El cumpleaños del abuelo

Por su cumpleaños le dí a mi abuelo un regalo que no se esperaba. Ahora yo espero el mio.

EL CUMPLEAÑOS DEL ABUELO.

Hola a todos, me llamo Raquel, actualmente tengo 24 años, vivo en Madrid con mis padres, soy una chica normal, delgada, morena, y todas esas cosas. He acabado la carrera de económicas, pero aún no he conseguido encontrar trabajo, a pesar de mis esfuerzos. Lo que les quiero contar ocurrió el pasado mes de junio, por el cumpleaños de mi abuelo. He estado desde entonces pensando mucho si contarlo o no, porque a pesar de lo que disfrute en su momento, luego me ha entrado remordimientos, incluso vergüenza. Pero después de todo, me he decidió a lanzarlo al mundo, es algo real a pesar de que pueda parecer lo contrario, no voy a entrar en esos detalles, yo solo quiero compartir una experiencia excitante, y quiero hacerlo en esta página que tanto placer me ha dado alguna que otra noche solitaria.

Como les decía, soy una chica normal, delgada, no soy muy alta, no llego al metro setenta, pero compenso mi estatura con un buen par de tetas y un culo respingón. Vivo en Madrid con mis padres, todavía no me puedo emancipar. Un viernes por la tarde, estaba tirada en el sofá viendo la tele, cuando nos visitó mi abuela. Mi abuela es una mujer de 61 años, más o menos de mi estatura, y un poco gorda, lo normal en la gente de su edad, aunque tiene mucha energía todavía. Es la madre de mi madre, y dicen que las tres tenemos un aire. La abuela quería decirnos que el sábado fuéramos a comer a su casa por el cumpleaños de mi abuelo. Mis abuelos viven en Leganés, han vivido allí toda la vida, que es donde se crió mi madre. Las tres, mi madre, mi abuela y yo, estuvimos toda la tarde hablando y tomando un café. Mi abuela me pregunto que si podía ir yo antes por la mañana para poder ayudarla con la comida y esas cosas. Yo le dije que encantada, que incluso mejor, podría ir a pasar el fin de semana a su casa, así estaría para ayudarla con lo que fuera. Decida, metí algo de ropa en una mochila, me puse unos vaqueros y me fui con mi abuela hasta Leganés.

Llegamos a su casa poco antes de hacer la cena. El piso de mis abuelos no es muy grande, tiene un salón decente, una pequeña cocina, dos habitaciones, la de mis abuelos y otra más pequeña que fue la de mi madre y que hoy sigue igual, y el cuarto de baño. Un piso normal de los muchos que hay en los barrio obreros de la cuidad. Nada más llegar me fui directa a la habitación para dejar la mochila, coloque la poca ropa que llevé en una cómoda, apenas un par de pantalones, alguna camiseta, calcetines y un par de bragas y sujetadores. Me quite las zapatillas para estar lo más a gusto posible, caminando por la casa en calcetines, algo que siempre he hecho en casa de mis abuelos desde niña. La abuela y yo nos fuimos a la cocina para preparar la cena. En ello estábamos cuando llego mi abuelo a casa. Mi abuelo es un hombre de 67 años, es algo más alto que yo, tampoco mucho, le queda poco pelo en la cabeza, lleva un bigotillo pequeño prácticamente blanco, y ha echado algo de barriga con los años. Cuando me vio allí se llevo una sorpresa inmensa. ¡Hombre hija, pero cómo tu por aquí niña!, dijo sorprendido pero muy contento de verme. Pues ya ves abuelito, vengo a haceros una visita y ayudar a la abuela con lo de tu cumple, le dije yo mientras me acercaba a él para darle un beso y abrazarlo. Me separo de él sujetándome por los brazos para mirarme de arriba abajo, con especial detenimiento en mis tetas. ¡Pero si ya estás hecha toda una mujercita hija!, me dijo mirándome bien. Claro abuelo, tengo ya 24 añazos, que no son pocos, le respondí yo. Bueno, bueno, bueno, decía él, ¿cuánto hacías que no te quedabas a dormir en casa de los abuelos?. Pues desde que era una niña, le dije yo riendo. Me llevo hasta él para poner un brazo suyo por encima de mi hombro. Y mira que contenta está la abuela con la nieta en casa, ¿eh?. Mi abuela se reía sin dejar de prepara la cena. Entonces note como la mano de mi abuelo que estaba sobre el hombro bajaba por mi espalda hasta posarse en mi culo. La dejó allí un segundo nada más para después darme una palmadita cariñosa en la nalga. Fue muy breve, y a pesar de llevar yo unos vaqueros, la tela era algo fina, y note el roce de su mano contra mi culo. Fue algo cariñoso, de abuelo a nieta. Lo deje estar y preparamos la mesa para cenar los tres.

