabeza, mientras me ponía de rodillas sobre la cama… El sujetador de encaje negro, que dejaba poco a la imaginación, marcaba mis grandes pechos, mientras Carlos seguía dándome la espalda.
- Carlos…- lo llamé haciendo que se diera la vuelta y sus ojos casi se le salieran de las orbitas.- Creo que hay momentos en los que uno debe dejarse llevar por los instintos; y, créeme, este es uno de esos momentos.
Con un gesto de mi dedo le decía que se acercara a mí y parecía que tenía un efecto hipnotizador, porque mi compañero abandonó su desidia para abalanzarse sobre mí cayendo los dos sobre la cama.
Esta vez sí, comenzamos a besarnos con deseo, con su lengua dentro de mi boca y sus manos acariciando mi espalda. Yo estaba un poco sorprendida por el cambio de actitud de Carlos, pero encantada con su reacción; agarrada de su cuello, seguía recibiendo esos húmedos besos que pasaron de mi boca a mi cuello haciéndome gemir por la impresión… Antes de que me diera cuenta mi sujetador había caído sobre las sábanas, sin notar cuando abrió el cierre.
- Vaya, parece que esto se te da bien, ¿no?- dije sonriendo y apartándolo de mi para mirarlo.
- Prohibido hablar… Sólo siente…- me dijo con una suave voz que hizo que la piel se me erizara.
Sus labios rodearon uno de mis pechos, jugando con su lengua en él. Yo acariciaba su pelo mientras, como él decía, me limitaba a sentir las sensaciones de tener en mi cama un hombre mucho más activo que yo. Empezó a bajar desde mis pechos, sin dejar de amasarlos con sus fuertes manos, besándome el ombligo y el monte de Venus sobre la fina tela del tanga de encaje.
- Car… Carlos…- lo llamé al notar como levantaba mis piernas para sacarme el la intima prenda por lo tobillos.
- Chistt… Calla…- volvió a susurrar, comiéndome a besos la parte interna de mis muslos que lo esperaban abiertos.
Con una delicadeza a lo que no estaba acostumbrada, acarició mi sexo y casi me vuelvo loca cuando noté, por primera vez su lengua en mi coñito.
- ¡Diooooos…!- dejé escapar de mi boca mientras cerraba los ojos con fuerza.
Su boca jugaba con mis labios mayores, mientras con su lengua daba golpecitos en mi clítoris que me hacían retorcerme como una serpiente. Yo me limitaba a suspirar y a acariciar sus fuertes hombros, sintiendo como Carlos me comía el coñito y me agarraba con fuerza por las caderas.
Quizás fuera por el alcohol o por lo deseado del momento –puede que las dos cosas-, pero un devastador orgasmo comenzó a formarse en mis ovarios; sentía como me quemaba por dentro, a la vez que Carlos subía el ritmo de su lengua en mi sexo.
- Me voy a correr… Dios, que buenoo…- decía una y otra vez, cuando pocas veces había usado yo ese lenguaje ni siquiera con mi marido.
Fue avisarlo y Carlos volverse loco dando pequeños mordisquitos en mi sexo; un gran gemido le anunció que me estaba corriendo pero él, en ningún momento eso ademán alguno de retirarse, dejando que me corriera en su boca… Me dejé caer relajada y exhausta sobre la cama, mientras mi cuerpo temblaba; todo el nerviosismo de la noche había desaparecido y, sin poder evitarlo, cerré los ojos, quedándome dormida…
Me desperté al día siguiente, totalmente desnuda en mi habitación. Estaba sola… llegué a pensar que todo había sido un sueño, pero algo llamó la atención en la mesilla de al lado de la cama; era una nota de Carlos que, al menos me dejaba claro que no me lo había imaginado.
“Lo siento, pero lo mejor era que yo no estuviera cuando te despertaras. Un beso, hasta siempre…” La verdad no era el mensaje que esperaba tras la noche que me había hecho pasar; además, ¿”hasta siempre”? , cada vez entendía menos a este hombre y sus remordimientos… Porque en contra de lo que yo creía, me había tomado esa noche como un regalo, no como el principio de nada y, como mujer que era, sabía que tarde o temprano volvería a verlo.
