El cumpleaños de Vero

¿Qué mejor manera de celebrarlo que follando a tope?

Este relato fue publicado hace tiempo por Juje y, como es mi hermano, me ha autorizado para publicarlo de nuevo con mi cuenta, por lo que no es un plagio.

Hola a todos, de nuevo soy Juje. Creo que ya me conocéis. Por si acaso diré que soy el que os contó una experiencia en un relato titulado "Una semana en casa de mi hermana". Podríamos decir que este relato es la continuación de ese. Como recordaréis quienes lo hayáis leído, y quien no lo haya hecho se lo recomiendo porque recibí buenas críticas y creo que es más morboso que este; en esa historia conté como conseguí los favores amistosos y sexuales de la cuñada de mi hermana. Al principio no me gustaba en exceso, era una chica más del montón, pero durante esa semana que pasé en casa de mi hermana, que es, por cierto, Moonlight en esta página, salió de ese montón hasta el punto en que, según mi hermana, llegué a colarme por ella, por Vero. Aunque intentaba negarlo, he sido vencido por la evidencia y, aunque no me guste, debo reconocer que es cierto. Nunca antes había estado tan colgado por una chica. Cuando terminó mi estancia en casa de Sonia y volví a Madrid, le llamé mientras ella seguía allí, en Cullera, con mi hermana y su hermano, pareja de hecho hasta hace poco por unas movidas que ahora no vienen a cuento y que han provocado su ruptura. Cuando se suponía que ella ya estaba en Madrid, la llamé un par de veces pero se había dejado el teléfono móvil en Cullera y, después de eso, ha estado alguna que otra vez en mi pueblo con ella, que ha vuelto a casa de mis padres; y no se ha pasado a verme. Pensé que para ella solo fui un ligue de verano.

Yo tengo 23 años, estudio periodismo, soy rubio oscuro, con los ojos oscuros y mis relaciones con las chicas también son oscuras. Ya lo sabréis muchos, pero nací con una malformación en la cadera que me hace cojear ligeramente, pero lo suficiente para parecerle a las chicas imperfecto, porque hasta hace poco, no ligaba una mierda. A pesar de eso, creo tener un buen cuerpo y un buen miembro según dos chicas: mi hermana y... ¡ay!, Vero.

El jueves 28 de agosto, cuando acababa de salir del trabajo por la tarde y me dirigía a la parada de autobús, mientras sacaba de la mochila el disc-man, suena mi móvil. Lo cojo y veo que en la pantalla hay un número de teléfono y debajo un nombre que para mí es algo más que eso: Vero. No podía creer que me estuviera llamando cuando creía que pasaba de mí. Incluso pensé que se habría confundido de número gracias a mi frustración ya residente en mí. De todas formas, lo cogí ilusionado.

  • ¿Qué pasa, tío? Soy Vero.- me dijo enérgicamente.

  • Hola, ¿qué tal?- contesté.

  • Te llamaba para invitarte a mi cumpleaños.- me comunicó.

  • ¿Sí? ¿Cuándo es?

  • Hoy.- me contestó y la felicité– Estoy con tu hermana en una cafetería de Coslada (un pueblo cercano al mío donde mi amada vive), que ha venido a traerme un regalo.

  • Hola, capullín.- se le oyó a mi hermana por detrás.

  • Es un juego de lencería erótico.- me dijo Vero con su típica risa encantadora.

  • No jodas.

  • Si quieres este sábado que celebro el cumple te lo enseño. Me lo pondré para ti.

  • Vale, pero después también te lo quitarás para mí ¿no?- y se echó a reír.

  • Lo celebro este sábado. ¿Sabes dónde está el pub Pirámides?- le dije que no– ¿Y el Club 20?- volví a decir que no– Bueno, pero en el Krim (una discoteca) si has estado, ¿verdad?- y afirmé– Pues quedamos en la plaza del Krim el sábado a las 23:00, ¿te viene bien? Mira, como no conoces a mis amigos, tráete a dos amigos tuyos para que no te sientas fuera de lugar en ningún momento, ¿vale? Pero que estén buenos, así me puedo enrollar con alguno.- me dijo de nuevo entre risas haciéndome disfrutar de ellas.