Cenamos tranquilamente mientras comentamos la comida del cumple del día siguiente. Después de cenar y recoger un poco nos sentamos los tres en el sofá para ver la tele. Yo estaba sentada entre mi abuelo y mi abuela. Estaba algo incomoda porque había cenado mucho, y me apretaba un poco los vaqueros. Levante la camiseta que llevaba puesta para pasar mi mano por mi tripa, acariciando suavemente. Me percate que la mirada de mi abuelo se desvió en el acto para ver el ombligo de su nieta. Yo hacía como que veía la tele, pero era consciente de cómo mi abuelo desviaba su vista del televisor hasta mi cuerpo. La mano en el culete y las miradas estas, me hicieron pensar que a mi abuelo le apetecía mirar el cuerpo de su joven nieta, y no es que lo diga yo, pero no estoy nada mal. En ese momento, mi abuela nos dijo que se iba ya a la cama, siempre se ha acostado muy pronto y normalmente se levanta muy temprano. Le dimos las buenas noches, y ya solos los dos me acomodé un poco más en el sofá, poniéndome de lado con las piernas estirada sobre el sofá lo poco que podía. Seguía teniendo la camiseta levantada un poco y mi abuelo podía ver ahora mucho mejor la tripita que dejaba a la vista sobre la que posaba mi mano. Me deje llevar por el atrevimiento del momento y comencé a desabrocharme el cinturón para aflojar mi pantalón. Me desabroche el botón de los vaqueros y baje un poco la cremallera, dejando a la vista un pequeño triangulito de la tela de mis braguitas, que aquel día eran blancas, pero que estaban coronadas con un pequeño lazo en la goma, y del cual tenía mi abuelo una vista perfecta. Me quede así un rato, haciendo como que miraba la tele, pero atenta a las miradas fugitivas de mi abuelo hacía mis bragas.

Aguantaba cada vez más tiempo sus miradas, lo que me decía que le gustaba lo que veía. Incluso parecía incomodo en el sofá, se movía constantemente. Me paré a pesar en que le estaba mostrando mis braguitas a mi abuelo tranquilamente. Soy una auténtica guarra me dije a mi misma. Mi abuelo siempre había sido muy cariñoso conmigo, y yo ahora, pues…le estaba devolviendo el favor. También he de deciros que la situación me estaba poniendo algo cachonda. Después de un buen rato así, en el que mi abuelo había veces en las que no apartaba la mirada de la poca tela de mis bragas que le dejaba ver, decidimos irnos para la cama. Mi abuelo fue a beber un vaso de agua a la cocina y yo aproveche para hacer pis antes de acostarme. Mientras me estaba lavando las manos, llego mi abuelo. Voy a echar una meada yo también, me comentó sin remilgos. Claro abuelo, pasa, que luego me lavo yo los dientes, le dije pensando una guarrada que iba a llevar a cabo inmediatamente. Pasé a mi habitación, donde me quite el pantalón vaquero y lo dejé por ahí apartado, también levante mi camiseta para quitarme el sujetador, como hago siempre al dormir. Me fije un poco si a través de la tela de mi camiseta, era amarilla con algún dibujo suelto, se notaban o transparentaban las tetas, pero no era así. De todas formas, con la camiseta llegándome por la cinturita, se me veían las bragas perfectamente.