Me estaba poniendo la ropa interior cuando sonó mi teléfono móvil; me abalancé sobre él, esperando que fuera Carlos que me explicara ese apocalíptico mensaje. Pero no, la pantalla del móvil mostraba el nombre de mi marido parpadeando… Me tocó tragar saliva y hacer el papel de esposa deseosa de recibir noticias de su marido. Y es que, no había motivos para montar un espectáculo por teléfono; ya hablaríamos cuando volviera a la ciudad.
- ¿Sí? ¿Javier?- dijo con voz ronca por acabar de despertarme.
- Raquel, ¿estás despierta? - escuche la voz de mi marido, menos cariñoso que de costumbre; pero claro si su amante estaba a su lado no creo que él me fuera a tratar con dulzura.
- Sí, cariño…- dijo de forma totalmente falsa.- ¿Todo bien por Barcelona?
- No estoy en Barcelona… Estoy aquí, al final he vuelto esta mañana. - dijo muy serio.- Quiero que vengas a mis oficinas necesito que leas unos contratos que tienes que firmar de forma urgente.
- ¿Urgente?, ¿pasa algo, Javier?- le pregunté porque, aunque era normal que yo firmara algunos contratos, porque algunas de sus acciones estaban puestas a mi nombre, nunca me había hecho ir a sus oficinas.
- No te preocupes, es que tengo que salir después otra vez de viaje y así me ahorro tener que llevar allí todos los papeles. ¿Cuánto tardarías en estar aquí?
- No sé, Javi… Media hora; lo que tarde en darme una ducha e ir en coche hasta allí.
- Esta bien, aquí te espero… - dijo secamente y colgó.
Me metí en la ducha, pensando en la extraña actitud de mi marido. Quizás había notado que había visto su móvil y quería confesarme todo; o, simplemente, era verdad que pretendía que firmara unos papeles antes de afrontar el divorcio, para que yo no me quedara con nada de sus empresas… Pero si ese fuera el caso, es que no sabía que yo lo sabía todo, y no estaba dispuesta a firmar ningún papel que me hiciera renunciar a ninguna de aquellas jugosas acciones en empresas de primer nivel.
Salí de casa, cerca de una hora después, y me subí en mi coche para dirigirme a las oficinas de mi marido. Al llegar, el guarda de la entrada me abrió sin preguntar al reconocer la matricula del coche. Entré en el gran complejo de oficinas y subí hasta la planta donde se encontraba el amplio despacho de Javier.
Justo antes de entrar, observé a su secretaria que me saludó muy contenta. ¿Podría ella ser la enigmática “Su”? En ese momento me di cuenta lo poco que me importaba ya mi marido, porque los pocos celos y rabia que sentía el día anterior ya no existían tras la noche que había pasado con Carlos… Pero ese era otro problema que tendría que afrontar después, lo primero era dejar las claras con mi maridito.
- Buenos días, señora Raquel.- me saludó Antonio, el asistente de mi marido, que estaba en aquella gran sala de juntas.
- Hola, Antonio.- dije educadamente sin quitar la vista de mi marido, que ni siquiera había reparado en mí, enfrascado en un montón de documentos.- Cariño, ya estoy aquí…
- Muchas gracias, amor… Perdona por estar tan distraído, es que con tanto papeleo no sé donde tengo la cabeza.- dijo levantándose y acercándose a mí.
- ¿Podemos hablar a solas?- le dije tras recibir un repugnante beso suyo en los labios y sin poder aguantar más la falsa.
- Sabes que Antonio Suárez es de total confianza…- dijo cogiéndome de la mano mientras me daba un bolígrafo para firmar los documentos.
- No quiero molestar… Si quieren los dejo solos, estaré en la sala de espera.- dijo Antonio, dirigiéndose a la puerta.
- No, Su… He dicho que te quedes, tendrás que revisar los documentos.
¿ Su ? ¿Había dicho Su ? No me lo podía creer… ¡Claro! Antonio Su arez… Mi marido me estaba siendo infiel con un hombre. ¡Dios mio! No sé si me sentía aliviada u ofendida. Porque el hecho de que Javier se sintiera atraído por hombres, explicaba el poco deseo sexual que yo despertaba en él. Pero no pude evitar una sonrisa…
- ¿De que te ríes, Raquel?- dijo mi marido sin saber muy bien el sentido de mi gesto.