Fuimos en coche mi amigo Santi, que conducía; Rober y yo. Aparcamos como siempre a tomar por culo y a las 23:00, puntuales como un reloj, estábamos allí. Yo nervioso, ansioso y emocionado, les decía a mis amigos que por fin la iban a conocer después de haberles hablado tanto de como era un ángel. De pronto, dice Rober: "Joder, vaya rubia." Y nos giramos. Una rubia de pelo largo, nariz chica y ojos claros que estaba muy buena con unos pantalones negros ajustados y una camiseta del mismo color también ajustada en la que ponía sobre su generoso pecho con tachuelas rojas "Love Me". Sí que estaba para ser amada, pero yo prefería a la que iba a su lado: una chica de 21 años recientes, morena, jovial, simpática, charlatana, con el pelo por debajo de la barbilla, unos preciosos ojazos verdes, labios carnosos y pequeños, una falda negra con vuelo que tapaba un culo maravilloso, y una camiseta blanca con un niño y una niña cogiditos de la mano que marcaba el sujetador que sostenía sus pequeños senos. Era Vero.

Al llegar a nosotros hicimos las presentaciones oportunas. Su amiga se llamaba como ella, pero muchas veces le llamaban la Rubia para distinguirlas. Ellas dos se despidieron porque la Rubia iba a su casa a buscar las llaves que su padre, en esos momentos de vacaciones, tenía guardadas de un minialmacén o una nave que poseía donde guardaba el coche y, aunque no estaba allí guardado, había una moto de gran cilindrada de su hermano y, al parecer, era recién comprada y su perfecto estado la hacía intocable y las fiestas ahí estaban, por lo tanto, prohibidas.

Al llegar al pub Pirámides, Vero nos presentó sus amigos a Santi, a Rober y a mí.

  • Y por último, este es Poli. Poli, estos son Juje, Santi y Rober.- dijo Vero.

  • Poli es diminutivo de Policarpio, ¿no?- le dije a Vero cuando su amigo se retiró.

  • No, en realidad se llama Juan, pero quiere ser boxeador y le llamamos así, como al potro de Vallekas.- me explicó.

  • Vale, entonces intentaré no meterme con él.

  • Y ¿este dónde estará?- se preguntó Vero en voz alta– Poli, ¿todavía no ha llegado Dani?- y Poli negó con la cabeza.

Al rato, cuando volvió de no sé dónde su amiga Mar, cuyo novio era unos de los camareros del pub y nos dejaba los minis de cerveza, calimotxo, cubata... a mitad de precio y así a Vero le costaba menos invitarnos a todos, llegó un tío en una ruidosa moto. Bajó de ella, se quitó el casco, se acercó a Vero que estaba hablando con nosotros hasta que le vio aparecer y ella le dijo "Hola, cari" y le dio un beso en los labios. Me quedé de piedra, mi corazón se congeló, mi alma cayó a mis pies hecha pedazos. Una mano de Rober o Santi se posó sobre mi hombro en señal de solidaridad y tristeza por mi desdicha y por la felicidad de ese cabrón que no me había hecho nada, pero me caía mal por el simple hecho de estar con ella. "¿Este tío no es con el que cortaste hace dos o tres meses porque me dijiste que era muy celoso?" le pregunté a Vero y me dijo que sí, que habían vuelto juntos y que era fantástico. Sí, fantástico para su novio. De todas formas ella no me contó nada bueno de él cuando me habló, estando en Cullera, de su relación un poco tortuosa.

Llevábamos una hora más o menos en el pub bebiendo, charlando y mezclándonos con los amigos de Vero. Una de sus amigas, llamada Patri, me dijo que Vero les había contado lo que pasó en Cullera. Según ella, a Vero le gustó mucho, y también me dijo que lo de que las chicas no querían nada conmigo era una tontería y eso eran imaginaciones mías. No sé, pero fui virgen hasta los 19 y esa primera vez llegó de manos... o del coño de mi hermana. Yo estaba cabizbajo y, como comprenderéis, no me encontraba moralmente muy bien, aunque intentaba pasármelo lo mejor que podía, pero cada vez que veía a Vero besar a Dani o que él le tocaba el culo y la sobaba, cien agujas se me clavaban en los ojos y un martillo me destrozaba el pecho. Se sentó Santi junto a mí.

  • ¿Qué tal, tío?- me dijo.- ¿Sabes qué deberías hacer? Deberías enrollarte con alguna. Que Vero tenga novio no quiere decir que no se te levante. Acuérdate de la chica del sábado pasado en el Rococó, bailando como bailaba se la puso dura a to´ Cristo. ¿Quién te gusta?- Levanté la vista.