Volví al cuarto de baño, donde mi abuelo se estaba lavando las manos. Voy lavarme los dientes abuelito, le dije para que se girara, me viera así y poner notar su reacción. No me defraudó, nada más volver la cabeza llevó su mirada hasta la zona de mis braguitas. No dijo nada, solo se apartó para secar sus manos con una toalla. Me puse a lavarme los dientes mientras le ofrecía un espectáculo inigualable, pues a escaso centímetros de él tenía el culo de su nieta tapado únicamente por unas tristes bragas blancas. Las braguitas, blancas y finas, ofrecían una vista perfecta de mi trasero, favorecido por la transparencia del color blanco. Le miré por el espejo y tenía la vista fija en mi culo, pero no dejaba de secarse las manos. Estaba absortó en la redondez de mis nalgas. Terminé de lavarme los dientes y él de secarse las manos. Salimos del baño, yo delante de él para que pudiera seguir mirando a su antojo mi culo, y al llegar a la puerta de mi habitación me gire para darle un beso de buenas noches. Buenas noches abuelito, le dije al besarle, acercándome hasta él todo lo que pude. Buenas noches hija, me dijo, y al girarme para meterme en la habitación me volvió a dar un cachete en el culete, que está vez note perfectamente sobre mi nalga porque la tela de aquellas bragas era de lo más fina. Gire la cabeza y le mire sonriendo con una mirada picara que tuvo una respuesta igual de mi abuelo. Con esa mirada y esa sonrisa me metí en mi cuarto. No cerré la puerta ni nada, me metí en la cama y apague la luz. Oí como mi abuelo también se acostaba. Ahora estaba todo a oscuras y yo no dejaba de pensar lo que había ocurrido, creo que era solo algo inocente, pues no es la primera vez que he estado en bragas delante de alguno de mis abuelos, también es cierto que no desde que era una niña, ahora ya estoy muy desarrollada. Además, esa última palmadita y la mirada que me ha echado mi abuelo, me puse a imaginar que quizás mi abuelito quisiera toquetear un poco a su nietecita. Fue pasarme este pensamiento por la cabeza y bajar mi mano de forma instantánea hasta mi coño. Me estuve acariciando un rato por encima de la tela de mis braguitas, imaginando cómo podría acabar el fin de semana. Finalmente me dormí.

Al día siguiente me desperté temprano, y oí a mis abuelos en la cocina. Me levante y me fui directa para allí. No me vestí, ni siquiera me lavé la cara. Entre en la cocina con cara de sueño y llevando solamente la camiseta y las braguitas. Buenos días, les dije a mis abuelos, que estaban sentados en la mesa tomando un café. Les di un beso a los dos y mi abuela se levanto para prepararme una taza de café para mí. Yo me quede de pie, apoyada en el hombro de mi abuelo, mientras mi abuela me preguntaba qué tal había dormido. Mi abuelo tenía las manos sobre la mesa pero sus ojos estaban centrados en mi entrepierna, fijamente clavados en mi coño. A través de la tela de las braguitas se podía intuir la rajita de mi coño, sobre todo desde la distancia a la que estaba mi abuelo. Mi abuela me dio el café y me dijo que me sentará para desayunar, ella se quedo de pie. Desayunamos y charlamos tranquilamente, aunque mi abuelo estaba pendiente de mis muslos, que deje algo abiertos para que pudiera apreciar mejor mi coño, aunque fuera tapado por las bragas. Seguramente porque mi abuela estaba presente sus miradas eras escasas; al poco tiempo dijo que se iba a comprar el periódico y dar un paseo. No lo sé a ciencia cierta, pero espero que quisiera irse porque de seguir delante de mí en braguitas se le habría puesto muy dura y no quería que eso pasara con mi abuela a nuestro lado. Cuando nos dejó solas, mi abuela y yo comentamos lo que haríamos esa mañana. Antes de salí a hacer la compra me di una ducha, con una gratificante masturbación matutina que me supo a gloria. Después de vestí, me puse unos vaqueros y un jersey fino sin sujetador debajo, pero sin que se me notaran para nada las tetas. Cuando tuve el pelo seco me hice un par de coletas, una a cada lado de la cabeza, dándome un aspecto infantil a más no poder.