- Nada, nada… Pero que se quede si quiere… Iba a hablarte de Mallorca pero, como bien dices, Antonio también puede estar delante…
Me gustaría poder haber grabado en ese momento la cara de los dos amantes, al sentirse descubiertos; porque mi marido adoptó una actitud más orgullosa, pero su asistente se dejó caer sobre una silla.
- ¡Vaya!, parece que sabes más de lo que yo creía.- dijo cruzándose de brazos.
- Sí, resulta que no soy la niña tonta que creías… Y pretendías hacerme firmar esos documentos para cubrirte las espaldas, en caso de querer dejarme.- dije indignada y desafiante.
- Sabes perfectamente que esas acciones no son tuyas…
- En el Centro Nacional del Mercado de Valores pone que sí, ¿verdad?- dije muy segura de mí misma.
El enfado de Javier iba en aumento y se alejó de mí para volver al sillón presidencial que encabezaba aquella gigantesca mesa de juntas.
- Parece que traes la lección muy aprendida, ¿no?- dijo Javier mirándome a los ojos.
- He estado casada con un importante hombre de negocios; algo habré aprendido.
Antonio seguía sentado, casi hundido en el respaldo de uno de los sillones de aquella mesa, sin decir ni una sola palabra y ni siquiera atreverse a mirarme a la cara.
- Podías haber hecho las cosas por las buenas, pero como siempre eres retorcido… ¡Yo no soy uno de los sucios negocios, Javier! ¿Pretendías dejarme en la calle? ¿Por qué no me lo contaste?
- ¿Y que te llevarás la mitad de todo lo que he construido yo con mi esfuerzo?- dijo con gesto contrariado y dando un puñetazo en la mesa.
- Que poco me conoces… Habría renunciado a todo lo que fuera tuyo; pero has querido quitarme también esas miserables acciones, por medio de engaños. Así que ahora si que voy por todas… Veremos que dice el juez…- dije dándome la vuelta para abandonar la sala.
Cuando me dirigía a la puerta, Antonio se levantó de la silla y se puso en mi camino para impedir que me fuera; tengo que admitir que me asusté un poco, pensando en que quizás había jugado mis cartas muy rápido, pero el enfado había ganado a la prudencia.
- Sientate, Raquel…- dijo Javier a mis espaldas sin levantarse de su sillón.
Me dirigí a una de los sillones cerca de él y, tomándome mi tiempo me senté. El gesto de Javier era de tranquilidad y de una media sonrisa que me tenía más asustada.
- Sabes bien, que nunca voy de farol… Siempre tengo algo guardado; y, cariño, no deberías escribirte con nadie a través de mi ordenador. Porque hay una opción que permite que las conversaciones escritas queden grabadas.
En ese momento encendió la pantalla de exposiciones y pude observar una de las conversaciones con Carlos de una de nuestras noches de confidencias.
- “Me encanta hablar contigo”, “¿Sabes que me haces sentir como si necesitara hablar cada día contigo?”… Vaya, ¿que opinará un juez de estas conversaciones con otro hombre.- decía echándose en el respaldo del sillón?
- Esas conversaciones no muestran nada… Solo hablo con un amigo, sin ninguno sentido sexual ni sentimental…- dije poco convencida de lo que decía, sin poder recordar si alguna de nuestras conversaciones había subido de tono más de lo recomendable.
- Bueno, pero tranquila… Aún hay más… - dijo pulsando otra tecla de su mando.
Entonces aparecieron fotos de Carlos y de mí, tomando un de nuestros desayunos juntos; aunque sabía perfectamente que nunca había pasado nada entre nosotros, la verdad, las fotos elegidas mostraban una complicidad que cualquiera pudiera confundir con otra cosa. Aquella atracción latente que había entonces entre nosotros, salía perfectamente reflejada en aquellas fotos.