  • Rocío no está mal.

  • Joder, nos ha salido tonto el chaval. ¿Como que no está mal? Creo que es la que más buena está.- Es normal, no le iba a decir la más fea.

Santi se levantó, le hizo una señal a Rober para que se acercara y fueron a hablar con Vero. Yo les observaba desde mi sitio. Vero estaba de espaldas a mí y en un momento dado se dio la vuelta y me miró muy sonriente. Parecía estar contenta porque yo quisiera enrollarme con una amiga suya; qué putada. Santi y ella se perdieron entre la gente y Rober vino hacia a mí y me dijo:

  • Pues dice Vero que no tiene novio porque no le gusta estar atada a nadie y prefiere solo los rollos y esas cosas. Han ido a hablar con ella y a convencerla. A ver qué dice, pero al parecer lo tienes fácil. Parece ser un poco... guarrilla, digamos. Dice Vero que después de contarle lo que pasó en casa de tu hermana, seguro que se enrolla contigo.- y, efectivamente, nos enrollamos.

Me llevó a un barrio bastante tranquilo que había por ahí y nos sentamos en un banco un poco resguardado en una esquina. Le dio una patada a una farola y se apagó. Yo estaba un poco nervioso e hice gala de mi humor para tranquilizarme.

  • Vaya, qué guay, ¿no? En mi pueblo las farolas lucen toda la noche. ¿Todas las farolas de Coslada se apagan igual?

  • Qué va, a lo mejor alguna sí. ¿Ves aquel portal?- me dijo señalándolo con la mano- Pues ahí vivo yo, y esa ventana es mi habitación. Tengo una cama muy cómoda.- dijo riéndose.

Le dije que me gustaría probarla, pero me dijo que sus padres estaban en su casa y que me conformase con lo que tenía.

Rocío tenía el pelo castaño a la misma altura que Vero, más o menos. Llevaba una falda blanca ajustada que le hacía un buen culo con una raja a un lado y una camiseta roja también ajustada de tirantes. Sus tetas tenían un tamaño considerable. Al principio estaba un poco nervioso, solo me habían besado tres veces en mi vida, y fue Vero durante las vacaciones en casa de mi hermana. Estuvimos hablando un rato, no me atrevía a dar el primer paso. Poco después, ella se levanta y se sienta a horcajadas encima de mí, es decir, una pierna a un lado y la otra al otro. Con tanto hablar, al final me quedé sin nada que decir y fue cuando Rocío me besó. Primero solo fue un tierno pico, después me succionó el labio inferior y yo abrí la boca para intentar meterle la lengua torpemente. De repente, ambas lenguas se enzarzaron y sentí lo mismo que cuando Vero me dio mi primer morreo placentero en la playa. Un impulso eléctrico recorrió mi cuerpo en el que se mezclaron miles de sensaciones, empecé a sentirme perdido por ahí dentro pero en la gloria, y gracias a esa boca con un ligero saborcillo a cerveza, se me puso durísima. Ya me tranquilicé y disfruté sin parar de besarnos.

Besaba mejor que Vero, todo hay que decirlo. Le acariciaba el pelo, las piernas, la espalda y el culo, y una de esas veces, los dos dedos del medio de la mano, según la bajaba, se me metieron en un doblez hacia fuera que hacía la cintura de la falda al llevarla ajustada. Fijaos en eso, también lo hacen los pantalones vaqueros. El caso es que al darme cuenta de que le estaba tocando el elástico de las braguitas, intenté meter más los dedos y sentí su piel. No llevaba bragas, era tanga. Probé a meter toda la mano y lo hice, pero no pude bajar mucho por la falda que oprimía su culo y que por encima de la tela le hacía tener unos glúteos duros.

Pensé en que a lo mejor también me dejaba tocarle las tetas. Supuse que sí porque no creía que fuese virgen y ya no tenía 15 años, edad en la que, normalmente, solo te dejan tocarlas el culo y por encima de la ropa. Empecé a subir lentamente una mano temblorosa por su costado. Me acercaba peligrosamente por el contorno de su seno derecho y despacio la fui deslizando hasta tenerla en mi mano rebosando por los bordes de la misma, porque ya he dicho que no eran nada pequeñas. Cuando lo hice ella dio un pequeño bote, pero después hizo lo mismo que yo y puso su mano en mi paquete, que al llevar unos pantalones grises de una tela muy fina, se debía palpar mi polla de maravilla.