Pasamos toda la mañana comprando y de vuelta a casa, me quede en calcetines otra vez y nos pusimos a preparar la comida. Más tarde subió a casa mi abuelo, esta vez acompañado de mis padres. La comida fue estupenda, comimos un montón y rematamos el postre con flan con nata. Un poco más tarde tomamos el café y la tarta mientras le dábamos los regalos al abuelo. Al colocar la tarta en la mesa y cantarle el cumpleaños feliz, yo estaba al lado de mi abuelito, de pie y él sentado. Como si fuera una cosa infantil y cariñosa coloco su mano en la parte alta de mi muslo, muy cerca de donde comienza mi nalguita, y la dejó ahí todo el tiempo mientras le cantábamos. Me encantaba tener su mano ahí, tan cerca de mi culo pero sin llegar a tocarlo por completo, y encima delante de mi abuela y de mis padres. Me estaba acalorando y no quería que se me notara, así que me aparte un poco cuando cortamos la tarta. Así se pasó la tarde entre risas toda la familia. Ya por la noche mi abuela saco algo de picar porque no teníamos mucha hambre. Después de un rato mis padres se fueron para casa, yo me quedaría esa noche y mañana me iría por la tarde. Nos sentamos un rato los tres en el sofá a ver la tele, pero mi abuela no tardó en decir que se iba para la cama porque estaba muy cansada. Volvimos a quedarnos solos mi abuelo y yo, y yo tenía un plan, pero era necesario esperar hasta comprobar que mi abuela estaba del todo dormida.

Pasados unos minutos escasos fui al baño, y al volver me fije en si mi abuela dormía o no. Oí sus ronquidos, así que sí, estaba dormida. Volví al sofá donde mi abuelo veía la tele tranquilamente. Se había quitado la camisa, se le podía ver el pecho fofo con algún pelillo blanco suelto y su barriga. Además se había desabrochado el pantalón y se le podía ver aunque no muy bien la tela de sus calzoncillos blancos. Te has puesto cómodo ¿eh abuelo?, le dije yo mientras me sentaba en el sofá. En la tele pusieron anuncios y mi abuelo aprovecho para cambiar de canal, a ver que echaban. De repente puso uno de eso canales locales malos sin darse cuenta donde estaba poniendo porno, de ese que tiene para enviar mensajes de móvil por todas partes. ¡Pero abuelo!, le dije yo fingiendo escandalizarme. Perdona hija, perdona, me dijo nervioso y volvió a poner el canal que estábamos viendo bajando a tope el volumen para no tener que oír los anuncios. Eso me recuerda, le dije yo, que aún no te he dado mi regalo. ¿Qué regalo?, pregunto mi abuelo extrañado, si ya me lo habéis dado esta tarde, ¿no?. Si, ese era el regalo de los tres pero este es especial y es solo mío, le dije yo haciéndome la interesante. Mi abuelo me miraba extrañado pero curioso, ¿y qué es hija?, pregunto. Pues es un juego, le dije yo, pero es un juego que tiene que quedar entre tú y yo, ¿vale?. Vale, vale niña, que misteriosa estas, me dijo. Espera aquí que voy a por él. Me levante y me fui hasta la cocina, abrí la nevera y cogí el bote de nata, para volver junto a mi abuelo. Me puse frente a él, y le enseñe el bote. Me miró aún más sorprendido. ¿Eso es el juego?, me preguntó. No, le dije yo, digamos que esta es la ficha con la que se juega, terminé mientras sonreía con picardía. Acto seguido me senté a horcajadas sobre él mientras ponía mis brazos alrededor de su cuello.