- ¿Has mandado que me sigan? ¡Estás loco!- dijo cada vez más asustada.- Además, Carlos es un compañero de curso y está casado… Te estás equivocando…
- ¿Está casado? ¡Vaya! Eso sí es una sorpresa…
- Todas esas fotos no valen para nada… No demuestran nada…
- Mira, Raquel… Te voy a contar una historia, seguro que te gusta…
Unas semanas antes
Javier llegó a su oficina un poco más tarde que de costumbre; no es que soliera madrugar ni ser el primero en aparecer nunca, pero ese día en particular, aprovechando que no había reunión del Consejo de Dirección había decidido tomarse las cosas con más calma.
- Hola Carmen, ¿ha llegado ya Antonio Suarez?- dijo cogiendo el informe de prensa de la mesa de su secretaria y sin molestarse en apreciar en nuevo peinado que llevaba su secretaria.
- Buenos días, Sr. Gámez; sí, D. Antonio ya está en su despacho; me ha dejado esta nota para usted…
Javier arrebató la nota, cuidadosamente guardada en un sobre, de las manos de su secretaria. Abrió con nerviosismo para leer el contenido mientras se dirigía a su despacho a dejar su maletín.
“He seleccionado al candidato; estoy reunido en mi despacho con él, cerrando el acuerdo… Pero creo que tú deberías encargarte de todo. Te quiero. Su”
Rompió la nota en pedazos con una mezcla de sensaciones; una de alegría, porque el plan iba según lo previsto y planeado; y otra de enfado, porque no le gustaba que Su – un mote que le había puesto a su amante para diferenciarlo de otro Antonio que trabajaba en dirección- mostrara por escrito sus sentimientos. ¿Quién sabe quien podía leer esa carta?
Salió de su despacho mientras se aflojaba el nudo de la corbata; lo informal de la reunión que tenía, le permitía prescindir de esa prenda que siempre le había incomodado. Entró en el despacho de su asistente, sin ni siquiera llamar a la puerta, para encontrarse a Antonio, de pie junto a la mesa, sirviendo un vaso de agua al invitado.
- Buenos días a los dos.- saludó al entrar, rodeando la mesa y sentándose en el sillón de Antonio.
- Buenos días, Javier- contestó Antonio, con una sutil sonrisa que extrañó al propio invitado, que permaneció en silencio sin saber que decir.
El recién llegado cogió un informe que había sobre la mesa y comenzó a leer detenidamente todos los datos sobre el candidato; era una especie de estudio simple a los resultados de una entrevista personal.
- Sr. Carlos Ramos, actor, Estudios Superiores en Arte Dramático…- leía Javier en voz alta, mientras veía las reacciones del candidato.- Buena apariencia, joven y ninguna experiencia en medios de comunicación… ¿Sabe en qué consiste el trabajo?
- Bueno, sí… Mas o menos el Sr. Suárez me ha comentado algo…- dijo Carlos, atusándose su pelo largo que caía sobre los hombros.- tengo que interpretar al amante de una mujer, ¿no?
- De mi mujer…- aclaró Javier con una maquiavélica sonrisa.
- ¿Cómo?- dijo muy sorprendido el joven invitado.
- Es muy sencillo, has sido seleccionado para seducir a mi mujer; estamos en trámites de divorcio y necesito pruebas de sus continuas infidelidades…
- ¿Y por qué no contrata usted a un detective?- inquirió Carlos que no salía de su asombro, por la propuesta que estaba recibiendo.
- Necesito algo más que unas simples fotos de dos tortolitos… Mi mujer es muy audaz y no se dejara pillar en la calle…
- Entonces, a ver, que yo me entere bien… ¿Hasta donde tengo que llegar yo?
- Quiero que la seduzcas y que te la lleves a la cama… Quiero una grabación mientras te follas a esa zorrita.
Carlos abrió los ojos como platos; había estado en innumerables casting y entrevistas, pero era la primera vez que le proponían mantener relaciones sexuales por dinero…
- Sigo diciendo que no entiendo por qué usted no contrata a…
- Le pagaría 30000 euros…- le cortó Javier, para tratar de convencerlo.
Hubo un silencio de todos los ocupantes del despacho al escuchar la cifra; hasta el propio asistente de Javier se sorprendió por la cifra ofrecida. Carlos clavó su mirada en sus propias rodillas mientras frotaba nervioso sus manos.
