El cuñado de mi hermana

Un casi cuarentón que ya está de vuelta de la vida, y un huesped que le calienta la vida y todas sus partes...

Sólo a la desubicada de mi hermana Patricia se le podía ocurrir mandarme a su cuñadito de huésped. "Para que te haga compañía "me dijo la muy zorra. Yo vivía bien, en una casa no muy grande de dos plantas, que habíamos heredado con mi hermana del abuelo Julian, en un barrio tranquilo de Buenos Aires. Trabajaba, hacía deportes, viajaba, tenía mi auto importado, mi equipo de audio, mi DVD ultima generación, salía con mis amigos. Viajaba. Hacía deportes. Vivía mi vida. No necesitaba tener que cuidar a un mocoso que venía con todo el ímpetu de su juventud a estudiar Agronomía a Buenos Aires. Pero cuando ella se empeña en algo, la gana. Y me tuve que hacer a la idea de compartir la casa con el hermano menor de mi cuñado, o sea el cuñadito de mi hermana. Espero se entienda.

Yo había cumplido los 39 años y seguía soltero, siempre bien bronceado, delgado pero bien formado, deportista, elegante, decían. Supongo que muchos podrían haber sospechado de mi prolongado celibato. Pero me habían conocido tantas novias, tantas mujeres, tantas señoritas hermosas y elegantes, tantos romances, que nadie hubiese acertado que detrás del playboy del hermano de Patricia se escondía un tipo sensible, sentimental, vulnerable. Yo soy gay Si, yo soy gay desde que me puedo acordar y a mucha honra, aunque jamás lo reconocería si me lo preguntaran (por cagón no por hipócrita). Pero soy una buena persona. Como que me llamo Ignacio Isidro Isasmendi, el triple I, como me dice una loca conocida.

Mis nobles padres se murieron sin que yo les hubiese dado el gusto de abandonar esa persistente soltería que enturbiaba sus planes de perpetuar el apellido. Y mi única hermana se había cansado de presentarme amigas y conocidas, y amigas de conocidas, todas chicas intachables, bonitas y de buenas familias (pero "lobas en la cama") para vencer mi solteria y sentar cabeza.

Yo salía al cruce de cualquier versión, o mejor dicho, me anticipaba a los rumores diciendo, como si fuera un experto, que agradecía no haberme casado teniendo en cuenta lo poco que duraban los matrimonios en estos tiempos, en los que las mujeres, estaban más locas que nunca y parecían no darse cuenta que los hombres somos animales predadores que no podemos vivir en cautiverio y con una sola hembra.. Y yo agregaba, en mi descargo, que no es lo mismo jugar a la casita que contraer matrimonio. Los fracasos en los matrimonios de mis mejores amigos, me daban los mejores argumentos.

Y a los 39 años, con algunas arruguitas imperceptibles, un físico delgado armonioso y atlético y siempre a la moda, yo seguía solo, dando vueltas por las fiestas y reuniones con mi aspecto inalterable de don Juan y despertando la admiración de muchas mujeres y el interés de sus respectivas madres: solterón y mujeriego decían, pero buen partido. O sea que si bien no era yo tan joven, al menos compensaba eso con una buena cuenta bancaria y un aura de seductor empedernido.

La joda, la farra, la locura, la ronda, los viajes escandalosos, los romances, las peleas, todo había pasado ya, aunque a veces intentara disimularlo. Desde hacía un tiempo había cambiado mis costumbres, modificado mis esquemas y con mucho apoyo de mi terapeuta, me había aceptado gay, puto, o como se quiera llamar. Y eso pareció calmarme. No necesitaba ya demostrar nada. Se que no obstante todos los toldos que pudiera usar para cubrir, para tapar, soy aficcionado a la pija, adorador de los huevos con premio (si son colgantes mejor) , comedor de porongas endurecidas, goloso del culo, y amante del sexo con pelos en el pecho y barba cerrada. En suma como dice la canción "cuando nadie me ve", garcho con machos., cojo con tipos, copulo con hombres. ¡Y cómo lo disfruto!

Quiero suponer que mi hermana no sabía eso. Vivía en el campo, en un casco de estancia de película, que parecía un castillo normando, con Ricardo su marido estanciero, y nos veíamos pocas veces al año. No creía que ella desconfiara de mi heterosexualidad. De otro modo no se explica que me hubiese enviado a su joven cuñado, (carne fresca y joven con excelente "pedigree") para que éste se instalara en mi casa y perturbara mi intimidad y todos mis asuntos.