Al sentarme encima de él su cara puso una expresión de sorpresa que no había visto nunca. Mis piernas sobre las suyas, mi culo sobre sus muslos, su barriga contra mi lisa tripa. Me miraba directamente con la boca entreabierta, sin saber que decir, con sus manos sobre el sofá, sin saber dónde ponerlas. Bueno, le dije mientras le miraba fijamente, te explico las reglas, bueno, solo hay una regla y es muy sencilla: yo pongo la nata y tú te la tienes que comer, ¿vale?. No dijo nada, seguí mirándome fijamente. No me mires así abuelito, te pongo un ejemplo, mira. Eche un poco hacía atrás la cabeza y me eche un poquito de nata, casi nada, en la punta de la nariz. Volví a poner bien la cabeza. Ahora tienes que comerla abuelo, le dije. No dijo nada, pero el brillo en sus ojos me decía que quería jugar. Vamos que se me va a caer, le dije medio riendo. Agache la cabeza un poco y mi abuelo se decidió. Levanto su boca hasta mi nariz y la metió entre sus labios, para comer la nata. Note sus labios cerrarse sobre la punta de mi nariz mientras me dejaba su saliva en la puntita. Separó la boca, pero no debió de haber cogido toda la nata porque volvió a meterse la punta de mi nariz en su boca para lamerla despacio, de abajo arriba. Luego apartó la cara y me miró. ¿A qué esta rica?, le dije mientras me mordía el labio inferior dulcemente, sigamos. Moví la cabeza otro poco para atrás y me eché algo de nata sobre los labios. Esta vez no tuve que decir nada, fue ponerme bien y mi abuelo se lanzó a comerme la boca. Note como sus labios recorrían los míos con decisión, las cosquillas de su pequeño bigotillo, dejándome impregnada de su saliva. Se apartó de mí. Saqué la lengua y eché un poco de nata sobre la punta, y mi abuelo abrió la boca y aprisionó mi lengua entre sus labios. Me chupo la lengua hasta que no quedo nada de nata. Volví a echar otro poco de nata sobre la punta de mi lengua, pero esta vez metí la lengua dentro de mi boca. Mi abuelo dudo un segundo, pero fue uno solo, porque inmediatamente se lanzó a comerme entera. Nuestras bocas chocaron y note como su lengua entraba fuertemente dentro de mi boca. Se movía sin ningún cuidado, se notaba que mi abuelo no tenía mucha experiencia en ese tipo de besos. La brusquedad de los movimientos de su lengua vencía sobre los débiles movimientos de mi propia lengua, así que me deje llevar, saboreando la boquita de mi abuelo, mezclando nuestras dos salivas con la nata.

Separamos nuestras bocas. Un hilillo de saliva colgaba entre ellas. Mi abuelo levanto una mano para acariciar mis labios. Tenía toda la zona de mi boca cubierta de su saliva. Hija, no sé si esto…, comenzó a decir mi abuelo, pero le interrumpí poniendo mi mano sobre su boca. Deje el bote sobre el sofá y me quité el jersey. No llevaba nada debajo, así que nada más levantarlo para quitármelo por la cabeza quedaron al aire, a plena vista, mis preciosas tetas. Además estaban a unos escasos milímetros de la cara de mi abuelo. Volvía coger el bote de nata. Madre mía, dijo mi abuelito muy bajo mientras colocaba sus manos sobre mi cintura desnuda, lo que me provoco un leve escalofrío, sin dejar de mirar mis pechos. Me eché nata sobre uno de mis pechos y sin mediar palabra mi abuelo se lanzó. Abrió lo más que pudo su boca para atrapar entre sus labios toda la teta. Se estaba comiendo la nata, comiéndome la teta con fuerza, notaba su lengua pasearse por toda la zona, sus labios cerrarse sobre mi pezón, que se había puesto muy duro. Apartó su boca, había dejado limpia mi teta, pero volvió a lanzar su boca sobre ella. Me estuvo chupando el pezón unos segundos más. Yo le acariciaba la cabeza con la mano que tenía libre. Apartó la cara y me eché nata sobre la otra teta, y mi abuelo repitió la operación. Cuando dejo limpia la teta, apartó la cara para mirarlas bien, subió sus manos hasta ellas y comenzó a apretujarlas, a jugar con mis duros pezones. Me estaba encantando. Solo pude echar un poco la cabeza hacia atrás conteniendo el placer. Las estuvo estrujando durante unos minutos, intercalando sus sobeteos con las manos con unas buenas chupadas y lametazos. Al cabo de unos minutos tenía el pecho completamente lleno de su saliva. Parecía cansado, su respiración era agitada. Le mire, y baje mi mano hasta posarla sobre su polla por encima del pantalón. Estada muy dura. Me levante y le agarre para que se levantara también. Deje el bote de nata en el suelo mientras me arrodillaba frente a él. Eleve mis manos hasta sus pantalones y los baje de un tirón hasta los tobillos. Mire fijamente sus slips blancos de viejo, donde se marcaba una tremenda erección. Los agarré por la goma y tire fuertemente hacía abajo, liberando su polla.