- Sabes que es mucho dinero y que te vendría muy bien… Piénsalo: actor en paro, ex presidiario…- dejó caer Javier que tenía todas las cartas marcadas.
- ¿Cómo… Cómo sabe usted eso?- preguntó, más nervioso aún, Carlos levantando su mirada hacia su interlocutor.- Eso no lo sabe nadie…
- Mira, chaval… No me lo tengas en cuenta, pero esto son negocios y, como negocios que son, tengo que analizar bien mis inversiones para saber si merece la pena invertir en ellos. Te hemos estudiado bien, sabemos tus circunstancias especiales y es precisamente eso lo que te hace el candidato ideal.- sonrió Javier, muy seguro de sí mismo.- Ese dinero te ayudara a empezar una nueva vida aquí, sin tener que dar explicaciones a nadie. Porque, ¿Quién se va a fiar de un ex presidiario?
Carlos guardó silencio mientras pensaba en lo que podría hacer con ese dinero, podría tener esa oportunidad de comenzar de nuevo dejando atrás todos los errores del pasado.
- ¿Sólo tendría que seducirla?- preguntó tratando de aclarar sus propias dudas.
- ¿Sólo? Jajaja.- rió Javier ante la facilidad que presumía Carlos, cuando sabía perfectamente que le iba a costar más trabajo de el que creía.- Tienes que seducirla, provocar que confíe en ti y, lo más importante, acostarte con ella en mi casa, para que lo puedas grabar todo… Un juez entenderá que ha mancillado mi cama revolcándose con otro.
- Está bien, lo haré…- dijo apenado Carlos, mientras se levantaba de la mesa.- ¿Cómo me pagará?
- Diez mil cuando tenga las primeras pruebas graficas de la relación y el resto al recibir el video grabado en mi casa…
- Vale… ¿Cómo encuentro a su mujer?
- Está todo preparado: os he apuntado a los dos a un curso de gestión empresarial patrocinada por mi empresa; empiezas dentro de una hora…
- ¿Hoy? ¿Una hora? Pero es demasiado precipitado…- dijo Carlos mientras se acercaba de nuevo a la mesa desde la puerta.
- Chaval, no es una película, no te estás jugando un Oscar… Aunque si quieres, buscamos a otro…
- No, no… Está bien…- dijo Carlos cogiendo una carpeta que le ofrecía Antonio, el asistente, con datos sobre su “victima”.
Volvió a andar hacía la puerta del despacho, viendo la foto de una atractiva mujer de no más de treinta años… Suspiró al ver que, al menos, no se trataba de una mujer repulsiva y que era más joven que su “cliente”.
- ¡Ah! Y córtate un poco el pelo; no creo que mi mujer se deje seducir por un melenudo, como tú…
Carlos se sintió utilizado, pero sabía perfectamente que tenía que controlarse porque ese dinero se podía sacar del atolladero en el que andaba metido. Salió por la puerta, mientras sentía una palmada en la espalda del asistente, como si sintiera lástima de él.
Al cerrar la puerta del despacho y quedarse solos, Antonio se acercó a Javier sentándose sobre la mesa y sonriendo sorprendido de cómo había salido la cosa.
- ¿Te puedo preguntar una cosa? Si has preparado todo para esta mañana, ¿sabías perfectamente que aceptaría el encargo? ¿Cómo?- preguntó Su, totalmente obnubilado por la capacidad de su jefe y amante.
- Después de muchos años ocupando de la dirección de personal, se analizar las debilidades de cada persona… Sabía que no podía rechazar esa suma de dinero…
- ¿Ah sí? ¿También has analizado mis debilidades?- preguntó el asistente mientras se mordía el labio inferior.
- Por supuesto, cariño… Sé perfectamente lo que nunca rechazarías.- susurró Javier mientras se abría la bragueta y sacaba su polla medio flácida.
Antonio se puso de rodillas ante la silla de su jefe, pajeando aquella arrugada polla de arriba abajo y mirándolo a los ojos.
- Es verdad… Conoces mis debilidades…- respondió Antonio, mientras acercaba la lengua al rabo de Javier.
