El cumpleaños
El mejor regalo de cumpleaños que un Amo puede desear.
Vuelvo a casa tarde, hace dos horas que anocheció. Es mi cumpleaños y lo he estado celebrando con mis amigos: cena fuera, charlas, peleas y pullas,... amistad en estado puro. Cierro la puerta y pongo la llave, pues ya no planeo salir de nuevo, cuelgo la chaqueta, y sin poder contenerme más voy a mi habitación. Sobre mi cama me espera mi regalo de compleaños, el mejor siempre es el que me hago a mi mismo: una hermosa mujer de larga melena me espera tumbada, el mejor papel de regalo, brillante cinta americana, envuelve sus tobillos, rodillas, muñecas, codos, boca y ojos. Además, alguien se ha molestado en hacer la forma de un lazo a la altura de los codos. La cinta resalta sus excitantes y desnudas curvas.
Me siento a su lado y se revuelve, oigo un suave gemido de protesta bajo la mordaza, y en cuanto se calla extiendo una mano y le acaricio una cadera con suavidad. Intenta patalear levemente. Desciendo con mi caricia por su muslo y la pierna para demostrarle lo inútil de su resistencia, hasta que finalmente se queda quieta. Entonces uso las dos manos para tumbarla boca abajo y la acaricio la espalda por debajo de sus brazos. Se estremece ante estas nuevas caricias, y un gemido frustrado recompensa mis oídos. Me encanta que haya aprendido a comunicarme como se siente a través de la mordaza; hubo un tiempo que lo dudé, pero con empeño logré que me sorprendiera.
Mantengo una mano en su espalda, acariciándola, pero lista para reaccionar, y la otra vuelvo a bajarla, pero esta vez hacia el final de la espalda. Recorro despacio su piel, disfrutando con su suavidad, hasta que llego al final, me chupo dos dedos para lubricarlos, y los meto en un único movimiento dentro de ella al mismo tiempo que tenso mi mano en su espalda para mantenerla quieta. Dobla sus piernas sorprendida de que entre algo por donde sólo suele salir algo, se retuerce, pero la mantengo quietecita mientras masturbo su ano. De nuevo oigo un gemido de protesta, protesta que me ahorro gracias a la mordaza. Juego con su interior hasta que se somete y se deja hacer, aguanto un par de minutos en señal de victoria y salgo de ella, levantandome de la cama. Ella se pone de lado, alejando su delicioso culo de mi, pero un rápido azote con la mano le recuerda que no le he dado permiso para pensar, por lo que vuelve a tumbarse boca a bajo. Me gusta contemplarla mientras me desnudo.
Cuando estoy listo estiro de sus tobillos para arrastrar sus piernas fuera de la cama y las dejo en el suelo, doblándola por su cintura contra el borde de la cama. Me inclino un poco sobre ella, agarro su pelo con una mano y estiro hacia arriba hasta que sus brazos tocan mi pecho, quitándole puntos de apoyo, rodeo su cintura con la otra mano saboreando la anticipación, pero al final no logro aguantar, y penetro su culo con más prisas de las que tenia planeadas. Esta vez la mordaza apenas logra hacer su trabajo, ella intenta retorcerse entre mis brazos; he ido muy deprisa y ha habido poca preparación, pero no noto nada raro, por lo que descarto la posibilidad de haberme excedido, acerco mi rostro s su mejilla, la dejo sentir mi aliento un segundo, muerdo el lóbulo de su oreja, y la embisto con fuerza. Ella se debate también con fuerza, lo que me enardece y aumenta mi ritmo; sin darse cuenta, cegada por sus acciones irracionales, no se da cuenta de que es ella quien me hace ir mas rápido, lo contrario a lo que ella quiere. Cuando aprendes un poco sobre las mentes simples de los animales suele ser fácil manipularlos. Termino con una fuerte embestida y me corro dentro de ella.
Vuelvo a tumbarla sobre la cama, me tumbo detrás suya, la rodeo con mis brazos y retengo su culo junto a mi pelvis. Lo ultimo que oigo antes de dormirme son sus gemidos de protesta, creo que pensaba dormir a pierna suelta. Animalito.