Tenía la polla de mi abuelo frente a mi cara. No era muy grande, pero si me sorprendió que era gorda, mucho más de las que yo había visto, por lo general largas, dentro de la media española, y delgadas. En cambio, la polla de mi abuelo era pequeña y gorda, tenía poco vello, apenas unos pelillos blancos. Le colgaba un buen par de pelotas, arrugadas y viejas. Desde la escasa distancia a la que estaba me llegó un olor desagradable, a sudor y a viejo. Pero con lo cachonda que estaba no me importó. Puse mis manos en la parte trasera de los muslos de mi abuelo y las fui subiendo poco a poco hasta tocarle el culo, una nalga con cada mano. Después pasé las manos para la parte delantera. Agarré su polla con mi mano izquierda, recorriéndola por completo con una ligera presión de mi palma. En cuanto toque su polla, mi abuelo soltó un gemido corto. Con mi otra mano, cogí el bote de nata y le eché un poco en la polla, y volví a dejarlo en el suelo. Levante la vista hasta encontrar los ojos de mi abuelo, que me miraban fijamente. Sin cerrarlos abrí la boca y comencé a meterme su polla dentro. La metí por completo dentro de mi boca, no era muy grande, y mi abuelo tuvo que cerrar los ojos para contenerse. Apreté mis labios y fui sacando lentamente la polla de la boca. Se mezclo en mí un sabor algo asqueroso pero la nata ayudaba a disiparlo. Me la saque entera la boca, la había dejado limpia a la primera. Mire a mi abuelo, había vuelto a abrir los ojos y me miraba. Con las manos le empuje para que se sentara mientras yo seguía de rodillas. Se sentó y yo me acerqué hasta colocarme entre sus piernas. Apoye mis manos sobre sus muslos y le miré. Con la boca algo desencajada mi abuelo intentó decirme algo, pero no pudo. Yo solo le sonreí y comencé a comerme su polla.

El sabor desagradable se fue pasando en las primeras chupadas. Movía mi cabeza arriba y abajo, apretando con mis labios todo lo que podía, procurándole el máximo placer a mi abuelo. De vez en cuando levantaba la vista y le pillaba mirándome, con la boca abierta por la que se escapaba de vez en cuando algún gemido. Se la chupe despacio, jugando con mi lengua, haciendo circulitos alrededor de su glande, saboreando todo su miembro. En un momento concreto me saque su polla de mi boca, la agarre con la mano para seguir pajeándola. Le mire y él me miró. No voy a aguantar más, me dijo con la respiración entre cortada. Sonreí y le dije: abuelito, esta noche te vas a correr más de una vez. No hizo falta decirle más, él mismo tomó la iniciativa y llevo sus manos hasta mi cabeza y me obligo a bajarla para meterme directamente su polla en mi boca otra vez. Ahora él dirigida mis subidas y bajadas. Yo saboreaba, pasaba mi lengua por toda la extensión de su polla. Estuve uno minuto más subiendo y bajando, hasta que mi abuelo, con la respiración muy agitada me dijo: ay, que ya, ay que ya…. Supuse que estaba terminando y me preparé, deje solo la punta de su polla dentro de mi boca, colocando mi lengua sobre la rajita que tienen al final y esperé. Mi abuelo soltó un gemido al tiempo que su cuerpo daba un pequeño espasmo, y comenzó a inundar mi boca con su lefa. No es la primera polla que me como, ni tampoco es la primera vez que se corren dentro de mi boca, así que puedo decir que estaba preparada. Su leche lleno por completo mi boca, se me pegaba a la lengua, a los diente y a las encías, se mezclaba con mi saliva. Era mucha, no tuve más remedio que tragarme un poco, pero seguía saliendo sin parar de la polla de mi abuelo. Tenía la boca llena y decidí meterme un poco más su polla, sin que hubiera terminado de correrse. Por ello, algo de su semen se escapo por la comisura de mis labios, resbalando hacía abajo por los laterales de la polla de mi abuelito. Le oía gemir muy bajito, su soltar mi cabeza que seguía entre sus manos. Termino de correrse y yo me dedique a limpiar su polla con detenimiento. Tragando la leche que quedaba dentro de mi boca. Subí y bajé, lamí todo lo que quedaba, hasta que finalmente me saque la polla de mi abuelito de mi boca, para mirarle a los ojos mientras me pasaba la lengua por los labios y la comisura para terminar de limpiar los restos. La respiración de mi abuelo se estaba recuperando, pero no le deje mucho tiempo. Me levante, le agarre de las manos y le dije simplemente: ahora me toca a mí.