No podía creer lo que escuchaba de boca de mi marido. ¿Carlos era un actor? ¿Lo había contratado él? ¡Dios mío! Creo que toda mi vida se derrumbaba sin poder evitarlo; aquella tabla de salvación que creí haber encontrado, se iba al fondo del mar conmigo agarrada a ella…
- Parece que ya no estás tan segura de ti misma, ¿no?- dijo mi marido con un gesto cínico.
- ¿Cómo has podido hacerme esto, Javier? ¿Por qué…?- comencé a sollozar sin poder evitar mostrar mi debilidad ante mi enemigo.
- Ya te lo he dicho, cariño… No debía usarlo, sólo era un as en la manga. Pero te has empeñado en descubrirlo todo. Sólo son negocios…
- ¿Eso es lo que yo he sido para ti? ¿Un negocio? ¿Desde cuando te acuestas con él?- dije señalando a su asistente, que observaba la escena visiblemente avergonzado.
- Eso no importa ahora… Pero para que veas, que al menos no quiero dejarte sin nada…- inquirió Javier, cogiendo los contratos de traspasos de las acciones y rompiéndolos delante de Raquel.- Puedes quedarte con tus acciones.
En ese momento, alguien llamó a la puerta de la sala de juntas y, tras recibir permiso de Antonio, entró la secretaria que antes había visto en la sala de espera.
- Disculpe, Sr Gámez… Pero acaban de dejar este paquete para usted; Carlos Ramos ha dicho…- explicó la secretaria mientras leía el remitente del paquete.
Al oír su nombre, el corazón se me aceleró a mil por hora; Carlos había estado a escasos metros de mí y no había podido verlo… La rabia me consumía, pero sabía perfectamente que sería incapaz de echarle nada en cara. La secretaria se sorprendió al encontrarme secándome las lágrimas y puso cara de preocupación, tratando de acercarse a mí.
- Ya puedes irte, Cristina…- protestó Javier, que no quería que ella se acercara a mí, mientras recogía el paquete de manos de Antonio.
- Sí, señor… Perdón.- dijo Cristina dirigiéndose a la salida sin dejar de mirarme compungida.
De nuevo, me quedé a solas con aquellos dos indeseables, aunque por el gesto de Antonio, parecía que poco tenía el que ver en todo aquello. En el fondo me daba lástima que aquel hombre se dejara llevar por su amante de aquella forma; sí, puedo parecer un poco estúpida al disculpar al amante de mi marido, pero es lo que sentía…
- ¡Vaya! Parece que tu amigo no se ha atrevido a dar la cara ante ti, jaja…- dijo mientras abría el paquete y sacaba un dvd, dejando muchos papeles dentro que, seguramente, serían más pruebas de mi infidelidad.- Bueno, pero ha dejado un regalo para nosotros, ¿verdad?
Yo seguía en silencio sin saber que decir mientras veía como metía el dvd en el reproductor; tengo que admitir que con la borrachera que llevaba, en ningún momento, me percaté de que Carlos se pusiera a grabar lo que pasaba en el dormitorio aquella noche. Eso explicaba como había sabido llevarme a mi casa…
En ese momento, noté como mi móvil vibraba al recibir un mensaje; no sé que razón me impulsó a leer ese mensaje en un momento como ese, pero supongo que buscaba una vía de escape a esa situación.
“Espero que algún día puedas perdonarme… Sé que hice mal, al no contártelo, pero no me habrías dejado decirte que me he enamorado de ti. No dejaré que te hagan daño. Sé muy feliz en tu nueva vida. Carlos.”
Fue entonces cuando Javier le dio al botón reproducción del dvd y empezaron a salir imágenes de un documental de animales de National Geographic … Koalas, creo que eran koalas; mi cara era un poema, sorprendida por el contenido del dvd. Carlos se la había jugado a Javier, porque allí no había ninguna escena en la apareciera yo acostándome con nadie.
- ¡PERO QUE COJONES ES ESTO!- gritó Javier, fuera de sí, levantándose de la silla.- ¡ANTONIO! ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?
- No sé, Javier… Yo… Yo sólo te he dado el dvd…
- ¡Este cabrón me la ha jugado!- decía mi marido sin poderse creer que todo le saliera mal.- ¿Y qué son esos papeles que hay en el paquete?
