El cura se folla a la novia el día de su boda

El sacerdote no podía dejar de mirarle las tetas a la novia mientras oficiaba la ceremonia y al final...

  • Estamos hoy aquí para unir en sagrado matrimonio a Teodoro Roldán Donoso y a Mari Ángeles Fonseca Ramírez...

El padre Jose María siguió soltando todo el rollo de siempre. El pobre hombre estaba ya muy aburrido de su trabajo: que si misas soporíferas, que si bautizos con bebés lloriqueando, que si comuniones con niñatos que se equivocaban en una sola puñetera frase que tenían que recitar... Un coñazo, vamos. Al pobre Jose María le importaban un comino la palabra de Dios y el cristianismo. Su familia quedó soprendidísima cuando les comunicó a los 19 años que quería entrar en un seminario con el objetivo de ser sacerdote. Al joven Chema solo le importaban por entonces dos cosas: follar y drogarse. Hasta que un párroco se cruzó en su camino y le llevó por el camino de la fe cristiana.

Sin embargo, a Chema le cansaban las misas y los feligreses. ¿Qué por qué no dejaba de ser cura a sus 33 años? Pues porque le encantaba ganar pasta con un trabajo tan fácil, vivir bien y, sobre todo, nadie sospechaba (o a nadie le importaba) que casi todas las noches se iba de putas y que ocasionalmente se había tirado a alguna que otra feligresa. Se podía decir que vivía bien. Pues bueno, el padre Jose María continuó con el sermón, aunque no podía evitar mirarle las tetas a la novia. La joven, que no debía de llegar a los 30, era muy mona y lucía un buen escote en su vestido blanco. El cura aprovechaba en cualquier momento para mirarle esos pechos sobre los que reposaban sus rizos dorados y que subían y bajaban debido a la fuerte respiración que le provocaban los nervios a la muchacha. Desde luego, el soso del novio, que tenía una pinta de gilipollas repipi con un ridículo bigotito, no se merecía a semejante preciosidad, según opinaba Jose María.

  • Teodoro, ¿aceptas a Mari Ángeles como esposa? ¿Prometes serle fiel en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y amarle y respetarle todos los días de tu vida?
  • Sí, acepto
  • Y tú, Mari Ángeles, ¿aceptas a Teodoro como esposo? ¿Prometes serle fiel en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y amarle y respetarle todos los días de tu vida?
  • Yo...

Un silencio sepulcral invadió la Iglesia ante la indecisión de la novia.

  • ¿Mari Angeles? ¿Cariño?
  • Yo...
  • ¿Sí?
  • No sé

Entre los asistentes comenzaron los murmullos. Todos estaban sorprendidos, incluido el cura, ya que ésta era la primera vez que le ocurría algo así en todos los años que llevaba practicando el sacerdocio.

  • ¿Qué? ¿Cómo? Sé que estás nerviosa, pero...
  • ¡Necesito pensar, Teodoro!
  • ¿Pensar qué?
  • Pensar en... Por favor, mi amor. Necesito unos minutos... bueno, quizá una hora. Por favor... Padre, puedo ir a algún lugar donde estar sola y tranquila
  • Sí, claro. Acompáñeme

Jose María llevó a Mari Ángeles a la sacristía y la dejó sola. Cinco minutos más tarde, el novio quiso entrar a ver a su amada, pero ésta no quiso verle

  • ¡Por favor, padre! ¡Hable con ella! Quizás usted pueda hacerla entrar en razón
  • Está bien. Haré lo que pueda
  • Muchísimas gracias. Yo voy a invitar a los invitados a algo en la cafetería de enfrente. ¡Ay, por Dios, que vergüenza más grande!

José María entró a hablar con la novia, que aún llevaba el vestido blanco puesto.

  • Hija mía, comprendo que tengas dudas, pero...
  • ¡No, padre! ¡Usted no lo comprende!
  • Pues explíquemelo, hija mía. Cuéntame cual es esa pena que aflige a tu pobre corazón
  • ¡Oh, padre!

La novia rompió a llorar y abrazó al cura, que al sentir sobre él las tetas de la joven, que parecían querer salirse del vestido, comenzó a crecerle el pene a pasos agigantados