Volvió a meterme la lengua hasta el estómago mientras la buscaba entre los calzoncillos, y como vi que le gustaba a pelo, hice lo mismo y metí mi mano bajo su camiseta, y después la metí bajo una copa del sujetador. En ese momento creo que pasó alguien, pero no lo sé con certeza y tampoco puedo decir si nos vio o no. Ella empezó, por encima del bóxer, a menear su mano sobre mi pene para arriba y para abajo acariciándola. Yo metí la otra mía entre sus piernas hasta tocar el tanga en el que se apreciaba cierta humedad, no se si por el calor en que mi mano se vio envuelta, la excitación o ambas cosas, pero prefiero pensar lo último. Empecé a acariciárselo con dos dedos, haciendo una leve presión sobre esa zona tan delicada y tierna. Empezó a suspirar y sus expiraciones por la nariz eran muy fuertes. Metí el dedo pulgar por un lado del tanga, tenía poco vello, y fui derecho hasta su clítoris que sobresalía. Al tener el dedo seco, y a pesar de que ella estaba húmeda, le hice daño y dio un pequeño quejido. Metí el dedo en la boca, jugando con nuestras lenguas en el interior y lo volví a meter entre sus piernas para acariciarle el chocho.

Me retiró la mano derecha mientras la izquierda seguía aferrada a su pecho y pellizcaba su duro pezón en punta. Desabrochó los tres botones de mi pantalón, levantó un poco el culo y se subió la falda dejando al descubierto su trasero y enseñándome su tanga azul. Empezó a frotar su coño sobre mi pene que estaba durísimo, moviendo las caderas hacia atrás y hacia adelante sin dejar de acariciarme el pecho bajo la camiseta. Tenía ganas de sacarla del calzoncillo y metérsela, aunque no la despojara de su tanga; seguro que lo atravesaba.

Mientras seguíamos haciendo petting, la mano que no tenía en su pecho, volvió a la acción atacando por detrás. La metí por la tira trasera del tanga avanzando despacio. Empecé a sentir unos pelillos en una zona caliente y húmeda predecesora a su conejo. Sus jadeos y algún que otro gemido chocaban contra mi garganta pues, prácticamente, no separábamos las bocas. Pasó alguien más, dos individuos creo, y en esa ocasión si sé que nos vieron porque a uno de ellos se le escapó una risita. No me importó, Rocío estaba de espaldas y a mí nadie me reconocería, si es que acaso se podía distinguir con nitidez algo más aparte del trasero de la chica que hubiera hecho que me corriera si no hubiésemos sido interrumpidos por el teléfono.

Ya sé que follar es mejor que hacer petting, que solo es roce, pero la excitación era grandísima gracias a la chica que me hizo arder el bóxer con la ternura y la voluptuosidad de dicho roce con su chocho. Si hubiese sido Sonia, mi hermana, pues no creo que hubiera estado tan cerca del orgasmo como lo estuve con Rocío, que al oír su móvil, abrió su bolso, se levantó y mientras lo atendía con una mano, con la otra se bajó la falda. Me dijo que era Vero y que nos teníamos que ir.

  • ¿Ahora? ¿Por qué?- pregunté con desacuerdo.

  • Vamos a la nave de la Rubia.- me contestó.

  • Y ¿no pueden ir ellos y luego vamos nosotros?

  • Es que hay que ir en coche y no podemos hacer esperar a quien nos vaya a llevar.

  • Podemos ir nosotros más tarde dando un paseo bajo la luz de la luna.- Le propuse, pero, claro, la naturaleza de un rollo de ese tipo no es, precisamente, romántica.

  • Otra día quedamos y lo terminamos, pero sin tela por medio.

  • Te tomo la palabra, ehh.- y me resigné a quedarme con el calentón.

Necesitaba una paja o alguna otra forma de liberar mis ansias de estallar. Me jodió mucho quedarme a medias, tuve la tentación de cortármela para tranquilizar las fieras del deseo, pero supuse que dolería un poquillo. Yo creo que Rocío se corrió y a mí me dejó con las ganas.