Antonio, asustado por la reacción de su amante, cogió los papeles con miedo y comenzó a leer en voz alta:
- “Aquí tienes el reportaje que me pediste; lamento decirte que hemos salido poco favorecidos, pero es que la cámara era de muy mala calidad… Lo que sí encontré interesante fueron todos los documentos que archivabas en tu ordenador sobre los ingresos que llevas años haciendo en tus cuentas en Suiza, defraudando a Hacienda…- al leer esto, Antonio carraspeó incómodo ante lo que venía después.
- ¡SERÁ HIJO DE PUTA!- volvió a gritar mi marido, mientras yo asistía a la escena totalmente absorta.
- ¿Sigo?- dijo Antonio que tomó el silencio de Javier como un “sí”- “Por supuesto, tengo copia de todos los archivos y todas los balances que prueban que llevas años robando a la empresa para la que trabajas; deja a Raquel en paz, ella se merece a alguien mejor que tú y que yo… Le vas a dar todo lo que le pertenece, sino quieres que todo esto salga a la luz… ¡Ah! Tenias razón: ¿Quién se iba a fiar de un ex presidiario?”
Javier se dejó caer pesadamente sobre su sillón presidencial mientras apoyaba los codos en la mesa, totalmente hundido. Yo me levanté sabiendo que ahora tenía todas las de ganar porque, como en una buena partida de póker, había descubierto su farol.
- Lo siento mucho, pero tú te lo has buscado…- dije dirigiéndome hacía la puerta y antes de salir me giré para decirle.- Tendrás noticias de mi abogado… “Cariño”
Al salir de la sala de juntas y cerrar la puerta de un portazo, me encontré con la secretaria que me miraba desde su mesa.
- Muchas gracias, Cristina… ¿Quieres un consejo? Deja este trabajo…- le dije mientras le guiñaba un ojo y cogía el ascensor para salir del edificio.
Tres meses después
Tras el divorcio salí bastante beneficiada debido a que Javier no se opuso a nada, por miedo a las represalias que pudiera tomar Carlos contra él… Me compré un coqueto apartamento muy cerca de donde vivía Mabel, con la que mantuve esa estrecha amistad que nos unía. Por supuesto, de Carlos no pude averiguar nada era como si se hubiera borrado del mapa. Aunque también tengo que admitir que seguía estando muy dolida con él porque, a pesar de que al final se arrepintiera y me pusiera a Javier en bandeja de plata, me había utilizado y no sabía sí podría perdonárselo.
Uno de esos días, en los que Mabel y yo estábamos en mi casa charlando de las próximas vacaciones mientras su hijo jugaba con unos recortables en el suelo, alguien llamó a la puerta.
- Voy yo, debe ser la comida china…- saltó del sofá Mabel, con esa vitalidad que le caracterizaba.
Segundos después, volvió a aparecer por el pasillo con la cara pálida; yo creí que era otra de sus estúpidas bromas y sonreí, pero al ver que su gesto no cambiaba, empecé a asustarme. Detrás de ella, apareció la mujer de Carlos…
- Creo… Creo que te busca alguien…- dijo Mabel, mientras se acercaba a su hijo, lo cogía en brazos y se iban hacia la cocina.- Mejor os dejo solas…
Como os podéis imaginar la escena era de todo menos cómoda. Allí estaba, tras tres meses, la mujer de Carlos que vendría a reprocharme lo que pasó entre nosotros.
- Siento mucho presentarme así en tu casa, pero tenía que hablar contigo, Raquel…- dijo la mujer, mientras se sentaba junto a mi el sofá, dejándome sorprendida por la naturalidad de sus gestos.
- Mira, quiero que sepas que siento mucho lo que pasó, pero entre Carlos y yo no ocurrió nada… De verdad… Sólo éramos compañeros de curso y nada más. Siempre hablaba de ti, de lo feliz que era con su mujer y con su hijo…- comencé a relatar.
Sé que quizás debería haberle dicho todo lo del engaño de su marido a aquella mujer, pero supongo que , al fin y al cabo, Carlos se había portado bien al final conmigo y no había razón para destrozar su matrimonio.