  • Padre, es que... Teodoro ha sido mi único novio. Nunca he estado con otro hombre. Bueno, nunca he estado con ningún hombre, porque mi familia me ha educado desde siempre en la fe cristiana y me han enseñado que al matrimonio hay que llegar casta y pura
  • ¡Oh, eres virgen!
  • Sí, padre. Tanto como el día en que nací. Padre, yo quiero a Teodoro, pero también me hubiera gustado, y perdóneme Padre por ser tan pecadora, estar con otros hombres. Poder experimentar y... ¡Oh, padre, soy tan mala cristiana! ¡Arderé en el infierno por tener tan oscuros pensamientos!
  • Tranquila, hija, tranquila. Dios es bondadoso y nos perdona nuestros errores. Yo también cometo muchos pecados
  • ¿En serio, padre?
  • Sí, cariño. Todos lo hacemos. Absolutamente todos
  • Padre, pero a mí me aterra tanto la idea de pasarme el resto de mi vida con el mismo hombre...
  • Te entiendo, hija. ¿Quieres que te cuente un secreto? Pero no debes contárselo a nadie, porque es secreto de confesión, al igual que yo tampoco le contaré a nadie que tú mueres por yacer con otros hombres que no son tu futuro marido
  • Claro que sí, padre. Jamás le contaré a nadie lo que usted me diga
  • Bien, acércate más a mí, querida

Mari Ángeles se sentó en las rodillas del Padre Jose María, cual niña pequeña sobre las de Santa Claus en un centro comercial en los días previos a la Navidad. La novia sintió el enorme bulto del sacerdote bajo su culito y se dio cuenta que que, además de párroco, el Padre Jose María también era un hombre. Al verlo tan de cerca, pudo percibir que era un hombre atractivo y que, si no fuese por la sotana, se llevaría a las chicas de calle

  • Bien, cariño. Aparentemente, yo soy un gran sacerdote. Y en verdad lo soy. Ayudo a mis feligreses y predico la palabra de Dios. Lo que nadie sabe es que follo con putas y me tiró a mis feligresas más guarras
  • ¿Me habla usted en serio, Padre?
  • Muy en serio, cariño. Pero eso no quita que sea un buen sacerdote, ¿no es así?
  • Sí, Padre. Lleva usted razón
  • Por eso te digo, hija mía, que puedes ser una buena cristiana y al mismo tiempo desfogarte con otros hombres
  • Perdón, Padre, pero no le entiendo

Chema acarició el escote de la novia, haciéndole sentir a ésta un escalofrío enorme, algo que no había sentido nunca antes

  • Hija, eres demasiado bella. Sería un gran pecado que tal preciosidad perteneciera a un solo hombre
  • Pero, Padre, yo amo a Teodoro y...
  • ¿Pero no deseas follar con otros? ¿No te gustaría sentir muchas pollas en tu interior aparte de la del soso de tu novio?
  • Me encantaría, pero...
  • No hay peros que valga
  • Pero sería una pecadora y...
  • Mientras que cuides bien de tu esposo, le des muchos hijos y cumplas con tus labores de buena cristiana, no pasa nada. No importará que, como yo, te desfogues de vez en cuando. ¿Quieres que te dé una muestra del placer que puedes alcanzar?

Jose María se acercó a la novia para darle un beso en los labios, pero ella se apartó

  • No, Padre. Aquí no. Podrían descubrirnos. Cuando vuelva de la luna de miel, mientras mi esposo esté trabajando, podríamos quedar y...
  • ¿Pero no te apetece probarlo ahora?
  • Pero Teodoro descubriría esta noche que no soy virgen
  • ¡Claro que no, chiquilla! No en todos los desvirgamientos se sangra. Tu marido no tiene por qué descubrir nada. Además, si dejas que yo te folle ahora, adquirirás algo de experiencia y podrás complacer mucho mejor a tu marido, como debe hacer una buena esposa cristiana ¿Qué me dices, querida?
  • Está bien, Padre
  • ¿Sí?
  • Fólleme

El cura beso a la novia mientras le metía las manos bajo el escote. Le sacó una de sus tetas. Era natural, de tamaño medio, blanquita, gordita y con unos pezoncitos rosados que el sacerdote no tardó en probar. Le escupió en el pezón y le bañó todo el seno con su lengua. Luego le sacó la otra e hizo lo mismo. Al mismo tiempo que le chupaba las tetas, el sacerdote metió su mano por debajo del voluminoso vestido de la joven hasta llegar a sus braguitas. Metió los dedos bajo la ropa interior de la joven y acarició su coñito virgen y perfectamente depilado para la noche de bodas en la que se estrenaría oficialmente. Con dos deditos, Jose María fue abriendo el cerrado e inexperto coñito de ella mientras le seguía comiendo las tetas ante los gemidos de la joven. Ella no los podía reprimir. Tras años de sequía, por fin sentía algo entre sus piernas. Además de lo caliente y pecaminoso de la situación: estaba siendo masturbada por un sacerdote el mismo día de su boda.