Al llegar al pub y no ver a Santi, le pregunté a Rober dónde estaba, y me dijo que se acababa de ir por ahí con Patri; lo más seguro al coche y de ahí a algún descampado. Vero montó en la moto de su novio y se fueron. Mar, Rocío, Rober y yo, en el coche de Poli, quien condujo hasta una gasolinera, donde presenciamos una pelea mientras Mar se liaba un porro de chocolate; para repostar y comprar unas botellas de Coca-Cola para acompañar al vino y a la ginebra que llevaba en el maletero.

Fuimos los últimos en llegar a la nave. Sacamos las bebidas que, además de lo ya citado, había también una botella de tequila. El local era muy espacioso, tenía el suelo embaldosado, servicio y luz. Al fondo había unas estanterías con botes de pintura, piezas de una moto... trastos en general, y un viejo radio-cassette en el que estuvimos escuchando un par de cintas de Bon Jovi y M-Clan, que era lo más aceptable que uno de los amigos de Vero llevaba en el coche. También había un par de sofás destartalados, tres sillas de campo cerradas y la moto. Rocío estaba bebiendo whisky con Coca-Cola y yo a palo seco, como los hombres. La Coca-Cola, que el whisky no me gusta, cuando me siento junto a ella para charlar un poco.

En la conversación me dijo que, de todos los chicos que había en la fiesta, el que más bueno estaba era Santi, cosa que es cierta porque es el que más suele ligar de mis amigos y a las chicas les parece muy atractivo, sobre todo cuando se recoge el pelo.

  • Y si te gustaba Santi, ¿por qué te has enrollado conmigo?

  • Hombre, tú tampoco estás mal, aunque no sabes besar, pero me gusta mucho tu pecho.

  • Y a mí el tuyo.- le dije estirando un poco el cuello de su camiseta para intentar ver algo, porque se lo había sobado bien, pero no lo había visto.

  • Je, je.- dijo al hacerlo– ¿Quieres que te sea sincera?- y le pedí que sí– Vale, pero no te cabrées, ¿de acuerdo? En principio solo me he enrollado contigo para ver si era verdad lo que me dijo Vero, que decía que la tenías bastante gordita. Exageró un poco, pero sí es muy gorda. Creo que la más morcillona que he tocado. Una vez me lo monté con uno que la tenía de 20 cm., colega, pero era bastante delgada...-

Aquí desconecté porque las pollas no es mi tema de conversación preferido para contemplar los muslos de Vero, que al estar en el otro sofá sentada sobre su novio, que la comía la oreja sin ser muy atendido por su chica que hablaba con Mar, se le había subido la falda. Vero me miró sonriendo y devolví la mirada a Rocío que seguía hablándome:

  • Es que Vero nos contó el polvo que echasteis en la playa, que casi os pilla tu hermana.- Me pareció muy gracioso que le dijera eso.

  • ¿Eso te ha dicho?- le pregunté.

  • Sí. Tu hermana casi os pilla, ¿no?

  • Sí, sí, sí.

En esa conversación también me enteré de que Patri salía con un chico y, mientras Santi se la follaba en su coche, ella le ponía los cuernos a su novio. De hecho las únicas que no tenían novio eran Rocío y la Rubia.

Un poco antes de las 3:30, Rober dijo que se iba a su casa porque estaba cansado y tenía sueño. Como Santi no estaba para llevarle, le pregunté a Vero por la parada de autobús más cercana y ella nos acompañó hasta el lugar. Antes de las 4:00 pasó el búho y mientras Vero y yo volvíamos a la agrupación de naves, la llamó su novio al teléfono.

  • Con Juje, hemos ido a la parada porque Rober se quería ir.- le oí decir– Rober, su amigo, el del pelo rizado. ¿Qué?... pero... pero ¿qué dices?... ¿Tú eres gilipollas o qué?... Me da igual que hayas ido a pillar costo, pero hay mil junkies en Coslada y tú siempre te tienes que ir a San Fernando para pillarle a la zorra esa... Si tú no confías en mí y crees que me voy a enrollar con él, yo también puedo creer que te vayas a enrollar con esa arpía... Pues muy bien, que te lo pases muy bien... Que te den por culo a ti.- y enfadada colgó el teléfono– ¿Has participado alguna vez en una orgía?- me preguntó y me asusté.