Ya no recordaba cuándo lo había visto por última vez: Toby, mi visitante el famoso cuñadito de mi hermana, había crecido hasta convertirse en un muchacho mas alto que yo, deportista, bien formado, atlético, de rostro armonioso, con sus grandes ojos negros, su pelo suave y brillante que le caía sobre los ojos, y ese aire entre adolescente consentido y modelo porno en mocasines, que me volvió loco apenas lo vi. Toby era un sueño. Un espejismo. Lindo a más no poder, guapo a rabiar, simpático, inteligente, sensual sin saberlo, con una sonrisa compradora, una sonrisa de propaganda de dentífrico, una sonrisa enmarcada por hoyuelos en las mejillas. El chico era un avión supersónico.Y yo con los cinturones desabrochados y sin paracaídas.

Entramos en confiansa nseguida. Los veinte años de diferencia parecían no ser obstáculo para ello. Yo trataba de adoptar la posición del adulto, superado y con experiencia, jovial y compinche, cercano pero manteniendo mis distancias por razones obvias. Pero Toby rompía todas las barreras, con su simpatía, con su ingenuidad, y con ese culo espectacular que se adivinaba en sus pantalones vaqueros, con esa presencia oscura y sensual que inundaba de deseo a mi pija pordiosera. Además yo podía adivinar entre sus piernas un salame de respetables proporciones adornado por bolas grandes y prometedoras. Lo miraba de reojo, cuando pasaba al baño en esos slips rojos que parecían metérsele en la raya de ese culo redondo fuerte, culo de montar a caballo y jugar al polo. Culo blanquito en medio de la piel quemada por el sol, con nalgas paraditas como para hacer suspirar a peones de estancia, domadores de caballos, arrieros de ganado, rematadores de hacienda, bailarines de ballet, colchoneros, botones de hotel, peluqueros de damas, carteros, carteristas, árbitros de fútbol. En esas piernas fiertes casi sin pelos, apenas sombreadas por unos vellos rubios en las pantorrillas, piernas de deportista, de ciclista, de gimnasta, piernas para lamer de tan suaves y lisas y bien esculpidas con ese tono casi dorado del sol tomado todo el año.

Me sorprendía el coraje con que exhibía a mis ojos concuspicentes, su casi desnudez, como si fuéramos viejos amigos. Me inhibía un poco la confianza que depositaba en mí la sinceridad de sus ojos negros adornados por cejas pobladas, pestañas tupidas. Lo miraba a la cara, y mis manos tenían que tomarse de la mesa para no acariciar su flequillo, repasar su pelo, recorrer con la yema de mis dedos el contorno de su cara. Su boca de labios siempre húmedos, siempre rojos, apenas bordeados de una pelusilla de bigote incipiente., me invitaba a besarla, a decirle cosas, a recorrer sus confines con la punta de mi lengua., a buscar el calor de su lengua con la mía o con mi verga. Me calentaba. Lo veía y mi pija imperceptiblemente se despertaba, mi circulación se aceleraba. El corazón se escapaba de mi pecho y quería gritar.

Me enamoré de Toby, de su manera de hablar, de sus movimientos, de su perfume a hierba, de su inocencia. Largos años de soltería, sexo y fiestas, habían cubierto esa fibra que ahora amenazaba con salirse de madre. Me dio miedo y comencé a alejarme. Tenía miedo de seducirlo, de tirarme encima de él. De corromperlo. De armar un lío familiar. El chico era pariente de mi hermana, heterosexual, estudiante, pueblerino menor de edad, nuevo en la gran ciudad. Y yo, un libertino. La oveja negra de la familia.

Vos nunca te casaste Ignacio, que raro- me dijo una tarde mientras tomábamos una copa en un barcito de la Sociedad Rural. Un tipo como vos….- agregó sin aclarar que significaba eso de "como vos". Me miró a los ojos y su lenguita rosada pareció recorrer sus labios resecos

No sirvo para el matrimonio Toby, no entiendo que quieren las minas. Las mujeres están cada día más locas. Todos mis amigos lo dicen, la mayoría esta separdo o quiere hacerlo – contesté. Quería salir del paso, disipar toda duda sobre mi "rareza". Hubiera querido decirle la verdad, pero no me atreví.

¿Nunca quisiste tener hijos, una familia? – me preguntó con sus ojos negros brillantes y escrutadores, acariciándome la mirada cansada. Parecía resultarle imposible que alguien como yo no hubiera querido tener hijos.