- Espera, espera… ¿Qué has dicho? ¿Su mujer y su hijo?- me interrumpió la mujer esbozando una sonrisa.- Me extraña que te dijera eso, porque no está casado ni tiene hijos…
- Entonces… ¿Tú no…?- dije sorprendida por la confesión de aquella extraña que había en mi casa.
- ¿Yoooo? No, por dios, jajaja… Soy su hermana… ¿De verdad creías que yo era su mujer?- reía a carcajadas la mujer.
- Yo… Lo siento… No…
- Tranquila, no he venido por eso… He venido por Carlos, tienes que verlo, por favor…
- Yo no sé…- decía sin poder asimilar todavía todo lo que estaba descubriendo.
La hermana de Carlos me puso la mano en la rodilla, acercándose más a mí, y mirándome a los ojos con gesto de súplica comenzó a explicarme, sacando su dni de la cartera.
- Me llamo Carmen Ramos; mira, ¿ves? Soy su hermana… Me ha contado todo y no se atreve a dar el paso, pero sé que os queréis… Se te nota en la cara cuando hablo de él; sólo te pido que lo veas y habléis, nada más…
- ¿Te ha mandado él? ¿Cómo me has encontrado?- preguntaba ya más crédula de lo que me decía Carmen.
- A lo segundo, es muy fácil: tenía tu antigua dirección y preguntando a algunos vecinos conseguí tu dirección.- relataba la hermana que demostraba ser tan audaz como Carlos.- Lo primera respuesta es: no. No me ha mandado él… De hecho si se entera de que he venido, me mata.
- Y si él no quiere que me busques, ¿por qué lo haces?- dije un poco desanimada.
- Mira, creo que tengo que contarte toda la historia para que me entiendas… Yo me casé muy joven con la oposición de toda mi familia y me quedé embarazada a los pocos meses. Todo era maravilloso, hasta que mi marido empezó a beber y a drogarse; entonces llegaron las palizas, los abusos y los insultos. Fui capaz de aguantar con tal de no llegar a casa de mi hermano y que viera que llevaban razón…- comenzó a explicar Carmen, un poco emocionada.- Pero uno de esos días, el hijo de puta de mi marido pegó a mi hijo y eso sí que no podía permitirlo, por lo que me metí en medio. Me dio tal paliza que casi me mata… Cuando llegué al hospital, llamaron a toda mi familia, incluido Carlos…
- Dios mío, lo siento…
- Carlos estalló de rabia y fue a buscar a mi marido, que ni siquiera se había preocupado de nosotros… Lo encontró en un bar y se enzarzaron en una pelea. Según los testigos, Carlos mató a mi marido a puñetazos, sin que nadie pudiera hacer nada por separarlos…
- ¿¿Lo mató??- dije tapándome la boca por la impresión.
- Sí, fue por mi culpa… Perdió el control, pero lo hizo por mí… Lo condenaron a cuatro años de cárcel, por homicidio.- dijo echándose a llorar desconsolada.
No pude evitar sentirme enternecida por aquella muchacha y todo lo que había pasado; la acerqué contra mi pecho y nos abrazamos, llorando las dos compungidas.
- Por eso vengo a verte… Juré que no dejaría que nada le hiciera daño a mi hermano y, Raquel, tú le dueles…- dijo mirándome a la cara.- Eres lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo y, siempre dice, que cometió el error de enamorarse de la persona perfecta en el momento equivocado…
- ¿Te ha dicho que está enamorado de mí?- dije muy afectada.
- Es un alma en pena… Entenderé lo que decidas hacer; sólo creía que debías saber toda la historia, para que al menos entiendas, en parte lo que hizo… Buscó ese dinero para poder acabar esa casa rural que heredamos de nuestros padres y vivir los tres juntos allí, lejos de todo…
Guardé silencio un instante, me levanté del sofá, inquieta… Comencé a pasear por el salón mientras Carmen me observaba. Pude ver a Mabel, mirando también desde la puerta de la cocina, con lágrimas en los ojos; me quedé un momento mirándola y, tras unos segundos, me giré hacía Carmen.
- ¿Dónde está?- dije mientras cogía mi cazadora y comenzaba a ponérmela.
Carmen sonrió mientras se levantaba para abrazarme… Estaba decidida, iba a buscar a Carlos…
(FINALIZARÁ…)