  • ¿Sabes que debe de hacer a la perfección una buena esposa cristiana?
  • ¿El qué, Padre?
  • Una buena mamada
  • ¿En serio, Padre?
  • Claro. No hay cosa que nos guste más a los hombres que sentir la lengua de una princesita como tú en nuestra polla.
  • ¿Pero la Iglesia aprueba el sexo oral?
  • ¡Uy, si yo te contara!
  • ¿De veras, Padre? Pero yo no sabré hacerlo...
  • ¿No sabes? Pues eso está muy mal, señorita. Dios y la Iglesia quieren que las mujeres sirvan a sus maridos en todos los sentidos.
  • Perdóneme, Padre. Intentaré aprender. ¿Usted será tan amable de enseñarme?
  • A ver, déjame pensar... Está bien, te enseñaré. Todo sea para que el pobre Teodoro pueda tener una vida sexual placentera. Arrodíllate y sácame la polla

Así lo hizo Mari Ángeles, que se quedó ensimismada contemplando el miembro del sacerdote, que se encontraba en pleno estado de erección

– ¿Te gusta, niña?

– Mucho, Padre. Está usted muy bien dotado, aunque si le soy sincera, en las películas porno que he visto son mucho más grandes

  • Bueno, cuando ya tengas más experiencia puedes buscarte un actor porno o alguien con una polla de 30 cm si quieres, pero para estrenarte la mía está muy bien
  • Está perfecta

Mari Ángeles besó suavemente el prepucio y, bajo las ordenes de Chema, fue introduciéndose poco a poco el pene del sacerdote en su linda boquita. El párroco le agarró la cabeza y la fue guiando en la felación hasta que llegó un momento en el que Jose María lo que hacía era follársela por la boca, ya que el ritmo y la intensidad eran enormes.

  • Venga, ahora tú solita

El sacerdote soltó la cabeza de la novia y ésta continuó la mamada en solitario con una gran destreza para tratarse de su primera vez. Se la metía y se la sacaba de la boca y la lamía de una manera en la que, si alguien hubiese presenciado la escena, no hubiera adivinado que la rubia vestida de novia era una virgen sin experiencia alguna. La chica se había vuelto completamente loca con la polla del cura y se la empapaba con su saliva desde la punta hasta los huevos, los cuales succionaba con pasión y total entrega.

  • ¡Aghhhhhhhhhhhhhhh! Ya me corro, princesa. Intenta tragártelo todo y ten cuidado. ¡No te vayas a manchar tu precioso vestido

La joven así lo hizo. Se tragó toda la celestial corrida y no dejó ni gota.

  • Ahora te voy a follar, ¿vale?
  • Sí, Padre
  • Pero antes tienes que volver a calentarme un poco. Hazme una pajilla. ¿Sabrás hacerlo?
  • Creo que sí

Mari Ángeles agarró fuertemente el pene en estado de semi-erección del sacerdote y le hizo un pajote monumental. Se la machacó hasta que otra vez estuvo dura del todo. Luego, ella, por orden de su párroco, se colocó sobre la mesita abriendo sus piernas. Él se adentró entre la falda del vestido, le bajó las bragas y metió su polla en el coño virgen de la novia. Comenzó una brutal y rápida follada. Chema no podía creerse que estuviese cumpliendo una de sus fantasías desde que fuera ordenado sacerdote: se estaba tirando el día de la boda y con el vestido de novia puesto, a una de esas jovencitas que iban a casarse con cara de santas pero que en el fondo eran unas putas. Ella no cabía en sí de gozo: tenía una polla entre sus piernas y ya sabía por fin lo que era un orgasmo. Él estaba ya a punto de correrse cuando oyeron unos ruidos. Los invitados, y con ellos Teodoro, regresaban a la Iglesia para conocer la decisión final de la novia.

  • ¡Joder!
  • ¡Mierda!
  • ¡Nos van a pillar!
  • ¡Tranquila, hija mía! ¡Me doy prisa!
  • ¡Corre, cariño, córrete!

El cura se dio prisa hasta que descargó todo su semen en el coño virgen de la novia. Ella ya había tomado una decisión: se casaría con Teodoro, él era tan tonto y estaba tan enamorado de ella que podría ponerle los cuernos con medio mundo sin que se enterase y, por supuesto, aparentemente seguiría siendo una esposa modelo y una buena cristiana, tal y como le había aconsejado su complaciente párroco. Corriendo, él se vistió y ella se subio las bragas, se guardó las tetas y se recolocó el vestido. Cuando salió fuera y besó dulcemente a su prometido, tenía la imagen de una bella novia con el vestido y el maquillaje algo estropeado por el llanto. Nadie, excepto el sacerdote, advirtió el cambio que en una hora había experimentado la joven: había pasado de ser una mojigata reprimida a una auténtica puta. Los invitados, felices de que por fin se arreglara la situación y deseosos de que finalizase la ceremonia y comenzase el banquete, se volvieron a sentar. Luego, tras el sí de la novia, el Padre Jose María declaró marido y mujer al feliz Teodoro, que no cabía en sí de gozo, y a la bella Mari Ángeles, que tenía su recién estrenado coño lleno del cristiano semen del religioso.

Y vivieron felices y comieron perdices, en el caso de ella, pollas

FIN