Fui llevando a mi abuelo hasta la mesa, como él tenía los pantalones y los calzoncillos enredados en los tobillos caminaba a trompicones, parecía un pingüino, un pingüino con la polla dura apuntando hacia mí. Llegamos a la mesa, apoye mi culito, mi abuelo se acercó hasta mi y llevó sus manos hasta mis tetas. Puse las mías sobre su cabeza y la baje para que me volviera a comer los pechos. Los estuvo chupando un rato hasta que me tumbe sobre la mesa, apoyando mi espalda sobre ella, dejando mis piernas colgando. Mi abuelo se inclino también para seguir chupando mis tetas. Su lengua fue bajando hasta mi ombligo, y después hasta la cintura de mi pantalón. Levantó la cara y me miró. Le sonreía y cerré los ojos. Desabrocho un botón de mis vaqueros, bajó la cremallera y contempló mis braguitas. Apoyó un dedo con el que jugueteó con la tela. Luego agarró mi pantalón por los laterales para bajarlo por completo y tirarlo al suelo. Ahora estaba mirando mis bragas y mis piernas desnudas, muy de cerca. Me puse ese día unas bragas diminutas, apenas tiene un pequeño triangulo delantero y otro algo más grande por detrás, mientras que los laterales son apenas dos hilos. En pleno coño llevaba estampado un dibujo de piolín. Mi abuelo agachó la cara hasta mi coño, lo olió, noté el roce de su nariz contra mi cuerpo. Acto seguido apoyo un dedo que fue bajando por toda mi rajita. Me moví inquieta. Luego me miró decidido, me agarro las bragas y me las bajo. Las tiró al suelo y al llevar la cara hasta mi coño se sorprendió. ¿Pero si no tienes pelos?, me dijo arqueando las cejas. Claro abuelito, si es que soy una niña, le dije pícaramente. Eso debió ponerle de los más cachondo porque sin mediar palabra, bajo su boca al encuentro del coño de su nieta. Note enseguida el contacto de sus labios y de su lengua. El placer fue tal que tuve que cerrar mis piernas apretando su cabeza entre mis muslos. Mi abuelo besaba y daba lengüetazos a mi coño sin mucho atino, aunque me gustaba. Mientras él me comía el coño yo me pellizcaba suavemente los pezones.

Estuvo unos minutos lamiendo y comiendo sin parar mi coño, pero no era un experto y no sabía controlar la respiración. Levantó la cara agitado. Levanté la mía y le miré. Me incorporé del todo y llevé mis brazos alrededor de su cuello. Le bese comiendo su lengua rica, notando aún cierto saborcillo a mi coñito. Nos besamos apasionadamente, mientras nuestras lenguas pujaban por ganar el terreno de nuestras bocas. Entre sus manos apretaba mis nalgas con fuerza. Me baje de la mesa y nos fuimos hasta el sofá. Él se volvió a sentar y yo me senté sobre él. Me puse a horcajadas, y descendí lentamente hasta que mi coño tocó la punta de su polla, a los dos se nos estremeció el cuerpo. Con su polla apuntando hacía mi agujerito, fui bajando lentamente, mientras la gorda polla de mi abuelo entraba dentro de mí. Notaba el roce de su polla dentro de mí, y no pude reprimir un gemido que sonó algo alto. Bajé del todo, ahora ya tenía a mi abuelo dentro de mí. Nos miramos pero no pudimos aguantar mucho, cerramos los ojos y me puse a cabalgar sobre él. Subía y bajaba, me follaba a mi abuelo y éste me estaba dando un placer increíble. Subía y bajaba sobre él, nuestras caras se encontraron, y respirábamos el uno sobre el otro. Subí y bajé, un buen rato, sin parar, dejando escapar gemidos ahogados, porque creo que a pesar del calentón, los dos no queríamos hacer mucho ruido para no despertar a la abuela. Paré unos segundos, para descansar aunque seguí moviéndome hacía delante y hacía atrás sin dejar que la polla de mi abuelo escapará de mí. Nos volvimos a besar, a saborear nuestras bocas. Luego nos miramos sin necesidad de decir nada.