Pensé que ella y sus amigos tenían una afición oculta. Le pregunté si hacían orgías: "No, hombre, pero hoy la vamos a hacer" y después me explicó que la chica a quien Dani iba a pillarle costo a San Fernando de Henares, un pueblo que está literalmente pegado a Coslada, es una de las tres chicas con quien él engañó a Vero cuando estaban saliendo la primera vez, y que ella pensaba devolvérselos. De momento, dos semanas antes ya se había enrollado con uno. Esperaba ser yo el siguiente.

Al llegar a la nave, algunos ya se habían ido, y solo estaban Rocío, la Rubia y Patricia y Santi, que ya habían vuelto de follar y no veas si les cundió. Estaban en el suelo con las alfombrillas del coche de Santi jugando a "La escoba", un juego de cartas. Para comenzar con la orgía, Vero propuso jugar a otro juego y el que perdiera pagaba prenda. Todos aceptamos, pero cuando dijo: "A ver quién se queda en pelotas primero.- Patri saltó diciendo:

  • Ah, no, así yo no juego. Si me tengo que desnudar paso de este juego.

  • ¿Qué más te da?- le dijo Vero para intentar convencerla– Nosotras ya te hemos visto desnuda y Santi también, me imagino, ¿no? Porque te vea Juje también no va a pasar nada, y además, a lo mejor tú no pierdes.

  • Ya, ¿y si pierdo? Que no, yo no quiero jugar así.

  • Esperad, ¿cuál es el límite?- preguntó la Rubia– ¿Hasta quedarnos desnudos?- Santi afirmó– Y ¿después qué? ¿el que se quede desnudo qué hace?- volvió a preguntar.

  • Podría hacer una prueba.- sugerí yo.

  • Se la tiene que chupar a Juje o a Santi.- respondió Vero medio en broma.

Y mientras Santi decía que a mí no me la chupaba, ni yo a él, claro, Patri dijo que entonces ella se iba.

  • No, Patri, no te vayas.- le dijo Rocío– No le hagas caso que ha bebido demasiado. En vez de pagar prenda, el que pierda se bebe un chupito de tequila, que está la botella sin empezar, ¿va?- y como todos estábamos conformes con eso, decidimos jugar a "Burro" y quien perdiera cada baza, se bebía un chupito.

Vero se sentó entre Santi y yo, y me dijo: "Cuando estén borrachas, las convencemos." y la que acabó borracha fue ella. El juego duró algo menos de una hora y paramos porque Vero y la Rubia pillaron un pedo de tres pares. Vero insistió, de nuevo, en hacer una orgía. Trabándosele la lengua, dijo: "Bueno, ¿hacemos la orgía o qué?" y carcajeándose, se levantó la falda hasta los sobacos.

  • Tía, ¿Mickey Mouse? ¿Llevas bragas de Mickey Mouse?- dijo Santi flipando.

Eran unas braguitas de algodón con la cara del ratón estampada en el medio. No sabía que hicieran ropa interior así para chicas mayores de siete años.

  • ¿Esa es la lencería erótica que te ha regalado mi hermana?- le pregunté.

  • No, tonto. Me quedaba grande y el lunes vamos a cambiarla.- respondió.

En esto, se le oye a Patri decirle a la Rubia:

  • Pero ¿qué haces tú?

  • Mirad, chicos.- y se levanta la camiseta y el sujetador.

Al verle las tetas me desilusioné un poco porque era una chica muy guapa, pero tenía los pechos caídos y unos pezones grandísimos, cosa que a mí no me gusta.

Patri la ayudó a colocarse de nuevo la camiseta y el sujetador. Dijo que se iba ya y, de paso, se llevaba con ella a la Rubia, que era la que peor iba de las dos Verónicas, pues casi no se mantenía en pie. Le dio a Rocío las llaves de la nave y se fueron. Quedábamos Vero, Santi, Rocío y yo sentados en el sofá.

Rocío empezó a acariciarme el pecho y a darme besitos por el cuello y la cara. Yo me dejé hacer para ver si despertaban los celos en Vero, pero me parece que poco le importaba. Tenía la cabeza apoyada hacia atrás y los ojos cerrados. Después se levantó y salió de la nave. Me fui a levantar para ver si se encontraba bien, y me dijo Santi al ver el plan en el que estábamos Rocío y yo: "Tranquilo, ya la acompaño yo" y tras recoger las alfombrillas para llevarlas al coche de nuevo, salió detrás de ella.