Bueno, ahora te tengo a vos de hijo postizo- contesté con una risa forzada para salir de aprietos y casi vuelco el líquido de un vaso. El observó mi mano levantando el vaso y secando el mantel mojado con una servilleta , Me miró con fuerza y me pareció que me clavaba un puñal ahí donde más me dolía cuando dijo

Yo tengo padre y a vos te quiero como amigo no como padre., dijo mientras largó una pequeña risita.

No pude adivinar el motivo de esa respuesta dada con un tono serio y formal alivianado por la risa final.. Miré sus ojos y preferí disimular mi desconcierto, llamando a la camarera para pagar mi cuenta. Yo temblaba y procuré disimularlo como pude.

No nunca pretendí ser tu padre, mi lindo Toby, pensaba yo en mi cama, horas después como si estuviera hablando con él, como si mi pensamiento pudiera ser escuchado por el muchacho que dormía en su cuarto, al fin de ese corredor. Quisiera ser, no sé, algo así, tu papi, tu guía, tu instructor, tu contrapeso, el que te lleve a recorrer el mundo, el que te haga conocer el amor decía yo, pero no es posible , concluía apoyando mi cabeza en la almohada e imaginando su cuerpo desnudo, joven y provocador Imaginaba su piel, suave, delicada, juvenil, incontaminada por los males del mundo, mientras mi mano acariciaba mi cuerpo velludo, tomaba mi verga endurecida, repasaba mis huevos húmedos.

Cuando el repetido vaivén de mi propia mano sobre mi pija y mis huevos,, generaba la sensación de un volcán en erupción, gritaba su nombre, ahogando mi voz con la almohada, enmudeciendo esa pasión que sentía por la persona equivocada. Toby.

La presencia del muchacho en mi casa, cambió mis costumbres. Ya no traía hombres y prefería que mi vida privada se desarrollara en otros escenarios. En aquel momento tenía una relación tortuosa y pasional con un médico casado. Mariano era un hombre muy atractivo y muy sensual, que hallaba en nuestros encuentros esporádicos la oportunidad de sacarse de la sangre esa necesidad de estar con hombres que, de no liberarse, pondría en peligro su matrimonio tradicional con casa en los suburbios, auto familiar, dos hijos y medio, y jardín con perro guardián. Nuestra relación era predominantemente un intercambio sexual: algo prolijo calculado y limpito. Una descarga de fluídos discreta, casi sin diálogo. El no se hubiera permitido otra cosa.

En un primer momento la calentura reprimida que me producía la presencia de Toby, la volcaba en Mariano, y el, desacostumbrado a tanta pasión, gozaba como una perra en celo, cuando nos encontrábamos en su pequeño departamento. Lo tiraba contra la cama king size que ocupaba todo el cuarto, y ponía sus piernas gruesas y temblorosas sobre mis hombros y casi sin preámbulos, penetraba su culo ansioso. Que dura que la tenés mi amor, decía . Lo cogía sin piedad: la metía en aquel orto de padre de familia, culo demasiado usado y dilatado, como si no hubiera mañana Lo clavaba sin contemplaciones, serruchaba con fuerza contra aquel orto de macho casado y puto. Mariano gritaba, jadeaba y lloraba de deseo y necesidad, y yo iba y venía por aquel orto sumiso y palpitante.conociendo sus honduras y profundidades.

  • Ay papi que me vengo que me vengo, cogeme, cogeme, cogeme, repetía con una voz que parecía venirle del fondo del culo, y esa terrible necesidad de sentir acabar al otro toda la leche hirviente posible.

Pero nada podía compararse con la excitación que me producía Toby en sus bermudas desflecados. Con sus piernas fuertes y bronceadas al aire. Toby cubierto con una toalla a la salida del baño, Toby haciendo bicicleta en la sala del fondo. Bostezando en el sillón abierto de piernas exhibiendo el bulto mientras miraba la televisión. Toby se habia convertido en mi obsesión. Olía su ropa interior, fisgoneaba en sus cajones cuando el no estaba, me acostaba en su cama para sentir su aroma en la mullida alomohada, me pajeaba en su cuarto mirando sus fotos. Hasta le robé un slip celeste muy diminuto, que una vez le había visto puesto para vestírmelo de noche y pajearme locamente pensando en su piel, en su pija, en sus bolas, en su culito estupendo. No se si se dió cuenta del robo, pero ese pedacito de tela desteñida, era lo único que tenía de él. Mientras tanto, para protegerme y protegerlo, yo me iba alejando más y más. Alegaba razones de trabajo, compromisos sociales, citas, una convención en el exterior, un romance muy hot (tan hot como inexistente) con una modelo conocida.

