El curioso pertinente (6 -Epílogo-)
La dulce Angélica está casada con un hombre mucho mayor que él. La visita inesperada de su sobrino Rico pondrá al matrimonio en una incómoda situación: Rico estará dispuesto a todo para acostarse con su joven y apetecible tía y su marido no esperaba preparado para una competencia tan dura... y larga
Aquella mañana Angélica y yo lo hicimos por fin. Estaba tan excitado que me abalancé sobre ella medio dormida. Se despertó claro. Y se dejó hacer, como siempre hacía conmingo, porque nunca me negaba nada. Estaba dentro de ella, le estaba dando lo mío, lo suyo, lo nuestro. Toda mi furia estaba desatada. El niñato había sacado la bestia que llevaba dentro.
–Cariño, ¿qué te pasa? No pareces tú.
Mis labios le comían la boca, mis dedos recorrían su cuerpo con una violencia inusitada. Sabía que cuando me ponía así, acaba incluso más rápido que las veces normales pero me daba igual. Sabía que le estaba mordiendo las tetas, el cuello. Sabía que le estaba pellizcando. Pero me era absolutamente igual. Aquellos días habían sido un infierno. Y ahora el demonio era yo.
Entonces, no sé por qué, miré la puerta. Y la vi entreabierta y … ¡lo juro! ¡Sí! Rico nos estaba mirando.
Hice ver que no estaba y seguí a lo mío. A pesar de mis menores dimensiones, Angélica estaba mojada, muy mojada, y mi pequeño amigo llegaba a todos los rincones con una solvencia desconocida.
–Pero, Julio… qué.. qué… –jadeaba ella. No podía creerlo y yo tampoco.
Atento sin atender a Rico, aguanté más, mucho más de lo que acostumbraba. Y Angélica, como siempre lo puso todo de su parte. Todo y más. Y cuando al fin me fui, agarrado a su culo como si me fuera la vida, ella también se fue, casi a la vez, conmigo, debajo de mí. Brillando de sudor y deseo. Sin aliento, miré hacia la puerta: Rico ya no estaba.
Mi hermana Pilar, parloteaba y parloteaba. Estaba encantada de la expulsión de los dos matones. Preguntó si Rico se había portado bien aquellos días.
–Muy bien.
–¡Genial! –añadió Angélica.
–Tanto, que nos hace compañía. Hemos hecho cosas juntos.
–Ver películas –remató Rico..
–Compartir experiencias.
–¡Y abrirnos! –señaló Angélica.
–Además, ha estudiado mucho –destaqué yo.
–Sí, he aprendido muchas cosas, mamá –reconoció el propio Rico, sin faltar a la verdad.
–Por lo que hemos pensado que podría venir más veces. Cada fin de semana o cada quince días. Si a Rico le parece bien –puse yo sobre la mesa.
–A mí me parece bien, mamá.
–Si el chico estudia… –condicionó Pilar.
–Estudiaré, trabajaré mucho. Casi no saldré de esta casa, mamá.
–Por mí encantada –confesó mi mujercita.
–Bueno, ya veremos.
Y lo vimos. Lo vimos y nos vimos los tres mucho más a menudo. Ahora Rico incluso pasa las vacaciones con nosotros. Y nuestro matrimonio vuelve a ir hacia arriba. Es verdad que Angélica y yo seguimos sin hablar de sexo, de nuestras relaciones. Pero volvemos a estar en la cresta de la ola y nos hemos ahorrado una pasta en psicólogos, asesores matrimoniales y todas esas mierdas. Incluso mañana vamos a ver una empresa porque quiero diseñarles su nueva sede. Le he pedido a Angélica que me acompañe. Creo que su saber estar podrá aportar mucho a las negociaciones. En definitiva, Rico era lo que nos hacía falta: algo tan sencillo como un nuevo punto de vista.