Me levanté y levanté a mi abuelo del sofá para ponerme a cuatro patas. Apoyé los brazos y la cara sobre el respaldo y saqué el culo para que mi abuelo viera con claridad mí agujerito, el coño de su nieta. Se acercó, note otra vez la punta de su polla a la entrada de mi rajita, me sujeto con sus manos por la cintura y dio un fuerte empujón que hizo que toda su polla entrara con fuerza dentro de mí, haciendo que me invadiera el mayor de los placeres. Empujaba fuerte, metiendo y sacando su polla con pasión. Yo no cabía en mí de gozo y estaba empezando a gemir de forma descontrolada, así que hundí mi cara en el sofá para que se me oyera menos. Mi abuelo me follaba con ganas, nuestros gemidos se mezclaban con el ruido de su cuerpo y de sus pelotas al chocar contra mí, contra mi culo. Su respiración se aceleró, se iba a volver a correr, la metía y la sacaba más rápido. Se doblo y su cara quedó cerca de mi cabeza. Oía su respiración pegada a mi oreja. Entre resoplido me dijo: ¿te gusta?¿te gusta?. No le conteste, solo levante mi cara para gemir. El agarró con una mano mis tetas y con la otra mi hombro para empujarme hacía abajo, apoyo su cara contra mi espalda y comenzó a correrse. Gemía pero no dejaba de empujar. Me la metía y me la sacaba. Note su leche correr dentro de mí y entonces alcancé el éxtasis. Me corrí. Tuve que morder el sofá para ahogar los gritos de placer provocados por el orgasmo que me había proporcionado mi abuelo. No sé el tiempo que estuve mordiendo el sofá, solo sé que cuando recuperé el control de mi, mi abuelo se había detenido, tenía sus manos sobre mis tetas y su cara sobre mi espalda, pero no había sacado su polla de dentro de mí. Nuestras respiraciones fueron recuperando la normalidad. Mi abuelo se separó de mi, cuando sacó su polla de mi coño aún me dio un último latigazo de placer que me hizo soltar un último gemido. Los dos nos sentamos sobre el sofá. Recuperándonos. Nos miramos. El llevaba los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, yo solo llevaba puestos mis calcetines.

Después de unos minutos de calma nos levantamos. Nos abrazamos. Gracias hija, me dijo mi abuelo al oído muy bajito. Feliz cumpleaños abuelo, le dije yo. Nos besamos por última vez. Decidimos irnos a la cama. Recogí mi ropa, pero no me vestí. Mi abuelo se subió los calzoncillos y los pantalones. Me fui al baño para lavarme mis partes y hacer pis. Me limpie bien ante la atenta mirada de mi abuelo. Después me acompañó hasta la puerta de mi habitación. Desde la puerta, en silencio, oíamos los ronquidos de mi abuela. No dijimos nada, volvimos a besarnos y a comernos las lenguas. Un dedito suyo acarició mi coño como señal de buenas noches. Me metí en la cama y oí como él se metía en la suya. Estando ya todo a oscuras, me di cuenta de lo cansada que estaba, no tarde nada en quedarme dormida. Al día siguiente me levanté algo tarde, esta vez me vestí por completo antes de ir a la cocina a desayunar. Pasamos la mañana más callados de lo normal. Yo no me sentía nada bien después de todo, y creo que mi abuelo tampoco. En un momento concreto, mi abuela nos dejo solos y mi abuelo se acercó a mí para decirme: Hijita, lo de ayer fue un regalo maravilloso, y quiero que sepas que será nuestro secreto, solo espero que llegue pronto tu cumpleaños para darte yo algo parecido. Sonreí y le bese en plena boca. Nuestras lenguas jugaron un poco, hasta que oímos volver a mi abuela.

Por la tarde regrese a mi casa. Me duche y me masturbe pensando en la follada que me había pegado mi propio abuelo. Pase toda la cena y un buen rato antes de dormirme en que ojala llegara pronto mi cumpleaños para poder repetir. Es en unas semanas, no sé que me deparara, pero es muy probable que se lo cuente a ustedes. Besos.