En los hechos, trataba de cubrir mi obsesión por él, con mis ausencias, con algún viaje, con el trabajo, con visitas al gimnasio y a lo de Mariano. Y nuestras vidas parecieron distantes y ajenas en poco tiempo, al no compartir con Toby, comidas, ni desayunos, ni veladas viendo películas o escuchando música y tomando café o whisky como al principio.

En aquellas primeras veces, la proximidad de sus piernas desnudas en el suelo o en el sillón, me producían escalofríos, la angustia de no poder tocarlo me hacia doler las manos, los huevos y las tripas. Lloraba con las escenas cursis de algunas películas. El me miraba a veces, y callaba. Yo no decía palabra después. Me sonaba la nariz, decía que me dolía la cabeza y me iba a dormir. No me hacía bien desearlo tanto y no poderlo decir.

Hablá con tu hermana. Decile a tu hermana que no lo soportas, asi le alquilan algo, un departamento y el chico se va,- me dijo mi amigo Lorenzo.

No puedo hacer eso, la casa también es de mi hermana- argumentaba yo.

Lo vas a terminar violando si seguis así de caliente , alegaba Lorenzo

.

Para coger lo tengo a Mariano – me excusaba yo.

Pero el sexo con Mariano, se había convertido en rutinario, en algo que no tenía excitación si yo no pensaba en Toby, si no me lo imaginaba a él en mis brazos mientras abrazaba a Mariano. No me pareció justo. Dejé de ver a Mariano. El no lo lamentó supongo. Se consiguió alguna otra pija desocupada o algún casado como el, necesitado de la pasión clandestina y furtiva que un matrimonio sin emociones no le daba .

Mi sicólogo decía que Toby era una fantasía, que ni siquiera yo sabía si era gay, y que cómo podía yo suponer otra cosa si el no me daba nigún motivo. Su sensualidad estaba en mi imaginación calenturienta. Ponga distancia Ignacio me decía, y al cumplir con aquel consejo se iba creando un abismo que me dolía aún mas.

Una noche volví a casa temprano y escuché unas voces que venían del cuarto de Toby: parecía estar con otro muchacho, y supuse que era un narigón de rulitos que solía estudiar con él. Las voces se hicieron más altas y luego me pareció escuchar gritos y oí pasos en el corredor , un portazo y un insulto y traté de permanecer encerrado en mi cuarto, para no parecer un entrometido en los asuntos de mi huesped.

Dejé pasar un rato largo y fui a prepararme un café y lo encontré a él , sentado en la barra de la cocina, tomando wisky. El casi nunca bebía alcohol más allá que la ocasional cerveza. Me acerqué, encendí la luz y lo vi. Estaba llorando. Cubrió su cara, no contestó a mis preguntas y se fue a dormir. Parecía cargar con todo el dolor del mundo. Con el dolor que uno siente cuando rompe una relación, cuando se termina una historia amorosa. De eso, como de pocas cosas, yo se bastante.

Lo llamé antes de que llegara a la puerta de su cuarto, y aunque quiso evitar darse vuelta lo hizo y en la semipenumbra del corredor supe que estaba sollozando deseseperadamente. Fui tras el, lo abracé y sentí su llanto en mi cuello y se me cayó el mundo.

Aquí estaba yo, el playboy favorito de la noche de Buenos Aires, el galán de las madres y las novias, el soltero codiciado, el solterón sospechoso, el gay consumado que tapaba su condición con un donjuanismo mentido. Y en un papel que no me conocía estaba consolando a un joven de campo, ante su primera gran decepción que no se porqué pensé que era amorosa, en la gran ciudad.

Entramos a su cuarto, le servi un vaso de agua, le pedí que se tranquilizara y que me dijera qué le pasaba y como podía yo ayudarlo.

No quería hablar hasta que venciendo muchos frenos auto impuestos, me contó que era gay, como yo. Me dió cosa, vergúenza, impresión, saber que el lo sabía. Que mi hermana y mi cuñado lo sabían Que el único pelotudo, huevón, idiota que creía engañar a mi familia era yo. Toby había sido muy valiente y lo había confesado a sus padres y hermanos. La mentira no va conmigo, me dijo. Y su boca hermosa comenzó a temblar y sus ojos enormes a llenarse de lágrimas. Me lo decía justo a mí, el gran fabulador.

Y si mi familia y la suya sabían de mi condición de gay, ¿cuál podría ser el motivo de haber enviado al pollito a la cueva del zorro?

Tu hermana dijo siempre que vos habías sabido manejar tu "problema " con discresión y elegancia" Sin escándalos. Que yo no podría seguir viviendo en el pueblo atento a mi condición y que aquí yo podría encontrar un ambiente adecuado.- dijo como si nada. En otras palabras que yo era un puto confiable.