Al parecer vomitó y al entrar otra vez en la nave, pidió un chicle de menta que encontró en el bolso de Rocío. Le preguntamos qué tal se encontraba y con típica voz de cogorza dijo que estaba bastante mejor. Fue al servicio y salió con un cepillo para barrer un poco el suelo y lo hizo, Santi se tumbó en un sofá, y Rocío, que estaba encima mío a horcajadas como unas horas antes en su barrio, con sus manos bajo mi camiseta, me besaba fogosamente, y, si no me hubiese dicho que besaba fatal, no hubiera entendido porque cogió una de mis manos y la metió bajo su falda.

Empecé a frotar sus blandos labios del coño con los dedos sobre el tanga y Vero le dijo a Santi: "Ven conmigo, vamos a dejar a estos dos tortolitos solos" y se metieron al servicio. Estaba disfrutando, aunque era mejor cuando Vero estaba delante por si sentía celos, pero le dije a Rocío que se enrollase con Santi, que le gustaba más que yo, más que nada por si a Vero se le ocurría tirarse a Santi en el servicio, ya que quería devolverle los cuernos pasados a su novio. Rocío no quería, decía que íbamos a pensar que era una guarra por montárselo con dos en la misma noche. Le dije que no pensaríamos eso, pero seguía aferrada a mi pecho y entregada en sus besos y lametones en el cuello. Al final la convencí. Se levantó, llamó a la puerta del servicio preguntando si podía pasar y entró dentro. Pocos segundos después salió con Santi de la mano, que iba diciendo:

  • Pero ¿qué quieres decirme?

  • Que aquí no te lo puedo decir, que tiene que ser en tu coche.- le decía Rocío.

Y tras ellos salió Vero con sus bragas en la mano. Le eché una mirada asesina a Santi. Este se soltó de Rocío pidiéndola un momento y me llamó al servicio. Me dijo:

  • Tronco, ya sabes que yo no te traicionaría. Se ha quitado las bragas para mear, pero no le he visto nada ni le he tocado un pelo.

Cuando se fueron, Vero, tras cerrar con llave por dentro, se sentó en un sofá y yo me quedé de pie a unos dos metros delante de ella, mirándola, contemplando su carita de amapola y sus labios sonrientes. El moco del alcohol todavía le duraba. Me tiró sus bragas a la cara, y en un acto reflejo para atraparlas, quedaron en mi cara sujetas por mis manos. Las retiré.

  • ¿Qué te parecen? ¿Huelen bien?- me preguntó Vero riéndose.

  • A cielo huelen.- le contesté– Pero no te las voy a devolver para ver el objeto de mi deseo, jejeje.

  • ¿No tuviste suficiente en Cullera?- me preguntó– Con la falda no me vas a ver nada.

  • Bueno, a lo mejor en un descuido...- le contesté y ella se levantó la falda rápido.

  • Uy, qué descuido.- dijo.

Pude verle durante un segundo la pelambrera oscura y lo repitió otras dos veces más. Imaginaos cómo me puse yo. Cambió su sonrisa por una gran carcajada.

  • ¿De qué te ríes?- le pregunté.

  • Se te ha puesto dura.- me dijo sin parar de reír– Te has puesto cachondo, yo te pongo cachondo.

  • ¿Qué dices? No se me ha puesto dura.- y entonces miré para abajo y vi lo obvio: unos pantalones muy finos de tela y un enorme bulto– Bueno, vale. Se me ha puesto como una piedra, ¿qué pasa?

  • Pero si ya me viste desnuda.

  • Por eso. Y me acuerdo de esa vez en casa de mi hermana y tu hermano y no veas como me pongo.- le dije.

  • Como ahora, ¿no?- me preguntó y le contesté que a veces más- Bueno, a mí también me pasa. Me acuerdo y me excito.

  • ¿Sí?- pregunté con una de mis mayores sonrisas. Ahí estaba mi oportunidad.

  • Sí, pero también cuando me acuerdo de otras veces.- contestó.

  • Pues acuérdate ahora.- le sugerí.

  • Anda, ¿qué pretendes, pillín?

  • Nada, solo quiero ayudarte a devolverle los cuernos a tu novio.