Que idiota es la gente ¿no? , como si ser homosexual fuese fácil, sencillo, agregó.

Lo abracé y el se aferró a mi- Después pensé que los dos éramos náufragos en tierra firme: el por estar comenzando su vida sexual y amorosa y comprobando que lo habían decepcionado, y yo en el medio de la encrucijada de la mediana edad, solo más que libre, en una vida sin objetivos, un pasado que quería olvidar y un presente sin horizontes.

Me habló de Miguel (en la vida de todo gay siempre hay un Miguel) que lo había enamorado hasta los huesos para dejarlo por un médico pijudo y muy rico. Siempre hay otro que tiene más garcha y más plata. .

Yo me quedé sin palabras. Sentía una mezcla de pena e incomodidad. Me condolía de lo que le estaba pasando pero al mismo tiempo, estaba disgustado. Nunca me hubiera gustado enterarme que mi secreto era cosa pública. Pero al mismo tiempo, me molestaba que eso fuese importante cuando el ser que yo amaba, estaba sufriendo.

Hablamos mucho esa noche. El me contó su vida y yo lo que pude recordar de la mía. Y en medio de su desolación, fui observando como sus ojos se llenaban de lágrimas otra vez con mi historia.

Nos abrazamos, y no sin antes advertirle que el sol saldría mañana, y que la vida continuaba. Lo miré y no me pude contener: antes de irme besé sus labios suavemente, y fue el beso mas puro que yo jamás hubiera dado.

Me fui a mi cuarto, me di una ducha, y al rato me acosté con la radio encendida. Estaba cansado, exhausto, y con un vacío enorme. Apagué las luces y me sentí más solo que nunca en la vida. Creí dormirme. No escuché sus pasos. Se deslizó desde su cuarto descalzo, tanteando las paredes en la oscuridad, y sin golpear la puerta, sin pedir permiso, sin preguntar nada, se sentó en mi cama. Pude percibir su temblor, el perfume de su piel, el calor de sus dedos largos cuando tocó mi frente, acarició mi pelo, secó mis lágrimas. Pude advertir la fuerza de sus piernas, el vigor de sus brazos , el peso de su cuerpo jóven cuando se acostó a mi lado, cuando buscó mi abrazo, cuando acercó su cara a la mía y nuestras bocas se buscarón hambrientas, sedientas, secas, necesitadas. Me desnudó y lo desnudé, y mis manos buscaron su cuello, su pecho, sus azilas, sus espaldas anchas, su piel suave.

El beso que siguió, duró por un largo tiempo, y fue una esgrima sensual de dos lenguas deaquiciadad y mis manos en su culo parecieronn levantar hasta el cielo aquellas nalgas tan deseadas, y al recorrer su raya suave quisieron como marcar el límite entre la vida y la muerte. El me daba besos chiquitos por todo el cuerpo, como reconociendo el territorio, como queriendo marcarme como se hace con los novillitos en el campo, para que fuera suyo y solo suyo, y yo me dejé marcar a fuego, yo me abrí a su boca y a sus besos, y a sus caricias suaves y dulces, impacientes y por momentos torpes.

Lo llamé con la sangre, con el corazón , con el pecho , con mi voz de siempre y con mi voz nueva y cuando tocó mi verga con sus manos largas, cuando acarició el tronco de mi pija con una ligereza de pluma y luego con urgencia, cuando apretó mis huevos una y otra vez, grité su nombre, grité su nombre de dos sílabas , hasta que quedé sin aliento mientras mi pija gruesa y palpitante, humeda y enorme quería estallar en sus manos, en su cuerpto, en la piel de ese muchacho infinitamente joven y extrañamente sabio. Me subi sobre su cuerpo caliente y excitado y nuestras pieles se apretaron por primera vez, nuestras durezas y nuestras humedades se conocieron por contacto , y con sus pies en mis hombros, y con una paciencia infinita que solo puede explicarse de ese amor tan demorado que sentía por él, se la fui poniendo , fui invadiendo su culo deseado, su orto exquisito, su túnel de terciopelo y piel de durazno, y el comenzó a gemir , a jadear a gritar, a mover aquel orto maravilloso para acomodar mi hombría , para recibir mi gozo, para almacenar mi leche hirviente, para regalarme la vida que yo creía perdida.

galansoy

A todos mis consecuentes lectores mi relato Nro 130 para Todorelatos, con todo afecto. Espero que les guste y lo comenten favorablemente. Abrazos de g.