Tráeme el bolso y siéntate aquí, y me señaló a su lado dando dos manotazos en el sofá. Me desabrochó los pantalones, me los bajó con los calzoncillos hasta las rodillas, y ante mi atonía, sacó de su bolso un preservativo, lo abrió y me lo puso. Se puso encima mía y cogió mi polla dirigiéndola hacia el agujerito de su vagina. No veía nada por la falda que tapaba lo que pasaba en nuestras entrepiernas, pero pude notar como tocaba con el glande los cálidos labios de Vero, y como se abría paso mi pene entre ellos.

Sentí una molestia. Parece que a Vero también le incomodó porque la sacó y lo intentó de nuevo, y volvió a sacarla. Se levantó la falda, y vi como hundía dos dedos en su mata de pelo y se frotaba. Me levanté. Le quité la falda, la senté, la subí las piernas al sofá y metí mi cabeza entre ellas. Empecé a chuparle toda la rajita de arriba a abajo para que lubricase bien. Le abrí los labios con dos dedos y seguí chupando. Aparté la cabeza para tomar un poco de aire y entre gemidos susurró: "No pares."

Empecé a meterle dos dedos para dedicar mi lengua completamente al clítoris. Los dedos ya entraban con facilidad resbalando. Se acercaba al orgasmo y cerró sus piernas atrapando mi cabeza entre ellas. Me hacía daño, pero en cuanto su orgasmo, al parecer fortísimo, o eso quiero pensar, pasó, mi dolor también, pues volvió a separar las piernas... por fortuna. Según estaba así, abierta de piernas, puse mi polla en la entrada de su chocho empapado, cuyos vellos brillaban como perlas, y empuje despacito. Ahora sí había entrado del todo. Dioooooooos. Empecé a bombear con fuerza y pasión. No sé explicar lo que se siente cuando estás tan loco por una chica y, finalmente, consigues poseerla y demostrarle porque debe estar contigo y no con otro maromo. Supongo que muchos sabréis a qué me refiero. Esa sensación de victoria. Pero yo no quería echar un polvo en plan peli porno. Yo quería que fuera tierno, quería besarla, abrazarla, mimarla, cuidarla, que cuando nos corriéramos, ella fuese mi novia.

Le pedí que cambiáramos de posición. Yo me senté y ella se puso encima mío, como lo intentó al principio. Me quitó la camiseta y yo le quité la suya, y luego, ella misma se quitó el sujetador. Cogió mi polla y la volvió a introducir súbitamente en su coño. Volví a degustar el sabor de sus pezoncitos duros, y cuando entretenía mi lengua entrelazándola con la suya, jugando con ella en el interior de nuestras bocas, una de mis manos, que estaban cogiéndola del culo, apretaba con fuerza una de esas pequeñas tetas y pellizcaba su pezón. Volvía a poner la mano en su culo y volvía a succionar uno y luego el otro. Gemíamos, ella no dejaba de acariciarme ni yo a ella dejaba de sobarle el trasero, ese trasero perfecto de nalgas carnosas. Según movía sus caderas y sus ingles, sentía sus pelos al rozar mi vientre. Llegó el momento, se aceleró el ritmo de mis embestidas, y empecé a descargar toneladas de lefa dentro del condón.

Cayó sobre mí, abrazada a mi cuello y yo dejé que mi polla desfalleciera en su chocho, cubierta por su calor. Estuvimos así un rato. Se detuvo el tiempo. Levantó su cabeza, nuestras miradas se cruzaron y se me aceleró el corazón. Era un momento precioso. Sonrió y me dio un pico en los labios.

Se levantó vistiéndose y yo saqué el condón de mi pene fláccido del todo. Estábamos hablando y no pude resistirme a meter la mano bajo su falda y retirarle las braguitas para acariciar con el dorso de la mano su rajita nuevamente, y ella tomó mi ejemplo. Estábamos hablando de trivialidades con las manos en nuestros sexos. Me bajaba y me subía la piel del glande cuando, de repente, alguien golpeó la puerta metálica de la nave. Recuperamos la compostura, abrimos y era Santi. Ya había amanecido.

  • ¿Dónde está Rocío?- preguntó Vero, que ya había desaparecido el alcohol que un rato antes no la dejaba ser la dueña total de sus actos, y después de ese polvo, no me extraña.

  • Ya la he dejado en casa.- respondió Santi y nos piramos.

Las chicas son malvadas. Hoy, a 16 de septiembre, ella sigue saliendo con Dani y yo sigo más triste que el silencio y más solo que la luna, y ¿qué importa ser poeta o ser basura?